La cálida tarde en los campos de la familia Rossi fue interrumpida por el sonido de cascos de caballos y botas golpeando el suelo de madera de su modesta casa. Dos guardias, con armaduras relucientes y espadas al cinto, escoltaban al recaudador de impuestos, un hombre corpulento y severo, vestido con una túnica oscura que imponía respeto y temor.

—Le deben demasiados impuestos al gobierno. Tienen que pagar con alguna de sus tierras —declaró el recaudador, dejando caer un pesado libro sobre la mesa de la cocina.

El matrimonio Rossi estaba de rodillas en el suelo, con las manos juntas y la desesperación pintada en sus rostros.

—¡Por favor, señor, tenga piedad! —suplicó la madre, con lágrimas surcando su rostro—. Tenemos diez hijos y nuestro campo apenas ha comenzado a dar frutos después de años de infertilidad.

El recaudador la miró con frialdad, indiferente a su sufrimiento.

—Eso no es problema del gobierno. Han tenido tiempo más que suficiente para pagar su deuda.

—Nuestros hijos trabajan día y noche junto a nosotros. ¡No pedimos caridad, solo tiempo! —intervino Marcus, el patriarca de la familia, con voz firme pero suplicante.

El recaudador levantó una ceja y cruzó los brazos.

—Tiempo es lo que ya se les ha concedido en exceso. Esta vez no nos iremos sin sus impuestos o una pertenencia que liquide la deuda.

La tensión en la habitación era palpable. La madre rompió en llanto, agarrándose del brazo de su esposo.

—Marcus, ¿qué vamos a hacer? —preguntó con un hilo de voz.

Marcus no respondió de inmediato. Su mente corría a toda velocidad, buscando una solución. No podían perder las tierras; eran todo lo que tenían. Sin ellas, no habría sustento para sus hijos. Miró a su alrededor, sus ojos deteniéndose finalmente en su hijo menor, Jimin, que observaba la escena desde un rincón de la casa, confundido.

—¡Jimin! —exclamó, levantándose de golpe y acercándose al chico.

Jimin, un joven de rostro delicado y ojos llenos de inocencia, miró a su padre con desconcierto.

—¿Padre? ¿Qué está pasando?

Marcus se arrodilló frente a él, sujetándole los hombros con firmeza pero con cariño.

—Hijo, necesito que hagas algo por nosotros. Algo muy importante.

—Lo que sea, padre —respondió Jimin, aunque su voz temblaba ligeramente.

Antes de que Marcus pudiera continuar, la madre se interpuso entre ellos, abrazando a su hijo con desesperación.

—¡No, Marcus! ¡Es nuestro hijo menor! ¡No puedes hacerlo! —gritó, aferrándose al muchacho como si su vida dependiera de ello.

Marcus apretó los dientes, intentando contener sus emociones.

—Pequeño, si no hacemos esto, perderemos nuestras tierras. Sin ellas, ni tú ni tus hermanos tendrán cómo sobrevivir. ¿Quieres ver a tu familia sin techo ni comida?

Jimin negó rápidamente con la cabeza, con lágrimas comenzando a acumularse en sus ojos.

—No, padre... no quiero eso.

Con el corazón roto, Marcus se volvió hacia el recaudador, sujetando a su hijo por los hombros.

—Por favor, acepten a mi hijo menor como liquidación de nuestra deuda.

La madre soltó un grito desgarrador, cayendo al suelo.

—¡Marcus, que los dioses te perdonen! ¡Acabas de vender a tu propio hijo como esclavo!

El recaudador evaluó a Jimin con una mirada crítica.

—Es joven y puede servir. Aceptaremos este acuerdo.

Los guardias avanzaron de inmediato, colocando grilletes en las muñecas de Jimin. El joven no opuso resistencia, aunque las lágrimas corrían silenciosas por su rostro.

Marcus se inclinó hacia él una última vez, acariciando su cabello con ternura.

—Hijo, esto no es un adiós. Te prometo que no descansaré hasta traerte de vuelta. Sé fuerte, por favor.

Jimin asintió ligeramente, aunque su cuerpo temblaba de miedo.

El grupo abandonó la humilde casa de los Rossi, dejando tras de sí el llanto desgarrador de la madre y el silencio sombrío de Marcus. Jimin caminaba en silencio, con los grilletes rozando sus muñecas y los guardias empujándolo de vez en cuando para apresurarlo.

—Señor, ¿cómo planea vender a un debilucho como este a un hombre poderoso? —preguntó uno de los guardias, burlándose del joven.

El recaudador soltó una carcajada seca.

—¿Quién dijo que lo venderemos? Hay personas dispuestas a pagar fortunas para ver a un chico como él enfrentarse a los leones en el coliseo.

Los ojos de Jimin se abrieron de par en par. El miedo que había sentido antes se convirtió en un pánico insoportable. Su destino no era la esclavitud común; era el espectáculo cruel de la arena.

—¿L-leones...? —murmuró, su voz casi inaudible.

El recaudador lo miró de reojo, con una sonrisa cruel.

—Oh, sí. Y créeme, debiluchos como tú no duran mucho. Pero mientras tanto, divertirás a la multitud.

Los guardias rieron entre dientes, disfrutando de la desesperación en el rostro del joven.

Jimin intentó calmarse, pero su mente estaba llena de imágenes aterradoras. Las garras y colmillos de los leones eran inevitables en sus pensamientos. Su corazón latía con fuerza, y las lágrimas seguían brotando de sus ojos.

—Llevémoslo. Justo acaba de comenzar la función, y no queremos que el público se impaciente —dijo el recaudador, ajustando su capa con un aire de despreocupación.

Jimin levantó la vista hacia el cielo, buscando una señal, una esperanza. Sabía que nadie vendría a salvarlo. Su destino parecía sellado, y cada paso lo acercaba más a la muerte…

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⚠ Advertencia ⚠

*Todo lo que suceda en esta historia es mera ficción, sacada de mi inquieta imaginación. (◕ᴗ◕✿)

*Puede llegar a contener lenguaje explícito, escenas de violencia tanto físicas como psicológicas, se recomienda su discreción.

*Cabe aclarar que no se busca sexualizar a ningún idol ni manchar su imagen.

*Puede que haya faltas de ortografía debido a mi poca experiencia de escritora, se pide comprensión.

*Hay algunas cosas que puede que no lleguen concuerdar debido a mi falta de información, tales como cosas de historia, ciencia, matemáticas, etcétera...

*Quedan prohibidas las adaptaciones sin mi consentimiento.

*Quedan prohibido el robo de la idea principal.

*Se prohíbe subir mi obra sin consentimiento en otras plataformas ajenas a Wattpad. Y si es así, que sea con los créditos correspondientes.

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-KimDa✨🌸