Enrik golpeaba repetidamente la puerta del baño, moviendo la perilla con insistencia. Sus piernas se apretaban con fuerza, luchando con las ganas de orinar que tenía. Se despertó bruscamente de un sueño en el que se encontraba junto a un río, bebiendo agua. Esto le había ocurrido desde en infancia y no había salido nada bien, así que se forzó a abandonar ese sueño y corrió hacia el baño para vaciar su vejiga. Sin embargo, se encontró con que el baño estaba ocupado y, a pesar de tocar durante un tiempo, la puerta no se abría.

—Oh, Diosa Luna, ten piedad de mí —susurró.

—¿Qué carajos quieres? —inquirió Geb con voz potente y grave al abrir la puerta.

Enrik dejó de rezar a la Luna e ignoró la pregunta de Geb, quien lo observaba con una mirada amenazante. Pero, esto no detuvo a Enrik, quien simplemente lo empujó para entrar al baño y aliviar su vejiga sin molestarse en cerrar la puerta.

—Ca-casi me hago en los calzoncillos —murmuró, sintiendo el alivio en su cuerpo.

—Eres un asqueroso de mierda. Que sea la última vez que haces eso, ¿me oíste? —rechistó colérico—. No me gusta que me interrumpan mientras tomo la ducha —replicó molesto.

Geb, de pie en el marco de la puerta, lo observaba con los brazos cruzados, realzando sus pectorales, solo llevaba una pequeña toalla anclada a su marcada cintura. Su piel desnuda se adornaba con las gotas de agua que resbalaban suavemente por sus prominentes músculos.

—¿Y tú no usas el baño? ¿No haces tus necesidades? ¿Eres tan delicado? ¿Acaso eres un alfa? —cuestionó enfadado Enrik; la actitud del otro le irritaba, siempre gruñendo.

—¿Qué dices, pequeña mierda? —Geb se acercó amenazante a Enrik y susurró en su oído—. Repite que no soy un alfa y verás cómo te compruebo lo alfa que realmente soy.

Enrik se estremeció de miedo ante la amenaza de Geb y no se atrevió a moverse de su puesto. Sentía la pesada respiración de Geb sobre su cuello, erizándole el cuerpo. Geb superaba a Enrik en tamaño y musculatura; la diferencia entre ellos era evidente incluso siendo de la misma casta. Estaba claro que el único perdedor en esa situación era él.

—¿Q-qué dije? Ya se me olvidó —tartamudeó haciéndose el loco, apartándose del alfa para dirigirse al lavamanos. Desde ahí solo vio a través del espejo cómo Geb salía del baño cerrando la puerta de un portazo, lo que le hizo dar un pequeño brinco—. Casi me orino del susto.

Enrik salió del baño y se encaminó a la cocina en busca de preparar el desayuno. Geb ya estaba allí, vestido con su típico traje de guerrero. ¿No se cansaba de llevarlo todo el día? Se preguntó Enrik, aunque no se atrevió a hacer la pregunta directamente. Preparó su desayuno en silencio, aunque sus habilidades culinarias dejaban mucho que desear (algo que compartía con Denix, quienes apenas lograron sobrevivir gracias a la comida enlatada durante esos años). Tostó unos panes en la tostadora y les untó jalea de piña que encontró en el refrigerador. Además, se sirvió un vaso de leche. Con su improvisado desayuno listo, se sentó frente a Geb, quien, a diferencia de él, disfrutaba de una comida bien elaborada.

—¿Por qué no te pones ropa? —preguntó Geb al observar a Enrik solo en bóxer.

—¿Eh? Ah, es que así es más cómodo —respondió relajadamente.
—Ponte ropa —ordenó con la mandíbula tensa.

—¿Por qué te molesta? Los dos somos alfas, así que no hay problema en que ande así —la actitud mandona de Geb le molestaba mucho.

—Aquí no es lugar para exhibirse de esa manera.

Geb se levantó irritado de su asiento al permitir que un "alfita de imitación" lo afectara de esa manera. Casi pierde la razón en el baño al percibir el casi nulo olor a coco proveniente de Enrik, quien, tras levantarse era un tanto fuerte, ese olor lo descolocó tanto como en otras ocasiones. Esa sensación lo hizo sentir al borde de perder la cordura, y darle un mordisco a ese delgado cuello. Reconoció que su reacción fue cobarde al huir del "alfita" para recuperar el control en su habitación. Al levantarse nuevamente, aprovechó que Enrik no lo veía y casi corrió hacia su habitación, ocultando la erección que había surgido sin su permiso al observar el cuerpo de este. Geb se sentía molesto de que un cuerpo tan escuálido y sin curvas tuviera ese impacto en él.

