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ᶜᴬᴾᴵᵀᵁᴸᴼ ᵀᴿᴱᴵᴺᵀᴬ ᵞ ˢᴱᴵˢ

🎶Lobito blanco tan suave y pequeño, bajo el cielo estrellado, sueña sin freno.🎶

Todo a su alrededor es difuso, como si estuviera suspendido en un vacío etéreo. En la lejanía, una dulce voz resuena, tan armoniosa que lo invita a acercarse para sumergirse en su calidez y así alejar los susurros intrusivos de sus propios pensamientos. En ese momento, la línea entre la realidad y la fantasía se desvanece, creando un eco vibrante en su mente.

🎶Mi amor por ti son como estrellas sin fin, brilla en la noche, eres mi jardín.🎶

Una vez más, esa dulce voz inunda el espacio solitario. Aunque se siente exhausto, tanto física como mentalmente, sigue con determinación el llamado de esa voz atrayente. Durante el breve tiempo que ha vagado en este estado, ha logrado captar susurros distorsionados que indican que lleva más de tres meses en esta situación. Recordar cómo llegó hasta aquí lo transporta vívidamente a aquella noche.

🎶Duerme tranquilo en mi brazo de amor, sueña sin miedo, en tu mundo de paz.🎶

Aún podía sentir la sensación de la sangre escapando de su cuerpo, junto con la satisfacción del descanso que su cuerpo ansiaba. A pesar del dolor, experimentó una sensación de bienestar. En ese momento, el descanso que su cuerpo experimentó parecía irresistiblemente tentador, incitándolo a dejarse llevar hacia la oscuridad. Y así lo hizo; se dejó envolver por ella, abrazándolo con tanta calidez que todo lo que lo atormentaba parecía desvanecerse. Anhelaba que esa oscuridad lo abrazara para siempre.

🎶Lobito blanco, sueña en tu dulzor, con cada latido te amamos más y más.🎶

Con cada paso, la melodiosa y suave voz se hacía más clara, acompañada de la imagen nítida de su autor en la distancia. ¿Avanzar hacia ella o retroceder? La idea de retroceder carecía de sentido; él mismo era el origen del sufrimiento de su manada. Ya no podía enfrentar la idea de volver atrás y encontrarse con aquellos a quienes había prometido proteger, evitando así sus miradas de desprecio o decepción. Esa carga sería demasiado pesada de soportar.

🎶Lobito blanco, nuestro rayo de sol. Mamá y papá siempre a tu lado estarán.🎶

Cada vez más, la imagen borrosa tomaba forma, y estaba a tan solo unos pasos de ellos. Sabía quiénes eran; los reconocía tan claramente que resultaba imposible no identificarlos. Sin embargo, las vívidas imágenes de su manada lo hicieron detenerse en seco. Los pocos momentos felices que compartió con ellos, las risas y el amor que compartieron en las noches frías y solitarias se agolparon en su mente como un mantra, haciéndolo cuestionar su decisión y obligándolo a reconsiderar por qué estaban allí.

¿Valdría la pena seguir adelante? ¿O debería rendirse y sumergirse en ese eterno silencio? Había jurado protegerlos, había hecho una promesa a sus padres y a la Luna misma. Sin embargo, se encontraba haciendo exactamente lo contrario. La decisión que había tomado previamente vacilaba ante esa promesa. Pero ya no se sentía capaz de cumplirla como lo había hecho en el pasado.

🎶Brilla en la noche, eres mi jardín. Mi amor por ti son como las estrellas sin fin.🎶

No podía dar marcha atrás; ya no podía hacerlo. Anhelaba desesperadamente un respiro, un descanso. Con determinación, avanzó hacia la hermosa voz que entonaba su padre Omega junto a su padre Alfa. Estaba ahí, tal como habían prometido, a solo unos pasos de distancia. Cuando una mano se enredó en su muñeca, deteniéndolo con suavidad. Por instinto, giró para enfrentarse a quien le impedía avanzar, y lo primero que encontraron sus ojos fueron unos profundos ojos azules que lo observaban con súplica. Era él, su lobo, su fiel compañero que nunca le dejo solo ni un momento. Y al observarme sintió que le fallaba a él también, por su decisión.

—Déjame ir.

—No.

—Quiero irme, lobito. Quiero estar con mis padres.

El lobo negó con la cabeza frenéticamente, apretando su agarre.

No. Debemos regresar. La manada nos necesita.

—Estoy cansado.

Pero la manada espera.

—¡No entiendes! No quiero regresar, no quiero. Ellos nos hacen cosas dolorosas y nos tocan de manera asquerosa. No quiero volver a ese lugar. No quiero sentir dolor ni miedo. No quiero llevar ese peso en mis hombros, el peso de no poder hacer nada. No quiero volver allí. No me obligues.

