Capítulo 8
Hacía casi ya una hora que la cena se había acabado. Ahora solo había cuatro camas, cada una en un extremo. Cada uno nos habíamos en la nuestra, alerta, por si alguno decidía atacar. Nos habían dado un cuchillo también, por lo que ahora el peligro era bastante real.
Mientras todos estaban tensos, yo estaba relajada. Me paseaba tocando las paredes que tenían las imágenes de los juegos grabadas en ellas. ¿Como podía no haberlo visto? De haberlo sabido, las cosas habrían sido diferentes.
La verdad era que no quería hablar con ninguno de los tres; todos habían actuado por egoísmo. Sangwoo engañó a Ali, Gi-hun engañó al anciano, y Sae-byeok no había impedido la muerte de Ji-yeong.
¿Era esto lo que seríamos fuera? ¿Asesinos?
—¿Podemos hablar?
Me detuve en seco, tensándome, y traté de deshacerme del nudo en mi garganta. —Creo que tú y yo ya no tenemos nada que hablar. Las cosas entre nosotros están bastante claras —dije, y me giré para mirarlo.
El rostro de Sangwoo parecía demacrado, y la tortura que había visto el día en la bañera volvía a estar presente en sus ojos. Por mucha pena que sintiera, no podía olvidar que aquel ya no era el hombre inteligente y bueno del que me había enamorado; los juegos le habían destruido hasta el punto de perderse a sí mismo, y sus propios valores.
—Entiendo que estés cabreada...
—¿Cabreada? —Solté una carcajada de incredulidad, tratando de sustituir la tristeza por ira—. Confiaba en ti... Confiábamos en ti. —Una lagrima resbaló por mi rostro al recordar el miedo en los ojos de Ali al ver que su amigo le había traicionado. Él había jugado limpio, dispuesto a perder o ganar de forma justa, habría aceptado el resultado...
—Lo sé...
Intentó a acercarse a mí y retrocedí, negando con la cabeza. Podía contener mis sollozos, pero las lágrimas caían sin control; estaba demasiado rota para pararlas. —Dime una cosa, Cho Sangwoo. —La forma en la que le hablé, como si fuera un desconocido para mí, le dolió; pude verlo en sus ojos—. ¿Y si hubiera sido yo? —Los ojos de Sangwoo se conectaron con los míos y me miró con horror—. ¿Me habrías matado? ¿Me habrías engañado como engañaste a Ali? —Continué, llorando aún más.
—No... —Susurró, horrorizado. Una lágrima bajó por su mejilla, y mis ojos la siguieron involuntariamente—. Claro que no. ¿De verdad crees que sería capaz de matarte? ¿A ti? —Se acercó, pero volví a dar un paso hacia atrás, alejándome.
—Una vez creí que jamás serías capaz de matar a tus amigos —escupí, con amargura. Sangwoo retrocedió un poco, como si le hubiera dado un golpe—. ¿Por qué? —Parecía frustrado con que no le dejara acercarse, pero no flaqueé—. ¿Por qué supuestamente a mí no, pero a él sí?
—No podría hacerte daño... —Me miró de arriba a abajo, casi como si la sola idea de pensarlo le destrozara por dentro—. No quiero hacerte daño. —Se acercó nuevamente, pero esa vez ya no retrocedí. Él parecía aliviado por eso.
—No lo entiendo... —Negué con la cabeza, llorando, y vi como aguantaba sus impulsos de tocarme. Ni siquiera yo estaba segura de si le dejaría hacerlo.
—Lo sé... y entiendo que me odies ahora mismo. ¿Crees que estoy orgulloso? ¿Crees que no lo estoy pasando mal? —Me miró con lagrimas en los ojos y aparté la mirada, incapaz de verlo—. Me odio a mí mismo por lo que he hecho, pero... no puedo permitir que la vida de mi madre se arruine por mi culpa.
—¿Y su familia? Ali solo quería salvar a su familia de la pobreza —me acerqué un paso en su dirección—. ¿Qué les pasara ahora? Entiendo porqué lo has hecho, pero no era lo correcto, eso no era lo correcto. Él ha pagado por tus errores... —Mis lágrimas se agolparon en mis ojos por la rabia y la impotencia. El rostro de Ali aparecía una y otra vez en mi mente, recordando cuánto admiraba a Sangwoo—. ¡Era tu amigo!
