𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚌𝚞𝚊𝚝𝚛𝚘
En la comodidad de la cabaña, Denix se permitió descansar. El lugar era acogedor, así que lo primero que hizo fue darse un baño caliente, considerando el fuerte frío de la época. Con su cuerpo limpio, se dispuso a buscar algo para comer, encontrando solo alimentos enlatados. Optó por una lata de salmón y otra cuyo contenido desconocía, pero que llevaba una etiqueta con un lobo aullando a la luna.
Después de saciar su hambre, se dedicó a tratar la herida ya infectada. Preparó gasas, alcohol y una navaja. Sentado frente a la chimenea, subió el fuego y, con todo listo, tomó unos tragos de las botellas de licor que su papá guardaba en la cocina para adormecer su cuerpo. Sabía que lo que vendría a continuación no sería para nada agradable.
Se preparo, impregnado la navaja con alcohol para luego dirigirla a su herida; así mismo tomo profundas respiraciones por la nariz ya que en su boca tenía un trapo para ahogar sus gritos. Con su cuerpo relajado enterró la navaja en la herida apretando el trapo en su boca para sofocar sus gemidos adoloridos. Las lágrimas salían en demasía por sus ojos color esmeralda, y la pus con sangre que salía de su herida resbalaba por su mano.
Al retirar la navaja y empezó apretar alrededor de la herida para eliminar cualquier suciedad restante. Su cuerpo se sentía debilitado por la pérdida de sangre y el esfuerzo de llegar hasta ahí. Cuando no salió más suciedad, limpió y desinfectó meticulosamente antes de prepararse para lo peor.
Con las manos temblorosas y la visión un tanto borrosa, Denix agarró una de las latas que anteriormente contenían comida. Clavó la caja en su costado y la acercó al fuego. Utilizando lo que quedaba de alcohol, retiró la lata ya caliente del fuego y la aplicó a la herida abierta, sellando así la salida de más sangre.
Esta vez, Denix se permitió gritar sin el trapo en su boca. Su cuerpo experimentó espasmos debido al horrible dolor causado por el metal caliente en su herida fresca.
Revisó la herida, que ahora presentaba una fea quemadura, pero al menos dejó de sangrar. Al examinarla más de cerca, se percató de que le había quedado la marca de la lata con el lobo.
—Al menos no fue la del pescado —murmuró con diversión, para luego desplomarse como un peso muerto. Su cuerpo no resistió más y se desmayó.
Despertó a la mañana siguiente, sintiendo el ambiente frío. El fuego ya se había apagado, pero notó que su cuerpo estaba en mejor estado que el día anterior.
La cabaña no contaba con muchos alimentos, así que ideó un plan para cuando las provisiones se agotaran, lo que calculaba no le llevaría más de dos semanas. Durante esos días, se centró en tratar su herida y recuperar energías. En ese tiempo, encontró un mapa en la caja fuerte de su padre, evaluó las diferentes manadas y estimar cuánto tiempo le llevaría alejarse al máximo de la suya.
Aunque el viaje sería largo, no era imposible.
Afortunadamente, su padre guardaba dinero en el lugar, así que lo tomó y salió, vistiéndose con ropas que llevaban el aroma de su padre para evitar demasiadas preguntas al hacer compras.
En el camino de regreso, se encontró con el mismo caballo que había escapado de los guardias. Al verlo solo, dedujo que no tenía dueño y decidió llevárselo, pensando que sería útil para su viaje
Con todo preparado, incluyendo sus pertenencias y el mapa, emprendió el camino. Sin embargo, antes de partir, agarró los botes de combustible de la bodega y roció sus contenidos en los rincones de la cabaña. Convertiría en cenizas el único lugar que consideraba seguro, junto con los recuerdos que albergaba.
—Gracias, hermanito, por darme la libertad que tanto deseaba.
Espero volver a verte algún día… aunque deseo que ese día sea el último para ti.
