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~26~


Jungkook y Seokjin se encontraban en la sala principal del primer piso de la mansión. El maknae se había quedado haciéndole compañía al Omega mientras Hoseok estaba al teléfono y Taehyung mantenía un intercomunicador en el oído para estar al tanto de alguna noticia por parte de la escolta o de los equipos de búsqueda.

La puerta se mantenía abierta, aunque era custodiada celosamente por dos Alfas. Muchos iban y venían con información o con algún testigo del festival para ser interrogado. De un momento a otro, dos figuras aparecieron por el umbral de la puerta, el más alto con su brazo sobre los hombros del más bajo, buscando apoyo; su hombro derecho no sangraba pero la herida no había sanado.

—¡¡Hyungs!! —chilló Taehyung sorprendido.

Todos interrumpieron lo que hacían, y fue Jungkook quien tomó un par de mantas que había encima de una butaca, que ellos mismos habían utilizado para cubrirse durante la fría madrugada sin dormir, y se les acercó para que al menos no estuvieran desnudos frente a todos.

Les hicieron espacio en el sofá para que se sentaran, Seokjin observando la herida en el hombro de su esposo pero no diciendo palabra para no interrumpir. Yoongi también tenía un par de rasguños y cortes en sus brazos y pecho pero era obvio que el pelimorado se había llevado la peor parte. Hoseok ordenó al instante que alguien del servicio les trajera algo caliente para beber.

Yoongi suspiró abatido y cansado.

—Perdónenme… —murmuró con la cabeza gacha y entre sus manos—. Yo… perdí el control de mi lobo y…

—Tranquilo, Hyung. Sabemos cómo debes sentirte… —le consoló Tae.

—La última vez que eso sucedió fue cuando Hyolyn Noona… —La voz del pelinegro se quebró ante la sola mención de su hermana, pero hizo un esfuerzo por tragar y continuar—: Lo que siento ahora, no se puede comparar con eso… Es como si… me hubiesen partido el corazón a la mitad…

Nadie en aquella sala imaginó alguna vez ver a Min Yoongi llorando, a excepción de Namjoon, claro estaba. Al saber que su Noona había muerto él había quedado destrozado y había huido al bosque cuando se vio convertido en lobo y sin forma o ganas de dominarlo, pero no lloró enfrente de nadie. Y ahora, no podía controlar el torrente de lágrimas que surcaba su rostro.

A Tae se le aguaron los ojos un poco. No sabía qué era tener un Omega o destinado siquiera, pero conocía a Yoongi desde que eran niños y nunca lo había visto así. Esto era aplastante para el menor.

—Hyung —el de cabellos rojizos se agachó frente a él—, lo vamos a encontrar. Sabemos el número de la matrícula de un auto que estaba aparcado en el callejón junto a la cafetería. Creemos que Lee cubrió a Jimin con una especie de manta o pañuelo para sacarlo del local y llevárselo en ese auto. Estamos rastreándolo, me llamarán en veinte minutos.

Su primo hablaba con seguridad. Y Yoongi agradecía que se hubiese encargado de todo en su ausencia, y agradecía más que lo siguiera tratando igual que siempre. No soportaría que lo trataran con lástima debido a la situación que estaba atravesando.

—Gracias, Hobi.

—Deberías ir a darte una ducha y vestirte apropiadamente. Te buscaré un móvil nuevo con todos tus contactos ya que imagino que el tuyo quedó estropeado en algún lugar del bosque. —Miró al pelimorado también—. Lo mismo para ti, Nam. Y Seokjin te curará esa herida.

Yoongi no protestó. Necesitaba aquel baño para que su cuerpo entrara en calor, y también necesitaba unos minutos a solas. Luego regresaría junto a Hoseok y trataría de encontrar más pistas. Encontraría a Jimin, no importaba nada más.

Luego de unos minutos, el pelinegro entró en su habitación con pasos pesados, el aroma de Jimin invadiéndolo sin contemplación alguna. Y es que un par de días de supresores se llevaban el olor del cachorro de su cuerpo, pero no de su almohada, o su ropa. Quiso abrazar aquella almohada, pero estaba sucio y se odiaría por mancillar así algo que tenía el tan sublime aroma de su Omega.

