╭Capítulo único╮
Su semblante tan frío como su hogar se vio opacado hasta desaparecer por uno de absoluta sorpresa.
¿Acaso estaba sumido en un profundo sueño? Y si es así; podría catalogarlo como el peor que ha tenido. Ha contado con tantos sueños extraños e incluso unos con trasfondos turbios que se catalogaría como pesadillas debido a las diversas escenas que se producen bajo su subconsciente al estar bajo el efecto del sueño, aquellos sueños tan grotescos se hicieron solo tonterías con el golpe que sintió, un terrible cubo helado impacto consigo mismo hasta lo más profundo de su ser, llenándolo de un centenar de emociones en ese mismo instante.
Lo único que pudo limitarse a hacer fue dedicar una tensa, pero casi imperceptible sonrisa mirando al par de individuos frente de sí, esperando y deseando despertar en cualquier segundo.
Ese deseo no se cumplió.
El menor de los tres presentes que momentos atrás se le notaba bastante nervioso por la reciente noticia a la que dio anuncio, esbozo una sonrisa de vuelta a su contrario estando más aliviado con el asunto, apretó con más fuerza-pero sin llegar a ser brusco-la mano de su pareja.
—Es un honor conocerlo finalmente, Omsk.— Saludó cordialmente la tricolor de parche con la forma peculiar de una linda estrella —Deutschland estaba muy ansioso porque ambos nos conociéramos.
Esta le dedicó una amistosa sonrisa, una sonrisa que le llenó de una abrumante inseguridad que sería imposible de describir.
—El... El gusto es mío, Chile.— Intentó ser amistoso de igual forma, pero sólo llegó a sonar tosco y sin ganas, cosa que el alemán no pasó por alto.
Es qué ¿Acaso no le agradaba la idea de encontrar a alguien para amar y ser amado?
Inevitablemente no pudo evitar sentirse mal por pensar aquello.
—Bueno, fue un placer.— Agregó el pájaro eslavo repentinamente haciendo una pequeña reverencia —Pero tengo un par de asuntos por resolver urgente.
Ante eso la suramericana hizo una reverencia para despedirse con educación, por otra parte el alemán frunció su ceño levemente triste por lo dicho.
—¿Te vas, tan rápido? Quería que pasáramos el día juntos.— Replicó mirándolo fijamente.
Omsk negó silenciosamente moviendo su cabeza de un lado al otro dando unos breves y cortos pasos hacia atrás sin darles la espalda.
—Lo siento, Deuts.— Agregó sin acceder mencionando aquella abreviatura a su nombre completo que le había otorgado años atrás —Es importante, te prometo que nos veremos otro día.
Sin dar, ni esperar respuesta se dio media vuelta para caminar en dirección contraria no sin haber dado antes otra reverencia para despedirse, sin dejar replicar o darle una despedida al alemán quien sólo se quedó estático en su lugar viéndolo irse.
Ya estando lo suficientemente lejos su expresión tan pacífica se desvaneció por completo dejando a la vista una de completo tormento. Pensando con claridad, esa era la razón por la cual el actuar del alemán cambió drásticamente desde que volvió de su estadía lejana en américa del sur hacía un mes por el asunto territorial.
¿Qué había pasado?, no, corrección ¿Cómo había pasado?
Para Omsk siempre había sido imposible que esto ocurriese, el indómito corazón de Kaiser no cedió ante nadie jamás, pero su creencia fue destrozada como una baya siendo pisoteada en el suelo.
Sintió su pecho oprimirse al recordar el cómo la pareja se tomaba de las manos con excesivo cariño, podría calificar esa sensación molesta, demasiado molesta y para el colmo, dolía más que cualquier otra cosa. Al instante sintió como sus brillantes ojos ardían y su vista se nubló, talló sus ojos con brusquedad deshaciéndose de las saladas lágrimas que inundaron sus orbes.
Había aprendido algo nuevo, había aprendido el cómo era la sensación de la tristeza. Un sentimiento del cual siempre se había sentido ajeno, uno que jamás sentiría, pero la vida siempre fue una hija de perra y lo golpeó con aquella emoción.
Dicen que el tiempo cicatriza una herida con eficacia.
Pero este no es el caso, un sentimiento nuevo tan inestable como ese sólo empeoró para el ave.
Frunció el ceño ligeramente molesto, clavó con auge las filosas garras de sus pequeñas patas sobre la rama del gran árbol observando directamente a la pareja de enamorados charlando acurrucado uno sobre el otro.
Ya hasta tenía la cuenta pérdida de cuánto tiempo pasó ¿Dos semanas? no lo recordaba, ni le importaba, sólo le interesaba el deshacerse de su dolor, del dolor que le causó Chile al ser parte de la ahora pareja. Se sentía apartado, no podía sacar de su mente el que solo tuvo oportunidad de estar con Deutschland una vez en ese tiempo sin que la chilena estuviera con el menor o viceversa.
Se sintió culpable consigo mismo, era su culpa que esto haya sucedido, si tan sólo hubiera aceptado ir al sur de américa jamás hubiera terminado con Chile como pareja, pero su propio capricho al tener cierto repudio al sol y el excesivo calor lo abstuvo a quedarse en paz en sus tierras esperando la llegada de su compañero.
Fue un error dejarlo solo y estas eran las consecuencias de eso.
La imagen del alemán apenas regresó se hizo presente en sus recuerdos, y con eso cada detalle después de eso. Su repentino cambio no era muy notorio en general, pero sí para él, la cantidad exuberante de cartas que frecuentaba seguidas eran extrañas, y más cuando el menor meditaba más la escritura de cada una llegando al punto de reescribir un par más de una vez, consumiendo horas y horas dejando de lado a Omsk.
Tristeza, ahora conocía lo doloroso que era, le arrebataron el tiempo con quien más ama. ¿Acaso todas esas horas al día en las que se divertían acabarían tiradas y olvidadas?
Sintió miedo y angustia de tan solo imaginar ser reemplazado, lo carcomía dejando un vacío en su interior similar a una carcasa, una carcasa de sentimientos negativos.
Era su culpa, era su culpa, era su culpa...
Lo meditó un momento, ¿De verdad había sido su culpa? ¿Hizo algo mal para ser reemplazado?
La respuesta era evidente; No.
Pues claro que no era su culpa, sabía lo inestable que podía ser el portador de la cruz de hierro respecto a sus frágiles sentimientos; Tan puros como una reluciente gema codiciada por muchos y así mismo incluyéndose, pero aún así, a pesar de ser frágiles, era imposible de tocar.
Bueno, el imposible fue deshecho con la llegada de Chile.
Con esto dicho, era imposible que alguien lo tomara con tanta facilidad, la tricolor había hecho algo para tenerlo casi a su merced. Debió haber sido magia india, ya que según el fallecido Imperio Español los aborígenes poseían brujería de algún tipo. En un inicio esto le pareció una completa estupidez, quizá el imperio ya estando al borde de la locura le intentó dar una explicación a la independencia de sus hijos proclamados como virreinatos.
Probablemente no estaba tan loco como creía.
Una corriente eléctrica recorrió cada esquina de su espina dorsal e inmediatamente miró al dúo sentado a un par de metros de distancia bajo suyo, aproximadamente unos tres metros. Oyó el cómo se reían juntos de algo dicho por la hispanohablante, ese debía ser su lugar y lo sabía, estaba más claro que el agua.
