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ᝰ Trigésimo tercer Acto

Cuando Jimin abrió los ojos un par de horas después, Jungkook era el único presente en la habitación del hospital para recibirlo; bueno, solo haciendo omisión de la madre del primero, la que yacía dormida en una de las butacas.

—Hey—. Le llamó la atención el azabache.

El rubio no tardó en esbozar una pequeña sonrisa y extender la mano para que su mejor amigo se acercase a tomarla. En el movimiento se percató de dos cosas, primero del yeso en su pierna derecha y segundo, del increíble dolor de espalda que convirtió la sonrisa en una mueca.

—No tan rápido, fiera —tranquilizó JungKook en voz baja cercano al lastimado—; tienes un feo moretón en la espalda que debe dolerte a rabiar.

—No... Ni tanto —se apoyó en la mano que le tendió el menor y agradeció cuando este colocó rápido las almohadas tras su cuerpo—. ¿Cuánto llevo...?

—Apenas tres horas, ni siquiera estoy seguro de por qué perdiste la consciencia pero dicen los doctores que no es nada grave.

JiMin asintió y JungKook le brindó unos segundos para que se acomodase en tiempo y espacio, cuando ocurrió, el cambio de expresión, de soñolienta a desesperada, fue tan brusco que le hizo sonreír con ligereza.

—¿¡Y tú cómo estás!? Lo siento muchísimo, estaba tan centrado en ese imbécil que te dejé solo.

—Estoy bien, Minnie. TaeHyung no tardó en encontrarme, me dijo que tú entre gritos le señalaste el... cubículo de limpieza.

—Sí —entrecerró los ojos negando con la cabeza, como si debiera ganar paciencia hacia su persona—. Por andar de estúpido caí por las escaleras cuando vi a Jin atravesarse en el camino de Hann. ¿Pero en serio estás bien? ¿No te duele nada?

—Estoy bien —al reparar en la mirada constante de JiMin, como si esperase que acabara de hablar; solo suspiró y se perdió en los girasoles que envió HoSeok hacía un rato, desde la clínica de rehabilitación—. No estoy bien, pero... No lo sé, no puedo llorar, no puedo enojarme, no siento nada. Solo... Estoy. Ni bien ni mal, solo estoy.

—Date tiempo, apuesto a que aún estás en shock.

Asientió y con la garganta cerrada hizo un gesto hacia la pierna más lastimada de JiMin—: Lo siento por eso, Hyung.

—JungKookie, ven aquí —alcanzó la mano que cercana se apoyaba junto a él sobre el colchón y tiró de esta; miró con los ojos cristalizados la carita marchita del chico más lleno de vida que había conocido nunca—. Perdóname, fue mi culpa. Cuando iba por los refrigerios no pude evitar detenerme a hablar con Jin, él estaba ahí y yo... Tenía cosas que decirle, ¡pero no tengo excusa! El tiempo pasó y solo cuando reunían a los bailarines y tú y Hann faltaban me di cuenta, ya para ese entonces era demasiado tarde. JungKook, no tengo perdón, lo siento tanto...

—Por supuesto que no es su culpa, Hyung, usted no tenía que estar ahí para protegerme. Yo debí... Ya, no importa, solo sucedió. Ni siquiera me tocó de más, no se preocupe.

—Mirarte como lo hacía era tocarte de más—. Susurró JiMin temblando de ira y JungKook solo negó con la cabeza y se apartó.

—No quiero hablar de nada de eso ahora, solo quiero descansar.

No tenía fuerzas para hacer sentir mejor a JiMin cuando ni siquiera sabía cómo sentirse él.

—Bueno... ¿Ganamos?

—Sí, pero el programa a pesar de estar al tanto de lo que sucedió no puede esperar que te recuperes para sumarte al curso. No puedes ir—. Explicó JungKook rebosante de cansancio.

—De cualquier forma no iría —sonrió al desconcierto de Kook y acomodó sus manos sobre el abdomen—. Quiero centrarme en encontrar esa persona especial de la que hablamos. Para eso necesito tiempo y debe ser desde ya; es mi sueño Kook, aquí se separan nuestros caminos.

«Ya no estoy seguro de cuál es mi camino» pensó alicaído JungKook pero le valió el esfuerzo en dejar un cariñoso beso en la frente de su hermano de otro vientre.

—Te quiero mucho, Minnie.

—Yo también, pequeño, yo también.

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El exhausto suspiro que brotó por su boca al salir de la habitación de hospital de JiMin resonó por todo el pasillo en que esperaban SeokJin y TaeHyung, el último hablando por teléfono; nervioso colgó rápido y fue a encontrarse con JungKook.

— ¿Con quién hablabas?

— Oh, es una amiga JungKookie, no tiene importancia.

Permaneció unos segundos mirando inexpresivo el rostro de TaeHyung hasta que su mirada se posó en el de su hermano.

—¿Y tú qué haces aquí?

