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𐊢ɑ𝚙ⅈ𝘵𝗎𝘭օ 𐊢𝗎ɑ𝔯𝖊𝖓𝘵ɑ 𝑦 𐊢𝗎ɑ𝘵𝔯օ

𝙽𝚘 𝚞𝚜𝚊𝚛 𝚎𝚜𝚝𝚊 𝚛𝚎𝚌𝚎𝚝𝚊 𝚙𝚊𝚛𝚊 𝚞𝚜𝚘 𝚙𝚛𝚘𝚙𝚒𝚘, 𝚢𝚘 𝙸𝚛𝚒𝚜, 𝚗𝚘 𝚖𝚎 𝚑𝚊𝚐𝚘 𝚛𝚎𝚜𝚙𝚘𝚗𝚜𝚊𝚋𝚕𝚎 𝚜𝚒 𝚒𝚗𝚟𝚘𝚌𝚊 𝚊𝚕𝚐ú𝚗 𝚍𝚎𝚖𝚖𝚘𝚗𝚒𝚘. 𝙿𝚘𝚛 𝚏𝚘𝚟𝚊𝚛 𝚕𝚎𝚊 𝚕𝚘𝚜 𝚒𝚗𝚐𝚛𝚎𝚍𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚒𝚖𝚊𝚐𝚎𝚗 𝚙𝚊𝚛𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚘 𝚜𝚎 𝚙𝚒𝚎𝚛𝚍𝚊 𝚖á𝚜 𝚊𝚍𝚎𝚕𝚊𝚗𝚝𝚎 𝚌𝚞𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚜𝚎 𝚖𝚎𝚗𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚗… ♡♡♡

᯽ɆXŦɌȺ 2/2: Ƥαƨιóи 𝗔яσмáтιcα…᯽

El aire está cargado con el aroma suave de hierbas secas y flores silvestres, cuidadosamente colocadas en pequeños racimos alrededor de la estancia. En estanterías de madera clara, descansan frascos de cristal llenos de polvos brillantes y pociones de colores suaves, etiquetados con caligrafía delicada, en un rincón, pequeñas estatuillas de deidades protectoras y amuletos tallados en piedra y madera, emiten una sensación de paz y equilibrio. Velas blancas, algunas encendidas, esparcen una luz cálida y reconfortante, proyectando sombras que parecen bailar en las paredes. Todo el lugar transmite una sensación de armonía y luz.

Yiran de encontraba en el centro de la habitación, bajo la tenue luz de las velas, donde hacia sus hechizos, ya sea para la protección del pueblo o para alguien que buscaba de sus habilidades. Pero está vez era personal, está vez era para ella misma. Ya estaba cansada que su amor fuera rechazado y le dolía más viniendo de su destinado. Así que «a situaciones difíciles medidas desesperadas»

Le tomo tiempo recolectar los ingredientes pero los encontró todos. Así que ahí se encontraba inclinada sobre un altar decorado con símbolos antiguos. Su expresión es de profunda concentración, con los ojos cerrados como si estuviera conectando con fuerzas invisibles. Su cabello cae en suaves ondas sobre sus hombros, ligeramente movido por un aire que parece venir de ningún lugar en particular.

El ritual se debía llevar a cabo ¡n una noche de Luna llena, preparó el altar donde lo decoró con velas rojas y blancas que simbolizaban el amor y la pureza. Un cuenco de cristal yacía en el centro del círculo, donde colocó los dos pétalos de rosa roja y luego la gota de Rocío de luna llena. Lo dejo reposar mientras los pétalos absorbían la esencia de la luna durante unos minutos. Luego agregó las tres hojas de menta fresca al cuenco, triturándolas ligeramente con los dedos para liberar su aroma y esencia.

Luego tomó de un frasco un puñado de el susurro de polvo de estrella y lo vertió lentamente sobre la mezcla, esto lo hacía mientras cerraba sus ojos y recitaba en cada polvo un deseo de amor verdadero.

Seguidamente tomó el rayo de sol atrapado en un cristal y lo pasó por encima del cuenco, infundiendo la poción con la luz y la energía positiva.

Ya solo le faltaba agregar el ingrediente final, una lágrima de felicidad, Yiran dejó que la gotita resbalara por su mejilla y luego caer al centro del cuenco. Esa lágrima simboliza la emoción pura y sincera del amor.

Ya con los ingredientes completos en el cuenco, Yiran los mezclo con una cuchara de plata, pronunciando las siguientes palabras:

—Con cada pétalo y rayo de sol, con cada lágrima y polvo estelar, que este exilir infunda amor verdadero y eterno.

Yiran emocionada vertió la poción en un frasco nuevo y lo contempló con adoración, tan contenta al pensar que por fin lograría con esa pócima que su alfa notará los sentimiento que habían entre ellos.

