~31~
Hoseok manejaba su auto en silencio, mientras Rosé observaba por la ventanilla con expresión melancólica; extrañaría todo esto cuando se fuera. Había aceptado ir a la cena de fin de año en la mansión Min por una cuestión de cortesía, pero sentía que ya no quedaba nada que salvar de su relación con el Alfa de cabellos rojizos. Al igual que la vez anterior, todo parecía ser más importante que ellos dos.
Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que el mayor había detenido el auto. Solo escuchó la puerta del conductor abrirse para luego cerrarse de nuevo una vez que Hoseok se había bajado. En pocos segundos, su puerta también se abrió. ¿De qué iba todo aquello? Porque definitivamente no estaban en casa de la Omega.
El Alfa le tendió la mano con una débil sonrisa y la ayudó a salir del auto. Luego se alejó caminando en silencio. Rosé no dijo nada, solo lo siguió; supuso que la llevaría a un hotel a algo así para despedirse de ella de manera romántica. Al menos eso habían hecho aquella vez antes de que ella se marchara a América. Eso era lo que más le dolía; ellos se amaban, mas su relación estaba estancada.
Hoseok abrió una puerta, luego otra, y caminaron por un largo pasillo en penumbras. La chica iba cabizbaja, observando sus pies avanzar con lentitud y escuchando el eco de sus tacones en el crudo silencio que les rodeaba. Unas tenues luces se dibujaron en el piso, pero ella no les prestó atención. Cuando al fin se detuvieron y la Omega decidió alzar la vista, quedó atónita por lo que tenía delante. Era una pecera gigantesca y cristalina, que se extendía por toda la pared y el techo.
La chica avanzó un poco más, dejando al Alfa detrás y observando ensimismada la belleza del lugar. No era la primera vez que venía, sin embargo, habían pasado años y esa área la habían renovado y agrandado; era magnífico.
—Oppa… —murmuró ella sin voltearse y con una mano puesta en el frío cristal por donde pequeñitos peces danzaban—. Este lugar…
—Sí —dijo el Alfa—. Aquí fue nuestra primera cita. Sé que parece que no presto mucha atención pero sí lo hago —añadió con una pizca de amargura en la voz.
La Omega se giró para decir algo y de inmediato sus ojos se abrieron de par en par al ver al de cabellos rojizos con una rodilla apoyada en el suelo y una cajita de terciopelo negro en sus manos.
»Rosé… tal vez te parezca demasiado inesperado, pero lo he pensado mucho —dijo mientras la miraba a los ojos—. Eres lo que más amo en esta vida y no quiero perderte. Ya cometí ese error y nunca me lo perdonaría si te dejo ir otra vez. Quiero que seas mi Omega, que me dejes ser el Alfa que cuide de ti, que te dé una familia, que te adore por el resto de nuestras vidas.
La rubia lo observó pasmada y con cierto brillo en los ojos; nunca esperó que esa fuera la intención del Alfa al traerla aquí.
Hoseok aguardó un minuto, todavía de rodillas, el suave movimiento del agua dibujando figuras azul eléctrico en su camisa blanca.
»¿Rosé? —murmuró un poco incómodo. ¿Acaso estaba siendo rechazado? La mano que sostenía la cajita le tembló un poco—. ¿No piensas darme una respuesta?
Ella sonrió débilmente.
—No me has hecho la pregunta, Oppa… —musitó ella, sintiéndose tímida de pronto.
El mayor casi se golpea en la frente; estaba tan nervioso que olvidó la parte más importante. Se aclaró la garganta un segundo y entonces habló:
—¿Te casarías conmigo, Rosé?
La sonrisa de la Omega fue más amplia esta vez y asintió con alegría. Ambos se fundieron en un fuerte abrazo para luego besarse con todo el amor que creyeron perdido.
—También te amo mucho, Hoseokie.
—Prometo que te haré muy feliz, mi amor —dijo el mayor mientras le colocaba el anillo de compromiso en su mano izquierda.