—A–ah... Quería saber cómo estaba JiMin...

—Está mejor sin verte, Hyung. Ve a casa.

No pasó desapercibido el fragmento de dolor que se logró colar por la expresión de su hermano mayor, pero no tenía repuesta para él. Por lo que aguardó a que Jin se levantara y posase un beso en su frente.

—Deberías descansar, pequeño.

«No me llames pequeño»

Aún sin saberlo o comprender, una parte de JungKook los culpaba a todos ellos de lo sucedido casi tanto como lo que se culpaba a sí mismo. Los culpaba de la debilidad y el estado de paz e ignorancia en que le permitieron vivir. Sin necesitad de estar alerta, creyó que solo podría con todo cuando al final, gran parte se debía a lo que sucedía tras bambalinas.

Sacudió la mano de su hermano fuera de su mejilla y con un seco asentimiento salió del hospital; TaeHyung pisándole los talones. Esperando paciente a que el azabache menor quisiera hablar.

No sucedió.

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—Kook, Namjoon y Yoongi están aquí para verte.

Más rápido de lo que se había movido en aquel par de días se puso de pie y atravesó la sala de estar en dirección a las habitaciones.

—¡Diles que estoy durmiendo!

—¿Qué? ¿Por qué?

—No importa, Kim, solo diles.

—Está bien, Kook...

Contestó TaeHyung sin mucha seguridad.

JungKook no podía ver a YoonGi, después de lo que había pasado... ¿Cómo podría mirarle a la cara cuando en ese momento de desesperación pensó en él? ¿En que no quería ser como él? ¿En que no podía ser él?

«Mierda, mierda y más mierda» maldijo repetidas veces JungKook procediendo a cubrirse con la manta hasta el cuello tras haber apagado la luz de la habitación, apenas eran las siete de la noche.

—Oh, ¿quieres...? Sí, por supuesto, pasa, estás en tu casa.

«¡Kim TaeHyung!» esa debía ser su venganza por el trato frío que le había dado todos esos días, de seguro.

No pudo hacer más que cerrar los ojos con fuerza y tensarse como palo al escuchar la puerta abrirse.

Incluso cuando no podía controlar la tormenta congelada en su interior, sin poder desatarse pero sin lograr marcharse de igual forma; la agradecía. Tenía terror ante lo que podría pasar si todas esas sensaciones negativas brotaban al exterior.

No podía pensar en nada mientras escuchaba los pasos lentos del que debía ser YoonGi. Caminaba lento, con cuidado de no despertarle. Y realmente, de no haber tanto silencio, hubiese sido imposible situarlo; sigiloso como gato.

Lo sintió agacharse frente suyo y acariciar con cuidado los cabellos que le caían por la frente. 

«Hyung...»

Se congeló al sentir un apretón tal vez de ánimo en su hombro y suaves labios en su frente.

Tercer beso que recibía en la frente aquella semana.

Y lo que le hizo morderse duro los labios y clavarse las uñas en la palma de las manos para controlar los temblores, fue un diminuto susurro por parte de YoonGi.

La primera vez que escuchaba la voz del mayor, cerca, íntima—: Te quiero, mocoso.

Ahí se levantó y se fue. Tal vez si la música sonando en los audífonos de YoonGi se hubiese detenido, este se hubiera percatado de los sollozos incontenibles de JungKook. Quizás la había puesto ensordecedoramente alta para ese exacto momento, porque sabía lo que dejaba a sus espaldas así como sabía que él no podría resistirlo.

Quería ayudarlo y se sentía débil e inútil, como mismo se sintió desde que sucedió lo que sucedió.

Como mismo estaba seguro, se sentía JungKook.

Pero no podía hacer más por su pequeño bailarín que lo que hacía por sí mismo.

Callar, soportar, intentar olvidar.

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El llanto salía con demasiada fuerza por su garganta, dolía; no podía respirar y realmente sentía que iba a morir. Sus dedos estrujaban la tela de su camisa y sus rodillas estaban clavadas al colchón para buscar algo de apoyo.

Tenía miedo de la oscuridad, de la soledad.

—¡TaeHyung! ¡TaeHyung!

Su vida no podía ser igual, no así.

Todo aquello que le caracterizaba como una persona especial, no estaba. Había sido cruelmente reducido por esa cara de la realidad que no había explorado aún.

—¡TaeHyung! —. Sollozó desesperado y no tardó tres segundos en acudir aquel que llamaba.

YoonGi había desencadenado la tormenta que aquel cristal en su interior había logrado mantener cautiva.

—Ángel, ¿qué pasa? No llores, ven acá.

Encendió la luz para poder situar a JungKook y su estado. Verlo de aquella manera le partía el corazón y el dibujo oculto tras las pinturas del último cuarto lo reflejaba a la perfección.

Un ángel que poco a poco perdía sus plumas y no podía hacer más que esperar a que se fueran todas, así dejaría de doler.