Mientras hablaba y mostraba su negación a regresar, su apariencia cambiaba, revelando al niño de cuatro años que yacía dentro de él. Lloraba desconsoladamente, extendiendo los brazos hacia sus padres con una expresión de dolor tan profundo que apretaba el corazón del lobo. Observaba con impotencia la transformación, un mecanismo de defensa instintivo más común en los lobos, pero en este caso, era el alma humana la que necesitaba protección. La devastación emocional era tan abrumadora que la parte lobuna de Kye no pudo hacer frente a esa decisión. Aunque el lobo también se encontraba exhausto, no podía abandonar a su manada; había prometido sacarlos de allí. Así que, sin más remedio, soltó la manita que sostenía y permitió que su lado humano se desvaneciera.

-Dejaré una parte de mí aquí, en este limbo, como un guardián de mi alma. Si decido regresar... esta parte débil me recordará que debo protegerme a mí mismo, incluso en los momentos más oscuros.

Esa noche, su lado humano quedó cubierto en lo más profundo de su ser, abrazado por los cálidos recuerdos que aún brillaban en su alma. En cambio, su parte lobuna emergió con ferocidad, listo para liberar a su manada del oscuro y opresivo lugar en el que se encontraban. Buscarían la anhelada libertad, y dejar atrás el tormento para encontrar un nuevo comienzo bañado en esperanza.

En una sala de conferencias, se reunieron todos los científicos y propietarios de las instalaciones, conocidos como los Woods. A pesar de ser propietarios del laboratorio más poderoso, ninguno de ellos tenía especialización en ese campo específico, excepto el más joven de todos. Este joven pasaba la mayor parte del tiempo inmerso en el laboratorio, mientras que los demás supervisaban y gestionaban el lugar desde fuera.

—¿Qué avances tenemos hoy? ¿Ya se ha creado el inhibidor transformador? —preguntó el mayor de los Wood, un beta de avanzada edad con canas que adornaban su cabeza.

—Aún no, señor. Estamos trabajando en ello —respondió el científico segundo al mando, un beta con bigote canoso.

—Apresuren esa investigación. Necesitamos ese inhibidor y asegurarnos de mantenernos en la cima.

—No hemos logrado encontrar el ingrediente que necesitamos para terminarlo —comentó el beta, dirigiendo su mirada al menor de los Woods.

—Entonces, ¿cuáles son los resultados de estos meses? —preguntó el mayor, recordando que se llevaba a cabo una reunión cada tres meses para revisar los avances y nuevos experimentos.

—Encontramos una fusión de un nuevo tipo de sangre que es increíblemente prometedora —intervino el menor de los Woods, levantándose de su asiento para explicar su hallazgo-. Hemos logrado fusionar el tipo de sangre Aqua con una serie de genes modificados para crear una nueva especie. Es emocionante pensar en las posibilidades que esto nos ofrece.

—¿Y qué hay del portador de esa sangre? ¿No sufrirá consecuencias? No podemos permitirnos perder más de esos seres —cuestionó el mayor.

—¡Bah! ¿A quién le importa el individuo cuando hemos logrado crear algo revolucionario? Sacrificios mínimos por el avance de la ciencia. Además, 0 es muy fuerte; ha pasado por experimentos que ninguna otra especie ha logrado sobrellevar.

—Entonces, ¿ya está comprobado que funciona?

—Sí, y son hermosos, hermano. Son aún más hermosos que los originales.

—Me alegra saber eso. ¿Y quién es 0?

—Es un Omega lobo que tiene una sangre muy especial. Le llamé a su sangre "Sangre Génesis". Este proceso implica la introducción controlada de material genético de las células madre en el ADN del tipo de sangre, permitiendo una fusión estable entre ambas especies. A través de este proceso de fusión celular, logramos crear nuevas variantes de sangre que incorporan características genéticas de múltiples especies, resultando en una sangre híbrida con propiedades únicas y potencialmente beneficiosas. ¡Logramos crear nuestras propias especies!

—Estas son excelentes noticias. ¿Y funciona en la casta alfa?

—No todos lo aceptan en su organismo. Es más efectiva en omegas; ellos se adaptan rápidamente a su nueva genética y mutan a especies sumamente hermosas. Aunque aún pienso que una original se vendería igual o a precios más elevados que una fabricada.

—Omegas de calidad, ¿eh? Llama a los socios que trafican omegas y diles que encontramos un nuevo experimento que les interesará.

—¿Ya no venderán las especies Aqua?

—Sí, pero se realizará una subasta anual y solo una será la elegida esa noche. Así la venderemos por un precio mucho más alto. ¿Y con la reproducción, cómo vamos?