Ella y Deutschland reían juntos tan solo hacía un par de semanas, disfrutando de la compañía que le disponía el otro, podría describirlo como simplemente algo perfecto.
Necesitaba recuperar todos esos vividos momentos con su amigo. Sus iris pérdidas se posaron sobre la pareja, reflexionando sobre sí mismo.
Su expresión se deformó a una levemente enojada, finalmente dándose cuenta de que en sí no había nada de malo consigo mismo, desde un inicio él y Deutschland fueron como dos piezas de un puzzle perfectamente unido, pero su pacífica y perfecta unión se vio destrozada por un tercero.
Esa simple, pero exacta observación hizo que cada uno de sus pensamientos hiciese click como un encendedor. Cómo corona de dicha situación, en ese mismo momento la americana y el europeo se estaban proporcionando un grato roce de labios rebosante de amor, tan lleno de amor que sólo pudo causarle rabia contemplarlo.
La dichosa escena lo llenó de una desbordante ira, una ira que no se había desatado en unos larguísimos años. Hasta ahora, después de dos semanas aproximadamente lo tenía claro y se había tardado demasiado en entenderlo.
Todo, absolutamente todo era culpa de Chile por aparecer en sus vidas y estropear su relación.
—Chile...— La pronunciación de dicho nombre se le hizo tan desagradable e irritante, esa amable sonrisa y todo el carisma que irradiaba de ella era estúpidamente irreal.
Aún seguía sin creérselo ¿Cómo pudo estar deprimido tanto tiempo, sí la respuesta a su problema y dolor era tan simple? Quizás fue la impresión del momento, pero ahora, después de meditarlo estaba seguro de y lleno de rabia en su interior.
Nadie merecía a Deutschland, absolutamente nadie lo merecía, ni a él, ni a todo su afecto tan puro, ese amor tan puro no era para nadie.
Podía decir con seguridad qué; Ni siquiera Prusia recibió tanta atención.
Extendió sus distinguidas y resaltantes alas tal cual reluciente rubí y emprendió vuelo por los altos cielos impregnados de tonalidades naranjas tirando a púrpura. Tenía mucho trabajo que organizar para obtener de vuelta la cercanía de su amado tricolor de elegante uniforme y entre más pronto comenzara, más pronto recuperará tan amados momentos.
La única forma de acabar con la relación era deshacerse de la chilena a como dé lugar, sin importar cómo sea, no había otra opción y se negaba rotundamente a ser reemplazado y olvidado.
Mientras revoloteaba sobre las nubes, ideaba alguna forma efectiva de llevar a cabo su cometido. Omsk no era estúpido, sí quería hacer algo, lo haría de la forma correcta: Devolviendo parte de su sufrimiento para vengarse de ello.
No sería fácil, pero lo haría y aprovecharía al máximo.
No sería mucho de esperar el momento indicado para efectuar su simple plan para acabar con la vida de la chica de parche.
El atardecer se hacía presente, el brillante y cálido sol se desvanecía ocultándose detrás de los altos pinos cubiertos de los fríos, pálidos y húmedos copos de nieve, un escenario perfecto para contemplar en compañía.
Cosa de la que se le había sido privada.
—сукин сын.(Hija de perra)— Maldijo el eslavo de plumas rojizas al bicolor cielo sobre él, enterró sus garras a la fina rama del pino con cólera.
Hacia los últimos días—tres para especificar—que un sentimiento ajeno a la ira y tristeza no se presentaba en su ser. Hasta ahora no tenía algo exacto para deshacerse del estorbo que tenía atado a su amigo, pero de algo sí estaba más que seguro y era que su corazón pronto dejaría de latir.
Descendió al suelo recuperando su forma humanoide, caminando en dirección a la casa que estaba frente suyo.
Al tocar la puerta de la residencia alemana, el eco del golpe que dio se oyó por todo el hogareño interior, de inmediato se escuchó un golpeteo en el suelo debido a la suela de la gruesa bota que chocaba en contra de este.
La obscura, pero elegante puerta se hizo hacia atrás, el eslavo fue recibido por el respetable padre de su amado Kaiser, Prusia.
El de casco le miró de mala forma, no le era par nada grata su presencia en ningún lugar, ya que éste tenía muy en claro las intenciones que el ave tenía con su pequeño.
—Días sin verte.— Mencionó el prusiano con su usual tono serio, el cual llegaba a intimidar bastante a quién no le agradaba, y Omsk era uno de ellos —¿A qué se debe tu repentina visita, ruso?.
El cardenal frunció el ceño, no le era agradable que le dijeran ruso y menos de una forma tan despectiva como lo hacía el bicolor, le enojaba que le llamara así, ya que, Prusia también llamaba así a Zarist y le era repugnante ser denigrado al mismo nivel que el imperio.
—Señor Prusia, he venido a ver a mi querido amigo Deutschland ¿Me permite pasar?.— Fue lo más educado posible, a pesar de que le enoje él como el de parche de águila lo trate es inevitable no sentir temor de él.
El germano, arrugando más su entrecejo se hizo a un lado permitiéndole el paso, el pájaro agradeció y seguido de eso se encaminó dentro para ir en busca de su querido amigo.
—Están en la biblioteca.
Asintió a las palabras dichas por Prusia y fue en dirección a la biblioteca.
Apretó con fuerza el arma que estaba en el bolsillo de su uniforme de colores café, ese maldito ‹Están› tenía marcado el nombre de Chile en todos lados ¿Acaso no tenía un territorio del que hacerse cargo?.
Estando frente a la puerta oyó unas risas seguidas de una afirmación, definitivamente eran ellos, es decir ¿Quién más podría ser?
Y no se equivocaba, ahí estaba el par de enamorados, sentados uno junto al otro en el suelo recostados sobre la estantería repleta de un centenar de diversos libros en géneros, colores y tamaños. Ambos leían el mismo libro entusiasmados.
Esa escena solo lo hizo sentirse peor, el arma entre su mano parecía que podría llegar a deformarse—cosa físicamente imposible—por la presión que había sobre ella.
La pareja fue sacada de su burbuja al oír el girar de un revólver.
Tal como una ruleta, una ruleta manejada por un ruso.
El primero en reaccionar fue el alemán levantando su vista seguido de su novia de parche, el primer mencionado cerró su libro ansioso con cierto entusiasmo, sobresaltado al de lengua española.
—¡Omsk! ¿Iremos a practicar tiro?— Exclamó con una sonrisa el menor, debía admitir que claramente extrañaba ese tipo de actividades, así que era evidente que le llenó de suma emoción ver el arma entre las manos del ave para invitarlo a salir.
‹Sí, y me gustaría que el blanco sea tu novia›
Pensó el eslavo esbozando una sonrisa y asintiendo a la pregunta que le habían hecho, ya era momento de mostrar que era mucho más importante que Chile.
La americana sólo admiraba al par prestando mucha atención, siendo interesante la relación tan cercana que ambos tenían, llevándose tan bien. Esbozó una cálida sonrisa y un tenue sonrojo se hizo presente en sus mejillas al ver como su amante sonreía con emoción, sin duda alguna, a sus ojos, era perfecto.
