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ACLARACIONES
☁↪Como al principio dije, se trataran temas sobre demonios, en este caso sobre Íncubos (demonios que toman forma de hombre), que es el termino para referirse en masculino a los Súcubos (demonios que toman forma de mujer)
☁↪La mayoría de las cosas que aquí se escriben SON PURA FICCIÓN, ciertas ideologías NO LAS COMPARTO, eso quiere decir que no estoy completamente de acuerdo con algunos de los comportamientos que toman los personajes, pero debía crear un hilo de trama acorde a un demonio y no todos son ángeles caídos, por lo que en su naturaleza siempre radicó la “maldad” y sus demás derivados, creo yo.
☁↪Por favor, separen la realidad de la ficción, no pretendo ofender a nadie con esto, sólo es entretenimiento. Si algo de lo que relato aquí, les causa un sentimiento desagradable y poco entretenido entonces retirense y no dejes malos comentarios al respecto, podrían dañar a los demás lectores.
☁↪Los comentarios están abiertos para aclarar cualquier duda que tengan, también se aceptan criticas constructivas que pueda ayudar a mejorar mi rendimiento como escritora. Nadie nace sabiendo.
Perdón, dulzuras, tenía que poner esto para evitar problemas futuros, ahora sí ¡DISFRUTEN! ^•^
Quizá no sea luz, quizá sea la oscuridad de tu luna. Corre de ella, huye que está por atraparte.
Ruega por ayuda, aunque nadie pueda oírte, implora por mi piedad como si fuera tu Dios. Al menos tengo más piedad que él.
Me arrastró, cual serpiente del Edén, susurrandote y encarneciendo la tentación. No conocías el autentico pecado hasta que me consiste.
Soy oscuridad, completa y encantadoramente negra.
Los ángeles mortales como tú, no pueden permanecer mucho tiempo en las tinieblas, sus alas pueden quebrarse si lo hacen.
No existe peor desgracia que un ángel sin alas.
Los demonios como yo, no pueden ver a los ángeles, porque podrían enamorarse, y cuando lo hacen, ellos lo desvían hacia el infierno para quedarselos.
Pueden castigarme por eso, la corrupción de los ángeles está penalizada con la perdición. Y creeme, no hay nada más despreciable que un demonio condenado, Tae Hyung.
Soy sucio... Pero te gusta.
La plateada luna llena iluminaba vagamente la gigantesca habitación del castaño chico, la brisa nocturna mecía sus finos cabellos, desordenandolos al igual que sus sueños.
El reloj dio las doce con las misma cantidad de campanadas, ayudando al joven en su tarea de no quedarse dormido, en la cual estaba fallando desmesuradamente.
El peso de su párpados, gracias al sueño, hacían que estos se cerraran involuntariamente. Permanecía medio dormido, casi inconsciente de los que lo rodeaba, con esos pensamientos animándolo a quedarse despierto
«no cierres los ojos, él está cerca»
—¿quién está cerca, Tae? —. Esa voz volvió a sonar, a dirigirle la palabra con tanta ironía.
«tarde... Ya está aquí. No lo escuches, él no es real, no existe, es producto de tu imaginación»
—¿sí? Dime, si no existiera podría hacer esto— su volátiles manos osaron colarse por debajo de su blanca camisa, rozando su columna. Las sentía frías, sin vida, pero aun así las podía sentir a la perfección.
Calentaba su piel por donde pasaba, lenguas de un fuego imperceptible lamían hasta sus hueso, secando su tuétano. Era extravagante y desagradablemente delicioso.
—b-basta —le musitó a la nada, al borde de la locura. Estaba volviéndose loco por esa inconcorde melodía.
—¿por qué? —se mofó descaradamente—. Soy real... No estás volviéndote loco —Le susurro como si del mismo aire se tratase, aquella parda melodía que acariciaba sus tímpanos, orillándolo al pozo de la incertidumbre.