—Lo sé... y no sabes cuanto lo siento. —Aunque sabía que era una disculpa honesta, ya no tenía valor. Algo me decía que Sangwoo en el fondo lo habría hecho de nuevo si hubiera tenido la ocasión.
—¿Sabes que solo puede ganar uno verdad?
Retrocedí varios pasos, sintiendo que me faltaba el aire en su presencia.
—Tengo la esperanza de que nos dejen a más de uno. Quiero que salgamos los dos, pero si no es posible créeme que saldrás tú. —Su mirada me causó escalofríos. Daba por hecho que quedaríamos los dos, sin importar que nuestros oponentes fueran amigos De nuevo estaba dispuesto a matarlos, pero yo no cargaría con esas muertes.
—Ahora veo con claridad al hombre que Ali vio antes de morir. Esa mirada calculadora, llena de estrategias y lista para deshacerse de cualquiera que se ponga en su camino... Yo no soy como tú, Cho Sangwoo, sé lo que voy a hacer, y ¿sabes por qué? Porque yo sí sé qué es lo correcto —mi voz se endureció, sosteniéndole la mirada.
—Solo... no quiero perderte, Chicago. —Se acercó a mí y trató sostener mi rostro entre sus manos con suavidad, pero me aparté antes de que tuviera la oportunidad; incapaz de permitir que me tocara.
—Lo siento, Sangwoo, pero me perdiste en el momento en el que la bala entró en la cabeza de Ali. —Le miré una última vez, con decepción y tristeza, y me alejé.
Me senté rápidamente en la cama y empecé a llorar. Lo había perdido todo, y sentía un vacío tan grande en mi interior que era casi insoportable; tanto, que dudaba que se fuera algún día. Empezaba a ser consciente de que no tenía razones para llevarse ese dinero, sintiéndose casi asqueada ante la idea de que éste estaría manchado por todas las muertes que había costado. De repente, alguien se sentó a mi lado, y estuve a punto de gritarle que se fuera, pensando que se trataba de Sangwoo, hasta que vi la cara de Sae-byeok.
—Sae... — Susurré, relajándome. No podía creer lo que veía... mi amiga estaba llorando, incapaz de mirarme a los ojos; su vista perdida mirando al frente.
—Lo siento muchísimo, Chicago. Sé lo importante que era Ji-yeong para ti —dijo llorando. Me sentí fatal por verla así, pues a pesar de lo que había visto sabía que la muerte de mi amiga no había sido culpa de Sae. Incluso ella había intentado disuadirla para que tratara de ganar, a pesar de que eso habría implicado su muerte.
—No importa, no fue culpa tuya. Ji-yeong fue muy valiente, supo que era lo correcto... Siempre lo ha tenido claro. —Sonreí, recordando a mi amiga—. Tú también eres importante para mí, Sae. Ojalá las cosas hubieran sido distintas. —La mencionada me miró, sonriendo levemente.
—Me alegro de que estés aquí, Chicago.
Nos abrazamos y pude notar algo líquido en mi mano. No me había dado cuenta hasta ese momento de lo pálida que estaba mi amiga. —Sae, estás... sangrando, ¿Qué...?
—No importa.
—¡Claro que importa!
De repente, se oyeron los gritos de Gi-hun. Estaba gritándoles a los tipos de rojo desde la puerta. Le dije a Sae que volvía en un segundo y me acerqué rápidamente a Gi-hun para agarrarle de los hombros, tratando de evitar que hiciera alguna tontería.
—¡Eh! Para, esto no servirá de nada —dije, sosteniéndole con fuerza.
—¿Es que no lo entiendes? Mira lo que han hecho. ¡Nos están matando a todos! ¡Y no se detendrán!
—¡Para, ahora! Solo empeorarás las cosas, ¿no lo ves? —hablé entre dientes y entonces pude ver la mirada vacía de Gi-hun. Las muertes lo habían destrozado, igual que las traiciones, sabía que no quería seguir.
—Ya no pueden ir a peor.
El sonido de las puertas abriéndose nos hizo girarnos, interrumpiendo la discusión, para ver entrar a los de rojo pero... con una de las cajas negras con un lazo.
El coreano a mi lado se giró confundido, pero yo no me moví. No me hacía falta girarme para saber lo que había pasado y, por un momento, me sentí culpable por ello. Con la mirada inexpresiva me vuelví hacia atrás para ver a Sangwoo junto al cuerpo sangrante de Sae. Mi amiga, ahora muerta, tenía un corte profundo en la garganta... y el cuchillo de Sangwoo estaba manchado de sangre.
