6. Margarita
[ 1950 ]
El 15 de septiembre, México estaba envuelto en el fervor de las fiestas patrias. Las calles se adornaban con banderas y el aire se impregnaba con el aroma de chiles en nogada y dulce de cajeta. La noche prometía fuegos artificiales y celebraciones, pero Estados Unidos solo podía pensar en su plan: un regalo especial para México.
Desde el inicio de su acuerdo, había estado buscando algo que demostrara cuánto se preocupaba por él. Tras días de reflexión, decidió que una guitarra sería el regalo perfecto. Sabía cuánto disfrutaba tocar y cómo la música siempre había sido una parte esencial de su vida. La guitarra no solo representaría un gesto de amor, sino también una forma de sanar sus corazones, un símbolo de esperanza en medio de la incertidumbre.
A pesar de la distancia y de comunicarse a través de cartas y llamadas telefónicas, siempre había un retraso que pesaba en su relación. La espera se había vuelto un tormento, y las palabras no siempre lograban expresar lo que sentían.
Mientras el sol se ponía, Estados Unidos se dirigió al lugar donde había acordado encontrarse con México: una calle tranquila adornada con luces brillantes y música festiva. Con la guitarra en la mano, su corazón latía con la esperanza de que el regalo le sacaría una sonrisa, un gesto que podía cambiarlo todo.
Cuando México llegó, su expresión era seria. Se esforzó por iluminar el ambiente, pero algo en su mirada parecía cargado de tristeza.
¿Por qué no puedo sentirme feliz?, pensó, sintiendo el peso de su decisión en el pecho.
—¡Feliz 15 de septiembre! —USA apareció exclamó alegremente, levantando la guitarra con entusiasmo—. Su regalo señorito.
Él la miró, pero su rostro no mostró ningún indicio de alegría. La sombra de la preocupación se reflejaba en sus ojos.
—Estados Unidos, necesitamos hablar —dijo México, su tono grave.
No puedo seguir haciéndole daño, eso se repetía una y otra vez México, mientras su corazón se debatía entre el amor de amigos y la responsabilidad que tenia con USA.
—¿De qué se trata? —preguntó Estados Unidos, tratando de mantener la calma.
—Es sobre nosotros. Este juego de "a ver si nos gustamos" está afectando más de lo que pensé. —Su voz se mantuvo firme, pero había un quiebre que solo ella pudo notar.
—¿Afectando? ¿De que hablas? ¡Mira lo que te traje! —Estados Unidos sostuvo la guitarra, su voz cargada de esperanza, ignorando lo que México trataba de decirle, dentro de ella sabia que se rompería una parte de ella —. Podríamos tocar juntos, revivir esos momentos de antes.
México suspiró, su mirada perdida en el horizonte iluminado por los fuegos artificiales que empezaban a estallar.
—Estoy cansado de luchar contra lo inevitable.
—... ¿México?
—Estados Unidos, es que... —hizo una pausa, buscando las palabras—. Estoy cansado. No puedo seguir con esto.
Las palabras resonaron en su mente como un eco aterrador. Y el nudo se formó en su garganta, sentia que en cualquier momento los hibiscus volverían a atacarlo.
—¿Qué quieres decir? —preguntó USA, su voz temblando, mientras sentía que el mundo que había construido se desmoronaba.
—Me refiero a que no puedo seguir intentándolo. Mi salud mental está deteriorándose. No estoy en condiciones de jugar con esto, y te lastima a ti también. No quiero que te hagas daño.
Las lágrimas comenzaron a asomarse en los ojos de Estados Unidos. Se sentía como si el suelo se desvaneciera bajo sus pies, mientras su mente daba vueltas, tratando de comprender la magnitud de lo que escuchaba.
—No... no puede ser —dijo, su voz ahora quebrada—. Solo necesitamos más tiempo. Este regalo... puede significar algo para nosotros.
México sintió una punzada de dolor al ver la desilusión en su rostros
—Estados Unidos, no se trata del regalo. Se trata de cómo nos sentimos. Yo... no puedo amarte como necesitas que lo haga. Mi corazón aún está herido y, sinceramente... no creo que haya olvidado a quien una vez amó.
—¿A Reich?
—... Sí, ella me lo robó por completo, y aunque lo intente... ya no puedo.
Cada palabra era un golpe directo. México sintió que el aire se le escapaba. Recordó los momentos felices, las risas compartidas, y cómo cada uno de esos recuerdos se desvanecía con esas "simples" palabras.
—¡Pero yo he luchado por ti! —exclamó Estados Unidos, la ira apoderándose de ella —. ¡He hecho todo esto para demostrarte que podemos ser felices juntos!
—Y lo aprecio, pero eso no cambia lo que siento —. Las lágrimas comenzaron a caer, ardientes, mezclándose con su frustración.
—No...¡No! ¡Esto no debería ser así! —USA se sentia explotar de todas la emociones, y México lo motaba con una gran tristeza, por hacerle eso a su amiga.
