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~3~

A la mañana siguiente, el chico todavía estaba bajo los efectos del medicamento que Jin le había puesto, pero el corte en su rostro ya casi había sanado por completo así como sus otras heridas poco profundas. Sin embargo, los moretones persistían y era hora de que recibiera un buen baño. Yoongi también llamó a una de las sirvientas para que cambiara la ropa de cama, puesto que la noche anterior había acostado a Jimin sucio.

Después, preparó la bañera con agua tibia y agregó suavizantes y jabones de olor. Estaba casi seguro de que tendría que hacer todo el trabajo él solo, así que se preparó mentalmente para ello. Se acercó a la cama y luego de apartar el edredón de su camino, cargó al chico en brazos como lo había hecho la noche anterior y lo depositó en la cálida tina con suavidad. Jimin no reaccionó de inmediato, pero después de un instante o dos intentó abrir los ojos y gimió bajito.

Con toda la delicadeza que pudo, Yoongi comenzó a enjabonar su cuerpo con una suave esponja, teniendo especial cuidado con las zonas donde había llevado las cadenas por tanto tiempo. Una débil mano se levantó para bloquearle el camino hacia su pecho, el Omega estaba tratando de detenerlo.

—De-Déjame... —dijo con voz quebrada—. N-No me t-toques...

—Sshh, tranquilo —le calmó Yoongi—.  No voy a lastimarte, cachorro.

Aun así, Jimin hizo varios intentos, muy poco exitosos, para hacer que Yoongi se detuviera. Murmuraba cosas inentendibles y trataba de levantarse, pero sus fuerzas le fallaban y no podía mantener los ojos abiertos durante mucho tiempo. El Alfa continuó su faena sin detenerse.

Yoongi terminó de enjuagar su cabello, que se veía más oscuro ahora, y se dispuso a sacarlo de la bañera. Sentó al chico en una toalla que había colocado en la encimera de fino mármol, para poder secar su cuerpo por completo. Con otra toalla lo cubrió por encima de los hombros y con otra más pequeña comenzó a secar sus cabellos. No había nada sexual en el hecho de que Yoongi tuviese al pequeño Omega desnudo frente él, y no lo malentiendan, en otro momento, bajo otras circunstancias, estaría más que excitado; pero en ese momento solo quería que Jimin se relajara y se sintiera a salvo.

Desenredó sus cabellos con paciencia y secó cada centímetro del pálido y frágil cuerpo del chico, quien todavía gemía con desagrado y se quejaba de vez en cuando. Luego le aplicó el ungüento que Jin le había dado la noche anterior en los pequeños cortes que iban quedando. Lo vistió con un albornoz blanco y enseguida lo acostó en la cama. Con su piel más limpia y sus cabellos húmedos, se veía más hermoso. Yoongi había notado que bajo ciertas luces su cabello a veces se veía muy cenizo y otras se veía rubio muy claro; lo mismo sucedía con sus ojos, cambiaban de tonalidad levemente. Se dedicó a observarlo un rato más, sin cansarse de su belleza tan peculiar.

Al rato tocaron a la puerta, era Jin.

—Se ve mucho mejor hoy —comentó su hermano—. ¿Le has dado un baño?

Yoongi asintió una vez. Si hubiese sido Hoseok, o incluso Namjoon, se hubiesen reído en su cara ante tal acto, diciéndole que se estaba ablandando; mas Seokjin solo sonrió con dulzura.

—Ya preparé el desayuno. ¿Vas a venir con Jimin?

—No creo, todavía está un poco aturdido por el medicamento —explicó el pelinegro—. Tal vez por la noche quiera comer algo.

—Está bien que no lo fuerces y cuando coma no puede ser mucha cantidad, sino poco a poco.

—Sí, Omma —bromeó Yoongi.

Seokjin no le hizo mucho caso, pues estaba acostumbrado a que todos bromearan con ese detalle ya que cuidaba de los chicos como si fueran sus hijos.