—Sobre eso, logré descubrir que hacer una prueba de compatibilidad antes de emparejarlos era mejor que inducirlos a un celo. Con esta prueba, logramos asegurar que no haya daños en su reproducción, garantizando la seguridad de las especies involucradas, así como una cría. La investigación ya está aprobada y algunas ya se encuentran en cinta.

La sala se llenó de bullicio y celebración.

—Estoy seguro de que no tardaremos en crear ese inhibidor transformador y, con la ayuda de la Sangre Génesis, lo lograremos. Solo esperen, hermanos, el mundo será testigo de nuestro dominio sobre la naturaleza misma.

Kye no era el mismo desde que despertó de su coma. Su comportamiento agresivo desconcertó a todos los presentes. Nadie podía acercarse a él sin arriesgarse a sufrir un arañazo o una mordida mortal. La intensidad de su agresividad se cobró varias vidas de los científicos que se atrevieron a enfrentarlo, convirtiéndose en testigos de sus mortales ataques que les costaron la vida.

En ese momento, yacía el quinto científico en el suelo, su garganta desgarrada por garras horripilantes. Era evidente que ya no podían controlarlo; nada parecía tener efecto sobre él.

—¡Controla a ese animal ahora mismo, Caleb! Los nuevos científicos llegarán pronto y no queremos que un fenómeno como ese los lastime. Si no puedes controlarlo, tendremos que ponerle fin, no me importa si es la clave de nuestros experimentos exitosos.

Era consciente de la fascinación que su hermano sentía por ese Omega, y sabía que debía detenerlo antes de que cometiera un error. No podía permitir que continuara con esa obsesión.

—Mejor concéntrate en encontrar el motivo por el cual algunas especies han desaparecido. Y ten mucho cuidado, Caleb, recuerda que tu familia somos nosotros.

—¿Qué insinúas, hermano?

—No estoy insinuando nada en particular. Solo te aconsejo que pienses en lo que te conviene. Adminístrale un sedante para alfas.

—¡Eso podría afectar...!

—¡Me importa una mierda Caleb! Haz lo que te digo.

Caleb se encontraba en una encrucijada, confundido por el comportamiento cada vez más inquietante de 0. Si bien antes se resistía, nunca había llegado a esos extremos. Parecía como si una fuerza desconocida estuviera tomando el control de sus acciones. Desde el día en que despertó del coma, Caleb sabía que algo había cambiado en él. No solo sus ojos, que antes eran verdes, habían cambiado a un azul intenso, o los rasgos que habían surgido de repente en su cuerpo. Todo en él lo decía: era salvaje e irracional, sin rastro humano. Esta transformación representaba un problema para ellos, ya que no podían llevar a cabo sus experimentos que incluían a 0. Nadie podía acercarse a él; solo emitía gruñidos de advertencia y estaba listo para atacar ante el menor movimiento en falso.

Un chillido lo sacó de sus pensamientos, y Caleb observó al lobo, que permanecía inmóvil en la camilla, pero aún así no dejaba de gruñir. Parecía que el tranquilizante alfa había funcionado para calmarlo. Debían actuar con rapidez y llevarlo a las celdas, pues no sabían cuánto tiempo duraría el efecto de la dosis.

—Llévenlo a la celda de castigo —ordenó.

Caleb observó cómo los guardias se acercaban 0 con cierto temor, mientras este los miraba con atención y ferocidad. Parecía que el sedante había adormecido su cuerpo, pero no lo suficiente como para dejarlo inconsciente.

Después de recorrer los largos y solitarios pasillos, abrieron la pesada puerta de metal y se dirigieron hacia la casi última celda del lugar. Esta celda estaba apartada de las demás, solitaria y sucia. Al entrar, comenzaron a encadenarlo con unas pesadas cadenas. El efecto del sedante estaba empezando a disiparse, y para cuando terminaron de atarlo, ya no podía hacerles daño. Caleb ordenó que lo dejaran solo, y los guardias, obedeciendo sus órdenes, se retiraron.

Caleb se acercó a Kye y se agachó a su altura. Tomó su barbilla y obligó a sus ojos a encontrarse. Los ojos de Kye lo observaban con odio y advertencia, pero Caleb lo miraba con completa locura en los suyos, una obsesión enfermiza que asqueaba a Kye.

—Eres mío 0. Soy tu alfa, y tú deber como buen Omega es obedecer y ayudar a tu alfa —susurró sobre los labios de Kye y luego de darle un casto beso en sus labios resecos se marchó de la celda dejándole completamente solo.

Kye nunca reveló su verdadero nombre, por eso ese individuo le llamaba "0". Le decía que ese número le representaba, porque él era el principio y el fin. El principio, porque mediante su sangre podían crear nuevas especies, y el fin, porque dictaba la muerte de otras.



