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~30~


Dos semanas y un par de días después de lo ocurrido, el líder recibía en su oficina a Min Yoonkwan. No podía decir que no estaba nervioso, pues no iba a echarse para atrás en el trato que había hecho con su hermano. Sin embargo, temía que le pidiera lo que estaba seguro le iba a pedir: el mando de la manada, obtener su legítima posición de líder.

Hoseok esperó afuera, no quiso estar presente en la delicada e importante conversación que tendrían sus primos.

—Adelante. Siéntate, por favor. —Fueron las primeras palabras que pronunció el pelinegro.

Yoonkwan se veía algo incómodo, en realidad ambos se sentían así, no recordaban la última vez que se habían hablado sin terminar discutiendo o gritándose horrores.

—¿Cómo está el chico, tu Omega? —inquirió.

El menor apretó la mandíbula pero se forzó a contestar:

—Está bastante recuperado. Gracias por preguntar.

—Todo quedó resuelto, no tienes que preocuparte por nada; es como si nunca hubiera pasado.

Una amarga sonrisa se dibujó en el rostro del pelinegro. Ojalá fuese como si nada hubiera pasado, pero el daño estaba hecho. Y aunque agradecía inmensamente tener al cachorro sano y salvo y de vuelta, desearía poder borrar los sucesos de aquel día.

—Sé que te dije que haría cualquier cosa a cambio de tu ayuda —habló Yoongi con firmeza, no queriendo dilatar más el asunto—. Entonces, ¿qué es lo que quieres?


Jungkook se inclinó para besar los pequeños labios en forma de puchero de su novia.

—Me lo prometiste, Jungkookie —lloriqueó la chica.

—Lo sé, Noona, perdona —dijo por décima vez desde que salieron de la cafetería—. Había olvidado que teníamos entrenamiento hoy en la tarde.

Ji Eun lucía enojada y mantenía sus brazos cruzados, pero se dejaba besar por el Alfa. Y es que habían quedado de ir al cine esa tarde para ver un bonito filme navideño de la temporada.

»Te lo compensaré, ¿sí? —prometió el chico.

Ella desvió la mirada e infló las mejillas en un gesto que lejos de transmitir enojo más bien daba ternura, por lo que Jungkook volvió a besarla fugazmente. Todavía no creía que fueran novios y llevaran unos meses saliendo, hasta se sentía mal por Tae en ocasiones, pero el peliazul le aseguraba que estaba feliz por él. De hecho, le parecía gracioso que la única razón por la que Ji Eun encontraba a Tae lindo era porque su cabello azul era llamativo, y tal vez el menor la había sorprendido hace poco con las puntas de su cabello teñido de azul.

»Noona… —murmuró estirando las vocales—. No te molestes conmigo, por favor. Sabes que soy un tonto y se me olvidan un montón de cosas.

Ella pareció considerarlo un poco, y entonces el pelinegro, ahora con mechitas azules, continuó su estrategia de hacerla cambiar de opinión.

»Iremos de nuevo al cine y veremos la película que tú quieras.

—¿Incluso si es una tontería romántica?

—¿Cuándo he dicho que hay películas así? Me encanta el género romántico. —Y aquella ironía al fin hizo reír a la chica.

—Yaah, Jeon Jungkook —dijo seria de pronto—. Me llevarás al cine y veremos Crepúsculo hasta que se terminen los créditos, ¿entendido?

Y el menor asintió efusivamente poniendo cara de horror, lo que le ganó un golpe en el brazo por parte de la Omega, quien luego se dejó abrazar y mimar un poco. Le encantaba la personalidad tierna y cariñosa de su novio, aunque podía ser bastante atrevido y sensual en otros aspectos, en otros lugares.


—En realidad… sí hay algo que quiero —musitó Yoonkwan y luego carraspeó un poco nervioso—. Me gustaría invitarte a mi boda, Yoongi.

El pelinegro pestañeó un par de veces sin comprender aquellas palabras. ¿Boda? ¿Qué boda?

»Hace unos meses conocí a una chica, es una Omega de la manada Choi en el distrito en el que ahora vivo —comentó su hermano—. Hemos decidido casarnos en primavera. Es solo una invitación —continuó al ver que el menor no decía nada—. No es obligado que vayas… pero me gustaría que así fuera.

