Tiempo Muerto VI
Cómo explicar la terquedad del que no quiere ayudarse a sí mismo; la hipocresía de odiarte y actuar como si amases cada rincón de tu cuerpo, pues con Taehyung sucedía casi lo contrario.
¿Saben qué odiaba? El alcohol.
Lo detestaba con todas sus fuerzas; la sádica quemazón que seguía el pasar del asqueroso líquido por su garganta, la forma en que caía como plomo en su estómago y le entorpecía el equilibrio.
A pesar de ello, lo soportaba. Pero Taehyung era un hombre de té, era la encarnación de la delicadeza, cómodo entre toda suavidad existente. Era un hombre de vinos, ácido dulzor que bailaba por su paladar tan bien como una mujer que sensual se deslizaba por el frío metal de un tubo; sin embargo, sus labios temblaban en el borde del vaso de grueso cristal mientras bebía otro buche del amargor que ni siquiera conocía.
Tenía enormes ganas de un chocolate caliente frente a chimeneas de piedra, encogerse junto a alguien que le abrigara en cálido abrazo y manta de lana. Quería calor y permanecía con el sudor en perlas por su espalda, pero helado por dentro; celebraba su sexto aniversario con la soledad en el sitio más vacío a pesar de lleno del planeta Tierra.
Pero como decía antes, lo soportaba.
La muestra de que Taehyung estaba mal, era el cigarro. Con cada diminuto núcleo celular de su cuerpo, odiaba aquella adicción, todos sus sentidos la odiaban.
Se quedaba pegada, el hedor tomando control de los rincones de su paladar, impidiéndole a su olfato tomar aire fresco. Extrañaba el campo donde estaba, allá sentía que fumaba menos; cerrando los ojos se recordaba demasiado temeroso de abrir los brazos y dejarle el pecho expuesto al mundo, a la naturaleza, único testigo de su pánico por sentirse libre. Por eso, incluso en el campo donde no quería hacer más que llenarse los pulmones de paz en un respiro, fumaba.
El cigarro se había convertido en su más resentido garrote, acompañándole a cada sitio, incluso a su sombra había convencido para que se dejase tragar por el humo. Las cosas con el alcohol estaban bien, bajo control, no se emborrachaba prácticamente nunca.
Ya del cigarro no se podía decir lo mismo, la adicción estaba en su apogeo. La ansiedad que le provocaba a Taehyung sentir que estaba bien... Que estaba falto del hedor que no dejaba de perseguirlo, que estaba sano, que podía respirar. En aquellos momentos se encontraba sin poder hacerlo, debía palpar sus bolsillos buscando desesperado el garrote que le mantenía miserable y bajo control. En el suelo, siempre en el suelo, los pies firmes en la tierra como el ser humano que era, como Dios quería que fuera para protegerlo.
Pasaría el castigo de la miseria para protegerse. Ser optimista requería demasiado.
—¿Eres Vante?
Tras haber dejado el vaso de regreso a la mesa, su mano mantenía la linterna viajando por las páginas del libro que leía; su mirada atravesaba el cristal de los espejuelos cuadrados y contra todo pronóstico, en pleno antro de Seúl, Kim Taehyung leía pacíficamente, como una rosa totalmente quieta en medio de una tormenta.
Hasta aquel instante.
—Te equivocas de persona—. Fue lo que murmuró, esperando que aquello bastase para alejar a la persona que le había reconocido incluso bajo aquellas fachas.
Habían dos opciones, primera: Fans.
Los peores, los que nunca saben cuándo parar.
Segunda: alguien con quien hubiese tenido algún contacto previo como persona influyente en la sociedad que era.
Esas eran, a pesar de las menos molestas, las más problemáticas. Puesto que sus testimonios eran más creíbles para la presa.
Fuere como fuere, la cabeza de Taehyung ya dolía lo suficiente como para irse tranquilamente a su enorme mansión y que sus pensamientos queden atontados en su mente. En aquella casa tan grande, silenciosa y sola, leer se le volvía imposible; existir, incluso. Lo que pensaba rebotaba en las paredes y arremetía contra él, no podía con ello. Mejor aprovechar el molesto bullicio, llegar, tomar una pastilla y dormir.
Aparentemente no algo muy sano, pero más que necesario para su cordura.
No obstante, la respuesta de lo que identificaba como una desconocida, le resultó tan inesperada que decidió levantar la mirada de su libro.
—Entiendo—. Había dicho.
Y no se trataba de una mera cortesía, Taehyung era sensible lo suficiente como para detectar la veracidad que encerraba ese: Lo entiendo.
