𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝑜 𝖙𝖗𝖊𝖎𝖓𝖙𝖆 𝓎 𝒞𝒾𝓃𝒸𝑜
⚠️𝙰𝚍𝚟𝚎𝚛𝚝𝚎𝚗𝚌𝚒𝚊 𝚎𝚜𝚝𝚎 𝚌𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚝𝚒𝚎𝚗𝚎 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚎𝚗𝚒𝚍𝚘 𝚜𝚎𝚗𝚌𝚒𝚋𝚕𝚎...!!!⚠️
Corría con todas sus fuerzas en la solitaria noche, mientras los árboles se movían al compás del viento que venía acompañado por una leve llovizna. Y lo único en lo que podía pensar era en que era libre.
¡Realmente al fin era libre!
Las lágrimas no tardaron de recorrer sus mejillas al caer en cuenta que realmente lo era, sus lágrimas manchadas por el sufrimiento eran purificadas por el viento. Esta vez, eran lágrimas de alegría, por haber escapado finalmente de aquel infierno. Su corazón latía con fuerza, bombeando adrenalina por todo su cuerpo.
A veces tropezaba con las ramas de los árboles que se interponían en su camino, cayendo fuertemente sobre el frío suelo. Sin embargo, cada vez que caía, se levantaba con determinación y continuaba adentrándose en el solitario bosque.
Sus pies descalzos, magullados por la carrera, tocaban la tierra húmeda, empapada por las primeras gotas de lluvia. Aun así, no se detuvo ni un instante, aunque sus pies dolieran y su cuerpo ardiera por el esfuerzo, él nunca se detendría, ahora más que nunca ansiaba seguir corriendo sin d sacando, sin detenerse ni un momento.
«regresa»
Ante la repentina voz que resonó entre el bullicio del bosque, se precipitó al suelo, impactando con fuerza y causándole un intenso dolor en sus extremidades. Un quejido doloroso se atoró en su garganta cuando intentó incorporarse y apoyó sus manos en la tierra húmeda, sintiendo un agudo dolor en la muñeca al hacerlo.
—¿Q-qué? —titubeó, sin estar seguro de si había imaginado esa voz o si realmente lo habían encontrado.
«regresa»
De nuevo, esa voz sonaba más como un susurro que se perdía con el viento. Su respiración se aceleró ante el terror de ser descubierto, y sin pensarlo más, obligó a su cuerpo a levantarse y seguir corriendo. Sin embargo, fue devuelto al suelo cuando una rama se enredó en su tobillo, haciéndolo caer abruptamente.
—¡Ah! ¿P-ero que?
«Regresa, manada, familia»
No entendía esas palabras inciertas.
—Déjame —rogó mientras sacaba sus garras para cortar la rama que lo detenía.
«Manada, familia, regresa»
—¡¿Qué estás diciendo?! ¡No entiendo! ¡Además, no tengo familia ni pertenezco a ninguna manada…! Ya no más.
Su familia, su hermosa familia, había sido asesinada frente a él cuando tenía apenas cuatro años. En aquel entonces, no comprendía la gravedad del suceso ni lo que ocurría a su alrededor, pero sí sintió el agudo de un lazo familiar roto, eso sumándole el dolor al ver cómo los ojos hermosos de sus padres se apagaban junto con las llamas.
Sus padres eran los líderes de una pequeña manada, y eso fue aprovechado por los hombres de “capa blanca”, como él los llamaba en su niñez. Sin embargo, para él, no eran más que monstruos que lo atormentaron desde que lo llevaron allí junto con otras criaturas que nunca había visto en su vida.
Así que no… no tenía manada, no tenía familia, no tenía nada. Lo único que poseía ahora era su libertad, su preciada y hermosa libertad.
