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␥ 𝟎𓈒𝟏 ␥

Durante el día de fin de semana, nos movimos a la casa de la abuela Margarita.

Esa misma señora nos llenaba de regalos a más no poder, y más a mí qué ahora estoy a punto de cumplir 17 años.

—¡Jóven Geografía! —Habló con los brazos abiertos, feliz de vernos en la puerta de su casa. —¡Oh! Pero si también trajiste a mi hija y nieta.

Papá soltó una risa incómodo, bastante nervioso por como mi abuela lo había llamado.

—Señora Margarita. Mi nombre es Geo, no geografía.

—¡Pero si es lo mismo!

Mamá y yo nos reímos por lo bajo, entrando por completo a la casa y tener a mi padre murmurando cosas sin sentido.

—Lluvia, ven a darle un abrazo a tu madre.

—¿Lluvia? —Preguntó papá mientras dejaba en el suelo nuestras maletas y cerraba la puerta.

—Cómo el nombre de mamá es Rocío, le llama lluvia. —Le expliqué a papá tomando mi propia maleta escaleras arriba.

—Eso no tiene sentido.

—¡Si que lo tiene geografía! —Rio a carcajadas mi abuela, abrazando a mi madre con cariño. —Cuando Rocío nació...

Esa historia ya me la podía. Es una que me gusta mucho escuchar, ya que es del origen del nombre de mi madre.

Mi abuela es un sol de persona, un sentido del humor curioso pero muy puro.

Una de las razones por las que vinimos a vivir con mi abuela en este día, es porque ella misma nos dijo que la fuéramos a visitar. Y aunque a mi padre no le agrada del todo la idea de estar con mi abuela, no podía dejarnos con las ganas de pasar tiempo con ella. Después de todo es nuestra familia.

Subí a mi habitación teniendo en cuenta que pronto me llamarán para el almuerzo, así que solamente puse mi maleta en la cama y mi mochila que tenía en mi hombro, lo puse al lado de la puerta al salir, dejando la puerta abierta.

Bajé saltando feliz en cada escalón, escuchando las risas de mi abuela y las protestas de mi padre.

—¡Mira nada más! —Habló la mujer mayor a mi dirección. —Ya estás idéntica a tu madre cuando era joven.

Sonreí nerviosa, aunque bastante contenta porque de alguna manera me dijo "hermosa" a su manera. Y no es porque sea fea ni mucho menos mi madre lo sea; mi madre es pelirroja con rizos pequeños y bastante largos, ojos preciosos de color azul y una piel tostada, como si hubiera estado bajo el sol toda su vida. Un cuerpo bastante fuerte y bien curvilíneo, como si nunca hubiera nacido. Y mi padre por otra parte es un hombre alto, más que mi madre. Cabello castaño claro, liso (por lo que se ve cuando se peina sin necesidad de gelatina); ojos verdes y llenos de vida. Además que su piel aperlada lo hacía ver un hombre elegante.

Yo era una combinación de ellos.

Pelirroja y ondulado, ojos verdes y piel aperlada, con el ligero toque de hacer morena. No era ni tan alta, ni tan baja, teniendo en cuenta que soy más alta que mamá pero más baja que papá.

Y aunque suene tonto y descabellado, tenía un lunar en mi cabello, algo que supuestamente es común en los pelirrojos. Pues parte de un mechón era blanco, y si, eran "canas". Aquel mechón no era algo que me desagradara, lo veía más como: "Me lo tinte".

Mi abuela también era pelirroja, aunque su cabello estaba lleno de rizos pequeños, era corto, llegando hasta arriba de sus hombros. Y las canas también se le veían pero a ella se le veían mejor. También usaba la excusa que era tintado.

—¿Y solo a ella se parece? Ella saco lo guapa de mi.

Papá se quejó, cruzándose de brazos cuál niño castigado y viendo con aparente signo en su rostro de ofendido.