—Te esperamos abajo —dijo al cerrar la puerta de la habitación de Yoongi.

El Alfa se vistió con ropa cómoda y antes de marcharse se acercó al Omega para cerciorarse de que todo estaría bien si lo dejaba solo por una o dos horas; antes de darse cuenta había plantado un suave beso en la frente del pequeño.

«En serio me estoy ablandando», pensó.


Jimin no despertó hasta la mañana siguiente. Sentía una pesadez en sus ojos que no le dejaba abrirlos por completo, pero definitivamente estaba despierto. Podía sentir un olor fuerte cerca de su nariz, olía como a uvas y a lluvia, una combinación muy extraña pero placentera. También podía sentir su cuerpo envuelto en algo cálido, no podía recordar la última vez que se sintió tan descansado y en paz.

Todo era perfecto.

Pero, un momento, nunca antes se había sentido así. ¿Estaba soñando? No, nunca antes había soñado algo parecido a paz y tranquilidad. Desde hacía muchísimo tiempo, todo había sido malo, oscuro y solitario en su miserable vida. ¿Qué era diferente ahora?

Aunque le costó más trabajo del que pensó, Jimin abrió los ojos decidido a no dejar que el sueño y la calidez lo vencieran. Y lo que encontró frente a él fue más desconcertante de lo que esperaba. Un chico de cabellos negros y piel pálida yacía a su lado, abrazándolo, y estaba despierto.

Yoongi había sentido al Omega moverse un poco y pensó que ya se estaba despertando. No sabía cuál sería su reacción, pero de seguro no esperó los gritos que el chico comenzó a dar a toda voz, al tiempo que se apartaba de él con brusquedad.

—Calma, cachorro —pidió con voz suave mientras se incorporaba y se sentaba.

Jimin solo atinó a lanzarse al lado opuesto de la cama y cubrir su cuerpo lo más que pudo con la poca ropa que llevaba puesta. Sí, porque ya se había dado cuenta de que estaba medio desnudo con solo una bata de baño cubriéndolo.

—¿Q-Qué está pasando? —preguntó el Omega con ojos asustados como los de un pequeño cachorrito—. ¿Quién e-eres tú? ¿P-Por qué estoy aquí? —balbuceó.

Yoongi se rascó la cabeza y suspiró, preparándose para una larga mañana.

—Una pregunta a la vez, Jimin. Solo una —le aclaró el pelinegro.

Y ante eso, Jimin abrió los ojos sorprendido.

—¿C-Cómo sabes mi nombre?

—Tú me lo dijiste —contestó Yoongi sin poder evitar sonreír—. ¿No recuerdas nada?

El Omega negó con la cabeza, era como si los últimos días se hubieran borrado de su memoria.

—Me llamo Yoongi, aunque eso ya te lo había dicho.

—Y-Yoongi... —repitió el chico, y fue como si algo en él hiciera clic.

Lo recordó. Un chico pálido, un lobo negro, el olor a uvas y a lluvia, un Alfa, dolor y silencio.

Yoongi notó el cambio en la expresión del Omega.

—¿Ahora me recuerdas?

—Me... salvaste —musitó Jimin.

Y era cierto, en su cuerpo ya no quedaban heridas abiertas y admitía que el chico en verdad no le había hecho daño pero... se habían convertido en lobos. ¿Cómo era posible aquello? ¿No era solo una vieja leyenda?

—Jimin —llamó el Alfa.

El chico lo miró con cautela, pero luego bajó la cabeza. Sabía lo que iba a decir y no quería oírlo. Tal vez, si no lo decía, entonces no era verdad.

»Mírame, por favor —pidió el pelinegro y esta vez el Omega le sostuvo la mirada—. Estabas pensando en los lobos, ¿verdad?

Él otro asintió poquito.

