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○°「 Ꮯᾰ℘!ɬʊʆꪮ 13 」°○

[Narrador/a POV]

Red corría sin rumbo fijo, pisoteando ramas y hojas bajo sus pies. El bosque era denso, y la luz del sol apenas lograba filtrarse entre las copas de los árboles. Su respiración era pesada, entremezclada con un nudo en la garganta que luchaba por contener. No quería que nadie lo siguiera. No quería ver a Second. No quería ver a nadie.

Encontró una pequeña cueva entre las rocas, apenas visible tras unos arbustos. Sin pensarlo dos veces, se metió dentro, apoyando la espalda contra la pared fría y húmeda. Su pecho subía y bajaba rápidamente mientras intentaba calmarse, pero no podía.

Todo en su mente era un torbellino: las palabras de Rosie, el enfrentamiento con Second, la manera en que él había defendido a esa chica... Como si ella importara más que él. Más que todos los años que habían pasado juntos.

—¿Qué me pasa? —murmuró, su voz temblorosa y rota. Sus manos temblaban de ira, y apretó los puños con fuerza, golpeando el suelo.

El dolor en su corazón comenzó a convertirse en algo más. Una presión insoportable, como si su propio cuerpo estuviera tratando de explotar. Su ojo izquierdo comenzó a arder, pero no era un ardor común. Sentía que algo en él estaba cambiando, algo que no podía controlar.

Tocó su rostro, pero al bajar la mano, notó que su visión del lado izquierdo se estaba volviendo borrosa. Sus dedos temblorosos rozaron su ojo y notó que algo estaba mal. Buscó su reflejo en una pequeña poza de agua dentro de la cueva y, al inclinarse, vio lo que estaba ocurriendo.

Su ojo izquierdo se estaba tornando completamente blanco, como si la luz dentro de él se extinguiera. Era extraño, casi antinatural, pero lo peor era cómo se sentía por dentro.

Era como si su enojo, tristeza y frustración estuvieran alimentando algo oscuro en su interior. Su respiración se volvió más pesada, sus dedos se crispaban. Su mente gritaba: No es justo. No es justo. ¡No es justo!

—¡Maldita sea! —gritó con todas sus fuerzas, golpeando una roca cercana. La fuerza del golpe sorprendió incluso a él mismo, ya que la roca se resquebrajó bajo su mano.

El eco de su grito resonó en la cueva, devolviéndole el sonido de su propio dolor. Su pecho ardía, como si todo el resentimiento que había acumulado durante tanto tiempo estuviera a punto de salir.

Cerró los ojos, intentando calmarse, pero lo único que lograba ver en su mente era a Second. A Second alejándose con Rosie, riendo con ella, poniéndole esa flor en el cabello como si fuera lo más especial del mundo.

—¿Por qué no puede verme a mí? —susurró, su voz quebrándose.

El aire en la cueva parecía volverse más pesado, casi opresivo. Su cuerpo temblaba mientras intentaba recuperar el control, pero el blanco de su ojo seguía extendiéndose, y ese dolor extraño en su pecho no desaparecía.

Red se abrazó las rodillas, escondiendo el rostro entre ellas. No quería salir de la cueva. No quería enfrentarse a nadie. Sentía que si alguien lo veía en ese estado, todo terminaría peor.

Y sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que no podía quedarse allí para siempre. Algo estaba cambiando dentro de él, y no estaba seguro de si sería capaz de detenerlo.

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Red sacó su teléfono con manos temblorosas. Su visión seguía algo borrosa por el ojo blanco, pero logró desbloquear la pantalla. Durante un momento, se quedó mirando el dispositivo, indeciso. Su mente estaba hecha un desastre, pero sabía que no podía seguir así. Necesitaba a alguien.

Alguien que lo entendiera. Alguien que no fuera Second.

Con los ojos llenos de lágrimas, marcó un número que no había marcado en mucho tiempo. El teléfono sonó, una vez, dos veces... hasta que una voz familiar respondió al otro lado.

—¿Red? ¿Qué pasa?

En cuanto escuchó esa voz, la barrera que había intentado mantener se rompió por completo. Un sollozo escapó de sus labios mientras trataba de hablar.

—P-por favor... —balbuceó, sin poder contener las lágrimas—. Ven por mí... Necesito que vengas... No sé qué hacer.

—¿Dónde estás? —preguntó el chico al otro lado, preocupado—. Dime, iré ahora mismo.

Red respiró hondo, tratando de calmarse lo suficiente para responder. Le dio una breve descripción del lugar donde se encontraba, aunque su voz era entrecortada por los sollozos.

—Estoy cerca del río, pero... me voy a alejar. Iré hacia el oeste, por el camino más lejos del grupo.

—Está bien, quédate ahí, voy en camino. No te muevas demasiado, ¿entendido? —La voz del chico sonaba firme, pero tranquila, como si intentara calmar a Red desde la distancia.

Red asintió, aunque sabía que no podía verlo. Después de unos segundos, colgó la llamada. Miró el teléfono un momento más antes de guardarlo de nuevo en su bolsillo.

Se levantó, tambaleándose un poco, y miró hacia la entrada de la cueva. Su pecho aún ardía con una mezcla de emociones, pero ahora tenía una nueva sensación: la de querer escapar. No quería regresar con los demás. No quería enfrentar a Second o a Rosie.

Con pasos firmes, salió de la cueva y comenzó a caminar en la dirección contraria al campamento. Cada paso lo alejaba más del grupo, y aunque una parte de él dudaba, decidió ignorar esos pensamientos.

Mientras caminaba por el bosque, el sol comenzaba a descender, pintando el cielo con tonos anaranjados y rosados. Las sombras de los árboles se alargaban, y el viento frío agitaba las hojas. Red no se detuvo.

El sonido del río quedó atrás, y el bosque se volvió más silencioso. Sus pensamientos eran un caos, pero al menos ahora tenía un propósito: esperar a que esa persona llegara. La única que, en ese momento, podía calmar el torbellino en su mente.

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Second estaba sentado junto a la fogata apagada, con los codos apoyados en las rodillas y la mirada perdida en el suelo. Su mente estaba enredada en un millón de pensamientos, cada uno más ruidoso que el anterior. Recordaba la pelea con Red, las palabras que le dijo en su momento de frustración, y cómo lo había visto correr al bosque. Todo en su pecho se sentía pesado, como si hubiera cometido un error del que no sabía cómo volver atrás.

Rosie, por su parte, se acercó lentamente y se sentó a su lado.

—Second, no te preocupes tanto —dijo con una sonrisa, intentando sonar amable—. Red es... bueno, es temperamental, pero ya volverá. Solo necesita tiempo.

Second apenas reaccionó. Apretó los labios y siguió mirando al suelo.

—Es mi culpa... —murmuró después de unos segundos—. No debí decirle esas cosas. No debí...

—No te castigues tanto —insistió Rosie, apoyando una mano en su hombro—. Él también dijo cosas, ¿no? Además, tú solo intentas ser amable. No es tu culpa que él no lo aprecie.

Second no respondió. La mano de Rosie en su hombro no le daba consuelo, solo le hacía sentir más atrapado. Todo lo que podía pensar era en la expresión de Red antes de irse, en cómo lo había visto romperse frente a él.

Desde la distancia, Purple observaba la escena con una mezcla de decepción y enojo. Estaba de pie junto a un árbol, con los brazos cruzados, mientras veía cómo Rosie intentaba "animar" a Second. Pero no podía evitar sentir que todo eso era superficial, un intento de Rosie de meterse aún más en la vida de Second sin realmente entender lo que pasaba.

