CRÁTERES DE LUNA)゚:。
Acto de apertura
La sombra de las gotas de lluvia manchaba su rostro ahí donde las luces de la avenida no cortaban su piel. Sus ojos se perdían más allá del cristal que le separaba del exterior, que le protegía del frío de la noche conferido por la estación; un clima complejo e inexacto que oscilaba entre lloviznas y tormentas. Era problemático, pero a Taehyung le confería una paz sorprendente. Reparar en que no era más que una minúscula partícula en tan desastroso universo, siempre le daba tranquilidad; le restaba importancia a sus problemas.
No obstante, Taehyung no permanecía de pie junto a la ventana para apreciar la llovizna de las diez de la noche; tampoco para ver los autos pasar ni disfrutar del ruido urbano que el cristal lograba amortiguar parcialmente. Sus ojos estaban fijos en el cielo, aguardando con el vaso de licor de almendras, dejándose llevar tranquilo por los vaivenes de su muñeca. Taehyung esperaba la señal.
La señal para hacer todo arder.
Cuando los fuegos artificiales rompieron el cielo despejado por las nubes que el viento nocturno arrastró, acompañaron a la luna llena. Era un espectáculo de luces rojas, flores que ardían en plena atmósfera.
—Es la hora—. Escuchó a Lily decir.
Las familias a las afueras de la casa de huéspedes en que Taehyung se resguardaba de la lluvia, gritaban felices porque la actividad iniciaba.
El castaño rojizo, asintió y dejando el vaso y el cigarro gastado encima de la mesa, se encaminó a la salida. Mas sus modales, guiando como reflejo sus movimientos, le hicieron detenerse para permitir a Lily salir primero.
—A los enemigos no se les da la espalda—. Dijo ella.
Taehyung suspiró con las pocas fuerzas que le quedaban y se limitó a murmurar—: No considero enemigos a los que me toman como amigo, Lily. Deberías bajar tus barreras un poco, y si no lo vas a hacer al menos deja de estampármelas contra el rostro todo el tiempo. Si se nota esa desconfianza me será incluso más difícil ganarme un lugar en el círculo.
—Lo has hecho de maravilla este mes, dejemos a esta conversación morir aquí; debemos apresurarnos antes de que la multitud se cierre.
Taehyung dio otro cabeceo dándole la razón y acomodó los guantes en sus manos antes de salir a la intemperie con la pelinegra a su lado.
Al avanzar exactamente doscientos metros desde el hostal en que estaban, llegaron al parque central de la ciudad; sitio en que se llevaría a cabo la feria anual para jóvenes artistas. La carpa protegía las pinturas de la lluvia, esperaba cerrada y sin dar acceso al público. Las calles estaban iluminadas y la felicidad por una actividad tan simple pero de carácter animado, los tenía a todos emocionados.
Tanto los que conocían de los planes que se orquestaban tras bambalinas, como los que no.
Taehyung avanzó con paso tranquilo y más ansioso de lo que realmente mostraba se detuvo en el centro; un poco más allá de lo permitido para el público, una cadena sostenida por tres postes dejaba abierta la V de la que nadie se percataría hasta, tal vez, el final del espectáculo.
Sus dedos alcanzaron el control remoto que permanecía quieto en el fondo del bolsillo de su chaqueta larga. Tocó inexpresivo el botón que activó la pequeña explosión en el interior de la carpa, una que no llegó ni a escucharse. Luego otra, y otra más, las tres necesarias por la humedad del tiempo.
El olor a humo fue lo que alertó a todos minutos después, Taehyung ordenó con un asentimiento que la carpa fuese retirada y con ello la pila de pinturas se presentó cubierta de llamas hasta la mitad.
Taehyung hizo descender el telón en su cabeza y con él se protegió del desastre que comenzó a cocinarse a su alrededor. Se rindió a las llamas y a las gotas de lluvia que seguían acariciando su rostro y descendiendo por su cuello.
Su mente, drogado de nostalgia como estaba, viajó a la última sesión con su psicóloga, evento sucedido hacía apenas cuatro días.
—¿Quién era Vante para ti?
Le había preguntado la Señora Kim al escuchar de boca de Taehyung que el funeral de Vante se celebraría oficialmente en breve.
—Vante era... Un personaje —todos, para dar respuestas de considerable relevancia, aguardamos unos minutos en silencio para organizar nuestros pensamientos. Taehyung en aquel momento hizo lo contrario, le permitió a su psicóloga verle divagar con los dedos marcando el ritmo del segundero. La dejó estudiarlo mientras él hacía ese viaje en sus pensamientos, desde las ideas más superficiales hasta las más profundas—. Vante nació cuando mi abuela murió y fui dejado en una enorme casa con decenas de personas que eran como fantasmas. Vante era un muñeco de madera hueco, tenía un agujero en el pecho que no sabía cómo llenar —Taehyung había lamido sus labios y llevado la taza de té a los mismos—. Era Pinocho queriendo ser un niño de verdad, solo que no entendía qué necesitaba exactamente para serlo. Tenía un corazón que palpitaba como el de los demás, pero incluso comparándose físicamente con los niños que veía por la televisión, y encontrando similitudes, Vante sabía que él no era un niño como el resto. Ahora que lo pienso, desde ese momento pudo haber nacido mi carácter de extravagancia, como algo obligatorio, que me correspondía —continuó relatando nostálgico mientras una sonrisa le adornaba los labios—. Y así continuó intentando ser un niño de verdad sin entender qué le hacía falta para serlo, fue dejado en medio de una gigantesca pecera repleta de pirañas con nada más que un remo y su botecito —suspiró negando con la cabeza—. Cuando Vante se acostumbró a la pecera olvidó que hubo un momento en que estuvo fuera de ella y dejó de buscar eso que no sabía, le faltaba.
