
𝟑𝟔| 𝐀𝐜𝐜𝐞𝐩𝐭𝐚𝐧𝐜𝐞 𝐨𝐟 𝐟𝐞𝐞𝐥𝐢𝐧𝐠𝐬 𝐨𝐫 𝐜𝐨𝐧𝐟𝐮𝐬𝐢𝐨𝐧?
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El suave susurro del viento acariciaba los árboles que bordeaban el patio trasero de la Academia Cross. Era el momento del receso, un instante de calma entre el bullicio de las clases nocturnas. La luna brillaba pálida en el cielo, bañando el lugar con su luz plateada, mientras Chieko caminaba tranquila entre los senderos de piedra. Su cabello castaño ondeaba ligeramente con la brisa, y una ligera sonrisa adornaba su rostro. Parecía estar disfrutando de ese respiro, un momento suyo en medio de la intensidad del día.
Sin embargo, mientras paseaba, unas voces conocidas rompieron la serenidad del ambiente. Al levantar la mirada, sus ojos captaron dos figuras familiares: Ichiru y Zero Kiryuu, los gemelos que ocupaban un lugar especial en su vida. Ichiru, siempre despreocupado, tenía un aire relajado mientras conversaba con su hermano. Zero, en contraste, mantenía su expresión seria y reservada, aunque algo en su postura indicaba que estaba más tranquilo de lo habitual.
Chieko se apresuró a acercarse a ellos, su rostro iluminado por una sonrisa más amplia.
— ¡Ichiru, Zero! -Los llamó, levantando una mano para captar su atención-
Ambos gemelos se giraron hacia ella. Ichiru fue el primero en responder, con una sonrisa amplia y amigable.
— ¡Chieko! Justo hablábamos de ti, hermana de corazón. -Dijo, alzando una ceja con su característico humor-
Zero, aunque no tan expresivo como su hermano, la miró con una ligera suavidad en los ojos. Apenas perceptible para otros, pero para Chieko, era suficiente para saber que su presencia lo tranquilizaba de alguna forma.
— ¿Qué hacías vagando por aquí sola? -Preguntó Zero, su tono más neutral, pero con un leve deje de interés-
Chieko se detuvo frente a ellos, colocando sus manos en la cintura mientras intentaba aparentar indignación.
— ¿Y qué tiene de malo querer un poco de aire fresco? -Respondió en tono divertido, cruzando los brazos- Además, no estaba sola, sabía que me encontraría con alguien tarde o temprano.
Ichiru soltó una pequeña carcajada, siempre el bromista del grupo.
— Claro, claro. Aunque admito que es suerte que nos encontraras. Zero estaba poniéndose aburrido con mis historias. -Dijo, lanzándole una mirada juguetona a su hermano-
Zero simplemente bufó, desviando la mirada. Pero mientras lo hacía, no pudo evitar observar a Chieko de reojo. Había algo en su presencia que siempre lograba suavizar los bordes más ásperos de su carácter. Aunque se esforzaba por mantener su usual fachada seria, en su interior no podía negar cuánto la apreciaba... cuánto la amaba.
— Tus historias son eternas, Ichiru. Es un milagro que alguien las escuche. -Dijo Zero, con un toque de sarcasmo-
Chieko se llevó una mano a la boca para reprimir una risa, aunque no pudo evitar que sus ojos brillaran divertidos.
— Bueno, al menos te entretiene, ¿No? -Comentó, volteando hacia Zero con una sonrisa. Él la miró un momento antes de encogerse de hombros, como si quisiera restarle importancia-
Ichiru, mientras tanto, decidió dejar espacio para la conversación.
— Bien, los dejo un rato. Tengo cosas que hacer, y creo que ustedes pueden hablar mejor sin mí. -Dijo con una sonrisa maliciosa antes de desaparecer entre los árboles, dejando a Chieko y Zero a solas-
El silencio que quedó tras la partida de Ichiru era profundo, casi palpable, como si el viento hubiera decidido darles un respiro para la conversación que estaba por venir. Zero se mantuvo inmóvil por unos segundos, con las manos en los bolsillos y la mirada baja, pero Chieko podía sentir que algo estaba pasando por su mente. No era la típica incomodidad entre ellos; era algo distinto, algo más cargado de intención.
