~18~
Pasaron unos días en los que Yoongi estuvo bien ocupado con asuntos que había aplazado con las manadas menores, sin embargo, ya había planeado llevar a Jimin a un lugar que tenía pendiente. Esta vez no sería una cita como tal, pero era necesario que Jimin supiera la verdad acerca de su familia; y aunque quizás sería doloroso para el cachorro, el Alfa estaría ahí para él.
No era un día frío en particular, pero estaba nublado y parecía que iba a llover. El pelinegro le abrió la puerta a Jimin y le tendió la mano para ayudarlo a bajar del auto. Esta vez sí iban con un chofer y un montón de guardaespaldas, pues el Alfa no quería arriesgarse a otro intento de secuestro; y a todas estas, todavía no sabía si tenían otro traidor entre los hombres de su escolta. Por tanto, no le pareció nada exagerado el hecho de tener a tantos Alfas y Betas posicionados en los alrededores y en otros autos cerca del banco que había escogido para sentarse junto al cachorro.
El rubito iba bien abrigado, había escogido un suéter del mayor esperando que este no se diera cuenta; pero Yoongi adoraba que el Omega usara sus ropas a su antojo. Todavía no llovía, pero corría una brisa que anunciaba la pronta llegada de la lluvia y el menor se sentía extrañamente cómodo en aquel parque junto al Alfa. Sabía que estaban en las afueras de Busan, su ciudad natal, pues era lo único que el mayor le había dicho al respecto mientras conversaban en el auto por varias horas.
—Jiminie —llamó su atención el pelinegro—. Esta vez te he traído a un lugar diferente, y hay algo muy importante que debes saber.
—¿Sucedió algo malo, Hyung? —inquirió inocente el menor.
—No exactamente, cachorro. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, ¿sí?
Jimin frunció un poco el ceño y ladeó la cabecita, por supuesto que no comprendía lo que el mayor quería decirle. Lo vio inhalar profundo y luego expulsar el aire, como haciendo tiempo para encontrar las palabras correctas.
»Cuando te encontré y supe que eras mi pareja destinada, quise saber más de ti, cachorro —comenzó Yoongi—. Averiguar quién eras, quién era tu familia, y sobre todo, averiguar por qué fuiste abandonado en aquel lugar…
Jimin desvió la mirada al instante, sintiendo una opresión en su pecho al recordar las condiciones en las que fue hallado por los hombres del Alfa.
»Al principio, la búsqueda fue bien difícil porque solo me habías dicho tu primer nombre, pero después me hablaste de tu hermano. —El pelinegro tomó la mano del Omega entre las suyas, haciéndole saber que estaba ahí—. Namjoon investigó un poco más y descubrió algo muy triste, pequeño.
El menor apretó sus manos casi de manera imperceptible, ansioso por saber qué era pero asustado por la respuesta.
»Hace un par de días confirmamos la información con el hospital en el que naciste, Jiminie… —El mayor apretó sus labios algo incómodo—. Tú no eres hijo biológico de Lee Jaewon y Yoona… Ellos no son tus verdaderos padres…
Jimin abrió grande los ojos, su boca en forma de o, mas no emitió sonido alguno. Sin embargo, en tan solo un par de segundos sus ojitos se aguaron.
»Cachorro, escúchame —pidió Yoongi—. Eso no significa que tu madre no te haya amado como a un verdadero hijo, estoy seguro de que ella te adoraba.
El Alfa no podía decir lo mismo del padre, pero trató de concentrarse en lo bueno y no lo malo.
—¿M-Mis… mis verdaderos padres no me querían? —Y una lágrima que salía fue enjugada al instante por el pelinegro.
—Claro que sí, pequeño, tus verdaderos padres te amaban muchísimo. Se llamaban Park Seo Joon y Min Young, ellos… murieron en un accidente automovilístico unos días después de que naciste —dijo el mayor—. Y tenemos razones para creer que ese accidente fue provocado por quien es tu padre adoptivo, Lee Jaewon.
—Pero… ¿por qué haría algo así? ¿Qué hicieron mis padres para merecer eso? —De pronto Jimin sintió frío, mas no en su cuerpo, sino en su corazón.
—Ellos no hicieron nada, Jiminie —negó el Alfa—. Solo estaban en el momento y lugar equivocados. Lee Yoona había perdido a su cachorro cuando dio a luz, y su esposo movió cielo y tierra para conseguirle uno nuevo.
Las lágrimas ahora eran más, empapando el rostro del Omega; Yoongi no hizo más que abrazarlo fuerte.
