
𝟒𝟐| 𝐓𝐡𝐞 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐊𝐮𝐫𝐚𝐧 𝐟𝐚𝐦𝐢𝐥𝐲
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ㅤㅤㅤ் Narra Chieko '
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El sonido suave de las risas de Yuna llenaba la sala, haciéndome sonreír mientras jugaba con ella. Su pequeña mano agarraba mechones de mi cabello, agitándolos como si fueran los hilos más fascinantes del mundo. La calidez de su risa era un bálsamo, una pausa necesaria en medio de todo lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor.
Hana estaba sentada a mi lado, vigilando a Yuna con esa serenidad característica. De vez en cuando ajustaba el vestido de la pequeña, asegurándose de que estuviera cómoda mientras yo la entretenía. Su presencia siempre era reconfortante, un recordatorio constante de que no estaba sola.
Un poco más allá, Rima, Ruka e Ichijou estaban sentados alrededor de una mesita baja, disfrutando de una taza de té de rosas que el mayordomo de la familia Aidou había preparado con esmero. La conversación entre ellos era relajada, aunque no dejaba de tener cierta elegancia, como si incluso los comentarios más casuales estuvieran cuidadosamente seleccionados.
— ¿Té de rosas, eh? -Murmuró Ichijou, tomando un sorbo mientras saboreaba el delicado sabor con los ojos entrecerrados- Tiene un aroma elegante, aunque quizás le faltaría algo.
— Tiene carácter. -Dijo Ruka, sosteniendo su taza con la gracia que siempre la caracterizaba- Aunque un poco más de dulzura podría realzarlo.
Ichijou asintió, alzando un dedo como si tuviera una idea brillante.
— Quizás si le agregáramos jalea de rosas, aumentaría el sabor y lo haría más sabroso.
Rima, que había permanecido en silencio hasta ese momento, levantó una ceja y miró a Ichijou con una ligera sonrisa.
— Creo que la jalea debería usarse para las galletas, no para el té. -Comentó con tranquilidad, como si fuera una verdad universal-
Justo entonces, el mayordomo apareció con un plato de galletas recién horneadas, presentándolas con la cortesía que siempre lo acompañaba.
— He preparado algunas galletas, Touya-sama. -Dijo, extendiendo el plato con una ligera inclinación-
No pude evitar sonreír ante la sincronización perfecta. Me levanté ligeramente para alcanzar algunas galletas, tomando un par para mí y otras para Yuna, que aplaudió feliz al ver el pequeño bocadillo en mis manos.
— Me gustaría probarlas. -Comenté con una sonrisa antes de ofrecerle una a Yuna, quien la tomó con entusiasmo y comenzó a mordisquearla mientras balbuceaba algo incomprensible.
— A propósito. -Dijo Ichijou, rompiendo el momento- Me pregunto por qué Aidou no vino. -Su tono era más curioso que preocupado mientras giraba la taza en sus manos-
— Ni idea. -Respondió Ruka con indiferencia mientras dejaba su taza en la mesa- Y Akatsuki se ha encerrado en su habitación. ¿En qué estarán pensando?
Mi mente se detuvo un momento en ese comentario, y un pensamiento inmediato cruzó por mi cabeza.
— (Obviamente, están investigando el secreto de la familia Kuran. La existencia de Yuuki… y la mía.) -Observé a Yuna, que seguía feliz jugando con mi cabello, completamente ajena a la seriedad de mis pensamientos. Había tanto que proteger, tanto que mantener en secreto, que a veces parecía abrumador-
Mientras los demás seguían conversando, me di cuenta de que Kaname permanecía en silencio, de pie junto al ventanal. Su figura proyectaba una sombra larga y elegante en el suelo, y su mirada estaba fija en algún punto más allá del cristal, como si no escuchara las palabras de los demás. Era típico de él: siempre reservado, siempre perdido en sus propios pensamientos.
Tomé a Yuna en brazos y me dirigí hacia él. Sabía que el simple acto de llevar a la pequeña podía ser suficiente para sacarlo de su ensimismamiento. Yuna, como siempre, fue la chispa que iluminaba cualquier rincón oscuro.