Purple suspiró y negó con la cabeza.

—Es increíble —murmuró para sí mismo—. ¿Cómo no se da cuenta?

Green, que estaba cerca, se acercó a Purple y lo miró con curiosidad.

—¿Qué pasa? —preguntó Green en voz baja, notando la expresión seria de Purple.

—Second... está completamente perdido en su cabeza, y esa chica no ayuda en nada. Solo empeora las cosas.

Green levantó una ceja y miró hacia donde estaban Second y Rosie.

—Bueno, no sé si es su culpa. Aunque... —Green hizo una pausa, reflexionando—. No creo que Red se haya ido sin razón.

Purple asintió lentamente, sus ojos fijos en Second.

—Exacto. Red se fue porque Second no lo escuchó. Porque está dejando que alguien más se interponga entre ellos. Y ahora, míralo... atrapado ahí, sin siquiera darse cuenta de lo que está perdiendo.

Green inclinó la cabeza, algo sorprendido por la intensidad de las palabras de Purple, pero decidió no decir nada más.

Purple, por otro lado, no podía dejar de pensar en Red. Tenía la sensación de que las cosas no iban a mejorar si nadie intervenía. Pero, por ahora, todo lo que podía hacer era observar, con una creciente sensación de decepción en su pecho.

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Blue estaba sentado en una roca, con el teléfono en la mano y el ceño fruncido. Había estado marcando el número de Red una y otra vez, pero no había respuesta. La preocupación empezaba a transformarse en ansiedad.

Second, que había notado el nerviosismo de Blue desde lejos, decidió acercarse. Caminó hacia él, con las manos en los bolsillos y el rostro aún reflejando el cansancio emocional de la noche anterior.

—¿Qué pasa? —preguntó, tratando de sonar tranquilo, aunque el tono serio de Blue lo puso en alerta.

Blue soltó un suspiro frustrado y levantó el teléfono para mostrarle la pantalla.

—Estoy tratando de llamar a Red, pero no contesta. Desde hace rato está apagado o simplemente no quiere responder.

Second frunció el ceño y se arrodilló junto a él para ver la pantalla más de cerca.

—¿Crees que... se haya ido muy lejos? —preguntó, aunque su voz traicionaba el creciente miedo que empezaba a instalarse en su pecho.

Blue apretó los labios, dudando antes de hablar.

—Mira, sé que no debería decir esto, pero... tengo un rastreador en su teléfono. Red siempre es muy impulsivo, y hace unos meses decidimos instalarlo por seguridad. No lo uso a menos que sea necesario, pero...

Second lo miró con los ojos muy abiertos.

—¿Un rastreador?

Blue asintió lentamente.

—Sí, pero... —se interrumpió, mirando nuevamente la pantalla—. El problema es que su ubicación no se ha movido desde hace un rato. Está lejos de aquí. Si está quieto por tanto tiempo, puede que esté en problemas.

Second sintió un nudo formarse en su estómago. Se pasó una mano por el cabello, su mente comenzando a llenarse de escenarios posibles, ninguno bueno.

—Entonces, ¿qué esperamos? —dijo, poniéndose de pie rápidamente—. Tenemos que ir a buscarlo.

Blue levantó la mirada hacia él, sorprendido por la intensidad en la voz de Second.

—Second, no sabemos exactamente qué está pasando. Tal vez solo necesita tiempo para calmarse. Ya sabes cómo es...

—¡No puedo quedarme sentado sabiendo que podría estar en problemas! —exclamó Second, con más fuerza de la que pretendía—. Especialmente después de...

No terminó la frase, pero Blue entendió. Había visto lo que había pasado entre Second y Red la anteriormente. Sabía que ambos habían llegado al límite.

Finalmente, Blue asintió y se levantó.

—Está bien. Déjame revisar el rastreador y ver si puedo precisar mejor su ubicación.

Second asintió y se cruzó de brazos, impaciente. Rosie, que había estado observando desde la distancia, se acercó con curiosidad.

—¿Qué pasa? —preguntó, mirando a Second y luego a Blue.

—Es Red —respondió Second, sin mirarla—. No contesta el teléfono y Blue dice que no se ha movido desde hace rato.

Rosie abrió los ojos con una mezcla de sorpresa y preocupación.

—¿No creen que tal vez solo está tomándose un tiempo para él? Se veía muy alterado cuando tuvieron esa discusión.

Blue negó con la cabeza mientras seguía revisando el rastreador.

—No es normal que esté tanto tiempo en un lugar. Y si apagó el teléfono, puede que algo esté mal.

Rosie iba a decir algo más, pero Second la interrumpió.

—No importa lo que esté haciendo, vamos a buscarlo.

La determinación en la voz de Second fue suficiente para silenciar cualquier objeción. Rosie se quedó en su lugar mientras Second y Blue se preparaban para ir al bosque.

—Lo encontraremos —dijo Blue, mirando a Second con seriedad—. No importa qué, lo traeremos de vuelta.

Second asintió, aunque en su pecho había una mezcla de miedo y culpa que no podía ignorar.

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Red caminaba lentamente por el bosque, su mente hecha un torbellino. Las ramas crujían bajo sus pies y el viento frío rozaba su piel, pero no parecía notarlo. Sentía el peso de sus pensamientos, mezclado con la frustración y el cansancio.

Con un suspiro, se detuvo junto a un árbol grande y sacó su mochila del inventario. Abriéndola, comenzó a rebuscar dentro, esperando encontrar algo para comer. Justo entonces, la pequeña cabeza de su gato, Cloud, apareció entre los compartimentos, ronroneando suavemente al verlo.

—¿Cloud? —murmuró Red con sorpresa, aunque una sonrisa ligera apareció en sus labios.

El gato maulló en respuesta, moviendo las orejas hacia adelante mientras miraba a su dueño con ternura. Red le acarició la cabeza, dejando que el ronroneo lo calmara un poco.

—Lo siento, pequeño —susurró—. No es seguro que estés aquí conmigo. Deberías volver a casa.

Cloud lo miró por unos segundos, como si entendiera perfectamente lo que decía. Antes de que Red pudiera hacer algo más, el gato sacó una pequeña barra de chocolate de la mochila con sus patas y se la entregó.

Red parpadeó, sorprendido, pero aceptó el chocolate con una sonrisa algo más sincera.

—¿Me trajiste esto? Gracias, amigo.

El gato ronroneó una última vez antes de que Red acariciara su cabeza una vez más y señalara la mochila.

—Vamos, vuelve a casa. Aquí no es lugar para ti.

Cloud soltó un suave maullido de despedida y, con un movimiento mágico, desapareció en un suave destello de luz que lo transportó directamente a casa.

Red miró el espacio vacío por un momento, sintiendo una punzada de soledad. Pero luego, abrió la barra de chocolate y le dio un mordisco. El dulce sabor lo reconfortó un poco, aunque no lo suficiente como para calmar completamente el caos en su interior.

Se levantó nuevamente, guardó la mochila en el inventario, y siguió caminando, sin un rumbo claro pero con un peso constante en el pecho que lo empujaba a seguir adelante.

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El viento intenso sacudía los árboles, haciendo que las hojas volaran en todas direcciones. Red se detuvo en seco cuando un ruido ensordecedor resonó en el bosque, como si algo atravesara el aire con una velocidad abrumadora. Cerró los ojos con fuerza para protegerse de la tierra y el polvo que se levantaban, cubriéndose la cara con un brazo.