«Considera bien tus acciones, pues lo que invoques con este hechizo puede no manifestarse de la forma que esperas. Recuerda, el verdadero amor no se fuerza; nace del corazón no de la magia.»

El suave tintineo de la campana de la entrada sacó a Yiran de su burbuja de felicidad. Apagando las velas rápidamente, se apresuró a llegar al frente al escuchar que le llamaban.

—¿Qué se le ofrece? —preguntó amablemente, mientras colocaba el frasco en el mostrador y se amarraba el cabello en una coleta alta—. Oh, son ustedes.

—Veníamos por las pociones de camuflaje —dijo un beta musculoso que venía en compañía por un grupo de alfas que vestían con ropas del equipo de rescate.

—¿Van a una misión?

—Sí, se nos informó que un grupo de Omegas está siendo intercambiado por armas y que pronto serán enviados al extranjero.

—Qué horrible. Tengan cuidado en la misión y regresen todos los que salieron de TERRASEN.

—Así la luna lo quiera, señorita Yiran.

Yiran les entregó un maletín con las pociones que permitirían a los agentes ocultar sus características que los distinguía de la jerarquía normal, junto con algunos suministros para tratar heridas en caso de necesidad durante la misión. Despidió al habitante del pueblo escondido, deseándole suerte para que lograran rescatar a esos pobres Omegas y que nada malo les ocurriera ante el peligro que enfrentarían. Luego, salió afuera para despedir al grupo que se iba.

—¿Tú no irás esta vez? —preguntó Yiran al ver al alfa que desprendía un leve aroma a champagne.

—Los alcanzaré después. Primero tengo que ir a TERRASEN a tratar unos asuntos con Aker.

—Entonces ¿vas al pueblo? —preguntó alegre.

—Si.

—¡Espera un momento! Quiero que entregues algo por mí —comentó entusiasmada. Yiran entró en la pequeña cabaña y regresó rápidamente con una bolsita en mano—. Toma, entrégale este presente al señor Ren.

—Y ¿por qué no vas tú y se lo entregas?

—No estoy lista para ir al pueblo aún —susurró con tristeza—. Y mi hermano… ¿cómo está?

—Se le ve cada vez más triste. La muerte de la señora Osiris le afectó más de lo que ya estaba.

—Sí, ella era la única que lo ayudaba a mantenerse cuerdo y evitar caer en la oscuridad antes de encontrarse con su Luna. Ahora sin ella no se si lo logrará. Esa noche pudo haber sido fatal si no lo hubieran detenido a tiempo.

—Eso fue lo más aterrador que he vivido, y eso que me e enfrentado a bestias peligrosas y a innumerables peligros. Pero nunca había estado frente a una bestia como en la que se convirtió Aker esa noche. Aún recuerdo aquella noche, cuando la bestia salió del bosque y, entre todos los guerreros logramos someterla a duras penas. Recuerdo muy bien sus ojos rojos vacíos, ya no quedaba más humanidad solo era una bestia llena de furia y locura total, solo guiada por los más bajos instintos animales. Deberías ir a verlo Yiran, verte le ayudará a sobrellevar el dolor de la pérdida. Se muestra fuerte, pero por dentro se está desmoronando poco a poco. Creo que no le queda mucho tiempo antes de sucumbir a su lado animal, y temo no estar allí para impedirlo.

—Yo también temo eso, pero no estoy preparada para regresar al pueblo en este momento. Los recuerdos de mamá están presentes en cada rincón del lugar y eso me destruye el alma.

El fuerte guerrero acarició suavemente la cabeza de la pequeña Omega, ofreciendo apoyo mientras ella sollozaba al recordar a la persona que más amaba en el mundo. Aunque no era su madre biológica, la había tratado con un amor y una dedicación que superaban los de una madre. La Omega estaba profundamente agradecida a la luna por haberla puesto en su camino el día en que su verdadera madre la abandonó en aquel solitario bosque. Un bosque al que no lograba encontrar el valor de entrar desde que ella ya no estaba allí para envolverla en sus cálidos y reconfortantes brazos de madre.

—¿Solo esto vas a enviar?

—Sí, solo eso. Pero dáselo a él y a nadie más.

—Esto no te saldrá gratis, Yiran.

—Lo suponía. El que va dentro de la bolsa es para el señor Ren y este otro es tuyo, el jugo de coco que tanto te gusta.

—Así nos entendemos mejor. Nos vemos luego; tengo que ir rápido y alcanzar a mi equipo para la misión.

—¡Buena suerte!

El sonido de los cuerpos chocando resonaba en el lugar acompañado de gritos de esfuerzo y dolor.

Uno de los luchadores agarro a Geb por el cuello, intentado asfixiarlo, pero Geb logró liberarse con un golpe rápido al estómago, el otro oponente recién se recomponía del ataque que anteriormente había recibido.

