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La conversación entre Max y Edward continuaba animadamente, recordando viejos momentos de sus clases de natación, cuando la campana del segundo recreo sonó. Todos los alumnos se levantaron de sus asientos y salieron del salón de clases.
El trío de bullies también se dispuso a salir, y mientras caminaban por el pasillo, Oliver miraba a Max con un odio que Max no notaba.
Max, aún sumido en la conversación con Edward, no se percató de la mirada de Oliver. Al llegar al patio, Oliver se detuvo y se volvió hacia Edward, Zip y Max.
—Me voy a visitar a mi amada Alice —dijo Oliver, con una sonrisa enamorada en el rostro—. Edward, ¿quieres acompañarme?
Edward negó con la cabeza, disculpándose.
—Lo siento, Oliver. Miss Bloomie me pidió ayuda durante el primer recreo y me dijo que la necesitaba también en este —respondió Edward.
Oliver asintió, tratando de ocultar su molestia.
—Está bien, nos vemos luego —dijo, girándose para dirigirse a su habitación.
Zip observó a Oliver mientras se alejaba, y luego miró a Max y Edward
—Bueno, uno menos. Tendremos que disfrutar el recreo entre nosotros tres —dijo Zip, justo antes de ser interrumpida.
—Perdón, Zip, pero como mencioné antes, tengo que irme. Nos vemos en la cuarta clase —dijo Edward, alejándose y despidiéndose con su mano.
Max y Zip vieron a Edward alejarse y quedaron en silencio, sin decir nada por un momento. Finalmente, Max rompió el hielo.
—Entonces... ¿te gusta el arte? —preguntó Max, intentando iniciar una conversación.
Zip sonrió ligeramente, apreciando el esfuerzo de Max por mantener la conversación.
—Sí, me gusta mucho. De hecho, solía pasar horas dibujando cuando era pequeña —respondió Zip, mirándolo con más interés.
Max se sintió más relajado al ver la sonrisa de Zip.
—Vaya, eso suena genial. Yo solía dibujar un poco también, pero nunca fui tan bueno —admitió Max con una pequeña sonrisa.
Zip lo observó con curiosidad.
—¿En serio? Tal vez podrías mostrarme tus dibujos alguna vez. No importa si no te sientes el mejor, es algo que se mejora con la práctica —dijo Zip, animando a Max.
Max se sonrojó ligeramente ante el interés de Zip.
—Claro, sería genial. A lo mejor tú podrías darme algunos consejos —dijo Max, sintiéndose más cómodo.
La conversación continuó de manera fluida, mientras ambos comenzaban a conocerse mejor y a sentirse más cómodos el uno con el otro.
—Además del arte, ¿qué más te gusta hacer en tu tiempo libre? —preguntó Max, tratando de conocer más a Zip.
—Me encanta escuchar música, especialmente pronk y rock. Puedo pasar horas descubriendo nuevas canciones —dijo Zip, con una sonrisa.
—Eso suena increíble. Yo también disfruto mucho de la música, aunque mis gustos son un poco variados —respondió Max, mostrando interés.
—Nunca es tarde para empezar. Si alguna vez quieres aprender a tocar un instrumento, puedo enseñarte algunas cosas básicas —dijo Zip, animada por la idea.
Max sonrió, sintiéndose más conectado con Zip.
—Me encantaría. ¿Y hay algún deporte que te guste? —preguntó Max.
—Sí, me encanta el fútbol. Solía jugar en el equipo de la escuela antes de mudarme aquí, y era bastante buena en ello —dijo Zip con una sonrisa de orgullo.
Max levantó las cejas, impresionado.
—¿En serio? Eso es genial. Yo también disfruto del fútbol, aunque no soy muy bueno —dijo Max, riendo.
—Podríamos jugar juntos alguna vez. Tal vez pueda enseñarte algunos trucos —sugirió Zip, emocionada por la idea.
—Eso sería increíble —respondió Max con entusiasmo.
Ambos siguieron conversando, descubriendo más sobre sus intereses y pasatiempos, y sintiéndose cada vez más cómodos en compañía del otro.
Justo en ese momento, Claire y Engel pasaron cerca de ellos, hablando entre sí. Zip los miró y esbozó una sonrisa juguetona. Luego, dirigió su mirada a Max, quien no entendía la expresión de Zip.
—¿Te gustaría molestar a esos perdedores? —preguntó Zip, con un brillo travieso en los ojos.
Max parpadeó, sorprendido por la pregunta.
—No estoy seguro... ¿qué tienes en mente? —respondió, curioso.
Zip se acercó a Max y bajó la voz, como si estuviera conspirando.
—Podríamos hacerles una pequeña broma inofensiva. Algo para reírnos un poco sin causar problemas mayores —sugirió Zip.
Max dudó por un momento, pero la idea de compartir una travesura con Zip le parecía divertida.
—Está bien, ¿qué tipo de broma tienes en mente? —preguntó, tratando de no parecer demasiado ansioso.
Zip sonrió ampliamente, mostrando que ya tenía algo planeado.
—Sígueme. Te prometo que será divertido —dijo, guiando a Max mientras se acercaban sigilosamente a Claire y Engel.
—Vamos a hacerles una broma. Tengo unas pegatinas especiales —dijo Zip, sacando dos pegatinas con las palabras "PÉGUENME" escritas en letras grandes y brillantes.
Max rió nerviosamente.
—Está bien, ¿cómo lo hacemos? —preguntó.
Zip sonrió, mostrando que ya tenía algo planeado.
—Sígueme. Te prometo que será divertido —dijo, guiando a Max mientras se acercaban sigilosamente a Claire y Engel.
Zip esperó el momento perfecto y luego, con un movimiento rápido, pegó una de las pegatinas en la espalda de Claire. Max hizo lo mismo con Engel. Ambos se alejaron rápidamente, conteniendo la risa.
Claire y Engel siguieron caminando, sin notar las pegatinas en sus espaldas. Los estudiantes que pasaban por el pasillo comenzaron a notar las pegatinas y, con una sonrisa cómplice, les dieron un pequeño golpecito en la espalda.
Claire y Engel se giraron, sorprendidos y molestos.
—¿Qué demonios...? —dijo Claire, mirando a su alrededor.
Engel intentó ver su propia espalda, pero no pudo. Finalmente, otro estudiante se acercó y les dio un golpecito en la espalda.
—Solo estoy siguiendo las instrucciones —dijo el estudiante, señalando las pegatinas, antes de alejarse riendo.
Claire y Engel arrancaron las pegatinas y miraron a su alrededor, furiosos, buscando a los culpables. Sus miradas se encontraron con Max y Zip, que trataban de contener la risa detrás de unos arbustos.
Max y Zip estallaron en carcajadas mientras Claire y Engel se alejaban, murmurando entre sí.
Zip dio un golpecito amistoso en el hombro de Max.
—Esa fue una buena broma. Estoy impresionada, Max —dijo Zip, todavía riendo.
Max se sintió más relajado y feliz de haber compartido ese momento con Zip.
Max se sonrojó aún más, sonriéndole nerviosamente a Zip.
—Gracias, fue divertido hacerlo contigo —respondió Max, sintiéndose feliz de haber compartido ese momento con Zip.
Ambos siguieron caminando por el patio, disfrutando del recreo y conversando sobre más ideas para bromas inofensivas y otros intereses compartidos.
Después de la broma con las pegatinas, Max y Zip siguieron caminando por el patio, disfrutando del recreo. Zip agarró la mano de Max para acercarse a Miss Bloomie, provocando que él se sonrojara y le sonriera nerviosamente.
Mientras caminaban, se encontraron con Miss Bloomie, la profesora de educación física, que estaba organizando equipos para un partido de fútbol. Max y Zip se acercaron, interesados en ver qué pasaba.
—¡Hola, Miss Bloomie! —saludó Zip con entusiasmo.
—Hola, chicos —respondió Miss Bloomie—. Estamos formando equipos para un partido de fútbol. ¿Les gustaría unirse?
Zip sonrió y asintió.
—¡Sí, me encantaría! —dijo Zip—. Pero, ¿puedo jugar sola contra los demás equipos?
Miss Bloomie levantó una ceja, intrigada por la propuesta de Zip.
—¿Sola? —preguntó Miss Bloomie—. Bueno, si estás segura...
—Sí, puedo sola —afirmó Zip, confiada.
Miss Bloomie sonrió y asintió.
—Está bien, entonces. Zip jugará sola contra los demás equipos —anunció Miss Bloomie a los demás estudiantes.
El partido comenzó y Max observaba desde el costado del campo, impresionado y fascinado por la destreza de Zip.
Desde el primer toque, quedó claro que Zip no era una jugadora cualquiera. Controlaba el balón con una precisión asombrosa, haciendo fintas y regates que dejaban a los otros jugadores boquiabiertos. Su velocidad y agilidad eran sorprendentes, y parecía que tenía ojos en la nuca, siempre consciente de lo que ocurría a su alrededor.