—F-Felicidades… —murmuró Yoongi, todavía algo perplejo.

—Invita a mamá también, por favor. —Su hermano se puso de pie—. Y a los demás. Todos pueden venir. Te enviaré la dirección y la fecha exacta en un mensaje. Nos vemos, hermanito.

Hoseok entró en la oficina del líder después de que su primo mayor se marchara. Obviamente quedó en shock al enterarse de la única petición de aquel Alfa que siempre había querido tener todo lo que Yoongi poseía. Al parecer, estar enamorado había cambiado su forma de ser.

—No puedo creer que Yoonkwan solo…

Su discurso se vio interrumpido por un tono de llamada que provenía de su bolsillo, sin embargo, cuando vio el remitente, lo ignoró.

—¿No vas a contestar?

El de cabellos rojizos se encogió de hombros y no le dio importancia, pero Yoongi era demasiado perspicaz y le insistió.

—Era Rosé… —contestó su primo bajito.

—¿Sucede algo?

—Nada, Hyung, de verdad. —Se apresuró a negar el otro Alfa—. Está todo bien.

—Yah, Hoseok, nunca has sido bueno mintiendo, mucho menos conmigo —reprendió Yoongi.

El menor pareció rendirse entonces, mientras lanzaba un largo suspiro y se acomodaba en la butaca frente al escritorio de su primo.

—Ella… va a regresar a América por una oferta de trabajo —confesó por fin—. Se va otra vez, Hyung.

—Tch, tch… Están peleando por eso, ¿verdad? —Cuando Hoseok asintió, él dijo—: Escucha, Hobi, sé que has tenido mucha carga de trabajo últimamente. Después de todo lo que pasó, me has ayudado con los asuntos de la manada, pero si de verdad quieres a esa chica, no la dejes ir. Te vas a arrepentir el resto de tu vida.

—¿Y qué se supone que haga? Ya le pedí que no se fuera, le dije que la amaba más que a mi puta vida y ¡aun así no está convencida! —El menor gesticulaba con desesperación.

Como Yoongi sospechaba, estaba estresado y necesitaba liberar toda esa tensión.

»Ojalá pudiera dedicarle más tiempo, pero ella sabe que soy el segundo al mando, que tengo responsabilidades. ¡¿Qué más quiere de mí?!

—¿Seguridad? —interrumpió el pelinegro.

—¿Seguridad? Ella no está en peligro, Hyung —contestó Hoseok con frustración, nadie lo entendía.

—No hablo de protección, idiota. Hablo de que solo le pides que se quede y le dices que la amas pero no le das seguridad de nada. No hay promesas, no hay futuro, Hobi.

El menor caviló unos segundos.

—Pero, Hyung, yo…

—No busques excusas con el trabajo, Hoseok, si así fuera ni yo ni Namjoon tendríamos pareja —regañó el mayor—. Mira, ese chico Soobin, es casi tan bueno como Nam en los temas del hackeo y las computadoras; y Taehyung está dispuesto a cumplir algunas misiones en otros distritos. Nuestra manada crecerá y tendremos más responsabilidades, pero no estamos solos. No podemos con todo. Y está bien. No te enfoques solo en el trabajo.

El de cabellos rojizos hizo un ligero puchero que terminó en una mueca que dibujó un par de hoyuelos muy cerca de la comisura de sus labios.

—Tienes razón —admitió—. Gracias, Hyung.


El cumpleaños de Jin no había pasado desapercibido, sin embargo, el Omega mayor solo quiso una sencilla cena romántica en un hotel con su esposo, y luego una sesión de masaje en el spa. No quiso una fiesta ni nada parecido pues no quería tener que cocinar, se cansaba mucho en la etapa final de su embarazo; lógico al tener ocho meses ya. En el fondo, tampoco quería hacer algo tan grande, porque seguro Jimin se sentiría mal rodeado de tantas personas.

Por otro lado, Yoongi y Jimin avanzaban con lentitud. Al menos, con el paso de las semanas, dormían en la misma cama agarrados de las manos; y las pesadillas del cachorro habían disminuido bastante. Sin embargo, todavía se sobresaltaba cuando alguien se le acercaba mucho y se cohibía cuando el olor de otros Alfas, aunque fuera Namjoon, le abrumaba demasiado.