Cuando la tormenta repentina se calmó y el aire volvió a ser relativamente tranquilo, Red parpadeó, recuperando la vista poco a poco. Fue entonces cuando lo vio.

Delante de él, entre las sombras que proyectaban los árboles, una figura descendía con elegancia casi aterradora. The Dark Lord estaba allí, con su porte imponente y su expresión fría, esa mirada que podía helar hasta la sangre. Sus ojos oscuros parecían analizar cada detalle, pero su presencia era inconfundible, como si el bosque mismo se inclinara ante él.

Red sintió un nudo en la garganta al verlo. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia él, sus pasos desesperados rompiendo el silencio del bosque.

—¡Dark! —gritó con la voz entrecortada mientras las lágrimas comenzaban a caer por su rostro.

Sin dudarlo, Red se lanzó hacia él, rodeándolo con los brazos en un abrazo desesperado. Su cuerpo temblaba, y las emociones que había intentado contener finalmente estallaron.

—Lo siento... —murmuró entre sollozos, apretando más el abrazo—. No sabía a quién más llamar... No sabía a dónde más ir...

Por un instante, Dark permaneció inmóvil, su expresión seria y calculadora. Pero luego, con un movimiento lento pero firme, levantó un brazo y lo colocó sobre la espalda de Red, correspondiendo el abrazo con un gesto inusualmente protector.

—Tranquilo, Red... Estoy aquí —dijo con voz grave, pero sin esa dureza que solía acompañarlo. Había una pizca de calidez oculta, una que pocos llegaban a conocer.

Dark sabía que Red siempre había sido especial para él, alguien que había logrado ver más allá de su fachada intimidante. Por eso, verlo en ese estado quebrado despertaba algo en su interior, algo que lo empujaba a ser más humano de lo que estaba acostumbrado.

—Déjalo salir —añadió, apretándolo ligeramente—. No tienes que enfrentarlo solo.

Red no respondió con palabras. Sólo se dejó caer más en el abrazo, llorando todo lo que había reprimido, mientras el aire frío del bosque se sentía menos pesado con Dark allí, sosteniéndolo.

Dark observó a Red por un momento más, notando cómo su cuerpo se debilitaba tras liberar toda esa tristeza contenida. Suspiró, moviendo la cabeza con leve exasperación.

—Bien, ya basta de dramas —dijo con su voz firme, aunque no había malicia en sus palabras. Antes de que Red pudiera reaccionar, Dark se agachó ligeramente, lo tomó con un movimiento rápido y lo subió a su hombro como si fuera un costal de papas.

—¡¿Qué estás haciendo?! —Red se quejó, su voz apagada por el cansancio, aunque no hizo ningún intento real por resistirse.

—Llevarte a casa, claro. No puedes andar deambulando por aquí como un alma perdida —respondió Dark, sin detenerse mientras avanzaba con pasos firmes por el bosque.

Red, sorprendido al principio, terminó soltando un suspiro de resignación y apoyó su cabeza contra la espalda de Dark. Sus brazos colgaban ligeramente, pero después de un momento, se aferraron al hombro de Dark con un gesto inconsciente.

—Está bien... haz lo que quieras —murmuró, su voz apenas un susurro.

Dark arqueó una ceja, algo sorprendido por lo dócil que estaba Red. Normalmente habría discutido más o incluso intentado escapar, pero ahora parecía rendido, completamente agotado.

—Eso pensé —dijo Dark con una leve sonrisa que nadie podía ver.

El bosque permanecía tranquilo, excepto por el sonido de los pasos de Dark y el susurro de las hojas movidas por la brisa. Mientras cargaba a Red, Dark mantenía su mirada al frente, pero por dentro no podía evitar sentirse un poco preocupado.

—¿Qué fue lo que te pasó, Red? —preguntó, su tono más suave que antes.

—No quiero hablar de eso... —murmuró Red, todavía aferrado al abrazo.

Dark no insistió. Entendía que Red necesitaba tiempo, y aunque su curiosidad estaba allí, sabía que lo mejor era darle espacio. Por ahora, lo importante era llevarlo a un lugar seguro.

—Descansa, yo me encargo de todo —dijo Dark con determinación.

Mientras seguían avanzando, Red, aún en su posición sobre el hombro de Dark, dejó escapar un pequeño suspiro. Pese a todo, se sentía seguro. Por primera vez en lo que parecía una eternidad, sentía que no tenía que cargar con todo solo. Y aunque no lo admitiría en voz alta, estaba agradecido de que Dark estuviera allí para él.

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Blue observaba la pantalla de su teléfono con una mezcla de alivio y preocupación. El rastreador finalmente mostraba movimiento, pero el ritmo del desplazamiento era rápido e inusual, como si Red no estuviera simplemente caminando.

—¡Se está moviendo! —exclamó Blue, con una sonrisa breve que pronto se desvaneció al notar algo extraño. Su expresión se tornó seria mientras seguía rastreando el movimiento.

Second, que estaba sentado con las manos cruzadas sobre sus rodillas, levantó la mirada de inmediato.

—¿Qué pasa? ¿Dónde está? —preguntó, su voz llena de ansiedad.

Blue frunció el ceño, revisando el mapa con más detalle.

—No lo sé... pero se está moviendo demasiado rápido para estar caminando. Algo está pasando.

Second se levantó rápidamente, sintiendo un peso en el pecho. Su mente estaba llena de dudas y culpabilidad. Todo esto había comenzado por su actitud hacia Red y por cómo había permitido que las cosas se salieran de control.

—Esto es mi culpa... —dijo en voz baja, mirando al suelo. Cerró los ojos por un momento, tratando de controlar sus emociones. Finalmente, respiró hondo y miró al grupo.

—Lo siento. Lo siento por arruinar este viaje. Todo esto es por mi culpa, y por mi orgullo... Nunca debí dejar que las cosas llegaran tan lejos con Red —admitió, su voz cargada de arrepentimiento.

El grupo lo miró en silencio por un momento, dejando que sus palabras resonaran. Purple fue el primero en romper el silencio.

—Second, no es el momento de culparte. Lo importante ahora es encontrar a Red y asegurarnos de que esté bien —dijo, su tono firme pero no cruel.

—Exacto —añadió Blue, levantando la vista de su teléfono—. Esto no es tu culpa. Lo único que importa ahora es que vayamos por él.

Rosie, aunque había permanecido en silencio todo este tiempo, asintió con una pequeña sonrisa amable.

—Todos cometemos errores, Second. Red nos necesita ahora, así que enfoquémonos en ayudarlo —dijo.

Second tragó saliva, sintiendo una leve punzada al escucharla, pero al menos las palabras de todos lo reconfortaron un poco. A pesar de que aún se sentía responsable, agradecía el apoyo del grupo.

—Gracias... —murmuró Second, con la mirada aún baja.

Green puso una mano en el hombro de Second, dándole un pequeño apretón.

—Vamos, ya nos organizaremos en el camino. Red es más importante que cualquier viaje.

Second asintió, decidido.

—De acuerdo. Entonces vamos. No podemos perder más tiempo.

El grupo comenzó a prepararse rápidamente para moverse, liderados por Blue, quien seguía mirando su teléfono para asegurarse de que el rastreador de Red no se detuviera. Mientras avanzaban, todos llevaban en mente la misma preocupación: ¿qué estaría pasando con Red?

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Mientras Red dormía profundamente en los brazos de Dark, este atravesó la densa bruma del bosque hasta llegar a una estructura oculta entre los árboles: su hogar. Era un lugar sombrío y silencioso, con un aire intimidante, pero que para Dark era un refugio.