—¿A qué has venido aquí? —. Preguntó el castaño cerrando con sutileza el libro.
—Supongo que a lo mismo que todos.
—No todos venimos a lo mismo —rebatió a la mujer que se aproximaba a los veintisiete, desprovista de maquillaje pero con unos llamativos lentes de contacto azules—, mírame a mí, vine a leer, ¿cuántos aquí crees que han venido a eso?
La desconocida se acomodó en el asiento revestido de púrpura, el mismo que compartía Taehyung en el extremo más apartado del antro.
—¿Qué leías?
—Pues... —sus cejas se fruncieron y buscó con la mirada el título grabado en la tapa del libro, uno que por la penumbra que les rodeaba no pudo determinar—. Ciertamente, no tengo ni idea.
—Vengo a lo mismo que todos, a lo mismo que ha venido usted —decretó sin ánimos de levantar la voz—. A esconderme de mi vida.
Taehyung se limitó a guardar silencio, sus movimientos oscilaban entre sorbos a la bebida y estudiar a la extraña mujer que observaba con ojos agudos cada una de sus acciones.
Así estuvieron unos minutos hasta que la mirada del crítico quedó atrapada en el guante que ocultaba a la mano de la mujer, la sonrisa de la pelinegra daba la impresión de haber estado esperando a que el castaño se diera cuenta del detalle.
—¿Por alguna casualidad...?
—Sí —le tendió la mano enguantada—, no nos hemos presentado, ni siquiera sé si has escuchado de mí pero yo sí de ti.
—¿Quién eres? —. Interrogó desconfiado mientras retribuía el saludo.
Muchas personas usaban guantes, ciertamente no reconocería aquella prenda negra si lo colocaban en una tienda entre cientos, no, no lo reconocería aún si solo estuviera entre pocas decenas de ejemplares. No obstante, el material brillaba en la pequeña mano, peligroso, como un escudo que esconde la peor de las navajas, preparado para defender y atacar. El orgullo con que la mujer lo llevaba y la sonrisa...
Todo apuntaba que se trataba del mismo guante que escondía a la deformación en la mano de Park Jinha.
—No puedo darte esa información.
—¿Cómo has escuchado de mí? ¿Qué sabes?
La de lentes azules consideró que debía mostrar una de sus mejores cartas para que el contrario le tomase confianza, al menos un poco.
—Recuerdo que me contaron que tenías una estrella, ¿cierto?
Por unos momentos Taehyung se sintió tan confundido que detectó las ganas de vomitar infestando su organismo, las controló tras extensos segundos de vértigo.
—Eres uhm... ¿Eres la flor?
—¿L–la flor?
«Si Jinha le contó de mí y Jungkook, incluso sin haber mencionado directamente su nombre; teniendo en cuenta la cantidad casi inexistente de personas que tenía de confianza, esta mujer debe ser...»
—Preguntaré directamente —avisó recuperándose del sudor frío que inexplicablemente había bañado su espalda—. ¿Eres la chica de Jinha?
La respuesta no le fue transmitida verbalmente, el estremecimiento de la fémina, la estupefacción imposible de esconder en sus rasgos; todo le dijo a Taehyung que era una afirmación lo que procedía a su pregunta. Eso le dió una sincera alegría, le hizo sonreír, incluso. Por estar conociendo alguien tan importante para su cercana amiga.
«¿Cómo se sentiría Jinha al conocer a Jungkook?» no tardó un milisegundo en borrar aquella cuestión de su cabeza, ¿Jungkook era su persona importante? No, ya no era así. Aquella era la principal razón por la que se había mantenido lejos de todo lo que tuviera relación con el año más feliz de su vida.
No tenía más opción que aceptar que el mejor año de su vida se debía a alguien como Jungkook.
Negó con la cabeza y se centró en la persona a su lado, ocupó una posición más cómoda en el sofá, cruzando sus piernas.
—¿Puedo saber tu nombre?
—Supongo que puedes llamarme LiLy —suspiró—, si te habló de mí son más cercanos de lo que imaginaba.
—¿Te pone celosa? —. Preguntó con una sonrisa para nada maliciosa, solo agradable.
Se sentía cálido hablar con personas por las que sientes cierto cariño incluso sin verdadera razón. Pero viendo a la mujer hecha y derecha que ocupaba el asiento a su lado, comprendió que era una flor de puro fuego; justo como le había explicado Jinha.
No conocía su historia, la diferencia de edad le decía que para aquel entonces Lily era apenas una joven.
