ᝰ Noveno Acto
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❝Baila primero. Piensa después. Es el orden natural.❞
Samuel Beckett.
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La única prenda que vio Jungkook fue el vestido rojo, no obstante, una muy sospechosa Sucrush se traía algo entre manos con el rubio, algo que se encontraba en una de las tantas bolsas en manos de Taehyung. Se despidieron entrado el anochecer y Jungkook, mientras los esperaba en la recepción, estuvo ajeno a una de las tantas conversaciones entre Sucrush y Taehyung, la única en la que el azabache era el tema principal.
—Tae, ¿qué quieres conseguir con esto?
—¿Con esto?
La peligris evoca un ruidito con la garganta a la vez que asentía con la cabeza. Procedió a explicarse mejor mientras doblaba uno de los pantalones para colocarlo en su respectiva bolsa.
—Eres el rey, Vante. Apenas tienes treinta pero no hay quien se interponga en tu camino. Todos te respetan, todos se dejan llevar por tus palabras...
—Jungkook me demostró que no son todos, Sucrush—. Taehyung esbozó una mueca pensativa y pone en la cajita los pendientes y pulseras regaladas por la estilista.— Como mismo soy rey para algunos, según sus intereses, soy tirano para muchos otros. Y no puedo soportar que los que se expresen negativamente a mí sean los más acertados.
—Pero... ¿De dónde sacas eso? ¿Qué pueden decir de ti, si se puede saber?
—Estoy guiándome por "lo correcto". Solo reafirmo como crítico y personalidad importante en el mundo actual las bases que ya están sentadas, así me los he ganado todo este tiempo. Pero solo soy uno más. Yo, Sucrush—, Gira su cabeza para encontrarse con los ojos castaños de su compañera de mayor confianza— quiero hacer revolución.
El silencio entre ambos era señal de meditación por parte de ella, Taehyung claramente no buscaba apoyo o comprensión, no es algo que pueda esperar con el peso que está dispuesto a cargar, ni siquiera puede permitirse querer compartir dicha carga con alguien de confianza como lo es ella.
Finalmente la chica de labios apenas coloridos preguntó en voz baja.
—Usas ropa femenina para quitarle el cartel. Ni siquiera la ropa debe marcar diferencia de género—. Cuando obtiene el asentimiento de Taehyung, continúa.— Pero a lo que te quieres referir es que usar vestidos no te hace menos hombre, no te quita la masculinidad necesaria para afrontarlo todo como ser humano—. Esta vez Taehyung se toma un poco más de tiempo pero asiente otra vez.— No es algo tan fácil, Taehyung. Cuando piensas en un hombre, piensas en una persona capaz de llevar la cabeza en una familia; un término erróneo, pues o es trabajo de dos o una mujer también podría, de todas las madres solteras te hablo. En caso de que puedas mostrar tu punto y decir que, te pongas lo que te pongas, eres todo lo masculino que un hombre puede ser... ese chico es un obstáculo importante, Tae—. Con esto recibió en cambio un entrecejo fruncido, pero continuó ininterrumpidamente—, si llevas "ropa de mujer" y vas de mano con un hombre, ¿crees que puedes representar y dar ejemplo a los heterosexuales así? No, porque ahí sí parecerías más mujer que hombre.
Sucrush suspira al ver la expresión de Taehyung y alcanza fuerzas para desprender su pudor lo suficiente y así apoyar la mano en el hombro de su amigo.
—Si alguien quiere verlos juntos, soy yo. Pero debes poner prioridades. Si vestido de mujer adquieres el papel de hombre junto a una fémina, entonces la aceptación será mucho mayor, tanto para heterosexuales como homosexuales. Porque ahí se concentrarán en tu punto. Si estás con Jungkook, llamará más la atención su relación que la causa de la revolución que tienes en mente. Por eso, debes establecer prioridades.
Jungkook le devolvió la sonrisa de despedida a Sucrush, viendo la suya teñida de preocupación, no obstante lo ignoró y demostró toda su alegría en esa sonrisa. Después de todo, tenía muchas razones para estar feliz. Abrió la puerta delantera del auto y se sentó en el asiento consiguiente al del conductor, arrugando el entrecejo al notar la expresión de Taehyung.