Siempre usaba ropa de Yoongi y pasaba casi todo el tiempo con Jin ayudándole con los detalles finales para la habitación de la bebé. También confeccionaron un álbum de fotos desde el primer test de embarazo hasta las últimas ecografías en 3D, y algunas de como su pancita había ido creciendo con los meses. Y para entretenerse en algo, y sacar al cachorro de sus pensamientos y su soledad, Jin decidió que ambos aprenderían a tejer.

En realidad, Jimin parecía estar muy cómodo con el Omega mayor y poco a poco iba tomando más confianza con los demás. En serio lo estaba intentando. No quería rendirse, pues como le había dicho Jin Hyung, eran su familia. Y no quería darse el lujo de perder a más nadie, mucho menos a su Alfa.

Para el cumpleaños de Tae, el 30, decidieron que lo celebrarían al día siguiente en familia durante el último día del año, por lo que el maknae se lo llevó a un bar junto con Ji Eun y un par de amigos más.

Ese día, quien solía ser un apuesto Alfa peliazul, llegó al bar donde sus amigos esperaban luciendo una brillante cabellera verde pálido.

—¡Tiene que estar bromeando! —susurró Jungkook cuando lo vio acercarse.

—Tranquilo, amor —murmuró la Omega contra su oído—. El azul me sigue gustando más y tus mechitas son adorables.

El Alfa se relajó visiblemente, en realidad él no era alguien celoso y no dudaba de que su novia y él estuviesen enamorados; pero sentía que Tae era más apuesto que él y que aquella noche que compartieron los tres siempre sería algo que haría sombra sobre su relación. Aunque ella se encargaba de borrar esos pensamientos, a veces se sentía un poco amenazado.

Ajeno a todo esto, el Alfa de sonrisa cuadrada se dispuso a disfrutar de su víspera de cumpleaños. Y a eso de la medianoche, cuando estaban bastante pasados de tragos, a Jungkook se le ocurrió la genial idea de que su mejor amigo participara del especial de micrófono abierto del bar.

El peliverde no se hizo de rogar y enseguida subió al pequeño escenario, y a pesar de estar un poco ebrio, cantó muy bonito; solo hipó un par de veces y le causó ternura al público con su melancólica y suave voz. Tanto así, que una de las lindas camareras le ofreció un trago gratis y terminó dejándole su número en una servilleta.

La cena de fin de año fue un poco más grande y se hizo en el comedor principal, pues Hoseok, Jungkook y Taehyung habían invitado a sus chicas. Parecía ser muy pronto para Tae y Dahyun, la Beta que había conocido en el bar la noche anterior, pero el peliverde no estaba dispuesto a ser el único «soltero de la noche».

Jimin no habló mucho durante la cena y como de costumbre se sentó entre Jin y Yoongi. Cuando comenzaron a llegar los demás, el pelinegro se dio cuenta de que el cachorro se incomodó un poco y se atrevió a entrelazar sus meñiques para darle seguridad y hacerle saber que estaba ahí, y que si quería marcharse nadie se lo reprocharía. No obstante, Jimin se soltó del pequeño agarre del mayor, quien creyó haber cometido un error al tocarlo así; pero segundos después sintió la manito del Omega buscando la suya para entrelazarlas con algo de fuerza.

Se miraron por unos segundos y el Alfa le sonrió con dulzura; el rubito estaba siendo muy valiente. Significaba que lo estaba intentando de veras.

Después de terminada la cena y luego del brindis familiar y los fuegos artificiales, todos se fueron retirando a sus habitaciones. Jungkook regresó al departamento de Ji Eun, y Taehyung llevó a Dahyun de regreso a su casa.

—¿No quieres pasar y tomar algo? —le dijo la hermosa Beta.

Tae sonrió poquito.

—Preferiría no hacerlo.

La chica pareció decepcionada, pues pensaba que él en realidad estaba interesado en ella.

»En realidad, me gustaría invitarte a otra cita. —El Alfa dio un paso en su dirección—. Y después a una tercera. —Alzó la mano para acomodarle el cabello detrás de la oreja—. Si entro ahora, me quedaré hasta mañana y es probable que cuando me marche no te llame otra vez. Por eso quiero hacer las cosas diferentes.

