ᴅɪ́ᴀ 12 ↦ ʙᴇsᴀʀ/ᴛᴏᴄᴀʀ
La feria había vuelto a la ciudad, y en vistas de lo trágico que había sido la última vez que habían asistido, querían tener nuevos recuerdos en ella. Recuerdos más agradables.
Habían llegado temprano, cuando el sol comenzaba a ponerse para poder disfrutar de las luces y la diversión. Pasaron por casi todos los juegos, incluso por los puestos de competencias.
Nath había querido ganar un buen premio para su novia, y aprovechando sus dotes de puntería gracias a su trabajo, había ganado un enorme oso de peluche. Casi del tamaño de su novia, cosa que le sacó una carcajada.
Ya de noche, simplemente deambularon por entre los puestos, disfrutando de pasar el tiempo uno al lado del otro.
Una enorme estructura iluminada atrajo la atención de la chica, haciendo que sus ojos brillaran al recordar la última vez que estuvieron en una.
—¡La noria!
—¿Qué? —preguntó sorprendido por el repentino estallido de su novia.
—¡La noria! —repitió tomando su mano y arrastrándolo hacia la fila—. La última vez no fue tan romántico subirnos, espero que ahora sea mejor.
—Tienes razón —respondió entre risas al ver la emoción en la chica; sintiendo una leve punzada de culpa por todo lo que le había hecho pasar en aquella época, la acercó hacia él en un suave abrazo y le besó la frente.
La fila avanzó bastante rápido, pronto ambos se hallaron subiendo a su carrito y acurrucándose en un cálido abrazo, disfrutaron de la noche iluminada por las estrellas y las bonitas luces de la feria.
Ania tenía las piernas subidas encima de las del chico, casi sentada en su regazo; no perdió un segundo al notar cómo estaban lejos de las miradas indiscretas y sabiendo que solo tenía un par de minutos en el aire antes de que regresaran a los ojos de la sociedad, tomó el rostro de Nathaniel entre sus manos con cariño y lo besó.
Él no se resistió, sujetándola contra él por la cintura, se besaron profundamente, tratando de poner en ese beso todo el amor que ambos sentían por el otro. Deslizó con reverencia su mano por las piernas de la chica, en una caricia perezosa. Ella sintió como su corazón se aceleraba, y su cuerpo se estremecía bajo su toque.
Amaba cada una de las reacciones que su chico podía provocar en ella sin siquiera proponérselo.
Demasiado pronto para el gusto de ambos, la noria se puso nuevamente en funcionamiento, pero no se quejaban de esos pocos minutos regalados. Simplemente continuaron besándose, sabiendo que en el momento en que se detuviera nuevamente, tendrían que volver a la mundana realidad.
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