De un salto, se subió al caballo y lanzó la antorcha directamente a la cabaña, observando cómo las llamas crecían inmediatamente, envolviéndola por completo. Esperaba no volver a este lugar, no sólo ardía la cabaña, con ella también ardía su corazón.
Se marcaba con la frente en alto porque el no falló, a él le fallaron, se marchaba con una herida sana pero con el corazón herido, se marchaba, aunque no tuviera sitio a donde ir.
—Señor Bruno ¿Usted creer que ya deberíamos buscar donde dormir? —pregunto a al caballo, solo obteniendo un resoplido del animal—. Yo también creo que si.
Denix buscó un buen lugar para armar su carpa, amarrando a Bruno a un árbol y dándole una manzana. Luego, montó su carpa y salió en busca de leña para mantenerse caliente.
—Ya regreso, Bruno. No vayas a ninguna parte —sentencia al animal.
Recogía ramas secas y las ataba cuando un ruido lo alertó. Detuvo lo que estaba haciendo y se concentró en el sonido, abandonando las ramas que había recolectado. Con sigilo, se acercó al lugar de donde provenía el ruido, sin estar preparado para lo que iba a presenciar.
—¡¿O-oye que haces?!
Aterrado, Denix corrió hacia el hombre que pataleaba y se retorcía. Desenvainó su espada y cortó la soga, haciendo que este cayera estrepitosamente al suelo.
—Q-qué pretenderías hacer? —preguntó estupefacto.
El desconocido comenzó a toser furiosamente, luchando por recuperar el aliento. Denix le ayudó abanicando su rostro.
—¡¿Qué crees que haces?! —preguntó furioso Denix.
Simplemente permaneció inmóvil mientras Denix le preguntaba qué estaba tratando de hacer.
—¿Qué no es obvio? —susurró.
—¿Cómo…?
—Quiero morir —reveló tembloroso—. Quiero que el dolor acabe.
No tengo razón para seguir viviendo. ¿Quién carajos eres para impedir mi decisión?
Denix quedó estático en su lugar, bloqueado y sorprendido.
—Pero así no resolverás nada —comentó, fijando su vista en los ojos perdidos del desconocido.
—¡Que sabes tú estúpido Omega!
Zas! El sonido de la palma de la mano de Denix chocando contra la mejilla contraria resonó en el solitario bosque, provocando que incluso los pájaros del lugar salieran volando.
Un silencio profundo reinó después de esa acción. El desconocido se tocó la mejilla adolorida con manos temblorosas y observó al individuo frente a él. Abrió los ojos sorprendidos al notar al peliblanco, lágrimas bañaban sus mejillas.
Denix no pudo controlar sus impulsos y actuó por instinto, su mano ardía.
—Lo-lo siento —susurro hipeando.
El contrario solo negó con la cabeza gacha.
—Supongo que lo merezco, perdóname tu a mi por gritarte —comento disculpándose—. Pero enserio no era tu asunto.
Un silencio incómodo se instaló entre ellos, solo interrumpido por el susurro de los árboles cuando el viento acariciaba sus ramas y el canto de los pájaros en los alrededores. Denix, sin saber qué hacer, se levantó del suelo, recogió su espada, la guardó, y sin mirar atrás, se encaminó hacia su campamento. Sin embargo, el hombre continuaba sigilosamente siguiendo sus pasos, pero Denix lo ignoró y se dedicó a recoger las ramas que había recolectado.
—¡Déjame te ayudo! —se ofreció rápidamente el desconocido.
—No —negó brusco, tomando las ramas, colocándolo en su espalda.
Está acción sorprendido al contrario ya que a simple vista se veía un omega tan frágil, pero con esa acción demostró ser lo contrario.
Denix lo siguió tratando como si no existiera.
—Buen chico Bruno —felicito cuando llego al lugar donde pasaría la noche.
Estaba empezando a anochecer y tenia que encender el fuego para no pasar frío.