La chica sonrió algo tímida e ilusionada otra vez. Y en un rápido movimiento, besó la mejilla del peliverde, le dio las buenas noches y entró en su edificio.


El primer día del año inició con tenues rayos de sol que despertaron a Yoongi, quien sonrió de inmediato al ver el hermoso rostro de Jimin frente al suyo; más alejado de lo que le gustaría, pero más cerca de lo que esperaba. En realidad, el Omega había avanzado muchísimo. Las pesadillas eran menos seguidas, su lobo no estaba tan alerta, y aceptaba la presencia de Yoongi en la cama y de los demás cerca. Estaba abriéndose poco a poco.

Y el Alfa esperaba que esta sorpresa de año nuevo le gustara.

Movió la mano que tenía entrelazada con la del menor, justo por el meñique, y le acarició la mejilla con lentitud; un suave roce que no duró más de un segundo.

El Omega se removió un poco y terminó abriendo los ojos. Para ese entonces, Yoongi ya había retirado la mano, no quería asustarlo.

—Hey... —murmuró el pelinegro con voz ronca.

Jimin le dio una pequeña sonrisa. Saber que el mayor estaba siempre a su lado y pendiente de él le daba ánimos para seguir adelante y olvidar lo sucedido. Sabía que no sería pronto, pero estaba dispuesto a intentarlo.

»¿Quieres...? —Yoongi pareció dudar, tal vez era muy pronto—. ¿Quieres salir hoy? Me gustaría llevarte a un lugar.

El rubito levantó las cejas por la sorpresa. No recordaba la última vez que había puesto un pie fuera de la mansión. Bueno, sí la recordaba, pero prefería olvidar aquella noche del Festival de los Faroles.

»Si no quieres está bien —susurró el mayor—. Cuando estés listo...

—Sí quiero... —interrumpió Jimin con suavidad.

Luego de asearse y abrigarse bien, pues eran días invernales, salieron en el auto de Yoongi. Solo ellos dos. Aunque quizás, solo por precaución, el Alfa tenía guardaespaldas cerca por todos lados. Les darían privacidad a la pareja, pero estarían vigilantes en todo momento. Nunca se podía ser lo suficientemente cuidadoso.

Jimin estaba ansioso. Aunque sabía que no sucedería nada malo, su corazón latía errático. Una leve caricia en su mano le hizo voltear a ver al pelinegro, quien luego entrelazó sus manos y las apoyó cerca de la palanca de cambios.

Yoongi no hizo contacto visual con el rubito, tenía que vigilar la carretera; pero no necesitaba decir nada para hacerle saber al cachorro que todo estaría bien.

El Omega se relajó. Estaba siendo paranoico y se estaba privando de disfrutar de este momento. Estaba cansado de tener miedo y de creer que todo era miserable en su vida. Tenía que recuperar aquella calidez que una vez sintió en su corazón.

Llegaron al lugar cuando todavía era bien temprano en la mañana. El pelinegro tecleó el código de acceso en la puerta de entrada y luego entró de la mano de Jimin.

Siendo honesto, el menor no sabía qué esperar. Sin embargo, sus ojitos se abrieron de par en par y sus abultados labios hicieron una «o». El lugar no era en realidad un paisaje hermoso o un sitio llamativo, solo era un recinto cerrado donde había una gran pista de hielo artificial iluminada por la luz del sol que se colaba por los gigantescos ventanales de cristal. El pelinegro lo había traído a patinar sobre el hielo.

Todavía con su boquita abierta y un brillo de emoción en sus ojos, el rubio dejó que el Alfa le quitara los zapatos y le colocara los patines mientras permanecía sentado en una banca.

—Sé que no parece la gran cosa —comentó el mayor al tiempo que le ajustaba los cordones—, pero supuse que patinar es como bailar.

Un sentimiento de anhelo y esperanza se coló en el pecho del Omega, nunca pensó que después de todo lo que había pasado y de que su corazón quedara destrozado y vacío, volvería a sentir algo en su pecho. Sonrió poquito, porque supo que solo el mayor era capaz de provocar algo así dentro de él.