El susodicho tenía la mirada perdida en algún punto de su regazo, el atardecer ya estaba surcando el cielo y Jungkook se negó por primera vez a contemplarlo para, en su lugar, prestarle atención al rubio.
—¿Tae? ¿Estás bien?
Taehyung levanta la cabeza con una parsimonia pesada, el asentimiento siendo incluso inconsciente a ojos de Jungkook. A pesar de ello, con lentos movimientos Taehyung puso el coche en marcha.
—Te dejaré en tu casa y te recogeré a las ocho, así tienes tiempo para alistarte—. Explicó con plano tono de voz y Kook se preguntó a dónde había ido a parar la emoción de antes.— ¿Puedes tomar mi celular y registrar tu número? Te llamaré al llegar.
Jungkook murmuró un asentimiento y alcanzó el celular del bolsillo delantero del pantalón de Taehyung, hizo lo debido y lo dejó en su lugar. El resto del camino lo pasaron en silencio, el pelinegro en su típica posición del antebrazo cruzando la ventanilla y la mejilla contra el puño cerrado. Por otro lado estaba Kim, con esa expresión tanto pensativa como sombría que comenzaba a darle deseos de vomitar a su acompañante.
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Con rapidez hizo a un lado su flequillo, estableciendo en el proceso una línea a un lado de su cabeza. Sonrió al espejo preguntándose hacía cuánto no se maquillaba y llegó a la sorprendente conclusión de que nunca se había maquillado. Y que no eran otras sino las cosas de Jimin las que estaba usando.
Satisfecho con el resultado se miró en el espejo a su medida dispuesto en la pared del comedor, divisora entre la cocina y su habitación. Sonrió al reflejo y agradeció internamente tener ese don de ser bueno en todo.
El delineador había sido un arma muy fácil de usar a su parecer, una perfecta línea surcaba el rededor de sus ojos, resaltando las pestañas y el color castaño de sus orbes, que devoraban la atención por encima de cualquier otro rasgo de su rostro. Sus labios apenas tenían brillo labial, lo que no hizo sino quitarle la opacidad y resaltar ese natural rosa de sus belfos.
Jungkook agarró su camisa blanca por la punta de las mangas y tiró de ella, sintiendo con gusto la tela protestar contra su cuerpo. Y en ese pantalón negro Jungkook se sentía tan bien que sería hipócrita decir que no le importaba. Desabotonó dos botones dejando a la vista su clavícula y la entrada a su pecho, no obstante tuvo que esbozar una mueca desaprobatoria por lo frágil que se veía su cuerpo.
Efectivamente, parecía un ángel.
Sacudiendo su cabeza recordó que el arte de apreciarse a uno mismo era un arma de doble filo. Podía presionar su dedo contra la punta y sentir la adrenalina recorrer su cuerpo, no obstante, si seguía mirando, si presionaba con más fuerza, acabaría cortándose.
Dejó el celular encima de la mesa al lado de la cama una vez terminó la llamada entrante. Salió de la casa con nada más que una llave dentro del bolsillo del pantalón. Torció su cuello sintiendo a la articulación gruñir con gusto, y se preparó para enfrentar al rubio.
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No pudo verlo, menuda decepción. Taehyung esquinado en el auto no se dejaba ver prácticamente. Pero Jungkook contuvo sus protestas y se limitó a contentarse por el nervioso recorrido de la manzana de Adán del rubio.
Cerró sus ojos con el rostro lo más cercano posible a la ventanilla, disfrutó del aire nocturno que con el clima respectivo de la estación no llegaba a ser muy violento. Respiró con gusto cuando se vieron apartados de la civilización, cuando dejaron los grandes edificios a sus espaldas y el tráfico disminuyó. El viaje fueron unos treinta minutos rellenos de nada más que silencio, uno cómodo que ninguno quiso arruinar. Así se separaron de la carretera y Jungkook alcanzó a ver una diminuta parte del cartel a oscuras. Apenas pudo vislumbrar una U y seguida de esta la señal de restaurante, ya para ese entonces, su propio corazón era como el retumbar de tambores.