El sudor les corría por la frente, y la pelea solo se ponía más intensa, los dos oponentes de Geb se recompusieron y arremetieron de nuevo contra él, cayendo al suelo, rodando y luchando por el control, usando codos y rodillas en una pelea desesperada.

*—To-tócame ~

El suave susurró de esa dulce voz resonó en su mente, siendo tan clara y vivida como si se la susurraba al oído descolocando a Geb y distrayéndolo de la pelea. Cosa que fue aprovechada por uno de sus oponentes dándole un fuerte puñetazo mandándolo directamente al suelo.

Los demás guerreros y luchadores a su alrededor jadearon sorprendidos, deteniendo sus actividades para observar con perplejidad lo que había sucedido. Y no era para menos; Geb era el mejor guerrero que tenía ese pueblo. Pero el verdadero motivo de su asombro era que, por fin, alguien había logrado vencerlo en una pelea además de Aker y darle un golpe directo.

—¿Qué demonios? —susurró Geb, atónito, mientras se llevaba la mano a la mandíbula adolorida desde el suelo.

No podía creer que lo habían golpeado y derribado al suelo, y todo por culpa de un “alfita de imitación” que se había cruzado en su mente para distraerlo.

—Lo-lo siento —murmuró el beta con voz temblorosa.

El luchador estaba completamente aterrorizado por el giro inesperado de la situación. Nunca antes había logrado darle siquiera un puñetazo a Geb sin terminar inconsciente. Sabía que todo había terminado para él, ya que Geb era extremadamente agresivo cuando se enojaba y en ese momento estaba visiblemente furioso.

Mientras el luchador temblaba de miedo, Geb seguía sin poder creer lo que había ocurrido. Nunca antes había permitido que nadie le tocara el rostro, ni siquiera Aker durante sus combates, se esforzaba al máximo para evitar que Aker le rozara siquiera la cara. Aker había sido su único rival al cual no había logrado vencer. Pero, al recordar, Geb se dio cuenta de que hubo alguien antes que sí logró darle un puñetazo, no solo uno sino que varios, más esa noche.

—¡Mierda, jodida mierda! —gruñó, furioso—. Ese cachorro desagradecido está cruzando todos los límites —no solo se había metido en su espacio personal, sino que también lo ha hecho hacer cosas que nunca hubiera imaginado hacer con otro alfa, y ahora ¿Ha tenido el descaro de distraerlo apareciendo durante sus sagrados entrenamientos? Geb estaba realmente furioso, más consigo mismo por dejar que alguien lo afectará de esa manera.

Lo que más le enfurecía era la indiferencia que mostraba Enrik, solo recordar la manera de actuar tan despreocupada le hacía recordar a su mismo y eso solo era su propio karma, recordar ese maldito día de Luna llena solo empeoraba su humor, porque lo que habían hecho por un celo inducido por la luna termino en ellos dándose placer el uno a otro hasta saciarse, aún cuando la luna dejo de iluminar y esparcir su efecto, termino en ellos dos enredados bajo el calor que emitía la chimenea explorando sus bocas y cuerpo casi llegando a la parte final. Solo les faltó el valor para culminar el acto.

Se suponía que al terminar el efecto de la luna ellos se detendría pero fue imposible una vez que probaron y rozaron sus cuerpos, más cuando descubrieron lo compatibles que eran, Enrik con su torpeza y falta de experiencia solo lo incitaba a pervertir esa inocencia, alterando y elevando su ego.

Y así como había empezado todo terminó, la mañana siguiente llegó, y con ella la realidad. El no sentía nada por Enrik ni Enrik por él y aunque lo sintieran no sería posible estar juntos. Porque para él no existía nadie más que su Yiran, con la que planeaba compartir una vida hasta el final, sabía que Yiran no correspondía sus sentimientos pero él ahora todo por cambiar eso.

Rechinando los dientes cuál perro rabioso, Geb se levantó del suelo cargado de cólera. Clavó sus ojos marrones en el luchador, haciéndolo estremecerse de miedo ante su mirada furiosa. No pudo hacer nada cuando Geb se abalanzó sobre él, derribándolo con un fuerte puñetazo que resonó en el lugar. Luego salió del lugar de entrenamiento con pasos furiosos, los puños apretados y una tormenta ardiendo en su mirada. Quería desquitar su furia e iría a buscar al causante de ella.


Con el seño fruncido en concentración, Enrik con sus manos firmes guiaban la madera bajo la cuchilla de la garlopa, dejando atrás una superficie lisa y pulida. El suave aroma de la madera recién cortada llenaba el aire, mientras el ritmo contante del martillo golpeando los clavos resonaban en el taller.

