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Omega Indeseable
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"¡Oh! ¡Pero qué desagradable!"
Estaba seguro que si cualquier persona lo viera le miraría feo y diría que un omega no debía comportarse así si planeaba conseguir marido.
¿Y a él que le importaba? Después de todo alfa que lo conocía, alfa que salía corriendo como alma que lleva el diablo.
No había esperanza para él, Zenitsu Agatsuma es la definición perfecta de lo imperfecto.
Gritón, llorón, miedica, mal carácter, perezoso, obsesivo-compulsivo y, por si fuera poco, feo. Zenitsu reunía las cualidades ideales para que un alfa huyera, por ello mismo es que se había rendido, y a quien le criticara por estar metido en la cama jugando Pokémon Sol y comiendo bocaditos de arroz siendo las tres de la tarde un miércoles, le callaría la boca con un "¡métase en sus asuntos, señora!".
Sí, completamente indeseable.
Su mundo estaba conformado por cuatro paredes (ocasionalmente seis) y todo el internet que su trabajo de mesero podía pagar. Pasaba noches en vela jugando en línea o en su consola, comía muy mal partiendo del hecho de que era malísimo en la cocina, y la única gente con la que hablaba era cuando un comensal lo insultaba por traer la sopa fría.
Zenitsu no era el único que ponía trabas, el mundo mismo le gritaba que era un despropósito de omega y su destino era morir solo y joven.
Así es, cuando un omega no tiene alfa, muere joven.
¿Cuánto le quedaba de vida?, ¿dos, tres años?, su médica Shinobu Kocho dijo que con suerte serían cinco años y la única salvación es tener un lazo, ¿cómo tener un lazo si a los alfas le causa rechazo verte?, Zenitsu, pobre jovencito de 19 años, no fue dotado de grandiosa y magnífica belleza; sí, su cabello era único e irrepetible, sus ojos tenían un extraño color entre naranja y avellana, sus mechones parecían plumas y su figura era como la de una bailarina, pero lamentablemente todo se concentraba en la cara.
Mi horrible y asquerosa cara.
Cejas gruesas, siempre las odió. Boca pequeña, grandes dientes. Ojos saltones y el color no ayudó.
¿Qué alfa querría esta cara en sus hijos?
El más grande sueño de Zenitsu era establecer un lazo, un hogar, tener muchos cachorros y un alfa amoroso (o amorosa) que le mime día y noche.
¿Era tanto pedir?
─ ¡Zenitsu! ¡Zenitsu! ¡¿Estás en casa?!─ se escuchó en el pasillo del piso 3.
El aludido dejó su consola a un lado y abrió la puerta de calle envuelto en una frazada polar pesada color amarillo pollito.
─ ¡Zenitsu, buen di-! ¿Qué haces así vestido?
Tanjiro Kamado, un molesto compañero de trabajo que por alguna razón trataba de socializar con él, borró su sonrisa usual y señaló de arriba a abajo el curioso ropaje del rubio.
─ ¿Vestido?─ pestañeó Zenitsu.
─ Dime que llevas ropa debajo de eso.
─ Entonces no te diré nada. ¿Qué quieres, Tanjiro?
─ ¿Cómo que "qué" quiero? ¡Prometiste ayudarme hoy!
─ ¿Disculpa?
Sin invitación ni nada por el estilo, Tanjiro entró en el apartamento de Zenitsu y se sentó en la sala que apenas tenía espacio para dos sofás individuales y una mesita de café.
─ Hoy a la noche tengo mi cita con un alfa muy especial...─ dijo el colorado perdiéndose en sus ensoñaciones─ y necesito que me cubras en el restorán.
─ No.
─ ¡¿Qué?!
Zenitsu ocupó el sofá delante del otro y suspiró.
─ Tanjiro, no puedo. Por amor a la Virgen.
─ ¡¿Qué?! ¡¿Porqué?! ¡Prometiste que lo harías!
Bueno, no andaba tan perdido, Zenitsu sí había prometido cubrirlo pero sufrió un pequeño "descompenso" el día anterior y simplemente no estaba en condiciones de trabajar.