Dejó caer al piso la manta que llevaba sobre los hombros, y se dirigió al baño para desprenderse de toda suciedad y limpiar los cortes en su piel. El agua tibia recorrió su cuerpo como un sedante, pero aun así tembló al pensar en el rubito.

Recordó la noche que lo encontraron, cómo su cuerpecito escuálido estaba lleno de heridas y moretones. Recordó lo impotente y triste que se sintió al imaginar todo lo que Jimin había sufrido, lo que había pasado solo, y no había estado ahí para protegerlo. Se sintió más culpable aún pues no supo cuidar al Omega, no supo protegerlo; le había fallado como Alfa. Entonces lloró, y aunque el agua disfrazó sus lágrimas, no pudo ocultar su destrozado corazón.

Seokjin permaneció en silencio mientras caminaba con Namjoon apoyado en sus hombros, se dirigían hacia la pequeña habitación de enfermería en el primer piso de la mansión. Y ese mismo silencio imperturbable era lo único que rodeaba a la pareja mientras el Omega curaba sus heridas, interrumpido solo por algún siseo o quejido del pelimorado al sentir el alcohol antiséptico sobre sus cortes.

El mayor solo pretendía desinfestar la mordida un poco, ya que las propiedades regenerativas de los Alfas se activaban con rapidez. Aun así, tardaría un par de días en sanar por completo, por lo que tendría que vendarla.

Cuando estaba casi terminando con el vendaje, Namjoon lo tomó de la muñeca con gentileza y le hizo detenerse.

—Jin… Jinnie, mírame… —suplicó—. Necesito que me mires…

Cuando el Omega encontró su mirada, vio la expresión abatida del menor, estaba realmente arrepentido.

»Te debo una disculpa… Yo…

Los ojos del castaño se cristalizaron brevemente, pero no derramó lágrimas aún. Quería hablar, pero sus palabras se habían quedado atascadas en su garganta.

»Perdóname, amor… —El Alfa sí lloró—. No quise usar mi voz de mando, no debí…

—N-No tienes que disculparte, Joonie… En todo caso, fue mi culpa —admitió el mayor—. Tú solo tratabas de hacer lo correcto y yo simplemente… tenía miedo… —Las lágrimas también le abrumaron—. Tenía que haber confiado más en ti y en que lograrías traer a mi hermano de vuelta.

Sin embargo, Namjoon continuó disculpándose.

—No, no, Jinnie… Nada justifica lo que hice. —Con dedos temblorosos limpió las mejillas de su pareja, dejando que sus grandes manos acunaran su rostro.

El Omega colocó sus manos sobre las del menor y cerró los ojos para relajarse en la simple pero reconfortante caricia.

—Sé que lo hiciste por una buena razón —murmuró—. Y lo importante es que los dos regresaron a salvo.

Un cálido beso en la frente fue la respuesta del Alfa, quien aún dejaba correr sus lágrimas.

»Dime, Joonie… —comentó el mayor después de un rato—. ¿Cómo es eso de que te transformaste?

Un hoyuelo apareció en el cachete de su esposo, aunque la sonrisa no alcanzó sus ojos todavía tristes.

—Fue tan extraño, pero a la vez tan… natural —confesó el pelimorado—. Cuando corría tratando de localizar a Yoongi Hyung, me sentí tan angustiado por él… Tan solo imaginarme en su lugar… pensar que podría perderte a ti o a nuestro cachorro de esa forma… No sé qué haría… Creo que me volvería loco.

Un suave apretón en sus manos le confortó y le hizo continuar.

»Supongo que me puse en el lugar de Hyung… Yo protegería a mi Omega dando todo de mí.

—¿Fue muy doloroso? —inquirió el castaño.

—Lo fue —admitió el menor—. Pero fue un buen dolor. Se sintió como algo correcto, como algo que tenía que suceder.

Una vez más se miraron, dulzura y comprensión en sus ojos.

