¡ prólogo !
❝El príncipe de la oscuridad es un caballero ❞
SHAKESPEARE
Un pequeño niño de cabellos marrones y rizados que eran opacados por la suciedad estaba abrazando a su oso de peluche hecho de algunos cuantos trapos viejos al igual que su ropa, la cual comenzaba a deshilacharse de las puntas debido a los tirones que diferentes personas le habían dado a lo largo de los días.
Atrajo al sencillo peluche en sus brazos para mirarle y a la par, tratando de calmar el temor que comenzaba a sentir, ¿dónde estaba su mami? Él la extrañaba muchísimo, para ese entonces ya no sabía cuántos días transcurrieron desde la última vez que le había visto, extrañaba sus abrazos.
De pronto una idea llegó a su cabeza invadiendo ésta completamente, con delicadeza levantó su pequeña manita algo temblorosa tratando de contar los días de la ausencia de su madre con sus deditos, además también la actividad lo distraía de el hambre que comenzaba a hacer que su estómago tronara por la falta de comida en los últimos dos días e igualmente le hacía olvidar el frío.
Un golpe en el dorso de su suave mano hizo que perdiera la suma quedándose estancado en el número seis al mismo tiempo que le provocó un espasmo debido al ardor que recorrió su brazo; La mujer de aliento asqueroso, nauseabundo y que parecía solo comía cosas podridas desde la perspectiva del niño fue quien lo había golpeado.
—Deja eso, gusano. ¿Cuánto crees que nos dé La Duquesa por este estorbo? —la mujer dirigió su mirada al hombre que iba manejando la carreta de madera con olor a podrido en la que se encontraban, el chiquillo hizo una suave mueca disgustada al distinguir vómitos de personas sin limpiar dentro de este. El conductor posiblemente era su novio o así lo percibía el chiquillo.
—No lo sé, nadie quiso comprarlo como un esclavo por su edad y ya tenemos suficientes hijos como para quedarnos con otra boca que alimentar sin que aporte nada. Sí bien nos va podremos pedirle cinco onzas de plata.
El niño presente se quedó callado tratando de no hacer ruido alguno, los últimos días había aprendido que era mejor callar antes de recibir un golpe a cambio, su falta de habla las últimas semanas podían comprobarlo por sí mismo que estar en silencio era estar seguro o mejor dicho... seguir con vida.
La mujer suspiró empezando a encender una vela con un poco de carbón dentro de aquella carreta, así iluminando esta suavemente haciendo que las llamas se movieran debido al aire y el movimiento. La noche comenzaba a hacer su presencia inundando el cajón de madera en total oscuridad, el niño estaba seguro que si alzaba su mano en la oscuridad no lograría poder ver esta.
—No sé si este dispuesta a darnos tanto por este gusanito —habló la mujer echándole un vistazo al pequeño bulto en la esquina contraria de la carreta—. Ya la conoces, sabes que es muy selectiva con sus "ángeles".
—Ya lo veremos. —recalcó el hombre dando una pequeña mirada hacia atrás antes de continuar guiando a los dos caballos que movían la carreta—. Mientras tanto solo nos queda rezarle a Dios para poder sobrevivir este día.
Ambos adultos se callaron provocando que el menor volviera a sentirse inseguro e incómodo en ese ambiente tan moribundo donde se sentía rechazado, mientras tanto su infantil cabeza e imaginación se dedicaban a hacerle sentir que el tiempo pasante se asemejaban más a varias horas de camino que minutos. Por un momento creyó que aquellas personas lo regresarían con su mami, aquella idea le hizo sentir esperanzas.
Grave error.
La carreta se detuvo poco después frente a un lugar que, desde afuera se le podía ver lleno de colores, luces y vida, como si el edificio no durmiera nunca, la intensidad de la iluminación provocaban al pequeño una leve ceguera que no le permitía distinguir muy bien su entorno; Mientras tanto y sin importarle ni esperar a que este se adaptaran sus ojitos a la luz, la mujer lo tomó por el brazo fuertemente provocando que su camisa de deshilachara un poco más de su hombro. Adentró a ambos en el lugar sin una pizca de duda, parecía que ya lo conocía a la perfección, el niño miró ligeramente hacia atrás preguntándose por qué habían dejado al hombre que conducía a los caballos mágicos afuera.
