
Capítulo único: "Qué seas feliz"
Sábado por la tarde en la ciudad del amor, un día normal para los habitantes de aquella ciudad, excepto para cierto rubio, el cual se encontraba caminando por las frías, oscuras y casi solitarias calles de París, con nada más que su triste soledad.
Porque si, nuevamente se había quedado solo.
-Día doscientos y aún no te olvido... ¿Porqué?- murmuró.
Dos meses pasaron desde su regresó, y nada volvió a ser como en un principió.
Tenía un buen trabajo, buena posición económica y grandes amigos que estaban ahí para apoyarlo.
Pero no la tenía a ella.
No contaba con la única persona capaz de hacerlo verdaderamente feliz, la única que, con una sonrisa, le alegraba hasta el día más gris.
No contaba con su dulce y tierna mariquita.
Ya no.
Detuvo su andar, mirando con melancolía el antiguo hogar de su único y primer amor, el cual lucia solitario aquella noche.
La extrañaba.
Realmente deseaba jamás haberse marchado de su lado, si tan sólo él se hubiera quedado con ella seguirían juntos, felices, amándose.
Lastimosamente, el hubiera no existe.
Perdió lo que más amaba, todo por su falta de interés, egoísmo y celos.
-Si tan pudiera regresar el tiempo...
El cielo se iluminó gracias a un trueno, el cual anunciaba una pronta tormenta, pero eso no le importaba.
Ya nada tenía sentido.
Con gran pesar, retomó su andar, sintiendo frías gotas de lluvia caer sobre su rostro demacrado por la tristeza, deformado por la ira.
Porque se odiaba a si mismo, por haberla dejado ir.
Sus pasos se detuvieron nuevamente, esta vez frente al parque donde todo comenzó, donde un mes de noviembre, un día lluvioso, luego de una pelea, él decidió dar el siguiente paso en su amistad.
Donde finalmente le pidió que fuera su novia.
-Maldita sea...- susurró. -¿Porqué tuvo que terminar así?- cuestionó. -¿Porque cuándo yo te amaba?
Guardo silencio ante aquella última cuestión, dando media vuelta para retomar su triste camino.
La realidad era que jamás supo demostrarle cuanto la amaba, cuanto la amo y cuando la seguía amando a pesar de todo.
El amor que continuaba profesandole era tanto que le dolía.
Tanto como su partida.
La lluvia comenzó a intensificarse, pero no hizo caso y continuó su paseo con normalidad, recordando cada uno de los momentos vividos con el amor de su vida.
Tantos momentos que serían eso, un recuerdo de lo que fue y no volverá a ser.
Gracias a su terquedad.
Desde que su relación término, nada había vuelto a ser como antes, hablaban, pero cada que el otro quería, se veían, solo cuando tenían algún trabajo en conjunto, pero aún así, el ambiente era incómodo, al menos para él.
Quería verla como una buena amiga, se negaba.
Tenía miedo de olvidarla.
Su verdosa mirada se posó en la iluminada torre Eiffel, dónde su desgracia comenzó, pues fue en ese mismo lugar su primer pelea como pareja.
-Aquí te dije que me iba, y con lágrimas en los ojos me pediste que no lo hiciera...- murmuró bajando la mirada. -Pero como siempre, te acuse de egoísta, no te hice caso, me fui y como era de esperarse... Te perdí.- se lamentó. -Soy un idiota.
Nuevamente comenzó a caminar, viendo como la gente a su alrededor corría presurosa para resguardarse de aquel día lluvioso.
«Como el día en el que te conocí...»
Jamás olvidaría su primer día de clases en una escuela normal, mucho menos era capaz de olvidar el primer malentendido que hubo entre los dos, pues de no ser por eso, jamás se habría animado a hablar con ella, disculparse fue lo mejor que pudo haber hecho, lo que inició su gran amistad.
Entregarle aquel paraguas y tocar sus manos por primera vez bajo la lluvia...
Se sentía un verdadero idiota.
-Quisiera tener catorce años nuevamente...
