ᝰ Vigésimo noveno acto
El chico junto al que había crecido estaba a su lado una vez más, llorando por la derrota. Jimin no aceptaba abrazos y Jungkook no insistiría en dárselos; esperaría el momento adecuado y él sabía que cuando este llegase, él lo vería en sus ojos.
Por eso aguardó con sus nudillos blancos por la fuerza con que sostenía su propia bebida. Sentía su mundo derrumbarse pero las piezas se quedaban suspendidas en el aire, sin que los destrozos cayesen porque no era el momento.
Tenía que ser fuerte.
Jimin sollozó un poco más y ya cuando sus labios estaban entumecidos pudo hablar.
—Me miraba como si no me conociera, como si solo fuera... Nadie —el rubio estuvo a punto de beber otro sorbo, mas se detuvo, cansado—. Todo apuntaba a que me dejaría, mientras más se acercaba el día en que se haría cargo de esa estúpida cadena de tiendas, más se alejaba de mí. Pero mi poder de convencimiento sobre mí mismo es asombroso, me hice creer que todo estaría bien, que esos días eran atareados, que todo mejoraría. Pero tu hermano es tan cobarde que... —negó lentamente con la cabeza y esta vez sí tomó— me dejó así.
Jungkook inhaló lento y pesado.
—La cobardía es de los Jeon.
—Ah sí... Sí lo es.
—Pero yo confío en mi hermano —dijo Kook mirando al techo—, sé que todo acabará bien, no importa cuánto tarde.
—No puedo permitirme confiar en él —relamió sus labios—, lo he hecho contra todo pronóstico y mírame aquí.
—Usted es fuerte, Hyung, lo superará.
—Sé que lo haré.
Y mientras más bebía, más divagaba.
—Él no pudo cambiar por mí a pesar de que me amaba. Tú no podrás hacerlo por Taehyung.
Jungkook lo miró con un puchero.
—Tal vez pueda, quiero intentarlo.
—En ese caso, espero no lo consigas, porque de hacerlo, acabarás como yo; avergonzádome por haber estado a punto de cambiar, por amor.
—Aún estás a tiempo, sigues siendo tú —cercanos como estaban, Jungkook pudo fácilmente alcanzar la mano de Jimin y hacer que lo mirara. Sus ojos no tuvieron que pasear por el rostro que conocía de memoria, disfrutó de la calidez del contrario—. Eres hermoso, Jimin, y veremos un mundo aún más hermoso juntos.
—El mundo no se ve lindo sin él, Kook —confesó Jimin y su rostro se arrugó por contener el llanto, una carita reducida a lágrimas—. Todo se ve tan oscuro en mi futuro ahora, no veo nada... Es como si estuviera cayendo sin remedio y no sé a dónde aferrarme.
—No te aferres a nadie ni a nada; aprovecha la caída para caer en un lugar diferente en el que estoy seguro de que serás feliz.
—Pero... No puedo ser feliz, ya no... Me traicionó, Kookie, la persona en quien más confiaba, me traicionó y me dio la espalda. No tengo fe, no tengo esperanza, no tengo ganas de...
—Hay alguien allá afuera que al igual que tú no confía en nadie —Jungkook acarició los pómulos de su real pareja de vida y admiró cómo se deshizo en sus manos—, alguien que no tiene esperanza ni ganas de encontrar a nadie —conocedor del sueño de su hermano de corazón, sonrió—. Alguien con unas manitas incluso más pequeñas que las tuyas, incluso más enano que tú. Hay alguien que está llorando porque no tiene a nadie y tal vez sienta que no merece a nadie —Kook inclina la cabeza para mirarlo incluso mejor—. ¿No te duele imaginar eso?
—Alguien que me necesita...
—Y a quien necesitas.
Jimin sonrió con algo de esperanza en sus ojos y sus dedos apretaron los hombros de su menor, lugar en el que no recuerda haberlos apoyado.
—Te amo Minnie. Te amo y quiero que seas feliz.
—También te amo —los brazos del rubio rodearon el cuello del azabache y se entregaron físicamente en aquel reducido espacio. Disfrutó de la calidez de su único hermanito y algo en su pecho se derritó; se sintió correcto cuando los labios de Jungkook acariciaron los suyos.
No habían efectos de alcohol, no habían equivocaciones o cargo de consciencia.
Solo amor fraternal y protección. Y ahí donde los suaves labios de Kook acariciaron los suyos con cariño, se encendió una esperanza y una fuerza.
—Sácame de aquí, Kookie.
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Pudo haber ido a muchos lugares, podía conducir —Taehuyng le había enseñado—; y bueno, pudo haber escogido ir a su apartamento, a la casa de Jimin aunque quedase lejos de cojones.
La cuestión era que tenía opciones.
Pero a pesar de todo ello, lo escogió a él.
—Joder Kookie, estaba tan preocupado, amor. Me llamó Seokjin para preguntar por ustedes y tú tienes la maldita costumbre de tener en silencio el celular...