—tú no puedes existir. No debes —espetó haciéndose ovillo en las blancas sábanas de su cama, queriendo reprimir los escalofríos que atacaban su menudo cuerpo.
—claro que puedo y debo —acarició su castaña cabellera, logrando que suspirar entrecortado.
—¿p-por qué?... ¿Por qué m-me atormentas así? ¿por qué no puedo verte? —. Los dígitos que acariciaban su espalda baja pasaron a su cintura, aferrándose tan fuerte que no pudo controlar un jadeo adolecido.
—porque lo quiero, puedo y necesito. Tenemos un trato ¿lo recuerdas? No estoy atormentándote, tú quieres creerlo así. Podrás verme cuando realmente lo quieras, no porque lo necesites para aplacar tu miedo a lo desconocido. Además, puedes sentirme y oírme ¿no es suficiente eso? —le preguntó, dejando un imperceptible beso en su moreno cuello.
—no. Quiero verte —demandó temeroso, temblando por la sensación de unas manos ajenas recorriendo su torso débilmente tórrido.
—los humanos siempre son ambiciosos y desconformistas, por eso mi tío Mammón tiene muchas de sus almas —argumentó pasando su áspera lengua viperina por una lágrima, que calló de la comisura de uno de los ojos del castaño chico, degustando el sabor salado con delirio. Amaba ese sabor a tristeza, mezclada con miedo y un toque de interés por descubrir algo malo al ceder ante sus mañas.
—a-al menos dime tu nombre —arrugó las sábanas al estrujarlas por la deleitable mordida que le dio a su cuello. Unos filosos colmillos perforaron la carne, dejando una herida superficial que emanaba pequeñas gotas de sangre.
—¿mi nombre?... Puedes llamarme Jung Kook, si eso es lo que prefieres —. Las caricias pasaron a sus pectorales, atrapando uno de los amarronados pezones en sus demoníacos dedos.
—ahmg~ —retorció su figura con aparente placer, siendo movido por una fuerza desconocida que lo dejo boca arriba.
—que sublimes sonidos despiden tus hermosos labios —alabó dejando su ligero cuerpo sobre el del chico.
Todas las noches era lo mismo, antes de poder ser acunado por morfeo una voz con deseo lúbrico le hablaba cosas obscenas al oído, unas manos heladas recorrían su anatomía, unos labios intangibles dejaban lívida la acanelada piel de su cuello, dejando marcas que al día siguiente desaparecían.
Un ser impío y irreal que dejaba su cuerpo a temperaturas subfebriles y desaparecía antes de que acabara lo que comenzaba.
Intentaba torturarlo, o eso parecía, hablándole tan despacio, un susurro débil apenas auscultable que sólo sus excesivos sentidos agudos podía percibir. Estaba volviéndose loco, perdiendo la compostura.
Haces meses que no duerme bien, por miedo a que algo malo le pasase. Ya ni siquiera recuerda el día exacto en el que comenzó a arrepentirse de visitar las ruinas de una vieja capilla, cerca de la casa de sus difuntos abuelos. Quizá porque pasaron varios años.
De antemano, estaba muy intoxicado, luego de beber un trago que tenia alguna droga de diseño que lo hizo alucinar con ponis arco iris, en una fiesta clandestina a la que no quería ir, pero como era la primera rabieta que le hacia a sus padres, lo vio como una buena opción para darles un pequeño escarmiento y conseguir un celular de alta gama como los que tenían los niñatos de su colegio.
Debió darse cuenta de que no estaba alucinando cuando una enorme sobra se paró en frente, entrando en las ruinas. Ésta le habló, claro y fuerte, ofreciéndole el mundo en bandeja de oro, un imperio que sería para él, todo lo que desease y más.
En un principio se asustó y, si no fuera por estar drogado, hubiera huido despavorido, en cambio, tubo que tropezarse con una biga caída, dándose un potente golpe en el trasero. Llamenlo destino o mala suerte, Taehyung lo consideraba o tropiezo, literalmente.