Con cuidado, el pelinegro lo ayudó a ponerse de pie y caminar un par de pasos hasta llegar a la pista, que estaba rodeada por un pequeño muro de madera. Jimin lo miró con grandes ojos, de pronto sintiéndose pequeño y algo asustado en un lugar tan inmenso y solitario.

»No te preocupes… Yo estoy aquí…

Las palabras del Alfa, aunque dichas en un tono bajo, hicieron eco en la pista. Sin embargo, calmaron el temor del rubito, quien al fin se deslizó por el hielo con movimientos pausados. No pasó mucho tiempo antes de que se sintiera más seguro y comenzara a moverse con más soltura; ni siquiera necesitaba música, sus pies se movían y se alzaban solos.

Desde la distancia, el mayor sonreía de oreja a oreja con su cuerpo inclinado hacia adelante y sus antebrazos apoyados en la oscura madera que bordeaba el hielo. Siempre había querido ver al cachorro bailar así de nuevo, y sabía que esto era algo que el menor necesitaba; un momento de paz y confianza, donde los malos recuerdos no invadieran su mente.

Con movimientos gráciles y dignos de un bello cisne, el rubio extendió sus brazos y cerró sus ojos, su corazón guiando a su cuerpo en cada momento. Aquello que experimentaba… era libertad. Sintió que la culpa y el rechazo abandonaban sus pensamientos y que podía ver más allá de la oscuridad que insistía en envolverlo.

Entonces, lo notó.

Fue como una epifanía.

Se dio cuenta de que a pesar de todo, aún tenía mucho por lo que estar agradecido. Estaba vivo. Tenía otra oportunidad. Y más importante que nada, su Alfa jamás lo había abandonado o menospreciado. Su Alfa lo aceptaba, lo adoraba, lo deseaba. Privarse de aquellos sentimientos era un pecado que Jimin no estaba dispuesto a cometer otra vez.

Lo sabía, sabía que no sería fácil, pero si ponía de su parte lo lograría. En vez de quedarse en la oscuridad, quería correr hacia la luz. Y su luz era Min Yoongi.

De pronto se detuvo, dio media vuelta y se deslizó hasta llegar al pelinegro.

—Hyung, patina conmigo.

Yoongi se quedó perplejo un instante.

—Ca-Cachorro, no sé patinar… —dijo rascándose la nuca, mientras que un ligero sonrojo cubría sus pálidas mejillas—. Ni siquiera sé bailar. Solo terminaré en el piso.

Jimin sonrió bonito, le causaba ternura que el Alfa estuviera avergonzado.

—Ven, Hyung —le insistió—. Yo te ayudo.

El Alfa no pudo rechazar aquella propuesta y enseguida se quitó sus zapatos para colocarse unos patines. Supuso que la vergüenza de resbalar y caerse valdría la pena si así podía estar más cerca del menor. Dubitativo, colocó un pie dentro, y luego el otro, mientras se sostenía con fuerza del muro que rodeaba la pista.

Y como un niño chiquito, Jimin le ofreció su manito para que se acercara más a él. Su tierna sonrisa y su nariz y cachetes colorados por el frío, calentaban el cuerpo del mayor con una sensación de inmensa felicidad. Aceptó su mano y lentamente se alejó del muro, sus piernas algo rígidas al tiempo que trataba de mantener el equilibrio.

»Debes soltarte más, Hyung, estás muy tenso.

—Es fácil para ti decirlo, Jiminie —se quejó el pelinegro, aunque sonreía como un tonto.

El rubito se giró y se colocó frente a él, y tomando ambas manos del mayor comenzó a halarlo hacia él al mismo tiempo que retrocedía.

—No intentes caminar, Hyung. Solo desliza primero una pierna y luego la otra, despacio.

Yoongi miraba al suelo y trataba de coordinar sus movimientos lentos y torpes con los perfectos del menor, y no era tan difícil, hasta que decidió levantar la cabeza un instante y observarlo. Era una imagen casi etérea de su cachorro luciendo más hermoso y real que nunca. Y como era de esperar, el Alfa terminó perdiendo estabilidad por completo. Su cuerpo cayó hacia atrás con un golpe sordo al tiempo que arrastraba a Jimin consigo, quien cayó con torpeza encima del mayor.