—Enseguida vuelvo, hijo. Quedé con los demás ancianos para jugar bingo —dijo el abuelo, dejando el martillo a un lado y sacudiendo el polvo de las manos.

—Está bien, abuelito, vaya y diviértase.

—Ah, por cierto —añadió el anciano mientras se dirigía a la puerta—, una señorita pasará más tarde por una silla de su abuela. Encárgate tú de eso, ¿de acuerdo?

—Claro, abuelo. Tenga cuidado al caminar y no regrese muy tarde.

—Gracias, hijo.

—Emm… abuelito, ¿puedo quedarme otra vez en el taller esta noche?

De verdad no quería encontrarse cara a cara con Geb.

El anciano lo miró de reojo con curiosidad.

—¿Otra vez? ¿No estarías más cómodo en casa? Aquí no hay cama, muchacho.

—No se preocupe, estoy acostumbrado a dormir donde sea. Es solo que este pedido ya está al límite de la entrega, y necesito terminarlo —todo por no volver a ese lugar que siempre le recordaba esa noche, llevaba dos semanas durmiendo en el taller siempre con la excusa de trabajar extra.

—Está bien, hijo, pero no te excedes. Tu salud es más importante que cualquier entrega —dijo el abuelo mostrando preocupación, este muchachito era muy diligente en su trabajo y le agradaba mucho no quería que enfermara por exceso de trabajo.

—Lo sé, abuelito. Gracias.

El anciano, totalmente complacido con su nieto, partió con una sonrisa tranquila y se reunió con los demás ancianos para jugar bingo.

Enrik siguió con lo que hacía, su camisa, salpicada de aserrín, se adherida ligeramente a su piel por el esfuerzo. Cada movimiento era preciso, fruto de años de práctica, como si las herramientas fueran una extensión natural de sus manos. Llevaba en ese oficio desde que tiene memoria, siempre vivió rodeado del aroma a madera y barniz y por eso le calmaba estar en ese lugar, hacia que sus pensamientos desastrosos y molestos desaparecieran.

De repente, el sonido de la campana al abrirse la puerta lo sacó de su concentración. Levantó la mirada justo cuando una voz animada y familiar entraba al taller y lo saludaba con entusiasmo.

—¡Guapo, me alegra verte de nuevo! —exclamó Freya al entrar al taller con su habitual entusiasmo.

—Señorita Freya, la veo de nuevo —respondió Enrik con tono formal, procurando mantener la conversación breve. La chica era tan intensa como siempre.

Sin perder tiempo, fue hacia el rincón donde estaba la silla que la abuela de Freya había mandado a arreglar.

—Ay, tan lindo. Tú sí te acuerdas de mi nombre, no como otros —comentó Freya con una sonrisa juguetona mientras lo observaba trabajar.

—Aquí está. La cuenta, que mi abuelo se encargue de ajustarla con la tuya —dijo Enrik mientras le entregaba la silla.

Pero al notar que Freya batallaba para sostenerla, Enrik suspiró resignado y la acompañó hasta la puerta, ayudándola a cargarla afuera.

—Ay, ¿por qué no mejor la llevas hasta mi casa? —sugirió Freya, dejando caer su tono coqueto mientras liberaba sutilmente su dulce aroma. Sin embargo, este no surtió efecto alguno en Enrik, quien parecía completamente inmune a su encanto.

Enrik no era capaz de percibir aromas por lo tanto no le afectaban las feromonas que estaba soltando la omega.

—Es que es muy pesado y no quiero lastimarme —añadió con voz melosa, colocándose estratégicamente cerca de él. En un movimiento casual, sus manos comenzaron a recorrer el brazo de Enrik, admirando su fuerza—. Mira qué fuerte eres. Si te cansas, puedo hacerte unos masajes para que no te sientas dolor.

Enrik dio un paso atrás, incómodo pero tratando de no ser descortés.

—N-no, gracias. Creo que la silla no es tan pesada… Además, tengo trabajo pendiente que no puedo dejar. Tal vez en otra ocasión.

Enserio la actitud de Freya le incomodaba.

Freya, claramente insatisfecha con la respuesta de Enrik, abrió la boca para replicar, pero sus palabras murieron antes de salir. Una opresión insoportable llegó desde algún lugar lejano, envolviéndola en una fuerza invisible que le robó el aire. Su pecho se contrajo, y las alarmas del peligro resonaron en su mente como un eco aterrador, paralizándola por completo.

Enrik notó de inmediato el cambio en ella. Sus ojos perdieron el brillo coqueto, reemplazado por un pánico palpable. Preocupado, Enrik se acercó y tomó su brazo, intentando ayudarla, pero su toque solo pareció intensificar la presión de la Omega.

Freya jadeó, llevándose una mano al pecho, mientras su mirada se clavaba en algo detrás de Enirk.