—¿Te gustaría venir, Kuchen?.— Invitó Deutschland, de inmediato la mirada del ruso se oscureció e hizo una mueca que no fue notada por el resto.
—No gracias.— Negó junto a un movimiento con su mano derecha negando nuevamente, se suponía y tenía claro que era una actividad especial entre ellos, no iba a estropearlo —Me quedaré con Prusia, ha quedado en enseñarme algunas cosas sobre uniformes, ya sabes, para hacerlos yo misma.
—Está bien, nos vemos más tarde.
Después de la dicha despedida, se dieron un corto beso en la mejilla. Los más altos desaparecieron por el pasillo con armas en mano, ya con ello en posesión no cabía duda que sería una noche muy entretenida.
Ya estando abajo, el alemán le dedicó una corta mirada a Prusia antes de hablar.
—Saldré con Omsk, Chile se quedará para que le enseñes algunas cosas.— Explicó brevemente mirando a su padre de tez bicolor, quien solo se limitó a asentir y cerrar el libro que traía en sus manos para dejarlo a un lado y levantarse.
—No tardes, ya está oscureciendo, no tardará en hacerse completamente de noche.— Avisó con seriedad, el menor ni siquiera se dignó a devolverle la mirada o responder algo para indicarle una afirmación, simplemente ignoró lo dicho por él.
Desapareció por la puerta sin más, el eslavo hizo un movimiento con su mano libre despidiéndose y cerró la puerta tras de sí, dejando al pobre prusiano solo con las palabras en la boca, de un amargo suspiro tomó un par de agujas junto a otros materiales para continuar la noche en compañía de la chilena.
Por otra parte, el par de amigos iban en una caminata silenciosa, disfrutando de la velada que se les avecinaba, el cielo de colores violáceos anunciando la noche era lindo junto al contraste del relajante sonido producido por la nieve que se hallaba descansando sobre el vivo césped.
El pájaro tenía una amplia sonrisa marcada sobre sí, se le notaba finalmente muy animado, aunque la presencia del enojo seguía sumamente presente ya no era notoria la existencia de este.
La mano del menor sobre sobre el ropaje uniformado de su torso lo atajo de sus pensamientos, el primer mencionado cargó el arma e hizo una señal con su mano izquierda mencionando que bajaran el tono de su descuidada, pero cómoda caminata. Acatando dicha orden, se que quedó quieto y cargó su arma, idóneo a oír con mayor atención el silencio del espacio.
El tricolor alemán miraba un punto fijo no muy lejos de la ubicación donde se hallaban, alzó su arma con ambas manos concentrándose en lo que sea que estuviera viendo, su dedo índice se posó en el frío gatillo del arma tirando de este con lentitud y segundos más tarde disparó para regresar a su rígida posición acomodando el arma sobre su espalda.
—Vamos a ver.— Indicó abriéndose paso en dicha dirección, siendo seguido detrás por Omsk.
A medida de que sus pasos se acercaban en dicha dirección los quejidos junto a una pesada respiración , claro, con ciertas maldiciones de por medio se hacían más audibles.
—Un soldado de Zarist.— Señaló el siberiano apuntándole directamente a la cabeza para que este no se moviera —¿Qué haces por éstos lados, Zarista?
El soldado gruñó dolorido y escupió sangre con rabia que se mezclaba con asco —Я не буду говорить(No hablaré)— Respondió como pudo removiéndose un poco y presionando la herida de la bala a un costado de su abdomen bajo.
Omsk, disgustado con esas palabras frunció el ceño, sabía que los asquerosos soldados de su territorio eran como una piedra, normalmente sin importar qué se rehusaban a hablar, a su lado, Kaiser asintió dando a entender que podía proseguir.
—Qué el infierno se apiade de tu miserable alma, Zarista.— Recitó el ave para empuñar con ambas manos la preciada espada del germano.
El soldado se estremeció al ver la filosa espada de mano y media hecha de acero, la cual brillaba con el reflejo de la dominante luna que reinaba en el cielo siendo la única espectadora del acto que se llevaría a cabo. Tragó grueso al ver como el de plumaje rubí levantaba ambas manos haciendo más intenso el brillo del metal, por instinto cerró sus ojos aterrado esperando el impacto del filo con su cuello para darle una muerte indolora e inmediata, pero, ese impacto jamás llegó.
Al contrario, sintió su delgada y pálida piel separarse a causa de un profundo corte en su yugular, del cual no pudo reaccionar con un grito debido a su degollamiento, su lapso de vida no sería mayor a un minuto.
El ruso sintió su garganta llenarse de un líquido cálido que bien conocía impidiéndole la obtención de oxígeno a sus pulmones, sin contar el ardor y dolor del corte. Desesperado, el adulto hizo presión sobre el limpio corte en su cuello en un inútil intento de detener los borbotones de sangre que se desparramaban sin piedad sobre el albino suelo. Era tanta la cantidad que incluso su boca estaba repleta y el olor a metal era abrumador, era simplemente desagradable ver la expresión de terror y desesperación reflejada en sus ojos.
—Бог не поможет тебе (Dios no te ayudará.)— Negó el ave cardenal para ponerse a la altura del demacrado Zarista arrodillado en el suelo, el pobre y desgraciado le miraba suplicante, arrepentido de negarse hablar. El siberiano, sin expresión alguna aplicó la clásica técnica asiática japonesa conocida como "Hanakiri", un corte profundo por todo su abdomen destripándolo al instante a su víctima que con su último y doloroso aliento tosió antes de caer inerte al suelo, salpicando sangre al ave.
Deutschland, expectante admiraba aquella grotesca escena sin expresión alguna, aún estando de pie un par de pasos atrás, sin demostrar ni el más mínimo signo de empatía por el ahora penoso cadáver.
Omsk levantó su rodilla del suelo, apoyó su peso sobre la espada enterrándola en la pintada nieve color carmesí, deshaciéndose de gran parte de la sangre que manchaba el acero.
—Este debe ser uno de otros que debieron haber venido.— Murmuró el adulto alado, devolviendo la espada a su correspondiente dueño quien la tomó sin decir una sola palabra, limitándose a asentir y cargar su arma nuevamente.
Debían admitir que había sido extraña la tranquilidad que habían tenido durante las últimas semanas, quizá esperando un baje de guardia para tomar el momento indicado y atacar, pero fue conveniente que al tener una salida para practicar encontraron unos blancos más interesantes.
Continuaron su caminata en completo silencio atentos cuidándose el uno al otro ante cualquier otro soldado posiblemente escondido. Sin importar que pudieran estar en peligro al exponerse de esa forma, le restaron importancia ya que estaban acostumbrados a estar en dichas situaciones, que en lo personal de ambos, era un lindo pasatiempo para pasarla juntos como los amigos que siempre han sido.
De no haber sido por el eco vacío de armas siendo portadas en mano durante una sonora caminata resonando por la zona se hubieran retirado por lo aburrida y silenciosa que se había tornado la noche, los pasos en un ritmo exacto, tan perfectamente sincronizados se hacían más lejanos con cada paso, parecía que iban en dirección contraria a dónde suponían que tenían ordenado dirigirse los soldados.
Extraño, fue lo que pensaron ambos al notar ese pequeño detalle. Aún así, no dejarían escapar a los condenados invasores encomendados por Zarist, por esa misma razón el ave aceleró su paso hasta casi llegar a un ligero trote, perplejo, su compañero parpadeó un par de veces por la reacción contraria para seguirle por detrás.
