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Un nuevo amanecer llegaba para los tres mundos, dejando que el resplandeciente Sol se colara por las ventanas de todas las habitaciones.
En el Cielo, SunMi recién despertaba luego de que su alarma sonara y la despertara con su molesto ruido.
Al salir de su habitación, se encontró a EunJi, TaeHyung, JiMin y SoYeon, todos despiertos y sentados en la mesa de la cocina-comedor, desayunando.
-Buenos días, Sun-saludó EunJi con una enorme sonrisa.
-Buenos días a todos-le devolvió la sonrisa a su amiga, mientras se sentaba también a la mesa, y luego depositaba un beso sobre la cabeza de JiMin, quien se mantenía entretenido tragando un trozo de pan.
-Por cierto, un tal NamJoon vino buscándote hace como media hora y dijo que volvería luego-dijo TaeHyung, y el tenedor que tenía SunMi en su mano, con el que se disponía a iniciar a ingerir su desayuno, cayó sobre la mesa-. No sé por qué algo me dice que te toma de sorpresa...y en el buen sentido-comentó, observándola detenidamente, con una sonrisa traviesa.
-¿No es ese tu enamorado?-pregunta EunJi.
-¡Oh! Sí. Ese será mi futuro papá-aplaudió JiMin, una vez pudo hablar luego de haber tragado el trozo de pan.
SunMi iba a responder, pero el timbre de la casa sonó.
Desde que habían puesto un pie dentro del Cielo, TaeHyung las recibió diciendo que había comprado una casa donde podrían vivir todos juntos, incluidos JungKook y YangMi (a pesar de que no pudieron acompañarlos), y eso era exactamente lo que hacían.
Pero no sabía cómo Kim NamJoon había dado con ella, ya que, a pesar de saber que ella ya estaba viviendo en el Cielo, no le había dado su dirección...Cosa que en aquel momento consideró había sido estúpida, pero ya estaba hecha.
-Adelante, mujer-la empuja TaeHyung, haciéndola levantarse de la silla-. Vaya a atender a su enamorado-sonríe.
-Envíale saludos de mi parte-apoyó JiMin-. Y dile que agradezco todas las cartas que envío por mi cumpleaños-sonrió.
SunMi no hacía más que caminar hasta la puerta. Las palabras simplemente no salían de su boca, por lo que no podía responder a los comentarios que los otros hacían.
Al llegar y abrir la puerta, sus ojos se abrieron aún más por la impresión.
-¡SunMi!
Aquel hombre de piel tostada, y cabellos plateados, corrió a abrazarla, mostrándole antes una hermosa y radiante sonrisa que dejaba a la vista sus hoyuelos, y hacía desaparecer sus ojos.
-¡NamJoon!
SunMi corresponde a su abrazo, compartiendo la misma emoción que su acompañante.
Se habían extrañado demasiado el uno al otro durante dieciocho años ¡Casi diecinueve!
-¡Estás incluso más hermosa de lo que recuerdo!-comentó, separándose de ella.
-¿Pero qué dices?-rió-. Si estoy en pijamas y sin una gota de maquillaje siquiera-bufó risueña.
-Sabes que para mí siempre te verás hermosa.
-¡Uuuuyyyy!
Inmediatamente, NamJoon y SunMi dirigieron su vista al pasillo que daba entrada a la cocina, donde cuatro cabezas se encontraban espiando, y cuyos dueños habían sido los encargados de exclamar hacía un par de segundos atrás.
NamJoon soltó una risilla, y SunMi sólo golpeó su mano contra su frente.
-Dime que no es cierto que estaban espiando-murmuró entre dientes, mirando a sus compañeros de casa.
-¡Ay, no!-exclama JiMin-¡No nos mates, ma'! Prometo ser un niño bueno y no espiar más-ruega, corriendo despavorido a su habitación.
-Creo que...deberíamos hacer lo mismo-dice SoYeon, mirando hacia arriba, donde estaban asomadas las cabezas de su madre y tío.
-A la cuenta de tres-dijo EunJi.
-Uno...¡Corran por sus vidas!-exclamó TaeHyung, corriendo rápidamente hasta su habitación, y sí, fueron seguidos por SoYeon y EunJi.
NamJoon dejó escapar varias carcajadas, y SunMi no pudo evitarlo tampoco.
-Bueno...al parecer nadie quiere presentarse-se encogió de hombros, NamJoon, quien era por unos centímetros, más alto que SunMi.
-Espera un momento, quiero que conozcas a JiMin, que de paso, tenía algo que decirte-le sonríe, y se manda a correr hasta la habitación de su hijo.
Al cabo de los segundos, NamJoon ve a un chico correr hacia él, y abrazarlo con fuerza.
-¡Wow!-exclama sorprendido, pero aún así, correspondió al abrazo-. Tú debes ser JiMin.