La puerta se abrió antes de que él pudiera tocarla, y Chosen apareció en el umbral. Su expresión usualmente tranquila se transformó en una mezcla de sorpresa y confusión al ver a Red en los brazos de Dark.

—¿Qué...? ¿Red? —preguntó Chosen, sus ojos entrecerrados mientras trataba de procesar la escena frente a él.

Dark no respondió de inmediato. Caminó con calma hacia el interior, como si la presencia de Red en sus brazos fuera lo más natural del mundo. Finalmente, depositó a Red en un sofá amplio y oscuro, asegurándose de que estuviera cómodo antes de volverse hacia Chosen.

—Lo encontré en el bosque —dijo Dark con su tono bajo y frío, cruzando los brazos—. Estaba solo, llorando. No podía dejarlo así.

Chosen frunció el ceño, mirándolo fijamente.

—¿Y por qué está aquí? Esto no parece algo que harías.

Dark alzó una ceja, visiblemente molesto por el comentario.

—Porque me importa, Chosen —respondió con seriedad—. Aunque tú creas que no tengo corazón, hay cosas que no voy a ignorar.

Chosen suspiró, bajando la mirada hacia Red. Su preocupación por él era evidente.

—Está... agotado —murmuró, acercándose al sofá y arrodillándose junto a Red para inspeccionarlo más de cerca—. ¿Qué le pasó?

Dark negó con la cabeza, aún con los brazos cruzados.

—No me lo dijo. Pero es obvio que estaba mal. Y por cómo me abrazó, no necesitaba palabras para saberlo.

Chosen dejó escapar un suspiro más profundo, pasando una mano por su cabello.

—Second, seguro... —murmuró para sí mismo, pero Dark lo escuchó.

—¿Second? ¿Qué tiene que ver con esto? —preguntó Dark, entrecerrando los ojos.

—No es nada —respondió Chosen rápidamente, evitando el tema—. Lo importante es que Red esté bien.

Dark lo observó con desconfianza, pero dejó pasar el comentario. Se giró hacia una silla cercana y se sentó, con la mirada fija en Red.

—Entonces, ¿lo cuidaremos aquí por ahora? —preguntó Chosen, rompiendo el silencio.

Dark asintió.

—No hay otro lugar donde pueda ir sin que lo encuentren. Aquí estará seguro.

Chosen no respondió, pero la idea le daba un mal presentimiento. Miró nuevamente a Red, pensando en todo lo que él podría estar pasando y en cómo podría ayudarlo. Algo le decía que esto no sería tan simple como esperar a que despertara.

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Chosen se acercó a Dark con cautela, notando la tensión en su postura. La atmósfera en la habitación era pesada, el silencio palpable. Dark, como siempre, parecía no mostrar signos de incomodidad, pero Chosen sabía que, en su interior, algo estaba claramente alterado.

Sin decir nada, Chosen se acercó lentamente y se puso detrás de Dark. Sus manos, con un movimiento suave pero firme, empezaron a masajear sus hombros. La presión sobre los músculos tensos de Dark pareció suavizarse poco a poco, pero su rostro seguía impasible, casi distante.

—Pareces un niño al que le obligan a cuidar a alguien, Dark —comentó Chosen, intentando aligerar el ambiente. Su tono era juguetón, pero había una ligera preocupación detrás de sus palabras—. Esto... lo que estamos haciendo... parece un secuestro, ¿no lo crees?

Dark no reaccionó de inmediato. Sus ojos seguían fijos en el sofá donde Red reposaba, pero pudo sentir las manos de Chosen en sus hombros, deshaciendo lentamente la rigidez de su cuerpo. Un suspiro leve escapó de sus labios.

—No lo estoy secuestrando —respondió, su voz baja y grave—. Solo lo estoy... protegiendo.

Chosen, continuando con su masaje, le dio un pequeño apretón a los hombros, como si estuviera buscando transmitir algo de calma a Dark, o al menos intentaba aliviar la tensión en su cuerpo.

—Sabes que eso no es lo mismo, ¿verdad? Lo estás cuidando, pero no puedes negar que tu manera de hacer las cosas siempre es tan... extrema. —Se detuvo un momento, observando el rostro de Dark, que no mostraba emoción alguna. Chosen no esperaba que Dark cambiara su postura, pero era claro que estaba afectado por algo. Tal vez por lo que había ocurrido con Red, o por algo más que no quería admitir.

Dark cerró los ojos por un momento, disfrutando del masaje, aunque sus pensamientos seguían nublados.

—No estoy acostumbrado a estas situaciones... No sé cómo manejar a personas como él, Chosen. No sé qué hacer. —Su voz, aunque firme, dejó escapar una pequeña grieta de vulnerabilidad.

Chosen, con su tono suave y confiable, le dio un leve toque en el cuello antes de hablar.

—No necesitas tener todas las respuestas, Dark. Solo necesitas estar ahí para él. —Se apartó un poco, mirándolo con una mirada seria pero comprensiva—. No siempre tienes que ser tan... imponente. A veces, ser humano es suficiente.

Dark, aunque no dijo nada, asintió ligeramente, agradecido por el apoyo de Chosen, aunque no estaba seguro de cómo encajar las palabras de su amigo en su mente cerrada. Sin embargo, en ese momento, lo único que sentía era una preocupación profunda por Red, y la extraña sensación de que algo en su vida estaba cambiando. Algo que quizás no podría controlar.

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Chosen se acercó más a Dark y, con una sonrisa traviesa, le acarició la cabeza suavemente. La acción era tranquila y, por un momento, parecía como si la atmósfera pesada en la habitación se aligerara un poco.

—Te ves tierno, Dark. Cuidando a tu gemelo como si fueras su hermano mayor —dijo Chosen, con un toque de burla en su voz, pero también con una ligera ternura.

Dark, que raramente mostraba una expresión abierta de humor, se permitió soltar una pequeña risa. Era una risa baja, casi inaudible, pero genuina. Chosen no pudo evitar sonreír al ver ese cambio en su rostro, algo tan raro en Dark.

—¿Tierno? —replicó Dark, con una sonrisa apenas visible en su rostro—. No soy tierno... solo soy eficiente.

Pero luego, con un rápido movimiento, Dark se levantó y, con una mano, levantó a Chosen suavemente, para hacerlo sentar en su regazo. La acción fue repentina, y la cercanía entre ambos, aunque usualmente un poco incómoda para Chosen, parecía ser un intento de Dark de recuperar el control de la situación.

Chosen, sorprendido pero sin perder su compostura, lo miró con una ceja levantada.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó con tono calmado, pero con una ligera advertencia.

Dark sonrió con esa expresión misteriosa que siempre lo caracterizaba.

—Nada... solo... quería que lo vieras desde una perspectiva diferente —dijo, sus palabras cargadas de una insinuación que Chosen conocía bien, pero que, por una razón u otra, no quería dar pie a un juego que pudiera complicar aún más las cosas, especialmente con Red tan cerca.

Antes de que la situación pudiera volverse más intensa, Chosen se apartó rápidamente, levantándose de las piernas de Dark con un gesto firme.

—Ahora no, Dark. —Lo miró con una sonrisa irónica—. No mientras Red esté aquí. No es el momento.

Dark, aunque algo frustrado por la interrupción, dejó escapar un suspiro. Sabía que Chosen tenía razón, pero la cercanía y la tensión entre ellos siempre creaban un espacio en el que Dark, de una forma extraña, se sentía más vivo. Pero la presencia de Red complicaba las cosas, como siempre.