»¿Alguna vez te habías transformado? —Mas el chico negó como respuesta—. Seguro has escuchado las historias de los ancianos... —continuó Yoongi—, cuentan que si un Alfa y un Omega se transforman en lobos al mismo tiempo significa... que son almas gemelas...

—Lo-Lo sé... —murmuró el chico mientras desviaba la mirada, un poco avergonzado.

Yoongi estaba a punto de decir algo más, cuando el estómago de Jimin rugió notablemente. Jimin puso ambas manos en su barriga, como intentando acallarla.

—¿Por qué primero no comes algo y luego podemos continuar la conversación? —sugirió el Alfa.

—No quiero —contestó tajante el rubio.

—Jimin, no seas así. Llevas días sin comer, semanas tal vez...

—No tengo hambre —insistió el testarudo Omega—. ¿Qué vas a hacerme? ¿O-Obligarme con tu voz de mando?

Yoongi se mordió la lengua para no contestarle en mala forma, estaba claro que el chico estaba arisco y no confiaba en él.

—La voz de mando no se usa para cosas tan tontas —aclaró el pelinegro—. Además, tengo otros métodos.

Diciendo esto Yoongi se levantó de la cama, abrió las puertas de su gran closet y comenzó a buscar algo.

—¿Q-Qué estás haciendo? —inquirió el Omega, un poco asustado ahora y bastante arrepentido de sus palabras.

—Preparo las cosas para darte un baño como el de ayer —dijo Yoongi sin voltearse, esperando que su plan funcionara.

—¡¡¿Qué?!!

Recuerdos borrosos del día anterior inundaron la mente de Jimin, donde las pálidas manos del pelinegro habían lavado y secado hasta el último trocito de su cuerpo; el chico se sonrojó y se estremeció sobremanera. Y cuando el Alfa se le acercó, él se movió hasta el otro extremo de la cama, temiendo que lo tomara en brazos y le quitara la bata para cumplir con lo que había dicho.

Yoongi lo acorraló contra las almohadas pero sin tocarlo realmente, parecía un depredador frente a su inocente presa.

—Tú escoges, cachorro —le dijo con una sonrisa de medio lado—. O te doy comida, o te doy un baño. Decide ahora.

Jimin tragó en seco mientras se retorcía bajo la intensa mirada del Alfa.

—D-De acuerdo —cedió al fin con un ligero puchero.

Yoongi sabía a lo que se refería, pero no pudo resistirse a molestar al Omega un poco más. Se veía tan tierno así, con sus mejillas sonrojadas a más no poder y sus carnosos labios con esa expresión.

—¿De acuerdo? Entonces... ¿cómo prefieres el agua? —le preguntó con voz melosa.

—¡N-No! —exclamó Jimin—. ¡Me refería a la comida!

Yoongi rió y se apartó de él.

—Lo sé, cachorro. Te entendí.

Jimin lo miró con recelo, estaba jugando con él.

»Usa lo que quieras de mi closet para vestirte —dijo el Alfa mientras se dirigía a la puerta de la habitación—. Te espero abajo en el comedor. Te daré diez minutos, Jimin, o subiré para meterte en la bañera.

Cuando el Omega se quedó solo en la habitación se volteó para enterrar la cabeza en una de las suaves almohadas y gritar con todas sus fuerzas al tiempo que pataleaba un poco con sus piernas sobre el colchón. Se quedó un rato así, hasta que se dio cuenta de que la almohada olía a ese Alfa y se despegó de ella muy rápido. Por supuesto que no le desagradaba el aroma pero no quería admitir que le gustaba; antes muerto.

