—Me dijiste que eres de México, pero nunca de que parte del país. —Freddy habló curioso, sentandose con él en el sillón donde su esposo trabajaba. Le sonrió, queriendo saber más de la vida en México de Chip.

—¿Nunca te lo dije?— Freddy negó. —Que extraño, pensé que si te lo había dicho. Cómo sea, soy de Sinaloa; el norte de México para que te des una idea, mi amor.

—Oh... Uhm. —Freddy quería preguntar algo, pero tampoco quería verse grosero con aquello.

Chip suspiró. —Si, mi amor, soy de un estado violento y peligroso, lo sé, no tienes porque preocuparte por eso aún así. —le sonrió, dandole un beso en la mejilla. —mientras que no te metas con la gente equivocada todo está bien.

—¿Planeas llevarme algún día contigo a México?

—¿Quieres ir? —preguntó. —Mi mamá se regresó hace dos meses, tal ves podamos ir a verla si deseas. —ofreció, dejando su guitarra a un lado para acercarse más a Freddy.

Chip sabía que Freddy jamás había pisado México en su vida, y que iba a ser un grandísimo golpe cultural cuando llegue. Freddy no estaba acostumbrado al estilo de vida de Chip; el Fazbear nunca tuvo que trabajar desde pequeño o se preocupaba por algo más que no fuera la escuela. Creció con todo en sus manos.

Freddy era francés, vivió gran parte de su niñez en Francia hasta que se mudó a Estados Unidos con su familia para invertir. Fue complicado pero lograron acomodarse con ayuda de otra gente importante. Freddy no tenía ni la más mínima idea de lo que eran las carencias.

Chip por su parte se podía decir que vivió bien en México, más no fue excelente todo el tiempo. Aún así, le agradecía a su mamá todo lo que hizo por él cuando vivía con ella.

Eran muy diferentes.