Temblando le pregunto quién era, y la voz masculina le respondió:
«soy un demonio, hijo de Asmodeo y la solución a tus problemas»
Se carcajeó tan fuerte que casi termina de derrumbar la vieja capilla, con lo estruendoso de su risa. Enserio ¿algo como los demonios podía existir? No podía creerselo.
Siendo un joven de dieciséis años, que creía poder comerse el mundo a mordisco y hacerse una vida fácil sin consecuencias, la oferta fue demasiado buena para ser rechazada. Además de pensar que no eran más que tontas alucinaciones.
Aceptó, divirtiéndose con lo ridículo que sonaba aquello. El mundo perteneciendole, una vida sencilla y problemas que se solucionarían con un chasquido de dedos, era bizarro, pero no perdía nada intentándolo.
«te concederé todo lo que anheles. Con la condición de que, cuando yo esté lo suficientemente hambriento y tú satisfecho, me entregues toda tu energía vital para alimentarme»
No se negó a esa mínima condición, su energía vital le parecía un precio barato, cumplir todos su deseos terrenales parecía valer tan poco en ese entonces.
«también, nunca conseguirás el amor verdadero a menos que la avaricia abandone tu corazón y me mates destruyendo el anillo, y a todo lo que te di»
Amor. No servía de nada si era pobre. De amor no se subsiste, no se es poderoso, no se es nadie. Era inútil.
«el amor es inútil»
El demonio le entregó un anillo de oro puro con incrustes de zafiros, que debía colocarse en el dedo medio, anterior a desaparecer fundido en la piedra preciosa.
Y desde aquel encuentro con la criatura sobrenatural, bastaba con chasquear sus dedos para tener lo que quería.
A lo largo y ancho de los años fue acumulando una gran fortuna, que gastaba solo, como el gran empresario que era. La ambición congeló su corazón año tras año, y al final se olvidó de toda su familia y amigos, nunca tubo una esposa, ni hijos. Era inútil, decía.
Un hombre con poder, imposible de doblegar, jamas se enamoraría y humillaría así.
Cegado, no se percataba de lo solitario que era. Imponía presencia con su aura dominante, sus firmes facciones exudaba masculinidad y nunca le faltaron compañías de una noche, por eso no sentía la soledad atravesándolo. Ni estaba al margen de que Jungkook estaba logrando lo que quería: conseguir su alma.
[×]
Al día siguiente, su cuerpo se encontraba cubierto por perlas de sudor que adornaban su frente, sien, cuello y clavículas, teniendo un pequeño dolor en su inflamada entrepierna.
Menudamente recordaba lo sucedido la noche anterior, por lo que se le hacia ilógico lo poco registrado en su memoria, nada como eso podría haber pasado, era imposible, un delirio de su retorcida mente, magullada por el estés.
Pasar tanto tiempo solo, aislado en su lujosa mansión, le hacía alucinar así, ni recordaba cuando fue la ultima vez que habló con alguien. Tal vez el silencio eterno comenzaba a agobiarle.
Bajó los pies de la cama, con cuidado de no gemir al rosar su miembro con la fina tela del pijama que traía, chocó contar lo frío del piso y se dispuso a reincorporarse por completo.
Caminó con dificultad hacia el baño, tomaría una ducha muy larga y fría para aliviar su problema, no era su primera vez teniendo esta experiencia. La primera vez la tubo hacia unas semanas a causa de esa voz malévola, pero gracias a ella pudo solucionarlo, puesto que le susurraba con voz lasciva mientras se otorgaba placer a sí mismo.
Con suma sutileza sacó las prendas, menos su boxer, gruñendo al rosar sus pierna una fría brisa. Por un momento le pareció extraño tal cosa, las puertas y ventanas estaba fervientemente cerradas, ese juguetón viento no tenia por donde entrar, al menos que...