─ No puedo, ¿sí?, pídelo a otro.
─ Todos los demás ya eligieron sus turnos, el gerente dijo que podría ir a mi cita si cambiaba contigo que eres el único libre, ¡por favor! ¡es mi oportunidad! ¡no sé que haré si no!
Odiaba la carita de perrito suplicante de Tanjiro, el muy maldito conseguía lo que sea con ese gesto y por lo general Zenitsu se resistía, sin embargo el tema de la cita cambiaba todo.
¡Una cita! ¡Con un alfa! El sueño de la enorme mayoría de omegas. ¿Quién era él para negárselo?
Si tomo supresores tal vez...
─ ¡Bien!─ exclamó exasperado─ pero si me descompenso en medio del trabajo juro que tu próxima cita será con un cirujano plástico porque tE VOY A DESTROZAR EL ROSTRO, ¡¿ME OÍSTE?!
─ ¡Gracias, Zenitsu, qué amable de tu parte!
Tanjiro Kamado, el maestro de la manipulación.
─ El turno es a las ocho, ¡de nuevo gracias!
Le cerró la puerta en la cara y suspiró contra ella.
¡¿Qué voy a hacer?! Si tomo los supresores ahora no podré hacerlo hasta dentro de un año, ¿y si tengo una emergencia? ¡quedaré estéril de por vida!
Zenitsu peinó su cabello hacia atrás y escondió el rostro en sus piernas cubiertas por la frazada.
Qué situación tan desafortunada.
Era obvio que no podía ir al restorán sin tomar supresores, cualquier loco se le tiraría encima y su cuerpo tampoco funcionaría bien a la hora de servir y recoger platos, sin embargo hacerlo significaría que si algo sucediese, lo que sea, y necesitara supresores, no podría tomarlos o le destruirían la fertilidad.
Levantó la cabeza y la echó para atrás.
─ Supongo que tomaré supresores...
Receta médica: 1 cada ocho horas.
Los supresores son una pequeña cápsula blanda (o pastilla) que los omegas y betas toman en época de celo para precisamente suprimir sus hormonas (feromonas) y continuar con su vida diaria sin ataques de calor, lubricación espontánea y atracción de la casta opuesta. En el caso de los betas son ellos mismos, en el caso de los omegas son los alfas.
Como cualquier cosa sintética que metes a tu cuerpo para detener procesos completamente naturales e inevitables, los supresores tienen su lado negativo.
"Si te pasas de uno puedes quedar estéril, y eso en un omega es una sentencia de muerte segura".
Zenitsu repitió las palabras de su médica un millón de veces en su cabeza, miró la pastilla cortada en sus manos, tan pequeña y tan destructiva, y tomó aire para no acobardarse.
Su celo llegó aquel día.
Con el pasar de las horas, y desde el día anterior, el calor fue aumentando, era cuestión de tiempo para que cayera de rodillas implorando penetración y nadie estuviera allí.
Si sólo estaré cuatro horas en el trabajo...
Un supresor duraba ocho horas. Medio debería durar de cuatro a cinco, ¿no?
Hizo tripas corazón y la tragó.
Ya nomás sobraba darse un baño, vestirse e ir a trabajar.
─ Agatsuma, ¿cubres a Kamado?
─ Sí, señor.
El gerente Murata revisó su planilla y marcó el cambio, mandó a Zenitsu a los vestidores y al rato el cartel del restorán dijo "abierto".
Todo marchaba muy bien.
Zenitsu iba y venía de la cocina con platos llenos y vacíos, llevaba años trabajando en ese restorán familiar y al final se acostumbró a la velocidad del servicio, los gritos de niños (que mucho daño hacían a su fina audición pero ya qué) y el ajetreo de un sitio con más mesas que espacio libre.
¿La única desventaja?
Admirar en primera plana la familia amorosa que él jamás podría iniciar.
Cinco años, cinco años y de lo único que tendré que preocuparme es del tamaño de mi féretro.
─ ¡Mesa seis!
─ ¡Yendo!
Cada centavo terminaba en un frasco enorme que decía "sepelio" porque para allí iba.
─ Su orden.
