✧Capítulo Dos✧
Se fue el invierno y las aves y otros animales saludaban alegres la fresca primavera.
Foxy no fue a visitar a Mangle el día después de la cena, y esto la había extrañado, sin embargo, no le daba mucha importancia; Foxy debía de estar ocupado en sus propios asuntos.
Ahora mismo se encontraba caminando de regreso a su casa luego de dar un paseo por el bosque florecido, cuando vio un grupo de personas desempacando cosas en un anexo de su casa: la casa donde vivían Mangle, su hermana y tía era bastante grande y a pocos metros de la casa se encontraba un anexo que bien podría considerarse un buen hogar. Mangle, extrañada ante este hecho, habló al respecto con su tía una vez entró a la casa. La encontró en la cocina preparando algunos bocadillos.
—¿Se están mudando? —preguntó.
—¿No lo sabías? Creí que te alegraría la noticia.
La expresión confundida de Mangle llevó a la señora Fritz entender que no sabía de qué hablaba.
—El joven Foxy y su amigo Springtrap decidieron tomarse unas vacaciones en el campo y les sugerí que este sería un buen lugar.
—Sí es así, iré a darles la bienvenida —dijo Mangle con una sonrisa y alegría en su expresión.
Se dio la vuelta para encaminarse a la salida, pero se encontró a Foxy, que ya le había ganado la idea.
—Me temo que no será necesario, señorita.
Springtrap venía detrás de Foxy.
—Muchas gracias por esta oportunidad, le hará bien al talento de Foxy -expresó el de orejas doradas.
—Sientanse como en casa —dijo la señora Fritz con amabilidad dejando a un lado la cocina.
Melisa entró corriendo al lugar.
—¡Señor Foxy!
Abrazó a Foxy y éste le acarició sus grises cabellos.
—Hola, pequeña —dijo con encanto.
Springtrap carraspeó.
—Bueno, Foxy. Debemos irnos, recuerda que necesitas trabajar.
Foxy miró velozmente a Springtrap y luego centró su mirada en Mangle. La albina lo miraba tiernamente y esto provocó un sentimiento extraño en Foxy, un sentimiento que no conocía. Tras unos segundos, respondió con algo de inseguridad.
—No te preocupes, Springtrap —titubeó al inicio de la frase—. Recuerda que... me inspiro más en contacto con la naturaleza.
—Bien, ya estamos en el campo.
—No —aclaró Foxy mirándolo—. Necesito dar un paseo —miró nuevamente a Mangle—, y quisiera que Mangle viniera conmigo.
La decisión pareció desagradar a Springtrap, quien sin decir otra palabra, les dio la espalda y salió del lugar.
—¡Yo también quiero ir! —exclamó Melisa.
—Creo que te aburriría —contestó Foxy con cortesía.
La invitación sorprendió a Mangle, quien no decía palabra alguna. La señora Fritz se acercó a ella para alentarla a aceptar. Foxy le sonrió a Mangle.
—¿Vamos?
Pasaron algunos pequeños segundos para la respuesta de Mangle.
—Estaría encantada.
El trinar de las aves creaba una hermosa melodía en medio del bosque y los animales paseaban libremente. Por el sendero del bosque, paseaban Foxy y Mangle, entre ambos zorros se había creado un gran silencio. En su mente, Mangle pensaba que Foxy podía escribir mejor en soledad, pero si el deseo de él era la compañía de ella, lo cumpliría. De todas formas, ella también gustaba de la cercanía del pelirrojo.
—Estás muy callada —Foxy decidió romper el silencio.
—No es eso... no sé cómo yo podría serle de ayuda para escribir.
Foxy se detuvo y por consiguiente Mangle también dejó de caminar, Foxy veía a Mangle a los ojos.
—No puedo tener mejor inspiración que cuando tú estás a mi lado.
Mangle se sonrojó intensamente e inclinó su cabeza al suelo. Esto a Foxy le pareció tierno, mirar como la pálida piel de la chica ahora se teñía de un fuerte rojo.
—¿Cómo se inspira un poeta? —cuestionó Mangle con voz débil, aún avergonzada.
Foxy suspiró, como si la explicación no le pareciera sencilla y tomó asiento en el verde césped, siendo imitado por Mangle poco después.
—El poeta debe ver la belleza en los pequeños detalles... creo que eso es algo crucial al escribir.
Mangle lo miraba y escuchaba con atención.
—Y mostrar la belleza en cosas tan sencillas, en general, de eso se trata el arte. Creo que los humanos disfrutamos de cosas hermosas en la vida cotidiana, pero estamos tan ocupados que no podemos verlas.
Mangle concordaba totalmente en la idea.
—Creo que es porque las personas estamos ciegas —respondió.
—No estoy de acuerdo con eso, pero tampoco en desacuerdo —confesó Foxy—. No todos los seres humanos tienen los mismos ojos, las mismas ideas. No todos son capaces de percibir el verdadero arte. Existen pocas personas así.
Guardaron silencio un breve instante.
—No todos tienen una mente tan hermosa como la suya, señorita Mangle.
Mangle sintió el rojo volver a sus mejillas, un pequeño cosquilleo que corría por su rostro.
—¿Podrías dejar de hacer eso? —demandó cubriendo su rostro con sus manos.
Foxy rió suavemente.
—¿Hacer qué?
—Eso, decirme esas cosas —abrió uno de sus dedos para ver al zorro frente a ella.
—¿Te pone incómoda?
Mangle quitó sus manos de su rostro rápidamente antes de responder.
—¡Sí!
—Bien, entonces, si la señorita así lo desea...
Volvió a crearse un silencio abrupto. Internamente, Mangle se reprochó haberse comportado de esa manera.
—Yo sólo decía la verdad —explicó Foxy.
Esta vez, Mangle rió por lo bajo.
—Está bien, sólo bromeaba —sonrió.
Y así estuvieron por horas. El encanto de la primavera también atrapó a la pareja, quienes no dejaban de decirse cosas hermosas.
De regreso a casa, se encontraron con Bonnie en la casa, visitando a la señora Fritz y a Melisa. Al ver llegar a Mangle, la señora Fritz la llamó a parte para hablar con ella.
—Quisiera que le presentes a Bonnie a la nueva integrante de la casa, en todo caso, es como si él también fuese de la familia.
-¿Nueva integrante? —cuestionó Mangle.
En ese instante entró a la habitación una mujer de estatura media, delgada y rubia. La señora Fritz notó su presencia.
—Mangle, quisiera presentarte a nuestra criada. Ella es Chica.
Chica hizo una pequeña reverencia que no agradó a Mangle.
—Tranquila, no es necesario que hagas eso —dijo con amabilidad—. Ven.
Mangle llevó a Chica al salón de la casa donde se encontraban Bonnie y Melisa. A Chica se le hizo difícil evitar mirar los enormes cuadros que había en los muros por donde cruzaban, eran llamativos y le daban un toque de elegancia al hogar.
Al llegar al salón, encontraron a Bonnie jugando con Melisa.
—Señor Bonnie —dijo Mangle al entrar.
Bonnie levantó la mirada para ver a Mangle, pero al notar a la rubia que había a su lado, centró su atención en ella.
—Le presento a la señorita Chica, estará aquí a partir de ahora.
—Encantado —dijo Bonnie sonriendo.
Algo en ella había despertado un sentimiento en el conejo.
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