Él levantó la vista y la miró fijamente, con una intensidad que desarmaría a cualquiera. Chieko sintió que su corazón daba un salto, como si de alguna forma presentía lo que estaba por venir.
— Chieko... -Empezó, su voz más suave de lo habitual, pero con un trasfondo serio que hizo que ella dejara de lado cualquier distracción- Hay algo que debo preguntarte. Algo que he estado pensando desde hace tiempo.
Ella inclinó ligeramente la cabeza, confundida pero al mismo tiempo intrigada.
— ¿Desde hace tiempo? ¿De qué se trata, Zero? -Preguntó, intentando mantener un tono relajado, aunque la intensidad de sus ojos hacía que fuese difícil ignorar la seriedad del momento-
Zero respiró profundamente, como si estuviera acumulando el coraje necesario para continuar. Dio un paso hacia ella, reduciendo la distancia entre ambos. Incluso bajo la luz plateada de la luna, Chieko podía notar cómo apretaba ligeramente los labios, un claro signo de que estaba lidiando con sus propios nervios.
— Sobre lo que pasó en la habitación... antes de la fiesta del año pasado. -Dijo finalmente, sus palabras cargadas de significado-
Chieko abrió los ojos levemente, recordando el momento al que él se refería. Había sido breve, pero tan cargado de tensión que era imposible olvidarlo. Una confesión implícita, un instante suspendido entre lo dicho y lo no dicho. Ahora, Zero estaba decidido a enfrentarlo de frente.
— Nunca obtuve una respuesta. -Continuó, su mirada fija en la de ella, como si estuviera intentando descifrar sus pensamientos- Y... quiero saberlo. Quiero saber si tú... si sientes algo por mí. Algo más que esto... lo que ya tenemos.
Chieko sintió que su respiración se detenía por un momento. Las palabras de Zero resonaron en el espacio entre ambos, cada una llenando el aire con un peso inesperado. Su rostro se calentó, y un rubor evidente comenzó a teñir sus mejillas.
— Yo... -Balbuceó, incapaz de formar una respuesta coherente-
Chieko apenas podía encontrar las palabras para responder a Zero, su rostro enrojecido traicionaba su lucha interna. La tensión en el aire era palpable, y parecía que todo a su alrededor había desaparecido, dejándolos solo a ellos dos bajo la luz de la luna. Zero, quien había decidido dar ese gran paso hacia la verdad de sus sentimientos, la observaba con una mezcla de incertidumbre y una determinación inquebrantable. Pero justo cuando parecía que el momento podía desbordarse, una voz inconfundible rompió el hechizo.
— ¡Noticias! ¡Noticias! -Resonó la exuberante voz del director Kaien Cross, rasgando el silencio con su energía característica-
Chieko dio un pequeño salto, sorprendida, mientras giraba rápidamente hacia el origen del sonido. Zero, por su parte, cerró los ojos un momento, claramente frustrado por la interrupción, antes de recuperar su habitual compostura rígida. El director apareció con un dramatismo desbordante, casi corriendo hacia ellos mientras agitaba un pergamino en el aire como si estuviera sosteniendo un trofeo.
— ¡Finalmente! -Anunció con entusiasmo, colocándose directamente entre Chieko y Zero, ignorando por completo la tensión palpable que acababa de irrumpir- ¡Finalmente apareció Maria Kurena! Desde su desaparición tras aquel ataque sorpresivo de Shizuka Hiō, ¡por fin tenemos noticias de ella!
Kaien, siempre lleno de vida, parecía ajeno al ambiente que había interrumpido. Chieko intentó calmar su respiración mientras bajaba la vista, su rostro aún caliente por la conversación previa. Zero, con las manos en los bolsillos y su mandíbula tensa, observaba al director sin decir nada, aunque la ligera arruga en su frente dejaba claro lo que pensaba de la inoportuna intervención.
— ¿Maria Kurena? -Preguntó Chieko finalmente, tratando de desviar la atención de lo que acababa de suceder entre ella y Zero- ¿Qué noticias tienen sobre ella?
