𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑻𝒓𝒆𝒊𝒏𝒕𝒂
Tras recibir el alta, Enrik abandonó el hospital apresuradamente, consciente de la seria advertencia que le habían dado. Ahora él era quien enfrentaba la falta de oportunidades para despertar de nuevo. Lamentablemente, carecía de alguien que pudiera ayudarlo con su problema. Imaginó la angustia que debió experimentar Denix ante su repentina hospitalización, pues Enrik un alfa de 20 años que irradiaba vitalidad y fuerza no mostraba señales de enfermedad. Sin embargo, era un alfa con un lazo roto, un joven alfa con un futuro por delante pero afectado por el Síndrome del Lazo Roto. Se asemejaba a la sensación de tener una parte de su ser inservible, como si una parte de su corazón no funcionara correctamente. Suerte sería si volvía a experimentar el amor.
—¿Quién querría a un alfa inservible?
—Los medicamentos que te aplicaron no te sentaron bien —se burló una voz a su lado, provocando un sobresalto en Enrik. Deseaba ardientemente que el dueño de esa voz no fuera la persona que menos quería ver en este momento, o mejor aún, por el resto de su vida.
—¿Q-qué dices? —tartamudeó en un susurro, sus mejillas ardiendo al recordar "ese" incidente. Ya no podía enfrentar a Geb con la misma valentía de antes.
—¿Te sientes bien? Pareces un poco acalorado —comentó, acercándose con intención de tocar su frente.
—¡E-estoy bien! —exclamó, esquivando su contacto como si fuera a quemarle. Se alejó de Geb rápidamente, dirigiéndose a la casa de Denix. Necesitaba hablar con él y contarle lo que estaba sucediendo.
Geb se quedó ahí, con la mano en el aire, confundido por la reacción de Enrik.
—Lunático.
Ahora no sabría cómo vivir en la misma casa que Geb sin experimentar una vergüenza abrumadora. ¡¿Cómo pudo hacer eso con un alfa?! Y lo peor... es que le gustó.
°•°•°•°•°•
—Tu vida me pertenece, así que te prohíbo morir hasta que yo lo decida. ¿Entendiste, alfa de mierda?
—En ocasiones, Nix, me asustas. No sé por qué sigo siendo tu amigo.
—Esa es la misma pregunta que me hago, no sé por qué no te abandoné cuando tuve la oportunidad.
—Porque me amas, es obvio.
La carcajada resonó en la sala, atrayendo la atención del Alfa que preparaba el almuerzo desde la cocina. Le encantó escuchar nuevamente las risas de su Omega; se había sentido frustrado e inútil los últimos dos días al ver solo tristeza en ese precioso rostro. No le agradó ver a su Omega tan decaído y desanimado, pero ahora, verlo activo y feliz, llenaba su pecho con un calor reconfortante.
—A comer —anunció mientras terminaba de servir los platos, perfectamente ordenados en la mesa del comedor.
—¡Sí! ¡Rik, la comida de mi Aker es la más deliciosa!
Le encantaba la hermosa sonrisa de su Omeguita inquieto. Con solo dos semanas desde su llegada, ya se había acostumbrado a esa aura tan animada y llena de risas. Ya no se encontraba solo en su soledad, y esperaba no volver jamás a ella. No solo había cambiado su vida y rutina, sino que su casa, antes monótona y vacía, se llenó de luz y calidez, transformándola en un hogar. Las paredes, antes grises y vacías, ahora rebosaban de vida y color, no solo como una hermosa metáfora, sino porque su Omega las había pintado con colores vivos, creando arte en ellas. Le encantaba observarlo, lleno de pintura, concentrado en su trabajo como un pequeño cachorro haciendo travesuras. Aker lo asemejaba a un tierno cachorro, esperando una reprimenda que nunca llegaba, ya que él prefería cortarse los colmillos o las garras antes que alzar la voz o faltarle el respeto a su precioso Denix.