«Incluso más que Jungkook» anotó mentalmente el crítico.
—No celosa, furiosa. Cuando un buen día Jinha llegó diciéndome que no le iba a creer pero se había dejado besar por ti —sonrió destellando un diente por encima de la oscuridad, ¿o era un colmillo?—. Nadie más que yo había probado esos labios, que sepas que sigues sin gustarme.
Taehyung asintió con una sonrisa y lo dejó pasar, incluso si el chiste no era precisamente bueno, le atenazó la ternura al recordar fugazmente la frustración de Jungkook por haberse sentido celoso por primera vez.
—¿Y cómo están las cosas? —preguntó con verdadera curiosidad—. No investigo demasiado porque aparece mi nombre más veces de las necesarios en algo que realmente, hace mucho dejé de participar.
—Bueno... En este negocio las cosas nunca van lo suficientemente bien.
—Eso es lo que lo mantiene andando—. Comentó con diversión Taehyung, pero Lily no le devolvió la sonrisa.
Su mirada estaba a fija al guante sobre su regazo, la expresión en su rostro le impulsó a Taehyung a preguntarle qué sucedía. No parecía querer contestar, la duda entre separar sus labios o dejarlos cerrados como siempre hacía al tratarse de los asuntos personales, le fue perfectamente visible al crítico.
Pero comenzó a hablar, estaba junto a la única persona además de ella en quien Jinha confió a nivel personal, se merecía algo de confianza. Incluso cuando a ella no le terminase de agradar.
—Como bien dices... Tu nombre sigue pintado en cada pared por la que camina el movimiento. Y lo entiendo... De no haber sido por ti, las feministas y todos hubiéramos caído hace mucho tiempo. Pero me molesta que hayas sido tú —la cabeza ya estaba reventándole, mas continuó prestándole toda su atención a la pelinegra de cabello por los hombros—, simplemente llegaste un día, los revolucionaste a todos y eso bastó para borrar los esfuerzos de años de todos los que estaban antes de ti, entre ellos, Jinha.
«Lo sé, a mí también me jode que los focos se hubiesen quedado pegados a mi piel incluso tras años escondido, no creas que me hace feliz»
—Entiendo lo que dices...
—No, tú no entiendes nada —la mirada filosa de Lily le hizo congelarse en su lugar, como cuando te encuentras un felino potencialmente peligroso y quedas estático para que él siga de largo y no arremeta contra ti—. Ellos estaban antes y estuvieron después, pero tú te marchaste cuando consideraste que era suficiente. Pero nunca es suficiente, no cuando eres la inspiración de miles de personas a las que nadie había volteado a mirar; y nunca te ensuciaste las manos, y nunca viste a alguien importante para ti ser lastimado por...
—Ahora eres quien se equivoca —interrumpió Taehyung en un susurro grave, sin ganas para más, sin deseos de explicarse; se puso de pie y extendió la mano a Lily—. ¿Puedes decirme dónde encontrar a Jinha? Quiero verla.
—¿E–encontrarla?
—Por favor, sé que es información clasificada y sería peligroso si yo supiera, pero prometo ser responsable.
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Las flores blancas apenas pesaban en su brazo derecho, llevaba una hora completa imaginando con una sonrisa la expresión de Jinha una vez lo viera cargar con aquel ramo—: Hola señorita, vengo a pedir su mano en sagrado matrimonio.
Le diría.
Las bromas pesadas de Jinha colgada a su brazo como toda una dama de sociedad nunca pasarían de moda. Diablos, en serio extrañaba a la mujer de negro humor y ovarios de acero. La recordaba protestando en la habitación de reuniones de la cárcel, cuando ambos lloriqueaban por sus problemas con sus parejas y Jinha lo culpaba por haberle pegado el «jodido corazón de niñita», sus palabras.
Tahyung había dejado su auto par de cuadras antes del destino, no quería llamar la atención, se tomaba en serio la privacidad de la ubicación de una mujer tan importante como lo era Park Jinha. Sin embargo, conforme se acercaba al lugar acordado, Tae deseaba revisar el papel en el que Lily había escrito la dirección; algo que no pudo hacer puesto que lo hizo tiritas apenas lo memorizó.
Pero aquello debía ser un error, o tal vez... ¿Jinha le estaba esperando allá? ¿Qué era esa fría sensación que se extendía a toda velocidad por el cuerpo de Taehyung? Sentía que congelaba su sangre y lo ponía a temblar, su garganta se sentía deformada, como si una barra de metal la anchase y no le permitiera respirar.
¿Así se sentía el terror?
¿Aquello era el pánico?