Cada vez que un oponente se acercaba, Zip hacía un rápido movimiento, burlándolos y dejándolos atrás. No solo anotaba goles con facilidad, sino que también mantenía una actitud relajada y sonriente, disfrutando de cada momento del juego. Su habilidad para leer el juego y anticiparse a los movimientos de los demás era impresionante, y parecía estar dos pasos por delante de todos en el campo.
Max no podía evitar sonrojarse cada vez que Zip miraba en su dirección, sintiéndose cada vez más impresionado por sus habilidades y su confianza. Cuando el partido terminó, los otros estudiantes se acercaron a Zip, felicitándola y admirando su talento. Max se unió a ellos, sonriendo ampliamente.
—Eres increíble, Zip. Nunca había visto a alguien jugar así —dijo Max, todavía impresionado.
Zip se encogió de hombros, sonriendo con modestia.
—Gracias, Max. Fue divertido —respondió Zip.
Miss Bloomie se acercó a Zip y Max, sonriendo.
—Excelente trabajo, Zip. Estoy impresionada —dijo Miss Bloomie—. Y Max, veo que disfrutaste observando. Quizás puedas aprender unos cuantos trucos de Zip.
Max se sonrojó nuevamente y asintió.
—Me encantaría aprender de ella —dijo Max, mirando a Zip con admiración.
Zip le dio un suave apretón en la mano, provocando que Max se sonrojara aún más.
—Vamos, Max. Puedo enseñarte algunos trucos ahora mismo si quieres —dijo Zip, sonriendo.
Max asintió, feliz de pasar más tiempo con Zip y aprender de ella.
Después del partido de fútbol y el breve entrenamiento, Zip y Max decidieron tomar un descanso bajo un árbol en el patio. El sol brillaba suavemente, creando una atmósfera tranquila.
Zip se recostó contra el tronco del árbol, respirando profundamente.
—Gracias por acompañarme, Max. Me lo he pasado genial —dijo Zip con una sonrisa relajada.
Max se sentó a su lado, aún sintiendo la adrenalina del partido.
—El placer es mío. Eres una jugadora increíble, Zip. No puedo creer lo buena que eres —respondió Max, con admiración evidente en su voz.
Zip rió suavemente, mirándolo con gratitud.
—Gracias. Pero no se trata solo de habilidad, también de disfrutar el momento. Y me alegra que hayamos podido compartir esto —dijo Zip.
Max la miró a los ojos, sintiendo una conexión más profunda formarse entre ellos. Su corazón comenzó a latir más rápido cuando Zip le sonrió. Lentamente, se inclinó un poco más cerca de ella, sin decir una palabra. Justo cuando Max estaba a punto de invadir el espacio personal de Zip, el timbre de la última clase sonó, interrumpiendo el momento.
Ambos se levantaron rápidamente, recordando que debían ir a clase. Zip suspiró, sin mucho ánimo.
—Bueno, tendremos que ir de nuevo a clases —dijo Zip, sin ánimos.
Max bajó la mirada, su tono reflejando su tristeza.
—Sí, tienes razón —respondió Max, con voz apagada.
Mientras caminaban de regreso a clase, se encontraron con Oliver en el pasillo. Oliver se acercó a ellos con una sonrisa.
—¿Cómo les fue en el recreo? —preguntó Oliver, curioso.
—Bien —respondieron Zip y Max al unísono.
Oliver se rió.
—Me alegro. ¿Hicieron algo interesante? —preguntó Oliver, intentando iniciar una conversación.
Zip sonrió.
—Sí, tuvimos un partido de fútbol. Fue divertido —dijo, sin entrar en demasiados detalles.
Max asintió, manteniendo su respuesta breve.
—Sí, fue genial —añadió.
En ese momento, Edward apareció y se unió a ellos.
—¿Qué tal te la pasaste con Zip, Max? —preguntó Edward, con una sonrisa traviesa.
Max sonrió ampliamente.
—Muy bien, fue divertido —respondió, sintiéndose un poco más animado.
Llegaron a la clase de arte con Miss Sasha y se sentaron en sus asientos. Miss Sasha, con su energía habitual, comenzó la clase.
—¡Buenos días, clase! Hoy vamos a trabajar en un nuevo proyecto de arte. Quiero que se inspiren en sus experiencias recientes y las plasmen en sus obras. Además, tengo una pequeña sorpresa para ustedes —anunció Miss Sasha, sonriendo.
Los estudiantes se miraron curiosos, esperando la sorpresa.
—El dibujo más bonito tendrá la nota más alta, sin importar el estilo o la técnica. Quiero que se esfuercen y se diviertan creando algo especial —continuó Miss Sasha.
Los estudiantes intercambiaron miradas y sonrieron, emocionados por el desafío.
—Ahora, pueden empezar. Tienen toda la clase para trabajar en sus dibujos y pinturas —dijo Miss Sasha, dando inicio a la actividad.
Todos comenzaron a dibujar y pintar, sumergidos en sus proyectos. Max y Zip, sentados uno al lado del otro, compartieron una sonrisa antes de concentrarse en sus propias obras de arte.
Pasaron unos minutos y todos estaban profundamente concentrados en sus dibujos y pinturas. Max estaba dibujando a Zip con una alegría notable en su rostro. Trataba de capturar la esencia de su sonrisa y la energía que siempre irradiaba, utilizando técnicas realistas para resaltar sus detalles y expresión.
Mientras trabajaba en su dibujo, Max no pudo evitar echar un vistazo a lo que Zip estaba creando. Cuando vio el dibujo de Zip, quedó sorprendido. Zip había dibujado una fresa con un nivel de realismo impresionante. Cada detalle, desde las semillas hasta las sombras, estaba capturado con una precisión asombrosa. Los colores vibrantes y los reflejos de luz hacían que la fresa pareciera casi real.
Max no podía creer lo talentosa que era Zip, no solo en el campo, sino también en el arte.
—¡Wow, Zip! Tu dibujo es increíble —dijo Max, admirado.
Zip levantó la vista de su trabajo y sonrió.
—Gracias, Max. Estaba pensando en algo simple pero detallado. ¿Y tú? ¿Qué estás dibujando? —preguntó, inclinándose un poco para ver el dibujo de Max.
Max se sonrojó ligeramente, sintiéndose un poco avergonzado.
—Estaba... estaba dibujándote a ti. Quería captar tu alegría y la energía que transmites —confesó Max, mostrando su dibujo.
Zip miró el dibujo de Max con una sonrisa cálida.
—¡Es hermoso, Max! Me encanta cómo has capturado los detalles y la emoción. Tienes mucho talento —dijo Zip, sinceramente.
Los dos compartieron una sonrisa, sintiéndose más conectados a través de sus obras de arte. Justo cuando ambos estaban sumergidos en su conversación, Oliver pasó cerca de ellos y notó sus dibujos.
Oliver se acercó, inclinándose para susurrarles de manera burlona:
—Uuhh, parece que el novio está dibujando a su novia —dijo Oliver, con una sonrisa maliciosa.
Max se sonrojó aún más, sintiéndose incómodo. Zip levantó una ceja y miró a Oliver con una expresión divertida.
—Oliver, ¿no tienes algo mejor que hacer? —preguntó Zip, manteniendo la calma.
Pero Oliver no se fue, se quedó con ellos, disfrutando de la incomodidad de Max.
—No, la verdad es que no. Esto es demasiado divertido —dijo Oliver, riendo suavemente—. ¿Qué pasa, Max? ¿Te vas a casar con Zip? ¡Qué romántico! —añadió con sarcasmo.
Max apretó los labios, tratando de mantener la calma mientras seguía trabajando en su dibujo.
—Deberías dibujar un corazón alrededor de los dos. Sería perfecto para una postal de San Valentín —continuó Oliver, sin dejar de burlarse.
Zip, al ver la incomodidad de Max, decidió intervenir.
—Oliver, ¿puedes dejar de molestar a Max? Estamos tratando de concentrarnos en nuestros dibujos —dijo Zip, firme pero tranquila.
Oliver se encogió de hombros y se rió.
—Nah, no me voy a ir. Esto es demasiado entretenido —respondió Oliver, manteniendo su tono burlón.
Max, finalmente molesto, levantó la cabeza y miró directamente a Oliver.
—¿Sabes qué, Oliver? Creo que deberías practicar tus habilidades artísticas. Tal vez dibujar a Alice... vestida como una vaca lechera porque eso explicaría por qué siempre tienes tanto 'queso' en tus bromas —dijo Max, con una sonrisa maliciosa.
Oliver frunció el ceño, pero antes de que pudiera responder, Max agregó:
—O mejor aún, tal vez deberías dibujar una barra de jabón. ¡Así no tendrás que comerla más para tratar de limpiar tu sentido del humor! —remató Max, riendo.
Zip no pudo evitar reírse a carcajadas ante la respuesta de Max, lo que hizo que Oliver se quedara avergonzado.
