Freddy miraba por la ventana en espera del regreso de Chip. Su esposo se había ido a México por dos semanas lo extrañaba mucho. El deseo de querer estar en sus brazos, de dormir con él como de costumbre y más en esa época del año donde las lluvias eran frecuentes. Estaba cansado de tener que dormir con el oso de peluche que tenía la camisa de su esposo puesta. Ya no era agradable y hasta le molestaba ver al oso, por lo que optaba por voltearse, ignorando al osito de felpa.

Después se arrepentía y lo abrazaba de vuelta, dandole un beso al mismo tiempo que se disculpaba.

Estaba lloviendo por lo que no pudo ir por Chip al aeropuerto como había prometido. Esperaba paciente en la sala de estar, sentado en el sillón mientras leía uno de sus libros, viendo de vez en cuando la hora en su teléfono. No le gustaba la ansiedad en su cuerpo al no saber si estaba bien o en qué momento iba a llegar.

Viendo por la ventana, se levantó apenas vio el auto estacionarse. Sonriendo, fue para abrir la puerta principal un poco, asomando parte de su cabeza por ahí solo para ver qué Chip salía y se acercaba sin ver al frente. Cuando lo tuvo lo suficientemente cerca, abrió por completo la puerta.

—¡Mi amor! —Chip exclamó con una sonrisa, rodeando su cuerpo con sus brazos sin importar que su ropa estuviera algo mojada. Freddy sonrió, devolviendo el abrazo con la misma sonrisa, amando la sensación de poder abrazarlo después de tanto tiempo. Esa experiencia de poder ser rodeado por los brazos de su pareja, la cercanía y el cariño.

—Te extrañé. —susurro, viéndolo a los ojos con una sonrisa mientras le sostenía de las mejillas. Riendo ambos, se dieron un beso antes de entrar a la residencia para seguir con sus dulces besos de bienvenida.