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El sonido constante de un monitor cardíaco perforaba el aire en la habitación blanca. Era monótono, casi reconfortante, pero a la vez extraño. SeokJin abrió los ojos lentamente, parpadeando para acostumbrarse a la luz artificial que inundaba el espacio. Su cuerpo estaba inmóvil, como si hubiera olvidado cómo moverse.

El techo era liso y blanco. Por un momento, pensó que seguía atrapado en una tormenta de nieve, enterrado bajo el hielo. Pero el frío no estaba allí. En su lugar, un calor incómodo recorría sus venas, acompañado de un dolor sordo en todo su cuerpo.

—¿Dónde… estoy? —preguntó, aunque su voz sonó más como un gemido. Su garganta estaba seca, como si no hubiera hablado en años.

Un rostro conocido apareció en su campo de visión.

—¡SeokJin! —Chanyeol lo miraba con una mezcla de alivio y preocupación. Su alta figura parecía aún más imponente en la tenue luz del hospital. Al lado de él estaba Eunwoo, quien sonreía, aunque sus ojos traicionaban una profunda tensión.

—¿Qué… qué pasó? —murmuró SeokJin, intentando levantar una mano, pero ni siquiera eso parecía posible.

—Calma, Jin. No intentes moverte demasiado —dijo Chanyeol, colocando suavemente una mano en su hombro.

—¿C-cómo fue que termine aquí?—inquirió perplejo.

ChanYeol mordió su labio inferior con nerviosismo ante lo que estaba apunto de revelarle a su primo.

—Acabas de despertar de un coma, SeokJin…

La palabra golpeó a SeokJin como una ola helada.

—¿Coma? —repitió, incapaz de comprenderlo.

—Un año entero. —interrumpió Eunwoo. Tomó una silla cercana y se sentó junto a la cama, inclinándose ligeramente hacia él—. Caíste por aquel abismo de veinte metros mientras cumplías con la misión y te golpeaste la cabeza. Fue un milagro que hayan podido sacarte. Las condiciones eran terribles.

Aquellas palabras despertaron una ráfaga de recuerdos: el viento helado cortando su piel, el abismo que se abrió bajo sus pies, y la sensación de caer… luego, ¿nada?

—¿Un año? —preguntó con incredulidad, sus labios temblando. Su mirada se movió rápidamente entre Chanyeol y Eunwoo—. No, eso no puede ser. La nieve redujo el impacto. Regresé a la empresa ileso…

—Es mucho para procesar. Pero es cierto, SeokJin. Llevas aquí un año…

El corazón de SeokJin latía con fuerza, aunque su cuerpo seguía sin responder del todo. Intentó juntar sus pensamientos, pero había algo más, algo que no parecía encajar…

—NamJoon… —murmuró de repente, con los ojos abiertos de par en par—. ¿Dónde está NamJoon?

La pregunta dejó a Chanyeol y Eunwoo en silencio por un momento. SeokJin sintió que la inquietud crecía en su pecho.

—¿NamJoon? —preguntó Eunwoo, como si no entendiera—. ¿Quién es él?

—¿Qué quieres decir con “quién es él”? —SeokJin frunció el ceño, con un destello de enojo en su voz—. NamJoon es mi novio. Estábamos juntos en antes de… antes de todo esto. ¡Y ustedes! ¡Ustedes estaban en Italia cuando secuestraron a NamJoon!

El desconcierto en los rostros de ambos hombres era evidente.

—SeokJin, no sé de qué estás hablando —dijo Chanyeol finalmente, sacudiendo la cabeza—. Nunca estuvimos en Italia. Y no conozco a ningún NamJoon.

—No, no, eso no es posible —insistió SeokJin, su voz temblando—. Ustedes estaban juntos. Chanyeol, tú y Eunwoo eran pareja.

Eunwoo dejó escapar una risa nerviosa, mientras Chanyeol fruncía los labios en una línea tensa.

—Eso no es cierto, SeokJin. Eunwoo y yo nunca hemos sido pareja. Estoy con Kai, y hemos estado juntos por mucho tiempo y EunWoo está aquí por ti…

Las palabras resonaron en la mente de SeokJin como un trueno. Sacudió la cabeza, tratando de aclarar sus pensamientos.

—No… no puede ser. Los recuerdo. Ustedes estaban juntos. Y NamJoon… él y yo… —Sus palabras se desvanecieron, incapaz de completar la oración.

—SeokJin, escucha —dijo Eunwoo con suavidad, inclinándose hacia él—. Lo que estás recordando puede no ser real. A veces, cuando alguien está en coma, el cerebro crea sueños muy vívidos. Tal vez lo que crees que pasó es solo parte de eso.

—No. —SeokJin negó con la cabeza con más fuerza, sus ojos llenos de confusión y miedo—. No era un sueño. Era real. Lo recuerdo todo.

Pero incluso mientras hablaba, las imágenes en su mente comenzaron a desmoronarse. Los momentos con NamJoon, las risas compartidas en el departamento, el cálido toque de su mano… todo se sentía menos tangible, como si se estuviera desvaneciendo en el aire.

El silencio se apoderó de la habitación una vez más. Chanyeol apretó suavemente el hombro de SeokJin, tratando de transmitirle consuelo.

