Algo que ambos disfrutaban, aunque fuera algo sumamente banal, era hacer las compras del mes juntos. Era una de esas tareas tan cotidianas y rutinarias que los hacían sentir muy en sintonía con el aspecto "vivimos juntos".

Una cosa era dormir, comer, bañarse o cocinar juntos; pero esas cosas también las hacían antes de comenzar a convivir. Ahora, hacer cada mes una nueva lista de las cosas que necesitaban, de lo que los pequeños gustitos que querían darse, pensar en cuánto dinero tendrían que gastar y si podían permitírselo, tenía cierto encanto.

Caminar de la mano por los enormes pasillos, mientras empujaban el carrito, analizar los precios y buscar los más convenientes, teniendo muy presente la opinión del otro, descubrir las cosas que uno metía al carro a escondidas del otro; era algo que ninguno de los dos esperó que fuera lo que más disfrutaban de las cosas hogareñas.

Aunque ese día, sí que estaba muy difícil ponerse de acuerdo.

—Ania, ya te lo dije, no podemos.

—Pues ya te dije que no voy a irme sin mi pastel de fresas.

—¡Si compras el pastel no vamos a poder llevar las toallas de papel ni la lavandina!

—¡No son urgentes!

—¡Sí lo son! —dijo exasperado. Ania cuando quería, podía ser bastante caprichosa, y últimamente, los dulces eran su más grande capricho, raro porque Ania no era muy amante de los dulces, no tanto como él los detestaba pero si que no eran su predilección—. Mira, si tanto quieres un pastel de fresas, podemos comprar fresas y hacer uno nosotros, pero comprar uno hecho y más de esa marca que quieres, será muy caro.

—¡Pero quiero este pastel! —replicó haciendo pucheros, pero luego su mirada bajó al carrito, notando entonces algo que no había visto antes—. Nath... ¿Eso es....Café Gold?

—He....

—¡Nathaniel eso cuesta tres veces el café que compramos siempre!

Sí, bueno, no siempre era fácil ponerse de acuerdo.