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𝟓𝟏| 𝐒𝐡𝐞𝐥𝐥 𝐨𝐟 𝐯𝐢𝐧𝐞𝐬




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ㅤㅤㅤ் Narradora '
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La atmósfera en la Academia Cross era tensa, cargada de una inquietante anticipación. El aire frío de la noche parecía aferrarse a los muros de la institución, y los estudiantes de la Clase Nocturna, en silencio y con miradas serias, se preparaban para lo que sabían que sería una noche peligrosa. En el patio delantero, el aire estaba cargado de expectación. Chieko se encontraba con Yagari, Zero e Ichuru, quienes discutían la inminente amenaza que se cernía sobre ellos.

Yagari, con su acostumbrada seriedad y el sombrero ligeramente inclinado hacia atrás, dirigió su mirada a Chieko. Había una gravedad en sus ojos, una mezcla de preocupación y autoridad que no podía ser ignorada. Su voz resonó en el aire, firme y autoritaria, como si intentara prepararla para la intensidad de lo que se avecinaba.

— Chieko, debes estar lista. El Consejo de Ancianos no se detendrá ante nada para eliminar a aquellos que consideran una amenaza. -Advirtió, cruzando los brazos mientras mantenía su mirada fija en ella-

Chieko asintió, sosteniendo la mirada de Yagari con determinación, aunque podía sentir la presión de la situación apretando su pecho. Su voz, sin embargo, no tembló cuando respondió.

— Lo sé, Yagari. Estoy lista para luchar. No dejaré que se lleven a mis amigos ni a la Academia. -Afirmó, su tono cargado de convicción-

A un lado, Zero observaba la conversación en silencio, con los brazos cruzados y la mirada fija en Chieko. Su postura era rígida, y aunque no intercambiaba palabras con ella, era evidente que la tensión entre ambos persistía. Sin embargo, en sus ojos brillaba una determinación inquebrantable. Finalmente, decidió intervenir, rompiendo el silencio con su voz firme y directa.

— No estás sola en esto, Chieko. Todos estamos aquí para proteger lo que es importante. -Dijo, con un tono que, aunque distante, dejaba entrever la preocupación que todavía sentía por ella-

Ichuru, en contraste con su hermano mayor, adoptaba una actitud más relajada, aunque sus palabras siempre llevaban un trasfondo de sinceridad. Apoyado ligeramente contra una columna, intentó aliviar la tensión que pesaba sobre el grupo.

— Si trabajamos juntos, podemos hacer frente a cualquier cosa que se nos presente. La Academia Cross es nuestro hogar, y no dejaremos que lo destruyan. -Dijo, esbozando una ligera sonrisa para intentar levantar los ánimos-

Yagari, sin embargo, sabía que las palabras no serían suficientes. Con un gesto deliberado, sacó un objeto alargado envuelto en tela oscura de su chaqueta. Avanzó un paso hacia Chieko y le entregó el paquete con una expresión solemne.

— Este látigo es un regalo para ti. -Dijo Yagari, desenrollando la tela para revelar un arma brillante forjada con materia madre, diseñada específicamente para acabar con los vampiro- Con él, podrás defenderte y proteger a los demás. Recuerda, la materia madre es letal para los vampiros. Úsalo sabiamente.

Chieko tomó el látigo con ambas manos, sintiendo el peso del arma en su palma. La textura fría y metálica parecía vibrar con una energía contenida, y al sostenerlo, sintió cómo la confianza que Yagari había depositado en ella fortalecía su propia determinación.

— Gracias, Yagari. Prometo usarlo para proteger a todos. -Respondió, su voz firme y decidida, mientras levantaba la mirada hacia él-

El silencio volvió a reinar en el patio durante unos instantes, mientras cada uno reflexionaba sobre lo que estaba por venir. Los destellos plateados del látigo brillaban tenuemente bajo la luz de la luna, un recordatorio silencioso de la batalla que se avecinaba. La Academia Cross, su refugio y hogar, estaba en peligro, y ninguno de ellos permitiría que fuera destruida. La calma que los envolvía era engañosa, el preludio de una tormenta que pronto estallaría.