Mi abuela se le quedó viendo.

Y su carcajada salió tan limpia y pura que sus manos sostuvieron su estómago.

—Eres muy gracioso, geografía. —Limpió una verdadera lágrima de tanto reír. —Pero mi hija es mucho más guapa que tú.

—¡Mamá!

—¡No me hables en ese tono, lluvia!

Me quise reír de la situación. Sin embargo, mi abuela me sostuvo de los hombros y con una mano bajo mi mentón me obligó a ver a mis padres, mientras que él rostro de mi abuela estaba al lado del mío. No podía verlo, pero si que sentía una sonrisa burlona en sus labios.

—T/N se parece más a mí.

—T/N no está tan vieja...¿O sí? —Dijo mamá cruzándose de brazos, notando sus ojos que se paseaban al rostro mío y de mi abuela.

—¡No estoy vieja!

En esta ocasión no pude aguantar mi risa, soltando una carcajada desde mi interior y sostener mi estómago.

—No te rías, T/N. —Se ofendió mi abuela, haciendo un mohín en sus labios. —¡No te rías más!

—Y-Ya...

Sabía que era todo una broma, que por desgracia termine implicada.

Mi abuela es muy divertida, papá no le gustaba venir aquí porque mi abuela se lo tomaba todo en forma de broma, y era mejor así. Mamá decía que cuando se enojaba, el mundo ardía.

—Bueno, entonces ¿quieres lasaña o prefieres pizza?

Aquello llamo toda mi atención, fingiendo que no escuchaba y me iba al refrigerador a tomar un vaso de agua helada. Mi abuela consentía a mi mamá, desde que perdió a su primera hija se prometió que le daría el doble de amor y cariño a mamá, y claro. Eso implica quedar en segundo plano.

—Que decida T/N. —Bueno, tal vez no tan seguido plano.

—¡Pizza! —Le respondí a mi abuela.

—¿cómo es que está niña no a engordado con tanta comida chatarra?

Sonreí y le ofrecí a mi papá agua mientras le respondía.

—Pues porque el amor de mi familia me hace caminar mucho.

—¿Caminar? ¿Quién te hace caminar, T/N? —Preguntó molesta mi abuela, teniendo los ojos ya puestos en mi padre.

Mamá rodó los ojos y me hizo guardar el agua de nuevo en la refrigeradora, luego me saco de la cocina por los hombros guiándome a la sala de estar y sentarme en el sofá.

—¿Por qué no miras televisión? Estoy segura que es hora de tu serie favorita.

Me tendió el control remoto esperando que lo tomara, y así hice para luego irse a la cocina a evitar la quinta guerra mundial.

Encendí el televisor, dejándome con la intriga de que estaba justamente en un documental de aquel niño que se había dado por muerto.

Y es que por extraño que parezca, el niño que se auto proclamó: asesino de monstruos. Había "fallecido" hace más de treinta años. Y lo fascinante de ello es que conserva la edad de 12 años, pero en su comportamiento no daba ese alucinante dato.

Su postura era recta, mantenía una sonrisa extrañamente escalofriante y sus ojos siempre eran ocultos por la sombra de su cabello castaño que caía en su frente.

Chara, ¿nos puedes describir cómo eran los monstruos?

Chara sonrió aún más, acomodándose en su lugar.

Hay de toda variedad, más de lo que puede imaginar. Su cabeza se giraba a la cámara, dando una sensación de terror, más aún si no podíamos ver sus ojos. —Hay algunos altos, otros bajo, uno más fuerte que otro.

¿Cómo sobreviviste casi cuatro décadas?

El reportero jamás alzó la mirada, aunque es que tampoco el camarógrafo le tomara más importancia a las reacciones del reportero.

La determinación de una persona puede llegar hacer maravillas, ¿Lo sabía?