—Tienes suerte de que Red esté aquí... —murmuró Dark, con un toque de molestia, pero también reconociendo que Chosen, en cierto modo, tenía razón.

Chosen, sonriendo ampliamente, se inclinó un poco hacia Dark.

—La próxima vez, Dark... la próxima vez. —Y con un guiño, Chosen se apartó, asegurándose de que la situación no se descontrolara aún más.

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Mientras caminaban por el bosque, Second no podía dejar de pensar en Red. Recordaba los momentos tranquilos que compartieron en el campamento, esos pequeños instantes en los que la compañía de Red había sido su mayor consuelo. Las risas, las charlas, incluso los silencios compartidos entre ellos le habían dado una sensación de paz que hacía tiempo no sentía. Pero todo se había arruinado, como siempre, por los malentendidos, las palabras no dichas, los sentimientos no expresados. Se lamentaba por no haber hecho más, por no haber sabido cómo arreglar las cosas antes de que se volvieran demasiado complicadas.

—No puedo creer que todo haya llegado tan lejos... —murmuró Second, sin darse cuenta de que había hablado en voz alta.

Yellow, caminando cerca, lo miró preocupado. Había notado la expresión sombría en el rostro de Second, y sabía que algo no estaba bien. La situación con Red claramente estaba afectando a su amigo.

—No es tu culpa, Second. Red es... complicado, ¿sabes? Él tiene sus propios demonios, y no siempre es fácil para él abrirse —dijo Yellow, tratando de ofrecer algo de consuelo. Pero incluso él sabía que las palabras no siempre eran suficientes.

Second asintió sin decir nada más, pero su mente seguía atrapada en los recuerdos de aquellos días felices con Red. ¿Por qué no se había dado cuenta antes de lo que realmente sentía por él? Había estado demasiado preocupado por las expectativas de los demás, por mantener la calma, por ser el líder... y en el proceso, había dejado que su relación con Red se desmoronara.

—Lo arruiné, Yellow. Lo arruiné todo —confesó, su voz quebrada, como si estuviera a punto de hundirse.

Yellow lo miró con tristeza, pero también con una ligera comprensión. Sabía que Second era alguien que se ponía demasiada presión a sí mismo, que cargaba con más peso del que debía.

—A veces, Second, solo tienes que hacer lo que puedas. No todo está en tus manos. Pero si realmente te importa Red, no lo dejes ir. Aún hay tiempo para arreglar las cosas.

Pero Second no estaba seguro. Algo dentro de él temía que ya fuera demasiado tarde. Mientras caminaban, el sonido del bosque que los rodeaba parecía más silencioso que nunca, como si todo estuviera esperando a que se resolviera el caos que se había desatado entre ellos.

El viento movió las hojas, y por un instante, Second pensó que tal vez podría encontrar una forma de enmendar las cosas... si tan solo pudiera encontrar a Red. Pero las dudas seguían pesando en su corazón, y cada paso que daba se sentía más pesado que el anterior.

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Orange, con una expresión seria pero preocupada, miró a todos y dijo:

—Creo que es mejor que todos busquemos descanso por hoy. Red no va a ir a ningún lado de inmediato, y es más peligroso andar buscando en la oscuridad. Mañana será otro día.

Second, sin embargo, se negaba a aceptar la idea. Su mente seguía obsesionada con la búsqueda de Red, y no podía soportar la idea de descansar mientras él seguía perdido.

—No podemos esperar hasta mañana. Red necesita nuestra ayuda ahora —insistió, su voz quebrada por la ansiedad.

Pero Green, que había estado callado todo el tiempo, intervino suavemente:

—Lo sé, Second, pero Orange tiene razón. Nadie puede ver bien en la oscuridad, y no podemos arriesgarnos a perder más tiempo o ponernos en peligro. Si realmente quieres encontrarlo, necesitas estar en tu mejor estado.

Blue, con su mirada también preocupada, agregó:

—Si no descansamos ahora, mañana no tendremos fuerzas para buscarlo como se debe. Red querría que estemos bien. No lo defraudes.

Second cerró los ojos con frustración. Sabía que sus amigos tenían razón. Había sido tan impulsivo que se había olvidado de lo más importante: su bienestar y el de todos.

—Está bien —dijo finalmente, su tono resignado—. Pero solo porque lo que más quiero es encontrarlo.

Orange asintió, y sin decir más, todos comenzaron a preparar el campamento para pasar la noche. Aunque los pensamientos de Second seguían atormentándolo, hizo lo posible por encontrar algo de calma en el descanso necesario.

A pesar de la oscuridad, un pensamiento persistente recorría su mente. Mañana sería el día en que todo cambiaría. Mañana, iba a encontrar a Red y decirle todo lo que sentía, incluso si las palabras no podían arreglar lo que se había roto. Pero al menos lo intentaría.

Mientras todos se acomodaban en sus sacos de dormir, una sensación de inquietud permanecía en el aire. Aunque el cansancio golpeaba sus cuerpos, ninguno de ellos podía realmente descansar por completo, sabiendo lo que estaba en juego.

La noche avanzaba lentamente, y las estrellas brillaban en el cielo despejado, pero para Second, el sueño no era más que un refugio temporal de la tormenta de emociones que lo consumían.

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En el sueño, Second se encontraba en un pequeño claro del bosque, rodeado de árboles altos que apenas dejaban pasar la luz de la luna. El aire era fresco, y el sonido de las hojas moviéndose suavemente lo tranquilizaba. A su lado, Red estaba recostado sobre una manta, mirando las estrellas con una expresión tranquila y una sonrisa que iluminaba la oscuridad.

—Es tan bonito aquí —dijo Red, con esa voz que siempre lograba hacer que el corazón de Second se acelerara. Se giró hacia él, su risa contagiosa llenando el aire—. ¿Te imaginas quedarnos aquí para siempre?

Second sonrió, sus ojos fijos en Red, aunque no podía dejar de admirar lo hermoso que se veía bajo la luz de la luna. Su cabello se movía suavemente con el viento, y su rostro reflejaba esa paz que Second tanto anhelaba para él.

—Si tú quieres, yo también lo quiero —respondió Second, su tono suave y sincero, aunque una parte de él no podía evitar sentir que algo faltaba. Pero ese sentimiento se desvaneció cuando Red volvió a sonreír, esta vez mirando directamente a sus ojos.

—Sabes que nunca querría que te fueras, ¿verdad? —le dijo Red, tomando su mano con delicadeza. Second sintió un calor agradable en su pecho, el simple toque de Red tenía un poder que nunca había entendido bien.

—No quiero irme —respondió Second, casi en un susurro, como si no quisiera que nada interrumpiera ese momento. A medida que miraban las estrellas, la atmósfera se sentía más íntima, como si todo el universo se hubiera detenido solo para ellos. Los dos se quedaron en silencio por un rato, solo disfrutando de la compañía del otro y del brillo de las estrellas sobre ellos.

De repente, Red se giró hacia Second con una mirada seria pero suave, y sin previo aviso, se acercó lentamente. El aire entre ellos se volvió más espeso, cargado de una electricidad que solo ellos parecían entender.

—Second… —murmuró Red, justo antes de inclinarse y darle un beso en la frente. Era un gesto tierno, lleno de cariño, que hizo que el corazón de Second latiera más rápido.

Cuando se separaron, Second lo miró, completamente abrumado por la sensación de felicidad que lo invadía. No importaba lo que el futuro les deparara, en ese momento, todo lo que importaba era estar allí, con Red, bajo ese cielo estrellado.