—Lo siento —Por fin la voz quebrada de México hablo, con lagrimas en los ojos. Mientras el hanahaki comenzaba a apoderarse de ambos, como si los hibiscos y crisantemos se retorcieran en sus pechos, provocándole una presión insoportable.
Además México sintió el sabor de la belladona en sus labios, ella también queria salir.
—Así que eso es todo, ¿verdad? —dijo Estados Unidos con voz temblorosa—. ¿Me dejas así, sin más?
—Solo quiero que ambos podamos encontrar la paz. Esta situación no es saludable.
—¡¿Y qué pasa con el tiempo que hemos perdido?! ¡Te necesito, México!
Ella se acercó, intentando abrazar a México, pero él se apartó.
—No... no puedes hacerme esto. No después de todo lo que hemos pasado.
México la miró con tristeza, preocupación, terror y miedo. Ademas de asco, asco por si mismo, por como estaba tratando a USA.
—No es fácil para mí, pero es lo correcto. Debo cuidar de mí mismo primero.
Se sintió morir por dentro.
La música y la alegría que antes llenaban la calle ahora se convertían en un murmullo distante. La guitarra en sus manos se sentía pesada, como un recordatorio de todo lo que había esperado y perdido.
—Si me dejas, no sé qué haré —susurró USA su voz casi inaudible—. Moriré.
—Espero que encuentres la felicidad que mereces —respondió México, su tono lleno de tristeza—. Y por favor, haz que te operes del hanahaki.
—¿Porque?...
—Para que me olvides.
—Pe-Pero, México...
—Tu una vez hace meses, me preguntaste que porque no ma habia operado... Y dijiste que seria lo mejor para mi olvidarla, porque así no sufriría.
—....
—Quiero que tu lo hagas, el que me ames tal como yo a Reich, es una peso tan grande y pesado que... Simplemente mo quiero cargar con eso, com esa desgracia. Así que, no seas terca y hazme caso, operate por tu bien y el mio. Fue hermoso mientras duro.
México comenzó a alejarse, sintiendo que cada paso era un corte en su alma. Definitivamente le habia hecho mal a USA, pero, era lo correcto.
Se veria peor si la siguiera reteniendo a su lado, en un ciclo donde el dolor no se iria y los dos terminaran rotos. México no queria eso, no queira arrastra a USA con él, y por eso debía evitarlo pues miro como de apoco USA igual se estaba ya perdiendo con él con Reich.
—¡Espera! —Con lo último que le quedaba, USA gritó desesperada, haciendo que México se detuviera y la mirara.
Corrió tan rápido como pudo para llegar a su lado. Tenía la necesidad de retenerlo, aunque solo fuera un poco más. Las lágrimas nublaron la vista de ambos; esta despedida dolía enormemente, tras años juntos y de conocerse.
—¡Por favor! ¡No me dejes sola! —Finalmente, USA lo abrazó con fuerza, derramando en su pecho todas las lágrimas acumuladas durante años.
—No lo haré —. Dudoso corresponde el abrazo —... Podemos seguir siendo amigos, si quieres.
—¿E-En serio?
—Claro, pero ya sabes.
—¿Despues de hacerme la operación? —México asintió, a USA le dolerá más seguir así, que cuando este operada y lo olvide... Podrán empezar de ceros.
Limpio con sus manos las lágrimas de USA, tomó la guitarra y le susurró un "gracias" por aquel obsequio.
Los dos se sonrieron, pero de repente, México empujó a Estados Unidos.
Un auto, conducido por un hombre ebrio, se estampó a gran velocidad donde estaban. Estados Unidos quedó en shock por el impacto, sus sentidos no reaccionaban; solo estaba tirada en el suelo, escucho al conductor gritar y escapar de la escena.
—Me... México —Sus ojos se abrieron como platos al ver a México tirado en el suelo, lleno de sangre y su guitarra rota. El auto... El auto lo había atropellado a él, y él la había empujado para salvarla—. ¡MÉXICO!
Se acercó, y cuando reaccionó, lo abrazó entre sus brazos, sacudiéndolo y gritando para que despertara. Mirando horrorizada como el cuello de México se doblo completamente.
La gente cercana se alerto por su escándalo, y muchos, preocupados al ver la escena, llamaron a la ambulancia.
Estados Unidos lloraba desconsoladamente, sus gritos cargados de dolor y tristeza, clamando el nombre del único que había sido el amor de su vida. La noche se convirtió en un tormento, y en medio de las celebraciones, solo podía escuchar el lamento de su propio corazón roto.
La ambulancia llegó, luces parpadeando como un eco de su angustia. Los paramédicos se acercaron, y mientras intentaban estabilizar a México, ella se sintió como un espectador en su propia vida, el dolor acumulándose en cada latido de su corazón.
Mientras lo llevaban, su mente estaba en caos, repitiendo su nombre, deseando que los minutos se detuvieran, que el tiempo pudiera deshacer lo ocurrido. Cada susurro de esperanza se desvanecía, y ella se preguntaba si alguna vez podría volver a ser feliz.
—México...
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