La calma nocturna que reinaba en la Academia Cross fue destrozada repentinamente por un grito desgarrador que resonó en el aire, helando la sangre de todos los presentes. Parecía provenir desde las profundidades de la academia, y su eco se extendió por el patio delantero, donde Chieko, Yagari, Zero e Ichuru permanecían atentos, preparándose para lo inevitable.

Todos se quedaron en silencio por un breve momento, como si el tiempo se detuviera. Los estudiantes de la Clase Nocturna, que hasta entonces habían estado intercambiando miradas tensas, ahora se giraron bruscamente hacia la entrada de la academia. El miedo y la determinación convivían en sus miradas.

— ¡Es hora! -Rugió Zero, su voz cortante y firme, mientras señalaba hacia la entrada. Sus ojos estaban clavados en las sombras que comenzaban a moverse, revelando figuras que avanzaban con rapidez. Su postura rígida y la forma en que aferró su arma reflejaban la determinación de un cazador experimentado- ¡Prepárense!

Chieko sintió cómo su corazón comenzaba a latir más rápido, pero su respiración era controlada. En sus manos, el látigo de materia madre parecía vibrar, como si respondiera a la energía de la inminente batalla. Yagari, sin perder un segundo, sacó su arma con un movimiento preciso y miró a su alrededor, evaluando las posiciones de los estudiantes y los cazadores cercanos.

Las primeras figuras de los subordinados del Consejo de Ancianos comenzaron a aparecer entre las sombras. Sus ojos brillaban con un rojo intenso, sus movimientos ágiles y llenos de rabia. Los vampiros, en una perfecta sincronía, avanzaron hacia la academia como una ola imparable, listos para desatar el caos y la destrucción.

— ¡Defiendan la academia! -Ordenó Ichuru con autoridad. Su tono era firme, aunque su rostro mostraba una mezcla de concentración y ansiedad. Sostuvo su arma con destreza mientras se posicionaba al frente junto a los estudiantes, decidido a no permitir que nadie pasara-

Con esas palabras, los estudiantes de la Clase Nocturna comenzaron a alinearse con rapidez, formando una barrera protectora entre los atacantes y la academia. Aunque algunos mostraban signos de nerviosismo, la presencia de sus líderes parecía darles fuerza. Chieko se adelantó, posicionándose al frente con el látigo en la mano. Sentía el peso de su responsabilidad, pero también la fortaleza que le brindaba saber que no estaba sola.

El choque llegó con la fuerza de una tormenta desatada. Los vampiros atacaron con una ferocidad implacable, sus movimientos rápidos y precisos, pero los estudiantes de la Clase Nocturna respondieron con valentía. Chieko alzó el látigo, dejando que su energía fluya con cada movimiento. El arma se movía con precisión letal, derribando a los atacantes que se acercaban demasiado.

— ¡No se detengan! -Gritó Zero, quien estaba luchando cerca de Chieko. Sus movimientos eran rápidos y eficaces, cada disparo que realizaba se dirigía con precisión a los puntos vitales de los vampiros enemigos. Su voz, aunque áspera, llevaba un toque inspirador- ¡Defiendan lo que es nuestro!

A pesar del conflicto que había entre él y Chieko, Zero permanecía cerca, protegiéndola de cualquier amenaza que pudiera escabullirse en medio del caos. Sus miradas se cruzaron por un breve instante, pero ninguno dijo nada. Solo la batalla los conectaba en ese momento.