—¡Déjame ir! —exclamó aterrado, sin saber a quién estaban dirigidas sus palabras. Pero estaba seguro de que eran entendidas, ya que las raíces, en lugar de retroceder, se enredaron aún más alrededor de sus piernas. Era inútil luchar; ya no tenía escapatoria. Pronto se darían cuenta de su escape y vendrían por él, y sabía que nada bueno le esperaba allí dentro—. Por favor, déjame.
Cuándo logró liberarse de las raíces se echó a correr de nuevo. Estaba tan cerca, podía sentirlo. La libertad estaba a solo unos pasos, eso lo animó a seguir corriendo. Sin embargo, mientras se acercaba, las palabras se volvían más claras.
«Omega Luna Roja» «Omega Luna Roja» «Omega protege a la manada»
“¿Omega Luna Roja?” Su papá Omega solía decirle que él nació durante una hermosa luna roja, y por eso le repetía que era especial. Él lo creyó, se sintió especial porque los tenía a ellos. Era especial, lo era. Pero ahora… ya no.
Otra raíz se enredó en sus tobillos, haciéndolo caer de nuevo. Pero esta vez, no intentó levantarse. Estaba cansado, física y mentalmente. Ya no deseaba su libertad si no había nadie esperándolo afuera. Ya no deseaba su libertad si estaba solo.
«No estás solo»
¿Por qué las cosas tenían que ser así? Él solo anhelaba retroceder el tiempo y estar envuelto en los protectores brazos de su padre alfa. Los abrazaría a ambos, llenándolos con su olor reconfortante y su protección, mientras se sumergían en la dulce voz de su padre Omega, quien les cantaba con suavidad hasta que se quedaban dormidos.
Amaba la dulce voz de su padre Omega, pero su parte favorita era cuando lo llamaba; su voz se volvía aún más dulce, incluso cuando le reprendía. Kye, ese era su nombre, y por eso se esforzaba por no olvidarlo, porque solo así sentía que estaba conectado a ellos.
Anhelaba tanto aquella vida de nuevo, deseaba volver a experimentar esa cálida felicidad. Ya no quería sentir frío, ya no quería sentir soledad… ya no quería.
Había intentado muchas veces acabar con su sufrimiento, pero incluso eso parecía estar fuera de su alcance. Ya no se pertenecía a sí mismo. Y su nombre nunca volvió a ser pronunciado, excepto por el eco de esa hermosa voz llamándolo; de lo contrario, no sabría que ese nombre le pertenecía.
—No-no tengo familia.
«El bosque es tu familia»
—No tengo a nadie que me ame.
«El bosque te ama»
—Mi manada murió con mis padres y yo solo deseo irme con ellos.
«El bosque es tu manada»
—Yo so-solo qui-quiero morir y reunirme con mis padres, no-no quiero estar aquí. Pa-padre, papá, no me dejen —balbuceó entre sollozos, su voz temblorosa resonaba en el bosque, provocando una sensación de opresiva tristeza que parecía afectar incluso al entorno.
El viento, antes agitado por la inminente tormenta, se calmó; el aire frío se volvió cálido, envolviendo el pequeño cuerpo tembloroso que se aferraba a sí mismo en el suelo helado.
El bosque acogió a su amo y le brindó el calor que tanto anhelaba, envolviéndolo con suavidad y reparando su alma rota y desolada. Poco a poco, el angustiado corazón de Kye se calmó con el cálido y amoroso abrazo del bosque.
Este le devolvió la sensación de hogar, le recordó lo reconfortante que es ser amado y, en cuestión de segundos, reparó su corazón roto; dañado por la mano opresora y cruel. Le hizo sentir en casa.
«Ya no estas solo», «El bosque es tu hogar», «El bosque es tu refugio», «El bosque te pertenece»
No era prisionero, era libre; no debía huir. Ese lugar era su hogar, lo sentía en lo más profundo de su ser. El bosque era suyo; lo había reclamado como su líder.
Los únicos que debían partir eran ellos, esos malditos monstruos que contaminaban sus tierras con su veneno. Él no tenía por qué abandonar su hogar; eran ellos los que debían desaparecer.
