
𝟑𝟖| 𝐀𝐧 𝐮𝐧𝐞𝐱𝐩𝐞𝐜𝐭𝐞𝐝 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫
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La tarde avanzaba lentamente, los rayos dorados del sol poniente apenas comenzaban a desvanecerse, dejando en su lugar un cielo teñido de naranja y violeta. En medio de esa calma aparente, Chieko se despertó de golpe, sus ojos se abrieron repentinamente mientras su respiración era agitada y sus manos temblaban. Los ecos de un sueño inquietante seguían presentes en su mente. Había sido un sueño perturbador donde su padre, Rido Kuran, regresaba desde las sombras, con una mirada voraz y una amenaza implícita que estremecía su corazón. En el sueño, él había venido a buscarla, a consumirla por completo, como si ella no fuera más que un medio para saciar su insaciable hambre.
Pero al abrir los ojos, la lógica prevaleció. Era solo una pesadilla, nada más. Rido no haría eso. No lo había hecho cuando era pequeña, cuando había compartido con él momentos que, a pesar de todo, guardaba con cierta calidez en su memoria. Ese pensamiento, en lugar de consolarla por completo, hizo que sus ojos comenzaran a llenarse de lágrimas. La dualidad de sentimientos que albergaba hacia él era abrumadora: su mente sabía que era un ser terrible, pero su corazón guardaba un resquicio de afecto y la esperanza, aunque mínima, de que pudiera salvarse de su propia oscuridad.
Chieko se llevó las manos al rostro, dejando que las lágrimas cayeran en silencio mientras su pecho se sacudía ligeramente. Pero no quería seguir sumida en ese estado. Tampoco quería despertar a Yuna, que seguía profundamente dormida en su cuna, respirando tranquila, ajena a las tormentas internas de su madre. Acarició la frente de la pequeña con una delicadeza infinita, como buscando algo de consuelo en su sereno sueño.
Chieko se levantó de la cama con movimientos ligeros. Su mirada recorrió por última vez a Yuna antes de salir al pasillo. El aire fresco de la tarde acariciaba su piel, y aunque la penumbra se acercaba lentamente, sabía que era hora de enfrentar el día. Sus pasos la llevaron hacia la habitación contigua, donde sabía que Hana descansaba. Se detuvo frente a la puerta y tocó suavemente, su mente todavía un poco perdida en sus pensamientos.
Unos segundos después, Hana abrió la puerta, aún con el cabello ligeramente desordenado y una expresión de curiosidad mezclada con sorpresa.
— ¿Chieko? ¿Pasa algo? -preguntó Hana con dulzura, frotándose los ojos para despertar del todo.
Chieko, aunque algo apenada por interrumpir su descanso, le devolvió una pequeña sonrisa.
— Perdón por molestarte, Hana. Necesito tu ayuda. -Susurró, casi como si temiera que alguien más pudiera escuchar-
— Claro. ¿Qué necesitas? -Respondió Hana, plenamente dispuesta como siempre-
Chieko respiró profundamente antes de explicar.
— Esta noche hay una fiesta. Kaname me informó que debo asistir. -Comenzó, su voz ganando algo de fuerza conforme hablaba- Ahora que he regresado oficialmente a la familia Kuran, parece que hay ciertas responsabilidades que no puedo evitar... Y, bueno, no tengo nada apropiado para usar. Necesito un vestido.
Hana asintió con comprensión, captando de inmediato la mezcla de resignación y determinación en la voz de Chieko.
— Entendido. Pero... ¿Quieres que te acompañe para buscarlo? -Preguntó Hana, percibiendo la ligera ansiedad en los ojos de su amiga-
Chieko negó con suavidad, esbozando una sonrisa tranquilizadora.
— No, Hana. Preferiría que te quedaras con Yuna. Necesito saber que está bien cuidada. -Dijo con un tono firme pero agradecido- Sé que estaré bien sola, es solo un vestido.
Hana vaciló por un momento, pero finalmente asintió, entendiendo que la prioridad de Chieko era el bienestar de la pequeña.
