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Triste no, destrozado, acabado, muerto en vida estaba.
Había pasado una semana desde aquella fiesta de compromiso y finalmente había llegado el día de la boda.
Era tanto mi dolor, que ni siquiera me sentía capaz de levantar la cabeza, acción por la que había estado siendo reprendido por mis abuelos y madre constantemente, pero seguía dándome igual.
Estaba en el altar de una hermosa iglesia decorada muy elegantemente, pero la muchacha que caminaba hacia mí del brazo de su padre no era mi Kiara, no era la mujer que se había adueñado de mi corazón.
-Levanta la cabeza, Jeon JungKook-exigía por enésima vez mi madre, pero lejos de obedecerla, cerré mis ojos con fuerza para evitar que las lágrimas que nublaban mis ojos salieran.
No entendía cómo me podían hacer eso, cómo la gran cantidad de personas que había asistido a la ceremonia no podía percatarse de la falsedad de esa unión que estaba por formarse. Incluso aquel padre no lucía interesado en lo absoluto en si todo aquello iba en contra de las enseñanzas de su adorado Señor.
YooRa, la chica extraña con la que debía casarme, llegó frente a mí y aunque escuché a su padre murmurar un: Cuídala, ni siquiera me atreví a alzar la cabeza.
Tampoco iba a ser tan hijo de puta de mirarlo a los ojos para negarme a esa promesa que me pedía hacer.
Mientras YooRa le entregaba su ramo a una de las damas de honor, sentí las grandes manos de mi padre sobre mis hombros. Había estado desaparecido en todo el día, y su presencia fue la única capaz de hacerme alzar la cabeza para voltear a mirarlo.
Esa sonrisa, que recién descubría era igual a la mía pues nunca lo había visto hacer ese gesto, me confundió, pero con un movimiento de su barbilla señaló las enormes puertas de entrada de la iglesia, y justo cuando pensaba que mi padre se había vuelto loco, ocurrió la magia.
Las puertas fueron abiertas de par en par y juraría que el brillo de mis ojos era tanto como mi amor por la chica que caminaba con la frente en alto en medio de tantas miradas de reproche.
Mi Kiara tenía sus pies enfundados en unas finas sandalias blancas, su vestido blanco de escote en forma de corazón le llegaba hasta los muslos y su cola se extendía hasta el suelo en la parte trasera. Su cabello completamente rubio estaba peinado naturalmente, igual que el estilo de su maquillaje. En su mano derecha portaba un fino brazalete de oro, y en el dedo anular de dicha mano resplandecía aún más nuestro anillo de compromiso.
Estaba embobado con su sola brillante presencia y no podía hacer más que mirarla.
Sonrió con orgullo y llegó a mí, inundándome con su dulce aroma, y sentí mi piel cosquillear en la zona del brazo por donde su mano pasó hasta engancharse al mismo.
-Perdonen la interrupción, pero ha habido un error y han terminado trayendo a mi novio a esta boda ¡Qué incompetencia la de ese taxista que no entendió bien la dirección!
-¡Niña!¿Qué crees que haces aquí, sangre sucia?
Me asombró un poco ver a mi madre perder los estribos, y para ese punto, ya todo el lugar estaba lleno de murmullos e interjecciones de asombro, como las de YooRa y su familia.
-Calma, señora Jeon-con una burlona sonrisa, mi chica rebuscó bajo el cuello de mi camisa y sacó y arrancó el anillo oculto para colocarlo en el lugar que le pertenecía desde un inicio. Por supuesto que yo simplemente me dejé hacer por ella-. Yo sólo hago lo correcto. JungKook y yo estamos comprometidos desde hace varios meses ya, así que hoy es nuestra boda, y sin su permiso, me lo llevaré de aquí ¡Seremos muy felices! Eso se lo puedo asegurar.
A pesar de que mi madre intentó lanzársele, logré apartar a mi chica a tiempo y papá detuvo a la mujer loca, dándole un empujoncito lo suficientemente fuerte como para alejarla de nosotros y que nos diera tiempo a llegar a la salida de aquel templo sagrado que de repente se había convertido en un gallinero.
-¡Traidores!-ante el grito de mi madre, mi padre, mi chica y yo nos detuvimos, apenas volteando a mirarla-¡Mi esposo y mi hijo con unos traidores!