Jimin despertó sobresaltado en medio de la noche, no recordaba qué había estado soñando pero tembló poquito y se cubrió más con la manta. Sin embargo, no le parecía suficiente, necesitaba entrar en calor antes de comenzar a tiritar.
El Alfa descansaba frente a él, la tenue luz de la luna iluminando su pálido y hermoso rostro. Sí, su Alfa era hermoso, y también era cálido, muy cálido.
El rubito no lo pensó mucho y enseguida se movió para cortar la distancia entre ellos. Con sumo cuidado, pues no quería despertarlo, alzó una de las manos del mayor para colarse en ese huequito entre sus brazos, su nariz haciendo contacto con la suave tela del pijama azul oscuro de Yoongi. Así, envuelto en su abrazo y aspirando su aroma, Jimin se quedó dormido otra vez.
Yoongi se movió un poco al sentir que la luz del sol se colaba cada vez más por las cortinas y, de inmediato, se dio cuenta de que algo le hacía cosquillas en la nariz. Abrió los ojos con parsimonia y se encontró con la suave melena de Jimin muy cerca de su rostro, notando además, que ambos eran un enredo de brazos y piernas. Aquello le calentó el corazón al Alfa pues hacía tiempo no despertaba así de cerca del cachorro.
Sin embargo, el pelinegro enseguida se tensó. Supuso que por costumbre ambos se habían acercado en medio de esa fría noche de principios de enero, mas si Jimin despertaba de pronto, seguro se asustaría. Por eso se separó de él con suavidad y decidió colocar su almohada para que el menor la abrazara en lugar de su cuerpo. Luego observó el bonito y relajado rostro del Omega, y en serio quiso volver a él, volver a su lado y abrazarlo por días; pero no podía, porque tenían que avanzar despacio, porque no podía hacer que Jimin recordara lo malo otra vez.
Con pereza se dirigió al baño para asearse y comenzar el día.
Mientras, el rubito despertaba después de haber dormido muy bien, demasiado bien; no obstante, el mayor no estaba junto a él. Un puchero involuntario se dibujó en sus carnosos labios. Estaba acostumbrado a despertar viendo el rostro del Alfa, sin embargo, dormir más cerca y abrazados como antes lo compensaba totalmente.
No obstante, no fue difícil para Jimin darse cuenta del comportamiento extraño del pelinegro. No sentía con exactitud que lo estuviera rechazando, pero sí se alejaba cada vez que el contacto parecía aumentar.
Y no era que Jimin fuera a saltarle encima ni mucho menos, pero el Omega había descubierto que a pesar de todos sus traumas y sus momentos de angustia, extrañaba a Yoongi. Sus besos, sus caricias, su aliento cálido cerca de su cuello, sus brazos alrededor de su cintura. Eran cosas que antaño Jimin temía. Y desde que Yoongi lo había llevado a patinar y había probado esa libertad que le apretó el pecho, supo que debía luchar por recuperar todo lo que perdió, poco a poco, sin apresurarse. Sin embargo, sentía que había un pequeño abismo que aún existía entre ellos, pues todavía Yoongi se contenía de ser él mismo junto al Omega.
Varias noches sucedía lo mismo, Jimin avanzaba y Yoongi retrocedía, y el único beso que había recibido recientemente había sido en la frente, ni siquiera en la mejilla. El Alfa se notaba nervioso y decía que tenía que ir al baño, o que tenía trabajo por hacer; siempre con dulzura y mucho tacto, pero dejaba al menor más confundido que antes. No sentía rechazo a través del lazo, era algo más, algo que no podía descifrar.
Unos días después, cuando ya faltaba muy poco para que Jin diera a luz, él y Jimin se encontraban eligiendo y organizando unas fotos para el pequeño álbum de la bebé.
—Jin Hyung... —El mayor emitió un sonidito para que Jimin supiera que le estaba escuchando—. Tú... ¿has hablado con Yoongi Hyung últimamente?
Ante esto, Seokjin levantó la cabeza y se acomodó mejor sobre los cojines del sofá; el rubito estaba sentado en uno de los butacones con sus piernas cruzadas, sus muslos descansando sobre sus piecitos.