No fue sino hasta que un bramido animal se hizo presente, se oyeron los murmullos alterados y enojados en ruso por parte de los soldados que estaban buscando, se detuvieron por la impresión, la sangre del hijo de Prusia hirvió con furor, no era suficiente con invadir su territorio para ir e intentar asesinarlos, sino el hecho de atacar también injustamente a su amada fauna.
—Su fecha de muerte acaba de ser marcada, su existencia jamás será recordada.— Reseñaron ambos al mismo tiempo, tal como una frase escrita por la mismísima muerte para darle fin a un alma declarando el fin.
Y de cierta forma así era, cada vez que declaran una fecha de muerte debían cumplir como fuera su palabra y darle fin a la vida de dicha alma.
No tardó mucho para que los dos se acercaran lo suficiente para dar inicio a la masacre del resto de zaristas, alarmados, los soldados se escondieron detrás del árbol más cercano a su posición luego de ver caer muerto al primer par de sus compañeros.
El silencio reinó de nuevo en la oscura, pero brillante noche, con tan solo las respiraciones de las agitadas de las ahora presas de la muerte, quienes sabían que estaban siendo emboscados, uno de los tres soldados con vida aún restantes, asomó su cabeza para tener una rápida, pero breve visualización de algún indicio de los causantes y así esperando encontrar algo que sea útil para evitar su muerte.
Disparo, sin embargo no se propagó una reacción aparente a lo que hizo, el ambiente se hizo pesado y de inmediato supo que algo no estaba bien.
Escuchó un revoloteo sobre sí encontrándose con una pequeña ave, que lo miraba curiosa ladeando su cabeza. Reconoció de inmediato el tipo de ave común en zonas americanas, sonrió al ver cómo extendía sus alas dejando expuestas sus plumas brillantes color rubí, ignorando el hecho importante de qué; estaba en el territorio de Deutsches Reich.
Un simple error que no podría lamentar ya que en menos de un parpadeo, aquel pequeño y hermoso cardenal se hizo del doble de su tamaño haciéndolo ver más atemorizante junto a aquella forma humanoide. Por inercia, soltó el arma tembloroso por el terror, su pavoroso mirar se posó inconscientemente en los escalofriantes orbes blanquecinos brillantes como un foco de Omsk.
Su respiración se hizo errática, sus piernas flaquearon sintiéndose desfallecer. El eslavo sentía como su corazón latía como si fuera a explotar por la rapidez del bombeo de sangre, el pánico se presentó extendiéndose hasta cada rincón de su cuerpo. Desesperado por el pavor, se dio media vuelta en el mismo sitio quedando frente al grueso tronco del frondoso abeto.
Sus descubiertas manos de largos dedos se apoyaron con fuerza en la superficie rugosa, para seguido de eso contraerlos y levantar sus manos para repetir dicho movimiento, haciendo fricción con sus semi-largas uñas a éste repetidas veces como si de un canino aterrado se tratase para huir o pedir auxilio. A pesar de ello, victima del sentimiento, experimentando el hecho de estar atrapado teniendo como impedimento de su libertad aquel tronco de casi dos metros de diámetro repleto de ramas horizontales gruesas. Sus delgados dedos no tardaron en estar repletos de sangre por la fuerza de fricción, más la velocidad con la que ejercía tal acción sin olvidar las pequeñas, pero punzantes astillas que se atascaban en su piel por el hiponiquio, sus uñas ya levantadas eran horribles, a pesar del insoportable ardor y dolor, la adrenalina y el terror eran mayores impidiendo que se detuviera.
Omsk, atento a cada movimiento traía una sonrisa marcada sobre sí, disfrutando de la desesperación ajena por intentar escapar de él, su mano derecha cubierta de plumaje rojizo tomó posesión sobre el pálido cuello ajeno e hizo presión sobre este con la intención de acabar con el paso de oxígeno a los pulmones del indefenso humano cual apenas al sentir el tacto suave tacto se estremeció reaccionando para intentar liberarse del agarre manchando de carmesí el plumaje del ave.
El aire comenzaba a ser escaso haciéndole perder la fuerza de agarre, ante la sumisión del zarista al de ojos blanquecinos se le ocurrió una interesante idea. Con fuerza levantó el cuerpo con su mano derecha acercando y dando un brusco golpe del rostro del eslavo contra la madera superficialmente rasgada y astillada, se oyó un casi inaudible gemido de dolor, pasando olímpicamente de este, con fuerza Omsk comenzó a arrastrar de arriba hacia abajo su rostro.
El uniformado zarista movía sus piernas y brazos con desesperación, más era inútil, Omsk tenía una fuerza descomunal, a medida de cada movimiento la expresión del siberiano se transformó de una divertida a una enojada con una sonrisa tan escalofriante digna de un demonio, por lo tanto el manejo del inmóvil cuerpo ya destrozado también cambió a uno más brusco. Ahora el desliz era más pausado, pero la presión era superior.
Al cabo de un par de minutos con la respiración agitada dejó caer el cadáver sin rostro al suelo. Desde ahí observó con detalle el tronco utilizado del abeto que se hallaba más desgastado por ese lugar usado, goteante de cálida sangre que se iba semi congelando por su delgadez expuesta al frío, el olor a metal inundó sus fosas nasales y miró al soldado sin rostro, nadie podría identificarlo, no había forma.
—¿Ya acabaste?.— La voz del alemán lo sacó de su trance, se dio vuelta y asintió dejando la escena desagradable atrás. Por su parte el alemán ya había dejado muertos a los dos soldados restantes de una muerte indolora, aún así aseguró que no tuvieran pulso usando la bayoneta.
—Sí, lo siento, sólo extrañaba esto.— Mintió esbozando una sonrisa, que su amigo correspondió al instante, el pájaro sintió el como lo más profundo de su ser se estremecía al verlo, lo amaba, amaba verlo junto a él, pasándola bien.
Los dos al haber terminado su labor tan solo dejaron los cuerpos ahí para cualquier animal salvaje que quisiera devorarlos, lo cual no tardaría en suceder debido a la sangre que se percibía en el aire.
—Omsk.— Llamó el tricolor mirando hacia el sendero de vuelta a su hogar sin expresión alguna. Por su parte, el susodicho dirigió toda su atención a él para siguiera hablando —Quiero presentar formalmente a Chile.
Su ceño se frunció ante lo dicho, confundido, enojado, pero sobre todo el impulso, se hacía más fuerte. Al instante no lo entendió, pero la determinación en los ojos del portador de la cruz de hierro se reflejaba en sus ojos y eso, para él no era buena señal, al contrario, era grave y tenía que actuar rápido, pero aún no sabía como.
—Me refiero a presentarla a mis amigos, ya sabes.— Explicó al ver la supuesta confusión en el ave, quién ante la explicación, sonrió —¿Te parece bien?
Asintió repetidas veces, contagiando aquella emocionada sonrisa que portaba. ¿Cómo no iba a estarlo? Era su oportunidad.
—¿A quienes piensas invitar?.— Preguntó con notorio interés, el oji-azur pareció pensarlo un poco, desviando un poco sus orbes hacia el cielo mientras proseguían con la caminata de vuelta.