—¿Irás a la Cosecha? —preguntó Denix.
—No creo, ya ves de qué se trata y yo... No tengo por qué ir —murmuró decaído.
—Pero puedes ir a distraerte, solo vamos un rato y comemos todo lo que queramos. Si después quieres irte, está bien.
—Lo pensaré.
Enrik estaba indeciso sobre asistir o no a la celebración de La Cosecha, pero Denix tenía razón al sugerirle que saliera a distraerse. Con más ánimo, se levantó de la cama y salió de la habitación con sigilo, evitando encontrarse con Geb en algún rincón de la casa. Afortunadamente, al regresar del almuerzo en la casa de Denix, no lo encontró en su hogar. Saldría a disfrutar de la celebración con Denix y luego regresaría a descansar. Estaba curioso por descubrir de qué se trataba este evento; la alegría entre los pueblerinos al prepararlo logró contagiarlo también.
—¿Vas a salir? —preguntó una voz rasposa desde la sala, haciendo que Enrik se detuviera en seco justo antes de abrir la puerta de salida.
—S-sí.
—¿Ya te sientes mejor para salir?
—Sí.
—Mm, qué bien.
Enrik se dio la vuelta para enfrentar al alfa. Lo encontró sentado en la alfombra junto a la chimenea encendida, aunque Geb no lo veía porque le daba la espalda. El alfa sostenía una botella de licor a su lado, bebiendo directamente de ella, y en su mano derecha, tenía un cigarrillo a medio terminar. Enrik reflexionó sobre cuánto tiempo estuvo encerrado en la habitación para no darse cuenta de la llegada del alfa; parecía que había pasado un buen rato, ya que había varias colillas esparcidas por la alfombra.
—¿Y tú no irás? Creí que serías el primero en estar allá —comentó acercándose donde estaba el alfa, olvidando un momento la vergüenza que sentía.
Geb rió sin gracia, negando mientras se empinaba la botella.
—No tengo por qué estar ahí —musitó.
—¿Tu Omega está afuera? —estaba muy curioso por saber por qué el alfa no estaba allá siendo un picaflor.
—No.
—¿Entonces? —insistió.
—Entonces, ¿por qué no te vas a la verga?
Enrik, enojado por su comentario, le arrojó un cojín, haciendo que este golpeara directamente la cabeza de Geb.
—Idiota.
Enrik observó detenidamente a Geb, con la mirada perdía en la fogata. Le parecía extraño que el alfa no estuviera en la celebración; esperaba verlo entretenido con alguna chica, como solía estar rodeado de ellas. No imagino encontrarlo encerrado en casa y, además, bebiendo solo. Tomó la botella de Geb y sirvió un trago en un vaso de la mesa ratonera. No planeaba beber mucho, pero un trago no le haría daño. Aunque, se sorprendió al ver que no fue solo uno; después del primero vino otro y otro así hasta casi acabar con la botella. Durante todo ese tiempo, ninguno de los dos habló; cada uno estaba inmerso en sus pensamientos, compartiendo el mismo sentimiento de soledad que ninguno sabía que el otro también experimentaba.
Sintiéndose mareado, Enrik decidió detenerse y miró el reloj: eran casi las doce de la noche. Recordó que le había prometido a Denix que estaría allí a las 9, así que no esperó más y se levantó, dispuesto a irse a la celebración aunque fuera por un rato. Sin embargo, una voz profunda lo interrumpió.
No tengo destino en esta vida -comentó con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.
—¿Eh?
—Que moriré solo en esta vida —añadió, aún sin verlo—. No tengo un hilo rojo que me una a otra persona porque... en mi vida anterior me... suicidé.
Enrik se volvió incrédulo ante las palabras del alfa; aquello era grave. Era como nacer sin destino, o similar a su propia experiencia, vivir con un lazo roto. Había oído hablar de esto antes: la Diosa Luna castigaba a aquellos que tomaban decisiones drásticas como el suicidio, reencarnándolos con la condición de morir solos y sin nadie a amar.