— Vamos a decirle hola a Kaname-sama, Yuna. -Murmuré mientras me acercaba-
Al llegar a su lado, Yuna extendió los brazos hacia él, con esa confianza infantil que siempre lograba romper cualquier muro. Kaname bajó la mirada al escucharla, y aunque al principio su rostro permaneció serio, un pequeño destello de calidez cruzó por sus ojos. Extendió los brazos para tomarla, y en cuanto estuvo en ellos, Yuna se aferró a su cuello, abrazándolo con fuerza y balbuceando alegremente.
— Eres la única capaz de sacarlo de sus pensamientos, pequeña. -Dije suavemente, mientras observaba la escena-
Kaname acarició la cabeza de Yuna con cuidado, su semblante relajándose mientras ella seguía parloteando felizmente. Después de un momento, me miró y asintió hacia el balcón.
— Vamos fuera. -Sugirió, su tono tranquilo pero con un peso que sabía que traía algo importante detrás-
Lo seguí mientras él cargaba a Yuna, y al salir al balcón, el aire frío nos envolvió. La vista de los jardines cubiertos de nieve era impresionante, y por un momento todo pareció quedarse en silencio, como si el mundo nos hubiera dado un respiro.
Kaname rompió ese silencio primero.
— Sabes por qué Akatsuki y Hanabusa actúan así, ¿Verdad? -Dijo, aunque su tono sugería que ya conocía mi respuesta-
Asentí, abrazándome a mí misma por el frío.
— Sí. Están investigando. Saben que hay algo que no les hemos dicho… sobre mí, sobre Yuuki. Y si descubren demasiado rápido que soy una sangre pura… -Me detuve, sin necesidad de terminar la frase-
Kaname miró al horizonte, sus ojos ahora serios.
— El Consejo de Ancianos no permitiría que eso quede sin consecuencias. Si creen que los estamos desafiando, no dudarán en mover sus piezas para eliminar cualquier amenaza. -Dijo, con una tranquilidad que ocultaba la gravedad de sus palabras-
Lo sabía, pero escucharlo en voz alta lo hacía más real. Miré a Yuna, que seguía abrazada a su tío, ajena a las preocupaciones de los adultos. Kaname notó mi mirada y suspiró.
— Debemos ser cautelosos. Por ahora, asegúrate de que Akatsuki y Hanabusa no obtengan nada que no deban. -Dijo, antes de devolverme a Yuna con una suavidad que me hizo sonreír-
— Lo haré. Pero Kaname… -Comencé, sintiendo la necesidad de añadir algo- Gracias por no hacerlo sola. Por estar aquí.
Kaname simplemente asintió, su mirada volviendo al horizonte mientras yo me llevaba a Yuna de vuelta al interior.
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ㅤㅤㅤ் Narradora '
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En una habitación aislada, con una atmósfera que mezclaba elegancia y melancolía, Senri Shiki entró en silencio. Las cortinas estaban ligeramente abiertas, dejando que los rayos de sol matutinos filtraran su luz tenue sobre las paredes adornadas con intrincados diseños. La fragilidad de ese lugar era palpable, y el aire estaba impregnado de una tranquilidad inquietante. Sobre un sofá de terciopelo oscuro, estaba su madre: Mizuki Shiki, una mujer que alguna vez había sido la imagen de gracia y fortaleza, pero cuyo estado mental ahora la mantenía distante de la realidad que la rodeaba.
Mizuki tenía los ojos entrecerrados mientras observaba el vacío, como si lo que había frente a ella no terminara de conectar con su mente. Sus movimientos eran lentos, casi mecánicos, y aunque su presencia seguía teniendo una elegancia natural, era evidente que las sombras de su fragilidad la envolvían. Senri caminó hacia ella sin apresurarse, dejando que sus pasos resonaran suavemente sobre el suelo de mármol.
— Madre. -Dijo con un tono tranquilo, rompiendo el silencio con la suavidad de su voz-
Los ojos de Mizuki se movieron lentamente hacia él, enfocándose con dificultad. Por un momento, su mirada pareció reconocerlo, pero el brillo en sus ojos desapareció tan rápido como había llegado. Sin embargo, sus labios se curvaron ligeramente, formando una sonrisa que parecía más automática que genuina.