Yagari era una fuerza imparable en el campo, moviéndose con una confianza y destreza que dejaba claro por qué era un cazador tan respetado. Con su arma de fuego especial, disparaba con una precisión quirúrgica, derribando vampiros enemigos mientras daba instrucciones claras a los estudiantes. Ichuru, por su parte, demostraba su agilidad y valentía al enfrentarse directamente a los atacantes, protegiendo a los más jóvenes con un fervor casi desesperado.

Chieko continuaba luchando, sintiendo cómo el látigo respondía a cada movimiento de su mano. Los vampiros caían uno tras otro, pero el flujo constante de enemigos parecía interminable. Cada golpe que daba, cada enemigo que derribaba, era un recordatorio de lo que estaba en juego. No solo estaban luchando por la academia, sino también por el futuro que habían construido allí.

El patio delantero se transformó en un campo de batalla caótico, lleno de gritos, el sonido del choque de armas y los destellos de luz que atravesaban la oscuridad. La sangre manchaba el suelo, pero nadie retrocedía. La determinación brillaba en los ojos de todos los defensores, desde los estudiantes más jóvenes hasta los cazadores más experimentados.

A medida que la lucha continuaba, Chieko podía sentir el peso de cada ataque en sus brazos, pero también el poder que emanaba de su unidad como grupo. Cada movimiento coordinado, cada acto de valentía, era una prueba de que no estaban dispuestos a rendirse. La academia era su hogar, y no permitirían que fuera tomada por el Consejo de Ancianos.

La batalla era feroz, implacable, pero la resistencia de los defensores de la Academia Cross era igualmente poderosa. Con la fuerza de su unidad y el poder del látigo de materia madre en manos de Chieko, sabían que, aunque el enemigo fuera fuerte, su determinación era mayor. La academia se mantendría en pie, sin importar el costo.

[Dentro del edificio. . .]

Kaname continuaba asegurando la protección de Hana, Yuna y Yuuki mientras el caos reinaba fuera. Su figura proyectaba calma, aunque su mirada revelaba una intensidad pocas veces vista. Con cada paso que daba, reforzaba las barreras que había creado con su poder, deteniendo cualquier intento de los subordinados del Consejo de Ancianos de capturar a las jóvenes. Su presencia era un muro impenetrable, una fuerza que no se permitiría flaquear.

— No se separen bajo ninguna circunstancia. -Ordenó Kaname, su tono autoritario mientras miraba a las tres, asegurándose de que entendieran la seriedad de la situación- Mientras esté aquí, nadie podrá tocarlas.

Yuuki asintió, aunque todavía luchaba por mantener el control de sí misma, aferrándose a la mano de Yuna, quien observaba con ojos grandes llenos de miedo y confusión. Hana, por su parte, cargaba a la pequeña con cuidado, manteniéndose firme en su postura para no transmitir pánico, consciente de que su calma era vital en ese momento. Kaname, aunque enfocado en su deber, no pudo evitar notar la fortaleza que Hana demostraba.

[En el patio. . .]




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ㅤㅤㅤ் Narra Chieko '
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Sigo liderando la defensa, mi látigo de materia madre brillando bajo la luz de la luna. Con movimientos precisos y feroces, enfrento cada ataque con una habilidad que refleja mi entrenamiento y determinación. Sin embargo, la batalla es agotadora, y mientras intento proteger a un grupo de estudiantes más jóvenes, un error momentáneo me deja vulnerable.

Un vampiro enemigo, veloz y decidido, aprovecha mi descuido y se lanza hacia mí, sus garras listas para atacar. Todo ocurre en un instante. Antes de que pueda reaccionar, Ichuru aparece como una sombra protectora, interponiéndose entre mí y el atacante. Usando su propio cuerpo como escudo, recibe el impacto completo del golpe. El vampiro no tiene tiempo de continuar, porque yo, recuperándome rápidamente, utilizo el látigo para eliminarlo con un golpe certero.

— ¡Ichuru! -Exclamo, dejando caer el látigo mientras me arrodillo junto a él. Mis manos temblan mientras trato de detener el sangrado, presionando contra la herida- ¿Por qué hiciste eso? ¡No debiste arriesgarte así!