— Está bien. Me quedaré con Yuna y me aseguraré de que esté perfectamente mientras estás fuera. -Respondió Hana, con una sonrisa reconfortante-
— Gracias, Hana. -Dijo Chieko con genuina gratitud, mientras apoyaba brevemente una mano en el brazo de su amiga-
Chieko abrió el pequeño armario donde guardaba su ropa, buscando algo apropiado para la salida. Optó por una blusa blanca de estilo romántico, adornada con volantes alrededor del cuello y los puños. Los delicados lazos que decoraban la parte superior añadían un toque de dulzura. Con movimientos ligeros, se colocó la prenda, asegurándose de que los volantes cayeran correctamente sobre sus hombros.
Luego, tomó una falda larga negra de cintura alta. El material brillante de la falda capturaba la luz de la tarde, mientras los botones decorativos en el frente añadían un detalle refinado y contemporáneo. Chieko ajustó la falda a su cintura con cuidado, dejando que su caída envolviera su figura de manera elegante.
A continuación, se sentó frente al espejo para ocuparse de su cabello. Los rizos ondulados de Chieko caían en cascada sobre sus hombros, brillando con un tono cálido bajo la luz del atardecer. Tomó un cepillo y comenzó a desenredar con paciencia cada mechón, alisando las ondas naturales hasta que el cabello quedó perfectamente ordenado. Luego, recogió la parte superior en un medio rodete, dejando algunas ondas sueltas enmarcando su rostro.
Para sujetar el peinado, sacó un accesorio especial de su joyero. Era un broche antiguo, un regalo que su padre, Rido Kuran, le había dado cuando era pequeña. El diseño intrincado, con detalles florales en metal oscuro, evocaba recuerdos agridulces de su infancia. Sostuvo el broche por un instante, recordando la conexión que compartía con él, antes de usarlo para sujetar su medio rodete. Al colocarlo, el accesorio no solo añadió un toque de elegancia a su peinado, sino que también se convirtió en un símbolo silencioso de los vínculos que aún albergaba en su corazón.
Al terminar, se observó en el espejo. Su atuendo, junto con el cabello ondulado cuidadosamente arreglado, proyectaba una imagen que equilibraba la elegancia clásica con un toque moderno. Sus ojos reflejaban una determinación tranquila, mientras se aseguraba de que todo estuviera en su lugar.
Chieko tomó una pequeña cartera negra que combinaba perfectamente con su conjunto y se dirigió hacia la salida. Antes de cerrar la puerta, se acercó a la cuna de Yuna y dejó un beso suave en su frente. A pesar del peso de las responsabilidades que la esperaban, ese pequeño gesto le brindó un momento de paz.
Con todo listo, salió de la habitación. La brisa fresca de la tarde acariciaba su rostro mientras cruzaba los pasillos de la academia. Afuera, el cielo se teñía de un suave naranja, marcando el inicio de la noche. Chieko avanzó, lista para enfrentar el mundo exterior, con cada detalle de su preparación reflejando la fuerza y gracia que llevaba consigo.
[En la ciudad. . .]
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ㅤㅤㅤ் Narra Chieko '
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La ciudad estaba vibrante, llena de luces que comenzaban a encenderse mientras la tarde lentamente cedía al crepúsculo. Caminaba por las elegantes avenidas, mis ojos viajando de un escaparate a otro, buscando el vestido perfecto. Había algo casi terapéutico en observar los diseños, pero al mismo tiempo, una presión latente, un recordatorio constante de las expectativas que debía cumplir. Visitaba boutique tras boutique, evaluando cada prenda con detalle, pero ninguna parecía ser lo que buscaba.
Finalmente, mis pasos me llevaron a una boutique en el corazón de la capital. Desde afuera, era discreta pero impecable, con grandes ventanales y un interior bañado por una cálida iluminación. Entré, y entonces lo vi: un vestido que parecía estar esperando por mí. Colgaba en el centro de la sala, resaltado bajo un delicado haz de luz.