Las risas escandalosas, la música en con instrumentos más hechos junto con el aroma a alcohol barato fue la primera impresión de niño, además de los olores que invadieron su ambiente colándose en sus fosas nasales haciendo que le provocaran leves arcadas, era solo un niño que no podía ocultar su asco, ante los horribles olores hizo una pequeña mueca de disgusto en su rostro tratando de colocar sus dedos sobre su nariz para poder taparla sin querer soltar a su fiel compañero, oso.
Al alzar su mirada para observar más detalladamente el lugar al que había sido traído se sorprendió al punto de instantáneamente tapar los ojos de su amado e inocente osito de peluche que no debía ver la escena que el presenciaba, lo hizo tal y como su madre llegó a hacer con él mismo cuando no quería que viera algo malo.
Él debía proteger a su osito de todo lo feo.
Vaya que era malo y feo, ante los ojos de chiquito se podía presenciar el motivo de esos gritos eufóricos que salían de las bocas de todos los presentes al punto de oírse desde afuera. Sobre una de las dos mesas centrales del lugar varios hombres rodeaban a una mujer que bailaba sobre ella, el niño se extrañó cuando ella se despojó de la última prenda de ropa que quedaba sobre su cuerpo quedando sencillamente expuesta totalmente a la vista de todo el público, eso era malo.
Su infantil vista solo alcanzó para divisar efímeramente la otra mesa, pero quien estaba arriba bailando de esta no era una mujer, era un hombre que se encontraba en la misma situación que la joven, quedándose al descubierto para los ojos de los depredadores, ahora la única pregunta que rondaba la cabecita del niño solo era una:
¿Acaso no les da frío? Él tenía mucho.
Cuando finalmente la pared se interpuso en su vista y estuvo seguro de que no regresaría a ese malo lugar destapó finalmente los ojos de su peluche observando cautelosamente a los lados por si otra situación bochornosa se daba y, donde tendría que volver a tapar los ojos de su amigo. Acercó sus labios a la oreja de tela desgastada de su peluche para susurrar algo tranquilizador al osito y así estar seguro de que no se sintiera tan mal.
—Tranquilo Oso, no volverás ahí jamás. —susurró con confianza el pequeño a su peluche en un tono de voz tan bajo y susurrante que, posiblemente, hasta el inanimado peluche tuviera que agudizar el oído para captar sus palabras.
Se sobresaltó cuando fue sentado bruscamente en una de las sillas que se encontraban en aquella habitación a la cuál no recordaba haber llegado o visto, observó a la mujer con quien había llegado sentarse en la silla a la par de él, se extrañó cuando la mujer cambió su postura poniéndose más firme y menos jorobada de cómo la conocía, pocos segundos después de su llegada la puerta se abrió, una mujer entró en la habitación.
—¿Qué porquería me quieres tratar de vender esta vez, mujer estafadora? —la señora habló mientras se sentaba de una forma imponente y superior en su silla, está junto con la tetrica mujer regalaban un aspecto más apegado a una reina en su trono, la recién llegada solo observaba a la mujer dudosamente pasando completamente del niño presente.
—Duquesa... lamento llegar tan de repente. —empezó a hablar ansiosamente la mujer evitando claramente el contacto visual—. Conozco que usted es muy selectiva...
—Al grano, señora Kim. El tiempo es demasiado valioso para perderle dándole vueltas a asuntos estúpidos. —la mujer extraña interrumpió mirando a la otra de manera despectiva sin alguna expresión en su rostro, pero su mirada detonado profunda molestia ante una explicación que no deseaba.
—Oh si, lo siento. —un poco de aire llenó los pulmones de la mujer antes de resumir la historia—. Bien. Mi marido encontró a este niño mientras hacía su recorrido de venta por los pueblos vecinos, las personas con quien se encontraba lo regalaron a mi pareja, pero nosotros ya contamos con muchos hijos, no tenemos el dinero para tener una boca ajena que alimentar. Venderlo como esclavo ya no es una opción... —continuó empezando a detonar su desesperación mientras su voz se rompía solo un poco—. Nadie quiere adquirirlo, por lo que mi última opción es usted, el pequeño puede servir de camarero o de cuidador, no creo que pueda llegar a ser uno de sus trabajadores... se sabe a voces que es muy selectiva con sus ángeles y entenderemos si no lo desea adquirir. —la mujer habló rápidamente entre tartamudeos mientras juntaba sus manos intentando lograr disimular el temblor de estas.