Taehyung dejó el auto junto a los otros cinco en el parqueo y dejó dinero al cuidador, y después se dignó por fin a salir del coche. Jungkook sonrió en grande mirando el entorno, las luces se veían a lo lejos, pero detrás de ellas se veía el mar, al menos un trozo de costa. Tembló al sentir la cálida mano de Taehyung abarcando la suya, y este, sin mirarlo apenas, comenzó a caminar haciéndole seguirlo.
Para desesperación de Jungkook, la oscuridad no le dejaba apreciar a Taehyung. Notó una tela negra cubriendo desde la cintura a los tobillos, una blusa de mangas hasta los codos y, lo que claramente eran tacones, mellando el suelo a su paso.
¡Pero eso no era nada de lo que a Jungkook le importaba!
Jungkook notó en el suelo de concreto que el trillo que los guiaba al restaurante era el grabado de las teclas de un piano. La pintura estaba a esas alturas algo maltratada porque bueno, era pisada todos los días, pero Jungkook notó cada tecla que pisaban sus pies, recorría una con dos pasos. Alzó la cabeza cuando los reflejos de luz se notaban en el suelo, miró los faroles delimitadores del paso y sintió a Taehyung presionar más fuerte su mano. Con todo y eso, Taehyung no se mostró. Entonces a sus oídos llegó la lejana melodía de una exquisita mezcla de instrumentos. El menor miró con ojos abiertos de par en par la clase de estacionamiento en que estaban.
Cuando llegaron al pie del negocio la espectacular vista conformaba el cuadro completo. Las mesas de madera estaban colocadas bajo el techo de estrellas, cada una brillaba por diminutos foquitos amarillos en los costados. Las paredes del restaurante eran árboles pequeños con ramas para nada extensas, su función era aguantar las enredaderas iluminadas que los conectaba a todos y encerraba las mesas. El mar llegaba de fondo, a una distancia prudente del sitio, pero estaba, y la mezcla entre el aire, aroma y sonido conformaban un ambiente tan soñado por Jungkook, que no sabía cómo reaccionar.
Miró los platillos italianos sobre las mesas y los camareros vestidos tan elegantemente. Todo el lujo radicaba en la naturalidad del espacio.
La voz que manejaba el ambiente acarició la audición de Jungkook y envió a su organismo tal descarga de emoción pura y dura, que solo pudo acercarse a Taehyung, apegarse por completo a su cuerpo y susurrar: —Escucha esta música, Taehyung, por Dios escucha ese arte.
La mano del nombrado rodeó la cintura de Jungkook y lo apoyó contra su cuerpo, el azabache cerró los ojos al sentir la calidez faltante en el paraíso de sensaciones despertadas por aquel lugar. Taehyung lo guió de vuelta al suelo de piano, apartándolos de la entrada bajo la luz de los faroles. Justo en ese momento, Jungkook colocó sus manos sobre cada hombro de Tae y miró hacia arriba, los farolitos reflejados en las pupilas de Jungkook.
—Te ves tan hermoso—. Susurró el menor viendo el oro recorriendo las hebras de Taehyung, cada una parecía haber sido hecha a manos de Dios con sumo cuidado. Él mismo contenía en sí aparentemente todo el esfuerzo de dicha magneficiencia para su creación.
El cabello largo acariciaba la marcada mandíbula, una delicada cadena de oro caía por su lóbulo derecho, contrario al lado en que se disponía la mayor parte de su pelo. Desde su lugar Jungkook admiró los lunares del rostro esculpido con magia dorada, tierno como el de un niño. Se preguntó realmente quién era un ángel entre ambos, pero decidió que Taehyung era por mucho superior a eso.
Admiró el largo cuello desnudo y su mirada se topó con un ligero cuello de V, coronando una blusa tela color cartón, con mangas que caían a sus hombros para abrirse al final.
Jungkook llevó una de sus manos a una de las de Taehyung, que caía olvidada a un costado de su cuerpo, la elevó con la suya y agradeció que los bellos tacones escogidos por Taehyung hayan sido bajos, pues era suficiente la altura que de por sí le sacaba el mayor.