—Habla bajito, Tata, lo despertarás.
La fuerza de bailarín de Jungkook le ayudaba a cargar a Jimin, quien estaba consciente pero demasiado mimoso como para separarse del azabache y caminar.
—Ven, yo lo llevo.
—No, deja, lo hago yo.
Con un suspiro se adentró a la propiedad y al mayor le preocupó aquel gesto de entero cansancio.
Los zapatos de Jungkook resonaban por la acústica de los pasillos de la casa de Taehyung. Debía dejar a Jimin en la habitación consiguiente a la suya, necesitaba tenerlo cerca, seguro, bajo control. Con delicadeza dejó el cuerpo de su mejor amigo en la cama y con paciencia le despojó de las incómodas y elegantes ropas que usaba.
Nunca lo hacía, incluso, era un traje alquilado para la ocasión, cena con sus suegros.
«Ya, claro»
Jungkook se enderezó estirándose con gesto adolorido, pudiendo vislumbrar a Taehyung apoyado en el marco de la puerta. Su mirada regresó a Jimin cuando alcanzó su mano y tiró hacia abajo demandando atención.
—Dime, Minnie—. Susurró con escasos centímetros entre sus rostros.
Distancia que favoreció al rubio de sonrisa floja por el alcohol, quien se despidió diciendo—: Eres un pésimo novio, pero el mejor amigo del universo.
«No pues gracias, hermano» pensó Jungkook con ironía.
Con lentitud acabó de arropar a Jimin y dio la vuelta hacia la salida del cuarto, lugar en que Taehyung lo esperaba. No tenía una expresión enojada, por el contrario, abrió sus brazos para Jungkook y este no tardó una milésima de segundo en lanzarse a ellos.
Pasaron unos minutos a las afueras de la habitación en la que yacía Jimin en pleno silencio. Taehyung acariciaba el cabello del menor y Jungkook respiraba el cuello de Vante, recibiendo en el proceso kilos de tranquilidad.
Lo necesitaba.
Jungkook lo quería jodidamente demasiado como para continuar pensando la situación con la mente fría durante mucho tiempo.
«¿Cuánto resistirán mis fuerzas?» se cuestionó dejándose llevar por Taehyung hasta el baño, sitio en que sus ropas fueron cuidadosamente apartadas.
—Tal vez no sea el mejor momento, pero te prometo que sea cual sea tu respuesta me voy a aguantar —avisó Kim alzando su cabeza a Kook, quien se detuvo de entrar a la bañera—. Pero me da mucha curiosidad y... ¿Tú y Jimin...?
Jeon buscó en los ojos mieles alguna pizca de algo que le impidiera decirle la verdad, pero no lo encontró, por lo que se limitó a contestar con voz suave.
—Solo nos besamos una vez, Tata, lo besé —sacó la pierna ya mojada de la tina y la colocó en el suelo como soporte para alcanzar la mano de Taehyung, quien mordiendo su labio desvió la mirada al suelo—. La expresión correcta no es que no significó nada, porque si lo hice fue para que significase algo. Besé a Jimin porque lo necesitaba; necesitaba de amor desinteresado y tierno, necesitaba de protección.
—Ya pero —Taehyung pasó sus manos por su cabello y tomó una honda inhalación por la boca para mantener el tono bajo—, ha–hay otra formas de...
—Tata —Jungkook le agarra de la mano y le fuerza a detenerse en sus ojos, los que con firmeza expresan calidez—, no espero que lo comprendas, pero no dudes de que lo que siento por Jimin es un amor puramente paternal, y es mutuo. Lo amo como mismo amo a Seokjin, y a ti te amo también, ¿está bien?
No podía protestar.
Asintió en silencio pero con cientos de alarmas gritando en su cabeza. Tomó a Jungkook y le ayudó a entrar a la tina, le hizo masaje en el cabello e incluso cantó en voz baja. No puede luchar hasta comprenderlo, porque es algo que no puede comprender.
Besó el hombro de Jungkook y cerró los ojos en el momento en que le acunó las mejillas y tomó sus labios.
Solo le quedaba aceptar.
Aceptar que era una muestra de amor fuera como fuera, y que tendría que consentirlo.
No tenía derecho a pelear, Jungkook no le traicionó.
¿Esa quemazón en su pecho? Desaparecerá.
Ya en la cama acarició la espalda del menor, quien intentaba atrapar el sueño en su pecho.
—Se acerca el gran día.
—Mhmjum...
—Ya tengo cómo encargarme de Hann, solo espero el momento indicado.
—Confío en ti, Tata, ciegamente—. Confesó ya con ojos cerrados.
—Te amo.
Jungkook se animó a mirarlo y sonreír con tal sutileza que se notaban sus pocas ganas de hacerlo.
—Yo también te amo.
La guerra que se desataba en Jungkook cada vez que recaía en su decisión de dejar a Taehyung atrás, era algo que el contrario desconocía. Era algo que el menor intentaba duramente ignorar.
Como mismo Vante hacía con las suyas.
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