Esa noche, Kye sufrió en medio de la oscuridad, presa de constantes jadeos que dificultaban su respiración. Sentía que el aire le faltaba, que todo a su alrededor giraba, y su visión comenzaba a tornarse borrosa. Percibía que su corazón pronto se detendría, sumiéndolo en la oscuridad eterna. Esto le ocurría cada vez que un miembro de su manada dejaba de existir. El lazo con los suyos era tan fuerte que sentían el dolor de los demás como propio, una conexión que los unía como uno solo y que les indicaba cuando uno de ellos partía de este mundo.

Luego, un grito desgarrador inundó el lugar, estremeciendo a todos los presentes. Compartían el dolor y se brindaban consuelo mutuo para sobrellevar la pérdida. Era desgarrador saber que experimentarían ese dolor una y otra vez, y aunque intentaban acostumbrarse, cada vez dolía igual de profundo.

Sin embargo, algo cambió esa noche. Kye sintió un nuevo lazo, uno diferente a los demás, más fuerte y exclusivo. Una parte de él se tranquilizó al percibirlo, pero necesitaba estar cerca para sentirse seguro. Exhausto, se dejó caer, intentando alcanzar ese lazo. Supo que lo había intentado todo cuando lo sintió vibrar desde el otro lado, enviándole una señal de auxilio y suplicando por su pronta salvación.

Por más que intentaba liberarse de las cadenas que aprisionaban sus manos, Kye no lo lograba. Todo era en vano, y la sensación de impotencia lo consumía. Había perdido la cuenta de los días que llevaba encerrado allí. Solo venían a dejarle comida y luego se marchaban. Su única esperanza ahora residía en la vibración de ese lazo desde el otro lado que respondía a su llamado, pero no había recibido señales de que alguien se acercara. Empezaba a creer que todo era una ilusión.

Pero esa noche, todo cambió cuando las pesadas puertas se abrieron. Sabía que no eran los científicos, ya que estos solo llegaban por la mañana. Además, ese día había sido castigado por atacar a los médicos, por lo que no le habían dado de comer. Kye percibió un aroma que inundó el lugar, dejándolo aturdido por varios minutos. Era el petricor, el olor a lluvia y tierra mojada, que lo transportó a ese día en el bosque, a la calma que había sentido al envolverlo. El aroma lo acunó y lo fascinó.

Mientras observaba la tenue luz que se acercaba a su celda, deseaba gritar que estaba allí, que lo rescataran, pero su garganta le ardía, dolía horrores. Su desfallecimiento se intensificó cuando una presencia dominante se aproximó a su celda. Aunque no podía verlo, sabía que estaba allí, lo supo por el aroma que emanaba, intenso y dominante.

—Aborten la misión.

Esa voz dominante hizo que Kye se estremeciera, sacando a relucir su lado sumiso. Sonaba tan demandante y potente que provocaba el deseo de obedecerla, incluso en contra de su voluntad. Si antes pensaba que su aroma era lo único dominante, se equivocaba. Al escuchar su voz, quedó fascinado y se perdió en su sonido, áspero y profundo, que le transmitía una sensación de calma, en contraste con las palabras que pronunciaba hacia quienquiera que fueran dirigidas. Kye anhelaba escuchar más de cerca esa voz, conocer a la persona a la que pertenecía, tenerla a su lado. Sabía que bajo su protección estaría seguro; ahora se sentía seguro.

—Mi... mi Omega está aquí.

Estoy aquí, alfa. Tu Omega está aquí. Mírame, por favor, mírame y observa cómo me tratan. Destruyámoslos juntos, alfa, pero no me abandones.

Kye sintió ansiedad y terror al ver cómo la figura apenas iluminada del alfa se daba la vuelta y se alejaba. ¿A dónde iba? ¡Él está aquí! ¿No me ves? ¡Estoy justo aquí! No podía permitirse que se fuera. Necesitaba a su alfa. Lo necesitaba desesperadamente.

—A-alfa.

Llamó suave y ansiosamente, y su alfa se detuvo, escuchándolo. Sabía que con él lograría destruir ese lugar. Aunque aún no estaba seguro si su alfa estaba involucrado también, no le importaría acabar con él si era necesario. Se aprovecharía y usaría sus encantos de Omega, especialmente sabiendo lo que ellos eran. No dejaría que esa oportunidad se escapara. Con o sin la ayuda de su alfa, saldrían de ese lugar y lo destruiría.


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𝙽𝚘 𝚘𝚕𝚟𝚒𝚍𝚎𝚗 𝚟𝚘𝚝𝚊𝚛 ! ⭐
𝙶𝚛𝚊𝚌𝚒𝚊𝚜 𝚙𝚘𝚛 𝚕𝚎𝚎𝚛! 😘

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