—Estamos aquí para ti, Jin. No importa lo que recuerdes o lo que hayas soñado. Lo importante es que estás vivo y despierto ahora.

SeokJin no respondió. Su mirada estaba perdida en el techo, su mente atrapada entre dos realidades. Una donde NamJoon existía, donde su amor era real, y otra donde todo parecía haber sido una ilusión creada por su propio cerebro.

¿Cómo podía saber cuál era la verdad? ¿Y si lo que creía recordar era solo un eco de su desesperación mientras estaba en coma?

Las lágrimas comenzaron a rodar silenciosamente por sus mejillas, pero no dijo nada. Ni Chanyeol ni Eunwoo intentaron detenerlas. Sabían que era una batalla interna que SeokJin tendría que enfrentar por sí mismo.

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El silencio en la habitación era ensordecedor, roto solo por el monótono pitido de las máquinas que monitoreaban los signos vitales de SeokJin. Sus ojos permanecían abiertos, pero estaban vacíos, perdidos en un punto del techo que parecía no tener fin.

—¿NamJoon no era real?— pensó, y el peso de esa posibilidad le cayó encima como un alud. Sus recuerdos con él eran tan claros, tan detallados: la manera en que NamJoon sonreía, con esos hoyuelos que hacían que su corazón se derritiera; su voz grave y tranquilizadora que lo había ayudado a superar sus peores momentos. Recordaba sus manos, cálidas y firmes, siempre dispuestas a sostenerlo. Recordaba las cenas a la luz de las velas, las conversaciones interminables sobre la vida y su futuro.

¿Cómo podía todo eso no haber sido real?

Cerró los ojos con fuerza, tratando de mantener esos recuerdos vivos en su mente. Pero mientras más lo intentaba, más comenzaban a desmoronarse. Los detalles que antes parecían tan nítidos ahora se volvían borrosos, como si alguien estuviera borrando un cuadro cuidadosamente pintado.

—No puede ser un sueño —susurró, apenas moviendo los labios.

Pero la voz de Eunwoo resonaba en su mente: "A veces, cuando alguien está en coma, el cerebro crea sueños muy vívidos." ¿Y si eso era todo lo que NamJoon había sido? ¿Un producto de su mente desesperada por aferrarse a algo mientras su cuerpo yacía inmóvil?

Un nudo comenzó a formarse en su garganta. El dolor era tan intenso que casi parecía físico. SeokJin quería gritar, pero no tenía fuerzas. Las lágrimas comenzaron a rodar nuevamente por sus mejillas, calientes y traicioneras.

—Si NamJoon no es real, entonces, ¿quién soy?—, pensó. Porque NamJoon no solo había sido su amor; había sido su ancla, la persona que lo hacía sentirse vivo. Si todo eso era un sueño, entonces toda la vida que había construido en su mente también lo era.

Sus pensamientos lo llevaron al abismo que lo había tragado. Tal vez ese había sido el momento en que su mente decidió huir de la realidad. Tal vez, mientras su cuerpo yacía al borde de la muerte, su mente había creado a NamJoon para darle una razón para seguir luchando.

"Pero si todo fue un sueño… entonces, ¿por qué duele tanto?"

La puerta de la habitación se abrió, y una enfermera entró con una bandeja, pero SeokJin no se dio cuenta. La mujer revisó los monitores y anotó algo en una hoja, todo en silencio. Cuando se dio cuenta de las lágrimas en el rostro de SeokJin, se detuvo.

—¿Se siente bien, señor Kim? —preguntó con suavidad.

SeokJin tardó un momento en responder. Quería decir algo, pero las palabras se atoraban en su garganta. Finalmente, negó con la cabeza, pero no agregó nada más. La enfermera, respetando su espacio, asintió y salió de la habitación, dejando la bandeja sobre una mesa cercana.

Cuando volvió a estar solo, SeokJin apretó las manos contra las sábanas.

Por primera vez en mucho tiempo, se sintió completamente solo. Los recuerdos de NamJoon, aunque fueran solo un sueño, habían sido su compañía durante todo ese tiempo en la oscuridad. Ahora que esos recuerdos estaban siendo cuestionados, se sentía vacío, como si le hubieran arrancado una parte vital de sí mismo.

Pensó en Chanyeol y Eunwoo, en sus palabras, en la insistencia de que todo había sido un producto de su mente. Tal vez tenían razón. Tal vez era hora de aceptar la verdad y dejar ir ese amor que nunca había existido.

Las lágrimas continuaron cayendo, empapando la almohada bajo su cabeza. Quería gritar, quería exigir respuestas, pero el cansancio emocional era demasiado. Todo lo que podía hacer era llorar en silencio, mientras su mente luchaba contra la idea de que NamJoon había sido solo una ilusión.

Con los ojos cerrados, trató de imaginar su rostro una vez más, su sonrisa, su mirada cálida. Pero cuanto más lo intentaba, más comenzaba a desvanecerse, como una sombra en la niebla. Finalmente, todo lo que quedó fue el vacío, un espacio donde antes había estado su corazón.

Y esa noche, SeokJin lloró hasta quedarse dormido, aferrándose a los últimos fragmentos de NamJoon que su mente le permitía recordar…

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