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❄️31❄️

El aire estaba cargado de tensión, tan denso que era casi imposible respirar. Cada rincón de la habitación parecía impregnado con una crueldad invisible, como si las paredes mismas disfrutaran del sufrimiento de aquella pareja atrapada en aquel juego macabro.

NamJoon estaba en el centro de todo, con las manos crispadas alrededor de los barrotes de la jaula que lo retenía. Su pecho subía y bajaba con desesperación, su mirada fija en el cuerpo de SeokJin, tendido en el suelo a unos metros de distancia. Inconsciente, haciéndolo parecer más frágil de lo que NamJoon podía soportar.

-¿Este es tu novio? -La voz burlona de uno de los guardias rompió el silencio, cargada de desprecio. Su bota golpeó ligeramente el costado de SeokJin, como si no fuera más que un objeto. El hombre sonrió, satisfecho-. Qué ridículos.

La rabia brotó en el pecho de NamJoon como un volcán en erupción. Cada insulto, cada golpe dirigido a SeokJin se sentía como si lo recibiera él mismo. Una presión insoportable latía en sus sienes, y sus manos temblaban con una mezcla de impotencia y furia.

-¡Déjalo en paz! -rugió, pero su voz quedó atrapada entre las paredes.

Uno de los guardias soltó una carcajada.

-¿Y qué vas a hacer? ¿Mirarnos?

Fue entonces cuando algo cambió en NamJoon. Un sonido metálico resonó por la sala mientras se aferraba a los barrotes de su jaula con una fuerza que nadie habría creído posible. Sus músculos se tensaron, y el metal crujió bajo la presión.

Con un rugido que parecía surgir desde lo más profundo de su ser, las barras se doblaron y, en cuestión de segundos, cedieron. El tiempo pareció detenerse mientras NamJoon atravesaba los escombros, su cuerpo una ráfaga imparable de fuerza y determinación.

Los guardias intentaron reaccionar, pero NamJoon estaba demasiado rápido, demasiado enfocado. Los golpes cayeron sobre ellos con la precisión de alguien que no tenía nada que perder. Esquivó balas con movimientos calculados, desarmó a uno de los hombres con un giro rápido y dejó a otro inconsciente de un solo golpe.

Cuando finalmente llegó hasta SeokJin, su corazón se detuvo. El cuerpo de su amado yacía inmóvil, su respiración apenas perceptible.

-SeokJin...-susurró NamJoon mientras caía de rodillas junto a él. Sus manos temblorosas recorrieron su rostro y después su cuello, buscando desesperadamente algún signo de vida.

Una risa fría y calculadora resonó en la habitación. NamJoon levantó la vista de aquella voz que podía reconocer, el director estaba observándolo desde la penumbra. Llevaba un arma en la mano, y su sonrisa era la de un hombre que sabía que tenía el control.

Sin embargo, su presencia no lo hizo estremecer de miedo, al contrario, mantenía su frente en alto, demostándole que no le tenía miedo.

Pero no pudo hacer lo mismo con la presencia imponente de la mujer rubia que llegó justo detrás del director. La dueña de la empresa Stay Gold.

-Dahyun, todo está bajo control...-habló el director. Siendo callado de inmediato por una fría mirada de la mencionada.

-¿Esto te parece bajo control?-soltó una carcajada sin gracia-. ¡Qué parte de capturen a SeokJin y al cavernícola no entendieron!-gritó.

-E-el cavernícola intentó escapar...-dijo el director, temiendo por su vida.

Fue entonces que la mujer dirigió su mirada hacia el cavernícola, el cual yacía sobre el suelo, protegiendo a SeokJin entre sus brazos.

Con lentitud, se acercó hasta él. Sus zapatos de tacón resonaban en el piso con cada paso. Provocando un eco tenebroso. Lo cual logró que NamJoon se tensara y abrazara con fuerza a su amado.

-NamJoon -dijo con voz gélida-, podemos poner fin a esto...-le ofreció-Tú das tu vida, y él vivirá. Es un trato sencillo, ¿no crees?-dijo para luego ponerse de cuclillas-. SeokJin y tú nunca debieron de haberse enamorado...-lo miró sin ninguna pizca de compasión ante el dolor que estaba sintiendo NamJoon al ver a SeokJin herido-. Fue mi error, lo admito...

NamJoon apretó los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en sus palmas.

-¿Qué estás diciendo?

-En cuanto fuiste descubierto, SeokJin quería que tu cuerpo fuera parte de la ciencia y todas esas tonterías. Por supuesto que no lo íbamos a permitir. Así que lo despedimos. Sin embargo, los laboratorios Moonlight no estaban convencidos con que fueras parte meramente del entretenimiento. Ellos te querían conservar para sí mismos para estudiarte y todas esas tonterías. Pero lo que ellos no comprendían es que eras una fuente de oro puro y no podíamos desperdiciarte... Así que te envié al departamento de SeokJin en cuanto el personal de los laboratorios Moonlight comenzaron a infiltrarse para poder llevarte con ellos. Después de eso te buscaron por tierra y por mar, blah, blah, blah, pero nunca te encontraron. Y, ¿Quién diría que te la estabas pasando muy bien con SeokJin?-soltó una risa desagradable ante los oídos de NamJoon-. Pero en fin, ya hemos perdido suficiente dinero con haberte escondido por un año. Tú vida nos pertenece y es hora de que pagues por ello...

