Cuando el gladiador dijo que no iba a ser un corto viaje, no estaba mintiendo. Tuvieron que detenerse tres días y tres noches a comer y a descansar. Pero afortunadamente al fin habían llegado.

Y aunque el viaje fue largo y cansado, no fue desagradable, pues ambos se habían conocido más, habían hablado sobre sus antiguas vidas, antiguas pasiones y antiguas familias.

Suga le contó a Jimin que sus padres habían sido asesinados en el coliseo y que odiaba cuando se llevaban acabo ese tipo de matanzas. Había quedado huérfano a una temprana edad, sin un hogar y sin ninguna familia, hasta que un hombre lo adoptó, pero su vida no fue mejor, el hombre era un patrocinador de gladiadores, el cual prácticamente lo obligó a convertirse en un gladiador a cambio de comida y un techo, lo cual aceptó inmediatamente, pues no tenía nada que perder y si quería sobrevivir tenía que aceptar la nueva vida que le ofrecía el destino.

Un niño de diez años firmando un contrato donde entregaba su libertad a cambio de comida, donde acordaría el número de peleas que llevaría acabo a lo largo de su vida y donde sabía que en cada batalla había una gran probabilidad de que perdiera la vida.

Con el tiempo fue creciendo a la par que iba entrenando, convirtiéndose así en el gladiador estrella de aquel patrocinador, pues en todas y cada una de aquellas batallas había dedicado la victoria a sus padres, quienes habían sido asesinados en ese mismo Coliseo, mismo donde ahora él se encargaba de privarles la vida a otros hombres.

Con el tiempo, fue adquiriendo un poco de ganancia con sus peleas, su patrocinador le había dado algunos privilegios por ser el mejor de sus guerreros, construyó una pequeña choza a las afueras de la ciudad, donde consiguió vivir mientras seguía con su contrato.

Había hecho un amigo, un gladiador que contrario a él, disfrutaba de la fama, el dinero y la muerte que les ofrecía el Coliseo, Suga no confiaba del todo en él, pero había sido el único que le había apoyado en los entrenamientos y que no lo excluyó por ser el menor.

También le contó que había conocido a un chico, ese chico era muy lindo y muy amable con él, tanto que no pudo evitar que sus sentimientos por él comenzaran a crecer poco a poco, pero lamentablemente el chico no pensaba lo mismo, no estaba dispuesto a emparejarse con un asesino…

Jimin escuchaba atentamente las anécdotas que tenía el pelinegro para él, era muy emocionante saber sobre la antigua vida de un gladiador y más aún cuando le debía la vida al mismo.

Comenzó a creer que sería bueno abrirse del mismo modo que lo había hecho el gladiador y por eso mismo comenzó a contarle sobre su vida.

Le platicó que su familia siempre había tenido problemas económicos, que tenía diez hermanos y de todos ellos él era el menor. Todos trabajaban día y noche sin descanso para poder ayudar a su padre a saldar sus deudas y a mantener la casa.

Su niñez había sido completamente normal, nunca se había preocupado por problemas de adultos gracias a que sus hermanos lo habían alejado de aquellos temas, pues no eran aptos para un niño. No fue hasta que a apartir de los quince años su padre le dijo que era hora de ayudar a sus hermanos en el campo y así lo hizo, intentando ayudarlos en lo más que fuese posible.

Con el pasar del tiempo, creció y no pudo evitar adquirir una especie de belleza, la cual su padre buscaba sin descanso la manera de emparejar con algún hijo de alguien adinerado y así terminar con los problemas económicos, pero afortunadamente sus hermanos siempre terminaban defendiendolo y salvandolo de un matrimonio infeliz.

Pero la desgracia no siempre se puede evitar… Un día se dirigía hacia el campo para ayudar a sus hermanos y justo en el momento en que iba caminando en dirección hacia la puerta, sus padres se encontraban hincados frente a unos guardias reales, estaba confundido, pues él estaba ajeno a los problemas que tenía su padre con el gobierno romano.

Su padre le contó brevemente que tenía una deuda y que si no se iba con ellos perderían todo por lo que se habían esforzado en los últimos años. Jimin no quería eso, no cuando sabía lo mucho que sus hermanos se habían esforzado trabajando aquel campo, así que agradeció que estos no se encontraban y accedió, de otra forma ellos nunca lo hubiesen permitido…

Y así fue como llego hasta el punto de casi ser devorado por un león y si no hubiese sido por el gladeador probablemente no se encontraría con vida.

—Hemos llegado.

—¡En serio!—Sonrió con entusiasmo, al mismo tiempo que detenía su paso detrás del pelinegro.

—Sí, ahora solamente queda bajar esta colina. He venido un par de veces a esa ciudad así que se donde se encuentra la casa de mi amigo.

—¿Cree que su amigo este dispuesto a recibirnos?

—Sí, él es una gran persona, aunque lo dudo de su esposa, pero estoy seguro que Hoseok terminará convenciendola.

—Me alegra mucho escuchar eso, no sabe las ganas que tengo de descansar, aunque me temo que eso será hasta que el sol se oculte.

—No creo que sea necesario, le pediré a Hoseok que te permita dormir, ya has caminado mucho, eres menor que yo y no tienes el mismo rendimiento qué yo, así que ya es hora que descanses.

—Estoy muy agradecido con usted, espero algún día encontrar la manera de devolverle todo lo que ha hecho por mí.— El menor sonrió, sintiendo su pecho cálido ante las palabras preocupadas del mayor.

—No tienes por que agradecer, en realidad creo que es al revés… me diste ese impulso para salir de aquella jaula de bestias. Tenía fama y gloria, era el mejor gladeador de todos, pero no tenía libertad, y en estos tres días que he estado contigo me he sentido libre y sin ataduras, gracias…

—Me alegra que este viaje nos ayuda ayudado a ambos, yo aún extraño a mi familia, pero estoy a salvo y vivo…

—Desde ahora nos apoyaremos mutuamente…—Propuso el gladeador al mismo tiempo que extendía su mano hacia el pelirosa, el menor asintió con una sonrisa para después tomarla y juntos bajar la colina.

Porque juntos enfrentarían al mundo…