Kaien dio un par de pasos hacia atrás para asegurarse de que ambos pudieran verlo claramente, adoptando una pose dramática mientras comenzaba a explicar.
— ¡Oh, es un milagro! Después de desaparecer tan repentinamente tras el ataque de Shizuka Hiō, creímos que la pobre María había sido completamente eliminada... pero no, queridos estudiantes. -Hizo una pausa para enfatizar- ¡Ha sido localizada en un lugar cercano a la frontera entre los territorios humanos y los vampiros! Aunque débil, está viva.
El director parecía emocionado, como si estuviera relatando una historia de novela. Su teatralidad habitual hizo que Chieko no pudiera evitar esbozar una ligera sonrisa, mientras Zero permanecía tan estoico como siempre, aunque sus ojos mostraban un ligero brillo de interés.
— Esto es importante. -Continuó Kaien, su tono tornándose un poco más serio- Aunque todavía no sabemos con certeza qué ocurrió después de aquel enfrentamiento, la aparición de Maria puede darnos pistas cruciales sobre los planes de Shizuka Hiō y, quizá, incluso sobre los vínculos con Rido.
La mención del nombre de Rido hizo que Chieko se pusiera tensa de inmediato. Su mente comenzó a llenarse de preguntas, intentando conectar las piezas. Zero notó su cambio de expresión y dio un pequeño paso hacia ella, como si su sola presencia pudiera brindarle apoyo.
— ¿Dónde está exactamente? -Preguntó Zero, su voz cortante pero directa, dejando de lado cualquier rastro de incomodidad que pudiera haber sentido antes-
Kaien lo miró con una sonrisa satisfecha por su aparente interés.
— Ha sido trasladada a un lugar seguro por orden de Kaname Kuran. Está siendo atendida y se espera que pronto podamos hablar con ella. -Informó, cruzando los brazos- Pero les advierto: aún no sabemos en qué condiciones se encuentra mentalmente, ni cuánto podría revelar.
Chieko asintió lentamente, aún procesando la información. La súbita aparición de Maria significaba que todo podría cambiar, especialmente si tenía información que pudiera desentrañar los intrincados planes de sus enemigos. Sin embargo, todavía sentía el latir acelerado de su corazón, un recordatorio persistente de la conversación inconclusa con Zero.
[En la antigua residencia luna. . .]
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ㅤㅤㅤ் Narra Chieko '
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El aire en la antigua residencia Luna siempre tiene algo especial, como si el edificio en sí guardara secretos antiguos entre sus paredes recién renovadas. Mis pasos resuenan en el pasillo mientras sigo al director Kaien y a Zero, mi mente llena de preguntas sobre lo que estaba por descubrir. Maria Kurena... su nombre lleva un peso que no puedo ignorar. Lo que ella sabe podría cambiar todo.
Al llegar a la puerta, Kaien la abre con ese toque teatral tan suyo, como si incluso este gesto formara parte de su forma de dramatizarlo todo. Entramos, y lo primero que noto es la calidez del lugar: una lámpara emitiendo una suave luz y el crepitar acogedor de la chimenea. Pero no es la decoración lo que llama mi atención, sino Maria, sentada junto a la ventana, envuelta en una manta que parece protegerla tanto del frío como del dolor.
Sus ojos, cansados pero llenos de determinación, me miran directamente, y siento un nudo en el pecho. A su lado está Hiroto, un hombre de cabello negro atado en una coleta baja. Su presencia es serena pero firme, como si fuera un guardián siempre atento. No se aleja demasiado de Maria, y aunque su actitud no es hostil, percibo una clara desconfianza hacia nosotros.
— Gracias por venir. -La voz de Maria es suave, pero suficiente para llenar el espacio de la habitación-
Doy un paso adelante y tomo asiento frente a ella, buscando en mi interior la forma de transmitirle tranquilidad. Zero se queda de pie, un poco detrás de mí, con su eterna expresión seria pero protectora, mientras Kaien cierra la puerta tras nosotros con un leve susurro de la madera.
— Maria... sabemos que has pasado por mucho. -Comienzo, mi tono más suave de lo habitual- Pero cualquier cosa que puedas contarnos será importante. Queremos entender lo que ocurrió con Shizuka Hiō.