Zenitsu entregó varios platos de carne y papas a una familia de seis integrantes, cinco adultos y un niño, y el pequeño tiró de su mandil llamándole la atención.
─ ¿Sí?─ preguntó el rubio dulcemente.
─ ¿Me cantas mi canción?
¿Canción?
Buscó en su mente de qué diablos hablaba el niño de cabello rubio y ojos azules y asintió dudoso.
¿De qué canción habla? No creo que me haya oído cantar cuando fui a lavarme las manos, ¿o sí?
Zenitsu era dueño de una prodigiosa voz pero el niño no lo sabía, nadie lo sabía, ¿de qué canción hablaba?
─ ¡Un día feliz para ti, hoy es tu cumpleaños, sí que sí~! Felicidades, Tonio~ ¡tu cumpleaños, sí que sí~!
Atrás suyo uno de sus compañeros cantó a todo pulmón la canción especial que su restorán compuso para los cumpleaños de comensales y Zenitsu quiso golpearse la cara.
ESA canción.
Rogó que los cinco años se cumplieran rápido.
─ ¿Es tu cumpleaños, bonito?─ preguntó.
─ ¡Sip!
─ ¿Y cómo te llamas?
─ ¡Makoto!
─ ¡Canción de cumpleaños para Makoto entonces!
Zenitsu pintó una bonita sonrisa, aplaudió al compás de la melodía que lo perseguía en sus pesadillas y entonó.
─ ¡Un día feliz para ti, hoy es tu cumpleaños, sí que sí! Felicidades, Makoto~ ¡tu cumpleaños, sí que sí!
La familia del niño festejó alegremente y cantó la misma canción una vez más hasta que Zenitsu trajo el menú especial de cumpleaños.
Aplaudieron y una mujer de largo cabello blanco atado en una coleta de lado se dirigió a Zenitsu.
─ Gracias, mi hijo estaba muy emocionado porque festejar su cumpleaños aquí─ y la mujer acarició la coronilla de Makoto.
─ Oh, es un gusto.
Aunque la canción me atormente día y noche.
─ Cantas muy bien, ¿eres cantante?─ dijo un hombre sentado en la misma mesa.
─ ¿Eh? ¡N-no, no! ¡No soy nada de eso!─ rió Zenitsu.
No era la primera vez que halagaban su voz, sin embargo ningún canto de sirena cubriría su rostro o personalidad. O ambos.
─ Qué lástima, tendrías futuro.
─ G-gracias...
Zenitsu se retiró e hizo una parada en el baño de empleados, el restorán era un horno gigante y de a ratos los meseros necesitaban refrescarse.
Abrió la llave del agua, se lavó la cara e incluso tomó un poco, se secó el rostro ligeramente para mantener humedad un rato más y el calor regresó. Repitió el proceso y de nuevo su piel ardía en contacto con su camisa.
¿Porqué tengo tanto calor?
Una pequeña idea surcó su mente.
Corrió a los lockers y sacó su celular, chequeó la hora y marcaba las doce y cuarto.
La pastilla empezó a perder efecto.
Guardó el celular rápidamente y al salir buscó con la mirada a Murata, el restorán estaba que estallaba y ubicar a un sujeto con cara tan simple y confundible no era fácil, pensó en ir a la cocina pero retrocedió y cerró la puerta de los vestidores.
Antes de siquiera hacer un movimiento debía cuidarse, habían dos alfas en la cocina (e incontables en las mesas) y uno solo con omega, el otro era un peligro para él.
Quizás si busco a un mesero...
¿Y si se encontraba con Kanao o Sabito?
No, definitivamente los meseros no eran opción, dos eran alfas y en cualquier momento vendrían a buscarlo a él; cuánto más tiempo pasara encerrado en los vestidores más se impregnaría el lugar con sus feromonas y todo alfa que se acercara a la zona enloquecería.
Debía irse, sí, tenía que irse.
Escribió un mensaje veloz al gerente de que sufrió un celo inesperado y necesitaba irse a casa, guardó sus cosas y salió por la puerta trasera sin cambiarse el uniforme siquiera.