Las manos alrededor del tembloroso cuerpo hizo a este estremecerse con más fuerza, sollozar dolido en el cuello de la persona en que sabía, se podía refugiar.

Y no solo ahora, siempre. ¿Cómo pudo dudar? ¿Cómo pudo considerar su libertad como algo más importante que esa protección? No podía perderlo, no podía.

No lo haría, costase lo que costase.

Un rato después su garganta desgastada era calmada por el té que TaeHyung, con tanto cariño, le había preparado antes de la llegada de Namjoon y compañía.

—¿Te sientes mejor? —preguntó suave el mayor a la vez que acariciaba la cabeza contraria.

Kook se limitó a asentir con los ojos cerrados.

Realmente se sentía más tranquilo, no habían razones para asustarse o desesperarse; TaeHyung estaba con él.

Estaría por siempre con él.

—Dame —pidió suave y recibió la taza vacía—, ¿deseas algo más?

—Quédate conmigo...

Pidió bajo.

Y a TaeHyung eso le hizo feliz, no comprendía el trasfondo del ruego. Solo pensaba en que finalmente su pequeño se abriría un poco.

Por eso dejó la taza junto a la cama y procedió a ponerse más cerca del contrario. La luz de una de las lamparitas en la pared iluminaba sin problemas.

—No, Tae... Bésame—. Susurró JungKook al verle preparado para acostarse.

Lo necesitaba sentado, sosteniéndole. Por eso, antes de darle oportunidad a TaeHyung de moverse se arrastró hasta el regazo del mismo y enterró el rostro en el hueco de su cuello.

—Te necesito, Tata.

Vante se congeló.

—Te necesito tanto... Solo que no lo sabía—. Continuó depositando JungKook en el oído contrario.

—No digas eso, Jeon—. Habló con dureza mas cuidado.

No estaba diciendo cualquier cosa.

Decía lo que todo ese tiempo TaeHyung había querido escuchar.

—Te necesito, Tata...

JungKook lo usaba otra vez, justo como en el inicio.

—Sabes que no lo haces, deja de jugar conmigo—. Susurró con la garganta apretada, casi tanto como sus dedos alrededor de la cintura del menor.

—¿Y qué pasa si lo hago? —lo miró a los ojos—. Te necesito ahora más que a nada, más que a nadie. No quiero París, no quiero estar lejos de ti pase lo que pase. Y tú también me necesitas, ¿no es cierto? —preguntó con una sonrisa apagada que a TaeHyung se le clavó profundo—. Nos necesitamos, todo estará bien, Tata, no tengo mie–

—Cuando dices todo esto, es precisamente porque estás aterrado, Kookie. Es el miedo quien habla por ti.

—No, no, yo quiero, estoy seguro; ¿no estás feliz? —inquiere borrando la sonrisa—. Me quedaré, ¿y no estás feliz?

—Tú serás el infeliz si te quedas, JungKook —TaeHyung se puso de pie dejándole en la cama. Sus ojos se cristalizaron pero permaneció fuerte al decir—: Comprender eso me ha llevado mucho tiempo y dolor, no me digas que te lo tengo que enseñar a ti también porque me costó demasiado; ya me has costado demasiado, deja esto.

—No me quiero ir, seré feliz aquí, contigo. No quiero–

—¿Y cómo piensas vivir? Atrapado en la rutina por el resto de tu vida, porque seamos sinceros, JungKook; tengo ya treinta años y realmente, aún cuando te quedaras nuestra relación no funcionaría, ¿sabes por qué? Porque no buscamos lo mismo, busco seguridad, estabilidad; quisiera una familia...

—¡Yo también quiero eso! —interrumpió con rapidez—. S–seguridad, estabilidad; familia tal vez ahora no, pero algún día...

—Solo estás pensando en ti cuando dices esas estupideces.

JungKook apretó la mandíbula y sus manos se cerraron en puños sobre la sábana, estudiando al mayor desde abajo.

—¿Y tú? Creo que solo piensas en mí también, ¿cierto? ¿No has pensado en lo que sentirás cuando me vaya? Te estaría abandonando, segunda persona a la que entregas tu corazón y te abandona, ¿y tú no me necesitas, dices?

Cuando JungKook se dio cuenta de lo que había dicho, ya era demasiado tarde. Ya TaeHyung se dirigía a la salida de la habitación para dejarlo solo de nuevo.

—Tata no me dejes, ¡Tata!

—No me vuelvas a llamar así en tu puta vida—. Susurró temblando de ira mientras cerraba la puerta con fiereza tras su espalda.

Perfecto, no solo soportaba que lo dejaran atrás como un traste; también debía aguantar que usaran sus sentimientos en su contra.

Pasó la siguiente hora intentando ignorar los gritos y llantos de JungKook en el interior de la habitación.

—Te necesito, TaeHyung....

«No lo haces, no lo hagas, ángel»

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