—¿J-jung Kook? —invocó al ente maligno que tanto lo atormentaba, pero a la vez le complacía morbosamente.
—¿me llamaste? —habló a sus espaldas, inhalando descaradamente de su cuello el aroma a vainilla que tanto lo volvía loco por comerlo.
—n-no... T-tú vin-niste p-primero —refutó, tratando de controla el castañeo de sus dientes por el frío y el miedo.
—error. Vine porque tu me llamaste —. Con benevolencia acarició la pelvis cubierta por la elástica tela gris, de esa forma le daría calor y así no sentiría más frío.
—no te llame... Vete —ordenó en un hilo de voz, tan fino como la poca sensatez que le quedaba a su mente. Esa misma que poco a poco se desgastaba, desenebradonse hilo por hilo.
—¿enserio?... —dijo sarcástico —puedo ver lo que piensas, Tae Hyung—. En otro momento, podría a ver asustado al joven con esa lúgubre confesión, sin embargo, a estos puntos nada que viniera de una voz desconocida y gruesa podría causarle horror.
Con atrevimiento, bajó la solitaria prenda que cubría sus caderas, haciéndolo tiritar contra las baldosas de la ducha con paredes de vidrio, expuso el erecto miembro que secretaba liquido preseminal. Le arrancó un ronco gemido cuando movió sus manos ágilmente sobre la longitud.
—¿no es esto lo que quieres? —presionó con fuerza, oyendo un grito desesperado por que parece de torturarlo.
—n-no...ahgm —se negó, con el ultimo poco de voluntad que no lo abandonaba.
Ahora que está en sus perfectos cinco sentido y en un, cree, sano juicio, no podía fiarse de algo o alguien como él, no podía sucumbir ante la tentación, aunque en un principio ya lo haya hecho, que le ofertaba ese ser vulgar, hecho de cristal ante sus ojos marrones que jamas lo verían a menos que lo quisiera. No quería ceder, pero lo estaba haciendo.
Estaba tan cerca de entregarse por su culpa, si no fuera por esa voz en su cabeza ya estaría perdido.
«no lo escuches. Es malo para ti, quiere llevarte al infierno con él, no dejes que eso pase»
—de todas maneras iras ahí, Tae Hyung. Con o sin mí— siseo en su oído, mordiendo su lóbulo luego, dando inicio a una cadena de potentes temblores que debilitaba al castaño.
Para empeorarlo más, uno de los delgados dígitos recorrió el borde de la ranura de su glande, aplicando un tanto se presión sobre la rosada e hinchada punta. Sintió desvanecerse.
Previo a casi caer por el inminente flagelo de sus piernas, una terrible sensación, de un fuerte brazo enredándose en su cintura y sosteniéndolo con fervor, le hizo sentir como un frío cuerpo se pegaba a su espalda.
Parecía estar hecho de hielo y congelado aire de invierno, era irreal y a la vez existente, como si por momentos recordara que debía vivir exclusivamente para atormentarlo.
Una cálida lengua fina y húmeda acarició el revés de su oreja, descendiendo parsimoniosa hacía su cuello, dejó un suave mordisco en su hombro y un beso tras de una succión que enrojeció la piel. Cuando oyó el gemido del joven, ciñó el brazo sobre sus caderas para pegarlo más contra él y así tentarlo con eso que su padre le obsequió.
Tae distinguía la mano tibia en partes, apretándolo y halándolo, y lo que parecía ser su entrepierna dejaba mucho que desear, apretándose contra sus glúteos, podía percibir cuan grande y caliente era. Suspiro desfalleciendo por lo intenso de todo.
Acaba de despertarse y se encontraba sometido a una masturbación, por un demonio que no podía ver ni tocar y que le susurraba que se iría al infierno por más que se resistiera a él ¿Cómo se supone que debería sentirse?