—Estoy muy orgulloso de ti, Joonie…

Y al parecer, el pelimorado disfrutaba responder con besos, porque atrapó los carnosos labios de su esposo en un dulce roce con los suyos.

—Te amo tanto, Jinnie… No me arrepentiré nunca de haber llevado solo una rosa a tu presentación aquella noche.

—Yo te amo más —susurró contra la boca contraria—. Gracias por no darte por vencido conmigo.

El Omega había optado por no moverse y mantenerse en absoluto silencio después de escuchar la voz de su captor. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero como no recordaba lo sucedido antes asumió que había sido drogado; como tantas veces en el pasado durante los días después de su celo. Era para que no se auto lesionara, pues terminaba rasguñando sus brazos, su rostro, su vientre e incluso sus muslos cuando el calor de su celo se iba y recordaba todo lo acontecido.

No quería eso de nuevo, no quería volver a su antigua vida. Y rogaba a la Diosa Luna que Jooheon no se enterara de que no había parentesco alguno entre los dos, no sabía de lo que su hermano era capaz.

Jimin no era estúpido. Siempre supo que el Alfa lo miraba con otros ojos, pero jamás le había puesto un dedo encima, al menos de forma directamente sexual. Y aunque imaginaba que durante sus celos él se encontraba allí observando, no era quien lo tocaba ni quien se encargaba de apagar su calor.

Recordaba que Jooheon siempre le había defendido de la ira de su padre, tal vez no de la mejor manera, pero al final se salvaba de una paliza segura. Sin embargo, el rubito no tenía ni un ápice de remordimiento o lástima hacia el otro, si debía ir preso y pagar por sus actos igual que su padre, era lo que merecía. Mas había sido un cobarde, había escogido irse con su hermano antes de pedir ayuda; y es que temía que su Alfa estuviera en peligro. Jimin se pondría mil veces en la cuerda floja antes de permitir que por su culpa Yoongi saliera lastimado. Él había traído a Jooheon a sus vidas, y el pelinegro no merecía sufrir por algo que tenía que ver solo con Jimin.

—Ya estamos llegando, Mochi. —Una vez más la voz del Alfa lo sacó de sus pensamientos—. Voy a quitarte la venda y a desatar tus manos, ¿sí? No intentes hacer ningún movimiento raro porque volveré a amarrarte y no quieres eso, ¿verdad?

Jimin negó con la cabeza. Luego su vista nublada fue aclarándose poco a poco; pronto supo que las ligeras vibraciones que su cuerpo experimentaba se debían a que viajaban en auto, uno diferente del primero al que había subido. Sus muñecas dolieron un poco pero sintió alivio cuando la cuerda que las mantenía juntas y apretadas fue desatada.

Jooheon sostenía el volante con una mano, mientras que con la otra terminaba de deshacerse del pañuelo y la cuerda, lanzándolas al asiento trasero. Pronto usó las dos manos para maniobrar y salirse de la solitaria carretera por la que se trasladaban y adentrarse por un pedregoso camino rodeado de coníferas.

Jimin no sabía dónde estaban, no reconocía el lugar ni veía ninguna señal que pudiera darle alguna pista. La desolada carretera y aquel sinuoso desvío no le daban buena espina. Temió lo peor cuando a pocos metros divisó una pequeña cabaña de madera oscura. Y lo peor era encontrarse a solas con Jooheon en un lugar que parecía estar completamente abandonado.

La rústica casita contaba con una planta principal, una entrada con techo en forma triangular, una chimenea, una terraza exterior techada y un garaje. Además, tenía grandes ventanales a los laterales y un pequeño porche con dos sillones de madera. Bajo otras circunstancias, Jimin hubiese pensado que la vivienda se veía bonita y acogedora, pero cuando el peliplateado aparcó el auto junto al lugar, dejó de pensar así. 

»Voy a desatar tus pies ahora —le dijo—. No volveré a repetirte lo mismo. Sabes que no me gusta que seas desobediente.