Gi-hun empezó a llorar y a gritar a Sangwoo y, sin pensármelo y cegada por la ira, agarré mi cuchillo y me abalancé sobre Sangwoo. Él esquivó varias puñaladas, sorprendido, pero, gracias a mis lecciones de lucha cuerpo a cuerpo, le derribé de una patada poniéndole el cuchillo en el cuello. Por un momento me pareció ver algo en sus ojos, algo que nunca había visto en nadie. No me miraba con odio, ni con miedo; no me había dado cuenta de en qué momento había dejado de luchar para liberarse. Sus ojos tenían algo más... algo que no había visto.
—¿Por qué... por qué me miras así? —Mi respiración seguía agitada, y mi cuchillo no abandonó su cuello en ningún momento a pesar de que este temblara en mi mano con violencia.
—Por que te quiero. —Una lagrima resbaló por su mejilla, sonriéndome con tristeza.
Mi cara solo reflejaba sorpresa y tristeza. Negué con la cabeza y me aparté de encima suyo. Frustrada por todo lo que estaba pasando, lancé el cuchillo y caí sobre mis rodillas, tapando mi cara mientras empezaba a llorar.
Una mano me agarró el mentón y levantó mi cabeza con suavidad, para que le mirara a los ojos. —Tendrías que habérmelo clavado —dijo sincero.
Negué lentamente, siendo consciente de que un nuevo sentimiento se abría paso a través de mi coraza de dureza. —Yo... no puedo... no puedo hacerlo.
Le miré a los ojos y el dolor en mi mirada pareció atravesarlo como un cuchillo. Parpadeó, probablemente conteniendo las lágrimas y me di cuenta entonces de que, a pesar de todo, ese hombre me quería; sus ojos le delataban.
—Te lo dije, nunca te haría ni te haré daño, pero me he dado cuenta de que yo nunca podré ser lo suficientemente bueno para ti. —Le miré algo aturdida—. Te mereces algo mejor. Tendrás algo mejor —dijo lo último cabizbajo y justo cuando hizo el amago de levantarse se lo impedí, abrazándole.
—Yo no quiero a otro... te quiero a ti. Aunque me odie por ello.
Él correspondió al abrazo, temblando ligeramente, y pude sentir una lágrima suya caer sobre mi cuello. Sentí una sensación de impotencia; lo que más odiaba era también lo que más deseaba. Sabía que no podría ser más feliz con otra persona. A pesar de lo que había hecho, sabía que lo más probable era que nuestra vida acabase al día siguiente, así que pensaba aprovechar todas la horas que nos quedasen.
Nos avisaron de que apagarían las luces en dos minutos y cada uno se fue a su cama. Gi-hun se quedó dormido, con su cuchillo en la mano, y yo lo intenté, pero sin resultado. Frustrada, decidí acercarme a la cama de Sangwoo, quien estaba casi dormido.
—¿Puedo sentarme? —Pregunté, al llegar junto a él.
Él dio un respingo al principio, poniéndose alerta, y me miró sorprendido antes de asentir.
—No puedo dormir —confesé, cabizbaja. Sus ojos se volvieron comprensivos y se movió hacia un lado de la cama para dejarme más hueco a su lado, incitándome con suavidad a tumbrame a su lado.
—¿Siempre tienes pesadillas? —Una vez que estuve tumbada junto a él, acercó su mano a mi mejilla para acariciarla con dulzura. Sus ojos me miraban como si no existiera nada más importante en el mundo—. Te he oído algunas noches. ¿Tiene algo que ver con aquel enmascarado que nos persiguió aquella vez?
Asentí y le miré, queriendo aliviar ligeramente la tensión. —Nunca te llegué a pedir perdón por lanzarte de la moto —dije, y reímos levemente. Al menos tendríamos ese pequeño momento de calma antes del futuro incierto que nos esperaba al día siguiente.
—No te preocupes —me sonrió—. Puede que no sirva de nada o no importe... —Le miré, muy atenta, esperando a que continuara—. Pero no maté a Sae-byeok por gusto, ella... ella me lo pidió. —Mis ojos se abrieron, demostrando que estaba sorprendida—. Estaba sufriendo, y sabía que no viviría para el siguiente juego. Puede que ahora lo piense y vea que quizás no fue lo correcto, pero había tanto sufrimiento en su mirada. —Agachó la cabeza—. Me dio esto para ti.