Ella asiente ligeramente, pero la expresión en su rostro se oscurece al escuchar el nombre de Shizuka. Miro cómo sus manos se aferran a la manta, mientras Hiroto le susurra algo al oído, palabras que parecen darle fortaleza. Después de un momento, comienza a hablar.
— Shizuka tomó control de mí, pero no fue porque yo lo permitiera. -Susurra, su mirada perdida en algún punto de la habitación- Todo comenzó cuando mi salud empeoró. Me dijeron que su sangre podría curarme, y... era verdad. Me devolvió la fuerza, pero también me quitó todo control sobre mi propio cuerpo. Me convertí en su recipiente, en su herramienta.
Cierro los puños con fuerza sobre mis piernas mientras escucho. Puedo sentir el peso de sus palabras y, al mismo tiempo, la rabia hacia quien la empujó a ese límite.
— ¿Por qué arriesgaste tanto? -La voz de Zero, fría pero no exenta de empatía, rompe el silencio-
Maria alza la mirada hacia él, su rostro reflejando una mezcla de tristeza y culpa.
— Porque estaba desesperada. -Admite con franqueza- Pero nunca imaginé que me convertiría en su prisionera. Shizuka estaba llena de rabia, pero no era solo eso... Había algo más profundo. Estaba rota.
Sus últimas palabras envuelven el ambiente en un manto de pesadumbre. Hiroto coloca una mano en su hombro con delicadeza, como recordándole que no está sola.
— Ella había perdido al hombre que amaba. -Continúa Maria, sus ojos ahora fijos en Zero, como si estuviera hablándole directamente- Ese dolor la consumió hasta el punto de enloquecer. Y cuando hablaba de ti... Zero... era como si te viera a través de él, como un eco de lo que alguna vez tuvo. Pero no creo que lamentara morir. Su vida ya no tenía sentido para ella.
Me giro hacia Zero, quien permanece completamente inmóvil, pero sus manos están escondidas en los bolsillos de su chaqueta, como si intentara contenerse. Puedo imaginar el torbellino en su interior, la mezcla de culpa, enojo y tal vez incluso compasión.
Siento la necesidad de intervenir, de aliviar el peso que ahora parece caer sobre todos nosotros.
— Maria... hay algo que debo decirte sobre Shizuka. -Empiezo, atrayendo la atención de todos en la habitación-
— ¿Qué cosa? -Pregunta ella con cautela, su voz apenas un murmullo-
Respiro profundo, preparándome para soltar algo que sé que cambiará la percepción que tiene de la situación.
— Shizuka no murió de la forma que todos creen. -Confieso, mirando directamente a Maria- Durante nuestra última confrontación, usé un conjuro que cambió su destino. Ahora... Shizuka es una bebé. Una niña recién nacida. La adopté como mi hija y ahora se llama Yuna.
La sorpresa en el rostro de Maria es evidente, sus ojos se abren ampliamente mientras Hiroto se queda sin palabras por primera vez. Incluso Zero, que rara vez muestra emociones tan claras, me mira como si intentara procesar lo que acabo de revelar.
— ¿Le diste... una segunda oportunidad? -Maria finalmente encuentra las palabras, su tono una mezcla de incredulidad y alivio-
Asiento lentamente.
— Lo hice porque era la única manera de detener el ciclo de destrucción en el que estaba atrapada. Ahora tiene una nueva vida, lejos de su pasado y de todo lo que la dañó.
Maria cierra los ojos, y cuando los abre nuevamente, hay lágrimas acumulándose en ellos. Una sonrisa débil, casi imperceptible, cruza su rostro.
— Quizá eso era lo que siempre necesitó... una oportunidad para empezar de nuevo. -Dice con suavidad, mientras Hiroto le ofrece un pañuelo-
Permanecemos en silencio por un momento, todos reflexionando sobre lo que esto significa. Pero aunque este descubrimiento aporta algo de cierre, sé que apenas estamos arañando la superficie de un conflicto mucho mayor. Y mientras observo a Zero, cuya mirada sigue fija en algún punto perdido, siento que aún queda mucho que debemos enfrentar juntos.
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