Un suspiro brotó de sus labios, luchaba internamente por no soltarse a llorar.
Le dolía, y mucho.
Sus pasos se detuvieron frente a la estación, rememorando lo que fue la despedida más difícil de su vida.
-Aquí te ví por última vez, me besaste, abrazarte y súplicaste que no tomará el tren, pero nuevamente te ignore...
Daría lo que fuese necesario con tal de cambiar ese día, con tal de no haber aceptado la propuesta de su padre, con tal de no haber subido a ese tren que tan lejos lo llevaría del amor de su vida.
Fue un tonto al no saber valorar lo que tuvo hasta que finalmente lo perdió.
Sus piernas comenzaron a moverse, corría con tal de alejarse de todos los lugares que alguna vez visitó con quien juraba compartiría el resto de sus días.
Odiaba aquel día, odiaba aquel mes, odiaba ese año.
Se odiaba a si mismo.
Hizo muchas cosas mal, provocó que la mujer que amaba derramara más de una lágrima por su causa, aún cuando le juro que jamás la haría llorar.
Ahora entendía perfectamente el porque ella se hartó y decidió buscar la felicidad en otros brazos, en otros besos, en otras caricias.
Y eso nunca se lo perdonaría.
Jamás debió dejarla sola.
Su andar se detuvo frente a la iglesia de Notre-Dame, donde las campanas sonaban sin cesar, llamando la atención de aquel joven, el cual dirigió su triste mirada al recinto religioso, viendo con gran dolor como una boda se llevaba a cabo.
Su boda.
-Ahora, Marinette Dupain-Cheng, ¿aceptas a Luka Couffaine como tu legítimo esposo?
Maldecia la distancia que hubo alguna vez entre los dos.
-Sí, aceptó.
Maldecia el momento en el que él se cruzó en su camino.
-Y tú, Luka Couffaine, ¿aceptas a Marinette Dupain-Cheng como tu legitima esposa?
Maldecia las veces que no pudo viajar y estar a su lado.
-Sí, aceptó.
Maldiecia aquel noviembre que lo dejó tan vacío.
-Ahora los declaró, marido y mujer, puedes besar a la novia.
Pero sobre todo, maldecia no ser él quien estuviera tomandola de la mano, besandola y jurandole amor eterno en el altar.
Lágrimas comenzaron a descender por las mejillas del empresario, quien miraba con total sentimiento aquella escena donde él debía ser el protagonista.
Resignado, comenzó a caminar, sin embargo, antes de marcharse, los zafiros de la mujer que amo se posaron en sus dolidas esmeraldas.
Azul y verde nuevamente en sintonía.
Por su parte, una sonrisa se formó en los labios del varón, quien hizo una pequeña reverencia para luego volverla a ver.
-Qué seas muy feliz, Marinette...
La azabache comenzó a caminar en su dirección, sin embargo, el gentío no dejaba que ella llegará a su destino.
Más cuando lo logró, ya era tarde.
Él no estaba.
Finalmente aquel noviembre no había sido para nada el mejor, pues perdió lo que más amaba.
Jamás volvería a recuperarla.
-Y la princesa vivió feliz por siempre...
El final de su cuento estaba escrito y él...
Aún debía escribir el suyo.
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¡Hey!
¿Qué onda?
Aquí LupitaHaibara reportándose con un nuevo OS, siendo este el especial por los 400 seguidores :'3
Muchas gracias por el apoyo, créanme que este es el comienzo y vamos por más :D/❤
De todo corazón espero que este escrito haya sido de su agrado, tenía ganas de hacer algo con esta canción y... Aquí esta ^^/
Ya saben que cualquier cosa pueden dejarla en los comentarios, yo encantada de leerlos :3
Y antes de irme vamos a dedicar este OS a mis hermanos uwu MeSr1317 y Kenneth_Roi :3 Espero que les haya gustado hermanos míos uwu/ y nuevamente, gracias por el apoyo que me dan :'D
¡Los amu!❤
Ahora si, sin más que decir, yo me retiro :3
Nos leemos en otra realidad virtual uwu
Bais~♡
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