⟦07⟧
-Mamá...¿Por qué siempre tratas mal a papá?-pregunta una inocente NaHee.
Luego de seis años, la sonrisa de SooRa, provocada mayoritariamente por la presencia de sus quince hijos adoptivos, desaparecía de su rostro.
Todos los que estaban sentados en los alrededores de la mesa, almorzando, notaron el incómodo silencio que se creó de repente.
SooRa jugaba con la comida y JungKook miraba fijamente su plato; y los niños estaban lo suficientemente grandes como para comprender que la situación era muy seria, pues la tensión entre JungKook y SooRa era notable.
-Yo asesiné al rey SeokJin, su ex-marido-confesó el pelinegro.
-¿¡Qué!?
La exclamación de los niños los hizo alzar la cabeza.
-Es una broma ¿Verdad?-preguntó HyeJin.
Pero JungKook negó con la cabeza, no dándole la respuesta que ella, y el resto de los menores, esperaba.
-¡Asesino!-gritó SunHee.
-¿¡Cómo pudiste!?-escupió SeulGi.
-No me esperaba eso de tí-confesó JiMin.
-Realmente estoy decepcionada-murmuró MinHee
Los niños, poco a poco, se fueron levantando de la mesa.
Sólo la pequeña NaHee y el pequeño MinKi quedaron en la mesa junto a ambos mayores.
-Pueden irse ustedes también-JungKook sonrió tristemente, haciendo su mayor esfuerzo por no sollozar.
-No, papi-negaron los niños de, ahora, diez años.
-No somos tan pequeños-NaHee se colocó de pie y acarició los brazos. paternos-, sabemos que hiciste algo malo...muy malo. Pero has sido bueno con nosotros.
-Nosotros no te dejaremos solo, papá-sonrió MinKi, imitando la posición de su hermana desde el lado contrario.
-No, niños. Deben irse con sus hermanos y su madre-negó JungKook, y se levantó de la mesa, retirándose así del comedor.
Los menores miraron a su madre y se arrodillaron ante ella.
-No lo sigas tratando así, mami-rogó NaHee.
-Está muy triste-agregó MinKi.
-No, mis niños-SooRa también se levantó de su asiento-. Lo que JungKook me hizo, no se lo perdonaré.
Y así, quedándose solos, los niños optaron por seguir a su padre, ya que sabían de sobra cuál era su habitación de las tantas veces que fueron a dormir con él.
Los menores entraron con sigilo al cuarto, y encontraron a JungKook hecho un mar de lágrimas y sollozos mientras sostenía entre sus manos el retrato de su madre.
-¿Ella es nuestra abuela?-fue NaHee quien, como siempre, daba el primer paso y se sentaba en la cama a un lado de JungKook.
El mayor no se tomó la molestia de secar sus lágrimas. Sus hijos ya las habían visto de todas maneras.
-Ella falleció hace muchos años-respondió, colocando el cuadro en su lugar: la mesita de noche.
-Era muy linda. Por eso eres tan apuesto, papá-sonrió MinKi-. Así como yo-mostró una expresión orgullosa, haciendo reír a sus contrarios.
-No deberían estar aquí, niños.
-No te vamos a dejar solo-insistió MinKi.
-Pero deben hacerlo...Pronto moriré y es mejor que se alejen desde ahora para que no sufran más en un futuro-habló, mientras levantaba las mangas de su camisa y les mostraba a los infantes las marcas que desde hace años habían comenzado a aparecer en su cuerpo.
-¡No, papito!-negó NaHee, abrazando el torso de JungKook.
-Llevas seis años con esos dolores, papá. Debes resistir hasta que los doctores puedan curarte-rogó MinKi, tomando una de las manos del mayor.
JungKook no tenía palabras para expresar el regocijo de su corazón ante las acciones de sus hijos así que se limitó a sonreír y corresponderles el abrazo.
-¿Podemos tomar la siesta del mediodía contigo?
JungKook asintió ante la petición de MinKi y se recostó en su cama, con ambos de sus hijos a cada lado.
-Descansa, papito. Nosotros te queremos.
Y como si las plabras de NaHee fueran una especie de interruptor, JungKook se dejó caer en los brazos del sueño, sonriente por el calor y el amor que le daban NaHee y MinKi.
.。.:*✧✧*:.。.
-¡No se abre más!-gritó NamJoon, luego de haber intentado, por enésima vez, abrir más aquel pequeño hueco.
Resultó ser que, luego de un par de años, la campaña de exploradores había dado con una muralla de cristales que, al parecer, estaban fusionados.
Pasaron años y años intentando abrir la mínima grieta a tal muralla, y luego de seis primaveras desde el inicio de su viaje, finalmente habían logrado abrir un pequeño hueco.
Sin embargo, el problema se daba en que, por mucho que lo intentaran, no podían abrir más.
Y sabían que aquella era la salida de la cueva, pues un rayo de luz se coló por la abertura.
-Debemos avisar a la corona y que ellos decidan lo que haremos-habló el jefe de la brigada-. Y de paso, nos tomamos una bien merecidas vacaciones.
Todos los obreros celebraron por las palabras de su líder, y, con entusiasmo, recogieron sus instrumentos de trabajo y antorchas, y partieron de vuelta al pueblo de Skygall.
E iban felices, pues llevaban muy buenas noticias.
Tal vez el pueblo de Skygall sí tenía una salvación y estaba al alcance de su mano.
Tal vez...
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