-Sí, sí, sí, sí, sí, sí-asiente frenéticamente, emocionado-. Muchas gracias por todas las carta que nos escribió a mi mamá, YangMi y a mí. Sé que YangMi, aunque no esté, también le agradece. Y también gracias por ser el novio de mi mami-soltó una risilla traviesa, por lo que decía, y por la rapidez que lo hacía. Además del hecho de que no había dejado de abrazar en ningún momento a NamJoon.
-¡JiMin!-regañó una SunMi, completamente avergonzada por las palabras de su hijo.
-Ya me voy-dijo, separándose del mayor-¡Un gusto conocerlo!¡Espero verlo más seguido por aquí!-exclamó mientras se alejaba trotando hasta su habitación.
-Es un niño pequeño-comentó NamJoon.
-Lo sé. Por eso es que puede estar aquí en el Cielo-asintió SunMi.
-Me agrada tu hijo. De hecho, veo que es parte de mi equipo.
-¿Qué?-preguntó con su ceño fruncido.
-Me verás muy seguido, cariño-sonrió, acercándose a ella, lenta y pausadamente-. Y no perderé la oportunidad de volver a cortejarte, aún más sabiendo que ésta vez sí funcionará, porque ahora vivimos en el mismo sitio...Y créeme-murmuró cerca de sus labios-, que me aseguraré de hacerte la mujer más feliz de entre los tres mundos.
Y sin más, la besó.
Tanto SunMi como NamJoon disfrutaron tal beso como si fuera el último.
Pero no sería así.
Ese beso sería el primero de muchos.
Pero sin que se dieran cuenta, de nuevo, cuatro cabezas los espiaban, y evitaban chillar de emoción.
-¡Tengo que avisarle a YangMi!-exclamó JiMin por lo bajo, no queriendo interrumpir a su madre.
-Debe estar entrenando, JiMinie-dice SoYeon-. Al igual que JungKook.
-Cierto-hace puchero el castaño de regordetas mejillas.
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Pero no. Ni JungKook, ni YangMi estaban entrenando. De hecho, recién despertaban.
La única actividad que tenían asignada en el día, eran las misiones a la Tierra, así que disponían de un buen tiempo para acicalarse.
-Despierta, dormilona-canturreó JungKook, sacudiendo a la chica sobre él.
-Déjame en paz, Jeon. Tú fuiste el pasivo anoche-murmuró somnolienta, acurrucándose aún más en el pecho de su contrario.
El chico soltó una melodiosa carcajada, a los oídos de YangMi, claro.
-Venga, vamos. Que hoy será nuestra última misión en el mundo humano-volvió a canturrear, acariciando ésta vez el cabello de la chica.
-Hmmm-murmuró, aún con los ojos cerrados-. Sigue haciendo eso...Me relaja-dijo con voz ronca.
-Ash, niña mimada-murmuró, continuando con su labor, acariciando los cabellos color miel de YangMi, dándose el tiempo de oler los mechones que se enredaban entre sus dedos-. La alarma ya sonó hace tiempo ¿A qué hora pretendes despertar?
-Calla y sigue en lo tuyo-gruñó.
-Entonces no vamos a dejar las misiones como íncubos y súcubos-chantajeó.
¡Ah! Pero que buena jugada aquella.
YangMi enseguida alzó la cabeza, con una expresión de susto en su rostro.
JungKook soltó una risilla, y enseguida el semblante de la chica se tornó serio.
-Jódete, Jeon-murmura con notable molestia, levantándose de la cama, yéndose en dirección al baño.
-¡Oye!¡Ven aquí, preciosa!¡Sólo quería que te levantaras!-hizo puchero inconscientemente, yendo tras ella, abrazándola por la espalda.
YangMi no se molestó en responder.
-No estés molesta, preciosa-dijo, besando el cuello ajeno-. A partir de hoy seré todo tuyo-canturreó.
La chica giró sobre sus talones, posando ambas manos sobre el pecho de su contrario.
-¿No era que no tenías dueño?-enarcó una ceja.
-Tú serás mi dueña si así lo quieres, pero por supuesto, eso tiene una consecuencia-derrochando sensualidad, se acercó peligrosamente a los labios de YangMi.
-¿Ah, sí?¿Cuál?-le siguió el juego, con una traviesa sonrisa.
-Seré dueño de, absolutamente, cada rincón de tu cuerpo-murmuró, rozando ambos labios-. Y empezaré ahora, con esos labios tan deliciosos que tienes.
Y sólo eso bastó para que se devoraran el uno al otro con un simple beso que los dejaría sin aliento tiempo después.
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JungKook se levantó de la cama, colocándose la poca ropa que como íncubo utilizaba.
Recién la humana con la que había sido obligado a tener sexo, se había quedado dormido.
