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Capítulo único.

Se sobresaltó al escuchar el sonido de ramas quebrándose.

Mierda.

No debería de estar ahí.

Dios mío, ayúdame por favor.

El sonido de las ramas sólo se incrementó más.

—¿Quién anda ahí? —estúpido.

Era la pregunta más tonta cuando se estaba solo en un bosque ubicado en la nada.

Sintió los vellos de su nuca erizarse. Algunas aves se espantaron y volaron lejos de ahí.

Se llevó una mano al pecho cuando un ave voló sobre su cabeza, casi rozándola.

—Esto no es gracioso.

Le pedía al cielo que fuera Betty.

Ambos iban de camino a una exposición de científicos cuando su coche se averió en medio de la carretera. Como solución decidieron separarse y ver si encontraban una cabaña o alguien que les ayudara en el bosque.

Vaya estúpidos que habían sido.

—No deberías de estar aquí —se sobresaltó tanto que terminó en el suelo.

Un hombre de edad promedio con los ojos claros le miraba con intensidad. Un aura oscura se balanceaba a su alrededor. Algo le decía que debía huir, pero su lado curioso le pedía que se quedara.

Probablemente era el lado que estaba deslumbrado por la enorme belleza que este poseía.

Se veía tan...sobrenatural, como si no fuera real pero a la vez sí. La belleza era tanta que estaba seguro de que cualquiera caería ante sus pies.

—¿Puede ayudarme?

Fantástico, Bruce, para ser un jodido científico parece que hoy tus neuronas se quemaron.

A decir verdad, la belleza de aquel ser le tenía deslumbrado. Era simplemente atrayente.

—¿Te perdiste?

La voz del hombre salió tan grave que se quedó hipnotizado viendo el movimiento de sus labios.

Quería ir hasta él y dejar que hiciera lo que quisiera con su vida.

—Sí —salió de su ensoñación —. Mi esposa y yo nos quedamos en la carretera porque nuestro auto se averió. Pensamos que encontraríamos a alguien que nos ayudara.

Los ojos de el hombre lo estudiaron atentamente.

Lo alguna razón, él quiso que la Tierra se lo tragara y lo escupiera lejos de ahí al pensar en lo poco atractivo que se consideraba.

—¿Tienes esposa?

No.

Quiso negar que llevaba tres años enlazado con la mujer más bella e inteligente de el jodido mundo.
Se sintió culpable inmediatamente. Betty era una mujer increíble. Quería pegarse a sí mismo por querer negarla.

—Sí.

Su voz titubeó un poco.

—No deberías estar aquí —hasta ese momento cayó en cuenta de que aún estaba en el suelo y aquel extraño se estaba acercando.

—¿Por qué no? —quería darse en la cabeza.

—Los niños buenos no salen de noche —iba a protestar que no era un niño, tenía 39 años, cuando el extraño se agachó hasta quedar casi sobre él.

Miraba su cuello con fijesa.

—No soy un ni-

Ni siquiera identificó los movimientos del extraño, sólo fue consciente del dolor agudo de su cuello. De la agonía que invadió su cuerpo, las ganas de morir. Luego todo se volvió negro.

Cuando despertó, tenía sed.

No de agua.

Sus instintos le pedían salir y cazar a cualquier animal vivo que hubiera afuera y luego devorarlo.

Raro.

Inquietante.

El tacto de una mano recorriendo su cuello, una zona en específico, le hizo relajarse.

—Ya estás despierto —nuevamente la voz de a que hombre.

Lo miró.

Le seguía pareciendo  bello, pero ya no hipnotizante como le había parecido en un principio.

—¿Qué...? —tomó un poco de oxígeno —. ¿Quién demonios eres y dónde estamos? ¿Qué me hiciste? ¿Cuál es tu nombre?

El extraño le miró con parsimonia.

—Haz una pregunta a la vez.

—¿Qué-

—Soy Stephen Strange, estamos en una cabaña alejada del bosque —no pasó por alto que no le respondió dos de sus preguntas.