—¡Oh, eso sí que fue bueno! —dijo Zip entre risas.
Oliver frunció el ceño, claramente molesto por la reacción de Zip, y se alejó, algo enojado por la situación.
Justo entonces, Miss Sasha pasó cerca de sus mesas y notó sus dibujos.
—¡Vaya! Estos son impresionantes, chicos. Veo que ambos se han inspirado en algo que realmente los apasiona. ¡Muy bien hecho! —comentó Miss Sasha, animándolos a seguir adelante.
Max y Zip intercambiaron una mirada de complicidad, sabiendo que habían puesto su corazón en esos dibujos. Continuaron trabajando en sus obras con dedicación, agregando los toques finales mientras disfrutaban del proceso creativo.
Después de unos pocos minutos, Miss Sasha pidió que todos dejaran de trabajar y le mostraran sus obras de arte. Los estudiantes, con entusiasmo y algo de nerviosismo, se levantaron y llevaron sus dibujos al frente de la clase.
Miss Sasha observó cada obra con atención, admirando la creatividad y el esfuerzo que cada estudiante había puesto en su trabajo. Después de tomarse su tiempo para revisar cada dibujo, sonrió y se dirigió a la clase.
—¡Estoy muy impresionada con todos sus trabajos! Han hecho un esfuerzo maravilloso y se nota en cada detalle. Sin embargo, hubo un dibujo que realmente me llamó la atención por su nivel de detalle y realismo —anunció Miss Sasha.
Los estudiantes esperaban ansiosos el veredicto. Miss Sasha levantó la obra ganadora para que todos pudieran verla.
—El dibujo más destacado es el de Zip. Su fresa realista capturó no solo la técnica, sino también una dedicación impresionante. ¡Felicitaciones, Zip! —dijo Miss Sasha con una gran sonrisa.
Aunque algunos estudiantes sonrieron y asintieron, no todos estaban dispuestos a felicitar a Zip abiertamente, recordando su comportamiento de bullying. Sin embargo, la mayoría mostró una expresión de aprobación, aunque fuera con una sonrisa forzada.
Zip sonrió, agradecida y algo sorprendida por la atención.
—Gracias, Miss Sasha. Estoy muy contenta de que haya gustado —dijo Zip, recibiendo los elogios de algunos compañeros.
Max le dio una palmada en la espalda a Zip.
—¡Te lo mereces! Sabía que lo lograrías —dijo Max, sonriendo ampliamente.
Después de que Miss Sasha anunció a Zip como la ganadora, la clase continuó con buen humor mientras todos guardaban sus materiales y se preparaban para irse a casa.
Max, Zip y Oliver estaban hablando en el pasillo con Edward, formando su típico trío, cuando Zip miró el reloj y se dio cuenta de la hora.
—Chicos, tengo que irme por algo. Nos vemos mañana —dijo Zip, sonriendo y despidiéndose rápidamente.
Max aprovechó el momento y se dirigió a Zip.
—Oye, Zip, ¿te importaría si te acompaño? —preguntó Max, con una sonrisa.
Zip asintió, sonriendo.
—Claro, no hay problema —respondió.
Caminando juntos, Max no entendía del todo por qué iban a la clase de Miss Sasha. Sin embargo, siguió a Zip, intrigado.
—¿A dónde vamos? —preguntó Max, finalmente, con curiosidad.
Zip sonrió y respondió.
—Voy a buscar a mi hermanito. Está en la clase de Miss Sasha —explicó.
—¿Tienes hermanos? —preguntó Max, interesado.
—Sí, tengo un hermanito pequeño de 6 años —dijo Zip, con orgullo.
—¿Puedo saber su nombre? —preguntó Max.
—Claro, su nombre es Chip —respondió Zip, sonriendo.
Llegaron a la clase de Miss Sasha y vieron al hermanito de Zip esperando con su mochila. Zip se agachó a su nivel y le acarició la cabeza con cariño.
—¿Cómo te has comportado, piratita? —preguntó Zip, con dulzura.
Miss Sasha se acercó y sonrió.
—Se ha portado muy bien. Además, Zip, tu dibujo fue realmente hermoso hoy. Felicidades de nuevo —dijo Miss Sasha.
—Gracias, Miss Sasha. ¡Nos vemos! —respondió Zip, levantando a Chip y llevándolo en brazos. Chip, cansado por el día, se quedó dormido sobre el hombro de Zip, mostrando una expresión adorable de tranquilidad.
Max observó la escena y no pudo evitar sonrojarse un poco al ver la ternura con la que Zip cuidaba a su hermano. Zip, sin notar el sonrojo de Max, siguió sonriendo mientras caminaban hacia la salida.
Max y Zip caminaron hacia la salida de la escuela, acompañados por la suave brisa de la tarde. Antes de irse, Zip se despidió de Max.
—Gracias por acompañarme, Max. Nos vemos mañana —dijo Zip, con una sonrisa.
—De nada, Zip. Cuídate y nos vemos mañana —respondió Max, devolviéndole la sonrisa.
Con eso, cada uno siguió su camino a casa, llevando consigo los recuerdos de un día lleno de risas, arte y nuevas conexiones.
Después de la escuela, Zip y Chip caminaron juntos hacia su casa. El hermanito de Zip, Chip, estaba dormido sobre el hombro de Zip, mostrando una expresión adorable de tranquilidad. Zip lo llevaba con cuidado, asegurándose de que estuviera cómodo.
El sol empezaba a ponerse, y la luz dorada iluminaba las calles, creando un ambiente tranquilo y acogedor. Zip sostenía la mano de Chip para asegurarse de que estuviera seguro mientras caminaban. A cada paso, la relación entre ellos se hacía más evidente; eran más que hermanos, eran mejores amigos.
Antes de llegar a casa, Zip recordó la promesa que le había hecho a Chip.
—Oye, Chip, ¿recuerdas que te prometí un helado si te portabas bien? —preguntó Zip.
Chip, aún medio dormido, abrió los ojos y sonrió.
—¡Sí! —exclamó Chip, frotándose los ojos—. ¡Quiewo uno de fuesa con baño de chocoláte!
—¡Claro que sí! —respondió Zip, sonriendo.
Al llegar a la heladería, Zip llevó a Chip hasta el mostrador. Una joven, con una sonrisa amable, los atendió.
—Hola, ¿qué van a querer hoy? —preguntó la chica de los helados.
Zip miró a Chip y luego respondió:
—Un helado de fresa con baño de chocolate, por favor.
—¡Excelente elección! —dijo la chica mientras preparaba el helado con destreza.
Chip miraba con fascinación cómo se preparaba su helado. Sus ojos brillaban de emoción al ver la fresa cubierta con chocolate derretido.
—Aquí tienes —dijo la chica, entregándole el helado a Chip.
—¡Gacias! —dijo Chip, lamiendo su helado con gusto.
—De nada —respondió la chica con una sonrisa.
—¿Cuánto tengo que pagar? —preguntó Zip.
—Son cuarenta y cuatro pesos —respondió la chica de los helados.
Zip sacó el dinero de su bolsillo y se lo entregó a la chica. La chica lo aceptó con una sonrisa y le dio las gracias.
—Que tengan un buen día —dijo la chica mientras salían de la heladería.
—¡Igualmente! —respondió Zip.
Finalmente, llegaron a su casa. Zip sacó la llave para abrir la puerta. Una vez dentro, Chip dejó su mochila en la entrada y fue a la sala de estar.
Zip y Chip se sentaron juntos en el sofá. La casa estaba tranquila y ambos hermanos se sentían cómodos compartiendo el momento. Zip encendió la televisión y puso dibujos animados de Peppa Pig para que Chip se relajara mientras disfrutaba de su helado.
Después de ver varios episodios, Chip se terminó su helado y empezó a sentirse aburrido.
—Zip, ¿podemos iw al paque? —preguntó Chip, con una expresión de esperanza en su rostro.
—¡Claro, Chip! —respondió Zip—. Vamos a arreglarnos y salimos un rato.
Zip ayudó a Chip a ponerse los zapatos y ambos se prepararon para salir. Agarrados de la mano, caminaron hacia el parque cercano, disfrutando del aire fresco y de la luz del atardecer.
Al llegar al parque, Chip corrió hacia los columpios y Zip lo siguió, asegurándose de que estuviera seguro. Pasaron un buen rato en el parque, jugando y riendo juntos. Chip se subió al tobogán, trepó por las barras y, por supuesto, se balanceó alto en los columpios mientras Zip lo empujaba suavemente.
Mientras jugaban, Zip vio a alguien familiar acercándose. Era Oliver, un amigo cercano y de toda la vida, ya que sus familias eran amigas desde hace años.
—¡Oliver! —exclamó Zip, con una gran sonrisa en el rostro.
—¡Zip! —respondió Oliver, sorprendido y feliz de ver a su amiga—. ¡Qué sorpresa verte aquí!