—Baila conmigo, Taehyung.
Y una vez más, Vante se dejó llevar por el ángel. Intercambiaron el puesto de las manos para que así el menor controlase el flujo del baile. Los dedos de Jungkook cosquillearon contra la tela chiffón del pantalón de Taehyung, se sentía flotando en el cielo llevado por la música y arrastrando a Kim con él. Los pasos eran lentos, en un limbo que, bajo las estrellas y luces tenues, prometía ser eterno.
Jungkook entreabrió un poco sus orbes para mirar al de ojos miel, susurró: —No esperé que me trajeras a un sitio así, es mágico.
Tae sonrió con ligereza y acarició el arco de la oreja de Jungkook que la mano en el hombro pudo alcanzar con el pulgar.
—Digamos que te conozco, pero entiendo tu sorpresa—. Desde arriba admiró la natural belleza en la palidez de las mejillas de Jungkook y continuó susurrando.— No frecuento este lugar, incluso, esta es apenas la segunda vez que lo visito. La primera fue hace unos años, en su inauguración. El dueño me invitó a compartir mesa con su propia familia. Buen ambiente, buena comida.— Se acercó más al pelinegro viendo los ojos oscuros más lindos del mundo agrandarse, no con miedo o sorpresa... ni siquiera puede descifrar el núcleo de su expresión.— Pero no ha sido hasta hoy que puedo ver la belleza de este sitio, solo vine a corroborarla.
Cuál exactamente es esa belleza a la que se refiere, ninguno de los dos lo sabe, pero ambos la sienten.
Y sentir y ver, es lo que diferencia a la belleza que importa de la que abunda.
Cuando la pieza acabó y antes de Jungkook dejarse antojar por bailar otra, pues sabe que de ser así nunca pararía, invitó a Taehyung a pasar y sentarse antes de ser interrumpidos. Que las miradas que recibieron fueron pocas, era una mentira. Pero ninguna, ni la más negativa, pudo negar que la pareja era hermosa.
Y eso, desgraciadamente, les importó más que la felicidad de ambos.
Taehyung se estaba metiendo más profundo de lo que podía notar en un mundo que cree controlar.
Y efectivamente, las noticias del día siguiente marcaron un punto de no retorno.
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La primera alarma de su celular sonó a las 5:40 a.m.
La quinta, la de las 6:30, fue la que lo animó a levantarse. Giró su cuerpo al lado derecho, abriendo ligeramente los ojos en dirección al celular encima de la mesita al lado de su cama, vibrando y sonando a "full". Estiró el brazo y con pereza, como si el aparato pesase el triple que su cuerpo, lo levantó para fijarse en la hora y apagar la alarma.
Dejó el celular en su lugar y se sentó en el colchón mirando al infinito, la oscuridad era deliciosamente perfecta para olvidarlo todo y tenderse nuevamente en la cama. No obstante, bloqueando esa posibilidad de su mente para no cavilarla más de lo que le convendría, se puso de pie y se dirigió al baño... tal vez.
La siguiente media hora se trataba de cierto azabache despeinado y con el delineador de la noche anterior fuertemente aferrado a su pómulo haciendo el tonto por su diminuto apartamento. Le dirigió un gruñido a su reflejo y continuó pasando crema para la piel y algodón encima del rastro negro de pintura. No obstante, en un momento que nadie podría asegurar, sus labios regresaron a enmarcar esa sonrisa bobalicona que parecía nunca desaparecer.
Los recuerdos de la noche anterior continuaron destellando en su mente a cada paso que daba, a cada respiro que tomaba. Lo miraba con esos enormes ojos color miel. ¿Cómo no se había percatado antes de lo insuperablemente hermosos que eran?
Lo que coronaba su definida mandíbula, la barbilla, era sostenida por la palma de su mano, como si esos dedos acariciando su propio rostro no fueran otra tentación más de la que preocuparse. Una cadenita de oro se abrazaba a su muñeca rodeando como elegante serpiente su antebrazo. Taehyung no había dejado de sonreírle como si fuera perfectamente consciente del efecto hipnotizador sobre él. Porque esa sonrisa socarrona no inspiraba nada bueno.