»Lo siento mucho, cachorro… —El mayor dejó que se desahogara contra su pecho, empapando a su vez parte de su suéter.
—¿Por qué, Hyung? ¿Por qué? —susurró el rubito con voz ahogada—. No es justo…
—Lo sé, pequeño, lo sé…
—Ni siquiera pude conocer… a mis verdaderos padres… —dijo una vez que se incorporó, aunque todavía algunas lagrimillas amenazaban con salir.
—Por eso te he traído aquí, para que puedas conocerlos.
El menor no comprendió al principio, pero al levantarse y caminar junto al Alfa vio que se dirigían a la entrada de un cementerio. Sin embargo, se mantuvo callado mientras caminaban tomados de la mano, en un silencio reverencial al pasar por algunas tumbas vacías y otras con algún que otro visitante.
Se acercaron a una lápida adornada con un ramo de flores de cerezo dentro de un pequeño jarrón de cerámica, eso, y una fotografía en un cuadro de madera, eran lo único que acompañaba la inscripción tallada en la piedra. La fecha de su fallecimiento era unos días después del cumpleaños de Jimin, el 17 de octubre.
Cuando estuvieron frente al sepulcro, Jimin miró al mayor con gesto triste, pero este apretó su manito en señal de apoyo.
»Presentemos nuestros respetos, cachorro.
El Omega asintió con un nudo en la garganta, aunque sentía que era lo correcto. Estas personas eran sus verdaderos padres, los que habían decidido tener un hijo que les había sido cruelmente arrebatado por el destino.
Ambos se arrodillaron frente a la tumba e hicieron sus correspondientes reverencias completas. Se quedaron de rodillas un momento, mientras Jimin observaba con nostalgia desconocida el rostro de quienes lo habían traído al mundo en aquella vieja fotografía. Las lágrimas se hicieron presentes una vez más, un llanto silencioso que expresaba culpa y amor inmerecido al mismo tiempo.
—Omma… Appa… perdón… —susurró el menor mientras hacía otra reverencia y esta vez dejaba su cabeza descansando sobre sus manos en el césped.
El Alfa lo observó con pesar, vio como sus hombros temblaban un poco en señal de que su llanto no había cesado. Solo pudo acariciar la espalda del rubio con suavidad mientras este lloraba la muerte de unos padres que nunca conoció.
—Jimin-ah —murmuró el Alfa después de un rato, se había mantenido al lado del menor en todo momento.
El Omega levantó su rostro y se incorporó de su incómoda posición. Sus ojitos llorosos todavía pero más calmado, y sus cachetes sonrojados en demasía.
»Por favor, entiende que no fue tu culpa… —Le acarició el cabello suavemente—. Eras solo un bebé. Tus padres te amaron mucho en todo momento… Y Yoona siempre será tu madre aunque no te haya dado a luz.
Jimin se lanzó al cuello del Alfa, buscando refugio y tranquilidad en su aroma. El mayor continuó acariciando su espalda y su cabello, sentía tristeza a través del lazo, pero también paz.
—Volvamos a casa, Yoongi Hyung —musitó el rubito contra su cuello.
Limpiaron un poco sus rodillas y caminaron de regreso al auto con sus manos entrelazadas, Jimin hallando alivio en el contacto con su Alfa y en el fuerte olor a lluvia que les envolvía.
A pocos metros de allí, en un sencillo auto plateado que estaba aparcado bajo la sombra de un árbol, alguien observaba al par salir del cementerio.
—Parece que sí es cierto —murmuró el chofer del auto con voz queda—. Es hijo de los Park.
El hombre sentado en el asiento trasero sonrió ladino, y aunque tenía un marcado hoyuelo en su mejilla, que antaño habría sido tierno, solo se vio más perturbador en el espejo retrovisor.
Unos días después, en el desayuno, Seokjin y Namjoon hicieron saber a todos por fin el sexo de su cachorro; sería una niña.
—¡Nuestra Jennie está en camino! —anunció emocionado el Omega, acariciando su panza de cinco meses y medio.
Llovieron las felicitaciones, los cumplidos y las sonrisas. Y a pesar de todo lo que había sucedido en tan poco tiempo, Jimin estaba feliz. Ahora tenía un nuevo hogar, una nueva familia, y nuevas razones para sonreír.
Y precisamente casi toda la mañana y la tarde de ese día la había pasado con Jin, haciendo algunos pedidos online de ropas y cosas que necesitarían para el cuarto de la bebé, charlando muy animados y comiendo bocadillos. No había visto al pelinegro desde el desayuno, y de verdad lo extrañaba, pero sabía que estaba ocupado y no podía estar todo el tiempo con él.