Pero entonces, algo cambió. Un sonido distante, una sensación incómoda, lo sacó de su sueño. Las estrellas empezaron a desvanecerse lentamente, y la imagen de Red se desvaneció ante sus ojos.

Second intentó alcanzarlo, pero la distancia entre ellos creció, y la oscuridad comenzó a envolverlo. En el último suspiro de su sueño, vio a Red alejándose, y una profunda tristeza lo invadió.

—¡Red! —gritó Second, pero no hubo respuesta. Todo se desvaneció en la oscuridad.

Fue en ese momento cuando despertó, respirando agitadamente. Miró alrededor, desorientado por unos segundos, hasta que la realidad lo golpeó. El campamento estaba en silencio, todos dormían. Pero él seguía con el corazón acelerado y un dolor profundo en su pecho.

Red seguía perdido, y esa sensación de separación del sueño parecía estar presente también en la realidad.

Second cerró los ojos por un momento, sabiendo que al día siguiente tendría que ir en busca de Red, no solo para encontrarlo, sino para reparar lo que se había roto entre ellos.

La noche continuó, pero para Second, ese sueño sería una constante en su mente. Un recordatorio de lo que había perdido y de lo que necesitaba recuperar.

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En otro sueño, Second y Red estaban sentados juntos bajo la sombra de un árbol grande, cuyas hojas formaban un refugio natural sobre sus cabezas. El aire era suave, casi etéreo, y el sonido del agua del lago cercano llenaba el ambiente, calmando cualquier rastro de inquietud. Las aguas reflejaban el cielo azul, como un espejo perfecto, y todo parecía más brillante, más hermoso, como si el mundo entero estuviera en su lugar.

Red miraba el lago en silencio, su rostro tranquilo, pero con una leve sonrisa en sus labios. Second lo observaba en silencio, sintiendo cómo su corazón latía más rápido con cada mirada. No sabía si era la paz del momento o la cercanía de Red, pero algo dentro de él lo impulsaba a no apartar la vista de él.

Red se giró de repente hacia Second, sus ojos brillando con algo más profundo que antes. No dijo nada, solo se acercó lentamente, como si cada movimiento estuviera lleno de propósito. Second no podía apartar la mirada, su cuerpo ya anticipando lo que iba a pasar.

Fue entonces cuando, sin pensarlo, Red lo besó. El beso fue suave al principio, lleno de una ternura inmensa, como si ambos estuvieran esperando este momento desde siempre. Second no dudó ni un segundo, y correspondió el beso con la misma intensidad. La conexión entre ellos fue instantánea, como si sus corazones finalmente se hubieran encontrado.

El mundo desapareció por un instante. No había nada más que Red, Second y el lago reflejando la luz del sol en el fondo. El sonido del viento moviendo las hojas del árbol era apenas un susurro en sus oídos, y todo lo demás parecía desvanecerse. En ese beso, ambos compartían más que un gesto físico; era una promesa, un reconocimiento mudo de que sus sentimientos iban más allá de las palabras.

Cuando finalmente se separaron, Red sonrió de manera relajada, como si finalmente hubiera soltado una carga que no sabía que llevaba. Second lo miró, sintiendo una calidez en su pecho que lo envolvía por completo.

—Te quiero —murmuró Red, su voz tranquila pero llena de emoción.

Second, aún con el corazón acelerado, sonrió de vuelta. —Yo también, más de lo que puedo expresar —respondió, sus palabras sinceras.

En ese momento, todo se sintió perfecto. No había lugar para dudas ni miedos, solo el amor que compartían, tan claro y puro como el agua del lago ante ellos. Todo lo que habían pasado, todos los momentos difíciles y las inseguridades, parecían desvanecerse bajo la luz de ese simple pero profundo gesto.

Pero, al igual que la paz del lago, todo empezó a desvanecerse lentamente. El sueño de Second comenzó a desmoronarse, el paisaje desapareció y la figura de Red se alejó, difuminándose entre las sombras. Second intentó aferrarse a la imagen, a ese sentimiento de conexión, pero el sueño se disolvió y se convirtió en oscuridad.

Al despertar, Second se encontró nuevamente en su saco de dormir, su cuerpo tenso y su corazón lleno de una mezcla de deseos y frustración. El sueño había sido tan real, tan vívido, pero ahora se sentía más perdido que nunca. Sin embargo, algo dentro de él sabía que lo que había experimentado en ese sueño era verdadero, que el amor que compartían no era solo una fantasía.

Con determinación, Second cerró los ojos nuevamente, sabiendo que tenía que encontrar a Red y recuperar lo que habían perdido. El amor que sentía por él no podía quedar solo en sueños; debía ser real, no importaba lo que sucediera.

Second apareció en el sueño, y esta vez todo parecía diferente. El aire estaba denso, cargado de humedad, y la atmósfera era intensa. Las gotas de agua caían lentamente desde las ramas de los árboles, creando pequeñas ondas en el suelo. La luz de la luna filtraba a través de las hojas, iluminando tenuemente el bosque, pero lo que más destacaba en ese lugar era la cercanía entre ellos.

Red estaba acorralado contra un árbol, su respiración agitada, su pecho subiendo y bajando con cada inhalación. Pero no había miedo en su mirada. En lugar de eso, había una rendición suave, una aceptación de lo que estaba sucediendo entre él y Second.

Second se acercó a él sin dudarlo, su mirada fija en los ojos de Red, como si estuviera buscando algo, algo que solo él pudiera entender. Sin mediar palabra, sus labios se encontraron con los de Red en un beso urgente, apasionado, como si todo lo que había quedado sin decir, todas las emociones reprimidas, se desbordaran en ese momento.

El beso no fue suave ni lento, sino fuerte, como si ambos hubieran estado esperando este instante durante demasiado tiempo. Las manos de Second se deslizaron hacia la cintura de Red, acercándolo aún más, mientras que las de Red se aferraban a los hombros de Second, como si temiera que todo pudiera desvanecerse.

El sonido del agua, la caída de las gotas sobre las hojas, el crujir de los árboles… todo se desvaneció mientras sus cuerpos se alineaban, las emociones se entrelazaban, y el mundo alrededor de ellos parecía detenerse. Nada importaba, solo existían ellos dos, en ese momento, en ese beso.

El calor entre ellos se intensificaba, pero en ese sueño, no había lugar para dudas ni inseguridades. Red y Second se necesitaban, se deseaban, y todo lo que sentían era lo único que importaba. Los dos sabían que, sin importar lo que ocurriera al despertar, ese sentimiento era real. Algo había cambiado entre ellos, algo que no se podía deshacer.

Pero de repente, la escena comenzó a desvanecerse. Las sombras comenzaron a alargarse, y el abrazo de la realidad comenzó a apoderarse de ellos, separándolos lentamente. El sueño comenzó a desmoronarse, y Second despertó, su cuerpo aún lleno de la sensación de ese beso, como si el calor de Red lo hubiera marcado incluso en su sueño.

Pero al despertar, se sintió más confundido que nunca. No sabía si lo que había experimentado era un deseo reprimido o algo más profundo. Lo único que sabía era que no podía ignorar lo que había sentido, y que la conexión con Red no solo era un sueño... era algo real, algo que debía enfrentar, y algo que quería hacer realidad.

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Second se levantó lentamente, su mente aún envuelta en los recuerdos del sueño, el calor de Red en su cuerpo y la sensación de su beso. No quería volver a dormir, no quería perderse en esos pensamientos otra vez. Se dirigió hacia la fogata, donde las brasas aún brillaban tenuemente bajo la luna. El aire estaba extraño, denso, casi como si el calor del sueño aún lo rodeara, y sentía la humedad en su piel, como si el bosque todavía estuviera bajo la influencia de lo que había soñado.