El tono de Chara con el tiempo se iba oscureciendo, dejando hasta cierto punto dejar de escucharse al de un niño. Sus manos que estaban a cada lado de su torso, poco a poco fueron llevadas hasta su regazo y ser juntadas entre sus dedos.

Se veía muy relajado, más aún cuando poco interés le daba a las preguntas que le hacían.

¿Conocistes a otros niños?

¡A muchos de ellos los ví morir! Disfrute como a uno a uno los iban sacando del infierno.

Esa respuesta en definitiva no paso por alto a ambos hombres que estaban ahí. El camarógrafo alejo la toma del niño, notando como el reportero pasaba su mirada de confusión y desconcierto a su otro compañero.

¿A qué te refieres con que los viste morir? Preguntó un tanto dudoso.

Los ví morir a uno por uno, no pude hacer nada ya que no tenía la fuerza suficiente para matarlos yo. Su sonrisa dejó de ser humana, un estado de pánico comenzó a aumentar dentro de aquella habitación en la que estaban y Chara simplemente elevó su mano. —Los monstruos no están en el subsuelo. ¡Oh! Por supuesto que no. Los humanos son los verdaderos monstruos.

¿E-Entonces por q-qué dices que mataste a los monstruos...?

Incluso desde donde estoy podía sentir el pánico y el terror que sentían aquellos hombres, uno comenzando a entrar en terror, listo para irse de ahí.

Sino lo hubiera hecho...Se pauso así mismo, notando como aquella sonrisa brotaba un líquido negro y espeso, dejando salir una risa realmente maniática y verdaderamente perversa. —J A M ÁS H U B I E R A P O D Í D O M A T A R A L A H U M A N I D A D.

Los hombres se levantaron de dónde estaban en cuanto un cuchillo repentinamente apareció en la mano alzada de aquel –aunque no tenga ya la apariencia—, niño.

Pronto aquel ser se abalanzó al reportero, empuñando con firmeza el arma entre su mano enterrandosela en su pecho. El que grababa grito del horror, cortándose así la transmisión.

«¡No te vayas a desmayar!»

—T/N...¿Te dormiste tan rápido?

Mi cabeza daba vueltas, un sabor amargo apareció en mi boca y mi garganta ardía.

—¿Cómo no? T/N vómito.

—¿Qué? ¿Cómo que vómito mi hija?

Abrí mis ojos a más no poder de golpe en cuanto mi conciencia golpeó abruptamente mi cabeza, sin mencionar el extraño revoltijo que se hizo presente en mi estómago. Me levanté, sentandome en el sofá y llevándome mis manos a la boca cerrando la vía de escape del nuevo regurgitamiento que se avecinaba.

—¡Va a vomitar de nuevo!

—¡Quítate y dame permiso!

Mamá apartó a papá de un empujón haciendo que se golpeara el brazo contra el televisor, y aunque el televisor era una pantalla plana, de alguna manera cambio el canal al de las noticias, dónde al ver a un periodista fuera de un edificio detrás de muchos policías hizo que mi malestar me abandonará por la suma atención que le dí.

Nos informan que el niño, llamado Chara, ha asesinado a 20 personas dentro del edificio Rollers.

—¿El niño de ayer? —Preguntó mamá consternada.

—Parece que sí. —Respondió papá sobándose el brazo.

Ante eso, en ese instante, supe que no lo soñé.

La policía indica que hay un genocidio dentro de las instalaciones Rollers. Parece que quieren hacer un contraataque intentando detenerlo. Sigan viendo para mayor información.

—Oh no. —La abuela con el mando en sus manos cambió el canal, siendo el canal de cocina mexicana en el que dejó. —Se van a estar que queremos ver cómo matan a personas.

Confundida, y llena de temor me fui al baño siendo seguida por mamá.

Mi cabeza daba vueltas, recordando la sangre que se derramaba en el suelo de aquel estudio. El miedo invadió mi ser y en definitiva, me desmayé.