Enrik experimentó un escalofrío que erizó su espina dorsal, sin percatarse del entorno cargado de peligro que lo rodeaba. El aroma a champagne impregnaba el comedor, con un matiz de excitación que pasó desapercibido para el limitado sentido olfativo de Enrik.

—Lavé toda mi ropa y aún no se ha secado —murmuró para sí mismo, habia olvidado que debía hacerlo y solo se cambiaba ñ sin darse cuenta de que se quedaba sin opciones de vestimenta.

—Que sea la última vez que usas mi ropa, así que no te acostumbres —masculló Geb al regresar al comedor, arrojándole algunas prendas a Enrik antes de salir de la casa.

Enrik las tomó y se las puso allí mismo; aunque le quedaban un poco grandes, prefería eso a pasar el día entero en bóxer. Además, debía ayudar al pueblo con el evento que se llevaría a cabo en unos días.

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Enrik caminaba con calma cuando Yiran prácticamente lo secuestró, arrastrándolo hacia el bullicioso en el centro del pueblo.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Enrik al observar cómo corrían de un lado a otro con objetos decorativos.

—Se acerca la cosecha de Luna Llena, por eso estamos preparándonos para ese día tan importante —explicó Yiran con emoción.

—¿Cosecha de Luna Llena? Suena interesante. ¿Y se cosecha mucho ese día?

—Pfff... —Yiran se carcajeó, dejando a Enrik confundido con su risa— Sí, sí, digamos que se cosecha en ese día, pero no alimentos —Yiran le explicó a Enrik de qué se trataba esa celebración mientras decoraban las calles del pueblo.

En el pueblo de TERRASEN, se celebraba un evento crucial antes de la llegada de la Luna Roja: la cosecha de Luna Llena. No era por los cultivos de la época, sino porque alfas y omegas se enlazaban, encontrando a su hilo rojo. La festividad ocurría cuando la luna alcanzaba su máximo brillo, revelando el hilo rojo que conectaba a las almas gemelas. Este vínculo duraba hasta el amanecer, y si tenías la suerte de encontrar a tu otra mitad en ese momento, se completaba el lazo eterno, asegurando que de esa unión florecieran frutos. La celebración tenía lugar tres meses antes de la Luna Roja, un fenómeno que se manifestaba cada siete años.

Para algunos, esta celebración no traía alegría, ya que no sabían si su Luna estaría presente esa noche o afuera, pero las esperanzas no se perdían. También aprovechaban para celebrar la llegada del Omega de su guardián. Decir que estaban felices era quedarse corto, pues habían sido testigos de cómo las esperanzas de su guardián se desvanecían poco a poco, junto con su deseo de seguir buscando. Así que esta era más una bienvenida al Omega Luna Roja, era una celebración de su regreso a esas tierras.

—¿Y tú, Yiran, aún no has encontrado a tu hilo rojo? —preguntó Enrik mientras ayudaba a cargar algunas cosas hacia el bosque.
—Sí, pero él no me acepta —murmuró con tristeza.

—¡¿Cómo es eso posible?! Quien no aceptaría a tan hermosa mujer.

—Él, mi alfa, pero no lo odies por eso, ya entendí el porqué de su rechazo. Solo espero que esta vez no venga a rogarme él a mí —musitó con enojo.

—Ojalá se dé cuenta a tiempo y no cuando sea tarde —comentó, deteniendo su paso y acariciando el cabello de Yiran, quien tenía los ojos llorosos—. No llores...

No pudo terminar lo que iba a decir, ya que alguien pasó en medio de ellos, separándolos con un movimiento brusco. Precisamente, Enrik fue empujado lejos de Yiran, provocando que cayera al suelo.

—¡Enrik! -Yiran soltó las cosas que cargaba y se apresuró a ayudar a Enrik —¿Pero qué te pasa, Geb? ¡¿No viste a Rik?! —exclamó muy enojada, encarando a Geb.

—Lo siento, no te vi —murmuró sin rastro de culpa en su rostro, y se dio la vuelta, siguiendo su camino.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Denix, haciendo acto de presencia.

—Lo empu...!

—Me caí —se apresuró a decir, interrumpiendo a Yiran—. Me tropecé y caí —no quería meter en problemas a Denix por algo que no valía la pena. Sabía muy bien que el Omega iría a encarar al alfa, y conociendo a Denix, este le propinaría unos cuantos golpes. Él no quería que Denix tuviera problemas por culpa suya.