No estaba lejos, su apartamento era parte de un condominio simplista más allá de la autopista 16 a tres cuadras de allí, y siendo más de la una de la madrugada ¿qué alfa saldría?; Zenitsu no era confiado ni relajado pero enserio urgía ver el lado positivo, aferrarse a él y correr, correr como nunca corrió en su vida.
Cruzó el estacionamiento del restorán con miles de autos de miles de colores aparcados, uno se le atravesó y retrocedió unos pasos, trató de rodearlo y el auto de nuevo le cerró el paso.
─ ¡Oh por un demonio!─ exclamó enojado.
Entre el calor de su cuerpo y el que la ira le generaba, Zenitsu respiraba agitado y sus piernas se tensaron.
─ ¡Déjame pasar, carajo!
El auto hizo un giro en U y trataba de estacionarse en un espacio vacío, el estacionamiento estaba tan lleno que apenas quedaba espacio para que el auto entrara, menos para que Zenitsu pasara.
Soltó un bufido y miró a su alrededor. Necesitaba escapar, el tiempo se le agotaba y a cada segundo su cuerpo se sentía más caliente, más pesado, más sudoroso y más débil.
─ ¡Déjame pasar!
Las manos le temblaban y era muy difícil sostener su morral.
─ ¡Muévete, imbécil!
El auto consiguió aparcar y la puerta se abrió. Una silueta gigantesca salió del auto y caminó alejándose del móvil bajo la luz del alumbrado eléctrico.
Seguro va a querer insultarme por gritarle.
─ No tengo tiempo para esto─ se dijo en un intento de no asustarse.
Zenitsu pasó por al lado del auto completamente desesperado y apuró el paso antes de que las piernas le fallaran.
Detrás, una estela aroma a durazno se deslizó hasta el conductor.
Dios...
No era como nada que haya olfateado antes, le recordaba a duraznos y a la vez no tenía nombre, era un aroma incomparable que llenaba sus pulmones y le aceleraba el correr de la sangre. ¿Dónde había estado su vida entera?
─ ¡Oye!─ llamó en voz ronca. El aroma le nubló la vista por un segundo y utilizó más fuerza de la que hubiese querido para tomar a esa persona del brazo.
─ ¡Wah!─ chilló Zenitsu al ser jalado hacia atrás bruscamente─ ¡S-suélteme!
Forcejeó y la otra mano del desconocido lo sujetó de ambos brazos.
─ Q-que...
Sin mediar palabras el que identificó como un hombre de cabello blanco y parche se acercó al hueco de su cuello y olisqueó con sumo cuidado.
Oh, era delicioso. El pequeño omega se retorcía en sus manos con tan poca resistencia que le causaba ternura. Sabía que a ellos les encantaba ser catados por alfas como él, que se derretían si uno se les acercaba en pleno celo y éste claramente estaba en uno.
¿Porqué andaba solo a semejantes horas? No se le ocurría ninguna suposición, o tal vez era porque la presencia del omega le estaba cortando la consciencia.
De una forma u otra, el chico le había hecho olvidar porqué estaba allí.
─ De-déjem... me ir...─ balbuceó Zenitsu a punto de caerse, las enormes manos del hombre resultaron ser su único soporte y lo apretaban más y más fuerte.
Su boca producía más saliva de la usual y eso sólo significaba que lo último del supresor desaparecía. Pronto no sería más que la debilidad de los alfas.
Oh, no...
Y el tacto del hombre a través de su camisa apuraba el proceso.
─ ¡No!─ se quejó en un hilo de voz─ E-eso n-no...
Zenitsu apretó los dientes y ya ni sus dedos querían arañar los antebrazos del desconocido, de su boca solamente escapaban suspiros acalorados y aumentaban gracias a las lamidas que el hombre daba en su fino cuello.
Estaba cediendo, iba a ceder, nunca antes un alfa lo había tocado y su cuerpo resentía la ausencia.
─ Qué lindo eres─ dijo el mayor atrapando a Zenitsu contra su cuerpo y besando su cuello─ y tan pequeño...
