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NamJoon caminaba por la enorme biblioteca siendo guiado por SooRa, MinHee, SunHee y JiMin.
A los tres menores les encantaba la lectura, pero estaban acompañando, en esta ocasión, a su madre pues sentían curiosidad de lo que dijera aquel que resultaba extraño para ellos, es decir, NamJoon.
El resto de los niños se habían quedado en el salón del trono, acompañando a SunMi, quien se había ofrecido a mantenerlos bajo sus cuidados, a excepción de NaHee y MinKi, quienes acompañaban a su padre a descansar en su habitación pues se encontraba demasiado débil como para siquiera permanecer de pie.
Exactamente como se dice. Los infantes aún seguían enfadados y decepcionados y los únicos que permanecían al lado de JungKook, eran NaHee y MinKi. Y SooRa, rara vez le dirigía la palabra; la mayor parte de las veces era por temas del reino que no tenían por qué verse afectados por sus problemas personales.
Triste, pero cierto.
-Es muy grande esta biblioteca ¿No tienen algún mapa o manual para que podamos buscar con mayor facilidad?-habló NamJoon.
-¡Sí hay!-sonrió MinHee-. JiMinie y yo hemos visto un mapa de la biblioteca ayer en la tarde.
-¿Serían tan amables de mostrármelos, mi princesa, principe?-se dirige a amabos niños.
-Por favor, sólo llámanos por nuestros nombres. Venimos del pueblo igual que tú-señaló SunHee.
-Los niños tienen razón-asintió, sonriente, SooRa-. En palacio todos somos como una gran familia, así que puedes tomarte esa confianza.
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Poco tiempo después, NamJoon estaba empinando sus pies para que sus manos lograran alcanzar un libro que, a simple vista se notaba grande y pesado.
-Aquí está-le enseñó el libro a SooRa-"Los cristales Laith y los secretos de la diosa Ari".
-¿Cómo fue que lo encontraste? Yo he buscado y nunca había dado con él-habló una sorprendida SooRa.
-Lamento si suena grosero pero...creo que no buscó bien-sonrió de lado-. Pero, ahora que lo menciona, me causa curiosidad saber las razones por las cuáles estaba interesada en investigar a los Laith. Digo, si se puede saber, claro está-añadió.
SooRa miró en todas direcciones, cerciorándose de que sus hijos estuviesen sentados, leyendo lejos de ellos y que nadie más los escuchase.
-Verás, NamJoon, JungKook tiene un cristal en su habitación que, según me contó, se lo regaló su madre antes de fallecer. Cuando los cristales se apagaron y JungKook se desmayó por primera vez, duró dos años enteros en cama. Apenas y respiraba. Me enteré que los cristles oscuros podían traer enfermedades consigo y decidí sacarlo de su habitación. Y en efecto, al cabo de unas horas, despertó. Luego de aquello volvió a su habitación. Los desmayos han continuado y no sé si te has fijado en que su piel parece quemada y de la nada. Ni siquiera él tiene idea de cómo sucede eso.
-Entiendo...usted quiere ayudarlo ¿no?-se mostró sereno, pero muy en el interior quería enarcar una ceja y mostrar una burlona sonrisilla. Suponía que la reina no aceptaba a JungKook por motivos que hasta el momento le eran desconocidos, pero muy en el fondo de sí, sabía que algo más que rencor guardaba SooRa.
-Creo que necesitas saber unas cuántas cosas más, NamJoon-chasqueó la lengua.
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-Mi reina, realmente me pongo en su lugar y siento el gran peso que carga a sus espaldas-asintió y se aventuró a tomar las manos contrarias-. Pero también admiro al rey...su forma de luchar por usted no fue la mejor ni la más certera, pero, sin dudas, la más desesperada.
SooRa se disponía a hablar, pero fue interrumpida.
-No soy bueno dando consejos amorosos, mi señora, pero conozco de alguien que está en una situación similar a la suya, y que con gusto la ayudará a aclararse y hacer que deje esa armadura tan fuerte que tiene contra el rey. Sobre todo por el hecho de que esa persona también es mujer, y entre mujeres se entienden mucho mejor.
-Tomaré tu palabra, NamJoon-asintió-. Admito que estoy confundida, y...sinceramente necesito compañía. Mis hijos no están aptos para aconsejarme y bastante tienen con que sepan lo que hizo su padre. Dime, NamJoon ¿Quién es esa persona?
-Ya la mencioné antes, su alteza. Es la duquesa Jung SunMi.
-Entonces...a ella acudiré. Te estoy depositando a tí y esa chica toda mi confianza, NamJoon. Por favor, consérvala ¿sí?
El chico asintió y besó las manos de la reina.
Porque SooRa y JungKook estaban solos.
Él creía que la tenía a ella, pero ambos sabían que eso no era así, y que, por mucho que estuvieran con sus hijos, seguían manteniéndose solitarios.
Ambos necesitaban alguien en quién confiar.
Necesitaban un amigo.
Y no precisamente por un interés vanidoso o avaricioso, SunMi y NamJoon estaban dispuestos a ayudar a SooRa y JungKook.
Después de todo, esas eran sus intenciones desde que eran unos niños pequeños.
Y las intenciones de los niños son, comúnmente, las más nobles y generosas que hay.
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