Porque cuando la dirección exacta llevó a sus pies ante una lápida anunciando que su amiga había muerto hacía ya cuatro años, Taehyung no podía respirar.
No podía.
¿Taehyung estaba muriendo también?
Antes de siquiera poder gemir adolorido, una fuerte opresión tomó presencia en su pecho, como unas garras que atravesaban y encerraban a su corazón en una verdadera celda.
No, no era la jaula metafórica la que se achicaba impidiendo su corazón palpitar; era un dolor físico.
«Déjenme dormir, por favor. Déjenme caer en la inconsciencia para dejar de sentir este dolor» eso pedía a medida que sus rodillas flaqueaban ante la debilidad que le concedía el sufrimiento. Pero el miedo a morir mientras sus ojos llenos de lágrimas ubicaban la fría piedra ante su cuerpo, le impedía dejarse llevar.
En la soledad de aquel cementerio, una de las arterias coronarias de su corazón se cerraba cada vez más, la sangre que se suponía debía mantener a su palpitante músculo en armonía, le atenazaba en un creciente dolor a una velocidad alarmante; seriamente se preguntó si iba a morir ahí.
Si iba a morir así, sin oportunidad de levantarse como sabía, Namjoon esperaba que hiciera. Se preguntó si podría pedirle perdón a Jimin por haber sido un verdadero cabrón.
También pensó en Jungkook, justamente su nombre susurraba cuando dos pares de brazos lo levantaban, en la oscilación entre la consciencia y la inconsciencia, Taehyung reconoció la voz de Lily ordenando a alguien que lo llevase al hospital. Así fue transportado por dos mujeres en un lapso de tres minutos al hospital más cercano, Taehyung estuvo despierto todo el rato, sintiendo la vida dolerle pero la muerte lejos. Incluso a las manos de los médicos que le ponían el tratamiento para contrarrestar el infarto que le hacía agonizar, Taehyung sabía que aquella no era una jugarreta de la muerte, la muerte no jugaba ni te ponía obstáculos; la muerte era sincera, le daba la bienvenida a todos y Taehyung era consciente de que tenía la posibilidad de estrechar su mano para descansar.
Sin embargo, ahí estaba, encima de una camilla de hospital, aferrándose a la vida y dejando que ella le castigase de la forma en que quisiera, por haberla estado gastando esos años. La vida dolía, pero su vida estaba llorando, estaba pidiendo que regresara. Y los médicos pudieron estabilizar sus palpitaciones, pero Taehyung, el artista, no tenía idea de cómo poner a andar su corazón una vez más.
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Solo cerró los ojos para dormir, el doctor explicó su estado y Taehyung asentía con seriedad, en tácito silencio. No tenía fuerzas para mucho más, por eso disfrutó la calma tras la tormenta que era aquella siesta en la que no soñó nada, flotante en la tranquilidad del vacío. Y cuando horas después despertó, encontró vacía la habitación de hospital, vacía, justo como la había dejado al acostarse.
Necesitaba irse de ahí, por eso resintiéndose cada movimiento, se puso de pie y se encaminó más lento que nunca a la puerta del cuarto. Sus piernas flaquearon al encontrarse de súbito con los ojos cansados de Namjoon, se aferró a la puerta viéndolo ponerse de pie y acercarse.
Como escritor que era, Taehyung no tardó ni un segundo en volver metáfora la situación. La manera en que estuvo solo durante horas encerrado en la habitación y, apenas se animó a salir esperando nada más que soledad, encontró en el pasillo alguien que lo esperaba.
«¿Cuánto tiempo llevan esperándome?» se preguntó Taehyung mientras temeroso salía del agujero en su corazón en el que había pasado escondido durante seis largos años que a pesar de ello, se habían escapado de sus manos en un pestañazo.
Namjoon rodeó su cintura con sus brazos y le animó a esconder el rostro en su hombro.
—Hola amigo.
—Hola—. Susurró de vuelta el crítico.
Disfrutó durante unos segundos las caricias regadas en su cabello, y cuando la barra metálica en su garganta se desplazó dejándole hablar, pudo apretar en puños la tela de la ropa de Namjoon.
—Lo siento mucho...
El menor, desconocedor de la situación, preguntó—: ¿Por qué lo sientes?
No sabía qué era más doloroso para su débil cuerpo, si llorar, o aguantar las ganas de hacerlo. Fuera como fuera, el dolor le dejaría de permitir respirar si continuaba.