— Senri… has venido. -Su voz era delicada, casi como un susurro que apenas se mantenía firme-
Senri se inclinó ligeramente hacia ella, mostrando una expresión serena pero cargada de una tristeza contenida. Era un gesto que hacía evidente su comprensión de la situación, la aceptación de que la mujer frente a él no era completamente capaz de devolverle el vínculo que él buscaba.
— Quería verte. -Respondió con calma- ¿Cómo te has sentido?
Mizuki no respondió de inmediato. Sus manos, temblorosas y delgadas, jugueteaban con un pañuelo bordado que descansaba en su regazo. Parecía intentar formar palabras, pero su mente luchaba por traducir sus pensamientos en algo coherente.
— Igual… -Logró decir finalmente, sus palabras dispersas como hojas en el viento-
Senri se sentó junto a ella, manteniendo una postura relajada pero alerta, como si en cualquier momento pudiera necesitar apoyarla. Durante unos minutos, el silencio volvió a llenar la habitación, interrumpido únicamente por el leve ruido de sus respiraciones. No había incomodidad en ese silencio, sino una aceptación mutua de que no se necesitaban demasiadas palabras para entenderse.
Finalmente, Mizuki levantó la mirada hacia Senri, sus ojos reflejando un vacío que parecía ser una mezcla de necesidad y desesperación. Su condición, aunque triste, no le había arrebatado por completo su naturaleza vampírica. Senri entendió lo que estaba por venir antes de que ella pudiera decir algo.
— Necesito… -Mizuki murmuró, dudando mientras su mirada se enfocaba en él- Necesito tu ayuda.
Senri no reaccionó de inmediato. Sabía lo que implicaba, y aunque no era la primera vez que permitía que su madre se alimentara de él, cada vez tenía el mismo impacto emocional. Verla depender de él, no solo físicamente sino también emocionalmente, era un peso que llevaba consigo con dignidad.
— Lo sé. -Respondió suavemente, su voz un reflejo de la calma que necesitaba transmitir. Se inclinó hacia ella, dejando que sus manos descansaran sobre las de Mizuki-
Ella lo observó con una mezcla de necesidad y duda, como si incluso en su estado frágil aún buscara algún tipo de permiso. Senri tomó una decisión silenciosa y se inclinó más cerca, moviendo el cuello hacia ella en un gesto que no requería palabras.
— Está bien. -Dijo finalmente, su tono firme pero amable, asegurándole que no había necesidad de contenerse.
Mizuki dudó por unos segundos más antes de acercarse lentamente. Sus movimientos eran delicados, casi como si temiera dañar algo irrecuperable. Cuando sus labios rozaron la piel de Senri, él cerró los ojos, preparándose para lo que sabía que debía hacer. La sensación de los colmillos entrando en su cuello era familiar, pero la conexión emocional detrás de cada acto de alimentación hacía que cada vez se sintiera diferente.
Mientras Mizuki se alimentaba, su cuerpo parecía relajarse. Senri podía notar cómo su respiración se volvía más estable, cómo su temblor disminuía ligeramente. Era una pequeña mejora, una chispa de vida en una mente que había sido consumida por la oscuridad. Para Senri, este sacrificio era un acto de amor que trascendía cualquier incomodidad física.
Después de unos minutos, Mizuki se apartó lentamente, limpiando su boca con el pañuelo que aún sostenía en sus manos. Su mirada era un poco más clara, y aunque no podía decir que estaba completamente presente, había algo en ella que parecía más humano, más conectado.
— Gracias… Senri. -Murmuró, con una voz que ahora llevaba un poco más de fuerza-
Senri, con una leve sonrisa, respondió mientras tocaba suavemente su mano.
— Siempre estaré aquí para ti, madre. -Le aseguró, sus palabras cargadas de sinceridad-
Aunque sabía que este vínculo era complicado y difícil, Senri aceptaba su papel en él. Por más fragmentada que estuviera la mente de Mizuki, ella seguía siendo su madre, y él no permitiría que estuviera sola en su lucha.