Aunque...se obligó él mismo...Y por ello estuvo todo el tiempo pensando en su adorada YangMi.
Sabía que sería su última vez en la Tierra, asi que decidió escabullirse por la ventana, y explorar un poco.
Inmediatamente que quiso hacerse visible ante los ojos humanos, su ropa cambió.
Ya no estaba en paños menores, ahora llevaba puesta la ropa con la que había salido de la habitación de YangMi. Y como había pasado el tiempo, las marcas que antes marcaban su piel ya no estaban, para su suerte.
Suspiró lleno de alivio para sus adentros, y decidió caminar un poco, no queriendo perderse mucho de la casa donde estaba el portal que lo devolvería a su hogar, junto a YangMi.
Apenas hubo cruzado la calle, encontró un parque lleno de frondosos árboles, y sin más ruta de concreto que la acera. Todo el suelo era puro césped, y uno que otro banco, los cuales eran ocupados por ancianas, o niños con meriendas en sus manos.
-Abuelita ¿Qué es el amor?
Ante la pregunta de un pequeño niño, JungKook detuvo su andar.
Amor.
Aquella palabra era muy utilizada por los humanos, y en más de una ocasión la había escuchado en el Infierno.
Prohibido enamorarse.
Eso era lo que le venía a la mente en cuanto escuchaba la palabra amor.
-¡Ah, JaeHo! Aún eres muy pequeño para saber qué es eso-rió la mujer mayor que acompañaba al niño.
-Pero quiero saber-hizo puchero-. Mamá y papá siempre dicen que se aman ¡Incluso tú y el abuelo también!-señala el niño.
JungKook caminó y se sentó en el césped, justo frente a ellos, quienes lo miraron con el ceño fruncido.
-Disculpen, pero estaba pasando y no pude evitar oír su conversación-sonrió apenado-. Y estoy aquí porque comparto la misma duda que el niño y...¿sería usted tan amable de explicarme?-agachó la cabeza, con vergüenza.
-¿Ves, abuelita? El muchacho también quiere saber qué es el amor ¡Venga!¡Cuenta!¡Cuenta!-insistió el niño, que se notaba tenía unos siete u ocho años.
-Está bien-suspiró rendida, la ancianita-¿Cuál es tu nombre, chico?
-JungKook, Jeon JungKook-sonrió a la mujer.
-Lindo nombre, JungKook-elogió-. Al igual que tú. Eres muy apuesto y tu sonrisa es radiante, así que supongo que has de estar enamorado.
JungKook ladeó la cabeza cual cachorro.
-¿Cómo saber cuando uno se enamora?-pregunta.
-¡Ay!-suspiró la abuela-. Cuando el amor toca a tu puerta, es increíble. Las famosas mariposas en el estómago aparecen con frecuencia, y le dan varios vuelcos a tu corazón y estómago de vez en vez-asintió-. Esa persona se convierte en alguien especial, comienza a ser el centro de tus pensamientos, y logras sentir una calidez especial y acogedora, sólo cuando estás con ese ser amado, por lo que, muchas veces, quieres mantenerlo a tu lado la mayor cantidad de tiempo posible ¡Incluso puedes llegar a hacer grandes locuras sólo por esa persona!-rió-. No recuerdo cuántas veces me fugué de casa sólo porque mi actual esposo quería pasear por las madrugadas por la playa-agregó con una nostálgica sonrisa-. Esa persona especial es capaz de sacarte los más largos y nostálgicos suspiros, hacer que tu corazón lata a mil kilómetros por hora, y logra pintarte las más bobas sonrisas en el rostro.
JungKook inmediatamente pensó en YangMi, y no pudo evitar sonreír.
-¡Ahí está!-señaló la mujer-. Usted, lindo jovencito, ha caído rendido a los pies de esa chica...o chico...no sé cuáles son tus preferencias.
-Su nombre es YangMi-sonríe.
-¡Ah! Entonces es una chica-sonrió-. De seguro ha de ser tan bella como el agua-elogió, manteniendo su vista en las mejillas sonrojadas de JungKook.
-¿Y por qué como el agua, abue?-pregunta el niño, y JungKook también muestra interés en el asunto.
-Porque cada persona tiene sus gustos, y cada cual ve a la persona que ama, de forma especial, por mucho que los demás digan lo contrario. El agua es pura y transparente, lo cual es sinónimo de bellos y nobles sentimientos-contesta a su nieto-. Y ya no más preguntas por hoy, muchachito travieso-dice, apretando los cachetes del niño-. Es hora de volver a casa ya que tus padres deben estar terminando de hacer la cena, y se va oscureciendo-señaló el cielo, que poco a poco iba oscureciendo.
-¡Sí, señora!-se levanta del banco, y hace un saludo militar-. Sólo déjame despedirme de mis amigos-señaló el centro del parque, donde varios otros niños jugaban en los columpios.