Ichuru, a pesar del dolor evidente, logra esbozar una sonrisa débil. Su respiración es pesada, pero su voz, aunque débil, lleva un tono de sinceridad que rompe la barrera del miedo.

— Porque alguien... tenía que hacerlo. -Murmura con esfuerzo- No iba a dejar que te pasara algo, Chieko.

La batalla a mi alrededor parece desdibujarse por un instante mientras intento procesar lo que ha sucedido. La desesperación nublaba mis ojos cuando Yagari aparece a toda velocidad, disparando a otro vampiro que había intentado acercarse antes de arrodillarse junto a Ichuru. Su rostro, normalmente imperturbable, refleja una mezcla de ira y preocupación.

— ¡Eres un idiota, Ichuru! -Grita Yagari, apretando los dientes mientras inspecciona la herida- ¿Qué demonios estabas pensando? ¡Esto no es un juego!

Ichuru intenta hablar, pero Yagari lo interrumpe bruscamente, presionando con fuerza para contener la hemorragia.

— ¡Cállate y concéntrate en mantenerte vivo! No necesito tus excusas ahora. -A pesar de su tono duro, el cariño y la preocupación que siente por su discípulo son evidentes-

La tensión en el aire es sofocante, pero en un instante se transforma en algo completamente distinto. Miro a Ichuru, herido en el suelo, y la preocupación en mi rostro se mezcla con una ira creciente que no puedo contener. Las palabras de Yagari se pierden en el ruido de la batalla, mientras los gritos de los estudiantes y los atacantes resonan alrededor de nosotros. Pero algo dentro de mí se rompe, una mezcla de dolor y rabia que desencadena un poder que ni siquiera sabía que tenía.

— ¡Ichuru! -Grito, mi voz desgarradora mientras las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos. El látigo cae de mis manos, y el suelo bajo mis pies parece temblar ligeramente. Mi poder, normalmente contenido, empieza a descontrolarse, liberándose como una ola que rápidamente llena el ambiente-

En un instante, una enredadera blanca, brillante como la luz de la luna, emerge del suelo a mi alrededor. La energía que irradio es imponente, y los vampiros enemigos, que hasta entonces avanzaban con ferocidad, se detienen en seco. Las enredaderas se extienden con rapidez, serpenteando hacia ellos y rodeando sus cuerpos como serpientes. Los atacantes, inmovilizados, intentan luchar contra las fuerzas que los apresan, pero es inútil.

El dolor y la ira que siento se manifiestan a través de las enredaderas, que comienzan a apretarse con fuerza. El sonido de huesos quebrándose resuena en el aire mientras los vampiros enemigos son pulverizados uno por uno, incapaces de resistirse al poder que los envuelve. Mis lágrimas caen al suelo, y cada gota parece alimentar aún más las enredaderas, que se extienden rápidamente hacia los alrededores de la academia.

La batalla se transforma a mi alrededor, y mientras el poder fluye a través de mí, siento que la protección que ofrezco se convierte en una barrera impenetrable. No solo estoy luchando por mí misma, sino por todos los que amo. La determinación se apodera de mí, y sé que no me detendré hasta que la amenaza haya sido eliminada.

Las enredaderas brillaban intensamente a mi alrededor, creando una barrera impenetrable que rodeaba el edificio. Sentía el poder fluir a través de mí, y era como si cada fibra de mi ser estuviera conectada a la energía que emanaba de la tierra. Los subordinados del Consejo de Ancianos, al ver la barrera, retrocedieron de inmediato, incapaces de acercarse sin ser exterminados al instante. Algunos intentaron atravesarla, pero las enredaderas los envolvieron antes de que pudieran dar un paso dentro, destruyéndolos con una fuerza implacable.