—Eso...
—Fue cobarde de mi yo en mi vida anterior. No solo terminó con su vida, sino también con la posibilidad de ser feliz de nuevo.
—No, digo, es grave sí, pero algo debió pasar para que tomaras esa decisión —comentó, recordando que él iba a hacer lo mismo.
—Tal vez.
—Pues no estás solo esta noche —comentó—. Yo tampoco tengo destino, nadie me espera afuera ni en ningún otro lugar.
—¿Es la persona que mencionabas en la bodega? —preguntó Geb, curioso por saber quién era esa tal Selen, de la que hablaba tanto este "alfita"; el reflejo de dolor en sus ojos aún permanecía en su memoria.
—Sí. Selen era mi Omega destinada... y la perdí por cobarde —susurró, pero fue suficiente para ser escuchado por la única persona en la sala.
—¿La perdiste?
—No fui suficiente para ella, y aún no creo serlo. Ella era valiente y decidida... Tal vez si no me hubiera conocido, estaría en algún lugar y no donde está. Todo el tiempo, quien luchó por lo nuestro fue ella, y yo, solo fui un cobarde que no supo protegerla.
—Sigues siendo cobarde si solo te echas la culpa a ti mismo.
—Debí dar más y enfrentarlo como ella lo hizo. Al menos tú puedes comenzar de nuevo, aunque esa persona no sea tu destino, puedes...
—¿Y condenar a esa persona a estar conmigo, cuando afuera hay alguien esperando por ella? Además, la persona de la que estoy enamorado, ella ama a otra. Ni sé por qué te estoy contando esto a un alfita de imitación miedoso y quejista.
—¡Oye! Tú eres un narcisista y un engreído alfa pervertido, y yo no te ando reclamando —acusó, llegando hasta él y parándose enfrente a Geb.
—Te acepto lo de narcisista y engreído, pero lo de pervertido no. Que yo recuerde, fuiste tú el que me atacó esa noche.
—¡Ay! ¿Por qué me recuerdas eso? Solo fue un error de borracho. Además, te confundí con alguien más.
—Auch. Eso dolió. Así se siente que te confundan —Geb se empezó a carcajear como un lunático, dejando a Enrik confundido, mirándolo como si le hubiera salido una segunda cabeza. En su ataque de risa, Geb tomó la mano de Enrik y lo jalo hacia él, provocando que Enrik cayera encima y quedara a horcajadas en su regazo. —Pero ahora no me confundirás —musitó y aprovechó que Enrik aún estaba en shock para estampar sus labios en los de Enrik, sintiendo una explosión en su interior con esa acción. Movió sus labios con sabor a licor con fiereza sobre los inmóviles de Enrik, forzándolo a que abriera la boca para profundizar más, pero solo sintió una fuerte presión en su labio inferior, causándole un gemido.
—¡¿Qué te pasa, imbécil?! —exclamó Enrik, rojo de cólera y vergüenza. ¿Cómo se atrevía este lunático a besarlo de esa manera?— ¡¿Te hace falta cerebro o qué?! —siguió con sus quejas mientras se pasaba la mano por la boca, observando a Geb, que reía divertido por la situación mientras se lamía el labio roto que chorreaba sangre. A Enrik no le bastó eso; le lanzó un puñetazo, haciendo que Geb cayera de espaldas. Aprovechando la situación, Enrik posó sus manos en el cuello de Geb y comenzó a hacer presión mientras le lanzaba insultos que había aprendido de su maestro (Denix). Le apretaba el cuello y lo zarandeaba con odio.