Se sentó cerca de la fogata, mirando las llamas que bailaban frente a él. El calor de la noche parecía intensificarse, y la suave brisa no lograba aliviar la tensión que sentía en su pecho. No sabía qué hacer con todo lo que había despertado dentro de él. Se pasó una mano por el cabello, como si pudiera despejar su mente, pero los pensamientos de Red seguían regresando. Cada vez que los cerraba, Red volvía a aparecer en su mente, esa imagen de él tan cercano, de ese beso robado en el sueño.

¿Era real? ¿Debería hacer algo al respecto?

No podía escapar de esos sentimientos, no podía dejar de pensar en cómo se había sentido. Esa cercanía, esa conexión, había sido tan intensa. ¿Y si Red no sentía lo mismo? ¿Y si todo lo que había experimentado en su sueño era solo una ilusión? No quería arriesgarse a que todo cambiara, pero al mismo tiempo, no quería seguir ignorando lo que había descubierto en su corazón.

El calor de la noche lo rodeaba, y la fogata no era suficiente para disipar la sensación de incomodidad que le envolvía. Se levantó y comenzó a caminar un poco alrededor del campamento, buscando algo, alguna forma de calmarse. Pero todo parecía más complicado. Necesitaba tomar una decisión, pero no podía hacerle frente a la verdad aún.

Suspiró, mirando al cielo, buscando algo que le diera respuestas. Pero todo lo que encontró fue el silencio de la noche y las estrellas titilando lejos, como si estuvieran observando todo desde arriba, al igual que él, intentando encontrar algo en la oscuridad.

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Red despertó con un sobresalto, su respiración acelerada y su corazón latiendo con fuerza. Parpadeó varias veces, tratando de procesar lo que acababa de soñar. La sala estaba a oscuras, iluminada solo por la tenue luz de la luna que se filtraba por las ventanas. Todo estaba en silencio, excepto por el eco de su propio sueño que seguía resonando en su mente.

Había sido tan vívido, tan real. Estaba con Second, cerca de un lago, bajo un cielo estrellado, compartiendo un momento que parecía sacado de otro mundo. Y ese beso… Red se tocó los labios con una mano temblorosa, aún sintiendo el calor y la intensidad del momento. Pero no era solo el beso. Había más, algo más profundo, como si ese sueño hubiera sido algo más que una simple fantasía. ¿Cómo podía ser tan real? ¿Cómo podía sentirlo aún, incluso despierto?

Trató de calmarse, pero no podía ignorar la sensación de que algo estaba pasando. El segundo sueño lo había dejado aún más confuso. Él, atrapado contra un árbol, con Second acorralándolo, sus labios encontrándose en una intensidad que lo hacía estremecer. Había calor, deseo… y algo más que no podía describir. ¿Por qué su mente lo estaba torturando así?

Pero lo que más lo perturbaba era la extraña sensación de que no había estado solo en ese sueño. Había algo diferente, algo… compartido. Cerró los ojos un momento, tratando de encontrar sentido a lo que sentía. Y entonces lo entendió: no era solo suyo. Ese sueño, esos momentos, no eran solo suyos. Era como si Second hubiera estado allí también.

Se levantó del sofá con cuidado, tratando de no hacer ruido para no despertar a Dark ni a Chosen. Su mente estaba inundada de preguntas. ¿Había sentido Second lo mismo? ¿Era posible que, de alguna manera, hubieran compartido esos sueños? Pero, ¿cómo? Era una locura pensar en ello, pero no podía negar lo que sentía.

Caminó hacia la ventana, observando la noche tranquila afuera. El viento soplaba suavemente, pero Red no podía calmarse. Se abrazó a sí mismo, tratando de encontrar algo de consuelo. Todo lo que podía pensar era en Second. ¿Qué estaría haciendo en ese momento? ¿Estaría pensando en él? ¿O estaría con Rosie, riendo, feliz, sin preocuparse por lo que Red estaba sintiendo?

Red respiró hondo, sus emociones mezclándose entre tristeza, enojo y algo más que no quería admitir. No sabía qué hacer, pero una cosa era clara: ese sueño no era una coincidencia. Algo estaba cambiando, y no estaba seguro de si estaba listo para enfrentarlo.

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Mientras el grupo recogía sus cosas para continuar con la búsqueda, Second se acercó a Blue, inquieto por lo que había soñado. Blue estaba revisando el rastreador para confirmar la señal de Red cuando Second, algo nervioso, le susurró:

—Oye, Blue… ¿Es normal tener un sueño que se sienta tan real?

Blue alzó la vista, intrigado por la pregunta, y dejó el rastreador a un lado.

—¿Qué quieres decir con "tan real"? —preguntó con el ceño fruncido.

Second desvió la mirada, intentando ordenar sus pensamientos antes de hablar.

—Es que soñé con alguien… y se sintió como si realmente estuviera ahí. Podía sentir, escuchar… incluso después de despertar, la sensación no se iba.

Blue lo observó en silencio un momento, como si intentara analizar sus palabras.

—¿Te refieres a uno de esos sueños que parecen más una experiencia que un simple sueño?

Second asintió lentamente.

—Exacto… Pero no sé por qué.

Blue suspiró, pensativo, antes de explicar:

—A veces pasa, aunque no es algo común. Los sueños son como una mezcla de emociones, recuerdos y deseos que nuestra mente organiza mientras dormimos. Pero cuando una emoción hacia alguien es demasiado fuerte —sea por preocupación, amor o incluso culpa—, puede influir en la intensidad del sueño.

Second lo miró fijamente.

—¿Entonces fue solo mi subconsciente jugando conmigo?

Blue negó con la cabeza.

—No necesariamente. Hay algo llamado "conexión emocional compartida". Es raro, pero si dos personas están muy unidas o sienten algo similar, sus sueños pueden sincronizarse. No es magia ni ciencia exacta, pero se cree que es una forma en que el cerebro intenta procesar esos sentimientos.

Second abrió los ojos con sorpresa.

—¿Quieres decir que… esa persona pudo haber soñado lo mismo?

Blue encogió los hombros.

—Es posible. Si esa conexión es lo suficientemente fuerte, el sueño puede ser un reflejo de lo que ambos sienten, incluso si no lo dicen en voz alta.

Second se quedó pensativo, recordando cada detalle del sueño. ¿Y si Red había sentido lo mismo? ¿Y si ese sueño no era solo suyo?

Blue retomó el rastreador, dejando que Second procesara la explicación.

—De cualquier manera, los sueños no mienten. Lo que sentiste es real, y eso significa algo. Quizás sea hora de averiguar qué significa, Second.

Second no respondió, pero su pecho se llenó de una mezcla de emociones. Blue podía estar en lo correcto. Tal vez ese sueño era más que un simple desvarío nocturno. Quizás era una puerta que ambos necesitaban cruzar.

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Mientras el grupo avanzaba lentamente por el sendero, Second caminaba en silencio detrás de todos. Las palabras de Blue resonaban en su mente: “Los sueños no mienten. Lo que sentiste es real.”

Second bajó la mirada al suelo, pateando una pequeña piedra. Sin querer, su mente regresó al sueño de la noche anterior. Era imposible sacárselo de la cabeza, como si cada escena estuviera grabada con fuego.