—v-vete... P-por F-favor, v-vete— lloriqueo, apoyándose en el ser detrás de si, sin otra alternativa, pues no podía sostenerse de ningún lado de la cabina de baño trasparente.
—no puedo. Tengo mucha hambre y tú tienes que darme de comer, ese era nuestro trato. Cumplelo —espetó, deteniendo sus movimientos y empujándolo contra el vidrio. Llevaba esperando años, desesperado por probarlo, sin contar los milenios encerrado en un anillo dentro de una caja de plata purgada, sepultada bajo tierra en una bóveda subterránea de una capilla de semento solido.
Desde el mil setecientos, antes de Cristo, que no podría salir hasta que se derrumbara igual que la fe impregnada en las paredes, por fortuna llevó poco tiempo, un par de milenios concisamente, para que los mortales se olvidar de Dios y las tempestades abatieran contra la estructura, recién en el siglo XXI.
Aunque no le valió de nada que se derrumbara, porque no podía permanecer mucho tiempo fuera del anillo, sino éste le quemaba el corazón, en todo el sentido se la palabra, unas cadenas encendidas envolvían ese órgano vital hasta hacerlo caer de rodillas por el dolor.
A menos que alguien aceptará ser ayudado por sus dones demoniacos, él no podía salir más que a ver si era de día o de noche. Y ni así podía reconfortase, ya que pasaba otro periodo de tiempo hasta que sus contratantes decidían que era suficiente y lo dejaban salir para que les cobrara el favor.
Teniendo en cuanta lo ambicioso que son los hombres, era otra pequeña eternidad aguardando por ese momento en el que sus corazones se sintieras satisfechos.
Pesada cadenas había de cargar. No pensó que su padre se enojaría así con él sólo por querer tener todo lo que él tenía; mujeres, poder y riqueza. Poseía tanto de esas cosas que pensó que ya no las necesitaba tanto como un solitario demonio de dieciocho décadas y media, que decidió revelarse contra uno de los mismísimos Siete Príncipes Del Infierno. Obviamente, su revuelta no salió como la esperaba y termino como debía terminar por ser caprichoso:
Condenado a pasar cumplir los placeres ambiciosos de las personas, confinándose a cumplir con sus obligaciones, año tras año, siglo tras siglo, nuevas víctimas se topaban con el ente oscuro, aceptando vacilantes sus condiciones para darle el Cielo con las virtudes que le dio el Infierno.
Y lo peor, no volvería en libertad al infierno, para atormentar a la humanidad, hasta que no consiga un alma que esté dispuesta a ensuciarse así como la suya, arrastrándola voluntariamente al averno.
Desde cierto punto era imposible, porque ¿quién querría irse al infierno por elección propia? Todos los terrenales, por más ateos que fueran, terminan rogándole a Uriel para que no los lancé al infierno y no le entregué sus almas corruptas al Señor De Las Tinieblas.
Energía vital a cambio de supremo poder, no era nada comparado a lo que él pedía, sólo una patética alma, pero debía conformarse. Excepto una vez, en su enésimas revelación ante una persona, se permitió llegar más lejos con su ambición y le pidió como requisito fundamental que le entregara su alma por libre decisión. Y así termino sepultado bajo trecientos metros de tierra, siendo insultado de la pero manera al construir sobre él un santuario para El Todo Poderoso.
Por eso, decidió que a su próximo contratante no le mencionaría nada del alma que necesitaba. Lo engañaría, como lo hacen sus congéneres, al final, los humanos y demonios eran iguales. En ninguno se podía confiar.
Ahí es donde entra ese ambicioso hombre moreno, de castaños cabellos y labios acorazonados. Él era la llave a su ansiada libertad y, puede que también, a su sempiterna perdición.