—Ah ~
Pero lejos de lograr lo que pretendía provocar en el alfa, Enrik creó algo diferente. Geb, en lugar de defenderse, emitió gemidos en su lugar. Su cuerpo experimentaba oleadas de placer que se concentraban en su muy despierto miembro, que de vez en cuando rozaba con el trasero de Enrik, endureciéndolo aún más. Enrik se detuvo de golpe al escuchar tan obsceno gemido.
—¡¡Se supone que debes estar muriendo, no disfrutando!! —exclamó con indignación Enrik, quien furioso tuvo la intención de levantarse de encima de Geb, pero fue detenido por unas fuertes manos que lo sujetaron de la cintura. El agarre era tan fuerte que Enrik soltó quejidos lastimeros por el dolor en la zona. No podía moverse, por más que se retorciera en el regazo del alfa. Aunque, se detuvo de golpe al sentir algo duro presionándose en su trasero —¡¡Pervertido!! ¡Quita eso de mi trasero!
—Pero si eres tú quien me lo está restregando —comentó con burla Geb, aún sin soltarlo —¿Por qué tan arisco hoy, eh? Cachorrito, aquel día hasta me manoseaste todo.
—¡N-no me-me llames así! Y-y ese día estaba borracho, ya te dije —Enrik estaba a punto de explotar de vergüenza. Este alfa desvergonzado lo tenía bien apresado sin intenciones de soltarlo. Mientras tanto, le jaloneaban el pelo y le daban cachetadas, pero eso solo lograba que los ojos del alfa pervertido se le dilataran y cambiaran a un verde oscuro, tan hipnotizante.
—¿Por qué no mejor nos ayudamos entre nosotros? Piensa, estamos solos sin nadie que nos ayude y pronto la luna alcanzará su punto máximo provocando un celo imposible de controlar. Tu me ayudas y yo te ayudo ¿Qué dices? —sugirió Geb, mientras acariciaba la cintura de Enrik.
Cuando la Luna Llena alcance su cúspide, desatará un celo incontrolable en todos allí presentes. Será un celo que durará unas horas, lo suficientemente fuerte como para nublar sus sentidos y provocar una insaciable lujuria en los alfas, omegas y algunos betas. No hay escapatoria; por eso, aquellos que no desean participar se encierran en sus casas y no salen hasta el día siguiente.
—¡No! ¿No te llega oxígeno a la cabeza? —Enrik en verdad no sabía cómo habían llegado a esta situación, pero podía oler el peligro en el aire.
—Tienes razón, no me llega oxígeno a la cabeza _concordó Geb, invirtiendo las posiciones y dejando a Enrik debajo de él —hay que darle oxigenación, ¿verdad? —sugirió, separándose un poco de Enrik para tomar sus manos en una sola suya y evitar que intentara escapar. Con la otra, empezó a soltar su cinturón.
—¡Aah! ¡¿Qué haces, pervertido de mierda?! ¡Suéltame! —Enrik se retorcía, tratando de liberarse y apartarse de encima de Geb, pero nada daba resultados; Geb era demasiado fuerte.
Cansado de tanto luchar, se quedó quieto, su respiración agitada. Su cabello negro caía en cascadas, tapando sus ojos, dándole un aspecto erótico a los ojos verde oscuros de Geb, quien lo observaba con deseo y lascivia.
La Luna llegó a la cima y con ella un desborde de feromonas y calor. Afuera, era una ola de bullicio celebrando a la Luna, pero dentro de esas cuatro paredes todo era silencio, interrumpido solo por las respiraciones agitadas mientras avanzaban los segundos. La temperatura empezó a subir, y con ella, las feromonas inundaron el lugar, agresivas y opresoras, chocando entre sí y luchando por tomar el control. Sin embargo, era evidente quiénes iban a ser las vencedoras, ya que las de Enrik, al ser pocas, eran débiles y se sometían a las más fuertes y abundantes. El raciocinio empezaba a quedar atrás para dar paso a un solo pensamiento: »liberación»
El calor y las respiraciones agitadas llenaron la estancia.