—¿A qué te refieres, Chim? —inquirió el Omega gestante, tratando de no sonar muy preocupado o demasiado chismoso.
—N... Nada, es solo que... Siento que está actuando... raro —comentó el menor apenado.
—¿Raro cómo? —volvió a preguntar Jin.
—Sé que me dijo que iba a darme todo el tiempo y espacio que necesitara, pero… es como si hubiese una barrera entre nosotros. No sé cómo llegar a él. Se aleja y... me aleja —explicó como pudo el rubito—. Sin embargo, no siento que me está rechazando. Es como si tuviera...
—Miedo —musitó el Omega mayor.
Jimin abrió los ojos por la sorpresa, no imaginó que fuera eso, mas ahora que lo pensaba bien el comportamiento del pelinegro indicaba exactamente eso.
—Pero ¿por qué tendría miedo...?
No terminó su oración, sin embargo, era más que claro para el mayor que lo que quiso decir era que quien debía tener miedo era él y no el Alfa.
—Escucha, Chim Chim, las cosas son más complicadas de lo que piensas.
Si algo agradecía Jimin, era que a pesar de la vergüenza que sentía o lo delicado que podía ser el tema, Jin siempre le hablaba con honestidad y seguridad.
»Sé que tú también tienes miedo, pero tu miedo es diferente al de Yoongi; y para ambos es un terreno no explorado. Debes entender que no es fácil para él dibujar los límites correctos de su relación ahora. Sobre todo de su relación física, ya que a nivel emocional Alfa y Omega se complementan más allá del plano corporal —explicó el castaño—. Sin embargo, Yoongi tiene miedo, por ti. Lo más probable, y lógico, es que piense que tú no quieres ser tocado por él; y que incluso si le permites tocarte no será algo agradable para ti.
—Sí quiero que lo haga, Hyung, y tanto. —El menor se sonrojó visiblemente y continuó—: N-No quiero apresurar las cosas pero quiero que todo vuelva a ser como antes. Es mi Alfa, ¿por qué pensaría que tocarme o besarme me resultaría desagradable?
—Porque, pequeño, aunque tú no quieras recordar y bloquees todos esos malos pensamientos... tu cuerpo sí recuerda. Y estoy seguro de que Yoongi piensa que podría volver a activar esos recuerdos en ti.
Jimin empezaba a entender. El Alfa tenía miedo de hacerle recordar todo lo que vivió. De que uno de sus besos, caricias o abrazos, pudieran encender la chispa de un recuerdo doloroso y convertirse en la odiada sombra de lo que le había hecho Jooheon.
Y lo peor era que sabía que Jin tenía razón, pues por mucho que él enterrara esas escenas en lo más profundo de su mente, su cuerpo podría recordarlo ante el mínimo indicio de intimidad. Y también sabía que Yoongi se odiaría más si él fuera el causante directo de eso.
—¿Qué hago, Jin Hyung? —preguntó perdido.
—Habla con él, Chim. La sinceridad y la comunicación son la clave en su relación ahora mismo. Enfrenten sus miedos, pero juntos, no separados.
El rubito asintió con determinación. Ya sabía lo que tenía que hacer, ahora la cuestión era cuándo y cómo.
Varias noches después de no intentar nada, el Alfa parecía mucho más relajado. No se apartaba cuando Jimin entrelazaba los dedos de sus manos para dormir porque sabía que luego de eso no vendría un fallido intento de abrazarlo.
Yoongi suspiraba aliviado cuando el cachorro se dormía sin amago de acercarse más de la cuenta, solo lo suficiente. El rostro aterrorizado del menor al despertar, o al tener una pesadilla, le perseguía día y noche. No lo malentiendan, pues deseaba con todas sus fuerzas no sentir ese estúpido pánico que lo dominaba al tener al rubito demasiado cerca.
Desde que habían patinado juntos, había comenzado a sentirse así. Incluso si Jimin estaba de acuerdo, no quería que se forzara. No quería que por su culpa, lo poco que habían avanzado se fuera por el caño.