La mujer asintió, y el niño partió.
-Oiga...¿Y qué se hace cuando uno está enamorado?
Ante la pregunta, la anciana palmea el lugar libre a su lado y JungKook lo ocupa en menos de tres segundos.
-Bueno...Se te ve en el rostro lo mucho que quieres a esa chica-lo codeó, guiñándole un ojo-. Creo que el primer paso es confesarle tus sentimientos, y luego, pedirle que sea tu novia-se encoge de hombros-. Es lo clásico. No importa el tiempo, si ha sido mucho o poco. Si tienes la oportunidad, aprovéchala y no andes con rodeos. Ten en cuenta que puedes perder calioso tiempo al lado de la persona que amas y te hace sentir feliz-concluyó con sus consejos, pasando su dedo índice sobre la nariz del chico, sacándole una sonrisilla.
JungKook asintió, se levantó del asiento, y abrazó a la mujer por los hombros.
-Muchas gracias, señora-sonrió ampliamente.
-De nada, mi niño-palmea su hombro-. Y mucha suerte con tu amada-le sonríe y vuelve a guiñarle un ojo.
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-Realmente es una agradable coincidencia que trabajemos juntos-le dice EunJi a NamJoon.
Hacía unos meses que había comenzado a trabajar como profesora de Historia en la misma escuela de música a la que asistían SoYeon y JiMin (Ya que no por ser un centro donde el objetivo principal era estudiar música, se debían descuidar el resto de las materias como Matemáticas, Lenguas Angelinas e Historia) y conocía a NamJoon por ser el director de la institución, pero no tenía idea de que fuera el enamorado de su amiga.
-Lo mismo digo-asintió él.
Ambos iban caminando por uno de los tantos pasillos del instituto, e iban en busca de JiMin y SoYeon.
-SunMi me comentó brevemente en una de nuestras cartas lo sucedido contigo-dijo NamJoon-¿No te has encontrado a tus padres?¿No te gustaría verlos?
-La verdad es que ellos saben que estoy aquí porque nos encontramos el otro día en la plaza cuando estaba comprando algunas cosas para la casa, y prefirieron ignorarme-hizo una mueca de desagrado-. Pero no pienso volver a ellos después de que rechazaran a mi hijo por ser un demonio. Y ellos al parecer tampoco piensan volver a mí-soltó una risilla amargada.
Y NamJoon decidió cambiar de tema, notando la tensión en el ambiente.
-¿Y SunMi?¿En qué trabaja?-pregunta el de tostada piel, algo que a EunJi, de cierta forma, le recordaba a JungKook.
-Ella ayuda en los entrenamientos del Ejército Blanco. Aunque el Cielo no esté próximo a guerra alguna, ella disfruta eso como nadie-sonrió orgullosa de su amiga-¿No te había comentado?
-Sí...eso lo sé-suspiró nostálgico, caminando con la cabeza gacha-. Y respondiendo a tu pregunta...No, no me lo había comentado. Creo que estábamos algo ocupados recibiendo viejos tiempos.
-Por cierto...Sé que no es mi asunto, pero quiero decirte que tienes un ciento noventa y nueve porciento de probabilidades de entablar una relación formal con SunMi.
-¿Qué?-alza la cabeza, para verla con el ceño fruncido.
EunJi sólo sonríe traviesa, y señala con su baribilla hacia el frente.
-SunMi...-murmura NamJoon al ver a la mujer, caminando a pocos metros de ellos
-Yo me voy a por JiMin y SoYeon-dice EunJi, dejando solos a la pareja.
Todo fue silencio por un par de segundos, hasta que SunMi fue quien rompió el silencio.
-No quiero esperar más, NamJoon.
El de plateados cabellos era lo suficientemente inteligente como para entender a la perfección lo que SunMi le había querido decir.
-Han sido casi diecinueve años esperando por alguien como tú, esperando por ti...-siguió hablando-. No quiero que perdamos más tiempo. Quiero que por fin se cumpla todo aquello que en un pasado no pudo ser-rogó, apretando los brazos de su enamorado.
NamJoon sonrió ampliamente y juntó sus frentes.
-Ni siquiera te preguntaré si quieres ser mi novia, pues no estamos en edad para andar con esos jueguitos-negó suavemente con la cabeza, rozando ambas narices-. SunMi...¿Quieres ser mi esposa?
Pero las palabras no fueron las escogidas por la joven mujer para responder.
Ella prefirió entregarle su cuerpo, alma y corazón en un apasionado beso.
Porque, a pesar de ser un viejo amor, el corazón de ambos latía fuertemente, como si en vez de años, hubiesen sido segundos los que estuvieron separados el uno del otro sin más comunicación que las cartas.
Lo de ellos era un viejo amor, que se mantenía tan vivo, como si fuera el primer día.
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