Ambos compartimos una mirada, y con sonrisas cómplices, quedamos complacidos al haber exclamado al unísono:
-¡Con mucho orgullo!
Y salimos de allí corriendo hacia el auto de papá estacionado cerca, listo para el escape.
Apenas entramos Kiara y yo en los asientos traseros y mi padre al mando, nos pusimos en marcha hacia un destino que hasta el momento me era desconocido.
De todas formas le restaba importancia. Yo estaba mucho más concentrado en tomar entre mis manos las mejillas de mi esmeralda y atraerla a mí para besarla mucho, importándome una mierda si mi padre se incomodaba o no.
-Mi esmeralda hermosa-casi sollocé sobre sus labios, de los cuales me sentía incapaz de separarme-. Te extrañé tanto, tanto...
-Yo también, salvaje-fue ella quien hizo mayor fuerza para separarnos y se abrazó a mi cuello, dejándome ocultar mi rostro en su hombro-. Pero ya estamos juntos y en camino a nuestra boda. Después de esto no habrá ser en el mundo que nos pueda separar.
-Espera, espera-me quedé tieso por unos segundos-¿Dijiste nuestra boda?
-¡Claro que sí!-su risa me obligó a alejarme lo suficiente para mirarla a los ojos-. Tu padre se puso de acuerdo con nosotros y Tae ideó el plan mientras mi familia se encargaba de organizar la ceremonia.
-Yo también ayudé a escoger los anillos de boda~-canturreó papá, y me fue inevitable sonreír-. Finalmente somos libre, hijo mío. Te dije que no permitiría que te cortaran las alas.
Las silenciosas lágrimas que corrían por mis mejillas eran secadas por los dedos de mi chica, quien me sonreía a lo grande, contagiándome aún más.
-¿Por eso luces aún más hermosa que de costumbre?
-¡Claro, mi amado gorila!-me respondió con una mueca de suficiencia-¿Cómo crees que voy a lucir normal el día de nuestra boda?
-Por lo menos decidiste dejar tu cabello de un solo color esta vez.
-¡Yah!-sus golpecitos a mi hombro sólo me hicieron reír-¡Respétame que seré tu esposa! Mira que soy capaz de devolverte al infierno de donde te acabo de sacar.
-Meeeh. Soy feliz incluso si decides atarme a una cama y darme latigazos.
-Sadomasoquista me saliste, eh-chasqueó la lengua y rió-. Está bien. Lo tendré en cuenta.
Iba a decirle que era una broma, pero mi padre habló primero.
-¡Ya llegamos!
Bajándonos del auto, el olor a mar llegó a mis fosas nasales con gusto, y mis ojos captaron la sencilla decoración sobre la arena de un altar y varias sillas donde un notario, mis mejores amigos, los Kim, la familia de mi novia y una mujer que no conocía entonces nos esperaban.
Por supuesto, TaeHyung corrió hacia mí como toda damisela desesperada, y casi que caímos a la arena por la fuerza con la que se me trepó encima y comenzó a darme besos en toda la cabeza.
-¡Ya estás aquí, JungKookie!¡Bienvenido a tu boda!
-Sí, sí. Gracias. Pero ya bájate, que pesas.
Con "gran indignación" devolvió sus pies a la arena y terminó por darme un golpe en la nuca.
-Sé que me lo agradeces pero aún estás amargo por el infierno de donde acabas de salir. Te lo dejo pasar, pero espero que Kiara y tú tengan en cuenta que he sido yo quien ha movido cielo y tierra para ayudarlos, así que como mínimo quiero que me den una mesada cuando ambos trabajen.
Sin más que decir por el momento, dio media vuelta para volver al altar junto a NamJoon, SeokJin, mis suegros, mi padre, la mujer desconocida, y un primo de Kiara.
Tomando mi mano con delicadeza, llamó mi atención y sus hermosos ojos verdes repararon en los míos con emoción.
-¿Oficializamos nuestro felices por siempre?
Sólo me bastó una sonrisa y afianzar el agarre de nuestras manos para confirmárselo.
-Vamos a oficializar nuestro felices por siempre.
Porque malditamente lo fuimos, somos y seremos.
Haber traicionado a mi familia no tenía peso alguno a comparación del solo hecho de estar junto a Kiara. Porque a partir de ese entonces, he sido un traidor, pero un traidor feliz.
Muuuy feliz.
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