Esa mañana era la que Jimin había escogido para al fin conversar con el Alfa. Lo había pensado mucho, demasiado tal vez, pero estaba convencido. Llevaba ya casi una hora despierto, pensando en lo que diría; y se dio cuenta de que solo debía seguir su instinto.
—Buenos días, Yoongi Hyung —murmuró con la voz algo roca en cuanto el Alfa despertó.
Yoongi le sonrió con dulzura y movió sus largos dedos para acariciar la pequeña mano del Omega, solo un poquito.
—Buenos días, Jimin-ah. —Su voz más ronca que la del menor al despertar.
Se observaron por unos segundos que parecieron eternos y entonces, Jimin se movió un poco hacia el pelinegro.
—Hyung... yo... tengo algo que decirte...
El mayor frunció los labios en una fina línea y tragó en seco.
—Cachorro, t-tengo bastante trabajo hoy, si no me alisto ahora se me atrasará todo. —Se deshizo de las mantas y se incorporó rápidamente, continuó excusándose mientras se colocaba sus pantuflas—. ¿Podemos hablar después? E-En serio tengo que...
—No.
Jimin se arrodilló en el suave colchón con rapidez y abrazó al mayor por detrás, sus brazos envolvieron su cuerpo y su mentón se apoyó en el hombro contrario.
Yoongi se quedó de piedra, ni siquiera reaccionó.
»Espera, Hyung, por favor...
—C-Cachorro...
—Sshhh —silenció Jimin. El Alfa calló entonces y no se movió, aunque seguía bastante tenso—. Sé que tienes miedo, Yoongi, pero no me alejes...
El pelinegro podía sentir los latidos del corazón del menor rebotando contra su espalda, imaginaba que el suyo bombeaba igual de errático.
»Yo también tengo miedo, Hyung; pero cuando estoy contigo puedo olvidarlo. Y necesito, Hyung, necesito saber que estás conmigo... que no... que no eres él. —Su voz se quebró poquito—. Necesito saber que te pertenezco solo a ti, y que tú me perteneces también.
En un suave movimiento el Omega hizo que Yoongi girara su cuerpo para luego acomodarse en su regazo y abrazarlo con fuerza. Sintió felicidad inmensa cuando el mayor lo envolvió por la cintura, lo estrechó contra él y enterró la nariz en su cuello.
—Perdóname, Jiminie...
—Sin importar lo que suceda… —murmuró el menor con los ojos cerrados mientras colocaba sus brazos encima de los de Yoongi, abrazándose a sí mismo dentro del abrazo del Alfa.
—Siempre seré tuyo... —completó el pelinegro.
—Entonces, sé mío, Yoongi... Y yo seré tuyo...
El mayor lo miró con ojos cargados de intensidad, sus oscuros orbes recorriendo cada detalle del lindo rostro del rubito. Y como si fuera la primera vez, como si fuera la última vez, se inclinó con lentitud y besó los tersos labios del Omega, su Omega.
Era un beso que sabía dulce, triste, amargo, cálido. Una mezcla de sentimientos encontrados, de añoranza, de dolor, de calma, y finalmente, amor. No necesitaban palabras, solo estar ahí el uno para el otro era suficiente por ahora. Y es que el amor para ellos era así, no tan perfecto, pero sí suficiente.
Editado: 30.09.21
*Nota*
Chimmies ya está, agradézcanle al coronavirus que me tuvo en cama y sin trabajo, por eso tuve tiempo de escribir.
Capítulo agridulce ¿cierto? Está cortico pero en el próximo se nos viene la bendición del Namjin.
Recuerden que ya estamos en el final, no sabría decirles cuántos capítulos quedan pero son pocos, y serán más cortos que los primeros.
Por cierto, estoy aprendiendo más detalles de escritura, como que este simbolito » indica que el mismo personaje interviene una segunda vez, o una tercera 😯.
¡Les amo! Se me cuidan.
Besitos y abracitos 😘🤗
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