El Omega solo lo miró con ojos tristes y expresión resignada. Entonces, el peliplateado salió del auto y dio la vuelta hasta llegar a la puerta del copiloto; la abrió y se puso en cuclillas para desatar la cuerda de sus pies.

»Ven.

—¿Dónde estamos?

—En nuestra casa, Mochi. Ven.

Evitando su mirada y la mano que le ofreció, el menor se bajó del auto.

»Bienvenido al que será nuestro hogar a partir de hoy, Jimin —comentó alegre el Alfa.

—¿Hogar? Tú no tienes idea de lo que es un hogar —replicó con amargura.

—No digas eso, Mochi —dijo herido y haciéndolo entrar al lugar primero que él—. Seré un buen Alfa para ti y este será nuestro hogar.

Y el rubito se volvió de piedra mientras Jooheon cerraba la puerta y le pasaba llave.

—¿Q-Qué acabas de d-decir?

Una sonrisa con hoyuelos, que ahora mismo a Jimin le parecían detestables, adornó el rostro del peliplateado.

—Te prometo que seré un buen Alfa para ti. No, seré el mejor.

El menor lo miró horrorizado.

—¿De qué estás hablando?

Jooheon lo tomó del brazo y lo llevó hasta un pequeño butacón. Luego se agachó delante de él, como si fuera un niño pequeño.

—Mi lindo Mochi. ¿Acaso no sabes por qué te he traído aquí? —inquirió al tiempo que ponía su mano encima de la rodilla del menor—. Voy a marcarte. Pronto serás, oficialmente, mi Omega. Y nadie podrá separarnos.

—N-No puedes hacer eso. —Su determinación se perdió en el temblor de su voz—. S-Somos... Somos hermanos...

—No, no lo somos. Y no tienes idea de lo feliz que eso me hace —dijo el Alfa mientras se ponía de pie—. Ya no tengo que esconder mis sentimientos, Jimin, ya no tengo que reprimir mis deseos de...

—Eres un cerdo —murmuró el rubito con el rostro contraído, el miedo anterior dando paso a la furia—. ¿Cómo puedes verme así? ¿Cómo puedes siquiera imaginar en sentir algo por mí más que cariño fraternal?

El chico se levantó para enfrentarlo. Estaba harto de ser un sumiso cuando no tenía porqué, harto de que Jooheon pensara que podía hacer con él lo que quisiera y que no protestaría, harto de bajar la cabeza y ser tratado como un objeto.

—No lo entenderías... —argumentó el mayor—. Nunca te vi de esa manera, nunca te vi como un hermano; pero me aguanté. Y créeme que fue bastante difícil. No es mi culpa que seas tan lindo y tierno, y a la vez tengas ese cuerpo, ese aroma... Siempre quise que fueras mío, Jimin, pero no soy un pervertido. No me veas así.

—¿Y cómo quieres que te vea? ¡¿Después de todo lo que me has hecho?! —casi le gruñó.

—¡No me alces la voz! Sabes muy bien que nunca me atreví a tocarte.

—¡Poco te faltó! ¿Vas a negarme que no me obligabas a estar con esos Alfas para tu propio placer? ¡Estoy seguro de que estabas ahí cuando mis celos! Mirando y disfrutando. ¡Deseando ser tú!

—¿Obligarte? —Rio burlón el otro—. Ya estás siendo ridículo, Jimin. Yo jamás te obligué. ¡Eras tú quien rogaba por eso! ¡¡Eras insaciable!! ¿Quién es el cerdo ahora, Mochi? ¡Dime!

—¡Basta! ¡No sabes cuánto me odié por tu culpa! —El Omega estaba al borde de las lágrimas, años de rencor saliendo a flote—. Y no fuiste capaz de darme supresores para...

—Los Omegas no pueden usar supresores, eso interrumpe su ciclo fértil y les provoca efectos secundarios a largo plazo. Lo hice por tu bien —se justificó—. Además, ¿quién te encerraba para protegerte? ¿Para que pasaras tu celo solo? ¡Aaah!, pero tenías que gritar y llorar para que te dejara salir a buscar Alfas, ¿no?