Ciertamente, aunque la mujer frente a ella era más joven por solo pocos años, su carácter, su forma tan calmada, intimidante y pasivo-agresiva de hablar junto con su característica mirada penetrante podían hacer que hasta el más viejo se sintiera vulnerable e intimidado ante ella.
—Tienes razón. —concedió La Duquesa—. Soy muy perfeccionista con mis bellos angelitos, pocos logran llegar a esos privilegios. —la mujer habló sencillamente abriendo un poco su mano para acompañar la explicación que surgía de sus labios de tonos rojos—. Muéstrame al engendro del que tanto hablas.
—Duquesa, aquí está...
Kim señaló desconcertada al niño sentado junto a ella, en la otra silla, él no se había movido ni un poco de la prisión en que le habían dejado desde que fue sentado en esta a la fuerza, aunque cualquier presente podía notar fácilmente que tenía miedo, la forma en que agarraba al viejo peluche entre sus manitas hasta tener estas blancas o también los temblores que trataba de disimular, pero que finalmente se delataba en sus inquietos piecitos que se movían ansiosamente.
Un chirrido hizo que el pequeño levantará sus hombros con timidez al mismo tiempo que alzaba lentamente su cabeza con abriendo sus ojos con sorpresa al ver a la mujer terrorifica cerca de él, con algo de miedo comenzó a liberar los temblores retenidos cuando sintió unos dedos tomándole por su barbilla y unos ojos admirando atentamente todo su rostro.
Un extraño escalofrío recorrió toda la espalda del menor cuando la mujer de a poco fue cambiando su expresión, esta paso de ser seria, examinante y desinteresada a volverse una sonrisa lóbrega, con la mayor delicadeza que podía existir, la mujer se alejó del niño saliendo momentáneamente de la habitación haciendo extrañar a las dos personas sentadas. La mujer miró al pequeño a su lado, pero aquello no impidió que el menor se relajase por no sentir tan la presencia de la mujer, aunque fue por un lapso muy pequeño de tiempo.
Ella regresó con una tela húmeda en su mano poco después, sin preguntar volvió a invadir el espacio personal de niño comenzando a limpiar su rostro con la misma delicadeza a la que probablemente se le trataba solo a un príncipe.
—¿Cómo es posible que tuviera tan sucio a un bello niño como este, señora Kim? —La Duquesa habló fascinada, sus ojos observaban cada pequeño detalle del rostro infantil quedando totalmente embelesada ante la blanca, suave y bien cuidada piel de este pesar de la suciedad.
—Yo...Lo sien-
—Cállate mujer. —bruscamente la imponente mujer con presencia se alejó del niño mirando de manera molesta a la quién era "dueña" del niño, con cuidado y rapidez en su andar se dirigió a su escritorio abriendo una de las gavetas de este se encontraba en este—. Te daré siete onzas de oro completas por el niño.
—¿¡O-Oro!? —la mujer exclamó altamente e inconscientemente sus ojos se abrieron con sorpresa, jamás en su larga vida había logrado ver toda esa cifra de dinero junta, además nunca hubiera imaginado que el pequeño niño podría valer tanto.
—¿Acaso esta sorda, mujer? Le dije siete onzas de oro. —La Duquesa reprochó con molestia y algo incómoda ante la actitud tan sorprendida de la mujer, ciertamente la presencia de esa mujer comenzaba a sacarla de quicio. Colocó una pequeña bolsa de piel frente a la mujer dando varios toques con su dedo en esta—. Aquí tienes, ahora lárgate. ¡Ya!