—To-tócame ~ —pido Enrik perdiendo poco a poco sus sentidos racionales.
—Después no te quejes.
Geb no esperó recibir respuesta y estampó de nuevo sus labios en los de Enrik, siendo correspondido al instante. Movían sus labios creando chasquidos en la oscura sala, iluminada solo por las llamas de la chimenea. El beso, caliente y demandante por ambos lados, generaba choques que sangraban sus labios. Era una lucha por el control y nadie cedía. Los mordiscos también participaban, junto con un sucio juego de lenguas por invadir el espacio del otro. Las feromonas a champagne impregnadas en la sala apagaban a las casi impredecibles a coco. Era una guerra por el control, ya que su naturaleza alfa no les permitía perder. Era una constante batalla de gruñidos y gemidos roncos. Sus toques no eran suaves, eran toscos y perversos, recorrían el cuerpo del otro con dureza, apretando y arañando donde sus manos pasaban.
Geb se separó de los labios hinchados y maltratados de Enrik para quitarse la molesta camisa que le asfixiaba, revelando el tatuaje de un reloj romano que cubría su hombro y parte de su pecho izquierdo. Enrik se fascinó por dicho tatuaje y no se contuvo en delinearlo, acariciando suavemente cada línea marcada. Animado, Enrik decidió hacer lo mismo y se quitó también su camisa.
—Si te sientes incómodo en que seamos alfas, solo imagina a alguien más en vez de a mí; eso mismo haré yo.
Enrik no le contestó, ya que en medio de su bruma, ni siquiera oía nada que no fuera su respiración agitada y el sentir de su cuerpo en llamas. Hacía años que no experimentaba un calor como este, y tampoco había tenido ningún contacto sexual con nadie que no fuera Selen.
Volvieron a la misma posición, con Geb aún entre las piernas de Enrik. Aprovechando la falta de la camisa, comenzó a recorrer la piel firme y desnuda del alfa. No era tan suave como la de un Omega, pero tampoco tan dura como la de los alfas; era perfecta. Su piel, con un sutil aroma a coco, nublaba aún más los sentidos de Geb, que solo deseaba más en cada instante en que probaba esa piel deliciosa. La zona del cuello se consideró su favorita, ya que ahí se intensificaba más el olor. Marcó y saboreó cada lugar que tenía a su alcance.
Sus manos callosas y pesadas descendieron desde el cuello, pasando por las clavículas y bajaron lentamente, rozando apenas los pezones erguidos, hasta llegar al vientre del alfa. Allí se detuvo para observar directamente a los ojos desenfocados de placer de Enrik. Como si Enrik entendiera su acción, asintió efusivamente, dando el permiso que Geb necesitaba para adentrar su mano grande dentro del pantalón de Enrik, tocando directamente el miembro erguido y goteante.
—Después, harás lo mismo tú —demando, no sería el único ahí en recibir placer.
Enrik no le contestó, concentrado en el hábil movimiento de la mano del alfa. Sus manos ásperas y rudas tocaban con tosquedad su miembro, pero eso no quitaba que fuera placentero. Se sentía en las nubes cada vez que el alfa bajaba y subía, aumentando el ritmo. Sus jadeos se intensificaron hasta que estalló en la mano de Geb con un gemido ahogado.
—Ah, Geb ~
Geb disfrutaba de la vista tan sucia que se mostraba bajo él. Su mano se apretaba a la de Enrik, decoradas por un hilo roto amarrado en sus dedos, mientras la otra permanecía con movimientos suaves en el miembro del alfa, que seguía sin perder su dureza.
—Ahora te toca a ti —comentó, sacando su mano del interior del pantalón de Enrik y dirigiéndola hacia los suyos para desabrochárselos y liberar su miembro palpitante y deseoso de ser saciado.
—¿Qué? No, no —Enrik, en su bruma de éxtasis, se negó a tocar un miembro ajeno, más ese que se alzaba frente a él ¿Por qué era tan grande y con aspecto extraño?