Me acerqué casi en un trance, dejando que mis ojos absorbieran cada detalle. La parte superior del vestido era de un blanco puro, con un escote alto que enmarcaba el cuello de manera elegante. Las mangas largas caían desde los hombros con un movimiento fluido, añadiendo un aire etéreo. Estaba decorado con patrones florales en hilos dorados y plateados, bordados de manera tan intrincada que daban la ilusión de flores reales extendiéndose sobre la tela.
La falda comenzaba con un degradado hipnótico, pasando de un azul profundo a un blanco puro, como si reflejara la transición del cielo nocturno al amanecer. Los mismos bordados florales continuaban a lo largo de la falda, cayendo en cascada desde la cintura hasta el borde. Había un brillo sutil en los detalles metálicos, como si el vestido llevara consigo un toque de fantasía y realeza.
Mis dedos rozaron la tela con cuidado, como si temiera interrumpir su perfección. Sabía que ese era el indicado. Sin dudarlo, lo compré, sintiendo una oleada de satisfacción. Había encontrado lo que buscaba.
Con la bolsa asegurada en mi mano, salí de la boutique con una ligera sonrisa. Miré el cielo y me di cuenta de que la tarde había avanzado más de lo que había previsto. La noche estaba cerca, y necesitaba regresar pronto para alistarme. Apresuré el paso, mi mente dividida entre la emoción de la fiesta y los detalles que aún debía preparar.
Casi llegando a una calle más tranquila, sentí un tirón en mi falda. Me detuve y, al mirar hacia abajo, vi a un niño pequeño abrazándome con fuerza, sollozando desesperadamente. Su llanto desgarrador me tomó por sorpresa, pero rápidamente me incliné y comencé a acariciar su cabeza para calmarlo.
— Oye, pequeño... -Murmuré suavemente, buscando su rostro entre sus brazos que me envolvían-
Y fue entonces cuando lo noté. Sus ojos eran extraños, cada uno de un color diferente, algo que conocía demasiado bien. Una mezcla de reconocimiento y resignación se apoderó de mí. Esto... esto no era una coincidencia.
Sonreí de manera tranquila, suspirando mientras observaba al niño.
— Es bueno saber de ti, padre... Me sorprende que para encontrarme hayas usado a un pobre niño. -Mi voz salió calmada, pero con un dejo de reproche-
El niño dejó de llorar en ese instante. Su cuerpo cambió sutilmente, relajándose de una manera que no correspondía a su edad. Cuando levantó la cabeza para mirarme, vi algo en su expresión que confirmaba lo que ya sabía. Era mi padre, Rido Kuran, quien ahora hablaba a través de este pequeño.
— Chieko, mi preciosa hija... -Dijo su voz, profunda, cargada de una cercanía sincera, aunque también teñida de su carácter peculiar- Qué alegría es verte, tan elegante como siempre.
— ¿Qué deseas, padre? -Pregunté, manteniendo mi tono sereno pero firme. Aunque él fuera mi padre, sus métodos siempre dejaban una huella inquietante-
El niño, o más bien Rido, inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluándome con detenimiento.
— ¿Es tan raro que quiera saber cómo te encuentras? -Dijo, pero esta vez su tono no era falso. Había algo auténtico en sus palabras, algo que resonaba con un interés genuino-
— Padre... -Dejé escapar un suspiro, viendo a través de sus acciones- No necesito que recurras a esto para hablar conmigo. -Dije, señalando delicadamente al pequeño-
Rido, en su estilo característico, dejó escapar un suave suspiro a través de los labios del niño.
— Sabes que no soy tan bienvenido en tu mundo ahora. -Admitió con cierto pesar- Pero eso no significa que haya dejado de preocuparme por ti. Aunque no siempre lo digas, sé que aún guardas una parte de mí en tu corazón... y yo siempre te llevo en el mío.