«Soy tu Manada, soy tu familia, soy tu hogar»
Ahora esas palabras inciertas cobraban sentido: esta era su manada, su hogar. Los seres que, al igual que él, eran prisioneros, eran su familia, y eso los convertía en su manada.
Un líder protege a su manada, hace todo lo que está en sus manos para guiarla, protegerla y amarla. Su padre era un excelente líder y le enseñó que la manada nunca se abandona, nunca se traiciona y nunca se rinde.
Aunque el deseo de escapar de ese infierno seguía presente, se obligó a tomar una decisión. Con determinación, se levantó. Kye limpió las lágrimas que bañaban sus mejillas y decidió seguir su camino hacia el final del bosque.
Cuando finalmente salió, todo era diferente. Era como atravesar una barrera invisible; el interior del bosque era cálido, pero afuera todo era frío.
Kye tomó una decisión. Estaba fuera del bosque, saboreando la libertad por la que había anhelado durante incontables noches. Olfateó el aire impregnado de libertad, pero no experimentó la sensación esperada. En su lugar, todo era vacío y soledad.
El calor reconfortante ya no llenaba su pecho; se sentía incompleto. Con un gesto firme, limpió sus lágrimas agresivamente y regresó al bosque. Ahora sabía lo que tenía que hacer y se aseguraría de liberar a su manada de las garras de esos monstruos.
—Se arrepentirán de haber pisado y profanado mis tierras. Lo juro por la sangre lunar que corre por mis venas. Mi manada quedará libre, incluso si eso significa mi propia destrucción. No descansaré hasta que esas plagas desaparezcan de mi territorio —declaró con determinación, sus palabras iban dirigidas al bosque mismo y a la Diosa Luna, pero también a sí mismo, a su manada y a sus padres.
Kye sabía que al regresar al bosque y afrontar ese desafío sería su sentencia final. Lo presentía, sintiendo que no volvería a estar en ese lugar de nuevo, que liberar a su manada sería su último acto antes de desaparecer hasta renacer. Pero antes debía asegurarse de que su sacrificio no fuera en vano.
Con esas determinadas palabras, un joven Kye de 15 años se apresuró de regreso a su infierno, con una decisión firme en mente: liberar a su manada y destruir ese lugar infestado de monstruos. No descansaría hasta que esas impecables capas blancas se tiñeran del rojo fuego de sus propias sangre.
Lo juraba por la sangre descendiente de la luna roja que corría por sus venas. No encontraría paz hasta haber derrotado a sus opresores y liberado a su manada. No descansaría hasta verlos arder frente a sus ojos, tal como vio arder a sus padres frente a él.
Kye desechó la idea de huir y en cambio se dedicó a planear cómo liberar a su manada. Sabía que sería una tarea difícil, pero no imposible. Entonces, se puso manos a la obra. El día que regresó al laboratorio fue duro para él. Había respirado el aire de la libertad, y volver a ese lugar solo le dio ánimos para luchar por ella esta vez junto a su manada.
No se arrepentía, pues si con eso aseguraba el bienestar y la liberación de los suyos, valía la pena. Ese día pudo haber obtenido su libertad, pero no su descanso. Si su alma no encontraba paz, viviría prisionero para siempre.
Kye aprovechó la obsesión de uno de los Woods hacia él, un alfa que se cegó ante su belleza y lo reclamó como su propiedad. Esto le otorgó cierto favoritismo, pero no detuvo los experimentos.
Kye decidió utilizar esta obsesión a su favor y aprovechar la libertad que le permitían. Comenzó a prestar más atención a su entorno y a estrechar lazos con los suyos. Así ganó la confianza de cada uno para que su plan tuviera éxito. Ya sabía cómo sacarlos de allí.