Senri dejó la habitación de su madre con pasos medidos, la mezcla de emociones aún viva en su pecho. No era un hombre que se permitiera reflexionar abiertamente sobre lo que sentía, pero había un peso en su corazón que solo podía ocultar con su habitual fachada de tranquilidad. Su próximo destino era claro: el estudio de su tío abuelo, *Hikaru Shiki*.
Hikaru había sido un pilar en su vida. Su relación con él era más que formalidades familiares. Hikaru, además de ser el patriarca de la familia Shiki, tenía una sabiduría y pragmatismo que Senri respetaba profundamente. Ambos compartían un entendimiento tácito, una confianza construida sobre años de conversaciones sinceras y apoyo mutuo. Además, Hikaru era el único miembro de la familia que trataba a Senri como un igual, especialmente ahora que estaba destinado a heredar su título como vizconde.
[En algún lugar. . .]
El pasillo que llevaba al estudio de Hikaru era amplio, con altos ventanales que dejaban entrar la tenue luz del atardecer, proyectando sombras alargadas sobre las paredes decoradas con grabados antiguos. Al llegar, tocó la puerta de madera maciza con un par de golpes suaves.
— Adelante. -Respondió Hikaru desde dentro, su voz grave pero cálida-
Senri empujó la puerta y entró. El estudio era un espacio amplio pero acogedor, con una gran chimenea encendida que ofrecía un contraste cálido frente al aire frío del exterior. Hikaru estaba sentado junto a una mesa baja, una pequeña copa de vino en la mano mientras revisaba algunos documentos. Al ver a su sobrino entrar, sonrió y le hizo un gesto para que se acercara.
— Ah, Senri, justo a tiempo. Ven, toma asiento. -Dijo mientras dejaba la copa sobre la mesa-
Senri se acercó, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto antes de acomodarse en un sillón frente a su tío abuelo.
— ¿Cómo está tu madre? -Preguntó Hikaru, observándolo con la calma característica de alguien que sabía exactamente cómo manejar incluso las situaciones más complejas-
— Igual que siempre, pero parecía un poco más tranquila hoy. -Respondió Senri con sinceridad, aunque su voz mantuvo ese tono neutral que lo caracterizaba-
Hikaru asintió lentamente, tomando su copa y bebiendo un sorbo antes de responder.
— Es bueno que sigas visitándola. Aunque no pueda expresarlo, estoy seguro de que tu presencia le da algo de estabilidad. Eres un buen hijo, Senri. -Dijo, con una sonrisa ligera-
La conversación fluyó con facilidad, tocando temas cotidianos y otros más profundos. Hikaru habló sobre las responsabilidades que venían con ser el heredero de los Shiki, mezclando consejos prácticos con anécdotas personales que arrancaron leves sonrisas a Senri.
— Recuerda, ser vizconde no es solo un título, es un peso que debes llevar con dignidad. Pero estoy seguro de que estás preparado, más de lo que crees. -Dijo Hikaru con firmeza, colocando una mano sobre el hombro de Senri en un gesto de apoyo-
— Lo intentaré. -Respondió Senri, siempre modesto, aunque valoraba profundamente las palabras de su tío-
La conversación fue interrumpida solo por el crepitar de la chimenea, una pausa momentánea antes de que Hikaru cambiara de tema, su tono volviéndose un poco más serio.
— Hay algo que quiero mostrarte. Ven conmigo. -Dijo mientras se levantaba de su asiento y comenzaba a caminar hacia una puerta lateral del estudio-
Senri lo siguió sin preguntar, acostumbrado a las maneras reservadas de su tío abuelo. La puerta lateral los llevó a un pasadizo oculto detrás de una biblioteca móvil. El aire en el pasillo era más frío, y la iluminación provenía de unas antorchas cuidadosamente colocadas en la pared, cuyas llamas parpadeaban con cada paso que daban.
— ¿Estamos bajando al sótano? -Preguntó Senri, aunque su tono carecía de sorpresa. Sabía lo que había allí-
Hikaru asintió sin detenerse.