—¿Qué pasa? —preguntó Enrik, desconcertado.

Freya no respondió. Sus labios temblaban y sus ojos estaban fijos, aterrorizados, en un punto más allá de Enrik. Entonces ella lo vio; un par de ojos verdosos, oscuros como un abismo, emergieron de las sombras. Taladrando su cuerpo con una furia contenida que la dejó helada.

El miedo la atravesó como un rayo, haciéndola retroceder un paso tambaleante. Apenas logró balbucear:

—C-Creo que ya… ya me siento mejor —tartamudeó, apartando la mirada rápidamente. Luego, sin decir una palabra más, tomó la silla como si nada y, casi corriendo, salió del lugar, dejando a Enrik totalmente aturdido, sin saber qué había pasado.

Totalmente confundido por la actitud cambiante de Freya Enrik regresó al taller, pero al girarse casi choca con un pecho ancho y robusto. Levantó asustado la mirada y se encontró con el rostro serio de un alfa, uno que no había visto en días. La dureza de su expresión era intimidante, obligando a Enrik a apartar la mirada.

Unos segundos de silencio pasaron, y luego, con una risa burlona, Geb rompió el ambiente tenso.

—¿Te gustó su “servicio”? Ella es buena con la boca.

—¿Qué? ¡Oye, no hables así de la señorita Freya! —el comentario inapropiado de Geb enojo a Enrik.

Una risa sarcástica escapó de Geb, cargada de desprecio.

—Mira cómo la defiendes… Debió haberte dejado un buen “recuerdo” para que hables así de ella.

—Vete al carajo, Geb.

Enrik no le prestó atención a las palabras de Geb y, decidido a ignorar alfa lo más posible, entró nuevamente en su zona de trabajo. Intentando ignorar a Geb lo máximo posible mientras luchaba por controlar el acelerado ritmo de su corazón al verlo allí, tan cerca.

El alfa, imponente y curioso, comenzó a husmear tocando aquí y allá, con la mirada fija en Enrik. Geb observaba en silencio al concentrado cachorro trabajar, el único sonido era el de la lija de madera raspando, creando un contraste con el pesado silencio que los rodeaba. Los ojos de Geb no podían apartarse de Enrik, verlo de nuevo le hizo tranquilizar la ansiedad que no sabía que sentía, la furia que sentía anteriormente se desvaneció con solo ver de nuevo a ese alfita de imitación. Y al darse cuenta de lo que provocó la sola presencia de ese cachorro, encendía una chispa de furia en su interior.

Sin pensarlo, sus pasos firmes lo guiaron hasta donde estaba Enrik, y se sentó frente a él, observándolo con detenimiento, no podía evitarlo era interesante observarlo trabajar.

Las manos de Enrik, protegidas por guantes, se movían con destreza, y Geb no pudo evitar notar cómo la ligera capa de aserrín que se adhería a sus brazos le daba la apariencia de pequeñas pecas. Cada vez que Enrik aplicaba presión sobre la madera, las venas de sus brazos se abultaban, haciendo que Geb tragara con dificultad, sin poder apartar la mirada. No sabía que tenía ese gusto.

Su mirada subió hacia el rostro de Enrik, quien estaba completamente concentrado en su tarea. Los lentes transparentes que protegían sus ojos se deslizaron ligeramente hacia abajo, y Geb sintió el impulso de acercarse, ajustar las lentes con sus propios dedos, y aprovechar el momento para oler su cuello, húmedo de sudor. La vista le dejo la boca seca.

La respiración de Geb se volvió más errática, aún más cuando el suave y seductor olor a coco, mezclado con la madera, llegó hasta su nariz, un aroma que resultaba más seductor de lo que esperaba. Su manzana rodó haciéndolo tragar saliva con dificultad. Su ensoñación se rompió de golpe cuando Enrik se quejó de dolor.

Enrik al cortar con la sierra de mano, su dedo índice rozó el filo, traspasando el guante. Enrik se quitó rápidamente el guante y llevó el dedo a su boca, tratando de calmar la herida.

Fue en ese preciso instante cuando el autocontrol de Geb se desplomó. Sin pensarlo, se levantó del asiento, rodeó la mesa y se acercó a Enrik con determinación. Tomó su mano con fuerza, observando la pequeña cortada sangrante, y sin dudarlo, llevó el dedo a su propia boca.

El sabor metálico de la sangre invadió su paladar, pero lo que realmente lo cautivó fue el toque sutil a coco, una mezcla inesperada que lo dejó completamente fascinado, un gemido gustoso se atoro en su garganta. Cada fibra de su ser se tensó ante la sensación, y la necesidad de controlarse se desvaneció por completo.