Conocía los días en los que la seguridad disminuía y los lugares menos transitados de ese sitio. Estudió meticulosamente a cada individuo, sus movimientos, sus sonidos, sus patrones de comportamiento; conocía cada detalle, por mínimo que fuera. Al ser más expuesto a esos lugares, exploró cada rincón de ellos. Solo cuando era castigado y lo encerraban era que estaba en cautiverio.
Las diferentes pruebas y experimentos a su cuerpo le dejaba exhausto y Kye aprovechaba esa “debilidad” que creían que tenía para actuar. En la noche, el lugar se volvía más tranquilo, lo que facilitaba llevar a cabo sus planes. Conocía cada ubicación del sitio hasta con los ojos cerrados, y eso era una ventaja que él aprovechaba al máximo.
Cada noche, Kye se infiltraba en el lugar donde estaban encerrados los suyos, usando una tarjeta que le permitía acceder a algunas celdas. Con discreción, liberaba a dos o hasta cinco de ellos, aunque en ocasiones no tenía éxito.
A los afortunados, los conducía sigilosamente por los pasillos burlando la seguridad del lugar, hasta que lograban salir hasta el exterior, ya estando ahí les dirigía hacia una salida secreta, por la cual logro escapar hace 4 años atrás, está se ubicada en la parte trasera.
Era un pequeño orificio en la pared, que permitía a una persona salir al bosque. Este punto ciego carecía de guardias o cámaras de vigilancia, siendo ideal para una fuga.
Kye les daba indicaciones claras a los liberados: no mirar atrás, correr sin detenerse y confiar en que el bosque les proporcionaría refugio y protección. Los que escapaban solían ser pequeñas familias, Omegas sin pareja y niños.
Los Alfas y ancianos se negaban a abandonar a Kye, decididos a permanecer a su lado hasta lograr su salida, los ancianos porque ya no anhelaban la libertad y solo alegaban ser un estorbo, eso Kye no lo veía así pero los ancianos eran tercos y pelear con ellos era asunto perdido.
Esta determinación también era compartida por los experimentos fallidos, quienes se negaban a irse hasta que los responsables pagaran por sus acciones. La lealtad de sus compañeros aumentaba su determinación por escapar juntos y reunirse con los demás, pero sabían que no sería fácil.
Las diversas razas, aunque poseían una fuerza innata, eran debilitadas para prevenir su escape. Utilizaban tranquilizantes potentes que adormecían su parte animal, haciéndolos más manipulables, pues sabían que con esa parte activa, eran seres poderosos e incontrolables.
Además, se les colocaba un collar de electroshock, ajustado según la fuerza del individuo, para mantenerlos bajo control. Aunque había logrado sacar a algunos de ese infierno, no era suficiente para alcanzar su objetivo.
Kye notó un cambio dentro de sí desde aquel día en el bosque, aunque no entendía qué había sucedido. Pronto, los científicos descubrieron esa transformación, y Kye lo atribuyó al bosque. A veces lo consideraba una tortura, pero también le recordaba que no debía rendirse. Sin embargo, todo cambió cuando comenzaron a experimentar con su sangre, mezclándola con la de otras especies. Ya no sufría solo; ahora todos en el lugar estaban condenados.
Antes, los tenían ahí para venderlos o simplemente para tener criaturas magníficas bajo su control. Pero después de descubrir la peculiaridad de su sangre, todo cambió. Utilizaban su ADN como portador para crear nuevas especies mediante la mezcla con otras, algo que solo era posible gracias a él. Kye comenzó a odiarse por ello; aquel que había prometido liberarlos del infierno ahora los había condenado a un sufrimiento eterno.
Los lobos eran criaturas decididas y dispuestas a arriesgarlo todo por su manada y seres queridos. Al comprender que su mera existencia añadía más sufrimiento, no pudo soportarlo más y decidió actuar para poner fin a esa situación.
Kye llegó a una terrible conclusión: debía poner fin al causante del sufrimiento en el lugar. Una noche, tomó un bisturí y actuó. La sangre se esparció a su alrededor, llevándose consigo poco a poco su vida.