«Cuando Vante encontró a Jungkook a nivel personal, se volvió un niño de verdad sin siquiera percatarse de ello . Fue celoso, fue cariñoso y temerario. Su corazón palpitó y vio en un bailarín ajeno a su existencia, la solución de sus frustraciones. Lo que Vante anhelaba era una familia, era demasiado niño para comprender que estaba bien sentirse perdido cuando de un día al siguiente se te despojaba de tu única familia y se te lanzaba en un mundo frío. Y era tan cálido otra vez... Jungkook volvió el mundo de Vante tan brillante y hospitalario que el miedo a ser tirado de nuevo a la pecera de dulce mas helada agua, superó todo lo demás»
«Pero los años de soledad del crítico no habían sido en vano —continuó diciendo Taehyung—, podía con todo, nadaba con pirañas y no se le había olvidado cómo hacerlo. Así que no tuvo miedo de dejar ir a Jungkook y quedarse solo. Nadie, ni siquiera su esperanza de ser amado, le haría perder el control»
Taehyung miraba los cuadros que había acumulado a lo largo de su vida arder, reducirse a nada. Sus memorias se reducían a cenizas en el suelo salpicado, justo como cuando una persona muere y con ella se lleva sus recuerdos.
—Los cadáveres no dicen secretos—. Murmuró a la pila ardiendo.
—V, tenemos que irnos, la policía no tardará en venir.
Esa era otra razón para la cantidad de explosivos, el punto álgido de la quema de cuadros debía llegar con rapidez, puesto que en aquellos tiempos de desarrollo, la cabellería no tardaba en solucionar los destrozos productos de la travesura de Kim Taehyung.
—Adelántate—. Musitó con simpleza.
Lily le respondió en un bufido que se jodiera, que no le pidiera ayuda después y se retiró a la azotea donde, se suponía, ambos verían el espectáculo acabar.
Pero Tae no podía despegarse de los cuadros, no les podía dar la espalda aún, no cuando en su mente acontecimientos seguían rodando como película.
—¿Y Jeon Jungkook? ¿Qué será de él cuando Vante muera?
Para la doctora, Taehyung era una persona rara y sorprendente. Con sus propios ojos admiraba cada día la capacidad del castaño para despojarse de su pasado como si se tratasen de capas de pintura. En lugar de transitar con él a cuestas por la vida, empaquetaba los capítulos y los vendía al mejor postor. Y era precisamente ella, para desgracia o bendición, la que los tenía colgados en las paredes de su memoria; exhibiéndose solo para sus ojos.
—Jungkook continúa siendo la única pieza que no sé dónde colocar, ¿qué hace usted con la ficha sobrante?
Taehyung cambió su expresión al ser golpeado por sus palabras, su sonrisa le iluminó el rostro como solo las sombras pueden. Se sintió tranquilo y emocionado, quiso saltar. Y lo hizo, dio dos saltos en retroceso y se despidió con una reverencia de la llamarada, contestando su propia pregunta corroboró que aquella decisión, era la correcta.
—A las piezas sobrantes se les deja fuera del tablero.
Cuando Taehyung llegó a la azotea, Lily continuaba viendo las pinturas quemarse. Aquello le era completamente ajeno. La emoción y brillo en los ojos de Taehyung le causaba considerable ansiedad. Por muchos trabajos que hicieran juntos, incluso sabiendo que Taehyung era un hombre de palabra, no podía confiar en alguien que mantenía sus palabras para sí mismo.
Continuó navegando por internet, notando que tanto reporteros como civiles habían comenzado a publicar fotografías del primer paso que Taehyung había decidido dar. Y no, no se trataba del incendio; la actividad era una distracción para que asociados del movimiento pudieran pintar con grafiti en diversas paredes de Corea, la siguiente pregunta: ¿Qué le pasa a Jack?
Taehyung se contoneaba a orillas del techo, cantaba la canción con silbidos como si supiera lo que Lily miraba a través de la pantalla.
¿Qué le pasa a Jack? ¿Qué le pasa a Jack?
No sé a dónde ha ido, no sé a dónde irá.
—Nos siguen llamando monstruos y fenómenos —murmuraba Taehyung en respuesta a la pregunta no formulada por Lily—, que se preparen entonces porque planeo llevar nuestra fiesta de brujas a su intachable navidad.
—Si continúas haciendo las cosas de forma tan... Peculiar. Las personas no tardarán en llamarte loco—. Dijo Lily con sinceridad y algo de preocupación.
Pero el miedo de no conocer los límites del magnate a su lado se acrecentó cuando este, con una bella sonrisa, cerró la conversación diciendo—: Hablaré con mi psicóloga al respecto.
Eso dijo, pero en su última sesión habían tenido un atisbo del tema. Y es que Taehyung era equilibrio de tal manera en que tenía tanto control como consciencia, de su propia locura.
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