Antes de la cena, el rubito decidió subir a su habitación a darse una ducha, pues pronto vería al Alfa. Casi todos los días, debido a su carga de trabajo, el mayor se saltaba la cena y solo subía a su habitación para bañarse y acostarse. Eso sí, siempre le daba al cachorro un beso de buenas noches en su mejilla aunque este estuviera durmiendo; pero en realidad Jimin no dormía hasta que Yoongi no llegaba y aprovechaba para acurrucarse contra él apenas se metía en la cama.
Y esa mañana antes del anuncio de Namjoon y Jin, el Alfa le había prometido que cenarían juntos después de casi toda la semana llegando solo a dormir. Y es que el menor incluso esperaba a que el pelinegro se durmiera profundamente para observar su bonito y pálido rostro por un rato, pero eso era algo que jamás le revelaría.
Jimin entró en su habitación con idea de buscar ropa del pelinegro para usar, algo cada vez más común para él puesto que pasaba mucho tiempo sin verlo. Sin embargo, se sorprendió sobremanera cuando entró a la habitación y se encontró al Alfa allí, sentado en la cama, como si hubiese estado esperando por él.
El rubito tragó en seco, su corazón latiendo con fuerza y el nerviosismo se apoderó de él. ¿Qué hacía Yoongi allí? Pregunta tonta, si lo pensaba bien, era su habitación; pero hacía varios días que Jimin iba y venía a su antojo sin encontrarse con el Alfa. Solo en el desayuno, y alguna que otra vez a la hora del almuerzo. Incluso Jin había prohibido la entrada de todos a la cocina luego de los Recorridos de Alfa, tenían que asearse primero.
—Hyung…
El aludido se puso de pie con una sonrisa, y sin más, le tendió la mano. Jimin sonrió tímidamente pero extendió su manita para que el mayor la tomara y lo guiara hasta afuera, al balcón.
Y si el rubito creía que ya nada podía hacer encoger su corazón, estaba muy equivocado. El balcón estaba decorado con suaves luces doradas, había un pequeño diván con varios cojines y almohadones, y una manta. También una bandeja con bocadillos y fruta, una botella de vino y dos copas, y algunas velas e incienso. La noche comenzaba a caer, y estrellas brillaban a lo lejos; pero la luna, la luna llena era quien se robaba toda la atención del cachorro. Como si quisiera, con su luz, bendecir una vez más aquella unión entre un Alfa y un Omega predestinados.
—Jiminie —murmuró el Alfa—. Sé que no estás de ánimos para celebrar, pero supongo que una cena está bien.
—¿Celebrar…? —inquirió confundido.
—Cachorro… es tu cumpleaños…
Jimin abrió la boca en sorpresa, lo había olvidado por completo, pero también entendía a lo que se refería el mayor; pues eso quería decir que en unos días sería el aniversario de la muerte de sus padres.
»Le pedí a los chicos que no dijeran nada para no abrumarte —explicó el Alfa—. Créeme, sé lo que se siente estar de cumpleaños cerca de fechas tristes.
Jimin quiso preguntar, pero supuso que no era el momento. Y a pesar de todo, quería disfrutar de la velada con el pelinegro.
Se sentaron en el acolchado diván y brindaron y comieron mientras observaban las estrellas ir poblando el oscuro manto en el cielo. Pronto sopló más el aire, por lo que se acomodaron mejor sobre las almohadas y se cubrieron las piernas con la gruesa manta. Y sentados bien juntitos, Jimin le contaba de sus cumpleaños cuando era niño.
»Cachorro, hay algo que quiero darte… —dijo Yoongi después de un cómodo silencio entre los dos.
Se estiró un poco para buscar algo sobre una mesita junto al diván, y cuando lo alcanzó, se lo entregó a Jimin.
»No tienes que usarlo si no quieres…
El Omega observó la cajita negra entre sus manos, y no sabía si estas temblaban de la emoción o del frío. Rozó el suave terciopelo con sus deditos y la abrió para ver su contenido. Se maravilló con lo que tenía delante, porque era sencillamente magnífico. Dentro había un collar, pero no cualquier collar, sino uno que mostraba un precioso lobo plateado grabado con delicadeza sobre una media luna.
—Hyung… es hermoso… —murmuró asombrado.
—Es el emblema de la manada y le pertenece al Líder —explicó el mayor—. Era de mi padre y me fue entregado cuando me convertí en líder.
—Pero es tuyo…
—Lo sé, pero quisiera que lo llevaras tú, Jiminie —pidió—. Así todos sabrán que… —Se calló al no encontrar las palabras correctas.