Vino preparándolo desde hace bastante, tiempo no le faltó para planearlo a la perfección. Primero lo seduciría con cosas irresistibles, igual que al resto de sus víctimas, multiplicaría todas su expectativas por mil, generando un mayor deseo por conseguir más, así lo entretendría lo suficiente para aislarlo de cualquier sentimiento afectivo que lo ligara a la vida terrenal, como una pareja y descendencia.
Por ultimo, tomaría su alma, con la excusa de que no tenía nada aquí y a su lado tendría un reino entero que los dos regirían. Claro, sólo serian sucias mentiras y en compensación recobraría su antigua rutina, vacía y solitaria... Nada comparado a lo entretenido que era jugar descaradamente con Tae, y sus charlas de media noche, a causa de su insomnio ocasional.
Si bien no podía presentarse ante él, ni hablarle, pero el morenito insistía en hacerle conversaciones a veces sin sentido, mientras permanecía encerrado dentro del anillo que él cargaba siempre. Podía escucharlo y en ocasiones, cuando dormía, salía a verlo descansar tranquilo, aun si era un segundo le bastaba.
Y era extraño que algo, por primera vez en su condenada existencia avarienta, le bastara, por más efímero que fuera.
El verlo con los párpados cerrados, sus pestañas acariciando la subidas de sus dorados pómulos y su boca curvada con sutileza, era reconfortante de cierto modo.
Nunca supo cómo ese chico, que se muere de miedo al oírlo, pudo descansar tranquilo sabiendo que un demonio habitaba en su joyería predilecta. Tal vez pensaba que era un ángel de la guarda, o uno caído, que vivía en vela para protegerlo. Un ser bueno y sin corrupción que jamas lo lastimaría.
Subestimaba demasiado a Jungkook entonces.
Él nunca fue ni siquiera algo parecido, a su carácter lo gobernaban las tres D: destructivo, despiadado y despreciable. No tenia compasión, no sentía nada al clavar sus afiladas garras en la yugular de sus presas y verlas desangrase lentamente, hasta que sus ojos se apagaban y dejaban de respirar.
Era un asesino a sangre fría, un depredador nato. Pero no se imaginaba matando a Tae Hyung con ese misma impiedad, cada vez que lo intentaba, algo dentro suyo se contraía, dejándolo sin aliento.
Con certeza, no puede darle una fecha de inicio a lo que le sucedía cuando el muchacho le hablaba como si en realidad fuera una autentica persona de carne y huesos. Era una sentir tibio, expandiéndose en sus adentros más profundos e inexactos.
Tanto tiempo sin conversar lo había enloquecido, no tenía otra explicación a su comportamiento. Ni a sus morbosos deseo incontrolables de marcarlo con sus colmillos, abrir su piel a arañazos, oírlo suplicar por su benevolencia al estar a su merced, denigrarlo tanto como pudiera, humillarlo.
Por más abominable que fuera su aspecto, decidió que era tiempo de materializarse y reclamar lo que, por contrato, le correspondía. Dejó de ser humo negro con forma de hombre y partes solidas, flotando en el aire, transformándose en algo similar a lo andromorfo, desnudo, pudiendo sentir y ser sentido con más detalle.
Le quitó el boxer de un tirón, rompiéndolo con sus garras. Gruñó, lanzándose contra su fino cuello de cisne, mordió sin consideración la suave piel bronceada, amando los lloriqueos incesantes que Tae expedía.
—n-no... P-por f-favor —rogó, jadeando al sentir el gélido cristal pegándose a su miembro dolorosamente duro, el gran cuerpo contrario lo apresaba más contra éste.
—rogar no te servirá, más que para satisfacerme —susurró en su nuca, simulando una rápida estocada que le arrancó un gemido agudo —... Anda, vuelve a rogarme. Quiero escucharte suplicar —volvió a repetirlo, pero en esta oportunidad con lentitud, meneando sus caderas en círculos, restregándose contra sus esponjosas nalgas.