-¡No lo lastimen!-exclamó NamJoon en cuanto los guardias se dirigieron hacia él y a SeokJin. Reforzando más la protección que tenía sobre el cuerpo de su novio.

-Es simple. -se levantó la rubia, con un tono tan despreocupado como si estuviera negociando un contrato-. Le salvaré la vida, lo devolveré a su mundo, intacto. Pero a cambio, tú desaparecerás para siempre de su vida...

NamJoon lo miró, sus ojos ardían en una mezcla de odio y desesperación. La idea de dejar a SeokJin era insoportable, pero sabía que no podía permitir que muriera.

Antes de que pudiera responder, un movimiento inesperado desvió la atención de todos. SeokJin, con un esfuerzo titánico, abrió los ojos y se levantó tambaleándose. NamJoon nisiquiera pudo reaccionar a su movimiento repentino.

-¡Déjalo en paz maldita bruja! -gritó SeokJin con una voz débil, pero llena de determinación.

El caos se desató. SeokJin, aunque herido, se lanzó contra DaHyun. La pelea fue breve pero intensa. En un último intento desesperado, logró conectar un golpe en el rostro de la rubia, haciéndola tambalear. Pero esta, furiosa, levantó su arma y disparó sin titubear.

El sonido del disparo resonó en la sala como un trueno.

-¡SeokJin! -el grito desgarrador de NamJoon llenó el lugar mientras veía a su amor desplomarse al suelo.

De inmediato corrió a tomarlo entre sus brazos. La sangre se esparcía sobre la camisa de su amado. Una mancha roja que parecía no tener intensiones de detenerse. SeokJin estaba muriendo...

-Tu tiempo se está acabando, NamJoon. ¿Qué vas a hacer?

-SeokJin, por favor, aguanta. -Las lágrimas corrían por su rostro mientras lo sostenía en sus brazos.

SeokJin, con un esfuerzo final, abrió los ojos y sonrió débilmente.

-NamJoon... -susurró, apenas audible-. Fuiste lo mejor de mi vida, gracias por todo...-con debilidad, y sintiendo como su cuerpo difícilmente le obedecía, acercó su mano hacia la mejilla de su amado, donde la acarició con profundo amor y después de eso, su mano se desplomó...

Su respiración se detuvo, y NamJoon sintió cómo el mundo a su alrededor se desmoronaba.

DaHyun observó con indiferencia, mientras una sonrisa de satisfacción cruzaba su rostro.

-Tienes que decidir...-lo presionó.

Por otro lado, NamJoon observó el rostro pálido de SeokJin, cada rasgo tallado en su memoria como si fuera un mapa hacia todo lo que amaba. El mundo a su alrededor parecía desmoronarse, pero en ese instante solo existían ellos dos.

Sabía lo que costaría: su propia alma, su humanidad, su lugar al lado de SeokJin en el futuro que alguna vez habían soñado.

Su mirada se posó brevemente en DaHyun, que seguía observándolo con esa sonrisa llena de veneno. Ella no entendía. Nadie podía entender. Amar a alguien como él amaba a SeokJin no era algo que pudiera explicarse con palabras. Era como un fuego que ardía incluso en la oscuridad más absoluta.

-¿Qué es el amor, sin un sacrificio?- pensó.

Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, calientes y pesadas. Pese a todo lo que había aprendido al lado de SeokJin, por fin comprendió algo que nunca antes había entendido: el amor no era fácil. No era solo las risas compartidas, los abrazos cálidos, ni siquiera las promesas susurradas en noches de tranquilidad.

Era esto. Era el dolor de elegir, de perder una parte de sí mismo para preservar lo que realmente importaba.

-No puedo perderte... -susurró, apenas audible.

Sostuvo su mano, sus dedos apretando con fuerza, como si al hacerlo pudiera contener las consecuencias de su decisión. El mundo parecía detenerse, como si el mismo estuviera esperando su próximo movimiento.

Con un suspiro profundo, NamJoon cerró los ojos.

-Si amarte significa destruirme a mí mismo, entonces lo haré. Si eso significa que tú puedes vivir... entonces vale la pena-sollozó-. Te amo... -murmuró, antes de desplomarse a su lado cuando los guardias le proporcionaron una descarga.

La última imagen en su mente antes de perder el conocimiento fue el rostro de SeokJin, lleno de vida, lleno de promesas que, con suerte, algún día podrían cumplirse...

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