Sin dudarlo, la mujer tomó la bolsa con los pocos gramos de la piedra preciosa entre sus manos mal cuidadas, al tener su dinero en mano fue tomada del brazo bruscamente por un hombre siendo escoltada hacia afuera, La señora Kim había sido llevada por uno de los tantos "cuidadores" que tenía La Duquesa a su disposición. Por otra parte, el pequeño niño abandonado en la silla observó todo en silencio sin saber que pasaría con el realmente, ante la idea de quedarse solo otra vez sus ojitos empezaron a cristalizarse, ¿ahora estaría solo con su osito?; Un chasquido de dedos interrumpió estrepitosamente sus pensamientos y lo saco de su ensoñación, quitó la vista de su peluche encontrándose con un rostro muy cerca del suyo y una sonrisa maternal de la mujer terrorífica.
—Hola pequeño, ahora vas a vivir conmigo y mis angelitos, ¿eso te parece bien? —el niño negó su cabeza deprisa de un lado a todo, esa inocente acción le arrebató una carcajada a la mujer antes de continuar conversando con el niño—. Tristemente para ti, me parece que ya no tienes otra opción, así que vamos directo a donde deseo, ¿cuál es tu nombre, angelito?
Su nombre. Un pedido tan sencillo para cualquiera, pero que para él por los días pasando sin pronunciarlo provocó que la respuesta se hubiera borrado un poco de sus recuerdos, los últimos días los únicos "nombres" dirigidos a él y por los que era llamado eran más bien insultos o nombres de insectos, nunca lo llamaron por su real nombre, también llevaba días sin hablar, su boca y cuerdas vocales ahora estaba desacostumbradas a poder formular y darle tono a decir su nombre, o cualquier palabra en general. Con esfuerzo y valor abrió su pequeña boquita, estaba tratando de volver a formular una palabra para la señora, dentro, en su mente, había una vocecita que le decía que si no le contestaba le iba a ir mal.
—N-Ning... —susurró el pequeño niño con esfuerzo.
—¿Disculpa? —la mujer movió su cabeza algo desorientada y se acercó un poco más al pequeño para poder escuchar mejor su respuesta, ya que este además de tartamudear hablaba muy bajo entre susurros.
—...Uning...Ning... —el pequeño volvió a susurrar muy despacio sin querer ver a la mujer directamente, trataba de recordar con todas sus fuerzas lo que faltaba en su respuesta, pero está ya había sido bloqueada de su subconsciente.
—¿Ning? —la mujer preguntó con paciencia, su pequeña sonrisa se ensanchó de gran manera cuando el niño asintió, caminó a la puerta de aquella habitaciones sacando la mitad de su cuerpo por esta, comenzó a gritar nombres hacia algunas personas de afuera, pero que el niño no logró distinguir.
Cuando menos lo vio venir, un hombre alto, fornido y que claramente estaba en buena forma se colocó a su lado, La Duquesa lo jaló delicadamente para que se pusiera de pie haciendo que perdiera un poco el equilibro, las acciones que tenía la mujer para con él hicieron que al pequeño se le volvieran a llenar sus ojitos de agua, en ese momento Ning se sentía especial, en los últimos días nadie le había tratado con tanta delicadeza y cuidado como con el que la mujer lo estaba tratando en esos momentos.
El hombre musculoso tomó al niño entre sus brazos para cargarlo con cuidado -por órdenes de La Duquesa- el agarre extraño hizo que el pequeño comenzará a temblar al no saber su nuevo destino, ambos adultos rieron entre sí ante la gran timidez que portaba el chiquillo y que, a pesar de eso no perdía su carisma peculiar.
—NingNing, él es Magowan y te va a llevar con alguien, ¿De acuerdo? —el pequeño que ahora ya estaba bautizado como NingNing asintió lentamente mientras se agradecía de que la mujer ya no lo mirará fijamente, ella comenzó a darle indicaciones al hombre mientras miraba algunos papeles entre sus manos que parecían más importantes—. Llévalo con Jennie, dile que tiene que entrenar al niño para ser un ángel.
—Si Duquesa. —con obediencia, el hombre de nombre extraño empezó a alejarse provocando que el pequeño niño le abrazará por su cuello dejando la mayor parte de su peluche al aire, miró por última vez a la mujer despidiéndose de ella con su pequeña manita moviendo esta de un lado a otro.