—¿Q-qué haces? —la presión del agarre de Geb sobre su muñeca se sintió abrasadora, y la lengua resbaladiza sobre la herida provocó una mezcla de picor y dolor. Enrik intentó hablar, pero su voz se quebró. —T-te estoy hablando.

La confusión invadió su mirada mientras observaba al alfa. Geb ya lo miraba con esos ojos verdosos oscuros, como si estuviera desnudándolo por completo, lo observaba de manera profunda y seductora.

Antes de que pudiera reaccionar, sintió cómo lo tomaban de la cadera con una fuerza que le quitó el aliento. Y en un movimiento rápido, Geb lo levantó y lo sentó sobre la mesa, arrojando los utensilios al suelo con un estruendo ensordecedor.

—¡¿Qué demonios haces, idiota?! —exclamó Enrik, intentando levantarse, pero la rapidez de Geb lo desarmó por completo. Antes de que pudiera reaccionar, sintió cómo sus labios eran capturados en un beso feroz, tan agresivo que no le dejó espacio para resistirse.

La lengua de Geb invadió la boca de Enrik con una intensidad abrumadora, tomando su lengua, chupándola y mordisqueando el resbaloso músculo con una mezcla de deseo y ferocidad. Enrik, en un intento por separarse, colocó sus manos en el ancho pecho de Geb, empujando y golpeando la zona con fuerza. Geb molesto por los golpes del alfita tomó ambas manos y las inmovilizó, llevándolas hacia atrás con fuerza. Así no interrumpirá más su festín.

—¡Aah! ¡S-suéltame! —gritó Enrik, forcejeando en vano contra el agarre de Geb. Solo podía apretar sus manos inmovilizadas sin poder resistir la dominación del otro, la diferencia de tamaños y fuerza lo mantenían atrapado, como si estuviera luchando contra una pared imposible de mover.

Su lado alfa luchaba por tomar el control pero había una parte de él que estaba disfrutando ser dominado por el otro. Eso hacía que su mente se bloqueará y actuara dócilmente.

Los chasquidos de sus besos resonaban con fuerza en el reducido taller, llenando el espacio con intensidad. Sus labios apenas se separaban lo suficiente para tomar aire, solo para volver a unirse con una desesperación que encendía aún más la atmósfera cargada de deseo.

Los lentes que Enrik llevaba puestos resbalaron de sus ojos, casi cayendo al suelo, pero Geb, con una suavidad inesperada, los recogió y, con un gesto tierno, los colocados de nuevo en su rostro, dándole un delicado beso en la nariz como si nada de lo sucedido fuera capaz de interrumpir su control absoluto.

Enrik estaba completamente abrumado por la fuerza de Geb. Aunque ambos eran alfas, la diferencia de poder entre ellos era evidente. Las feromonas de Geb llenaban el aire, densas y pesadas, con un olor a champagne que se infiltraba en su mente, nublándolo y embriagándolo por completo. Sentía una mano caliente recorriendo su cuerpo con morbo, tocando su piel, dejándole una sensación de cosquilleo por dónde tocaba, mientras que la otra sostenía la parte trasera de su cabeza impidiéndole separarse de sus bocas, y lejos de experimentar repulsión, un deseo inesperado comenzó a crecer en él, una necesidad de más de ese contacto, de esas fuertes manos que lo poseían. Quería más.

Esta vez, Enrik no luchó. Sabía que aunque intentara resistirse, siempre sería presionado por Geb. En un impulso de frustración, mordió con fuerza el labio inferior del alfa, hasta hacerle sangrar.

—Bastardo, te odio tanto —musitó entre dientes apretados, su voz cargada de rabia contenida.

Sin esperar más, tomó el rostro de Geb con fuerza, atrayéndolo hacia sí. Sus bocas chocaron en una lucha feroz, donde la sangre que se mezclaba entre sus labios no hacía más que alimentar su excitación.

Geb dejó escapar un gruñido de placer mezclado con dolor, una respuesta que dejó claro cómo el gesto encendía aún más su excitación. Ese sonido rasposo y profundo despertó algo primitivo en Enrik, avivando el fuego que ardía en su interior. Tentado por el deseo de arrancarle más de esos gruñidos, Enrik hundió los dedos en el cabello de Geb y tiró con fuerza, arrancándole un nuevo sonido grave y cargado de intensidad.

Los labios húmedos de Geb se deslizaron hacia la mandíbula de Enrik, mordiendo ligeramente antes de bajar hacia su cuello. El aroma embriagante de su piel hizo que Geb dejara escapar un gemido gustoso. La manzana de Adán de Enrik se movió con cada respiración profunda, temblando bajo el toque de Geb, quien comenzó a dejar marcas rosáceas en su cuello al morder y chupar con intensidad. El mismo sabor de esa noche, tan delicioso como recordaba.

Las manos de Geb viajaron rápidamente hasta el pantalón de Enrik, desabrochando el botón y bajando la bragueta con determinación.