—No has mirado el cielo ni una vez desde que nos sentamos.
Y cómo hacerlo. Cuando dejaron de bailar Jungkook pudo finalmente recorrerlo por completo con la mirada, las largas piernas con tela negra ondeando a su alrededor pero fijas a sus tobillos y cintura... y vaya cintura. Jungkook lo quería ver con cientos de vestuarios más y con decenas de metros de tela menos. Taehyung no dejaba de recorrer la piel de su clavícula con los dedos y cierto aire distraído. Jungkook parecía un gatito atraído por la luz roja en la pared.
Tomó aire por la nariz, tragándose el ronroneo gustoso por la mezcla del aire frío y la calidad de su piel.
—¿Y?
Observó la comisura derecha de los labios del contrario levantarse y contuvo las ganas de lamer los suyos.
—¿No eres tú el loco por la naturaleza? Te traje a este lugar pensando que estarías tan inmerso en ella que...
—¿Que ni siquiera repararía en tu presencia?
La sonrisa en la tez de Taehyung desapareció, para dar paso a una expresión enojada, pero de forma comedid. La arruga en su entrecejo y la prominencia de sus labios inspiraba una infantil mueca.
Sonrió ligeramente y alcanzó la mano que, sobre la mesa, deslizaba los cubiertos sin levantarlos. Acarició los dedos de Taehyung hasta detenerse en el dorso de esta y, con esos ojos fijos en él otra vez, habló.
—Si la belleza de las estrellas es nunca poder alcanzarlas, la tuya es verte y saber que nunca veré algo igual—. Se tomó el atrevimiento de acercar la mano bajo la suya a su rostro y llevarla hasta sus labios, cerró los ojos ante el frío contacto de la piel expuesta y se abstuvo a acariciarla con sus labios.— Estrellas, estuvieron antes de mí y seguirán ahí después, hoy quiero verte solo a ti.
—¿Y si no me ves más?—. Preguntó el rubio cobrizo con seriedad, apartando la mano de su alcance.
Lo vio entrelazar sus dedos sobre su regazo antes de regresar la mirada a los ojos miel.
—En ese caso, me bastará con este recuerdo para soñar que tú estás conmigo, Taehyungie.
Al llegar a ese recuerdo, detuvo la taza de café y leche cercana a sus labios para guiarla de regreso a la encimera. No le pasó inadvertido el detalle cohibido en los ojos de Taehyung, solo lo apartó y no lo puso como prioridad en ese momento.
Pero ahora, podía detenerse a pensarlo.
Buscó las noticias en su laptop, como cada mañana antes de irse al Ballet –su enajenación del mundo no es tanta como la que el resto calcula– y cuando la pantalla se llenó de artículos sobre Taehyung acerca de la noche anterior, estuvo cercano a dejar el desayuno sobre el teclado.
Sus ojos viajaron fugaces para acoplarse a la velocidad del ratón, cambiando de ventana a ventana en menos de cinco segundos. Hasta que un encabezado lo hizo tomar el celular y marcar el número del protagonista sin detenerse a reparar en la hora.
—¿Kookie?
Deberían darle un premio por la forma olímpica en que ignoró el escalofrío que recorrió su cuerpo al escuchar la voz más ronca de lo normal llamándolo así.
—¡Estás en todas las noticias, Taehyung!
—Ah... Era de esperarse pequeño. ¿Dicen algo malo de ti?
—¿Algo malo? Ni siquiera aparezco.
—No has leído ningún artículo completo, entonces—. Escuchó al adormilado hombre del otro lado de la línea descender el tono de voz hasta hacerlo desaparecer.
Pero la adrenalina en Jungkook no lo ayudó a detenerse.
—¡Pues leeremos uno ahora! Escucha esto que cool—. Escuchó a Taehyung reír un poco, tal vez por su lenguaje o emoción y auto seguido comenzó a leer.
«¿¡Rey en tacones!?»