—¿Te vas a quedar parado ahí que ni pendejo? —pregunto con fastidio— ¡Apúrate, ayúdame a encender el fuego!
—¡O-oh, si si!
El desconocido se apresuró a intentar encender el fuego, pero por más que lo intentaba, este se resistía a prender. Denix se había adentrado en la carpa y en cualquier momento saldría. Sin embargo, el fuego continuaba sin encenderse, lo que comenzó a generar ansiedad en el hombre.
—¿Todavía no lo has encendido? —pregunto Denix con molestia.
Él desconocido sintió el pánico recorrer su cuerpo al escuchar la voz de Denix.
—E-es que no puedo —susurro avergonzado.
Denix cerro los ojos con impaciencia.
—¿Qué no ves el encendedor a tu lado imbécil?
—Oooh
—Ooh —arremedo con cólera—. Aparte inepto.
Denix tomo el encendedor y en segundos ya tenía el fuego encendido.
—¿Eres un Omega siquiera?
—Si, ¿Porqué… te molesta?
—No, no, para nada es solo que…. No lo pareces.
Denix escaneo de pies a cabeza al desconocido, logrando incomodarlo con su mirada juzgona.
—Y tú, ¿Qué se supone que eres? —pregunto fingiendo no saber la casta del contrario.
—¿No es obvio, un alfa? —respondió altanero.
Denix entonces se carcajeo con ganas, dejando confundido al desconocido.
—¿Qué es tan divertido?
—Es-es que no lo pareces —comento aún entre risas—. Pareces todo menos un alfa.
El alfa intentó parecer intimidante soltando un gruñido, pero más que un gruñido, sonó a un ronroneo. Denix estalló en carcajadas, y el alfa, avergonzado, bajó la cabeza.
Cuando la risa de Denix se calmó, sacó comida enlatada para calentarla en la fogata y le entregó una porción al alfa.
—¿Cómo te llamas? —preguntó directo Denix.
—Enrik
—Mucho gusto Enrik, mi nombre es Denix.
Con el intercambio de nombres, el ambiente se tornó cómodo para ambos, y compartieron la comida en un silencio mucho más ameno.
—Sobre lo de hace rato —murmuro Enrik apenado.
—Oh, eso… no te preocupes. Todos enfrentamos problemas. Si no quieres contarme, está bien. A veces, hay situaciones que preferimos no compartir. No te estoy obligando a revelar algo que no deseas —explicó Denix apresuradamente.
—No, es que te traté mal cuando tú solo querías ayudarme. Lo siento Denix.
—Esta bien, déjalo así.
—Y sobre lo otro…
—No, Enrik no qui…
—Pero yo quiero contarte —se apresuró a explicar— quiero desahogarme con alguien, y quién mejor que mi salvador —comento con diversión.
Denix solo río por el comentario —Adelante entonces, soy todo oídos.
Carraspeando Enrik empezó:
—Soy un prófugo —confesó, pero se apresuró a agregar—: No te asustes, no mate a nadie. Me inculparon de asesinar a mi propia omega destinada —comentó con amargura— El padre de mi omega no aceptaba nuestra unión, dado que yo era un alfa de bajos recursos y ella una señorita de alta alcurnia —rió con melancolía— Cuando se enteró de nuestro amorío, mandó arrestarme y me acusó de marcar a mi omega en contra de su voluntad. Ella, al enterarse, enfrentó a su padre amenazándolo con escapar conmigo. Creo que eso lo llevó a cometer el peor de sus errores —contó con un nudo en su garganta— La encerró en su casa, ya mí me encerró en un calabozo, y… no sé cómo ella se enteró de dónde estaba , así que trató de llegar a mí. El lugar donde me encerró ese hombre era lejano y se debía pasar por un río. Ella, al tratar de cruzarlo, se ahogó —susurró con dolor— El maldito bote estaba dañado y se hundió con ella. Mi omega murió tratando de llegar a mí.