Era una sensación extraña, poderosa y aterradora al mismo tiempo. Mientras observaba cómo los vampiros eran atrapados y eliminados, una parte de mí se sentía satisfecha, pero otra parte temía lo que este poder significaba. ¿Hasta dónde podría llegar? ¿Qué consecuencias tendría?

Desde la distancia, vi a Yagari, que estaba junto a Ichuru. Levantó la mirada hacia mí, sus ojos reflejando una mezcla de asombro y preocupación. Nunca había visto algo así, y aunque sabía que este poder era una ventaja en la batalla, también podía ver el peligro que representaba para mí.

— ¡Chieko, detente! -Gritó Yagari, su voz firme intentando alcanzarme- ¡No dejes que te consuma!

Su advertencia resonó en mi mente, pero estaba tan inmersa en la energía que me rodeaba que apenas podía escuchar. La fuerza de las enredaderas era abrumadora, y me sentía como si estuviera en el centro de una tormenta.

Zero, quien estaba cerca, se acercó rápidamente a mí, disparando a cualquier atacante que lograra moverse. Su expresión, normalmente distante y seria, mostraba una preocupación profunda.

— ¡Chieko! -Llamó, su voz cortante pero llena de urgencia- ¡Tienes que controlarlo! ¡No puedes dejar que te destruya!

Sus palabras me atravesaron como un rayo, y por un momento, la claridad regresó. Miré a mi alrededor, viendo cómo las enredaderas se extendían cada vez más, reforzando la protección de la academia y asegurando que ningún enemigo pudiera siquiera acercarse. Pero, al mismo tiempo, sentía que el poder me estaba consumiendo, y la línea entre el control y el caos se desdibujaba.

Las lágrimas continuaban cayendo por mis mejillas, y mi cuerpo temblaba por la fuerza de mi propia energía. Era como si estuviera atrapada en un torbellino de emociones, y la rabia y el dolor que había sentido por Ichuru se transformaban en esta fuerza devastadora.

— ¡Chieko! -La voz de Zero resonó de nuevo, y su preocupación me hizo darme cuenta de que debía encontrar un equilibrio. No podía dejar que este poder me dominara-

Con un esfuerzo monumental, traté de centrarme, de recordar por qué estaba luchando. No solo era por mí, sino por todos los que amaba, por la Academia Cross y por aquellos que dependían de mí.

Respiré hondo, intentando calmar la tormenta dentro de mí. Las enredaderas comenzaron a temblar, y aunque seguían brillando intensamente, sentí que podía controlarlas.

— ¡Detente! -Grité, mi voz resonando con una nueva determinación. Las enredaderas se detuvieron, y aunque aún estaban listas para atacar, ahora respondían a mi voluntad-

Sabía que debía ser cuidadosa. Este poder era un arma de doble filo, y si no lo manejaba con sabiduría, podría terminar lastimando a quienes más quería. Con cada lágrima que caía, sentí que la energía se estabilizaba, y aunque el peligro aún acechaba, estaba lista para enfrentar lo que viniera.

Mi visión estaba borrosa, el caos a mi alrededor se sentía distante, como si estuviera ocurriendo en un mundo aparte. Todo lo que podía enfocar era a Ichuru, tendido en el suelo, su rostro pálido mientras me miraba con esa sonrisa débil que no hacía más que romperme por dentro.

— Chieko... tienes... que detenerte. -Su voz era apenas un susurro, pero sus palabras perforaron la barrera del ruido y la confusión. Esa sonrisa, incluso en medio de su dolor, me hizo sentir algo indescriptible, una mezcla de culpa, rabia y tristeza que se arremolinaba en mi pecho-

Quería responderle, quería decirle que lo sentía, que iba a detenerme... pero no podía hablar. El nudo en mi garganta era demasiado fuerte, y entonces todo se desbordó. Sentí cómo una ráfaga de energía me atravesaba, algo ajeno y poderoso, algo que no podía controlar. Mis piernas cedieron, y caí de rodillas al suelo, incapaz de soportar el peso de lo que estaba sucediendo.

