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¿Qué pituquitos iba a hacer?

Camilo tenía la adorable cualidad de quedar atrapado en medio de dos opciones y siempre terminaba escogiendo la equivocada, pero no en aquella ocasión, su tiempo con Mariano era lo que estaba en juego.

¿Y tenía alguna idea?
Varias, a decir verdad.

Como Camilo sabía que su hermana Dolores estaría escuchando cada sílaba de su conversación con Mariano, la única opción que encontró para comunicarse sin que ella lo supiera fue escribir. Lo siguiente fue buscar dónde.

─ Milo, ¿qué haces?

El aludido se agachó a buscar en aquel callejón alguna cosa para escribir y contarle a Mariano del plan, aunque vaya dios a saber qué carajo encontraría para escribir en un callejón donde había palos y tierra nomás, con suerte hallaría un ladrillo o un pedazo de carbón para garabatear las paredes pero Camilo no era tan afortunado, lo único a la mano eran la tierra bajo sus pies y los palos a sus costados.

Bueno, la necesidad es la madre del ingenio pensó resignado, tomó un palo, hizo a Mariano a un lado y escribió en el suelo tres palabras: NO HABLES NADA, con la esperanza de que Mariano acatara sus órdenes sin preguntar.

Luego de unos segundos de quietud Mariano asintió dudoso y Camilo decidió continuar.

"Dolores sabe que me ayudas" escribió con dificultad.
Encima de que Camilo tenía una letra bien culera escribir en el piso era re complicado.

"Quiere decirle a la abuela, Isabela vino a engañarlas, no puede irse, es nuestro plan."
Sí, Camilo estaba hablando como un cavernícola, pero el punto era que se entendiera.

"No hables, Dolores nos escucha."
Y así Mariano medio entendió lo que estaba pasando, aunque eso no quitaba que quería estar a solas con Camilo e Isabela le estorbaba.

"¿Entonces?" decidió contestarle al jovencito de la misma forma.

"Trae papel y lápiz" escribió Camilo.
Y así sería mil veces más sencillo comunicarse.

De repente Isabela vio a su primo y el novio que jamás pidió salir juntos del callejón con una expresión que no pudo descifrar. ¿Qué habían estado gabarateando en el suelo?, seguramente fue idea de Camilo pensó ella.

─ ¿Qué les pasa?─ preguntó tratando de sonar lo menos sospechosa posible.

Antes de que cualquiera de los dos hombres contestara Mariano se fue a su casa a por papel y lápiz y Camilo hizo un gesto de "callado como una tumba" a su prima. Minutos después Mariano apareció otra vez con los materiales necesarios para engañar a Dolores.
Rápidamente Camilo escribió "Mariano ya sabe del plan" en la primera hoja de la libreta que el otro trajo.

Ya veo dijo Isabela para sus adentros se comunicaron por escrito, ¡es brillante! aunque jamás lo admitiría en voz alta.

"Entonces finjamos que todo está bien" puso ella en la libreta.

"Claro" y los tres asintieron. No les tomó ni una hora armar una charada perfecta.

Camilo, Mariano e Isabela se comunicaron por escrito mientras fingían que Camilo ayudaba a la "feliz pareja" a ser más feliz. Eso desconcertó muchísimo a Dolores, la cual estuvo con la oreja parada durante horas y lo único que escuchó fueron palabras bonitas de Mariano a Isabela y chistes estúpidos de su hermano menor.

Mientras Camilo vigilaba a los niños jugando cerca de la fuente del pueblo, Mariano e Isabela estaban charlando (por decirlo de alguna forma) sentados a unos metros de allí.

─ ¿Tienes hambre? ¿sed? ¿quieres que te traiga algo? ¿un chal, algo?─ inquirió Mariano con sus manos sosteniendo las pequeñas de Isabela.

─ No Mariano, estoy bien, muchas gracias─ y ella le sonrió aguantándose las ganas de romperle la nariz.

Fingir que estaba contenta por pasar el rato con Mariano estaba resultando muy difícil para la perfecta nieta mayor, incluso más de que costumbre, tal vez porque cuando fingía frente a su abuela ella sólo debía sonreír y asentir pero no tenía que hablarle bonito a Mariano, todo lo contrario, solía ser bastante pasiva agresiva con él, sin embargo en aquella ocasión en particular Isabela debía usar el poder de su voz para darle a entender a Dolores (que los oía) que ella era feliz con Mariano.
Y mierda que le estaba costando.

─ ¿Segura?

─ Sí, estoy bien. Demos un paseo.