—¿Todos sabrán que soy tu Omega? —completó el rubito.
El Alfa se rascó la nuca algo incómodo, pero asintió poquito, temiendo la reacción del menor.
»Perdón, Hyung…
Yoongi frunció el ceño. ¿No lo quería?
—¿Por qué siento que te estás disculpando por algo que no debes?
—Es que… —Trató de explicarse el menor—. Sé que sería mucho más fácil si me marcaras… —Y bajó la cabeza algo apenado.
—Hey, no, Jiminie, no es eso lo que quise decir. —Con una mano en su barbilla lo hizo encararlo—. Solo piensa que soy un ridículo Alfa estúpidamente posesivo. —Sonrió un poco para destensar el ambiente—. Solo quiero protegerte, cachorro… Y sí, también es cierto que quiero que todos sepan que soy tu Alfa y que nadie podrá acercarse, pero eso no se demuestra con una marca de enlace como si fueras un trofeo que debo presumir.
El rubito lo miró con ojos grandes, ¿por qué su Alfa tenía que ser tan perfecto?
—Una marca es algo muy importante, Jiminie; significa que dependeremos uno del otro para siempre, incluso más que ahora… No es algo que se hace a la ligera, ¿entiendes? —cuando el menor asintió, Yoongi continuó—. Por eso, no tienes que usar el collar si no quieres… Y tampoco tienes que llevar mi marca si no lo deseas…
Y Jimin solo atinó a prendérsele del cuello y abrazarlo bien fuerte, haciendo que el Alfa se acostara sobre los almohadones. Con vergüenza, el rubio escondió su rostro allí donde el mayor olía tan delicioso y confortable.
Por su parte, Yoongi se quedó pasmado ante la reacción del Omega, pero eso no evitó que le acariciara la nuca y la espalda suavemente.
—Claro que quiero que me marques, Hyung… pero… no ahora —susurró contra su cuello provocando un ligero escalofrío en la piel del pelinegro—. Sé que nunca me obligarías a algo que no quiero.
—Eres lo más importante que tengo en la vida, Jimin-ah… —confesó el mayor—. No necesito que lleves un collar o una marca para saber que nos pertenecemos… aunque me gustaría muchísimo.
El Omega se incorporó un poquito para verlo mejor, sus cachetes encendidos y sus labios entreabiertos mientras observaba al mayor con anhelo y devoción.
—Yoongi Hyung… bésame de verdad, por favor…
El pelinegro no tuvo tiempo de procesar las palabras del menor, puesto que su lobo reaccionó más rápido que él y rodeando su cintura con fuertes brazos lo estrechó contra su cuerpo y lo besó profundo. Fue lento, sí, pero ávido en acariciar con su lengua la contraria y fundirse en aquella calidez que se le ofrecía. Y por la Diosa, Jimin le correspondía; sus labios encajando a la perfección, sus lenguas rozándose una y otra vez, sus respiraciones pesadas y sus corazones ligeros.
El Alfa terminó el beso con un piquito en los hinchados labios del rubio, cuyos cabellos cenizos brillaban con la luz de la luna. Se veía tan hermoso, tan sublime, que creyó que estaba soñando.
»Gracias por besarme… —musitó el menor con una tímida sonrisa.
Yoongi sonrió al tiempo que rozaba la punta de su nariz con la del Omega en una caricia íntima, delicada. Si le hubieran dicho hacía un mes y medio que conocer al dulce Jiminie lo ablandaría, habría rodado los ojos y bufado como el gruñón que era; y ahora no hacía más que derretirse ante una simple sonrisa del cachorro.
Y así se quedaron un rato más, abrazados y compartiendo besitos, sonrisas y pequeñas caricias. Con la luna como único testigo de aquel amor que surgía entre los que ella misma había predestinado.
Editado: 27.09.21
*Nota*
Espero les guste este capítulo.
Perdonen la demora pero tuve problemas personales. Y también estuve haciendo pedidos de banners, separadores, portada y booktrailer haha así que pronto las sorprenderé.
Así más o menos se veían la lápida, el balcón, la luna, y el collar. Pasé mucho tiempo buscando estas imágenes, ninguna me convencía.
Aquí mi regalo de siempre.
Dejen su estrellita y comenten que eso me anima mucho. Gracias miles a todas las personitas que leen y apoyan esta historia.
Y… le dedico este capítulo a mi amiga y seguidora, quien siempre me anima a continuar cuando pierdo la confianza en mí misma Magdamagda671. Feliz cumpleaños niña bonita.
❤ heartu for you
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro