『Fase I💣』
Título: El arte de la vida.
Personajes: Katsuki Bakugou, Eijirou Kirishima, Izuku Midoriya, Mitsuki Bakugou & Lectora.
Shipp: Katsuki x Lectora.
Advertencia: Ninguna.
Cantidad de palabras: 2000, sin ficha.
Dicen, ponen, dibujan, poetizan, y un mundo de cosas más, que toda la esencia humana es una obra de arte y todo lo que eso implica, Katsuki Bakugou, sin duda alguna hacía parte de esa afirmación al igual que todos los extras a su alrededor, solo que, el arte de su alma era difícil de apreciar, de comprender.
Solo una persona pudo comprenderlo, pudo lograr admirar su alma y el arte de su mirada, su ser. A pesar de eso, no esperó que se acabase tan fácilmente.
A él, sin duda, ella le gustaba. Pero no era de ser demostrativo, ni siquiera daba pistas de aquello o por lo menos no de las maneras que a la sociedad le gustaría, pero la chica difería con eso, ella comprendía a la perfección el laberinto y rompecabezas de sentimientos y acciones que hacían parte del rubio, y eso a él le atraía.
Sabía que sus te amo, eran demostrados con acciones cohibidas, sonrojos fuertes, desvíos de mirada y un grito con un mote medianamente bonito. El rubio aún no se explicaba cómo ella comprendía el significado detrás de sus más recónditas intensiones de afecto, aunque no se lo cuestionaba.
Pero, ¿por qué hablar del pasado?
Ahora, el joven aspirante a héroe, solo mantenía perdido en sus pensamientos, maldecía en la mente, su ceño fruncido era más evidente al igual que fue creando nuevos gestos obscenos con intención de insultar, su malhumor era palpable y casi todos entendían muy bien cada gesto, acción y chasqueo de lengua. Sabían cuando estaba molesto, apretaba los puños y sus ojos brillaban de un rubí sangriento que daba escalofríos a cualquiera, si necesitaba algo simplemente lo señalaba o escribía —en casos, sin duda, extremos o de relevancia—, si no le gusta algo chasqueaba de mala gana la lengua y miraba iracundo e indiferente al otro. En fin, todo se basaba en señas.
Todo ocurrió, un día especial dónde su novia y él celebrarían su aniversario de casi un año saliendo, siendo una pareja. Así que, la fémina había citado al chico a un parque especial para ella y así pasar el día juntos, a regañadientes Katsuki aceptó ir y muy dentro de él, sabía perfectamente, que solo lo hacía porque en realidad la amaba con su alma, esa alma rebelde y explosiva que sí tenía corazón y estaba aprendiendo a usarlo. La chica desbordó de felicidad, y una noche antes, la luna fue la única testigo del amor que irradiaban, también sería testigo de una gran desgracia.
La cita era al caer el sol, justo a las dieciocho horas, en la banca debajo de dónde había estado un gran árbol de cerezos. Katsuki llegó puntual, cada cinco minutos revisaba su teléfono para ver la hora, daba vueltas al terreno baldío y pensaba cómo su novia estaría encantada de ver florecer el hermoso árbol rosa pues las flores le fascinaban y era una lástima que lo hubieran cortado, pasaron diez minutos, veinte minutos, media hora, una hora, dos horas, tres horas parado como un imbécil esperando a la chica, pero ella no aparecía. Su mente solo pudo pensar que lo había dejado plantado e iracundo, apretando sus dientes y soltando blasfemias se fue del lugar con su orgullo y un dolor en el pecho, por primera vez en muchos años, el rubio quería llorar de impotencia por un amor que en ese momento creyó unilateral a causa de su ausencia, se sentía herido y traicionado por la única persona en que confió y depositó su amor, ella tendría que tener una buena excusa para conseguir su indulgencia.
Llegó a su casa hecho una furia, azotó la puerta de la entrada y la de su habitación con fuerza, sus padres decidieron no prestarle atención hasta más tarde, cuando le llamarán la atención por tal rabieta, Mitsuki hizo un esfuerzo del más allá para no gritarle en ese instante. Arremetió contra el saco de boxeo de su habitación hasta que no quedaron más que cenizas, siguió con la pared, y no se detuvo hasta que sus nudillos sangraban y la pared se fracturaba dejando un hueco que más tarde tendría que repararse, se arrodilló y dio el último golpe, destrozado, creyendo que solo habían jugado con él y soltando todas las groserías que se sabía. Se sentía horrible, quería sacarse ese dolor de adentro y explotarlo.
Pero eso no sería nada. No de lo que pasó más tarde.
Al otro día fue a la academia con el ánimo por los suelos, no quería verle y tampoco la vio pues ella faltó a clases, lo que solo aumentó más el malhumor. Nadie se atrevía a hablarle a Bakugou, pues todos sabían que no saldrían ilesos, Deku decidió que lo más sincero era mantenerse callado pues a el rubio no le caía bien y eso solo lo empeoraría a pesar de que el chico de cabello verde estaba muy preocupado, Kirishima trató de decirle algo pero fue en vano, pues solo recibió su indiferencia.
A la salida, se encontró con la madre de su novia que lo esperaba cabizbaja, vestida con su usual ropa con la que atendía en su tienda familiar, y esta no se atrevía a mirarlo. El chico pasó de largo, como si no hubiese visto a la madre de la chica.
—Espera, Katsuki —murmuró lánguida, con un tono quebrado de voz pero cálido como siempre.
—¿Qué? —escupió cruelmente el chico, con indiferencia y molesto, quiso decir una grosería pero sintió que simplemente se atoraba en su garganta.
La señora extendió un sobre negro, y murmurando una disculpa se fue caminando de allí sin siquiera dirigirle la mirada al chico, Bakugou creyó confirmar su hipótesis. En su casa, de mala gana, la abrió y se dispuso a leerla con cuidado; se sorprendió al ver que era una invitación. Una invitación a un funeral.
Eso descolgó a Bakugou, y deseando que no fuera cierto llamó a la madre de la chica, deseando con todas sus fuerzas que prefería no tenerla a su lado pero al menos que estuviera viva.
—Lo siento mucho, Katsuki —susurró la mujer cohibida y triste, detrás del teléfono, él solo lo apretaba con fuerza—; de camino a su cita, ella salía de sus clases de arte y danza, tomó el ascensor, y un fallo en él lo desprendió y cayó de picada los cinco pisos del edificio. Un vigilante nos contó que un estruendo lo advirtió y al revisar la ranura debajo de este aparato salía sangre. Entonces la vio, muerta. S-Solo, ve...
Katsuki colgó el teléfono, y por primera vez en muchos años las lágrimas salieron de sus ojos poco a poco, lloró con todas sus fuerzas apretando los labios y sintiendo que el tiempo se lo tragaba, que debió aprovechar más oportunidades a su lado. Golpeó de nuevo el muro, y explotó una de sus almohadas.
—¡Puta mierda, perdóname! —gritó impotente, recordando el rencor que sintió por dejarlo plantado.
No fue al funeral, de hecho, solo se dignó a ir dos días después con un ramo de camelias y amapolas blancas y rojas respectivamente, las colocó en la lápida y las lágrimas volvieron a salir sin consentimiento previo. Joder, ese dolor era mucho más potente que el anterior, lo desgarraba y destruía sin piedad alguna su afligida alma. Había perdido a la única persona que lo entendía, que lo ayudaba y apoyaba sin límites, que creía en él cuando todos parecían no hacerlo. La única que sabía apreciar su arte.
Desde ese día, Katsuki no volvió a hablar más.
Su madre no lograba sacarle una palabra con sus constantes peleas y locuras, Kirishima no le sacaba ni un sonido con sus ocurrencias, ni siquiera Deku logró sacarle un nuevo insulto hacia su inocente persona y de alguna manera se sentía raro sin los improperios del rubio. Todos empezaron a extrañar los arrebatos y gritos del rubio cuando se enojaba, sus inconfundibles "Shine" dejaron de escucharse en el aire, sus explosiones solo se escuchaban en los entrenamientos y prácticas, ni siquiera les hablaba a los profesores o a su familia.
Todos lo extrañaban, hacía falta lo que perdieron de él. No solo perdieron a su compañera y su amiga, también se perdió parte de la actitud del rubio y el grupo se sintió vacío, cómo si parte del ambiente familiar se hubiera ido.
Katsuki solo hablaba por señas, gestos, y dibujos, en honor a su novia. El vacío de su alma se desprendía en la habitación del instituto cuando sus dedos se manchaban de pintura, y su alma se desenvolvía cuando pintaba un cuadro lleno de nostalgia. Cada vez se iba llenando más y más su habitación de cuadros. Nadie le reclamaba algo, el psicólogo afirmaba que era producto de la tristeza y dejes de depresión.
Un día, la pintó a ella inconscientemente. Dolido por el resultado, explotó el cuadro y salió sin permiso por la ciudad, terminó en el mismo lugar dónde ella lo citó hacía dos años, frunció el ceño y maldijo en su mente constantemente, se dio cuenta que había un débil árbol de cerezos naciendo y recordó que a ella le encantaría verlo.
Se devolvió aturdido por el mismo camino y se perdió, molesto y vagando en su mente pasó sin mirar una avenida, dónde un camión le pitaba a causa de susto y que en ese momento detenerse le sería imposible por su velocidad. Desorientado miró de reojo, y se sorprendió al ver el final cerca.
—¡Mierda! —chistó de mala gana, hablando por primera vez en meses—. Lo siento, ______. Rompí mi puta promesa, me consuela que volveré a verte, fea.
Sonrió después de mucho tiempo, y solo vio una luz brillante, pero de alguna manera, no sintió dolor alguno, es más ni siquiera el camión lo alcanzó.
Despertó, vislumbró una brillante y cegadora luz, frunció su ceño y soltó una maldición. Expelió un manotazo en la mesita de noche y se levantó de la camilla del hospital de la academia adolorido, y revisó la fecha muy nervioso. Diez de Marzo, dos días antes del accidente de su novia, revisó entonces el año y las lágrimas salieron de sus ojos, apretó los dientes y explotó el calendario.
—¿Katsuki? —preguntó una voz, pausada y cálida entrando a la habitación.
—¿Qué quieres, fea? —murmuró dolido limpiandose disimuladamente sus lágrimas, sin duda alguna estaba feliz, solo había sido un mal sueño.
—Estás bien... —dijo con felicidad y lágrimas, en verdad se había preocupado cuando su novio fue golpeado brutalmente por ese villano a causa suya—. Estuviste inconsciente una semana, lo sien...
Se sorprendió al sentir un beso lento y cariñoso, algo muy inusual en él, luego la estrechó en sus brazos con un fuerte abrazo, pegándola a su pecho y sin soltarla como si fuera a desaparecer e irse, la chica exaltada gimió con sorpresa y con los ojos muy abiertos por la repentina acción del chico.
—¿Kat...?
—No te alejes de mi lado, _____ —murmuró en su oído, con voz temblorosa—. Te quiero demasiado, fea.
Sonrojado se separó, y desvío la mirada hecho un manojo de nervios. Pero claro, no lo parecía.
—No lo haré, Kacchan. —Frunció el ceño por el apodo, ella sonrió puesto que, después de un año, él había expresado directamente sus sentimientos—. En dos días cumpliremos un año, ¿qué tal si después de mis clases...?
—No irás a tus clases —habló de repente algo lúgubre—. Pasaremos el día juntos, ¡oíste, fea!
—¡Qué lindo, Kacchan! ¡No pensé que sería tan sencillo! —chilló emocionada, sin cuestionarse la primera afirmación o siquiera ponerle atención.
—¡No te acostumbres, bastarda! —chilló, volviendo el típico Bakugou que conocía.
—Vale, te espero afuera.
Ella salió y cerró la puerta con la atenta mirada del rubio en su espalda sin cuestionarse su repentina actitud, el chico sonrió levemente y volvió a sentarse en la cama. Se dio cuenta, a tiempo, que ella era la única obra de arte que quería y cuidaría toda su vida, a toda costa.
💥Fin.💥
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