—Pues, Imperio Otomano, Bulgaria, Imperio Austro-Húngaro y UK.— Mencionó.
—¿Consideraste que si viene UK detrás vendrá Francia solamente a molestar? Algo irónico sabiendo que ella y tu padre se odian, pero no me sorprendería que ese fuera su punto.— Agregó ese dato importante, y si lo pensaban bien, no era buena idea, Prusia no soportaba mucho a UK y menos a Francia.
—Lo sé, pero quiero que UK esté presente, no me interesa Francia y la relación pésima que tenemos.— Sentenció seriamente refiriéndose a él y su padre, no le importaba si ella venía, sólo pasaría de ella.
Para Omsk simplemente era perfecto, ahora solo tendría que planear todo para cumplir y deshacerse del problema que le ha estado estorbando y dañando desde que apareció.
Sólo quedaba esperar las citaciones y la llegada de todos los individuos, para analizar la situación.
—No te preocupes, me encargaré de que no moleste.— Afirmó el de plumaje sonriendo, Kaiser enternecido por aquella acción soltó una risa y agradeció la disposición a mantener a la francesa a la raya.
Ahora, el único inconveniente sería notificarle a Prusia que tendrían invitados sin iniciar una discusión. El resto del viaje fue sumamente tranquilo para los dos, escuchando cada ruido que emitía la naturaleza era especial, tanto como ellos.
Al llegar a la acogedora residencia, fueron recibidos por un no muy amable prusiano bebiendo una taza de té, y a su lado la chilena quién también poseía una taza de té, aunque por su parte esta era casi del triple del tamaño a la de Prusia. El último mencionado ensombreció su ceño considerablemente al ver a Omsk cual solo desvió su mirada evitando contacto visual.
La fémina se levantó de su asiento dejando la gran taza sobre la pequeña mesa frente a ella para dirigirse con a su amado preocupada al darse cuenta de que los recién llegados estaban manchados de sangre en algunas zonas, especialmente el de color rubí.
—¿Estás bien cariño?, no quiero que te pase alguna wea.— Se apresuró a decir mientras chequeaba ciertas zonas de su fornido cuerpo para asegurarse de que estuviera perfecto.
El alemán sonrió con ternura y la tomo de las mejillas para proseguir a darle un dulce beso en los labios, que fue correspondido apenas sintió el tacto de los labios contrarios. Ambos se rieron después de eso, en cambio mientras Omsk retorcía con sus manos el cuello de la chica en lo más profundo de su ser, Prusia esbozaba una sonrisa tranquila ante la hermosa escena.
—Estoy bien, liebling, tan sólo habían soldados rusos en la zona.— Aclaró señalando su uniforme y la bayoneta, Chile negó algo preocupada, no le gustaba que su amado se expusiera de esa forma.
—¿Y tú, Omsk? ¿Estás bien?.— Interrogó la tricolor acercándose a él, pero antes de que pudiera extender sus manos fue detenida por un agarre en su mano, soltó un quejido de la impresión, su ojo bueno miró al ave, se miraba enojado —Lo siento, no debí ser tan atrevida.
Sonrió nerviosa, sus pómulos se tiñeron de rojo por la vergüenza ante su atrevimiento.
—Está bien, no importa.— Respondió restándole importancia, sonando lo menos seco que se permitió ser.
El Imperio presente tomó asiento sobre el suelo a unos cuantos pasos de donde se hallaba el bicolor de blanco y negro, al haber hecho esto, los únicos de pie hicieron lo mismo, Chile regresó a su asiento a terminar su té y Omsk a un lado de Deutschland.
—¿Qué quieres decirme?.— Demandó el prusiano, conocía lo suficiente a su hijo para saber que quería decirle algo, aunque no había que ser un genio para saber que el menor obviamente necesitaba decir alguna cosa.
—Voy a presentar a Chile, y sé que no tendrás problema con ello, el asunto es que vendrá UK.— Refirió específicamente al único problema que había en ello.
La de tez rojiza se sonrojó notoriamente al oír aquello, bebiendo el contenido de la taza apresuradamente sintiéndose avergonzada de ser el centro de la conversación. Prusia estuvo a punto de reclamar, pero pensó en la relación de ambos, en su adorada Chile, un suspiro resignado se escapó de sus labios para quedarse callado y confinar un asentimiento accediendo a la invitación.
El bicolor conocía la alta probabilidad de que si venía Reino Unido, Francia también vendría. Ella siempre, bueno, la mayoría de veces aparecía si estaba el inglés, era como un reflejo, quisiera o no, ahí iba a estar siempre. Lo aceptaría, lo aceptaría por su amado hijo y su adorada pareja.
—Ya po', ¡Vamos a hacer las invitaciones!.— Exclamó la de estrellas entusiasmada, olvidando por completo el cómo momentos atrás se hallaba con el sonrojo por las nubes intentando desaparecer.
Los alemanes rieron por la actitud de la suramericana, Deutschland se levantó para irse a acomodar, al igual que el pájaro.
—Está bien, Kuchen, pero iré a cambiarme primero.— Indicó para irse al piso de arriba a ducharse.
Por su parte, el eslavo tenía la autorización de cambiarse a su ropa habitual del mismo color de su plumaje en la zona de abajo de la casa, dónde, básicamente la habitación a la que iba, era suya porque nadie más iba a ella. Se retiró en silencio con una deslumbrante sonrisa.
Finalmente, su sufrimiento terminaría pronto.
Ya era el día, dónde todo se suponía que comenzaba una nueva y más libre etapa para la pareja.
Unos suaves sonidos en la puerta llamaron la atención del prusiano que se hallaba leyendo un libro, sin muchas ganas se levantó de su asiento para dirigirse a largos pasos hacia la puerta haciendo resonar el eco de sus botas. Logró oír del otro lado un par de voces, esperaba que no sean quienes creía que eran, porque de ser así les cerraría la puerta apenas al asomarse sin importar lo mal educado que sea eso.
Dio un paso hacia atrás al tomar el picaporte arrastrando la puerta hacia su dirección, dejando a la vista a tres countrys que conocía bien. Imperio Austro-Húngaro, Imperio Otomano y Bulgaria, el último siendo parte del otomano aún, formando las potencias centrales. Le pareció extraño no ver a un integrante faltante, parte de otra alianza aparte, pero aún así muy unido al resto.
Los tres saludaron con mucho respeto a Prusia, quien se abrió paso para dejar pasar al trío, una sonrisa mínima se formó en la comisura de sus labios apenas los tres le dieron la espalda.
—¿Dónde está Italia?.— Se atrevió a preguntar al notar la ausencia del tricolor con sangre romana.
El de dos parces se volteó y le dedico una suave sonrisa para proseguir —Oh, Italia tuvo que irse a resolver algunos asuntos territoriales que consideró importantes.— Explicó brevemente el asunto.
El bicolor asintió y dejó que los tres se retiraran y dieran paso a la cocina donde se hallaban los anfitriones principales de la invitación.
—Me alegra mucho que hayan venido, es una lástima que Italia haya tenido otros planes.— Sonrió Deutschland contagiando al resto.
—Lo sé, aún así espero resuelva lo que tenía que hacer.— Añadió el Otomano por su parte tomando asiento en una de las sillas que estaban reposando en el suelo alrededor de la gran mesa, a su lado estaba Bulgaria que mantenía sus ojos cerrados disfrutando del embriagante olor de la comida.