El pobrecito de su humano, se desmoronaba a gemidos, cual castillo de arena siendo abatido por torrentosas olas, que lo golpeaban con una fuerza arazadora. Con tal de oírlo gemir con mayor fervor, generó una repetición de aceleradas embestidas falsas, tan fuertes que el cuerpo del castaño se azotaba violentamente con la cabina de baño, generando un tambaleo constante del material trasparente.
Tae Hyung, desubicado y abrumado, disfrutó la brusquedad con la que lo trataba su compañero. En su vida experimentó una intensidad de sensaciones de tal magnitud, Jungkook es el único que le hace replantearse su rol de líder en una relación.
A la mierda con su miedo e inseguridad. Lo disfrutaba lo suficiente como para detenerse ahora que estaba descubriendo nuevas facetas, resguardadas bajo llave en lo menos conspicuo de su mente retorcida, en ese rincón más oscuro y oculto.
Había convivido con ese demonio desde hace años y nunca intentó lastimarlo, ni en esos meses de sus apariciones, jamas le obligó a hacer nada que no quisiera. Por más que él se negara a caer, no era en verdad lo que deseaba.
—te consideré todo tus más vulgares anhelos, sólo pidemelo, mi ángel caído —musitó apenas, sin detenerse, con la cara hundida en la curvatura de su cuello.
Y sí, quizá estaba lo suficientemente desequilibrado como para creerle a un astuto demonio. Lo que si, alega en defensa propia, diciéndose que ese ser oscuro, malvado de nacimiento, lo protegía incluso de él mismo y lo estimaba un poquito.
De qué otra manera sino, en cada cumpleaños aparecía un regalo diferente sobre el cajonero de su habitación, o cómo se pueden explicar los beso que recibía en la frente durante la madrugada cuando, se supone, debía estar dormido, y definitivamente que llovieran pétalos de rosa dentro de su casa no era un fenómeno meteorológico.
Puede que Jungkook nunca lo admita, pero se había encariñado un poco, quizá un poquito mucho, con su torpe humano. Su excesiva felicidad al ser liberado del anillo, era una comprometedora prueba de aquello.
Su euforia no era por al fin poder cobrarle y librarse de él, era por al fin poder estar a su lado el tiempo que le placiese y verlo cuando lo necesitara, que era la mayor parte de su tiempo, por eso sólo se presentaba cuando podía, en la noches.
Pero hoy, hoy era la notable excepción. Hoy terminaba con las cadenas que lo unían a esta horrible condena, y, en especial, terminaría con su más adorada posesión: Kim Tae Hyung.
¿Eso lo detenía?... Claro que no.
Tae confiaba bastante en él, así que alzó su trasero, estirando sus tobillos, y se sintió tan vulnerable y sumiso que le costó tiempo acostumbrarse a la inexperimentada situación, antes de moverse en busca del pene que golpeaba su entrada rosada.
—ah —gimió encantado de ser torturado por la punta que apenas entró dentro suyo.
—pareces una pequeña prostituta desesperada —dijo Jungkook, casi sin aire en su pecho, parando de repente sólo para burlarse de sus lloriqueos exagerados. Lo sostuvo con firmeza de las caderas, puesto que no paraba de retorcerse para seguir con la fabulosa fricción.
—hmm —, su mejilla se estampó en el vidrio, él tiró de sus rizos canela y lo mantuvo quieto, sometido contra la pared —p-por favor, J-Jungkook —suplicó un deje de compasión, porque descubrió que le maravillaba sentirse así de ultrajado y por su hambre de sentirlo entrometerse en su entrada, abrirse paso por sus entrañas y llegar al limite.
El demonio dejó caer su pesada mano en la nalga izquierda del insolente joven, arrancándole un lastimero gemido y dejándole una gran marca de un tono rojizo chillón, la cual dibujaba a la perfección su palma y dedos en la delicada piel.
—ahora para ti soy hyung ¿entiendes, lindura? ¿O quieres que te dé otra nalgada más fuerte que la anterior?
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