— Quiero que veas algo. Es importante que entiendas por qué hacemos lo que hacemos. -Dijo, su tono deliberadamente vago-
Al final del pasillo, se encontraron con unas imponentes puertas de piedra, decoradas con intrincados grabados de rosas y alas entrelazadas. Hikaru extendió la mano y giró un mecanismo oculto en la pared, y las puertas comenzaron a abrirse con un sonido bajo y pesado, dejando expuesta una amplia sala oculta.
En el centro de la sala, bajo una luz tenue que provenía de unos candelabros colgantes, estaba un ataúd sumergido en un líquido oscuro que despedía un leve brillo rojizo: sangre. La atmósfera era opresiva, cargada con una energía antigua y peligrosa.
Senri no necesitó que nadie le explicara. Sabía que dentro del ataúd estaba su padre, Rido Kuran, recuperándose en ese estado latente. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, notó un movimiento en el rincón más oscuro de la habitación. Un niño salió de las sombras, avanzando hacia ellos con pasos ligeros pero seguros. Su sonrisa era inocente, pero sus ojos, uno azul y el otro marrón rojizo, contaban otra historia.
— Padre. -Dijo Senri con naturalidad, inclinando ligeramente la cabeza-
El niño, o más bien Rido, rió suavemente, un sonido que resonó de manera desconcertante en la sala.
— Ah, Senri. Siempre tan respetuoso. -Dijo con una voz que, aunque parecía infantil, llevaba consigo una autoridad inquietante-
Hikaru permaneció en silencio, observando la interacción con la misma calma imperturbable de siempre, como si este tipo de encuentros fueran algo cotidiano para él.
— Parece que tu recuperación va según lo planeado. -Comentó Senri, su tono neutral pero con una sutil ironía-
El niño controlado por Rido dio un paso más hacia el ataúd, levantando la vista hacia el recipiente lleno de sangre.
— Va, pero no lo suficientemente rápido. No es sencillo restaurar un cuerpo como este. -Dijo con una sonrisa ladeada-
De repente, el cuerpo del niño comenzó a tambalearse. Senri dio un paso hacia adelante justo cuando el pequeño se desplomó en el suelo, y unos segundos después, el ataúd se agitó. La tapa comenzó a abrirse lentamente, dejando escapar un vapor rojo que llenó la sala. Rido Kuran, ahora en su forma original, emergió del ataúd con movimientos pausados pero firmes.
— Padre. -Dijo Senri nuevamente, esta vez con un tono que denotaba menos formalidad y más cercanía-
— Senri. -Respondió Rido, mientras su hijo se acercaba para ofrecerle un brazo. Rido lo aceptó sin dudar, usándolo como apoyo mientras salía del ataúd, el líquido goteando de su figura-
Hikaru observó todo con los brazos cruzados, su expresión completamente serena.
— Es bueno ver que sigues mejorando, Rido. -Comentó, su tono calmado pero con un trasfondo de intención que nadie más podría interpretar fácilmente-
Rido rió suavemente, apoyándose por un momento en el brazo de Senri antes de enderezarse por completo.
— Todo a su tiempo. Pronto, todo estará en su lugar. -Dijo, su mirada volviéndose más aguda y calculadora.
Senri no dijo nada, pero sabía que esas palabras escondían promesas que nadie más podría entender por completo.
[En otro lado. . .]
La brisa nocturna acariciaba las rosas de la terraza donde Kaname estaba de pie, rodeado por la tenue luz de la luna. En su mano sostenía una rosa roja que parecía arder bajo la pálida iluminación. Su expresión, inicialmente serena, se endureció de repente. Una ola de energía oscura recorrió su cuerpo como un eco distante que no podía ignorar. Lo sintió claramente: Rido Kuran había despertado.
Con la mandíbula apretada, la rosa que sostenía se arrugó bajo la presión de sus dedos, liberando algunas gotas de su fragante esencia sobre su guante. Su mirada permanecía fija en el horizonte, como si pudiera ver más allá del presente y atisbar las repercusiones de aquel despertar.
Al mismo tiempo, en el salón principal, Chieko también lo sintió. Aunque intentó disimularlo, el estremecimiento que recorrió su cuerpo la traicionó. Su mano rodeó instintivamente a Yuna, acercándola más a su pecho como si quisiera protegerla de algo invisible pero profundamente amenazante.