—¿Qué están cocinando?.— Preguntó de forma inconsciente, el islámico le miró reprochante y le propagó un golpe enojado, el búlgaro quejó —Lo siento.
—Spätzle.— Una voz femenina contestó muy animada, asomándose por el marco de la puerta se pudo notar la figura de la tricolor de parche de estrella —Son fideos de huevo con otros agregados.
Antes de que alguno pudiera preguntar por ella fueron interrumpidos por la misma —Soy Chile, es un honor conocerlos, no se preocupen por presentarse, ya sé quién es quién.
—Kuchen, te dije que no salieras hasta que estuvieran todos.— Río el tricolor negando, sabía que su adorada no aguantaría hasta que todos los invitados llegaran
Los tres invitados se hallaban boquiabiertos, especialmente el austro-húngaro, ¿Acaso habían oído bien? Decidieron no preguntar y esperar al resto para iniciar el almuerzo.
Otros golpes en la puerta llamaron la atención de todos, especialmente como el de casco entró al comedor para proseguir a sentarse en una de las sillas con su libro, ignorando los golpes en la puerta.
—Yo iré.— Apresuró Chile antes de que Kaiser reclamara la actitud antipática de su padre por no querer recibir a UK, a paso rápido la joven se dirigió a la puerta tirándola hacia adentro.
—Good af- ¿Chile?— Se interrumpió el inglés al ver quien lo recibió, la chica se abalanzó a él para saludar como siempre hacia —¿Qué estás haciendo aquí?
—Es sorpresa, pasen. Kaiser los está esperado.— Indicó dejando pasar a él y a la francesa que solo la miró y saludo sin muchas ganas.
Los pasos en el pasillo eran pausados como la elegancia del monarca que solo caminaba con su postura recta, por su parte detrás la francesa hacía resonar sus pesadas botas de guerra sin mencionar el arma cargada que portaba en su espalda junto al sable francés escondido en la funda asegurada en su cadera. Chile solo les seguía por detrás dando unos pequeños saltos.
Al llegar UK fue recibido por los presentes al igual que Francia, sin embargo ella recibió y devolvió las miradas de odio, pero una reluciente sonrisa a Prusia que solo mantenía su pulcro y desinteresado semblante para retener sus ganas de agarrarse a golpes con la francesa y viceversa.
Todos tomaron asiento, bueno, casi todos, aún había una silla vacía a un lado de Chile, pero a pesar de su ausencia ya que estaba ocupado decidieron continuar con la morada. El alemán menor y su amada comenzaron a servir los platos que emanaban un delicioso olor.
—Gracias por venir.— Comenzó a hablar el menor —El principal motivo por el que los convoqué a venir fue para que conocieran a Chile.
La mencionada se sonrojó.
—Cómo probablemente han de suponer, sí ella es mi novia.— Anunció, la chilena solo sentía sus nervios a flor de piel que se desvanecieron con el contacto de una mano sobre la suya, el cálido agarre era familiar y sabía de quién se trataba.
Después de ello los presentes procedieron a degustar del almuerzo. Quién se veía con más ganas era Bulgaria que sentía como la suavidad del queso se deshacía en su paladar, el tenue pero perceptible sabor de las manzanas en los fideos y sin mencionar el sabor de la cerveza con la habían sido mezcladas con masa era perfecto, la salsa con el sabor tenue pero presente de la cebolla asada lo hacía mágico.
El resto de la comida fue mucho más ameno, ya que conversaban de diversas cosas echándose algunas risas por ocurrencias dichas por Chile, casi a excepción de Prusia y Francia quienes no pudieron evitar soltar unas carcajadas burlándose de UK sin razón aparente al ver que un tanto nervioso terminó tirando su jugo de naranja sobre el ciego.
Fue sumamente extraño ver como todos ahí se la estaban pasando relativamente bien.
La hora del postre llegó y con eso apareció el dichoso eslavo junto a un plato para cada uno repleto de buñuelos, las miradas de sorpresa y extrañeza se hicieron notar principalmente en UK y Francia.
—Provecho.— Pronunció a medida de que posicionaba cada plato frente a cada uno, para finalmente dejar el suyo a un lado de Chile, donde se encontraba el asiento vacío que le pertenecía a él.
—¿Aún recuerdas como se hacen?— Preguntó sonriendo el menor del lugar con una sonrisa, el ave asintió repetidas veces muy animado.
—Claro que sí, jamás voy a olvidar cuando hicimos de estás juntos, fue una odisea encontrar las almendras para hacerlo, pero valió la pena.
El primero en probar el postre fue Deutschland, siendo fan de los dulces no dejaría pasar la oportunidad de degustar tan lindo detalle de su amigo para todos.
—¡Están muy buenos, Omsk!.— Alagó el Austro-húngaro metiéndose otro par a la boca.
Todos coincidieron por lo dicho, la chilena adoraba prestar atención a cada sabor que contribuía al complemento completo de la comida resaltando el amor con el que fue hecho, y lo que había hecho el de ojos blancos poseía mucho de eso.
A pesar de que eran increíbles, el sabor a almendras semi amargas lo hacia un poco extraño, supuso que era normal, no todas las almendras siempre tenían ese toque dulce característico similar al coco.
No le importó, de todas formas estaban exquisitos.
Levantaron todo y dejaron absolutamente cada objeto limpio y reluciente como al bicolor de casco le gustaba, para cada quién iría a dar una vuelta por los lugares más hermosos cercanos al hogar.
—Kaiser, iré a caminar un rato, creo que la comida fue muy pesada.— Su amado dejó la conversación con sus amigos para prestarle mayor atención a su novia.
—¿Te acompaño?.
—No, no quiero que vengas a pololear conmigo, simplemente tomar aire fresco me hará bien.
—Pero, Kuchen, yo.— Antes de pudiera reclamar fue interrumpido por Francia que estaba detrás bebiendo agua con una de las pertenencias que había traído.
—Sólo déjala, quiere caminar sola.— Defendió, la mujer se ganó una sonrisa por parte de la chilena y no tardo en devolverla —Ella sabe cuidarse sola.
Resignado, asintió y dejó a su novia irse a caminar.
—¿Desde cuándo defiendes a Chile, Francia?.— Oyó la voz del prusiano detrás de ella, la susodicha se volteó con una mueca de rabia.
—No la estoy defendiendo, además, no es asunto tuyo, maldito prusiano.— Escupió con rabia para darse la vuelta —No soporto estar acá, ugh.
Y sin decir ni una palabra más se fue de allí hecha una furia, había estado haciendo lo posible por comportare y no iniciar alguna pelea, pero era imposible no hacerlo, su actitud explosiva con los alemanes era una mecha corta.
Chile caminaba un poco sin fuerzas, los mareos la mantenían así, además el dolor insesante de su cabeza no hacia más que hacerla querer gritar, su cansancio al haber recorrido menos de cien metros no era normal, su cabeza daba vueltas y de suerte sabía que no caería al suelo por desequilibrio.
El desolado lugar era tan pacifico que solo podía hacerla sentir en paz a pesar de sentirse sumamente mal de salud, miró al suelo encontrándose con sus negruzcas botas de uniforme con las que removió parte de la nieve tirada en el suelo haciendo que sonase, el pálido y llamativo color de la nieve lo hacía ver tan cómodo que solo quería acostar sobre ella para descansar, pero no podía, el dolor tan solo llegaba a dejar que esta se quejara.