Recordó estar sentado junto a Red bajo aquel árbol, el reflejo del lago brillando suavemente con la luz del atardecer. Podía sentir la brisa cálida en su piel, incluso ahora, mientras caminaba en el frío del bosque. La voz de Red resonaba como un eco en su memoria, llena de calidez y ternura, algo tan distinto a las peleas recientes.

Y luego, ese beso.

Second tragó saliva y apretó los puños. Podía sentirlo tan claramente, como si aún estuviera ahí: los labios de Red, cálidos y suaves, el latido acelerado de su corazón, el leve temblor de sus manos cuando tocó la mejilla de Red para corresponder el beso.

Pero lo que más lo marcaba no era el beso en sí, sino lo que sentía en ese momento. Era una mezcla de paz y euforia, algo que nunca había sentido con nadie más. Como si, por primera vez, todo encajara, como si ese fuera el lugar al que siempre había pertenecido.

Su rostro se calentó al recordar la otra parte del sueño, más intensa, más impulsiva. Se veía a sí mismo acorralando a Red contra el árbol, sujetándolo con fuerza mientras lo besaba como si temiera perderlo. Solo pensar en eso lo hizo detenerse por un momento. ¿Por qué soñaría algo así?

¿Y si esos sueños eran más que simples imágenes?

Second miró al frente, viendo a Blue y los demás avanzando. ¿Podría ser que esos sentimientos estuvieran escondidos dentro de él todo este tiempo? ¿Había algo más profundo entre él y Red que nunca se atrevió a aceptar?

Su pecho se llenó de incertidumbre, pero también de una extraña esperanza. Si el sueño era un reflejo de lo que sentía, entonces tal vez… tal vez no era demasiado tarde para arreglar las cosas.

Sin embargo, había un problema que lo carcomía: ¿y si Red no sentía lo mismo? ¿Y si todo esto era solo producto de su imaginación?

Suspiró y siguió caminando, intentando concentrarse en encontrarlo. Pero algo en su interior le decía que no solo debía buscar a Red para disculparse… debía encontrar respuestas a lo que realmente significaba ese sueño.

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Dark colocó frente a cada uno un plato perfectamente servido: huevos revueltos con especias, pan tostado dorado a la perfección y una porción de frutas frescas decorada con precisión casi artística. Incluso el café tenía un espiral de crema que demostraba su habilidad y atención al detalle.

Chosen, como siempre, no perdió tiempo en devorar su comida. —Esto está increíble como siempre, Dark. Creo que nunca podré cocinar algo así de bueno —dijo mientras tomaba un sorbo de café y volvía a atacar su tostada.

Dark, quien permanecía de pie cerca de la mesa con los brazos cruzados, esbozó una pequeña sonrisa. —Por supuesto que no. Nadie supera mi perfección.

Red, en cambio, miraba su plato sin tocarlo, removiendo los huevos con el tenedor mientras su mente se perdía en pensamientos. Sus ojos tenían una sombra de cansancio, y aunque el aroma de la comida era tentador, su apetito brillaba por su ausencia.

Chosen notó su actitud y se inclinó ligeramente hacia él. —Hey, Red, ¿estás bien? No has probado ni un bocado.

Red levantó la mirada brevemente y luego volvió a bajar la vista al plato. —Sí... solo no tengo mucha hambre —murmuró, su voz casi inaudible.

Dark, siempre observador, se acercó y apoyó una mano en el respaldo de la silla de Red. —No sirve de nada saltarte el desayuno. Es un insulto a mi cocina —dijo con un tono calmado pero firme.

Red soltó un suspiro, sin mirar a Dark. —No es eso… solo tengo muchas cosas en la cabeza.

Chosen intercambió una mirada con Dark. Sabían que algo estaba molestando a Red, pero no estaban seguros de cómo abordar el tema sin presionarlo.

—Si no hablas de lo que te molesta, seguirá atormentándote —dijo Dark con su típica frialdad, pero había un toque de preocupación en su voz.

—No quiero hablar de eso —respondió Red rápidamente, cortando cualquier intento de seguir el tema. Finalmente, tomó un trozo de pan tostado y le dio un mordisco, más para evitar seguir hablando que por hambre.

Chosen, intentando aliviar la tensión, sonrió y cambió de tema. —Bueno, si necesitas distraerte, podrías ayudarme con algunas cosas en la casa más tarde. Eso siempre funciona.

Red solo asintió débilmente, pero su mente seguía en otra parte, lejos de aquella mesa y de las voces de sus amigos. Pensaba en Second, en lo que había pasado y en los sueños extraños que lo seguían persiguiendo. ¿Eran simples ilusiones… o algo más?

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Después de un rato de conversación incómoda, Chosen dejó su servilleta a un lado y se levantó con una sonrisa fingida. —Voy al baño, no tardo.

Dark lo observó con desconfianza, pero no dijo nada. Simplemente asintió y siguió en silencio mientras Chosen salía de la cocina.

Una vez fuera del alcance de las miradas, Chosen sacó su teléfono del bolsillo y buscó rápidamente el número de Second en sus contactos. Dudó por un segundo antes de presionar el botón para llamar, preparándose mentalmente para lo que iba a decir.

El tono sonó varias veces antes de que Second respondiera con una voz ronca y cansada. —¿Hello?

—Second, soy yo, Chosen —dijo, bajando el volumen para no ser escuchado por Dark o Red.

Second pareció confundido al principio, su tono aún adormilado. —¿Chosen? ¿Por qué me llamas tan temprano?

—Es sobre Red —soltó de golpe, sin rodeos.

El silencio en el otro extremo fue palpable. Second tardó unos segundos en responder, pero cuando lo hizo, su voz sonaba tensa. —¿Red? ¿Está bien? ¿Qué pasó?

Chosen suspiró, caminando hacia una ventana para asegurarse de que nadie lo escuchara. —Está aquí, en mi casa. Llegó anoche con Dark. No sé exactamente qué pasó, pero parece que está... destrozado.

—¿En tu casa? —Second parecía más despierto ahora, y su tono era una mezcla de sorpresa y preocupación. —¿Por qué no me dijo nada?

—No lo sé, Second. Está muy callado, apenas ha hablado esta mañana, y parece estar cargando con algo muy pesado. Honestamente, pensé que deberías saberlo.

Second no respondió de inmediato. Era obvio que procesaba la información mientras su mente se llenaba de preguntas y emociones encontradas.

—Second —continuó Chosen, su voz más suave—, sé que algo pasó entre ustedes. No voy a meterme, pero… creo que necesita verte. Aunque no lo diga, creo que te necesita.

Second soltó un suspiro largo al otro lado de la línea. —Está bien. Dime dónde están.

Chosen asintió, aunque sabía que Second no podía verlo. —No le digas que te llamé, ¿de acuerdo? Podría enojarse.

—Lo entiendo. Gracias por decirme, Chosen —respondió Second con un tono que mostraba tanto agradecimiento como inquietud.

—Cuida de él —fue lo último que dijo Chosen antes de colgar, sintiéndose ligeramente aliviado pero aún preocupado.

Guardó el teléfono en su bolsillo, respiró hondo y regresó a la cocina, intentando actuar como si nada hubiera pasado. Al entrar, encontró a Dark recogiendo los platos mientras Red permanecía en su lugar, con la mirada perdida en su taza de café.

—¿Todo bien? —preguntó Dark, lanzándole una mirada rápida.

—Sí, todo bien —respondió Chosen con naturalidad mientras volvía a sentarse. Pero en su mente, sabía que las cosas apenas comenzaban.

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[Continuará...♡]











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