—Por... Todo —acabó susurrando, relajó por completo su cuerpo y las ganas de llorar quedaron en suspensión mientras se entregaba a los mimos del más fiel amigo que había podido encontrar—. Por dejar como un cobarde mi vida en tus manos y no agradecerte por eso; por haberme dejado caer en una depresión disfrazada de frialdad sin verdaderas razones para ello... Lo siento, Namjoon, estoy realmente mal y no soy un amigo que merezcas; bueno, siendo más exactos, soy yo quien no te merece...
—Notar lo que te sucede es un importante primer paso, a partir de ahora todo fluirá mejor, ya lo verás.
—Yo...
—Aceptaré tus disculpas cuando estés sano, cuando en lugar de pedir perdón digas gracias —susurró en su oído—. Acepta que no estás solo, Taehyung.
Tenía miedo.
Mucho, mucho miedo.
—B–buscaré ayuda...
—Por supuesto, todo a tu ritmo, ¿está bien? Hemos esperado por ti seis años, podemos seguir esperando.
Taehyung suspiró con el dolor físico en su pecho, sintiendo que de subirse la tela del camisón, encontraría su torso hundido.
—Escucha, Jungkook...
—No me hables de Jungkook —cortó sin interés en lo que diría Namjoon—, las cosas no son tan simples, Nam. Yo en serio... En serio lo quiero lejos.
—Pero, ¿por qué? Entiendo que te haya dolido la separación y la forma abrupta en que sucedieron las cosas, solo... La vida es así, tienes que aceptar cerrar ciclos.
—No es por eso. En aquella época, fui yo quien le impulsó a que se fuera, estaba más que de acuerdo con su decisión y no tengo ni una mínima duda del amor que Jungkook me tenía. Ustedes... Ustedes se equivocan. Estoy seguro de que me amaba con locura, justo como yo a él. Pero cuando lo veo —suspiró entre los cálidos brazos de Namjoon, cerrando los ojos con mucha fuerza— no puedo evitar recordarme débil, vulnerable, perfectamente manipulable. De haberlo querido, Jungkook me hubiese destruido. Esa pequeña y única parte de mi ser que no controlo, tiene que ver directamente con Jeon Jungkook, y no puedo soportar eso.
—Creo que el que nunca haya usado esa carta que le diste para manipularte, es una buena razón para confiar de nuevo, ¿no crees?
—Ese es el problema —murmuró con sus últimas fuerzas Taehyung, amarga sonrisa—, él si la usó y eso nunca... Nunca se lo voy a perdonar, sin importar las condiciones.
«Amar se trata de usar a otra persona y ser usado por ella, no me interesa, no otra vez; no volveré a entregar ese permiso»
Cuando Namjoon llevó de regreso a la habitación a un Taehyung que ni ganas de protestar tenía, en su mente no faltó la preocupación por el pelinegro que escuchaba la conversación apoyado en la pared a metros de ambos.
Con su abrigo de capucha negra y audífonos colgados al cuello, Jungkook estrujaba inconscientemente la botella de agua entre sus manos.
Entendía perfectamente a qué se refería, podía vislumbrar si miraba al pasado a Taehyung temblando en sus brazos, con miedo a perderlo. Se subestimaron en gran medida.
«El poder que teníamos sobre el otro y el que el otro tenía en nosotros, era más fácil de soportar cuando no éramos conscientes de ello. Pero ahora, mirando nuestra relación con la cabeza fría se me hace impensable repetirlo»
Jungkook se debatía tembloroso con la espalda apoyada en la pared del pasillo de aquel hospital, entre la razón que le gritaba dejar las cosas como estaban, y las incontrolables ganas por tener a Kim Taehyung de vuelta a sus brazos. Porque recordaba débilmente cómo era sentirse como la persona más importante para alguien, y necesitaba eso.
«Eres un espacio demasiado difícil de llenar, la estrella necesita de su cazador. Aunque deba caer por el espacio y llevarse a planetas consigo, aunque no tenga ningún sentido y una vez las estrellas caen del cielo dejan de brillar, tal vez incluso apagado me quieras y yo estaré feliz con ese imposible. Fuimos imposibles cuando intentaste atraparme, seremos imposibles las veces que sean necesarias. Incluso aunque no tenga sentido que una estrella persiga a un cazador, no me importa. Nada importa cuando mi prioridad es la libertad que solo encuentro encerrado en tu corazón»
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Liberty
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Espero les haya gustado, me disculpo si les desagradó el largo; lo próximo a leer será el Acto de apertura de Cráteres de Luna, lo publicaré aquí y luego cambio de libro.
Gracias por el amor (╥﹏╥)
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