—Bien, soy Bruce Banner  —respondió sintiéndose incómodo ante el toqueteo de...Sthepen sobre su cuello.

—¿Sientes náuseas? ¿Hambre? ¿Sed? ¿Desesperación? ¿Ansiedad?.

Parpadeó sintiéndose confundido.

—Oye, tranquilo viejo, tú tampoco hagas tantas preguntas.

Los ojos de Stephen le miraron fijamente.

—¿Sientes eso o no?

Suspiró.

No tenía náuseas, tenía hambre, sed, un poco de ansiedad y nada de desesperación.

—Tengo hambre —lo dijo como si fuera un gran descubrimiento.

Hambre de sangre.

¡Dios, se estaba volviendo loco!

—Ten —Stephen le entregó una bolsa con un líquido rojo.

—¿Qué es? —la olisqueo.

Sus sentidos se sentían al máximo. Con terror, se dio cuenta de que podía escuchar todo lo que pasaba afuera. La caída de las hojas, el picoteo de las aves, las pisadas de los venados, el siseo de las serpientes.

—Sangre.

Tuvo ganas de preguntar, protestar o lo que sea, pero cuando su mente analizó las palabras del contrario, simplemente rompió la bolsa con torpeza y se la empinó.

Joder, si era sangre.

Por alguna extraña razón, no podía dejar de beber, aunque quisiera, simplemente no podía.

Stephen lo observó con intensidad mientras terminaba de beber.

—Si era sangre —su mente estaba en una especie de shock.

La tranquilidad de Stephen le alteró.

—Por supuesto —el pulgar de el contrario limpió una gota de sangre de su labio inferior hasta recorrerlo todo. Sus ojos se atrayeron como dos imanes —. Eres tan bello —si era lo que creía, ahora que había salido de su ensoñación, estaba seguro de que estaba bajo una especie de hechizo.

—¿Te parezco bello?

Una sonrisa discreta se posó en los labios de Stephen.

—Como nadie más.

Stephen no mentía. Había visto una cantidad enorme de humanos en sus doscientos años y jamás había visto a alguien tan atrayente y hermoso como Bruce.

—Tú también lo eres —el aliento de él se cortó.

Sus labios hicieron contacto, extrañamente fríos y suaves, tan deliciosos que sintió unas enormes ganas de devorarlos salvajemente.

Las manos de Stephen se posaron en su cuello mientras sus brazos se enredaron entre los hombros y la espalda de este. 

Inconscientemente se acercó más al cuerpo de Stephen. Quería contacto, necesitaba contacto.

Todo en su mente dejó de tener sentido cuando los colmillos de Stephen se clavaron en su cuello, por instinto, los suyos también se hundieron en la piel saboreando la poca sangre que corría por las venas de el ojiclaro.

La sensación de placer que inundó todo su cuerpo le hizo saber que no sólo uno de sus sentidos se habían aumentado. Su tacto parecía estar cada vez más sensible.

Él sólo quería más.

—¿Te quedarías conmigo?

Los labios de Stephen chuparon su mordida. Un gemido involuntario salió de sus labios como un susurro del viento.

Sí.

Parecía una promesa.

—¿Para siempre?

Algo le decía que si contestaba no habría vuelta atrás.
Sintió un poco de inquietud cuando la idea de quedarse a la par de Strange no le incomodó.

—Sí.

Lo sobrenatural era peligroso, pero a la vez atrayente. Él sólo quería tocar el cielo con un dedo o el infierno con una mano, no importaba que tuviera que hacer. Sólo quería hacerlo a la par de Stephen. Como dos piezas de un puzzle que encajaban perfectamente, sólo quería que ellos también lo hicieran.

La vida sobrenatural le esperaba.

Nota: sé que esto parece muy incompleto, pero fue algo que se me ocurrió de un momento a otro, así que se queda así.

No me gustó mucho como quedó. :c

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