Cayó de rodillas al suelo mareada, moviéndose de un lado a otro con un meneo sutil, se sentía sumamente débil por alguna razón que desconocía
Había sido mala idea salir a caminar y tomar aire fresco para aliviar sus náuseas y el dolor insoportable de su cabeza cuál había empeorado considerablemente.
Sentía como su ritmo cardíaco era semi-acelerado por la agitada respiración que se podía oír a una distancia considerable, su visión se hacía tenue-mente más oscura y se sentía muy cansada.
Estuvo a punto de desplomarse contra el gélido suelo de no haber sido sostenida de los hombros por alguien quién se posicionó a su lado para otorgarle ayuda.
—No luces para nada bien, Chile.— La mencionada tricolor de mejillas sonrosadas levantó su cabeza suavemente con evidente desdén, suplicante de ayuda por el incesante sufrimiento que tenía.
Entre la leve oscuridad, para su grata sorpresa, era Omsk quién había acudido a ella por casualidad, agradecía que el ave la haya visto, sentía una necesidad muy grande por ver a su amado, y el eslavo podía llevarla con él.
El cardenal la ayudó a acomodarse en una posición más cómoda y correcta para que pudiera respirar con regularidad en bocanadas más largas. La mayor agradeció con un ademán en mudo que hizo con su mano derecha, aprovechó para inhalar y exhalar tal como Prusia le había enseñado sí se sentía débil, además, eso la ayudaba a centrarse en algo más que no sean sus malestares, bastantes repentinos a decir verdad ¿Sería a causa de no estar muy acostumbrada al clima? no lo sabía.
—Debes estar sedienta, ¿O Me equivoco?.— Indicó el eslavo, la joven de parche asintió como pudo dedicándole una ligera sonrisa, ante la respuesta afirmativa, le extendió una pequeña cantimplora color azul caoba.
La necesidad en los ojos de la chilena se vio saciada al tomar el objeto contenedor de agua con sus imperceptibles temblorosas manos, el eco que emitió el embace al ser abierto fue como la melodía más hermosa para el eslavo, por otra parte la americana disfrutaba como el líquido tenuemente helado recorría su garganta seca.
Una mueca se hizo presente en su rostro al sentir como sus pupilas gustativas detectaban un sabor irregular para ella, aún así era fácil de identificar ya que no era la primera vez que lo sentía, el sabor amargo a almendras en el agua era extraño y familiar, pero más fuerte al que había sentido en parte del almuerzo esa misma tarde.
Tal cual como rápido bebió el agua sintió como su garganta dejaba de emitir aliento y sus vías respiratorias fallaban evitando que sus pulmones recibieran el oxígeno que necesitaban. Al igual que sus pulmones dejaron de recibir lo necesario su ritmo cardíaco se hacía bajo, podía sentirlo, el cómo su corazón en vez de acelerar por la presión de no poder inhalar y exhalar oxígeno se hacía lento y era extraño, desesperante.
Describir el terror era imposible, era tan evidente el como la hermosa chica se deshacía más rápido a cada segundo transcurrido, se abrazó a sí misma desesperada, todo en ella quemaba, era un desastre, ella era un desastre interno y nadie podía ayudarla.
Demacrada, miró con su cristalino y roto ojo a Omsk en busca de auxiliar su dolor, pero no había nada que hacer por ella. Para su desagradable sorpresa este no se veía sorprendido por su inesperado ataque grave de salud, al contrario, a pesar de no tener expresión que podía descifrar lo pensaba, podía sentir en su vacía mirada el como disfrutaba su sufrimiento.
Con ese dato su mente hizo clic y notó como todo tomaba una distorsionada forma que le hacía comprender algo, él la odiaba y no supo exactamente porqué, pero sabía que era por su amado Deutschland. No podía asimilarlo, su mente no funcionaba como era debido, lo único que se reproducía en su mente como un disco rayado era que necesitaba aire.
Lo único que escapa de ella eran solo hilos de voz inexistentes, su pecho se oprimió de tal manera que su ojo se abrió de tal manera por el dolor que podría escaparse de la cuenca, gruesas lágrimas se escurrían y goteaban la superficie del suelo. Su pulmón derecho había colapsado por la obstrucción de sus vías respiratorias, la falta de aire se hizo de muerte al igual que su interior, con tan solo no bastar todo eso, sus células estaban muriendo, al igual que ella a causa del componente que contenía el agua.
Su tricolor rostro se tornó en un tenue tono azul y casi imperceptible púrpura que solo era notorio en la zona blanca, su débil y deshecho cuerpo comenzó a propagar espasmos contrayendo su único pulmón vigente.
La mirada tan vacía de Omsk era aterradora, el brillo peculiar de sus ojos irradiaba gozo. En sus plumadas manos se encontraba el arma con una filosa bayoneta perfectamente lustrada, tenía un toque peculiar en ella y esa era la firma de la muerte plasmada en su reflejo.
El ruso, pateó el cuerpo desecho de la chilena haciéndola caer de espaldas contra el suelo, humedeciendo y ensuciando más su uniforme. Desorientada, a punto de desmayarse y caer sin vida miró al ave frente ella deseando una explicación.
Y jamás lo sabría, ya que su inerte cuerpo descansó. La bayoneta había sido su final al haber sido clavada dos veces en parte del corazón formando una "X" y así, acabando con la agonía de Chile.
El siberiano, completamente asqueado, le dio vuelta al cadáver de Chile, dándose vuelta para abandonar el lugar dejando abandonado el triste cuerpo de la amada del alemán.
Finalmente tendría de nuevo a su amado Deutschland.
¿A dónde se había ido? Esa era la incógnita presente en el hogar, al parecer ya casi marcaban las seis de la tarde y la chilena no regresaba. Los presentes estaban sumamente preocupados, a pesar de que para algunos recién fue presentada, era muy carismática así que se ganó el cariño de—casi—todos los presentes.
El imperio de dos parches trataba de calmar a su amigo, que obviamente no iba tranquilizarse, hace un par de días habían soldados rusos merodeando cerca, eso le aterraba, la joven no iba armada, así que ellos tendrían ventaja sobre ella.
—Iré a buscarla.
—Iremos a buscarla.— Agregó el inglés de porte fino —Tú también irás, Francia.
La mencionada rodó sus ojos para dar un asentimiento positivo ante lo dicho, así que tomó su arma que se hallaba reposando sobre el suelo, aunque ella no corría peligro siempre portaba una. Los dos imperios aliados de Deutschland hicieron lo mismo.
Sin esperar respuesta o alguna palabra más, el alemán desapareció por la puerta, el único que le siguió fue UK, los demás irían enseguida por rutas diferentes, los siguientes en salir fueron Bulgaria y el otomano, quedando tan solo el prusiano, la francesa y el siberiano.
Los tres se miraron con desagrado insultándose en silencio para irse cada quién por su lado completamente solo, ignorando al Imperio Austro-Húngaro que se quedaría por si ella llegaba.
—¿Sabes a dónde fue?.— Preguntó, su contrario negó en silencio, el europeo tricolor hizo una mueca preocupada sin saber que otra cosa decir, tan solo quería que Kaiser no estuviera tan tenso y preocupado por su amada.