Los dos amigos se saludaron con un firme apretón de manos, mostrando el cariño y la amistad que siempre los había unido.
—¡Hola, Chip! —dijo Oliver, girándose hacia el pequeño—. ¡Qué grande estás! ¿Te acuerdas de mí?
—¡Hola, Olivew! —respondió Chip, sonriendo—. ¡Sí, te acuendo! ¿Jugamos?
—¡Por supuesto! —respondió Oliver con entusiasmo.
Oliver y Chip eran grandes amigos también, ya que Oliver había conocido a Chip desde que nació. Siempre había sido muy buena onda con él, jugando y haciéndole reír.
Pasaron un buen rato juntos en el parque, jugando y conversando. Oliver mostró a Chip algunos trucos en los columpios y se rieron mucho. El tiempo pasó rápidamente y, antes de darse cuenta, el sol comenzó a ocultarse.
Zip decidió que era hora de regresar a casa para preparar la cena.
—Chip, Oliver, vamos a casa. Es hora de cenar —dijo Zip.
—¡De acuerdo! —respondieron Chip y Oliver al unísono.
Agarrados de la mano, caminaron de regreso a casa. Oliver acompañó a Zip y Chip hasta la puerta de su casa, charlando y riendo todo el camino.
—¡Fue genial verte de nuevo, Zip! —dijo Oliver—. Y fue un placer verte, Chip. Espero que podamos jugar juntos otra vez pronto.
—¡Claro, Oliver! Fue muy divertido. ¡Nos vemos pronto! —respondió Zip.
—¡Adiós, Chip! —dijo Oliver, agitando la mano.
—¡Adiós, Oliver! —respondió Chip, sonriendo.
Zip y Chip entraron en la casa. Zip pensó en qué hacer para la cena y decidió revisar la heladera para ver qué ingredientes tenían. Encontró algunos vegetales frescos, pollo y queso. Con una sonrisa, Zip decidió preparar una deliciosa cena para Chip.
Zip cortó los vegetales, sazonó el pollo y los cocinó en una sartén. Luego, añadió queso derretido por encima y preparó una ensalada fresca como acompañamiento. El aroma de la comida llenó la casa y despertó el apetito de Chip.
Eran las 9:12 de la noche cuando finalmente se sentaron a cenar. La comida olía delicioso y ambos disfrutaron cada bocado. La conversación durante la cena fue tranquila y llena de risas, recordando los momentos divertidos del día.
Después de cenar, se relajaron en la sala de estar, leyendo un libro juntos hasta que Chip empezó a tener sueño. Zip notó el cansancio en su rostro y, con un tono ligeramente burlón, preguntó:
—¿Tienes sueño, Chip?
—Sí —respondió Chip, frotándose los ojos.
Zip sonrió, se acercó y lo alzó en brazos. Lo llevó al segundo piso y lo dejó en su cuarto, en la cuna. Justo antes de irse, Chip le preguntó:
—¿Puedes contawme un cuento?
—Ok —respondió Zip, con una sonrisa.
Zip se sentó al lado de la cuna y comenzó a contarle un cuento:
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~El Dragón Que Desafió al Destino~
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Había una vez, en un reino muy lejano, un joven dragón llamado Flama. A diferencia de los demás dragones, Flama no deseaba causar temor ni destrucción. En su corazón, soñaba con ser amigo de los humanos y demostrarles que no todos los dragones eran peligrosos.
Un día, mientras volaba sobre un hermoso valle, Flama vio una pequeña aldea humana rodeada de campos verdes y flores. Decidido a hacer amigos, bajó suavemente y se escondió detrás de unos árboles, observando a los humanos con curiosidad y admiración. Sin embargo, los humanos no estaban acostumbrados a ver dragones.
Mientras observaba, un niño humano lo vio y gritó:
—¡Un dragón!
Alarmados, los aldeanos comenzaron a correr y gritar. Todos huyeron rápidamente, dejando a Flama solo y triste. Flama, desanimado, se fue volando con el corazón pesado, pensando que tal vez nunca podría ser amigo de los humanos.
A la mañana siguiente, a pesar de su tristeza, Flama decidió volver a la aldea. Volvió a su lugar habitual detrás de los árboles, observando a los humanos desde la distancia. Aunque todavía estaba triste, no perdió la esperanza de que algún día pudieran aceptarlo.
Un fatídico día, mientras Flama seguía observando a los humanos desde la distancia, vio a Garra volar furiosamente hacia la aldea. El dragón tenía una mirada feroz y en sus ojos brillaba la intención de destruir. Flama, sintiendo el peligro inminente, se apresuró a interceptar a Garra antes de que llegara a la aldea.
—¡Garra, detente! —gritó Flama, colocándose frente a él—. No tienes que hacer esto.
—¡Apártate, Flama! —rugió Garra—. Los humanos son nuestros enemigos. Es hora de darles una lección.
—¡No! —exclamó Flama con firmeza—. Los humanos no son nuestros enemigos. Podemos vivir en paz y amistad con ellos.
Pero Garra, cegado por su ira, no quiso escuchar. Se lanzó hacia la aldea con una velocidad impresionante, dispuesto a atacar. Flama, decidido a proteger a los humanos, se lanzó tras él. Una batalla épica se desató en el cielo, con rayos de fuego y garras chasqueando en el aire.
Flama usó todas sus habilidades para desviar los ataques de Garra y mantenerlo alejado de la aldea. Los aldeanos, al ver la batalla, se refugiaron en sus casas, pero también observaron con asombro cómo un dragón intentaba protegerlos.
Finalmente, después de un feroz combate, Flama logró acorralar a Garra. Herido y agotado, Garra comprendió que no podía vencer a Flama. Con un rugido de frustración, se alejó volando, prometiendo no regresar.
Los aldeanos, agradecidos por el valiente dragón que los había salvado, se acercaron cautelosamente a Flama. Uno de los niños, con ojos llenos de admiración, dijo:
—Gracias, valiente dragón. Nos has salvado.
Flama sonrió, aliviado y feliz.
—No hay de qué. Solo quiero ser su amigo —respondió, con sinceridad.
Con el tiempo, Flama se convirtió en un héroe para la aldea y todos los humanos lo acogieron con cariño. La amistad entre Flama y los humanos floreció, y juntos demostraron que, con bondad y valentía, se pueden superar las diferencias y construir un futuro de paz.
Flama vivió muchas aventuras junto a sus nuevos amigos humanos, y la historia de su valentía y bondad se contó por generaciones. El reino entero reconoció a Flama como un verdadero héroe, no solo por su poder, sino por su corazón lleno de esperanza y coraje.
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Antes de que Zip terminara el cuento, Chip ya estaba dormido. Zip sonrió tranquilamente, se acercó a él y le dio un beso en la mejilla de buenas noches.
—Buenas noches, hermanito. Descansa bien —susurró Zip.
Apagó la luz y salió del cuarto, dejando la puerta entreabierta. Zip bajó al sofá, tomó su teléfono y Zip notó que había notificaciones en el grupo de WhatsApp llamado "Los Bullyings Que Irán Por Ti en la Noche- ✨", donde estaban Oliver y Edward. Curiosa, decidió entrar al grupo y vio que Oliver y Edward estaban en medio de una conversación animada:
O: "¿A quién molestamos mañana? ¿Abbie, Lana, Engel, Claire, Bubble o a otro estudiante?"
E: "¡Buena pregunta! Abbie siempre reacciona de manera divertida, pero Bubble es un blanco fácil. ¿Qué opinan?"
Zip sonrió y decidió intervenir en la conversación.
"¡Holas, wuevones! ¿De qué están hablando?"
O: "¡Hey, Zip! Estamos planeando a quién molestar mañana. ¿Alguna idea?"
"Hmm, Bubble podría ser divertido, ya que casi nunca le hacemos bromas."
O: "¡Me encanta esa idea! Pero tenemos un problemita. Tenemos que tener el cubo de agua listo. Recuerden, chicos, en la escuela no hay cubos de agua, solo cuando limpian el piso, y eso está en una clase. No podríamos hacerlo porque no hay agua disponible, excepto en el recreo para las personas que tienen que ir al baño."
"Hmmm, tienes razón."
E: "Sí, es verdad, una razón muy razonable, pero nada que no podamos manejar."
O:"Te leo.
E: "Pues podría alguien de nosotros distraer a la directora y otro entrar para agarrar las llaves de esa habitación. Después de eso, dos de nosotros vigilan al frente para que no haya nadie en la puerta. El que tenga la llave abre y entra con cuidado, agarra el cubo de agua y lo saca con cuidado para que nadie se entere. Después de eso, el que lo haya agarrado va al baño y lo llena de agua. Luego, otro de nosotros que vigile puede subir con velocidad al segundo piso sin que nadie lo note y ¡PAM! Atraemos a Bubble y la ponemos ahí o como lo hagamos y la distraemos. El que esté arriba apunta bien y cuando esté a punto de tirar nos mira, y el otro que no distrae pero está ahí le da una guiñada y el de al lado le pega en el hombro dándole señal de que se acerquen. Y ahí, el que esté arriba tira el cubo de agua y tendríamos nuestro plan."