La última imagen que vi antes de que todo se oscureciera fue la de Ichuru, aún intentando mantenerse consciente por mí, aun cuando su cuerpo estaba al límite. Una lágrima escapó de mis ojos, y luego todo se desvaneció.

Cuando mi consciencia desapareció, fue como si algo dentro de mí tomara el control. No podía sentir mi cuerpo, pero era consciente de un cambio, de algo que se movía desde lo más profundo de mí hacia el mundo exterior. Las enredaderas blancas emergieron de la tierra con una gracia brutal, envolviéndome por completo, creando una barrera que pulsaba suavemente, como si respondiera a los latidos de mi corazón.

Sentí cómo estas enredaderas alcanzaban a Ichuru con un cuidado casi humano, rodeando su cuerpo herido. No era como el ataque feroz que habían dirigido a los enemigos; estas se movían con delicadeza, casi con ternura. Protegían sus heridas, asegurándose de no causarle más dolor, mientras canalizaban alguna forma de energía que parecía curarlo. Incluso en mi inconsciencia, sentí una pequeña paz al saber que lo cuidaban.

Las mismas enredaderas, sin embargo, no mostraron la misma compasión hacia los enemigos. Los vampiros que todavía rondaban fueron inmovilizados al instante. Cada una de sus figuras quedó atrapada en las pulsaciones rítmicas de este poder extraño, y cuando intentaron liberarse, las enredaderas se apretaron con una precisión letal, pulverizándolos sin piedad. Fue un acto de protección, pero también uno de furia desatada, de una parte de mí que no podía tolerar que se siguiera haciendo daño a los que amo.

Pude sentir, aunque vaga y lejanamente, cómo las enredaderas se estabilizaban, extendiéndose alrededor de la academia. Crearon una barrera que ahora servía como escudo, protegiendo a todos los que estaban dentro. Ningún enemigo se atrevió a cruzarla; aquellos que lo intentaron fueron instantáneamente reducidos a polvo por la fuerza implacable del poder que emanaba de ellas.

Todo esto ocurría mientras yo permanecía atrapada en la oscuridad de mi inconsciencia. No había dolor, pero tampoco había paz. Estaba suspendida en un lugar donde el tiempo no tenía sentido, y aunque sabía que mi cuerpo estaba protegido por ese capullo, también sentía que estaba más lejos que nunca de los que estaban allá afuera.

Ichuru, mi querido Ichuru, también había sucumbido. Su cuerpo descansaba, todavía envuelto por las enredaderas que lo protegían, mientras su respiración, aunque débil, seguía constante. Él había luchado por mantenerse despierto, por protegerme, pero finalmente cedió al agotamiento. Aun en ese estado, parecía tranquilo, como si supiera que todo iba a estar bien.

Yo no tenía la certeza de cuándo despertaría ni de cómo terminaría esto. Solo sabía que, mientras flotaba en este mar de inconsciencia, las enredaderas seguían luchando por mí, protegiendo a todos los que amaba. Eran una extensión de lo que no podía expresar con palabras, una promesa silenciosa de que no me rendiría, incluso si no estaba completamente presente para hacerlo.

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¡Hola, queridos lectores! 🌙

Deseo expresar mi más sincero agradecimiento por formar parte de esta historia. Sus comentarios y votos me proporcionan una inmensa inspiración y son el motor que me impulsa a seguir creando. Cada uno de sus mensajes aporta una chispa de vida a este universo literario que compartimos, y para mí es realmente invaluable conocer sus emociones y pensamientos al sumergirse en la lectura.

No duden en compartir sus opiniones y brindarme su apoyo, ya que ustedes son, sin duda, mi mayor fuente de motivación.

Con todo mi cariño, 
LadyBeluna019 🌹

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