Para callar un rato a Mariano, el cual tampoco la estaba pasando bien pero ella ignoraba ese hecho, Isabela llevó a su novio hacia la fuente, dieron unas vueltas alrededor buscando qué decir a continuación y justo Camilo se les cruzó. En eso, Isabela tuvo una idea.

─ Mariano, necesito empolvarme la nariz, ¿me esperas?─ preguntó con una cara de no rompo un plato.

─ Por supuesto mi florecita─ y Mariano le respondió de igual forma aunque con ganas de devolver el desayuno.

─ Gracias, ya vuelvo.

La gracil y rosada Isabela se alejó de allí camino al baño de la parroquia y dejó solos a Camilo, que cargaba un niño durmiendo, y Mariano, que ahí nomás sacó la libreta y escribió algo para su lindo Milo.

"Necesitaré terapia para olvidar que dije mi florecita" puso sin tapujos.
Apenas Camilo leyó la frase ahogó una carcajada que podría delatarlo.
"Diría que esta es la peor mañana de mi vida pero he tenido peores. Y siempre son culpa de Isabela."
Y casi que se le salió la risa, de verdad, Camilo no esperaba esa clase de comentarios de parte de Mariano, el respetuoso y siempre amable Mariano. Pero le gustaba.

"Oh vamos" escribió Camilo mientras Mariano le sostenía la libreta.
"No necesitas ir a terapia, puedo hacértela olvidar si me dejas."
Sin embargo lo que fue un chiste de parte del menor hizo a Mariano levantar la mirada con un ligero sonrojo en sus mejillas.

─ ¿Mariano?─ masculló el otro viendo que la reacción del mayor ante su respuesta no era la que esperaba─ ¿Qu-?─ incluso se cuestionó si había dicho algo malo.

Pero Camilo no había dicho nada que Mariano se tomara a mal, todo lo contrario, el mayor estaba encantado con lo que leyó, él ya tenía asumido de sobra que si Camilo le acariciaba la mejilla o enlazaba su mano con la suya él se olvidaría del mundo que los rodeaba. Como si fuera magia.
Sólo le gustaría saber qué tenía Camilo mismo en mente.

"¿Cómo?" escribió Mariano antes de que el menor volviera a hablar.

"Como quieras."

Y esas dos simples palabras fueron suficientes para que Mariano tuviera ganas de mandar al carajo a Dolores, a Isabela, a Alma y hacer... bueno, Mariano no sabía qué, pero básicamente era demostrarle su más profundo cariño a Camilo.

─ ¿Hmn?─ y el pequeño cambiaformas lo miró sin poder descifrar el gesto embelesado que tenía Mariano en la cara─ ¿Qué pasa?─ preguntó, aunque Mariano no contestó.

En eso Isabela apareció dispuesta a seguir con el teatrito.

Ella se acercó a los dos varones frente a la fuente y se encontró a Mariano escribiendo como loco en la bendita libreta mientras Camilo lo observaba sin idea de lo que estaba sucediendo. Su primo incluso se encogió de hombros dando a entender que no sabía qué estaba escribiendo Mariano tan acaloradamente y que tendrían que esperar para averiguarlo pero, para sorpresa de los dos Madrigal, Mariano arrancó la hoja, la dobló, la guardó en su bolsillo y entregó el cuaderno a Isabela como si nada hubiera pasado.

Eso fue raro sin dudas e Isabela no supo qué decir o hacer, no obstante tomó la libreta, escribió que fueran de vuelta a casa porque tenía ganas de comer algo y luego entregó la libreta a Mariano de vuelta.
Nada más que eso.

Así Camilo se despidió de la pareja puesto que primero tenía que dejar al niño en su casa, sólo después de hacerlo podría volver a Casita y tomarse un café antes de ir a por un grupo más que debía cuidar, sin embargo Camilo simplemente esperaba que Mariano estuviera en Casita para recibirlo.

─ Te veo después, prima─ dijo Camilo dirigiéndose a Isabela pero sonriendo tiernamente a Mariano.

─ Hasta luego─ y ella habló en nombre de su novio que movió la mano de un lado a otro a modo de despedida con una sonrisa igual de tierna.

Con esto Camilo se dio la vuelta dispuesto a dirigirse a la casa del niño que cargaba, se detuvo un segundo a acomodar a la criatura que se le estaba cayendo y sintió por un instante un ligero roce en su trasero, más específicamente en su bolsillo trasero.
Camilo volteó y solamente vio a Isabela y Mariano alejándose en dirección a Casita.