El alfa se veía pequeño en ese momento, su cuerpo sufría espasmos por el fuerte llanto que provocó esa dolorosa experiencia —Después, su padre me inculpó de su muerte y me sacaron del calabozo para terminar conmigo. Fue cuando logré escapar de ellos… Y lo demás ya lo sabes. No quiero seguir viviendo si mi omega ya no está conmigo.
Denix, con sus ojos enrojecidos por la trágica historia del Alfa, comprendió la situación de Enrik más de lo que él mismo imaginaba.
—Aunque ella no esté presente —mencionó Denix con ternura—, habría deseado que fueras feliz. Enrik, busca tu propia felicidad. Que la partida de ella no sea en vano. ¿De qué sirve su sacrificio si tú mueres? Sería desperdiciar todo lo que ella dio —expresó, clavando su mirada en Enrik.
Enrik quedó sin palabras, sumido en la reflexión ante las palabras de Denix. Era evidente que la muerte de su Omega carecería de significado si él no lograba vivir en libertad.
—Aunque nuestros contextos son diferentes, comprendo tu situación, Enrik —murmuró Denix—. También estoy huyendo, como si hubiera cometido el peor de los crímenes, pero mi juez fue mi propio hermano mellizo.
Denix narró su situación de principio a fin, relatando cómo se vio forzado a abandonar sus tierras sin un destino claro, llevando consigo únicamente su completa soledad.
—¿Entonces puedes cambiar a lobo?¡A ver muéstrame! —pidió emocionado.
—¿Acaso eres tonto? ¡Te dije que yo no puedo! Físicamente soy como un Omega normal, pero con la diferencia que soy más fuerte y la feromonas más dulces. Solo que no se sienten porque se cómo controlarlas puedo pasar a un beta y doblegar a un alfa —explico, solo recibiendo un cabeceo sorprendido de Enrik.
—Wow, eres sorprendente —alago— ¿ Y no es peligroso vivir sin tu parte lobuna? Todos tenemos una aunque no podamos cambiar como tú —cuestiono curioso.
—He vivido así desde siempre y no he mostrado problemas —restó importancia—. Pero mamá me comentó que al encontrar a mi hilo rojo, mi lobo Omega dormilón despertará —contó encogiendo los hombros con desinterés —¿No siente calor? —pregunto sintiéndose sofocado.
Enrik comprendió la situación y sabía lo que las parejas destinadas lograban entre sí, pero no estaba muy seguro de que un Omega pudiera vivir toda una vida sin su lobo.
—Mm, no, está haciendo un frío horrible —respondió.
Denix empezó a sentirse sofocado, sin aire, pero intentó mantener la calma. No obstante, no pudo resistir más y finalmente se desmayó.
—¡Denix!
Enrik llegó hasta el cuerpo de Denix y lo levantó con cuidado, acostándolo dentro de la carpa. Revisó su temperatura, pero estaba tan fría como si estuviera en medio de una nevada. Los labios de Denix se tornaban azules, y su cuerpo sudaba en exceso. Enrik se preguntaba por qué sudaba si estaba tan frío; No sabía qué hacer, así que cuidó de Denix durante toda la noche hasta el amanecer. A medida que avanzaba la noche, la temperatura de Denix volvió a la normalidad, y Enrik finalmente se permitió descansar cuando llegó el nuevo día.
Enrik se debate entre sentimientos encontrados; Aún lamentaba la pérdida de su Omega y percibía que ese dolor no lo abandonaría nunca. Sin embargo, reconocía que la decisión que había tomado no era la correcta. Denix tenía razón: la muerte no devolvería a la vida a su hermosa Selen. Decidió vivir en honor a ella y por la libertad que habían soñado juntos.
—Gracias Denix —susurro entre sueños a un muy dormido Omega.
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𝐄𝐧𝐫𝐢𝐤(╥╯^╰╥)..
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