Sacó una especie de collar con un amuleto y me lo dio. —Es un atrapa sueños —me explicó, sonriente—. Parece que no soy el único que se dio cuenta. —Mis ojos volvieron a enfocarse en él y pude sentir que estaba nervioso—. Sé que no tienes porqué creerme, no hay justificación valida para esto, pero... al menos quería que lo supieras.
Le abracé, cansada de tanto dolor y rencor, y noté como se impresionó ante mi acción. —Gracias... — Susurré.
—¿Por qué?
—Por no convertirte en un asesino.
Y sin pensarlo, me aparté un poco y le besé. Al principio se tensó, más que sorprendido, y por un momento temí que me apartara, pero a los segundos reaccionó y me correspondió. Sentí una emoción explosiva por todo mi cuerpo ante el contacto, incluso aunque solo fuera una ligera presión de nuestros labios. A Sangwoo, por otro lado, pareció no parecerle suficiente. Suavemente, separó un poco sus labios de los míos para volver a acercarlos en un roce que me incitaba a separar mis propios labios para recibir los suyos de nuevo, profundizando el beso. Me sentía en una auténtica nube, y pude afirmar con seguridad que nunca me había sentido tan completa y feliz. Sin hacer la suficiente fuerza como para hacerle daño atrapé su labio inferior con mis dientes y tiré levemente de él, sintiendo como Sangwoo sonreía ante mi acción. Sin darle tiempo a cerrar sus labios, introduje mi lengua con suavidad en su boca y la rapidez con la que la suya me recibió hizo que fuera mi turno de sonreír. Nuestras lenguas parecían realizar una danza en la cual buscaban explorar cada rincón de la boca del otro y comencé a sentir un cosquilleo inquieto, mi cuerpo comenzaba a buscar más. Casi de forma inconsciente, mis manos se desplazaron un poco más arriba del pecho de Sangwoo y se detuvieron justo donde podía tocar su piel. Algunos de los botones de su camisa estaban abiertos, permitiéndome acariciar su piel y enviar escalofríos al cuerpo del hombre del que, definitivamente, estaba muy enamorada. El mencionado no se quedó atrás y acarició la piel de mi abdomen, expuesta por el conjunto que llevaba, antes de que una de sus manos se deslizara suavemente para acariciar uno de mis muslos; provocando que pegara mi cuerpo más a él, algo que definitivamente lo hizo reaccionar.
Me separé un poco, a regañadientes, y le miré con los ojos brillantes, atrayendo también su mirada al instante. —Gi-hun está justo enfrente.
Una sonrisa tímida apareció en mis labios y bajé levemente la cabeza para esconder el sonrojo de mis mejillas. Sangwoo, enternecido, se acercó para depositar un cálido beso sobre mi frente de forma protectora; mi corazón se aceleró al instante con su acto.
—Sabes que respetaré cualquier cosa que quiera.
Abrí mi boca de forma dramática y él me guiñó un ojo, divertido por mi sorpresa.
—¿Lo consideras enserio? —Busqué algún rastro de broma tras su mirada, sin perder mi sonrisa de felicidad genuina.
—Tal vez muramos mañana... No es la situación ideal, pero haría cualquier cosa por ti y si eso es lo que quieres te lo daré sin importar todo lo demás. —Mi rostro cambió ante la idea de que alguno de los dos muriera. Casi había olvidado ese detalle, pensando que podría tener una vida fuera de los juegos junto al hombre a mi lado; esa posibilidad de repente parecía demasiado lejana. No me di cuenta de en qué momento mis ojos se aguaron cuando Sangwoo acarició mis mejillas con suavidad y preocupación—. Hey... Tranquila, cariño, saldremos de esta. Te prometo que tendrás una vida.
Negué con la cabeza, llena de pánico, y apoyé mi mejilla contra su mano. Sangwoo estaba algo confundido con mi reacción. —Yo no quiero una vida. —Agarré su mano, bajo su mirada confundida, y la apoyé sobre mi pecho, justo sobre mi corazón, sintiendo sus rápidos latidos—. ¿Lo sientes? Quiero una vida contigo, Cho Sangwoo, y si no puedo tenerla... lo siento, pero no quiero una distinta.