O:"¡Woah, esa mente sí te funciona bien, erizo!"
"¡Jajaja, al fin se te activó lo genio, erizo de Sonic!"
E: "Lo sé, soy un genio."
O: "Entonces, ¿quién se ofrece para distraer a la directora?"
"Yo puedo hacerlo. Soy buena para inventar excusas."
E: "Perfecto, Oliver agarra las llaves y después yo entro a la habitación para conseguir la cubeta mientras ustedes vigilan. Después voy al baño y la lleno de agua. Zip, tú la llevas hasta arriba, ya que eres una dragonas podrás con eso. ¡Jajaja
O: "¡Genial! Nos vemos mañana en la escuela. Esto va a ser épico."
"¡Sí! Asegurémonos de que nadie sospeche nada. ¡Hasta mañana, wuevones!"
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Después de que el trío haya planeado el plan, Zip se levantó del sofá y miró la hora. Ya era hora de dormir. Zip apagó el teléfono y lo puso a cargar. Luego fue al baño para bañarse. Después de bañarse, se puso su pijama y se lavó los dientes. Finalmente, apagó las luces de toda la casa, se metió en la cama y se quedó dormida
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3:00 A.M.
Zip se despertó en medio de la noche. Se sentó al borde de su cama, mirando el piso. No tenía sueño y no sabía qué podía hacer para poder dormirse de nuevo. Después de unos minutos, decidió levantarse de la cama.
Caminó silenciosamente por la casa hasta llegar a la puerta de la terraza en el segundo piso. Sacó una llave de su bolsillo y la insertó en la cerradura. Cuando abrió la puerta, cerró los ojos y esbozó una sonrisa cerrada mientras el viento frío de la noche la recibía. Sentía la brisa helada acariciar su rostro mientras daba un paso hacia adelante. Se acercó a la barandilla y disfrutó del aire que corría. Era una noche muy linda.
Después de unos minutos, abrió los ojos y miró a la luna con una sonrisa calmada.
Mientras Zip seguía admirando la luna tranquilamente, un ruido en el jardín captó su atención. Se inclinó sobre la barandilla, tratando de localizar el origen del sonido. Al bajar la mirada, vio una sombra que se movía rápidamente, alejándose del jardín.
La sombra no se veía muy bien debido a la oscuridad de la noche, pero Zip notó que alguien miró hacia arriba y luego se fue corriendo rápidamente. Aunque no pudo distinguir quién era, la silueta se perfilaba con unos cuernos y una cola que le daban un aspecto demoníaco.
Confundida y curiosa, Zip se quedó unos momentos en silencio, tratando de procesar lo que había visto. Finalmente, decidió acostarse a dormir, o intentarlo. Mañana le contaría todo a sus amigos. Se dio la vuelta y entró a la casa, cerró la puerta de la terraza y se dirigió a su cama a dormir o intentarlo.
Al día siguiente, Zip se despertó con algo de sueño. Aún recordaba la silueta de esa sombra y no sabía qué era exactamente. Prefirió ir a la escuela a contarles a sus amigos y ver qué decían. Decidió levantarse y dirigirse al baño para bañarse. Se sacó la ropa y prendió la ducha, sintiendo cómo el agua recorría su cuerpo, relajando sus músculos y despejando su mente. Después de bañarse, salió y se puso su vestimenta habitual que siempre llevaba a la escuela.
Luego, se dirigió al cuarto de su hermano, quien aún seguía dormido en la cuna. Zip se acercó y, con suavidad, lo movió para despertarlo. Chip abrió los ojos lentamente y Zip le sonrió.
—Buenos días, Chip. Es hora de levantarse —dijo Zip.
Chip se frotó los ojos y se estiró. Zip lo ayudó a salir de la cuna y le indicó que se vistiera. Mientras Chip se cambiaba solo, Zip le recordó que bajara a desayunar cuando terminara. Una vez que Chip estuvo listo, los hermanos bajaron las escaleras y Zip le dijo a su hermanito que era hora de desayunar. Chip asintió con la cabeza y se subió a su asiento, que tenía una pequeña escalera para llegar.
Zip se dirigió a la cocina para preparar el desayuno. Hizo galletas para su hermanito y para ella, junto con un vaso de leche. Cuando terminó de prepararlo, fue donde su hermano y le sirvió el desayuno.
—¡Galletas para el desayuno! ¡Eres la mejor, Zip! —exclamó Chip con entusiasmo.
—Me alegra que te gusten, Chip —dijo Zip con una sonrisa en su rostro—. Ahora come bien para que tengas energía para la escuela.
Después de terminar de desayunar, Zip y Chip se lavaron los dientes y se prepararon para salir. Agarraron sus mochilas y se aseguraron de que tenían todo lo necesario para el día. Zip llevó a Chip de la mano hasta la escuela, asegurándose de que estuviera listo para el día. Al llegar, se despidieron con un abrazo y Zip se dirigió a sus clases, encontrándose con sus amigos, Oliver y Edward, en el pasillo.
Pasaron la mañana entre clases y tareas, pero antes de que sonara la campana para la clase Zip, Oliver y Edward se encontraron en el pasillo cerca de los armarios. Con miradas cómplices, estaban listos para ejecutar la broma que habían planeado para Bubble.
primero, Zip se acercó a la directora con una excusa para distraerla.
—Directora, necesito hablar con usted sobre una posible mejora en los estudios —dijo Zip, tratando de mantener la conversación.
—¿Qué tipo de mejora tienes en mente? —preguntó la directora, interesada.
—Pensé que podríamos ofrecer más opciones de estudio, como clases de biología avanzada, química y otras materias científicas. Creo que sería una excelente manera de preparar mejor a los estudiantes para sus futuros académicos —respondió Zip, manteniendo la atención de la directora.
Mientras tanto, Oliver se escabulló para agarrar las llaves del armario donde guardaban el cubo. No fue tarea fácil. Tenía que moverse con sigilo para que nadie lo viera. Edward esperaba afuera, atento a cualquier movimiento.
Zip continuó hablando con la directora, tratando de mantener su atención lejos de Oliver.
—Además, podríamos invitar a profesionales de diferentes campos para que den charlas a los estudiantes. Creo que eso inspiraría a muchos a seguir carreras en ciencias y tecnología.
—Eso suena muy interesante, Zip. Siempre estamos buscando maneras de mejorar la educación aquí —dijo la directora, completamente concentrada en la conversación.
Oliver finalmente logró agarrar las llaves y se escabulló sin hacer ruido. Sin embargo, por mala suerte, una maestra casi lo vio con el cubo de agua y se tuvo que esconder tras una pared. Cuando se encontró de nuevo con Zip y Edward, comentó:
—Casi una maestra me ve —dijo Oliver con un suspiro de frustración.
—¡Ahg! Ok, iré yo —dijo Zip, tomando el cubo de las manos de Oliver. Se dirigió al baño, intentando evitar ser vista por la maestra. Logró entrar al baño sin ser detectada y fue hasta el lavamanos para llenar el cubo con agua.
Mientras Zip llenaba el cubo de agua en el baño, escuchó unos sollozos no muy lejanos. Decidió investigar y vio que en un rincón del baño estaba Abbie, llorando. Parecía que Zip se había confundido de baño.
Zip empezó a sentir pena y le preguntó con una voz seria:
—¿Qué te pasa, Abbie? ¿Por qué estás llorando?
—N-nada —dijo Abbie, sollozando mientras intentaba limpiarse las lágrimas.
Zip levantó una ceja, sin confiar en la respuesta de Abbie.
—¿Seguro, Abbie, que nada? —insistió Zip, sin confiar en lo que dijo Abbie.
Abbie suspiró y miró hacia otro lado, pero finalmente se rindió y confesó:
—T-te seré sincero... m-me siento solo —dijo Abbie, mirando a Zip con los ojos hinchados.
Zip frunció el ceño, manteniendo su tono frío.
—¿Solo por eso? —dijo Zip, dando un suspiro—. Yo pensé que era algo más grave. Tremenda pérdida de tiempo perdí por tu culpa —dijo, algo enojada.
—P-perdón —dijo Abbie, desviando la mirada, con vergüenza y tristeza.
Zip, sin mostrar más emociones, volvió al lavamanos para terminar de llenar el cubo de agua. Abbie trató de calmarse y habló de nuevo.
—Es que hoy me sentí muy solo. Mis amigos estaban hablando de algo que no entendía y me dejaron fuera de la conversación. Me hizo sentir como un perdedor —explicó Abbie.
Zip se cruzó de brazos, manteniendo su tono distante.
—¿Eso es todo? Deberías aprender a no depender tanto de otros para sentirte bien. La vida no siempre es justa, Abbie. Mejor ponte fuerte y sigue adelante.