Luego de unos minutos de sufrimiento interno, se incorporó y observó la habitación con interés. Era espaciosa, con el piso alfombrado y largas cortinas entreabiertas. La cama era, por supuesto, enorme, con sábanas de colores oscuros y una mesita de noche a cada lado. Había una puerta de roble oscuro que debía dar al baño, un gigantesco closet, un librero que llegaba hasta el techo y unos cómodos butacones junto a un pequeño sofá a juego. Todo era de colores oscuros, aunque con perfectas combinaciones. Decidió asomarse por la ventana y al correr las cortinas completamente descubrió que una de ellas era, en realidad, una puerta de cristal que daba hacia un balcón, debía estar en un tercer piso por lo menos.

Se preguntó dónde estaría. ¿En otro distrito? ¿Otra ciudad? No lo sabía. Pero a pesar de estar un poco asustado, Jimin no sentía la necesidad de huir de aquel lugar. Por primera vez en su vida sentía que quería quedarse, se sentía a salvo.

Husmeó un poco en el closet del Alfa para ponerse algo de ropa. Todavía no podía creer que había dormido en la misma cama abrazado a él; aunque pensándolo bien, la cuestión del baño había sido mucho peor. Él y Yoongi eran más o menos de la misma altura, el pelinegro un poco más alto tal vez, por lo que la ropa le quedaría bien. Trató de buscar algo que no oliera mucho a él, pero fue casi imposible. Optó por un suéter a rayas y unos jeans negros que le quedaban muy ajustados para su gusto, pero supuso que todos le quedarían así ya que su trasero era, bueno, grande.

Nunca le había gustado su cuerpo, era demasiado femenino, después de todo era un Omega . Y con toda certeza Jimin odiaba ser un Omega más que nada en este mundo, solo había sufrido y llevado una vida horrible por ser lo que era: la clase más débil de la sociedad.

Se miró en el espejo por última vez, viéndose algo demacrado y pálido, pero sin heridas o cortes en su piel. Vagamente se preguntó si el hecho de tener al Alfa cerca había ayudado a que sanara más rápido. Lo normal era que los Omegas tardaran en el proceso regenerativo, mientras que los Alfas sanaban en solo un par de horas aunque la herida fuera profunda.

Su estómago rugió recordándole que con seguridad tenía muchísima hambre y que el Alfa solo le había dado diez minutos para bajar. Respiró profundo para llenarse de valor y decidió salir de la habitación.

Cuando abrió la puerta salió a un largo corredor que a su vez tenía varias puertas. A la derecha tenía una pared, por tanto caminó hacia la izquierda buscando las escaleras. Iba distraído mirando los cuadros colgados cuando se topó con una señora ya mayor que venía en dirección opuesta.

—Buenos días. Me alegra ver que está recuperado —dijo muy amable.

—G-Gracias —balbuceó el chico.

La señora era una Omega que olía a galletitas recién horneadas y, aunque sorprendido por el saludo, Jimin no pudo evitar sonreír lleno de timidez. Él continuó su camino, pero se detuvo un instante.

»Disculpe... —llamó la atención de la vieja Omega—. ¿Podría decirme dónde queda el comedor?

—¡Claro! A la derecha de las escaleras, en el segundo piso —contestó ella con una sonrisa.

—¡Muchas gracias!

Jimin se sintió contento y su semblante cambió, pues no recordaba la última vez que lo habían tratado con tanta amabilidad. Siguió el camino indicado por la señora y llegó hasta una puerta doble de caoba con algunos diseños tallados. La abrió con cuidado pero no había nadie, ni siquiera la gran mesa estaba servida ¿Este lugar tendría otro comedor? No, la Omega le había indicado que era aquí y ella parecía trabajar en esta mansión.

Ya se disponía a explorar otras áreas cuando escuchó algunas voces, venían de otra puerta al fondo del gran comedor, seguro era la cocina. Jimin caminó esperando encontrar a otros sirvientes que le indicaran dónde podría estar Yoongi, pero al abrir la puerta se quedó congelado por un momento. Todos los allí presentes dejaron de hablar para observar a quien acababa de interrumpir su charla, y aparentemente, su desayuno.

Editado: 12.09.21

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