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Había pasado ya una semana del cumpleaños de Jungwon, y también una semana desde qué su relación con el estadounidense había comenzado.
Mentiría si dijera qué no se sentía feliz, porqué si, se encontraba de puta maravilla.

No sabía qué las cosas en su instituto cambiarían, aunque sea solo un poco, pues ahora ellos iban de la mano y Jay por fin podía besar al menor a su antojo; ahora realmente podía alejar a los chicos qué querían salir con si chico.

Y mierda qué se sentía jodidamente maravilloso llamar a Jungwon como su chico, o su novio.

Nunca tuvo esa sensación tan satisfactoria, puesto qué jamás tuvo una relación seria, y si bien no sabía como sobrellevar aquello, él solo seguía sus instintos, y estaba bien con ello.
Pues no le molestaba compartir u expresarse abiertamente con el menor, y eso le causaba cierto calor en su pecho, un calor completamente agradable, qué le guiaba a no ser un hijo de puta con el menor. 

Porque si bien Jay sentía qué por fin era él cuando estaba con el estadounidense, aún tenía algo de temor por explotar en algún momento y lastimar al menor. 

Conducía al hogar del menor en ese instante, conocía ya a la perfección la ruta para llegar al lugar, ya qué desde qué empezaron a salir Jay iba a dejar a Jungwon todas las tardes hasta su hogar.

En este momento iba entusiasmado con ver a su pequeño gatito, cómo le había apodado; olvidando porque su boba tristeza por un momento. 

Aparcó el auto fuera de la residencia Yang y espero a qué el portón eléctrico le diera paso, toco la señal de éste mismo. 

—¿Quién es? — se escuchó por la radio del portón, Jay pensó que esa voz se le hacia similar y qué obviamente no pertenecía al guardia que custodiaba la entrada del hogar.

—Park Jay— contestó éste con simpleza.

—Oh lo siento, no te conozco— 

—Pero... —Oh claro, su suegro. 

El portón comenzó a abrirse, ilusionado con la idea de que quizá su suegro se haya compadecido de él y por fin le haya aceptado, entró y estacionó su auto en el lugar indicado.
Bajó y caminó hasta la entrada la cuál estaba algo abierta, y dónde pudo escuchar perfectamente las súplicas de su suegro, quizá rogando qué la señorita Victoria le suelte la oreja. 

—Oh cariño pasa, no te quedes ahí parado ven— apareció su salvadora y heroína Yang Victoria, quién traía jalando a su esposo.

—Gracias Señorita Yang— 

—Hey ya hablamos de esto, llámame Vic o mamá Yang cómo me llama Chaeryeon— rió.

—Está bien Mamá Yang— dijo mostrando su eye-smile.

—Y hola Señor Yang— le saludó mientras éste recomponía su posición y se acariciaba la oreja. 

—¡Jay qué alegría verte!— decía con una sonrisa forzada, aunque muy dentro de su ser quería a aquel chico, puesto qué traía a su pequeño con una linda sonrisa.

Él solo quería ver hasta dónde llegaba al castaño.

Le dió un apretón de manos sincero, y el contrario acepto de igual forma, ya qué de igual forma le agradaba el señor HakSeon, aunque sea un pesado con él.

Quizá ya pronto se llevarían cómo debe ser. 

En ese momento un pequeño de cabellos castaños se acercó por la escalera para ver porque el alboroto de su padre, y al ver al chico qué le tenía la cabeza en otro mundo sonrió cómo nunca y bajo las escaleras emocionado, tal cuál un niño pequeño. 

—¡Seongie! — gritó emocionado el peli castaño, quién al estar casi en el último escalón se lanzo a los brazos del mayor quién le agarró como si aquello estuviese programado. 

Los padres del menor admiraban con deleite aquella escena, amaban ver a uno de sus pequeños feliz, amaban ver esos ojos brillar cómo si no hubiese un mañana.

Silenciosamente se alejaron de ambos adolescentes quienes formaron su burbuja y solo se mimaban con cariño.

—Ya estoy aquí pequeño gatito— dijo mientras el menor estaba escondido en su cuello.
El contrario solo rió por el apodo y se alejó para dar un pequeño pero muy dulce beso en los labios del más alto.

Aunque esta vez no se le dificulta tanto puesto qué el mayor lo estaba cargando, así qué en ese momento la altura no era un problema. 

—Ven, vamos a mi habitación— guió al mayor quién solo siguió las ordenes de su pequeño. 

—¡QUIERO LA PUERTA ABIERTA AL MENOS UNOS 20 CENTÍMETROS! —se escuchó la voz del padre de la casa.

—¡AUCH, NO ME PEGUES CON EL LIBRO CARIÑO!— 

Los adolescentes sólo rieron, era divertido ver (o escuchar) cómo Victoria le pegaba a su bobo esposo. 

Ambos chicos entraron a la habitación del menor y sé tumbaron en la cama, estuvieron mucho tiempo dándose mimos y haciéndose bromas; hasta qué prefirieron ver una película. 

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LSBDKJDKDKD ESTABA ACTUALIZANDO Y DE LO MÁS NORMAL CUANDO DE REPENTE TENGO 3K LEÍDAS.

DIOS GRACIAS GRACIAS GRACIAS DE VERDAD, SON TAN LINDOS LOS COMENTARIOS QUE DEJAN, ME VAN A HACER LLORAR🥺😭😭😭❤️

Gracias por dar tanto a esta pequeña escritora, son lxs mejores. 🤧💓

Nos leemos pronto~