—¡Eres un pendejo! ¡Fíjate dónde pisas! —Denix lo regañó severamente.

—Sí, mamá.

—Ahora sí.

Denix soltó las cosas que cargaba y se abalanzó sobre el alfa, tumbándolos al suelo mientras se jaloneaban el pelo y se propinaban pellizcos que arrancaban quejidos. Yiran solo observaba entretenida la pelea, riendo. Le encantaba pasar tiempo con ellos; si no estuvieran en el pueblo, ya se habría regresado al lugar a las afueras del bosque.

—¡Suéltame, garrapata mohosa!

—¡Primero suéltame tú, Omega estúpido!

—¿Cómo me llamaste? Alfa de mierda. ¿Quieres que le diga a mi Aker cómo me llamas?

—Ay, no, no, Nix, perdo...

—¡Enrik! -gritaron a lo lejos.

Los tres voltearon hacia la voz, detallando a lo lejos a una chica que saludaba animada en su dirección. Esta estaba acompañada de otras que también dirigían su atención hacia ellos.

—Eres un infiel -acusó Denix, dedicándome una mirada juzgona—, apenas te quito el ojo y ya andas de puto.

—¿Q-qué, no?

—Todos los amigos son iguales, unos infieles —renegó Denix, levantándose del suelo y ayudando a Enrik a ponerse de pie con un jalón que lo hizo tambalearse.

—¿Y esas quiénes son? —preguntó Denix, achicando sus ojos para observarlas con detalle, hasta que clavó su mirada en cierta pelirroja—. La puta roba alfas comprometidos.

—¿Cómo? —preguntó Enrik, observando en esa dirección.

—Sean más disimulados. ¿Ellas son...

—Putas, son putas y ya, eso son.

—¡Nix! Ten más respeto con las señoritas.

—No, ellas son enfermeras. Pero... ¿qué le pasará a Eliz? Parece gallina desplumada.

Denix no desviaba la mirada de la chica sirena llamada Eliz, hasta el nombre le sonaba horroroso. La observaba con una sonrisa divertida y la juzgaba de arriba abajo sin disimulo, lo que provocó escalofríos siniestros en la pelirroja. Sufrió de temblores al punto de esconderse detrás de Freya en un intento de protegerse.

Después de la golpiza, Eliz había quedado mal: con la nariz vendada, un cabestrillo en su brazo derecho y un collarín. Además, parte de su cabello había desaparecido en manos de Denix esa noche. La chica solo miraba con pánico a Denix, quien no le quitaba el ojo de encima. Sus ojos esmeralda cambiaban a un azul eléctrico, aterrando aún más a la pelirroja, que temblaba como gelatina.

—Ellas siempre hacen un espectáculo en ese evento, pero parece que Eliz no podrá participar esta vez —explicó Yiran, retomando la caminata hasta el bosque, seguida de Enrik y Denix. Este último le dedicó una última mirada y una sonrisa siniestra de colmillos puntiagudos, sacándole un grito aterrorizado a la chica.

—¿Qué tipo de espectáculo? —preguntó Denix interesado.

—Mm, bailan una danza mientras la Luna brilla con más intensidad. Así seducen a quienes ellas quieren y pasan la noche de celo juntos. Algunos están más ansiosos por esa parte que por otra cosa.

—Ya veo... ¿Y Aker participa en estos eventos? —preguntó de manera calmada, no como una urgencia.

—No, él solo ayuda a organizar el evento y después desaparece en el bosque —Yiran muchas veces temió que Aker saliera del bosque en busca de su hilo que lo guiaba a las afueras de ese bosque. Durante la Luna Roja, Aker desaparecía. En una ocasión, Yiran lo siguió solo para verlo con un nudo en la garganta, acariciando su hilo dorado con anhelo de salir y buscar a su luna.—. Esta es la primera Cosecha de Luna Llena en la que participará.

Denix sintió un alivio en su pecho. Imaginar que alguna de esas arpías pasó una noche con su Alfa lo enfurecía a él y a su lobo. Así que esa noche de Luna Llena, compensaría a su Alfa por ser paciente y esperarlo, planeando darle una sorpresa.

—¿Qué tipo de cara es esa? —preguntó Enrik a Yiran, refiriéndose a Denix, quien miraba hacia la nada con la mirada perdida, que cambiaba de un color a otro.

—Es la cara de un Omega imaginando lo que hará con su Alfa en Luna Llena.