Hana, siempre atenta, notó de inmediato el cambio en Chieko. Las emociones de la joven estaban claramente reflejadas en su rostro, y eso fue suficiente para que Hana actuara con rapidez. Poniendo su habitual calma al servicio de la situación, inventó una excusa convincente:
— Chieko-sama, creo que es mejor que Yuna descanse ya. Ha sido un día largo, y necesita recuperar energías. -Dijo, su voz tranquila pero firme-
Chieko asintió con agradecimiento, aferrándose al plan de Hana como una vía de escape para salir de la habitación sin levantar sospechas. Se levantó con cuidado, sosteniendo a Yuna, cuya expresión feliz contrastaba con la tensión que cargaba el ambiente.
— Disculpen, creo que Hana tiene razón. Buenas noches. -Dijo Chieko, esbozando una ligera sonrisa hacia Rima, Ruka e Ichijou antes de salir con pasos decididos, seguidas de cerca por Hana-
Rima levantó una ceja, intercambiando una mirada con Ruka. Ichijou, sentado tranquilamente con una taza de té aún en la mano, dejó escapar un pequeño suspiro.
— Bueno, eso fue… inesperado. -Comentó, mirando hacia la puerta por la que habían salido-
— Algo está pasando. -Murmuró Rima, observando la dirección con ojos entrecerrados-
Ruka cruzó los brazos, claramente intrigada, pero no dijo nada. Había un aire de incertidumbre flotando en el salón, y todos los presentes lo percibían.
[En otro lado. . .]
Mientras tanto, Kaname estaba a punto de dejar la terraza para seguir a Chieko cuando una figura silenciosa emergió de las sombras. Seiren, siempre impecable en su tarea de guardiana, apareció frente a él con la expresión seria que la caracterizaba.
— Kaname-sama... Parece que han comenzado a moverse. -Informó con su voz baja y precisa, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto-
Kaname levantó la vista hacia ella, sus ojos oscuros y llenos de determinación.
— Lo esperaba. -Respondió después de un breve silencio, con un tono que llevaba un matiz de cansancio. Apretó ligeramente el borde de la baranda de la terraza antes de continuar- Rido… su presencia no pasará desapercibida, y ellos no permanecerán inactivos por mucho más tiempo.
Seiren asintió, manteniéndose en pie con firmeza.
— ¿Debería reforzar la vigilancia en los alrededores, Kaname-sama? -Preguntó, lista para recibir instrucciones-
Kaname bajó la mirada, su mente calculando los próximos movimientos. Finalmente, negó con la cabeza.
— No, por ahora no. Su objetivo no es esta residencia… aún. Pero mantente alerta. Si se acercan, quiero saberlo antes de que crucen siquiera el límite de los terrenos. -Ordenó con calma pero con una autoridad inquebrantable-
— Como desee. -Respondió Seiren antes de desaparecer de nuevo en las sombras, tan silenciosamente como había llegado-
Kaname permaneció allí un momento más, sus pensamientos girando en torno a Rido y las implicaciones de su despertar. Sabía que Chieko también lo había percibido, y aunque confiaba en su capacidad para mantener la calma, no podía evitar preocuparse por ella y Yuna. Había mucho en juego, demasiadas piezas en movimiento, y cada decisión debía ser tomada con precisión.
La tensión en su cuerpo se liberó de forma abrupta. Las flores más cercanas a él se pulverizaron bajo la presión de su energía, y la luz de la terraza titiló como si estuviera reaccionando a su estado emocional. Después de unos segundos, Kaname respiró profundamente, recuperando momentáneamente la calma.
— Todos regresen a sus dormitorios. -Ordenó con firmeza, su tono dejando claro que no aceptaría objeciones-
Seiren asintió y desapareció en las sombras, lista para cumplir sus órdenes.
[En la residencia Cross. . .]