—Ese era el trato, alfita de mierda. Yo ya cumplí, ahora te toca a ti —Geb, negándose a ser el único que no disfrutara, tomó la mano de Enrik y la dirigió hacia su miembro, haciéndolo que lo tomara firmemente —¡Mueve las manos!
Enrik no sabía que hacer, así que empezó con movimientos torpes, sacando a Geb de quicio.
—¡Hazlo como lo haces con el tuyo! —demandó, ya irritado. Sentía que explotaba, pero no podía porque el alfita este de imitación no se movilizaba. Observó con aburrimiento cómo Enrik meneaba con torpeza sus manos, causando hasta dolor en su miembro, ya que a veces era muy brusco—. ¿No sabes? No me digas... ¿Nunca te has masturbado? ¿Es eso así?
Geb se carcajeó al llegar por sí mismo a una conclusión. El alfa no le decía nada y tampoco lo negaba. Se veía la inexperiencia en sus acciones, y su cara roja le terminó de confirmar lo que ya sabía.
—¿Cómo has sobrevivido estos años, eh? —Geb siguió burlándose de Enrik, que no se atrevía a hablar. Solo estaba inmóvil, sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no las soltó, negándose a que las burlas de Geb le afectaran.
—Así se hace —Geb reafirmó su mano encima de la de Enrik y la empezó a mover con movimientos lentos, aumentando poco a poco la velocidad. Las gotas de sudor bajaban por su piel, el tatuaje brillaba con las gotas de sudor que bajaban hasta perderse en la pelvis marcada del alfa. Ninguno de los dos había tocado a un alfa antes, ni se imaginaban que lo harían en un futuro. Se hacían creer a sí mismos que lo hacían por necesidad, al calor de la noche, y como dijo Geb, que imaginaran a la persona que quisieran que estuviera en el lugar del otro. Pero ninguno lo hizo, no se acordaban ni siquiera de alguien más. Ahí solo eran Enrik y Geb, olvidaron que compartían la misma casta, siendo solo ellos dos, y nada más.
Esa noche, mientras duró el celo inducido por la luna, liberaron su calor a través de toques en la oscuridad de la sala. Entre gruñidos por someter al otro y gemidos que se perdían en sus bocas, se besaban sin entender realmente el por qué. Era algo innecesario considerando que solo se estaban ayudando mutuamente. Llegar a ese extremo implicaba admitir que tenían algo, pero ambos se negaban a creerlo. Ninguno sentía nada por el otro; uno estaba enamorado de una dulce Omega y el otro pasaba por un lazo roto. Lo que estaban compartiendo solo era el resultado del momento de calor, una ayuda mutua sin sentimientos de por medio.
Sin. Sentimientos. De. Por. Medio.
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𝐍𝐢𝐧𝐠𝐮́𝐧 𝐚𝐥𝐟𝐢𝐭𝐚 𝐟𝐮𝐞 𝐨𝐛𝐥𝐢𝐠𝐚𝐝𝐨, 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐟𝐮𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐜𝐞𝐧𝐬𝐮𝐚𝐝𝐨....(◕‿◕)
Hay que entender a Enrik, el solo hacia el misionero con Selen y no se tocaba, pero ahi va a ir aprendiendo...😉😉
𝔽𝕒𝕝𝕥𝕒 𝕖𝕝 𝕘𝕠𝕘𝕠𝕘𝕠 𝕕𝕖 𝔸𝕂𝕖𝕣 𝕪 𝔻𝕖𝕟𝕚𝕩.. 🥰🥵
𝑮𝒓𝒂𝒄𝒊𝒂𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒗𝒐𝒕𝒂𝒓, 𝒍𝒆𝒆𝒓 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒂𝒓 ...( ・_・)♡{♥︎‿♥︎}
⭐❤️
El tatuaje de Geb 🤭😍
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