Abbie asintió lentamente, tratando de procesar las palabras de Zip.
—Sí, lo entiendo... —murmuró Abbie—. Es solo que a veces es difícil no sentirse así.
Zip soltó un suspiro exasperado.
—Mira, no tengo tiempo para tus problemas emocionales. Sólo... trata de no ser tan sensible, ¿de acuerdo? —dijo Zip, tomando el cubo de agua lleno y dirigiéndose hacia la salida del baño.
—Lo intentaré, Zip. Gracias por... escucharme, supongo —dijo Abbie, limpiándose las lágrimas.
Parecía que Zip se había confundido de baño.
Al ver a Abbie llorando, Zip empezó a sentir pena y le preguntó con una voz seria:
—¿Qué te pasa, Abbie? ¿Por qué estás llorando?
—N-nada —dijo Abbie, sollozando mientras intentaba limpiarse las lágrimas.
Zip levantó una ceja, sin confiar en la respuesta de Abbie.
—¿Seguro, Abbie, que nada? —insistió Zip, sin confiar en lo que dijo Abbie.
Abbie suspiró y miró hacia otro lado, pero finalmente se rindió y confesó:
—T-te seré sincero... m-me siento solo —dijo Abbie, mirando a Zip con los ojos hinchados.
Zip frunció el ceño, manteniendo su tono frío.
—¿Solo por eso? —dijo Zip, dando un suspiro—. Yo pensé que era algo más grave. Tremenda pérdida de tiempo perdí por tu culpa —dijo, algo enojada.
—P-perdón —dijo Abbie, desviando la mirada, con vergüenza y tristeza.
Zip, sin mostrar más emociones, volvió al lavamanos para terminar de llenar el cubo de agua. Abbie trató de calmarse y habló de nuevo.
—Es que hoy me sentí muy solo. Mis amigos estaban hablando de algo que no entendía y me dejaron fuera de la conversación. Me hizo sentir como un perdedor —explicó Abbie.
Zip se cruzó de brazos, manteniendo su tono distante.
—¿Eso es todo? Deberías aprender a no depender tanto de otros para sentirte bien. La vida no siempre es justa, Abbie. Mejor ponte fuerte y sigue adelante.
Abbie asintió lentamente, tratando de procesar las palabras de Zip.
—Sí, lo entiendo... —murmuró Abbie—. Es solo que a veces es difícil no sentirse así.
Zip soltó un suspiro exasperado.
—Mira, no tengo tiempo para tus problemas emocionales. Sólo... trata de no ser tan sensible, ¿de acuerdo? —dijo Zip, tomando el cubo de agua lleno y dirigiéndose hacia la salida del baño.
—Lo intentaré, Zip. Gracias por... escucharme, supongo —dijo Abbie, limpiándose las lágrimas.
Zip salió del baño sin más palabras y se dirigió de nuevo hacia el lugar donde estaban esperando Oliver y Edward.
—Ya tengo listo el cubo y el agua —dijo Zip, mostrando el cubo lleno de agua.
—¡Excelente! —exclamó Oliver.
Zip desplegó sus alas y subió al primer piso con el cubo de agua en brazos. Una vez allí, se escondió en el lugar perfecto para ejecutar su plan. Mientras tanto, Edward y Oliver se quedaron abajo para atraer a Bubble al sitio indicado.
—Bubble, ¿puedes venir un momento? Necesitamos tu ayuda con algo importante en el primer piso —dijo Edward, tratando de sonar convincente.
Bubble frunció el ceño, algo desconfiada.
—¿Qué necesitan? —preguntó Bubble, manteniendo una distancia segura.
—Es algo relacionado con el proyecto de ciencias. Necesitamos tu opinión y eres la mejor en esto —añadió Edward, intentando sonar convincente ya que es el mejor en clases de ciencias.
Bubble, aún un poco reticente, decidió acercarse.
—Está bien, pero no me hagan perder el tiempo —dijo Bubble, mientras seguía a Edward y Oliver hasta el sitio donde Zip esperaba.
Cuando estuvo justo debajo del lugar donde Zip esperaba, Edward le dio una señal.
—¡Ahora! —gritó Edward.
Zip vertió el cubo de agua sobre Bubble, empapándola por completo.
—¡¿QUÉ MIERDA?! —gritó Bubble, sorprendida y empapada.
Justo cuando el trío comenzó a reír, sonó la campana de clases.
—Chao, perdedora —dijo Oliver en forma burlona.
El sonido de la campana interrumpió su risa, y los amigos se dispersaron, listos para el siguiente período de clases. Zip sabía que más tarde tendría que hablar con Oliver y Edward sobre la sombra que había visto la noche anterior, pero por ahora, estaban disfrutando del momento.
Bubble veía al trío de matones alejarse. Se quedó demasiado enojada por la broma que le hicieron. Ahora tendría que cambiarse o encontrar alguna solución para no quedarse mojada.
El trío de bullies entró a la clase de historia. Miss Emily aún no había llegado, lo cual era una suerte para ellos. Se sentaron en sus asientos y comenzaron a hablar mientras observaban cómo los demás alumnos llegaban y se sentaban en sus lugares. Fue entonces cuando vieron a Max entrar al aula.
—Mira quién llegó —dijo Oliver, señalando a Max con una sonrisa burlona.
—El genio de la clase —añadió Edward con sarcasmo, aunque en realidad era su mejor amigo y solo seguía la corriente.
Zip se cruzó de brazos y observó a Max mientras se dirigía a su asiento.
—¿Qué tal, Max? ¿Listo para otra lección aburrida? —dijo Zip, con una sonrisa maliciosa, pero con un tono que mostraba que en el fondo le agradaba Max.
Max, acostumbrado a las burlas del trío, trató de ignorarlos y se sentó en su lugar, sacando sus libros de historia.
—Vamos, Max, no seas tan serio. Solo estamos bromeando —dijo Oliver, riéndose, aunque en su tono se notaba la antipatía que sentía por Max.
Max frunció el ceño y se notó que estaba un poco molesto por el comportamiento de Oliver. Zip, dándose cuenta, trató de calmar la situación.
—Tranquilo, bro. Solo estamos bromeando —dijo Zip, sonriéndole.
Max se sonrojó levemente, pero nadie lo notó.
—Sí, relájate un poco. No todo es estudiar —añadió Edward, mientras se inclinaba hacia adelante en su asiento, guiñándole un ojo a Max.
Max levantó la mirada y sonrió levemente a Edward y Zip, sintiéndose un poco mejor.
—Déjenme en paz, ¿quieren? Solo quiero estudiar y pasar esta clase —dijo Max, tratando de mantener la calma.
—Oh, el genio quiere estudiar. Qué sorpresa —dijo oliver, rodando los ojos.
Justo en ese momento, Miss Emily entró al aula, haciendo que todos los estudiantes se enderezaran en sus asientos.
Miss Emily, visiblemente cansada y sin ganas de trabajar, miró a sus alumnos con una expresión de fastidio.
—A ver, mocosos, abran sus libros en la página 45 y no me hagan perder el tiempo —dijo Miss Emily, con un tono grosero.
Max se quedó sorprendido, mientras que los otros alumnos, acostumbrados a la actitud de Miss Emily, no mostraron ninguna reacción y simplemente obedecieron, abriendo sus libros.
Pasaron varias clases y finalmente sonó la campana indicando el fin del día escolar. Los estudiantes comenzaron a recoger sus cosas y a dirigirse hacia la salida.
Zip, Oliver, Edward y Max salieron del aula juntos, riendo y comentando sobre las bromas del día.
—Ese fue un buen día —dijo Oliver, satisfecho.
—Sí, aunque aún tengo que resolver lo de la sombra que vi anoche —dijo Zip, recordando lo que tenía que discutir con sus amigos.
—Tal vez podamos investigar eso más tarde. Primero, necesito algo de comida —dijo Edward, sonriendo.
Max, sintiéndose más cómodo con sus amigos, agregó:
—Podríamos ir a la cafetería y luego buscar un lugar tranquilo para hablar sobre eso.
Zip suspiró y se detuvo.
—Lo siento, chicos, pero no puedo. Tengo que cuidar de mi hermano esta tarde —dijo Zip con pesar.
—Está bien, Zip. Podemos hacerlo otro día —respondió Edward, comprensivo.
—Nos vemos luego, Zip. Cuida a tu hermano —añadió Max, sonriendo.
—Claro, nos vemos chicos —dijo Zip, despidiéndose mientras se dirigía hacia la salida.
Los otros tres amigos se dirigieron hacia la cafetería, listos para disfrutar del resto de la tarde.
Zip se dirigió rápidamente hacia la clase de Miss Sasha para recoger a su hermano menor. Al llegar, vio a los estudiantes concentrados en sus tareas, mientras Miss Sasha caminaba entre los escritorios ayudando a los alumnos que tenían dudas. Al fondo del aula, Zip encontró a su hermano, que estaba distraído con algo en su pupitre.