Yuuki estaba en el baño, sentada junto a la bañera, con las manos temblorosas. Los fragmentos de recuerdos que habían comenzado a liberarse en su mente la tenían completamente desorientada. Las imágenes eran confusas, pero una en particular se repetía: una mujer desconocida tocando su rostro con manos ensangrentadas. La sensación era tan vívida que Yuuki podía sentir el calor de la sangre en su piel, y eso la dejó en shock.
Desde fuera del baño, Ichuru golpeó la puerta con suavidad.
— Yuuki, el director me mandó a preguntarte por qué estás tardando tanto. ¿Estás bien? -Preguntó, su tono mostrando una mezcla de curiosidad y preocupación-
Yuuki respiró profundamente, intentando calmarse.
— Sí… -Respondió con voz temblorosa mientras se sujetaba del borde de la bañera para levantarse-
Pero cuando miró a su alrededor, vio algo que la hizo gritar. La bañera y el suelo estaban cubiertos de sangre, una visión que la paralizó.
— ¡Ahhhhh! -Gritó, retrocediendo hasta chocar con la pared.
Ichuru, alarmado, golpeó la puerta con más fuerza.
— ¡Yuuki! ¿Qué pasó? -Preguntó, su voz ahora cargada de preocupación-
— Que fue eso… Llena de sangre… -Murmuró Yuuki, su voz apenas audible mientras intentaba procesar lo que veía-
— Oye, Yuuki, ¿Estás bien? -Insistió Ichuru, golpeando la puerta nuevamente-
Yuuki cerró los ojos con fuerza, intentando calmarse. Cuando volvió a abrirlos, la sangre había desaparecido, como si nunca hubiera estado allí.
— ¡N-no es nada! Enseguida salgo. -Respondió, intentando sonar más tranquila-
Ichuru dudó por un momento antes de responder.
— De acuerdo… Te esperaré afuera. -Dijo, alejándose de la puerta-
Yuuki se apoyó en la pared, respirando profundamente mientras intentaba recuperar la compostura. Sus pensamientos estaban desordenados, pero una idea se formó con claridad.
— Por favor, envíale una carta a Chieko-chan… Quizás pueda saber lo que me está sucediendo… -Susurró para sí misma-
Después de secarse y ponerse su pijama, salió del baño y se dirigió al salón, donde encontró a Ichuru, Zero y Kaien esperándola. Sus expresiones reflejaban preocupación, pero Yuuki, con una leve sonrisa, les pidió que se marcharan.
— Estoy bien. Solo necesito descansar. Gracias por preocuparse. -Dijo, intentando tranquilizarlos-
Aunque dudaron, finalmente se retiraron, dejando a Yuuki sola con Kaien. Ella se sentó frente a él, su mirada reflejando la confusión y el miedo que sentía.
— Director… Hay algo que necesito contarle. -Dijo, su voz temblorosa-
Kaien la observó con atención, inclinándose ligeramente hacia adelante.
— Estoy aquí para escucharte, Yuuki. Dime qué está pasando. -Respondió con calma-
Yuuki, aún sentada frente al director, respiró profundamente, intentando ordenar sus pensamientos mientras miraba sus manos entrelazadas en su regazo. A pesar de que las palabras de Kaien la habían calmado un poco, la incertidumbre seguía oprimiendo su pecho. La escena en el baño, tan vívida y desconcertante, era algo que no podía ignorar. Levantó la mirada, encontrándose con los ojos comprensivos del hombre que había sido como un padre para ella.
— Director… -Comenzó, titubeando mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas- He estado teniendo… visiones. Son como recuerdos, pero no estoy segura de qué significan. Todo es confuso, como si mi mente estuviera tratando de decirme algo, pero no logro comprenderlo. -Dijo, su voz temblorosa-
Kaien asintió lentamente, su expresión permaneciendo serena.
— ¿Qué tipo de visiones, Yuuki? Cuéntame todo lo que puedas recordar. -Le pidió con suavidad, inclinándose ligeramente hacia adelante para mostrarle que tenía toda su atención-
Yuuki cerró los ojos por un momento, reviviendo las imágenes que habían aparecido en su mente. Cada una de ellas se sentía tan real, tan tangible, que le resultaba difícil distinguir entre lo que había visto y lo que había imaginado.
