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⟦04⟧

-SooRa...SooRa-balbuceaba JungKook.

La sirvienta que lo cuidaba abrió sus ojos a tope, y salió corriendo de la habitación del rey.

-¡Mi reina!¡Señoría!

Ante los llamados de la desesperada mujer, SooRa se apresuró a abrir la puerta.

-¿Qué ocurre, MiYeon?-cuestiona alarmada, al ver a la susodicha toda agitada.

-El rey, mi señora. El rey ha dado señales de vida y la está llamando desde su lecho-anunció.

La joven reina lo dudó un poco, pero se decidió por seguir a su empleada y visitar a JungKook.

El pelinegro llevaba poco más de dos años sin despertar desde aquella vez que se hubo desmayado. Sabían que no estaba muerto, pues aún respiraba, aunque con dificultad, pero lo hacía, y de vez en cuando tenía unas altas fiebres, muchas de las cuales SooRa se vió obligada a bajar, pues los sirvientes no siempre estaban al alcance, y ella prefería no molestar a nadie en plena madrugada.

-SooRa...

JungKook se mantenía balbuceando, pero esta vez movía su cuerpo de un lado a otro, como si estuviera teniendo una pesadilla.

Pero no, él no estaba teniendo ninguna pesadilla.

Él sentía su cuerpo debilitarse y doler como si quinientos coches llevados por caballos le estuvieran pasando por encima.

Y en medio de su delirio, llamaba a la única persona que amaba, y la única que le quedaba en ese mundo: SooRa.

La susodicha no pudo evitar preocuparse al verlo de tal forma, y por ello se sentó a su lado y tomó su mano.

-Aquí estoy, JungKook-incluso si intentaba sonar dura, la angustia no se lo permitió.

-SooRa...

Así se mantuvo durante varios minutos, en los cuales SooRa pidió quedarse a solas con su marido.

La mujer se tomó el tiempo de analizar la habitación de JungKook, la cual seguía siendo la misma de cuando era consejero real, y se percató de un pequeño detalle.

Al lado de la cama, en una de las mesitas de noche, habían un largo y oscuro cristal Laith.

Según los conocimientos recientes que tenía respecto a dichos vidrios, sabía que estos eran capaces de enfermar a las personas cercanas. Y si lo sabía era porque en Skygall, muchas personas, mayoritariamente los campesinos, morían o enfermaban desde que los cristales dejaron de brillar.

-¡MiYeon!-llamó, asomándose a la puerta.

-Diga, mi señora-hizo una reverencia, la recién llamada.

-Ayúdame a llevar al rey a mi alcoba-ordenó.

-¿Y cómo haríamos eso, mi reina? Nosotras dos solas no podremos con el peso de mi señor rey-preguntó, frunciendo el entrecejo.

-Trae dos coches de esos que usas para llevar la comida a la mesa, y verás cómo entre tú y yo resolvemos esto-le sonrió.

Acatando órdenes de su señoría, MiYeon hizo lo que se le pidió.

Entre ella y SooRa, lograron levantar a JungKook de la cama, y colocarlo en los carritos.

Con sumo cuidado, lo movieron hasta la habitación perteneciente a SooRa, y lo dejaron reposar sobre la cómoda cama.

-Gracias, MiYeon. Puedes retirarte. Si necesito algo más, te aviso-le sonrió y la muchacha, haciendo una reverencia, se retiró junto a los dos carritos.

SooRa aprovechó la comodidad de su habitación y, luego de cubrir con las finas sábanas de su cama a JungKook, se dedicó a leer sobre los cristales y la historia del reino.

Sabía lo esencial; que los cristales cambiaban de tono según el color de las almas y las emociones de los gobernantes, que brindaban oxígeno y luz, así como también tenían propiedades curativas. Además de lo agregado recientemente.

Y aquel libro sólo le decía lo que ya sabía.

-Genial-murmuró con sarcasmo-. Horas y horas leyendo, en vano.

-SooRa...

La nombrada alzó la vista hasta su compañero de cuarto, pues desde hacía horas que ya no la nombraba, por mucho que ella se mantuviera al tanto.

Levantándose de la silla de su escritorio, caminó con confianza hasta la cama y se sentó a un lado de JungKook, quien ya tenía sus ojos abiertos.

-Al fin despertaste-comenta con voz suave.

-¿Cuánto tiempo te dejé sola?

La pregunta sorprendió a SooRa.

¿No se suponía que debía preguntar por el tiempo que estuvo dormido?

-Dos años y tres meses-contestó finalmente.

Los ojerosos orbes de JungKook se abrieron de par en par. Intentó incorporarse con rapidez en la cama, pero un fuerte dolor se lo impidió.

-Quédate quieto. Debes estar demasiado cansado luego de permanecer desmayado por años-le dice, ayudándolo a acomodarse sentado sobre la cama, y con una almohada tras su espalda-¿Mejor?

JungKook asiente.

-¿Has podido adoptar?-sonrió, iluminando un poco su pálido rostro-. Me alegraría ver a algún pequeñín corriendo de aquí para allá.

-No, estando tú en ese estado no podía ni me sentía en condiciones de adoptar algún niño-negó con la cabeza-. Ahora necesito que me respondas unas cuantas preguntas.

-Las que quieras-asintió lentamente.

-¿Estás enfermo de gravedad?

El pelinegro negó.

-No...Bueno, no sé-se sinceró-. Hay veces en las que siento mi cuerpo pesado...ardiente...es como si estuviera poseído, y duele...duele muchísimo.

SooRa asintió sin decir nada.

-Llamaré a un doctor-sentenció.

-Yo no quiero doctor, SooRa-se aventuró a tomar su mano y entrelazarlas-. Si mi destino es morir, lo aceptaré, así como SeokJin lo hizo. Después de todo, me lo merezco-sonrió tristemente-. Mi objetivo era tenerte a mi lado y hacerte feliz, pero no he podido conseguir siquiera una sonrisa de tu parte...Pero me niego a morir sin verte desempeñar el papel de madre que, estoy seguro, te queda divino-soltó una risilla, la cual fue correspondida con una sonrisa de lado por parte de la muchacha-. Supongo que debía estar presente para adoptar a los niños ¿cierto?

SooRa asintió.

-Bien, entonces mañana estamos trayendo lindos pequeños a casa-sonrió ampliamente.

-Pero...

-Cuando estoy contigo, me siento mucho mejor, así que sin chistar, mañana adoptamos.

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