Jimin soltó un suspiro tembloroso. No podía dejar que las palabras del mayor le amedrentaran, tenía que ser fuerte, tenía que hacerse valer.

—No trates de culparme para justificar tus actos. Incluso si no llevamos la misma sangre, no debiste.... no debiste, Jooheon. ¡¿Acaso no tienes respeto por la memoria de nuestra madre?!

—¡No metas a esa Omega inútil en esto! —protestó el contrario.

—¡¡Era nuestra madre!!

—¡Escúchame bien, Jimin, porque ya tuve suficiente de tu rabieta! —Y se le acercó amenazante.

Las piernas del Omega flaquearon, pero trató de mantenerse firme.

»Mis sentimientos por ti siempre han sido honestos y si no me atreví a confesarme antes fue porque creí que éramos hermanos, que la misma sangre corría por nuestras venas. —Lo señaló con el dedo índice—. Tú eres el que no tienes idea de todo lo que sufrí yo cada vez que otro te tocaba, cada vez que te lastimabas. ¿Crees que fue fácil para mí? Pues no lo fue. Pero te prometo, Mochi, te prometo que todo estará bien ahora. Cuando te marque —le rozó el cuello poquito—, el lazo hará que me ames y me aceptes como tu Alfa. Entiendo que has creado una conexión con Min, pero nadie, y que te quede claro, nadie te amará como yo. ¿Entiendes eso? Te haré feliz, Jimin, te haré muy feliz.

Dos lágrimas descendieron por el rostro del menor, quien tragó el nudo en su garganta, pero no puedo contener su llanto.

»No llores, mi amor. En solo cinco horas el supresor perderá efecto y tu celo regresará —explicó lentamente, como si al menor le costara comprender—. Y entonces, yo seré el único Alfa cerca de ti. Solo cinco horas Mochi, y serás mío, como siempre debiste serlo.

Y el Omega no se dio cuenta que habían caminado hasta una pequeña habitación.

»Quédate aquí por ahora, después dormiremos juntos en la habitación principal. Iré a comprar provisiones y algunas cosas para la casa, nuestra casa —Le lanzó una amplia sonrisa de perturbadores hoyuelos.

Y antes de que Jimin pudiera reaccionar, el peliplateado cerró la puerta y pasó llave por fuera. El rubito golpeó y trató de girar la manija pero sabía que era en vano; Jooheon siempre lo encerraba. Agradecía que al menos esta vez no estaba atado ni tenía los ojos vendados.

Resignado, se volteó para recostar su espalda a la puerta, dejándose caer luego para terminar abrazando sus rodillas contra su pecho. Lo que sentía era más que tristeza, pero no sabía cómo describirlo. Miró el collar que colgaba de su cuello, aquel que pertenecía a Yoongi, y acarició con añoranza el lobo plateado que aullaba a la luna. Y su llanto fue más que lágrimas y dolor, fue el gemido de un Omega que necesitaba a su Alfa pero que no sería escuchado más que por la Diosa Luna que extendía su suave luz por la habitación.

Editado: 29.09.21








*Nota*
No sé cuántas pudieron leer lo que publiqué en mi tablero, pero como sé que no todas me siguen se los diré por aquí también. Mi mamá falleció después de meses de sufrimiento, el cáncer le robó la vida. Mi único consuelo es que descansó y está en un lugar mejor ahora. Por ese motivo es que la historia quedó prácticamente pausada, pero no desesperen, seguiré escribiendo poco a poco. Este capítulo solo faltaba editarlo por eso es que ahora lo publico, pero los que siguen no sé cuándo podré subirlos. Les pido un poquito de paciencia.

También acabé de publicar mi nueva historia Omegaverse. Pasen por allá a ver si les gusta el primer capítulo, el cual había escrito y editado hace meses pero no quería publicarlo todavía porque es lo único que tengo. La portada es provisional, y cuando llegue a 100 lecturas subiré el segundo capítulo. Mientras tanto terminaré con My Beloved Omega.

Gracias por seguir aquí conmigo.

❤ heartu for you

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