⚚Ꮳansancιo eη el alma ⚚-6
Shyra llevaba días dentro de aquella habitación que estaba por volverla demente. Siempre creía que ya se había enfrentado con sus peores temores cuando uno nuevo se mostraba frente a ella, cada vez peor y más difícil de enfrentar; Ahora solo existía una línea que hacía la diferencia de lo real y lo irreal, aunque al final una línea era mejor que nada.
Su estómago hizo de nuevo aquel sonido indicando que tenia hambre; No moriría por no comer pero seguramente eso la debilitaría, aún así ella simplemente se abrazó clavando su mirada en un rincón de la habitación. Se sentía destrozada, su mirada decía que ya no le quedaban fuerzas y aquellas sombras debajo de sus ojos eran el claro ejemplo de que sus pesadillas no la dejaban descansar, estaba exhausta.
Una repentina luz la cegó unos instantes logrando que saliera de su delirio.
- Hola de nuevo, Shyra.
Levantó la vista intentando ver de quien era aquella voz y de qué lugar provenía, pero lo único que sus ojos lograron ver fue la sombra borrosa y dispersa de una persona.
- ¿Quién eres tú?,¿Qué me dirás?.
Shyra intento enfrentar con la fuerza que le quedaba a quien creía seria su próximo temor. Intento hacerlo con palabras, pero llevaba días sin recibir algo de agua y su boca estaba totalmente seca, debido a eso no podía pronunciar bien sus palabras.
- Quien lo diría, un poco más y caerías en total locura. Te dejaría más tiempo pero no me serviría que te vuelvas loca para conseguir lo que necesito.
En un brote de conciencia logró reconocer aquella voz, era imposible no hacerlo siendo esta voz quien la condenó y la torturó.
- ¿Ma...hasiah?
La pelinegra sintió el impulso de levantarse y darle un puñetazo . No le agradaba la violencia pero había situaciones que no eran tolerables y esta era una de ellas. Lo intento pero al final el estado en el que se encontraba impidió que se levantara sin caer a los segundos, quizá muchos decían que tenía poderes extraordinarios pero necesitaba más atención que los otros ángeles y eso la hacía débil. Por ejemplo: un ángel normal no necesita comida o agua, puede ingerirla pero no es necesaria, en cambio Shyra si la necesitaba, evidentemente nunca habia muerto de hambre pero si se debilitaba bastante, era como estar en un estado moribundo sin fin.
- Mírate Shyra, quien diría que siendo el ángel de la profecía ni siquiera puedes protegerte a ti misma.
Mahasiah parecía divertirse al pronunciar esas palabras. Shyra levanto un poco la cabeza intentando centrar su vista en aquel Mahasiah borroso, aunque lo único que consiguió era que se observará más desenfocado, al final se resigno y bajo la cabeza para observar el suelo que parecía ser más firme.
- Yo no soy el ... ángel de la profecía.
El Serafín soltó una carcajada y se colocó de cuclillas para observar mejor el rostro demacrado de Shyra.
- Hablaremos de esto afuera, tengo que sacarte por órdenes de Dai-Se giró hacia los ángeles que se encontraban en la puerta y dio la orden- Sáquenla.
Seguido de eso se levantó y salió por la puerta dejando que aquellos Ángeles la sacarán de ahí arrastrando.
-¡Por el supremo!, ¿Me pueden decir que están haciendo?.
Ambos ángeles se giraron y se encontraron a aquella mujer de nombre Dai, misma que lideraba junto a su esposo las cortes de Serafines que se encontraban repartidas en los niveles del cielo.
- Cárguenla, no quiero ver que la arrastran de nuevo, ¿entendieron?.
Ambos Ángeles se observaron y asintieron cargando de pies y manos al ángel negro. Shyra quería agradecerle pero estaba demasiado débil como para pronunciar si quiera una palabra.
- Lamento no poder hacer más por ti pequeña...-Murmuro Dai.
La pelinegra intento sonreír. Ya había hecho demasiado con ordenar que la cargaran, su cuerpo tenía demasiadas heridas que de ser arrastrada se hubieran abierto de nuevo y le causarían un dolor mayor. Sus párpados cada vez se sentían más pesados y su visión se comenzaba a volver más borrosa, deseaba cerrar los ojos sin temor a que una nueva pesadilla apareciera como cada noche que había tenido en la habitación de los espejos, simplemente unas horas de sueño, unos segundos, un momento.
Al salir de la habitación sus pulmones hicieron que soltara todo el aire que sostenía. Finalmente dejo de resistirse y dejo que sus párpados cayeran para descansar un momento...tan sólo un momento.
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