Sus palabras, por más inesperadas que fueran, dejaron un eco en mi interior. Rido nunca había sido alguien fácil de comprender. Sabía de su lado oscuro, de las acciones que lo convertían en alguien a quien debía temer, pero siempre había sido un padre con quien yo compartía un vínculo complejo. Había momentos como este que me recordaban que, debajo de su fachada imponente, existía algo más.
— Estoy cumpliendo con mis responsabilidades, como siempre. -Respondí, manteniéndome centrada, aunque mis ojos suavizaron ligeramente mi postura- Y sé que me vigilas.
El niño, con los movimientos de Rido, esbozó una sonrisa más genuina.
— Siempre lo haré, mi pequeña. Siempre estaré cerca, no porque sea una amenaza, sino porque quiero verte crecer, alcanzar todo lo que te propongas. -Su tono era sereno, y por primera vez en mucho tiempo, no sentí un trasfondo de cálculo en sus palabras-
Me incliné ligeramente, colocando una mano sobre la cabeza del pequeño. Lo miré directamente a los ojos, dejando que mis emociones se reflejaran por un momento.
— Gracias, padre. Pero no necesitas recordármelo... porque yo también te llevo en mi corazón. -Mi voz salió suave, casi un susurro-
El niño, aún bajo el control de mi padre, inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluando cómo continuar. Su expresión, aunque serena, mostraba un leve rastro de cansancio, algo que no había notado antes. Fue entonces cuando habló, su voz profunda y familiar resonando con un tono más serio.
— Mi cuerpo aún no está completamente recuperado, Chieko. -Admitió, su mirada fija en la mía- Necesito más tiempo para sanar por completo y despertar en mi forma original. Por ahora, mi ubicación es... discreta. Estoy en una de las residencias de la familia Shiki, tu medio hermano me ha ofrecido refugio.
Sus palabras me tomaron por sorpresa, aunque no lo dejé ver. Sabía que Rido no era alguien que admitiera debilidad fácilmente, y el hecho de que compartiera esto conmigo significaba que confiaba en mí más de lo que estaba dispuesto a decir. Lo observé en silencio por un momento, procesando lo que acababa de escuchar.
— Entiendo. -Respondí finalmente, mi voz calmada pero cargada de determinación- Si necesitas tiempo, lo tendrás. Pero sabes que no puedo ignorar lo que esto significa. Si estás en una posición vulnerable, otros podrían aprovecharse de ello.
Rido, a través del niño, dejó escapar una leve sonrisa, casi como si encontrara consuelo en mis palabras.
— No subestimes mi capacidad para protegerme, hija. -Dijo con un toque de orgullo- Pero agradezco tu preocupación. Es... reconfortante saber que aún te importa.
Asentí, pero no podía ignorar la sensación de que debía hacer algo más. Mi mirada se desvió hacia el pequeño frasco que siempre llevaba conmigo, un recipiente discreto que había usado en el pasado para emergencias. Sin dudarlo, saqué el frasco y lo sostuve en mi mano.
— Si mi sangre puede ayudarte a recuperarte más rápido, entonces úsala. -Dije con firmeza, mientras deslizaba una uña afilada sobre mi muñeca, dejando que un hilo de sangre comenzara a fluir-
El niño, o más bien Rido, abrió los ojos con una mezcla de sorpresa y algo que parecía gratitud genuina.
— Chieko... no tienes que hacer esto. -Dijo, aunque su tono carecía de la convicción necesaria para detenerme-
— Lo sé. -Respondí, mientras dejaba que la sangre llenara el pequeño frasco- Pero quiero hacerlo. Si esto puede ayudarte a sanar y mantenerte a salvo, entonces no hay nada que pensar.
Cuando el frasco estuvo lleno, lo cerré con cuidado y lo extendí hacia el niño. Rido, a través de él, lo tomó con manos pequeñas pero firmes, su expresión suavizándose mientras lo hacía.
— Gracias, hija. -Dijo, su voz más baja, casi un susurro- Esto significa más de lo que puedes imaginar.
Lo miré directamente a los ojos, dejando que mi determinación se reflejara en mi mirada.