Él también se estaba preocupando bastante, conocía a la chilena lo suficiente para saber que no se iría tanto tiempo sin avisar, tragó grueso esperando que ella esté bien y que regrese al hogar donde se estaban hospedando.
Unos sonidos cercanos alertaron al colonizador, cargó el arma que traía en manos para apuntar hacia el lugar de donde provenía el sonido. Antes de jalar el gatillo fue detenido por la mano del más alto sobre el cañón del arma des-apuntándola levemente hacia abajo, indicándole que se detuviera, acatando la orden, bajó el arma confundido.
Ya estando más cerca lo comprendió, pero tuvo que cubrirse la boca con ambas manos para evitar que terminara vomitando el almuerzo. Lo que estaba en presencia era un joven lobo ibérico olfateando los restos de un fétido cadáver, que podía identificar como ruso debido a lo que quedaba de su uniforme. De inmediato con la mirada pidió una explicación al de cruz de hierro, sin embargo este no lo notó y pasó completamente de largo del cadáver.
Le echó un último vistazo al cuerpo analizando lo grotesco que era a pesar de ser solo restos, se dio cuenta que el único que cometía cosas así de desagradables además del Imperio Japonés era Omsk, quien disfrutaba asesinando a la personas que se entrometían en lo que no debían.
—Gross(Asqueroso).— Murmulló el inglés antes de salir de ahí a paso rápido para alcanzar a Deutschland que lo había dejado atrás.
El ambiente era tenso, demasiado, se podía sentir a kilómetros que el lugar emanaba un aire denso, algo andaba mal y ambos lo sabían. En el aire se hizo perceptible un tenue olor a metal que conocían muy bien, el de traje elegante sintió un escalofrío, por su parte el Imperio sintió un helado sudor recorrer su mejilla.
—Esto no me da buena espina.— El monarca se sintió aterrado, sus nervios se pusieron de punta, si antes se hallaba nervioso, ahora lo estaba el triple y había una razón para estarlo.
—Lo sé, a mí tampoco.— Su voz sonó grave y un tanto irregular a como usualmente lo era, él también estaba aterrado, pero intentaba ocultarlo para mantener la compostura.
Una tan inquebrantable que se desvanecería en segundos.
El olor se hacia más fuerte, y a la lejanía un bulto inmóvil.
Era ella, su amada.
Su largo cabello era inconfundible, al igual que el uniforme que portaba, esa fuerte e imponente figura era reconocible a años luz de distancia. Reino Unido cubrió su boca con ambas manos, pasmado ante la escena frente de él, admirando el cuerpo de espaldas de Chile en un pequeño lago de sangre absorbida por la nieve que acunaba su cuerpo.
—Nein, nein, nein, nein...— Negaba el alemán innumerables veces sin creérselo, el shock fue mutuo para los individuos con vida.
Kaiser, tiró todas sus pertenecías sobre la nieve que crujió al sentir el peso sobre ella, sin esperar más caminó lentamente en señal de respeto, aunque por dentro solo quería abalanzarse a llorar, mantendría su palabra, la joven Chilena amaba que le tuvieran respeto y eso haría, incluso si ella no lo supiera.
Se arrodilló humedeciendo parte de su ropaje, sus ojos azures contemplaban la belleza de su amada que jamás perdería su encanto, incluso si ella no respiraba para hacerlo resaltar. Con ambas manos tomó el torso de ella para dejarlo reposar en su regazo, pequeñas gotas cristalinas tan saladas como el dolor del amargo sentimiento que irradiaba el alemán cayeron deslizándose por el rostro de Chile, seguido las limpió para fijarse más en ella.
Sus decaídos ojos y sus mejillas indicaban que había estado llorando antes de morir, su pálida piel tornada de irregulares tonos dónde no era normal explicó que probablemente no estaba respirando. ¿Qué le había pasado?
—Ich liebe dich(Te amo).— Murmuró para sí mismo esperando y deseando que ella lo oyese, dejando como las dolorosas y gruesas lágrimas se escurrían por sus mejillas como un río —Te amo tanto, Chile.— Lamentó en un tono bajo de voz, se hallaba destrozado, sus fuerzas eran nulas, parecía un pequeño niño abandonado a la intemperie esperando el regreso de alguien que jamás volvería por él condenándole a morir de soledad.
El amor de su vida se había ido y con ello se llevó todo de él.
Sintió como sus manos se mancharon de sangre, aún desconcertado analizó todo ¿De dónde venía tanta sangre? No fue hasta que se fijó en el pecho de la americana, dónde una abertura profunda y con la detallada forma de una "X" era visible debido a que su profundidad era brutal, podía jurar que la fuerza con la que se hizo quebró parte de los huesos de la cavidad torácica para llegar al corazón.
Miró a su alrededor en busca de alguna otra respuesta, necesitaba algo más para confirmar su reciente sospecha, conocía a alguien que portaba esa firma, pero no estaba seguro, necesitaba ese algo. Y allí estaba, la cantimplora azul caoba.
—Francia...— Fue el nombre que emanó de sus labios, no podía creerlo, sabía que la francesa podía ser una malnacida, pero no a esa magnitud, la única persona que firmaba un cadáver así era ella y no había duda ahora, Francia había asesinado a la de parche.
Todo empezó a cuadrar, su actitud despreocupada y hostil, el como ignoró a Prusia la mayoría del tiempo, su regular trato con Chile... Todo, absolutamente todo apuntaba a la francesa con ese corto de tiempo.
Lo iba a pagar, lo iba a pagar muy caro.
Su mandíbula se apretó al punto de que podía familiarizarse con la de un temido cocodrilo. Decidido levantó con suavidad el cuerpo de la chilena temiendo dañarla, la acercó a su rostro le propagó un dulce beso en la mejilla.
—Pagará por lo que te hizo mein Kuchen.— Dictó, su voz sonó tan tétrica como la de la mismísima muerte reclamando un alma, el angloparlante se estremeció al oír aquello.
Algo inesperado pasó, después de mover sutilmente el cadáver una última vez, algo se desprendió de allí llamando la atención de los dos adultos.
En un suave vaivén caía un reluciente pluma color rubí hasta el suelo.
Ahí todo tuvo sentido para el alemán.
—¿Omsk?
☇ N/A ↫
JAJA SÍ, final más abierto que la yuca /emoji de lentes
Primero que todo quiero aclarar que esta idea en sí no me pertenece -Kamolly- fue quien me la dijo y yo me ofrecí a darle un desarrollo a tan interesante idea de un Omsk celoso con ganas de venganza, ah
Este OS está dedicado a quién ya mecioné antes, gg, perdón por la tardanza bb, aún así espero que haya valido la pena el que esperaras tanto. Nada que ver, pero quiero recordarte lo especial que sos para mí, no olvides jamás que eres muy importante y no pongas en duda tu talento para un centenar de cosas, te quiero<3
También quiero dejar en claro que varios headcannos usados pertenecen a KuchenDeManzana ,, debido a que son demasiado buenos y no pude evitar usarlos porque hasta me los pegó :((
En fin, ¡Muchas gracias por leer este OS y espero haya sido de su agrado! Es un honor para míi que hayas llegado hasta acá soportando casi 10.00 palabras❤
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