—No digas eso, por favor —Su mano volvió a mi mejilla mientras sus ojos brillaban con desesperación—. Escúchame, Chicago, pase lo que pase tienes que salir de aquí y vivir tu vida. —Comencé a negar con la cabeza—. Eres lo más importante que tengo... Si me voy, necesito saber que tú estarás a salvo, por favor, prométemelo. —Desvié la mirada, sin dejar de negar con la cabeza pero incapaz de mirarle a los ojos—. He hecho de todo para seguir viviendo, Chicago, cosas horribles... Pero ahora la idea de morir me parece preciosa si así sé que tú vivirás. Eso es lo único que me importa... Tú eres lo único que me importa.
Se acercó a mí para juntar nuestros labios en un dulce y suave beso cargado de confesiones. Cuando nos separamos, fue mi turno de acariciar su rostro con mis manos. Mi mirada estaba cargada de una súplica silenciosa. —Vive. Haz lo que tengas que hacer, pero vive. Te necesito a mi lado, gafitas, así que no me dejes, por favor. Pelea con todas tus fuerzas por mí, por nuestro futuro.
Sus ojos me miraban con adoración y casi tuve que contener la respiración ante el abrumador sentimiento. —No sé qué he hecho para merecerte, pero me ha tocado la mujer más hermosa y buena de este mundo. —Sonreí con ternura y acercamos nuestros rostros hasta juntar nuestras frentes—. Si ambos salimos de aquí... ¿Te casarías conmigo? —Mi respiración se paró y mis ojos buscaron alguna señal de que fuera una broma en su sonrisa—. La vida es demasiado corta como para desperdiciarla, y contigo no pienso desperdiciar ni una gota. —Los nervios y la emoción volaban en su mirada mientras yo solo podía observar a aquel hombre con absoluta adoración—. Podríamos casarnos en Jeju, tal vez a la orilla de la playa, y formar una familia allí. Veríamos el atardecer cada día con el sonido de las olas de fondo y nuestros hijos jugarían en la arena, tal vez con un perro también. ¿Te gusta?
Sonreí con los ojos aguados y observé como buscaba alguna respuesta en mis ojos. Cada detalle que había descrito del futuro que podríamos tener me parecía precioso, casi un sueño. —Nada en el mundo me haría más feliz que casarme contigo, Cho Sangwoo. Cualquier cosa a tu lado sé que será perfecta para mí.
Me sonrió, plenamente feliz, y nuestros labios se volvieron a unir, como el sello de una promesa. Una vez nos separamos, apoyé mi cabeza sobre su pecho con un suspiro de felicidad. Sentí una leve tensión en Sangwoo y levanté mi cabeza para observarlo. —¿Qué ocurre?
Sus ojos me miraron y pude distinguir el miedo en ellos. —Pase lo que pase mañana, no olvides esto, por favor...
Mi mirada se suavizó, notando la tristeza y el miedo que brillaban en sus ojos.
—Nunca, te lo juro. —Entrelazamos nuestras manos—. Recuerda que debes hacer lo correcto —Él asintió— Pero también debes pensar en ti. —Su mirada se elevó hacia mí, sorprendido. No quería perderle, necesitaba que supiera eso—. Haz lo que tengas que hacer, lucha por lo que quieras.
Él negó con la cabeza y me acercó más a él.
—Yo ya tengo todo lo que quiero.
Esa fue la mejor noche de mi vida... Nos unimos, en cuerpo y en alma. Ambos sabíamos que posiblemente sería la última vez, así que lo disfrutamos y nos demostramos que, pasase lo que pasase al día siguiente, ambos teníamos claro una cosa: estábamos dispuestos a dar la vida por el otro. Costase lo que costase.
Bueno, este capítulo ha sido bastante intenso jajajja, espero que os haya gustado. La razón de mi cambio de nombre, de usuario y de todo, ha sido porque Venus tiene un importante significado para mí, así que me ha parecido mejor. Al principio, creé esta cuenta por escribir mis nuevas ideas pero ahora me lo estoy tomando muchísimo más enserio.
Es probable que queden 2 capítulos, el final y el epílogo. Pero estoy planeando una segunda parte uwu
¿Que opináis sobre lo que ha hecho Sangwo? ¿Y sobre que Chicago le haya perdonado?
¿Creéis que Chicago ha olvidado lo que hizo Sangwoo?
¿Cómo os gustaría que acabase la historia? (Para darme ideas y saber como tomaríais el final ;)
-Venus
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