— Hay una mujer… No sé quién es, pero siento que es importante. Su rostro es borroso, pero… sus manos… -Se detuvo, su voz quebrándose ligeramente antes de continuar- Están cubiertas de sangre. Ella me toca, como si quisiera consolarme, pero al mismo tiempo… hay algo aterrador en todo esto. Es como si algo terrible hubiera sucedido, pero no puedo recordarlo. -Confesó, bajando la mirada nuevamente-
Kaien dejó escapar un leve suspiro, manteniendo su mano firme sobre la de Yuuki.
— Es posible que estos recuerdos estén comenzando a liberarse porque tu mente está lista para enfrentarlos. Pero eso no significa que debas enfrentarlos sola, Yuuki. -Le aseguró con un tono paternal- Estoy aquí para ayudarte, y lo haremos a tu ritmo.
Yuuki asintió, agradecida por la comprensión de Kaien, pero el miedo aún persistía.
— No puedo evitar pensar que hay algo más. Algo que me están ocultando… -Dijo, su voz apenas un susurro-
Kaien respiró profundamente, preparando sus palabras con cuidado. Sabía que no podía decirle toda la verdad todavía, no sin exponerla a un riesgo innecesario. Sin embargo, también sabía que no podía seguir dejando que luchara sola con estas dudas.
— Yuuki… Hay cosas sobre tu pasado que son complicadas, y no es que alguien intente ocultártelas para siempre. Es más bien que necesitamos asegurarnos de que estés preparada para conocerlas en el momento adecuado. -Dijo con calma, eligiendo sus palabras cuidadosamente-
Yuuki lo miró con ojos llenos de confusión, pero también de esperanza.
— ¿Usted sabe algo, verdad? ¿Algo sobre mí? -Preguntó, su voz cargada de incertidumbre-
Kaien no respondió de inmediato, manteniendo su mirada fija en la de Yuuki mientras consideraba cómo proceder. Finalmente, habló con firmeza.
— Sé más de lo que te he contado hasta ahora, Yuuki. Pero todo lo que he hecho ha sido para protegerte. -Confesó, su tono lleno de sinceridad-
Yuuki lo miró con los ojos muy abiertos, sorprendida por la mención de los Kuran. Aunque había escuchado sus nombres antes, siempre habían parecido figuras lejanas, casi míticas. Ahora, la conexión se sentía mucho más cercana.
— ¿Protegerme? ¿De qué? -Preguntó, con un nudo en la garganta-
Kaien apretó ligeramente su mano, intentando transmitirle confianza.
— Todo tiene su tiempo, Yuuki. Pero te prometo que, juntos, encontraremos las respuestas que necesitas. Mañana, iremos a la Asociación de Cazadores. Hay registros allí que podrían ayudarnos a entender lo que estás experimentando. -Dijo, su voz tan firme como tranquilizadora-
Yuuki asintió lentamente, procesando sus palabras. Aunque no todas sus preguntas habían sido respondidas, la idea de que Kaien estuviera a su lado en esta búsqueda le daba algo de paz.
— Gracias, Director. -Dijo finalmente, su voz llena de gratitud-
Kaien le sonrió, levantándose de su asiento y colocando una mano sobre su hombro.
— Ahora, descansa, Yuuki. Este ha sido un día largo y mañana necesitaremos toda nuestra energía. Recuerda, no estás sola en esto. -Le dijo antes de despedirse con un gesto cálido-
Yuuki se quedó sola en el salón por un momento, abrazando las palabras de Kaien como un ancla en medio de su tormenta interna. Aunque todavía había mucho que no comprendía, decidió confiar en el director y en el plan que habían trazado para el día siguiente. Con una determinación renovada, se levantó y se dirigió a su habitación, lista para enfrentar lo que viniera.
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¡Hola, queridos lectores! 🌙
Gracias por ser parte de esta historia. Sus comentarios y votos me inspiran y me motivan a seguir creando. Cada palabra suya da vida a este universo, y saber lo que sienten al leer es invaluable para mí. ¡No duden en compartir sus pensamientos y dejarme su apoyo, ya que ustedes son mi mayor inspiración!
Con cariño,
LadyBeluna019 🌹
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