Los cortes eran profundos, lo suficiente para garantizar una lenta recuperación que le daría la ventaja de alcanzar su descanso y el de su manada. Sabía que su ausencia y la falta de su sangre pondrían fin a los experimentos y forzarían la liberación.
El destino les tenía preparada una salida, y la esperanza que creían perdida renacería una vez más. Aunque confiar sería difícil, no sería un impedimento para alcanzar lo que esas almas ansiaban. La destrucción de ese lugar se acercaba poco a poco hasta lograr su completa derrota, aunque lamentablemente no todos encontrarían la tan anhelada libertad.
« 𝑪𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒅𝒐𝒔 𝒂𝒍𝒎𝒂𝒔 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒏 𝒅𝒆𝒔𝒕𝒊𝒏𝒂𝒅𝒂𝒔 𝒂 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒓𝒔𝒆, 𝒏𝒐 𝒊𝒎𝒑𝒐𝒓𝒕𝒂 𝒍𝒐 𝒍𝒆𝒋𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔𝒕𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒖𝒏𝒂 𝒂 𝒍𝒂 𝒐𝒕𝒓𝒂, 𝒕𝒆𝒓𝒎𝒊𝒏𝒂𝒓𝒂𝒏 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒅𝒆𝒃𝒆𝒏 𝒔𝒆𝒓, 𝒋𝒖𝒏𝒕𝒂𝒔»
𝑺𝒊 𝒂𝒖́𝒏 𝒏𝒐 𝒆𝒏𝒕𝒊𝒆𝒏𝒅𝒆𝒏, 𝒆𝒔𝒕𝒐𝒔 𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐𝒔 𝒔𝒐𝒏 𝒖𝒏𝒂 𝒎𝒊𝒏𝒊 𝒉𝒊𝒔𝒕𝒐𝒓𝒊𝒂 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂 𝒑𝒂𝒔𝒂𝒅𝒂 𝒅𝒆 𝑨𝒌𝒆𝒓 𝒚 𝑫𝒆𝒏𝒊𝒙. 𝑬𝒔𝒕𝒐𝒔 𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒓𝒂𝒏 𝒂𝒔𝒊; 𝒄𝒐𝒏 𝒄𝒐𝒔𝒂𝒔 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆𝒔 𝒚 𝒄𝒐𝒏 𝒇𝒊𝒏𝒂𝒍 𝒕𝒓𝒂́𝒈𝒊𝒄𝒐..
𝒀𝒂 𝒇𝒊𝒏𝒂𝒍𝒊𝒛𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒆𝒔𝒕𝒐𝒔 𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐𝒔 𝒍𝒂𝒔 𝒉𝒊𝒔𝒕𝒐𝒓𝒊𝒂 𝒔𝒊𝒈𝒖𝒆 𝒄𝒐𝒏 𝒏𝒐𝒓𝒎𝒂𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅..
𝐃𝐞𝐣𝐞𝐧 𝐬𝐮 𝐯𝐨𝐭𝐢𝐭𝐨 ⭐ 𝐲 𝐜𝐨𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞𝐧, 𝐞𝐬𝐨 𝐦𝐞 𝐚𝐧𝐢𝐦𝐚 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐨 𝐲 𝐦𝐞 𝐝𝐚 𝐬𝐞𝐧̃𝐚𝐥 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐚 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐬𝐮 𝐚𝐠𝐫𝐚𝐝𝐨... 𝐌𝐮𝐜𝐡𝐚𝐬 𝐠𝐫𝐚𝐜𝐢𝐚𝐬 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐥𝐞𝐠𝐚𝐫 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐚𝐪𝐮𝐢 !!! 🥰🥰💗💗💕
𝐀𝐥𝐠𝐮𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐥𝐥𝐚𝐠𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐢𝐦𝐚𝐠𝐞𝐧𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐚𝐬𝐚 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐥𝐚𝐛𝐨𝐫𝐚𝐭𝐨𝐫𝐢𝐨..
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