—Oye, ¿qué estás haciendo? —preguntó Zip, acercándose y bajando la voz para no interrumpir a la clase.
—Nada, solo... dibujando —respondió su hermano, mirando a Zip con una sonrisa.
Zip echó un vistazo al dibujo y se dio cuenta de que era un bosquejo de una nave espacial. Se sintió orgulloso de la creatividad de su hermano.
—Es un buen dibujo. Pero ahora tenemos que irnos —dijo Zip, extendiendo la mano.
Su hermano asintió y recogió sus cosas rápidamente. Mientras se dirigían a la puerta, Miss Sasha los detuvo.
—¿Todo está bien, Zip? —preguntó Miss Sasha con una voz suave pero firme.
—Sí, Miss Sasha. Solo vine a buscar a mi hermano. Tenemos que ir a casa temprano hoy —respondió Zip con una sonrisa.
Miss Sasha asintió y les deseó un buen día. Al salir del aula, el hermano de Zip comenzó a hablar emocionado.
—¡Zip, quiero enseñarte algo en casa! Estuve trabajando en un nuevo proyecto y creo que te va a encantar —dijo con entusiasmo.
Zip sonrió y le revolvió el cabello.
—No puedo esperar a verlo. Pero primero, vamos a casa y te aseguro que tendremos tiempo para todo —respondió Zip.
Mientras caminaban juntos hacia la salida de la escuela, Zip no podía evitar sentir una mezcla de preocupación y curiosidad por la sombra que había visto la noche anterior. Sabía que tendría que hablar con Edward y Oliver sobre eso, pero por ahora, estaba enfocado en pasar un buen rato con su hermano
Cuando Zip y su hermano Chip llegaron a casa, notaron que sus padres aún no habían llegado. Pensaban que en cualquier momento aparecerían. Era jueves, mañana sería viernes.
Zip abrió la puerta y dejó pasar a Chip, quien se veía visiblemente cansado. Zip le preguntó con ternura:
—¿Tienes sueño, Chip?
—No, estoy aburrido —respondió Chip, tratando de ocultar un bostezo.
Zip pensó por un momento hasta que se le ocurrió algo. Con una voz alegre, dijo:
—¡¿Qué tal si jugamos a ser piratas?!
Al escuchar eso, los ojos de Chip brillaron de emoción y aceptó la idea enseguida. Pasaron unos minutos jugando, cuando de repente escucharon que alguien tocaba la puerta. Chip se puso feliz y corrió hacia la puerta, pero siendo tan pequeño, no podía alcanzarla.
—¡Espérame, Chip! —dijo Zip, levantándose rápidamente.
Zip llegó a la puerta y abrió, esperando que fueran sus padres.
Zip abrió la puerta y se encontró con una figura familiar: su vecino, Daniel.
—Hola, Zip. ¿Todo bien? —preguntó Daniel, con una sonrisa amable.
—Hola, Daniel. Sí, todo bien, gracias —respondió Zip, aunque no pudo evitar sonar un poco decepcionado de que no fueran sus padres.
Chip se asomó detrás de Zip, todavía emocionado por el juego de piratas.
—¡Hola, Chip! ¿Qué están haciendo? —preguntó Daniel, notando la emoción en el rostro del niño.
—¡Estamos jugando a ser piratas! —dijo Chip con entusiasmo.
Daniel rió suavemente y miró a Zip.
—Bueno, pensé en venir a ver si necesitaban algo. He visto que sus padres no han llegado todavía.
Zip agradeció la preocupación del vecino y le aseguró que estaban bien.
—Gracias, Daniel. Solo estamos esperando que lleguen. Pero estamos bien.
—De acuerdo. Si necesitan algo, saben dónde encontrarme —dijo Daniel, despidiéndose con una sonrisa.
Después de cerrar la puerta, Zip volvió a mirar a Chip, quien seguía lleno de energía.
—¡Vamos, pirata! ¿Listo para seguir la aventura? —dijo Zip, tratando de mantener el ánimo de su hermano.
Pasaron un buen rato jugando y haciendo como si estuvieran navegando por mares peligrosos y buscando tesoros escondidos. Pero el tiempo seguía pasando y sus padres no llegaban. Zip intentó no preocuparse para no alarmar a Chip, pero la incertidumbre empezaba a pesarle.
De repente, escucharon de nuevo un ruido en la puerta. Esta vez, Zip sintió un leve nudo en el estómago mientras se acercaba para abrir. ¿Serían por fin sus padres? ¿O alguien más con noticias?
Zip abrió la puerta y vio a sus padres. Su corazón se llenó de alegría al verlos, pero pronto esa alegría se desvaneció. Como siempre, sus padres fueron directamente a saludar a su hermano pequeño, Chip.
—¡Hola, cariño! —dijo su madre, abrazando a Chip y besándolo en la frente.
—¿Cómo estuvo tu día, campeón? —preguntó su padre, revolviendo el cabello de Chip con cariño.
Zip se quedó parado a un lado, esperando su turno para recibir un saludo o al menos una sonrisa, pero no llegó nada. Sus padres apenas le dirigieron una mirada.
—¿Y tú, Zip? —dijo su madre con un tono indiferente—. ¿Hiciste algo útil hoy?
Zip intentó mantener la calma y sonrió débilmente.
—Sí, mamá. Estuvimos jugando a ser piratas y también cuidé de Chip —respondió Zip, tratando de sonar positivo.
—Qué bien, porque alguien tiene que hacerlo —dijo su padre con un suspiro, como si fuera una tarea que solo recayera en Zip.
Zip sintió el peso del favoritismo una vez más. No importaba cuánto se esforzara, siempre parecía que sus padres preferían a Chip. Pero decidió no dejar que eso arruinara la noche para su hermano pequeño.
—Bueno, chicos, vamos a cenar. Chip, ¿quieres ayudarme a poner la mesa? —dijo su madre, sin siquiera mirar a Zip.
—¡Sí, mamá! —respondió Chip con entusiasmo, corriendo hacia la cocina.
Zip se quedó un momento más en la puerta, tratando de apartar los sentimientos de tristeza y frustración. Cerró la puerta lentamente y se dirigió hacia la cocina para ayudar en lo que pudiera, decidido a no dejar que el favoritismo de sus padres afectara su relación con su hermano.
Zip se dirigió a la cocina y vio a su padre sentado en la mesa. Ella lo observó durante unos momentos, pero no se atrevió a decir nada hasta que su padre notó su mirada y le devolvió una mirada de desprecio.
—¿Qué me ves, lagartija? —dijo su padre, enojado—. Mejor vete a ayudar a tu madre, error —añadió, apuntando con su mano hacia la cocina.
Zip asintió con la cabeza y sonrió levemente, aunque por dentro se sentía triste. Se dirigió hacia la cocina y le preguntó a su madre si necesitaba ayuda.
—¿Quieres que te ayude, mamá? —preguntó Zip, tratando de sonar útil.
Su madre la miró y le dijo que sí, pidiéndole que se acercara.
—Zip, ven aquí y A ver si esto está caliente —dijo su madre, señalando la hornalla.
Zip miró la hornalla, confundida y preocupada.
—N-no entendí... —dijo Zip, intentando no sonar preocupada.
La madre de Zip soltó un suspiro exasperado y la miró con desprecio.
—¿Estúpida, no entiendes? Pues que pongas tu brazo en la hornalla y me digas cómo está el fuego —dijo, mirándola con seriedad y desprecio.
Zip sintió un nudo en el estómago y respondió con voz temblorosa.
—E-eso no sería querer... q-quemarme? —dijo Zip, asustada.
La madre de Zip frunció el ceño y levantó la voz.
—¡AHG! Si no lo puedes hacer por las buenas, lo tendrás que hacer por las malas! —dijo, acercándose a Zip con una expresión amenazante.
Antes de que Zip pudiera reaccionar, su madre agarró su brazo y lo puso en la hornalla encendida. Zip soltó un grito desgarrador de dolor, intentando no llorar ni soltar un grito aún más fuerte.
—¿Cómo está el fuego, inútil? —dijo su madre enojada, sosteniendo el brazo de Zip en la hornalla.
—¡MHMS- E-ESTÁ CA- CALIENTE! —gritó Zip, intentando no soltar una lágrima por el dolor.
—Ajam, lo que necesitaba saber. Saca tu brazo, error —dijo su madre con desprecio.
Zip intentó sacar su brazo, pero el dolor era tan intenso que no podía moverlo.
—N-NO S-SA-SLA-LE —dijo Zip, nerviosa y a punto de gritar por el dolor.
—Oh, qué mal por ti. Mejor quémate, inútil —dijo su madre mientras rodaba los ojos.
Zip no aguantó más el dolor y soltó un grito desgarrador. En la sala, Chip escuchó el ruido y quiso ver qué pasaba, pero su padre le impidió ir a la cocina.