Poco rato después el menor comenzó a dormitar en el hombro del Magowan recargando su mejilla en este, grata fue su sorpresa cuando fue bajado repentinamente de este siendo separado de su comodidad, el hombre lo adentró en una habitación que solo era alumbrada por la tenue luz de una vela sobre la mesita a un lado de la ventana; Una jovencita se encontraba en la cama con una fina bata de seda sobre su cuerpo y las mantas siendo las únicas prendas que le protegían del frio, el pequeño tallo sus ojos tratando de acostumbrarse nuevamente a la poca luz comenzando a escuchar la conversación de ambos sin saber exactamente a qué se referían.
—¿Qué carajo quieren ahora? Mi turno de atender clientes acabó hace rato, deje de joder. —la joven chica reclamó alzándose de su cama con molesta, sus jóvenes ojos se sorprendieron un al notar la presencia de un niño en sus aposentos—. ¿Qué es esto?
—La Duquesa dice que te hagas cargo del niño para que sea un ángel, le ha bautizado por nombre como NingNing, así que no lo llames de otra manera. —Magowan empujó al niño hacia delante con brusquedad, esto hizo al chiquillo tambalearse un poco a nada de caer al piso. Jennie con agilidad se levantó para ayudarle a que no perdiera el equilibrio, ahora sus ojos reflejaban reproche a el hombre, a quien, con amabilidad le mostró su dedo medio con enojo.
—Magowan, deberías tener más cuidado, ¡Es solo un niño! —mientras ella dirigía al pequeño hacia la cama dando suaves caricias en su espalda el hombre solo soltó un gruñido de molestia.
—Soy un guardia, no un tonto niñero.
Siendo estas su última frase del día se fue de la habitación azotando la puerta de madera a la paso, eso provocando un eco en la habitación; Un suspiro harto de la muchacha se escuchó junto con sus manos siendo apretadas mientras mentalmente contaba hasta diez, al estar finalmente calmada recupero su compostura colocando una sonrisa con una mirada curiosa en su rostro para no espantar al pequeño que aún estaba en el suelo, con alma lo tomó entre sus brazos para sentarlo en su cama acariciando el cabello sucio del este con un cariño maternal sin notarlo.
—Hola pequeñito, ¿has estado bien hoy? —la casi adulta preguntó de manera cariñosa y calmada sin dejar de darle pequeño cariños al niño—. ¿Tienes hambre? ¿quieres algo de comer?
El pequeño levantó su cabecita rápidamente asintiendo sin querer hablar mientras inconscientemente una de sus manos se dirigía a su estómago, tenía muchísima hambre de la que tuvo nunca, la muchacha sonrío al notar las acciones del niño para finalmente dejar un amigable beso en la mejilla de este antes de levantarse de su cama, caminó hacia la puerta dispuesta a ir a buscar algo, antes de salir se detuvo.
—Saldré por algo de comida para ti y un poco de agua para bañarte y que estés bonito, NingNing, ¿esta bien? no tardaré tanto.
Sin esperar una la respuesta verbal, la chica salió de la habitación tapándose con una fina bata un poco más caliente de la que ya tenía puesta y aunque ella no lo admitiría jamás en voz alta, se veía reflejada ella misma en aquel indefenso niño pequeño que ahora estaba a su cargo y cuidado, desde el primer momento en que lo vio no lo pensó dos veces cuando supo que estaría dispuesta a proteger al pequeño niño y hasta poder llegar a ser como su madre. Ella no quería que el pequeño sufriera lo que ella paso cuando recién llego a "El Palacio", ella estaría en contra de que fuera un ángel con todas sus fuerzas.
Mientras tanto en la habitación el pequeño niño de seis años miraba toda la habitación con algo de esfuerzo esforzando su vista demás debido a tenue luz que la vela proporcionaba al gran cuarto, con cansancio el pequeño comenzó a relajarse haciendo que la tensión en sus hombros se fuera y así desvaneciendo de a poco sobre las telas de la cama; Con cansancio el pequeñito separó por primera vez a su osito de telas de su pecho haciendo que su manita acariciara el rostro de este sacándole una sonrisa de labios sellados, con cuidado abrió su boquita para poder darle unas palabras de aliento a su pequeño, único y real amigo desde que se separó de su mami.
—C-Creo que este será nuestro nuevo hogar, osito...
¡Gracias a SkyMo7 por dejarme
adaptar su historia ! <33
¡Gracias por leer!
♡
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