—¡Ay, no, qué asco!

Después de dejar las cosas en el bosque, regresaron al pueblo para ayudar a los demás. En ese momento, Yiran les contaba acerca de dicho evento.

—La Diosa Luna otorgó ese día para que cada quien encuentre a su hilo rojo, abuela Osiris —Yiran se detuvo al recordar los regaños de su madre, Osiris, cuando la llamaba abuela. Por eso ella siempre decía "abuela", recordando vívidamente cuando la reprendía—. Mamá Osiris se encargaba de estos eventos, ayudaba a las parejas a encontrarse y a otras a fortalecer su hilo. Nunca entendí por qué se negó tanto a cortarlos cuando se lo pedían en estas ocasiones.

—¿Por qué pedirían algo así? El hilo es sagrado.

—Eso decía ella, y me lo dejó advertido en su libro, me lo repite en cada página, aunque... aún no sé por qué me lo dejó.

—Tal vez hay algo importante ahí.

—Tal vez... Me siento nerviosa al recordar que falta poco para el evento. Esta vez me va a tocar a mí el papel que cumplía madre. No sé si lo haré bien.

—No te preocupes, lo harás bien.

Enrik la consoló dándole un pequeño abrazo y unas palmadas en la espalda. Sin saber que, un alfa los observaba con furia contenida desde lejos. Geb incapaz de soportar lo que veía, se dirigió hacia ellos con pisadas fuertes, llegó hasta donde estaban y separó a Enrik de un tirón de Yiran.

—¿Necesitas ayuda, Yiran? —preguntó Geb colocándose en medio de ellos.

—Mm, por el momento no... ¡Oh, espera! Agradecería mucho que sostuvieras la escalera —señaló la escalera que estaba a su par.

—Con gusto.

Yiran asintió contenta, pero no fue ella quien subió a la escalera.

—¡Rik! ¡Ahora sí!

Y quien se subió a la escalera fue Enrik, con un Geb irritado sosteniéndola. De vez en cuando, le pasaba algunas decoraciones, mientras escuchaba fastidiado cómo reían y bromeaban entre ellos, ignorándolo completamente. Yiran se divertía viendo a Geb, tan irritado. Cada vez que este ofrecía su ayuda, lo mandaba sutilmente con Enrik, quien hacía todo sin negarse ni replicar, y aunque con mala cara, terminaba siempre ayudando a Enrik entre gritos. Hasta que simplemente se hartó de no poder acercarse a Yiran y se fue.

Ellos se quedaron decorando entre juegos, risas y bromas hasta que casi oscureció. Todos estaban aguardando los materiales para continuar lo que quedaba para mañana, y continuar mañana.

—Esto es muy pesado —se quejó Yiran tratando de mover una caja.

—Hay que pedirle ayuda a Nix, ese Omega mueve hasta una piedra gigante —comentó. Llevaban un rato tratando de moverla y ya no podían más. Él era un debilucho con brazos de espagueti y Yiran... ella era bonita.

Observando en dirección al Omega, donde lo encontraron muy acaramelado con Aker, ya ni parecía el mismo Omega grosero que unas horas antes escupía hasta culebras por la boca diciendo groserías. ¡Hasta hacía ojitos, pucheros y se comportaba como un indefenso conejito!

—El poder del amor, míralo actuando débil cuando es capaz de tirarse encima a cuatro alfa a la vez —renegó Enrik, observando incrédulo cómo Denix actuaba frente a Aker—. No conocía esa parte de Denix, él siempre se mostró esquivo y hacía todo por su cuenta.

—Tal vez... solo se siente seguro con mi hermano. Como tú dices, siempre fue esquivo porque está acostumbrado a hacer las cosas por los demás y no al revés. Ahora puede dejarle sus cargas a alguien que está muy dispuesto a llevarlas por él.

—¿Y ahora qué hacemos? Ya está oscureciendo.

—Déjame y busco ayuda —sugirió Yiren, desapareciendo entre la gente y dejando a Enrik ahí.

Pasó un buen rato esperando a que ella regresara, pero nada de que volvía. Ya había poca gente en el lugar, y Enrik hasta estaba tentado a dejar esa caja ahí y volver a casa. Sin embargo, sus planes se frustraron cuando unas pesadas botas patearon la caja donde estaba sentado, derribándolo al suelo.

—¡Quítate, inútil! —Geb de una alzó la caja—. Apresúrate y tráete lo demás.

Enrik rápidamente tomó la otra caja, que no era pesada, y siguió a Geb.

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