—¿Powque mi hewmana está gwitando? —preguntó Chip, levantándose de su asiento para ir donde ella.
Pero su padre lo detuvo, agarrándolo del brazo con fuerza.
—No te metas en eso, Chip. Tu hermana es una inútil y tiene que aprender —dijo su padre con frialdad.
Chip miró a su padre con confusión y miedo, pero no se atrevió a desobedecer. Mientras tanto, Zip seguía intentando liberar su brazo, luchando contra el dolor y el miedo.
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Time skip
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Zip, después de calmar el dolor en su brazo, se encerró en su habitación. Las paredes de su cuarto eran su refugio, aunque solo pudieran ofrecer un poco de consuelo. Sabía que no podía contarle a nadie lo que sucedía en su casa; el miedo y la incertidumbre la mantenían en silencio.
Cada noche, Zip miraba por la ventana, soñando con una vida diferente, una en la que no tuviera que soportar el desprecio y los maltratos de sus padres. Sabía que tenía que ser fuerte, no solo por ella misma, sino también por Chip, que merecía una infancia feliz y segura.
A pesar del dolor y la tristeza, Zip encontraba fuerza en pequeños momentos de alegría con su hermano. Sus juegos de piratas y las historias que inventaban juntos eran una escapatoria temporal de la realidad.
Hace dos años, durante uno de esos juegos, Chip se había acercado a Zip con una sonrisa y le había dicho:
—Zip, ¿sabías que los piratas nunca se rinden? Siempre luchan por lo que quieren.
Zip había sonreído, aunque una lágrima solitaria rodó por su mejilla. Su hermano, sin saberlo, le daba la fuerza para seguir adelante.
—Claro que sí, Chip. Nunca nos rendiremos —había respondido Zip, abrazando a su hermano.
Desde entonces, Zip había decidido que haría todo lo posible por proteger a Chip y buscar una salida para ambos.
Zip miró la quemadura en su brazo con tristeza. Sabía que tenía que cuidar la herida, así que se dirigió al baño en silencio, tratando de no alertar a sus padres. Una vez en el baño, buscó en el botiquín hasta encontrar un desinfectante. Justo cuando estaba a punto de aplicar el desinfectante en su herida, escuchó la voz de su padre.
—¿Qué estás haciendo, Zip? —preguntó su padre con desdén.
—Solo... tratando de cuidar mi brazo —respondió Zip, nerviosa.
—No necesitas eso. No seas débil —dijo su padre, mirándola con desprecio.
Zip bajó la mirada y asintió. Sabía que contradecir a su padre solo empeoraría las cosas. Guardó el desinfectante de vuelta en el botiquín y regresó a su habitación con el brazo aún adolorido.
Zip se fue al baño a bañarse. Se quitó la ropa y, mientras se duchaba, sentía el agua caer sobre ella, brindándole un breve momento de alivio. Después de la ducha, se puso su pijama y se lavó los dientes. Luego, se dirigió a su cuarto, apagó la luz y se acostó, mirando el techo mientras reflexionaba. La quemadura le ardía, pero no podía hacer nada al respecto. Finalmente, se quedó dormida.
A la mañana siguiente, Zip despertó. Era viernes, por suerte. Se levantó y fue al baño a hacer su rutina diaria de aseo. Después de salir del baño con su ropa habitual, vio a sus padres en la sala. Intentó ignorarlos y fue a despertar a Chip, pero sus padres la detuvieron.
—No despiertes a Chip —dijo su madre con firmeza—. Tiene fiebre y necesita descansar.
Zip miró a su madre con preocupación y asintió.
—¿Sabes por qué tiene fiebre? —preguntó Zip, tratando de mantener la calma.
—No, y tampoco importa. Solo no lo despiertes —respondió su padre, desinteresado.
Zip asintió de nuevo, aunque su preocupación no disminuía. Volvió a su habitación, sabiendo que debía cuidar de su hermano, pero también sintiendo el peso del favoritismo de sus padres.
Zip asintió de nuevo y se dirigió hacia la cocina. Justo cuando estaba a punto de abrir la heladera, su madre la vio y dijo:
—¿Qué haces, jovencita?
—Voy a hacerme el desayuno —respondió Zip, tratando de sonar tranquila.
Su madre la miró con desprecio y replicó:
—¿Perdona, jovencita? Tú no comerás nada. No lo mereces —dijo, mirándola con desdén.
Zip miró a su madre con una tristeza apenas notable y asintió con la cabeza.
—Pero mamá, necesito comer algo antes de ir a la escuela. Tengo un examen importante hoy —dijo Zip, con la esperanza de que su madre reconsiderara.
—Examen o no examen, no mereces comer. Todo lo que haces es causar problemas en esta casa. No quiero escuchar más excusas —dijo su madre, cruzando los brazos.
Zip sintió un nudo en la garganta, pero no quería llorar. Sabía que llorar solo empeoraría las cosas.
—Lo siento, mamá. No quería causar problemas —dijo Zip, bajando la mirada.
—¿Lo sientes? Eso dices siempre, pero nunca cambias. Eres una decepción constante, Zip. ¿Cuántas veces tengo que repetirlo para que lo entiendas? —dijo su madre con frialdad.
Zip intentó encontrar las palabras adecuadas para calmar a su madre, pero nada parecía ser suficiente.
—Mamá, prometo que mejoraré. Solo dame una oportunidad más —suplicó Zip, con la voz temblorosa.
—¿Oportunidad? Te he dado más oportunidades de las que mereces. Mira esas quemaduras en tu brazo y tu pierna. ¿Cómo esperas que la gente crea que no fue tu culpa? —respondió su madre, señalando las heridas de Zip.
—Yo... fue un accidente... —trató de explicar Zip, pero su madre la interrumpió.
—¡Basta de excusas! Siempre tienes una excusa para todo. Quiero que entiendas de una vez por todas que eres un estorbo. Ahora, vete de aquí y no me hagas perder más el tiempo —dijo su madre con un tono cortante.
Zip, con el corazón hecho pedazos, asintió lentamente y salió de la cocina.
Se dirigió a la sala donde estaba su mochila. Al abrirla, revisó que todo estuviera en orden: sus cuadernos, lápices y el libro de texto para el examen de ese día. Cada objeto que guardaba en su mochila era un recordatorio de su determinación para seguir adelante a pesar de las dificultades en casa. Zip se aseguró de tener todo lo necesario antes de cerrar la mochila con cuidado y levantarse.
A continuación, Zip subió las escaleras hacia el baño. Los escalones crujían bajo sus pies, y cada paso parecía resonar en la casa silenciosa. Al llegar al baño, tomó su cepillo de dientes y comenzó a lavarse los dientes, mirando su reflejo en el espejo. Las marcas en su brazo y su mejilla le recordaban las palabras crueles de su madre, pero también alimentaban su deseo de ser más fuerte y proteger a su hermano Chip.
Después de lavarse los dientes, Zip se miró un momento más en el espejo, tratando de encontrar algo de valor en sus propios ojos. Con un último suspiro, bajó las escaleras de nuevo y se preparó para enfrentar otro día difícil en la escuela.
Mientras se preparaba para salir, su padre la detuvo
—¿Qué haces, jovencita? —preguntó su padre con una mueca de desagrado.
—Solo me preparaba para ir a la escuela —dijo Zip, intentando no mostrar el dolor en su voz.
agarra el brazo de zip herido. El dolor fue intenso.
—¿Qué haces? —preguntó Zip, intentando no mostrar el dolor.
—No es nada. Solo un poco de maquillaje para cubrir esas quemaduras —dijo su padre, sacando un tubo de maquillaje de su bolsillo
La noche anterior, su padre la había quemado con la hornalla en el brazo, la mejilla izquierda y un poco en la pierna. Sin desinfectar las heridas, el maquillaje le causaba picazón. Su padre empezó a aplicar el maquillaje con fuerza, haciendo que Zip apretara los dientes para no gritar.
No es nada, deja de quejarte —continuó su padre—. No quiero que la gente piense que es abuso por culpa de tu descuido. Tienes que aprender a ser más cuidadosa.
Zip intentó mantenerse firme, pero las lágrimas amenazaban con salir.
—Papá, yo... —empezó a decir, pero su padre la interrumpió.
—Cállate, Zip. Siempre estás buscando excusas. Si fueras menos torpe, no tendríamos que pasar por esto —dijo su padre con desdén, aplicando el maquillaje de manera brusca.
Después de aplicar el maquillaje, su padre soltó el brazo de Zip de forma brusca, haciendo que ella casi perdiera el equilibrio.
—Vete a la escuela y estudia. A ver si dejas de ser tan inútil —dijo su padre, empujándola hacia la puerta y cerrándola de forma brusca.
~Żï₱ dïø üη șüș₱įřø, șīη çåșī åηīmøș ďë ηåđå.~
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~Cap 2~
palabras: 10219
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