Mi estómago se revolvía, pidiendo a gritos que dejara salir todo el desayuno que había ingerido en la mañana, por lo cual, a toda prisa fui al baño.

Al llegar no tarde en desechar todo.

—¿Cómo te enfermaste? Hasta hace poco es que estabas bien...

Las palabras preocupadas de mamá me hacían sentir por el hecho de que no quería decirle que era por culpa de ver justamente como asesinaban a dos personas "inocentes". Bajé la cadena y con agotamiento mira a mamá.

—Supongamos que es el cambio de altura...—Mencioné acercándome al lava manos, tomé mi cepillo untandole pasta de dientes y a través del espejo miré a mamá intentado tranquilizarla. —Recuerda que estábamos cerca del Monte Ebott.

Ella soltó un suspiro, no del todo convencida de mi respuesta.

—Aun así, es la primera vez que sucede. ¿No prefieres regresar a casa?—Termine de negar con la cabeza, lavando mis dientes y seguir pendiente de mamá atraves del espejo. —Esta bien, me dices si te ocurre algo más. ¿De acuerdo?

Asentí con la cabeza.

Mamá salió del baño, dejándome mi tiempo para lavarme los dientes.

Siendo sincera, aquello de la televisión me dejó boca abierta. No me esperaba para nada lo que ví, sin mencionar que fue como una especie de película de terror. Aunque más que de terror, fue sangrienta.

Un escalofríos recorrió mi ser. Negándome a recordar los acontecimientos de hace unos –quiero suponer– minutos atrás.

Fue perturbador ver a un niño tener tal fuerza como para enterrar un cuchillo en el pecho de un hombre adulto. Y aunque fuese un niño, sigue siendo perturbador. En ningún momento me espere ver eso, y menos verlo tras el televisor de la abuela; la abuela se mantiene viendo recetas de cocina, casos de viejas chambrosas y otras cosas para el entretenimiento de ella. Jamás lo dejaba en el canal de documentales o noticias.

¿Cuál fue el motivo en el que puso a ver el documental? Sea cual sea, tuve la desafortunada oportunidad de presenciar un asesinato, y quizás, hasta genocidio.

—Mientras esté lejos de la televisión estaré bien.

No lo creo.

Mis ojos se abrieron. Solté el agua de forma escupida elevando mi vista al espejo, llevándome la enorme sorpresa que detrás de mi. Había un niño.

Del pánico solté el cepillo y me giré, pero no había nadie; mi corazón dio un vuelco enorme sintiendo los duros golpes en mi pecho, indicando que saliera corriendo o que gritara. Mi respiración se agitó, lista para gritar. Y cuando me fijé de nuevo en el espejo, ahí estaba de nuevo.

¡No grites!

Y precisamente no hice caso.

Grité tan fuerte como mis pulmones me lo permitieron. Señalando con mi dedo el espejo al niño, mientras que aquella figura cubría sus oídos con sus manos y un ceño fruncido de la molestia de mi grito.

¡¡Te dije que no gritaras!! Me miró con molestia. —¿¡Qué acaso no sabes el significado de: "no gritar"!?

Por la falta de aire deje de gritar, pero por inercia me alejé del espejo golpeándome con la pared detrás de mi.

—¿¡Quién eres tú!? —Mis manos temblaban, mis ojos no sabían ni siquiera que ver y que no. —¿¡Qué rayos quieres de mi!?

—¿¡T/N!?

A lo lejos escuchamos la voz de papá preocupado. Sabiendo que subiría corriendo en cualquier momento. Y aquel niño angustiado por ello, me miró y con el sentimiento afligido me miró.

¡Te puedo asegurar que no soy nadie malo! Tras escuchar los pasos apresurados de alguien subir se acercó más a mí, provocando que me hiciera más para atrás, no pudiendo lograr mi objetivo. —Mi nombre es Frisk y te explicaré todo cuando estés tranquila, ¡te lo prometo!

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