—¿O-oye, qué haces? ¡S-suéltame! ¿Por qué siempre terminas manoseándome? —protestó Enrik, sobresaltado al sentir la mano ardiente del alfa deslizarse dentro de su ropa interior. Su voz estaba llena de quejas, pero su cuerpo traicionaba su resistencia, reaccionando con una honestidad que no podía ocultar.

—Eres un mojigato —gruñó Geb con una sonrisa burlona, su tono cargado de provocación—. Bien que estás duro con mi toque, y aun así no dejas de quejarte. ¿Por qué no mejor cierras esa boquita y me dejas escuchar cómo gimes para mí?

Las palabras provocadoras del alfa encendieron la furia de Enrik. Con un empujón cargado de rabia, logró que Geb, tomado por sorpresa, cayera sentado en la silla que estaba detrás de ellos. Sin pensarlo dos veces, Enrik bajó de la mesa, su cuerpo temblando de ira, y sus ojos, ahora enrojecidos, destilaban una cólera contenida.

—¿Por qué actúas así, Geb? —espetó Enrik, su tono lleno de frustración—. Vienes con tu actitud egocéntrica, comportándote como un idiota, y luego me besas. ¿Qué quieres de mí? Ya no estamos borrachos ni cegados por la luna. Estamos sobrios, y hemos dejamos claro que lo que pasó antes fue un error.

Enrik apretó los puños, tratando de encontrar sentido a las acciones del alfa. La actitud de casanova de Geb lo confundía, pero lo confundía aún más la manera en que lo trataba, como si sus intenciones fueran algo más que simples juegos. Quizás, solo quizás… ¿podría ser que a Geb…?

—¿Te gusto? —soltó de golpe, con más fuerza de la que esperaba—. Si es así, dilo… ¡responde!

Pero en lugar de recibir una respuesta, Geb lo tomó con rapidez, agarrándole el brazo y jalándolo hacia él. Enrik cayó a horcajadas sobre su regazo, atrapado por la fuerza del alfa.

—…No me gustas —respondió Geb con una sonrisa fría—. Si crees que siento simpatía o cariño por ti, estás completamente equivocado. La razón por la que actúo así es tu culpa… Deberías hacerte responsable.

—¿De qué hablas, imbécil? ¡Yo no te debo nada!

—Por tu culpa —continuó Geb con un tono que mezclaba burla y reproche—, me vi obligado a tener encuentros íntimos con un alfa.

—Y eso a mí en qué me afecta? Que yo recuerde, siempre fuiste tú quien tomó la iniciativa, no yo.

Geb frunció el ceño, sus ojos destilando una mezcla de ira y algo más oscuro.

—Desde tu llegada no has sido más que un maldito fastidio —gruñó Geb, su voz cargada de desprecio—. Esa noche, cuando te emborrachaste, me vi obligado a llevarte a mi casa por órdenes de Aker. Si hubiera sido por mí, te habría dejado amanecer tirado en la calle.

Hizo una pausa, sus ojos encendidos con una mezcla de rabia y algo más oscuro.

—Pero no, tú decides actuar como un maldito coqueto, seduciéndome con tus miradas y tus gestos. Eres igual que esas putas fáciles que solo necesitan que alguien les entierre una verga para sentirse vivos. Así que no vengas ahora con ese aire de santito conmigo. —Se inclinó hacia él, su tono se volvió peligroso, casi un susurro—. Vas a hacerte cargo de lo que provocaste. Y no te preocupes, no tomará mucho esfuerzo… esto acabará cuando haya saciado mi curiosidad por follar con un alfa.

Las palabras de Geb fueron como un golpe directo al pecho de Enrik, dejando una opresión insoportable que lo ahogaba. Sus puños se cerraron con fuerza alrededor del cuello del alfa, temblando de pura rabia contenida. Sus ojos, llenos de furia y un dolor casi perceptible, se clavaron en los de Geb mientras su voz se reducía a un susurro helado.

—Eres despreciable…

—¿Despreciable? —rió con desdén, su mirada helada y llena de arrogancia—. Si piensas que me importa lo que pienses, estás muy equivocado. No te quiero para nada serio, solo eres un medio para saciar mi curiosidad. Una vez que eso se termine, ni siquiera te miraré dos veces. Así que deja de pensar que tienes algún valor para mí, porque no lo tienes.

—¡Vete a la mierda tú y tu maldita curiosidad! —espetó Enrik, su voz cargada de rabia—. Preferiría mil veces morir que ser tu experimento de curiosidad. Y si tanto dices que no tengo valor, entonces… ¿Porqué deseas mi cuerpo? Que sea la última vez que te acercas a mí, maldito. ¡No porque seas más alto y fuerte que yo voy a permitir que me trates de esta manera, infeliz!

