Ania podía ser una verdadera compradora compulsiva, por lo que dejarla navegar sola por las paginas de compra no era una buena idea.

Nath debió saber que eso pasaría cuando le dijo que estaba buscando una nueva cafetera porque Blanca había tirado de la encimera la suya.

Por eso, no se sorprendió cuando al llegar a casa del trabajo, dos semanas después, se encontró la sala llena de cajas.

—Princesa ¿Qué es esto?

—¡Mira lo que conseguí!

Su novia apareció por el pasillo de la habitación, trayendo sobre su cabeza unas orejas de gato de color negro. Nath sintió sus mejillas enrojecerse por las vistas. Se veía sumamente preciosa y tierna.

—¿Q-Qué es eso?

—Las vi en Amazon y me dije "¡Necesito tenerlas?!" —chilló emocionada dando saltos alrededor de él cual niña pequeña—. ¡Y aquí están!

Nath sonrió divertido. Su novia podía ser tan infantil y tan mujer como solo ella podía serlo, y por esas pequeñas cosas era que la amaba.

—Te ves muy hermosa, princesa —dijo tomando sus mejillas y besando su frente con infinita ternura.

—Tengo unas para ti —comentó mirándolo con esos ojos traviesos que no ocultaban para nada la diablura que estaba maquinando.

—Ania, no.

—Ania, sí.

Media hora más tarde, la cuenta de Instagram de Ania, tenía una nueva imagen. Ella y Nath, usando vinchas con orejas de gato y la cara maquillada con bigotes, junto con Blanca en sus brazos.

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