Debió ser mi imaginación pensó.
Pero por si acaso chequearía su bolsillo trasero más tarde.

Isabela se preparó una bandeja con café, algunos bollos dulces y una naranja para sacarse el gusto, la colocó sobre la mesita que estaba en la sala oeste de Casita y se sentó en el sofá dispuesta a tomar su merecida merienda.

Mientras, Mariano la observaba comer sin dar crédito a la descortesía que veía.

Ella ni siquiera había tenido la decencia de prepararle un café o algo, se había sentado muy tranquilamente a beber y comer sus cosas sin preocuparse por preguntar a Mariano, su novio, si tenía sed o hambre, como si él no importara, pero eso solamente reafirmó la preferencia de Mariano hacia Camilo, el cual llegaría pronto y él esperaba estar ahí para recibirlo.

─ ¿Isabela?

La aludida escupió su café en la taza que por suerte tenía cerca de la boca y se volteó recuperando la compostura de paso. Dolores la observaba atónita fijándose en la bandeja de café, en su prima, en Mariano y en la bandeja de vuelta.

Algo se traía, Isabela lo leyó en sus enormes ojos, conocía lo suficiente a Dolores para saberlo apenas mirarla.

─ Hola Dolores, qué sucede...

Ella tenía la misma expresión que en la noche anterior, incluso la forma en la que sus ojos estaban clavados en Isabela sin ningún tipo de emoción era la misma que en la cena. Nada más se podía vislumbrar en Dolores aquel brillo que estaba haciendo a Isabela perder la compostura como nunca antes en su vida.

Parada ahí, estática, como si el tiempo se hubiera detenido hasta que una de las dos agachara la cabeza.

Isabela siempre creyó que Dolores jamás sería capaz de encararla, después de todo Dolores siempre fue la nieta sumisa y segundona, incluso entre sus hermanos fue opacada por el nacimiento de Camilo, el primer nieto varón de Alma y el primer hijo varón de Pepa y Félix, así que Isabela siempre la había subestimado hasta ese preciso instante en el que la seriedad perturbadora de Dolores estaba haciéndola sudar frío.

─ ¿Todo anda bien?

Incluso le faltaba el aire.

Isabela esperaba que su sonrisa entumecida fuera suficiente para que su prima dejara de verla de esa manera tan preocupante o sin dudas se desmayaría.

Sin embargo Dolores se dio cuenta.

─ ¿Dolores?

Así como Isabela la conocía ella conocía a Isabela, haber sido su sombra durante más de veinte años le había dado la oportunidad de estudiar bien a su perfecta prima y todas sus microexpresiones que la delataban. Ya sabía lo que pensaba, sabía que estaba nerviosa y que seguir allí haría a Isabela quebrarse como una varita, pero ella no era su objetivo. Él todavía no había llegado.

Finalmente Dolores dejó a Isabela tranquila y volteó el rostro hacia donde estaba Mariano atónito.

─ Buen provecho─ dijo sin más.

─ Eh, g-gracias─ pero sus palabras desconcertaron a la mayor totalmente. ¿Cómo podía ser que ella se despidiera como si los minutos presionándola jamás hubieran sucedido?

Luego el aire regresó a los pulmones de Isabela.

Ella se estremeció. Su cabeza daba vueltas por el oxígeno faltante y el silencio que Dolores dejó atrás seguía siendo pesado aunque no tanto como cuando ella estaba allí pero, ¿Pero qué acaba de pasar? se preguntó sin terminar de procesar los sucedido.

Instintivamente sus ojos se dirigieron hacia Mariano sentado delante suyo y él lo notó.

─ ¿Isabela?─ la llamó él tan atónito como ella.

─ Tú... también lo viste, ¿verdad?─ y ella se atrevió a preguntar lo que genuinamente no quería saber.

Así pues una parte de su ser todavía esperaba que lo anterior haya sido una mala interpretación suya o una alucinación provocada por el té que tomó aquella mañana porque no podía ser, no tenía sentido, había sido tan surreal que le era inverosímil.

Sin embargo Mariano asintió y la voz de la impasible Isabela tenía algo en ella que nadie, mucho menos Mariano, había oído jamás.

─ Isabela...

Miedo. Y la estaba superando.

─ Entiendo...

De ésta manera Isabela se dedicó a recoger sus cosas de la merienda, dejarlas en la cocina sin un ápice de emoción en su bello rostro moreno y despedirse de Mariano para recluirse en su habitación a olvidar lo sucedido.

A fingir que, por su bien, jamás pasó.

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