Enrik, completamente enfurecido, se levantó del golpe del regazo de Geb. Con un empujón cargado de toda su frustración, logró derribarlo junto con la silla en la que estaba sentado. El estruendo del golpe llenó el taller, pero Enrik ni siquiera le dedicó una mirada más, su pecho subiendo y bajando con violencia mientras intentaba calmar su respiración.

—Vete ahora mismo de aquí. Por la tarde iré a recoger mis cosas y no volverá a ser tu molestia…. Ojalá nunca te hubiera conocido.

Geb se levantó del suelo, manteniendo su actitud arrogante. Se acercó a Enrik con pasos firmes y tomó su barbilla con fuerza, obligándolo a mirarlo a los ojos.

—Esto no se va a quedar así, cachorro —dijo con tono desafiante—. Tarde o temprano sucumbirás a mí, y cuando eso pase, yo será el ganador.

Con esas palabras, se inclinó ligeramente, dejando un suave beso en la comisura de la boca de Enrik. Sin mirar atrás, se dio la vuelta y salió de la carpintería, dejando a Enrik solo en la fría quietud del taller.

Enrik permaneció allí, en la soledad del lugar, procesando lo que acababa de suceder. Se odiaba a sí mismo más que nunca. No quería sentir lo que sentía, pero su pecho ardía por las palabras hirientes de Geb, y lo que más lo desgarraba era la mezcla de ira y deseo que se había instalado en su interior. A pesar de todo lo que había dicho, algo dentro de él lo empujaba a ceder, a sucumbir a los deseos del alfa.

Se sentía sucio, humillado, y se detestaba por no poder borrar de su cuerpo las huellas de las manos de Geb, ni el sabor amargo de sus labios. Quería deshacerse de esas sensaciones, no quererlos más, pero el peso de sus propios sentimientos lo aplastaba.

—¿Qué hago, Selen? Ayúdame, por favor…

𝚄́𝚕𝚝𝚒𝚖𝚘 𝚌𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚍𝚎𝚕 𝚊𝚗̃𝚘 𝚖𝚒𝚜 𝚕𝚞𝚗𝚒𝚝𝚊𝚜, 𝚊𝚚𝚞𝚒 𝚖𝚎 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚒𝚍𝚘 𝚍𝚎 𝚎𝚜𝚝𝚎 𝚙𝚛𝚒𝚖𝚎𝚛 𝚊𝚛𝚌𝚘, 𝚍𝚒𝚜𝚏𝚛𝚞𝚝𝚎́ 𝚖𝚞𝚌𝚑𝚘 𝚎𝚜𝚌𝚛𝚒𝚋𝚒𝚎́𝚗𝚍𝚘𝚕𝚘...

𝖠𝗌𝗂 𝗇𝗈𝗌 𝗏𝖾𝗆𝗈𝗌 𝗁𝖺𝗌𝗍𝖺 𝗇𝗎𝖾𝗏𝗈 𝖺𝗏𝗂𝗌𝗈 𝗉𝖺𝗋𝖺 𝖾𝗅 𝗂𝗇𝗂𝖼𝗂𝗈 𝖽𝖾𝗅 𝗌𝖾𝗀𝗎𝗇𝖽𝗈 𝖺𝗋𝖼𝗈, 𝗇𝗈 𝗌𝖾 𝗉𝗋𝖾𝗈𝖼𝗎𝗉𝖾𝗇 𝗅𝖺𝗌 𝖼𝗈𝗌𝖺𝗌 𝖺𝗉𝖾𝗇𝖺𝗌 𝖾𝗆𝗉𝗂𝖾𝗓𝖺𝗇 𝗒 𝖾𝗌𝗍𝖺 𝗁𝗂𝗌𝗍𝗈𝗋𝗂𝖺 𝗏𝖺 𝗉𝖺𝗋𝖺 𝗅𝖺𝗋𝗀𝗈 \(@ ̄∇ ̄@)/

𝗡𝗼 𝗼𝗹𝘃𝗶𝗱𝗲𝗻 𝗱𝗮𝗿𝗺𝗲 ☆ 𝘆 𝗰𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗮𝗿 ♡

𝘍𝘦𝘭𝘪𝘻 𝘢𝘯̃𝘰 𝘯𝘶𝘦𝘷𝘰 𝘯𝘰𝘴 𝘷𝘦𝘳𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘦𝘭 𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘢𝘯̃𝘰 por ahí en febrero... ♥♥♥♥

𝖠𝗊𝗎𝗂 𝗎𝗇𝖺 𝗂𝗆𝖾𝗀𝖾𝗇 𝖽𝖾𝗅 𝖼𝗎𝖼𝖺𝗋𝖺𝖼𝗁𝗈 \'•̀益•́´/


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