Su voz grave y profunda atravesó al rubio y le dió constantes choques eléctricos que sólo alguien con su divina audición podría sufrir. Eran sus tonos, el aire pasando por sus cuerdas, el ronquido que se escuchaba en su pecho por el placer animal que los abarcaba, era todo eso y Zenitsu no pudo más.
─ ¡Ah!
El hombre lo alzó y se dirigió a su auto, dejó el morral de Zenitsu en el asiento del copiloto y a él en el de atrás, movió cosas en la oscuridad que el menor no alcanzaba a distinguir con su vista cristalizada y apagó el auto.
En medio de la penumbra cerró la puerta detrás suyo e inmediatamente Zenitsu, guiado por su instinto, se acurrucó contra él y empezó a besar su mejilla.
El hombre se inclinó a un lado para que Zenitsu tuviese mayor alcance, éste puso ambas manos una a cada lado de su rostro y él se aferró a las caderas anchas y movedizas del menor.
Zenitsu se sentó en su regazo y repartió lamidas y besos por el rostro del alfa, desesperado por hacerlo, hipnotizado por el aroma a almizcle que sólo un omega en celo podría captar.
Alzó el trasero para que el desconocido masajeara su retaguardia y gimió ansioso cuando las manos del hombre trabajaron allí.
Antes le hubiese roto el puente de la nariz por tocarle. En su celo sólo deseaba que dejase de jugar con la comida y lo devorase.
─ ¿Vieron a Zenitsu? No están sus cosas.
Aoi entró a la cocina a preguntar y los demás alzaron los hombros sin idea de la ubicación del menor.
─ Qué raro...─ dijo para sí misma─ ¡Gerente!
La chica corrió hacia su superior y Murata asintió atento.
─ ¿Qué pasa, Kanzaki?
─ ¿Sabe dónde está Zenitsu? Nos falta gente, fui a buscarlo y sus cosas no están.
─ Oh, eso─ sacó su teléfono de tapita─ tuvo una "emergencia".
"Emergencia", eufemismo de celo.
Aoi suspiró rendida y regresó a la labor de repartir y levantar platos, sin dos manos menos tendría que poner más empeño pero ella solía hacerlo así que estaba bien, supuso.
Fue a la mesa seis a recoger los platos de cumpleaños de una familia y una mujer de cabello blanco y coleta de lado le preguntó.
─ Disculpe, ¿y nuestro mesero?─ el niño que estaba con la clienta hizo un puchero.
─ Oh, lo siento, ¿su mesero era un rubio de cejas gruesas?─ el niño asintió─ Tuvo que irse, perdón, tuvo una emergencia.
─ Ya veo, gracias.
Le dolía quebrar las esperanzas del niño (aunque no sabía qué tenía que ver con Zenitsu), sin embargo las "emergencias" eran usuales entre los omegas. A ella como beta le costaba entenderlo pero en su empleo lidiaba a diario con eso, tenían tres omegas entre sus filas y cuatro alfas (uno con lazo), todas las semanas faltaban al menos uno.
─ ¿Y dónde estará Tengen?─ escuchó que preguntaba uno de los hombres de la mesa en voz baja─ Ya llevamos como dos horas esperándolo.
─ Debe haber embotellamiento, viene del otro lado de la ciudad. Se más empático, Tetsu─ y la mujer habló de nuevo parándole el carro al tal Tetsu.
─ Totsuka, por favor- agregó el otro de los hombres─ Tengen siempre se toma su tiempo como si fuese una diva, no lo defiendas.
─ Mira, mejor tú no hables, Takeru, que cuando estás en la ducha bien que te tomas tu tiempo, ¿sabes cuánto me vino de la boleta de gas?, la diva serás tú.
─ Lo dices como si en tu casa no gastaran como desquiciados.
─ Lo que hago en mi casa es mi problema, si te quedas en mi casa sigues mis reg-.
Aoi se giró sobre sus talones y se retiró, el chisme estaba muy entretenido pero no lavaría los platos ni atendería a las demás mesas.
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⁽⁽ଘ( ˊᵕˋ )ଓ⁾⁾
Ando corrigiendo capítulos, no cambiaré nada de la historia así que no se preocupen.
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