El crítico más joven e influyente del siglo XXI levanta una ola de escándalo por su estilo femenino. Tenemos sospechas de la procedencia de la misma, pero estamos prácticamente seguros que la figura tras bambalinas es nada más y nada menos que Madame Sucrush, íntima amiga del protagonista del artículo.
—Las prendas utilizadas... —se encuentró siendo interrumpido por Taehyung, quien educadamente le pide que se salte esa parte. La voz al dar esa indicación se escucha tan ansiosa que Jungkook no tarda en saltarse un párrafo entero para llegar a lo siguiente.— Los testigos han detallado sin dudas cómo la vestimenta no melló en la masculina elegancia tan típica del crítico.
Jungkook sonríe al escuchar el suspiro aliviado del otro lado, pero la expresión se tensa cuando en un vistazo captura su nombre entre las letras.
—Tae... Escribieron también de mí.
—¿Q-Qué dice?
Continúa con tensa voz.
«Pero si es un gran fenómeno ver a un rey en tacones, lo es más el que tenga a una princesa controlando el baile—. El susurro de Taehyung diciendo su nombre no le detuvo de continuar, con la garganta ligeramente apretada.— El bailarín Jeon Jungkook, heredero de la industria fuertemente cotizada de los Jeon, rompe esquemas destilando más feminidad que el propio Kim Taehyung, aún cuando este llevaba con orgullo prendas de una línea femenina. Lo que nos hace preguntarnos ¿Dónde parará esta pareja?»
Jungkook arrastró lentamente el puntero por la pantalla en pos de cerrar todas las ventanas y apagar el ordenador portátil, aprovechando el silencio tenso establecido entre ambos. El azabache acaba reclinándose en el asiento y tras un liberador suspiro conforma una mueca, haciéndola pasar por una sonrisa.
—Estabas preocupado por perder el respeto como hombre ante la sociedad, Taehyungie, pero te he opacado.—Jungkook carcajea.— Tendrá que esforzarse más para llevarse la gloria, señor Vante.
—Jungkook, tú no...
—No me importa, Taehyung—. Él pelinegro se mira en la pantalla negra de la laptop, sus labios naturalmente rosas, tal delgados y delicados que casi quiere reventárselos. Y las simples ansias por hacerlo, le recuerdan claramente el por qué de su enajenación del mundo.— Tú lo hiciste también, tú también me redujiste, no a ser una mujer, sino a ser lo que tienen por concepto de mujer, por sus putos estereotipos.
—Estoy luchando por romperlos, Kookie. T-tú me gustas, así como eres, y no porque te vea afeminado o...
—Me amo a mí mismo—. Acaricia la tela del pijama cubriendo su pecho con los ojos cerrados, repitiendo su mantra de forma interna y dice con toda la firmeza que debe recordarse que tiene.— Lo que digas o lo que digan, ni me hará amarme más, ni me hará respetarme menos.
—¿E-estás molesto conmigo?—. La voz de Taehyung es un murmullo asustado cruzando el camino de su audición, haciéndole sonreír a la vez que desvía la mirada de su reflejo.
—Me alegra que no te hayas puesto vestido, porque mierda, la cámara me hubiese capturado besando el suelo que pisabas—. Con eso recibió una risa incómoda y otro susurro inconcluso con su nombre.— Necesito tres semanas Tae.
—¿Mhm?
— Ayer fue mi último respiro de vagancia, por así decirlo. Necesito las semanas que te digo para asegurar mi puesto en el cuerpo de baile y para sentir que soy yo de nuevo.
Se mira nuevamente en la pantalla oscura de la laptop y suspira de forma silenciosa, cuidando no ser escuchado. Necesita organizarse, necesita saber qué lugar exacto le permitirá a Taehyung ocupar en su vida.
Y ojalá... Ojalá tenga más valor que antes.
—Está bien... Yo también necesito centrarme en mis cosas, cuando se calmen las aguas...
—Prometo avisarte. Ahora concéntrate en crecer, ¿vale?
—Vale...
—Nos vemos Tae.
—Jungkookie...
Y colgó.
Necesitaba bailar con urgencia.
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Liberty
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