Para sostenerlo, Yoongi lo agarró por la cintura con ambas manos, pero al darse cuenta de su error enseguida separó sus brazos y los dejó suspendidos en el aire. No quería que el cachorro se sintiera incómodo porque lo había tocado deliberadamente.

—Perdón… —musitó el pelinegro.

Jimin lo observó con grandes ojos. No estaba seguro de si el mayor se disculpaba por haberlos hecho caer a ambos o por haberlo tocado. No obstante, ese acto reflejo que antes le hacía saltar ante cualquier contacto o proximidad, nunca llegó.

—E-Está bien, Hyung… —murmuró—. Si eres tú… está bien…

Yoongi se sorprendió sobremanera, no esperaba que el cachorro le dijera eso; mas no quería que se forzara a hacer algo para lo que no estaba preparado.

—¿Estás seguro?

El rubito asintió con determinación.

Entonces, el Alfa rodeó su estrecha cintura con sus fuertes brazos, mientras Jimin escondía su fría naricita en el cuello del mayor y descansaba sobre su pecho.

Parecía algo sencillo, pero era un salto inmenso. Y el pelinegro tenía que admitir que no importaba si no volvía a intimar con su Omega, solo ser capaz de abrazarlo después de tanto tiempo, significaba el mundo para él. Todo estaba bien con un abrazo de su cachorro.

Luego de un rato en aquel cómodo silencio, el menor murmuró preocupado.

—¿No estás incómodo, Hyung?

—¿Contigo así? Nunca. —Sonrió.

—Gracias... por ser tan paciente conmigo...

Sin embargo, Yoongi frunció el ceño ante sus palabras.

—Jiminie… no me agradezcas. Sabes que esto no se trata de mí, de si soy paciente o no… —Probó mover un poco sus manos para acariciar la espalda del Omega con suavidad—. Yo no estoy esperando nada a cambio, cachorro. Solo quiero que estés cómodo y confiado en que, lo que sea que decidas, lo hagas por ti, no por mí.

El menor no había considerado esto.

»Yo siempre estaré aquí para ti, mi precioso Omega, no iré a ninguna parte. Y puedes tomar la decisión que tú quieras.

Jimin sabía a lo que el Alfa se refería.

Después de todo el trauma de su pasado, imaginaba que Yoongi entendería si él prefería echarse atrás y no tener una relación amorosa con él. Le estaba dando la oportunidad de elegir; después de todo, le había prometido que nunca haría nada que él no quisiera. Yoongi no quería que él pensara que había un límite, que ya había esperado lo suficiente; porque él no estaba esperando en lo absoluto. Solo estaba ahí, como siempre lo había estado, dispuesto a recibir lo que el Omega estuviese dispuesto a darle.

Sin embargo, el rubito sí quería a su Alfa, no quería dejar que el tormento que le perseguía le opacara su futuro. Y su futuro era junto a Yoongi. No dijo nada, pero se apretó contra el pecho del pelinegro y frotó su fría nariz contra su cuello, provocando un ligero escalofrío que el Alfa extrañaba.

—De todas formas… gracias, Hyung.

Luego de unos minutos en silencio, escuchando sus acompasados latidos, Yoongi tuvo que hablar, aclarándose la garganta primero.

—Cachorro… creo que ya deberíamos levantarnos —murmuró—. Se me está congelando el trasero.

Y la risa de ambos resonó en el espacio vacío de la pista de hielo. Se levantaron y patinaron un rato más. Gracias a la Diosa, Yoongi no volvió a caer, pero sí resbaló un par de veces más. Y Jimin nunca soltó su mano.

Editado: 30.09.21




*Nota*
¡¡Al fiiiiiiiin!!

-Huye y vuelve a desaparecer por dos meses-

¡Es broma! Lo que sí no es broma es que tengo dos trabajos y cero tiempo. Ya me voy a llorar 😭😫

Bien, a lo que iba. Propuesta de nombres para mis hermosos lectores (sí, porque hay chicos hermosos que también me leen).

Abejitas por mi nickname Bee.
Mininos porque Yoonmin gatitos.
Chimmies porque Jimin mi bias.

Comenten y voten a ver cuál les gusta más y si tienen otras sugerencias, serán bienvenidas.

¡Les amo!

Besitos y abracitos 😘🤗

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