— Solo prométeme que no harás nada imprudente. -Le pedí, mi tono firme pero cargado de preocupación- Si necesitas más ayuda, lo sabré. Pero no quiero que pongas en riesgo lo que queda de ti.
El niño asintió lentamente, como si las palabras de Rido estuvieran cargadas de un peso que no podía ignorar.
— Lo prometo. -Respondió, su voz sincera-
Con eso, el niño comenzó a retroceder, como si la conexión entre él y mi padre estuviera desvaneciéndose. Antes de que se fuera por completo, Rido habló una vez más, su tono lleno de una calidez que rara vez mostraba.
— Cuídate, Chieko. Y recuerda, siempre estoy contigo.
Lo observé desaparecer en la penumbra de la calle, el frasco de sangre aún en sus manos pequeñas. Me quedé allí por un momento, dejando que el silencio de la noche me envolviera. Aunque el encuentro había sido breve, dejó una marca en mí, un recordatorio de que, a pesar de todo, el vínculo entre nosotros seguía siendo fuerte.
Ajusté la bolsa del vestido en mi mano y retomé mi camino, con la determinación de enfrentar lo que la noche me deparara. Había mucho por hacer, pero sabía que, de alguna manera, mi padre y yo estábamos conectados, incluso en la distancia.
[Unos minutos más tardé. . .]
La noche avanzaba, envolviendo la ciudad en un manto de luces cálidas y sombras que danzaban sobre las paredes. Con cada paso que daba, sentía cómo mi cuerpo empezaba a fallarme. La sangre que había ofrecido a mi padre no solo había mermado mi fuerza, sino que ahora la sed comenzaba a arder en mi garganta como un fuego que se extendía rápidamente. Cada respiración era un esfuerzo, y el mundo a mi alrededor parecía perder claridad.
Apoyé mi mano contra un portón cercano, tratando de recuperar el equilibrio. El frío del metal se sentía lejano contra mi piel, y mi visión comenzaba a volverse borrosa. No podía permitirme detenerme, no ahora. Debía llegar a la academia, pero cada paso que intentaba dar era más torpe que el anterior. La bolsa con el vestido colgaba de mi mano, un recordatorio constante de la fiesta que debía enfrentar, pero incluso ese pensamiento parecía desvanecerse entre la creciente debilidad que me invadía.
El sonido de voces cercanas rompió el pesado silencio de la calle. Al alzar la mirada con esfuerzo, distinguí tres figuras que se acercaban hacia mí. El primero, inconfundible, era Kaname. Su expresión, normalmente tranquila y controlada, estaba marcada por una clara preocupación al verme. A su lado, Akatsuki y Hanabusa lo seguían, ambos compartiendo la misma mezcla de sorpresa y alarma al notar mi estado.
— Chieko... -La voz de Kaname resonó con gravedad, pero también con una calidez que no esperaba. Su tono reflejaba tanto preocupación como urgencia mientras se detenía frente a mí-
Quise responderle, dar alguna explicación que minimizara mi condición, pero las palabras se ahogaron en mi garganta. Mi cuerpo, que ya apenas obedecía mi voluntad, cedió bajo el peso de la fatiga y la sed que me consumía. Sentí cómo mi equilibrio se desvanecía por completo, y antes de que pudiera reaccionar, el mundo a mi alrededor se tornó oscuro.
Lo último que percibí fue el sonido de Kaname llamándome por mi nombre, su voz cargada de inquietud, y un movimiento rápido mientras sus brazos me alcanzaban antes de que tocara el suelo. La calidez de ese momento, junto con las voces apagadas de Akatsuki y Hanabusa, fueron las últimas cosas que registré antes de que todo se desvaneciera por completo.
┈̫̫━̫̫┈̫̫━̫̫┈̫̫━̫̫┈̫̫━̫̫┈̫̫━̫̫┈̫̫━̫̫┈̫̫━̫̫┈̫̫ ¡Cᴏɴᴛɪɴᴜᴀʀᴀ́! ⩶
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